inicio de la revolucion

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INICIO DE LA REVOLUCIÓN.
LA ASAMBLEA NACIONAL
En junio de 1789 reunidos ya los Estados Generales en Versalles y por separado, desde
el Tercer Estado se cursó una invitación a los miembros de la Iglesia y la Nobleza para
unirse bajo un solo techo. Algunos miembros de estos grupos privilegiados lo hicieron a
título personal. A mediados de ese mes los representantes del Tercer Estado deciden
constituirse en Asamblea Nacional. En respuesta a esta decisión el rey, que ya había
demostrado estar en desacuerdo con esta pretensión de los diputados del Tercer Estado,
decidió impedirles el acceso a la sala de reunión y de esta forma los diputados del tercer
estado, más los que se les habían unido del estamento nobiliario y del eclesiástico,
decidieron reunirse en adelante en el edificio de un frontón dedicado al juego de pelota
donde juraron no separarse hasta haberle proporcionado una nueva Constitución a
Francia.
Aunque el Rey cedió en algunos aspectos, se negó a considerar la igualdad de todos los
franceses ante los impuestos y también a que el voto en los Estados Generales se hiciese
individualmente. A principios de julio de 1789 la mayor parte de los nobles y los
eclesiásticos se han unido a la llamada Asamblea Nacional y trabajan en la redacción de
una Constitución y de una declaración de derechos. Ahora la revolución está
plenamente en marcha pues parece quedar claro que la autoridad del Rey quedaría
limitada por esa Constitución. La monarquía absoluta se tambaleaba.
LAS REVUELTAS POPULARES URBANAS Y CAMPESINAS
Pero desde esos primeros días de julio se advierte que parte de la Corte no está
dispuesta a aceptar la nueva situación. Pronto se advierte un importante despliegue de
tropas en Versalles y París que será respondida con movimientos populares de miles de
personas buscando armas y construyendo barricadas ante el rumor de que la monarquía
piensa terminar con las acciones revolucionarias de los Estados Generales.
En este contexto se producirá un acontecimiento que simbolizará para siempre el
comienzo de las acciones revolucionarias: el 14 de julio de 1789 una enorme masa de
parisinos se lanza a la toma de La Bastilla, fortaleza que servía de depósito de pólvora y
prisión estatal. Los revolucionarios tomaron la fortaleza sin demasiada resistencia y lo
que es más importante, sin que intervinieran las tropas reales que permanecieron
impasibles ante el temor de sus oficiales de que los soldados se unieran a los
revolucionarios.
Como resultado de este movimiento los revolucionarios crearán un nuevo ayuntamiento
bajo su control y nacerá también la Guardia Nacional, tropas que aceptan la nueva
realidad revolucionaria.
En los días siguientes el estallido se extenderá por toda Francia, pues en las demás
ciudades surgirán ayuntamientos revolucionarios y guardias nacionales a imitación de lo
sucedido en París. También en el campo se producirá una enorme agitación, el "Gran
Miedo", con masas de campesinos tomando castillos y monasterios al asalto con la
intención de quemar los archivos donde se guardaban los documentos de propiedad
señorial, y así terminar con la opresión que para ellos suponía el régimen feudal. Como
respuesta a estas revueltas campesinas los diputados de la Asamblea Nacional
redactarán un decreto de abolición de los derechos feudales que sin responder a todas
las demandas campesinas sirvió para pacificar el campo .
EL GOBIERNO REVOLUCIONARIO: NUEVAS LEYES
En ese mismo mes de agosto de 1789 avanza la redacción de la Constitución en cuyo
comienzo figurará el histórico documento que recoge la Declaración de derechos del
hombre y del ciudadano , publicada el 26 de agosto de 1789 y que constituye un
auténtico resumen de las ideas de quienes impulsan la revolución. Esta Declaración, con
su defensa de la igualdad ante la ley (artículo primero), la soberanía nacional, esto es,
que el poder reside en el conjunto de los ciudadanos (artículo tercero) y de las libertades
individuales (de expresión, religiosa...); se convertirá en uno de los documentos más
influyentes de toda la historia contemporánea y es el embrión (junto con la legislación
de los recién nacidos Estados Unidos de América) de los regímenes liberales que
durante el siglo XIX se instalarán en muchos países europeos.
En octubre de 1789 ciertos rumores sobre una intervención militar contrarrevolucionaria
moviliza de nuevo a las masas y tanto el rey como la Asamblea se trasladarán a París.
La Asamblea mientras redacta la Constitución, que no será aprobada hasta 1791,
gobernará de hecho en Francia.
Pero la situación dista de estar tranquila como se demuestra con los choques que los
revolucionarios tendrán tanto con la Iglesia como con aquellos nobles (los “emigrados”,
porque se refugiaron en otros países) partidarios del Antiguo Régimen.
Con la Iglesia el enfrentamiento será progresivo y vendrá jalonado con medidas
tomadas por la Asamblea como la nacionalización y venta (1789) de sus bienes (el
estado los venderá para obtener recursos para disminuir la deuda pública), la supresión
de órdenes religiosas y la obligación de todos los miembros de la iglesia de realizar un
juramento de fidelidad al nuevo estado. Casi la mitad de la iglesia se resistirá a este
juramento y parte de las revueltas contrarrevolucionarias serán liderados por la
eclesiásticos en algunas regiones francesas.
Con la monarquía los problemas surgirán ante la resistencia del rey a aceptar la
legislación revolucionaria, es decir, a aceptar que su poder estaba limitado por la
Constitución y por la Asamblea (representantes del pueblo). Pronto las revueltas
patrocinadas por la iglesia y los nobles emigrados recibirán la ayuda de otros monarcas
absolutos, y es en ese contexto cuando se produce la fuga del rey (huye en secreto,
disfrazado y dispuesto a unirse a los rebeldes contrarrevolucionarios), la conocida como
huida a Varennes, ciudad donde el monarca fue reconocido, detenido y obligado a
regresar a Paris.
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