Filipo II de Macedonia

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Campaña militar y política de Filipo II, rey de Macedonia.
Cátedra: Historia de las ideas políticas I
Comisión: 1 C
Índice
Introducción..3
La guerra sagrada4−5
El coche con Atenas...5−6
La hegemonía macedonica.6−7
El frente antimacedonico.7−8
Hacia la panhelenica...8−9
El Filipo de Isocrates.9−10
Ultimas circunstancias de Filipo II10
Conclusión.11
Introducción
Políticamente, Macedonia estaba organizada como una monarquía, que logro imponer su posición sobre una
nobleza fuerte, de carácter o base económica territorial. El rey controlaba la religión y el ejército. El acceso al
trono debía producirse con el consentimiento de la asamblea. Existía un Consejo de Ancianos que nombraba a
los nuevos reyes o legitimaba a los usurpadores del trono mientras que la asamblea del pueblo se limitaba a
acatar las decisiones del Consejo. El régimen era autocrático pero no despótico ya que el rey actuaba
respetando las leyes atávicas no escritas.
Hay que rendir toda la profundidad del desencanto y agotamiento en que se hunde el mundo helénico a
mediados del siglo IV, con la muerte de Dion, que el propio Filipo II había sido regente de este (su hermano
que había muerto en batalla). Pero el se deshizo de su sobrino y ocupó el trono matando y exiliando a sus
oponentes políticos. En Macedonia, considerado por los helénos semibarbaro, surge en el 359 a.c., a los
veintitrés años de edad, un rey educado de joven en la Helada y de tan eficaz talento como desaprensiva
conciencia. Filipo II hará de su insignificante Estado la primera potencia del mundo en su tiempo. El,
educador en Tebas, como rehén, es capaz de crear sobre nuevas bases un estado; a su alrededor, como
guardias de coros, condes o sequito y pajes, concentra a la nobleza macedonica y la convierte en cortesana a la
vez que la educa en el helenismo. Inculca en esta aristocracia militar un profundo sentimiento dinástico, que
va a ser clave del Estado. Reforzó el ejército creando la falange macedónica que va a ser básica en el ejército.
Esta falange destaca por ser una formación compacta de la tropa y que utiliza armamento pesado. La
caballería macedonia se convierte en los compañeros del rey; los pastores y campesinos del Balkan reciben un
armamento uniformado, y pasan a ser infantería que acompaña al rey, o soldados semipesados. Completa su
ejército con los bárbaros y con mercenarios helénicos; pero lo característico es que, en una época en que el
ejército se estaba profesionalizando, este es nacional ante todo. Las ciudades no se toman mediante asedios de
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hambre sino a complejas máquinas de asalto. Los recursos financieros para sufragar los gastos de guerra
proceden de la explotación de las minas de oro de Pangeo. Filipo II también adoptó hábiles negociaciones
diplomáticas y su primera medida fue procurarse una salida al mar.
La guerra sagrada
Los acontecimientos de Grecia proporcionan a Filipo II ocasión de intervenir. En Grecia, entre pueblos en
pueblos que todavía no se incorporaban a la cultura, se produce un grave incidente. Los focidios saquearon el
santuario de Apolo en Delfos. La esperanza del rico botín atrajo mercenarios, y Esparta, deseosa de desquite
contra Tebas, entro en alianza con los focidios. Pero la anfictionía de Delfos estaba ahora dirigida por Tebas,
y ello bastaba para lanzar a Esparta a una alianza sacrílega. Locrios y tesalios acudían a la llamada de Tebas, y
la anfictionia declaraba la guerra (355 a.c.) a los focidios, mientras que Atenas y Corinto, que también
pertenecían a la organización que unía a varias ciudades para proteger el santuario y la devoción apolínea, se
resistían a tomar parte en esta guerra santa que podía devolver a Tebas su perdida supremacía. Los focidios,
tomando en préstamo los tesoros sagrados de Apolo, consiguieron reunir un ejercito de diez mil cercenaron al
mando de Filomelo. Este contuvo victoriosamente a los beocios y a los locrios. Sin embargo, su sucesor,
Onomarco, pudo sostenerse convertido en tirano, y los inagotables tesoros de Delfos aseguraban a los
sacrilegos una fuerza superior a la de los anfictiones. Se veía el peligro de que surgiera un poder centralizador
en Grecia comparable al que habían tenido en sus zonas respectivas Dionisio de Siracusa. En Tesalia,
Onomarco intervenía hábilmente en las rivalidades entre Larisa, dominada por la familia de los Aleuadas, y
Feras, apoyando a esta ciudad. Allí Onomarco, que había llegado para combatir a los Aleuadas, se encontró
con los macedonios. Filipo II estaba vivamente interesado en las divisiones de los tesalios y salio al encuentro
de Onomarco. La primera campaña fue muy favorable al focidio, pero al año siguiendo, cuando Onomarco
invadió de nuevo Beocia y se presento en Tesaia, Filipo II le infligió una derrota decisiva. Onomarco murió a
manos de sus mismos soldados y el ejército sacrílego fue aniquilado. Filipo II se apodero de Feras y la ocupo,
a pesar de la apelación de sus habitantes a Atenas, siempre inactiva.
Así el macedonio quedo dueño de Tesalia. Avanza luego hacia el mar, con color de combatir a Falio, el
hermano del tiránico jefe de los focidios, y cuando se aproxima a las Termopilas (352 a.c.) los fatigados
griegos recuerdan que, desde Jerjes, ningún extraño ha atravesado el paso. El rey macedonio, que por el
momento no deseaba un conflicto, se conforta con el exito logrado y regresa a su reino, mientras que la guerra
sagrada perdura languideciente, reducida a pequeñas escaramuzas locales.
El sátrapa Artabazo, que había apoyado a Tebas, pasa a convertirse en aliado de Filipo II en Asia Menor,
mientras que la capital tebana entabla relación directa con la corte del gran rey y recibe mas tarde, para
terminar la guerra sagrada, una subvención de 300 talentos.
El choque con Atenas
Filipo II, después de su decisiva intervención en la guerra sagrada, se dedico a consolidar su poder. Triunfa
sobre los ilirios, interviene en las luchas dinasticas de Epiro a favor de su joven cuñado Alejandro, vence a los
tracios. Pero Olinto, recelosa del poder macedonio, que se extiende desde las Termopilas hasta el Bosforo,
quebranta el acuerdo con Filipo II y busca la amista de Atenas.
Filipo II entonces (350 a.c.) ataca a Olinto, que recibió solo un auxilio ateniense de 2000 mercenarios
mandados por Cares. Hábilmente el rey macedonio, que no tiene interés en un choque frontal con Atenas,
procura suscitar una rebelión en Eubea, la cual no pudo sofocar Focion.
Atenas aparentemente estaba dividida en los dos partidos tradicionales: el que representaba la actividad
aristocrática y el democrático imperialista. Demóstenes incorpora, con grandiosa elocuencia y con un
patriotismo exaltado, esta ultima tradición, a la cual sacrifica su vida a cambio de gloria perenne. En la otra
dirección no hay figura de grandeza comparable; vino a representar un ideal espartano, no sin influencias de la
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moral política platónica, el severo gobernante y administrador Licurgo. Por esta época hubo un muy buen
administrador, Eubulo, que supo combinar concesiones al pueblo en forma de donativos para asistir a los
espectáculos y fiestas, con la mayor atención posible a las graves circunstancias del momento. Así rehizo la
escuadra y las fortificaciones y puso a Atenas en condiciones de sostenerse en paz dignamente, aunque no de
hacer largas y costosas guerras.
Pero Demóstenes se convirtió, ante la llamada de los olintios, en el antagonista de Filipo II y pidió
enérgicamente al pueblo que defendiera a Olinto, principal ciudad autónoma en la costa de Macedonia. El
demos ateniense no acogió con la debida presteza esta exigencia, y seguramente no estaba en condiciones de
luchar. Olinto fue destruida por Filipo II (348 a.c.) antes de que llegaran los nuevos socorros votados por
Atenas. Abdera fue después incorporada. Toda la costa norte del Egeo era propiedad de Macedonia, que se
había impuesto con una serie de destrucciones y castigos que impresionaron profundamente.
Filipo II, como por mar no tenía tanta fuerza como Atenas y era muy sensible a la cultura, no deseaba en
modo alguno castigar a la capital ática, antes bien, buscaba celosamente su alianza. Tras difíciles
negociaciones, durante las que el propio Eubulo inicio un congreso de estados griegos para resistir al
macedonio y la contestación de Esquines, la paz llamada Filocrates por su negociador, fue aprobada por el
demos ateniense (346 a.c.). Atenas reconocía las anexiones de Macedonia a cambio de recibir garantías sobre
sus posesiones en los estrechos.
Las opiniones contradictorias de los distintos políticos atenienses que intervinieron en el tratado eran la
prueba de la profunda descomposición de Atenas y en general de la polis como sostén de la política.
Demóstenes, por ejemplo, no quería que Atenas perdiera su independencia mediante un acuerdo completo y
definitivo del que resultara la alianza con el macedonio, mientras que Esquines, que aunque era partidario de
tal alianza, tenia una visión clara de las exigencias del prestigio de Atenas, insistía mucho, de acuerdo con la
opinión dominante en la asamblea popular de Atenas, en la necesidad de salvar de la enemistad del rey a los
focidios, enemigos de los tebanos.
La hegemonía macedonia
Filipo II solo después de la paz de Filicrates quiso dedicarse a resolver la ya larga guerra sagrada. Los focidios
fueron por el forzados a evacuar el santuario de Delfos, y para colaborar en la empresa los atenienses
recibieron la sorprendente invitación, así como después, para tomar parte en el restablecimiento de la
situación. Atenas se retrajo ante la hábil invitación; pero los anfitriones reorganizaron los estados de Grecia
central. Los focidios quedaron obligados a restituir lo robado al santuario, a razón de 60 ralentos anuales, sus
ciudades fueron desmanteladas y reducidas a aldeas, pero el castigo no fue especialmente duro después de su
impía conducta. Mas duro fue el que los tebanos infligieron a las ciudades como arbitro de todos y ocupaban,
con dos votos en la anfitriona, puestos de los focidios. Macedonia había pasado a ser, por su rey, un estado
helénico. La opinión de Atenas era muy sensible a todo esto y el recelo le impone retraerse y esperar. Solo de
mala gana reconoce Atenas la nueva dignidad de Filipo II como miembro de la anfictionia.
En la mente de Filipo II va formulándose con claridad la idea de fundar jurídicamente la supremacía de
Macedonia sobre Grecia y de establecer solidamente una unidad política en la dividida nación. El Filipo II de
Isocrates refleja lo que era, tanto en los planes del rey como en la fe o el recelo de amigos y enemigos de
Macedonia, una consecuencia de los acontecimientos.
Filipo II pudo, en la situación general de paz, consolida su reino con nuevas campañas contra los enemigos al
Norte y completar su predominio en Helade con intervenciones políticas en Tesalia, que quedo sometida a el,
Esparta, Eubea y otros puntos.
Pero el partido de la guerra no cejaba en Atenas y pedía la revisión de la paz de Filocrates. Demóstenes, en
una mezcla de terquedad ciega y de romántico idealismo, persistía en su labor de excitar al pueblo contra el
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macedonio, que con gran ductilidad ofrecía siempre nuevas concesiones a la famosa ciudad de Atenas,
demasiado débil ya para que constituyera un peligro contra el, y por otro lado con demasiada gloria y prestigio
cultural para despreciarla o maltratarla. Cuando los de Felos pidieron a la anfictionia que los liberara del yugo
de Atenas, fue principalmente Filipo II el que hizo que se rechazara la petición y no se ofendiera a Atenas. Sin
embargo, los filomacedonios como Filocrates y Esquines fueron perseguidos y acusados ante los tribunales.
Demóstenes dominaba con su elocuencia la asamblea popular. Atenas se convertía, con una política
desatinada, en el gran obstáculo para la política de unificación nacional de Grecia bajo su dirección que Filipo
II se había trazado.
El frente antimacedonio
Demóstenes consigue en 342 a.c., ante la presión de Filipo II en el Quersoneso y aprovechando el casi general
recelo ante la prepotencia del macedonio, fue fácil juntar las voluntades de varios estados helénicos. Atenas se
alía con Corinto, Mesenia, parte de Arcadia con Argos, Acaya y Acarnania, y ello contrarresta el predominio
de Filipo II en el Peloponeso. El rey, mientras, no pierde el tiempo y amplia su reino a costa de los bárbaros
de la frontera. Establece una colonia en Filipopolis, a orillas del Hebro.
El pueblo ateniense, exaltado por la brillante exposición de los ideales del pasado que hacia el tradicionalista
Demóstenes, cree amenazadas sus posesiones en los estrechos y provoca un choque de su general Diopites
con la ciudad de Cardia, incorporada a Macedonia. Al reclamar Filipo II reparaciones, Demóstenes habla
varias veces al pueblo para explicar que la libertad de Atenas esta amenazada. El gran orador, como también
Hiperides, viaja para buscarle a Atenas aliados y reforzar los vínculos con los que ya tenia.
Se forma una coalición en la que entran, además de los estados antes dichos, Eubea, Megara, Corinto, Corcira
y otros territorios del noroeste de Grecia, y Atenas apronta en un último y grande esfuerzo 10,000 hombres y
cien trirremes. Tebas y Esparta, por recelo contra Atenas, se mantienen aparte, como otros estados. Solo los
etolios se muestran partidarios de Filipo II.
La guerra comienza en las costas de Tracia, en los estrechos que eran vitales para Atenas por representar la vía
de su aprovisionamiento de trigo de Ucrania; y en el sitio de Perinto, que aunque aliada de Filipo II, se había
negado a abrir las hostilidades contra Atenas, el rey utiliza por primera vez maquinas, es decir, verdadera
artillería de sitio, que podía abreviar el pesado sistema de reducir las fortalezas sitiadas por hambre. También
surgen intrigas contra Atenas en la asamblea anfictiónica, en donde Filipo II, con el apoyo de los tesalios,
tiene la supremacía. La guerra fue declarada a Anfisa por el consejo anfictionico, y ello atrajo a Filipo II hacia
el Sur. Penetra entonces con su ejército en Beocia y ocupa la fortaleza de Elatea, clave de la Grecia central.
Había evitado, marchando por las montañas, el paso de las Termopilas, y su presencia súbita, a mediados del
339 a.c., atemorizo a las ciudades griegas. Tebas fue solicitada a la vez por el rey y por Atenas, y se resolvió a
favor de su vecina del Este a costa de la devolución de Oropo y Platea, y a cambio del reconocimiento de la
unidad beocia.
Pero la habilidad militar del rey dio cuenta rápidamente de todos estos sueños políticos. Después de algún
tiempo dedicado a la preparación política, tomo Anfisa y así completo la guerra sagrada, y a continuación, tras
inútiles ofertas de paz a atenienses y tebanos, en el 338 a.c., vence a los aliados en la batalla de Queronea.
Triunfa allí la táctica de la formación oblicua. La victoria fue completa y ningún enemigo podía oponerse a la
completa supremacía de Filipo II. Los jefes del partido antimacedonio fueron ejecutados o desterrados, se
restablecieron las autonomías locales en Beocia y la ciudadela de Tebas habo de recibir tropas de ocupación
macedonias. En cambio, Atenas era perdonada, lo que dejaba en ridículo las previsiones de Demóstenes,
Hiperides y además antimacedonios. Es verdad que el Quersoneso pasaba a maños de Filipo II y que la
confederación marítima y terrestre que Atenas encabezaba era disuelta y venia a incorporarse a la liga
pahelenica que Filipo II sin duda estaba ya pensando en lanzar sobre Persia.
Hacia la panhelenica
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Después de la paz con Atenas, Filipo II continúo su labor. Se presento en el Peloponeso y, para garantizar la
futura paz, guarniciones macedonias fueron instaladas en Ambracia, Calcis y el castillo de Corinto. Esparta,
prefirió ver disminuido su territorio y mantenerse fuera de todo trato con el rey. Inmediatamente Filipo II
convoco en los años 338−337 a.c. un congreso panhelenico en Corinto. De allí había de salir la unidad griega
bajo la hegemonía macedonia. El modelo del acuerdo fue la segunda confederación ateniense, en la cual la
potencia directiva pactaba con cada uno de los miembros, cuya constitución y territorio eran garantizados.
Ante los planes de intervención de Persia, a Filipo II no solo le era urgente llegar a la unidad griega, sino que
iba a justificar su empresa precisamente con la bandera panhelenica que había venido a sus manos. La alianza
defensiva y ofensiva con cada una de las ciudades o pueblos y el nombramiento de Filipo II como jefe
vitalicio de todas las fuerzas de la confederación fueron el instrumento forjado para la nueva etapa histórica.
Las querellas entre los estados quedaban sometidas al arbitraje del rey. El consejo común de los helenos era la
asamblea de la confederación y en el cada ciudad tenía un número de representantes proporcionado a su
importancia militar. El consejo era teóricamente muy independiente y podía, por si mismo y sin contar con el
rey, decidir sobre la guerra y la paz. Pero el ejecutor de estos acuerdos y el director de toda la política exterior
era el rey.
En la primera reunión del consejo, Filipo II propuso que se iniciara una guerra nacional contra los persas para
liberar a los griegos de Asia. La propuesta se acepto con gran entusiasmo y Filipo II fue nombrado general
con todos los poderes.
El Filipo de Isocrates
Al terminar esta guerra surgió una nueva política de paz. Aquí es cuando Isocrates escribió su Discurso a
Filipo. Este considera el poder macedonio como la aurora de un porvenir mejor y de una nueva y reparadora
era. Las republicas helénicas, según el, eran irreconciliables, y se necesitaba un gran hombre, un héroe que se
colocara por encima de los partidos y obligara a los Estados a unirse. De este modo Isocrates concentra todas
las esperanzas nacionales en el rey Filipo II, y por esta causa contrae relaciones personales con el, le conjura a
no exponer su persona, le ruega que no se deje excitar contra Atenas.
Existía, un tercer partido que se mostraba grandemente celoso de la paz, no por motivos patrióticos o porque
le importara mucho la prosperidad general, sino por sus relaciones con la corte de Filipo II. Hay dos posturas
mas, que aunque sean diferentes puntos de vista, coinciden en considerar como una fortuna para la ciudad la
paz recientemente hecha y en tener y presentar como enemigos de la patria a cuantos trataran de
comprometerla, estas posturas son la de Eubulo y la de Filocrates. Isocrates en su Filipo, se revuelve contra
los que arman escándalo en la tribuna, contra los envidiosos del poderoso monarca, que trabajan
constantemente por hacerle sospechoso, que siembran e desorden en las ciudades, miran la paz general como
un lazo tendido a la libertad y hablan como si el poder del rey creciera, no para la Helade, sino en contra de
ella, como si, después de arreglados los asuntos de Cocida, no contra de ella, como si, después de arreglados
los asuntos de Cocida, no tuviera Filipo II otro objeto que subyugar toda Grecia, con otras locuras que
proclaman con tal acento de certidumbre, que se diría que había llegado a ellos por el mejor conducto Así
juzgaba la política de Demóstenes un patriota ateniense, el jefe respetado de un gran partido. No le hacían mas
justicia los partidos vendidos al rey, los cuales le colocaban entre los espíritus inquietos que tanto dificultaban
la obra generosa del rey y le impedían llevar a cabo todos los beneficios proyectos que abrigaba a favor de
Atenas.
Ultimas circunstancias de Filipo II
Filipo II regreso después de todos estos éxitos a Macedonia para terminar sus preparativos. El enérgico
Artejerjes Oco había sido asesinado y las circunstancias invitaban a Filipo II a cambiar la política de paz con
el gran rey. En los comienzos de 336 a.c., Parmenion y Atalo pasan con diez mil soldados a Asia e inician la
liberación de las ciudades de la Propontide y Jonia.
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Pero los problemas dinásticos iban a cambiar. La princesa Olimpiada, la madre de Alejandro, y como tal
heredero, vio en peligro esta posición cuando Filipo II se caso con Cleopatra, sobrina de Atalo, uno de los
generales macedonios. La boda motivo un violento choque entre padre e hijo cuando Atalo, el tío de la novia,
brindo porque el nuevo matrimonio diera un heredero legítimo al trono. Alejandro no tolero tal insulto, tiro su
copa al rostro de Atalo y Filipo II estuvo muy cerca de matar a Alejandro. Este marcho al destierro.
Olimpiada, en su país, Epiro, se hizo cargo de la tutela de su hermano menor Alejandro e intento separarlo de
Macedonia. Filipo II busca una reconciliación, admite de nuevo a su hijo Alejandro en la corte. Pero
Olimpiada, no ceja en su afán de venganza, y en el 336 a.c., precisamente al celebrarse las bodas de Alejandro
de Epiro con la princesa Cleopatra, Filipo II es asesinado por uno de sus guardias de coros, a la edad de 47
años.
Conclusión
De esta figura de relieve extraordinario y gran político y general, nunca se pudo decir que en Europa había
producido un hombre semejante. Ni Dionisio I puede comparársele, aun teniendo en cuenta que no era la base
del poder de Filipo II una urbe cosmopolita y agitada por las revoluciones y amenazas por los bárbaros, sino
un reino fundado sobre virtudes homéricas, ligado por devoción personal a la dinastía y que aportaba un
torrente de sangre nueva a la fatigada historia de Grecia y de Oriente. Aunque desaparecido repentina y
prematuramente, Filipo II había desarrollado gran parte de sus planes, y la historia del mundo iba a correr por
el cauce que el había abierto.
Demóstenes y sus amigos no encontraban en el rey más que una política de engaño y de perfidia, una
ambición dinastía y una desenfrenada pasión de dominio: en su filohelenismo veían únicamente la mascara
con que encubría sus verdaderos proyectos, porque para el rey todos los medios que le permitieran conseguir
sus finas eran buenos.
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