Interconexión de registros mercantiles: condiciones para un uso eficiente. La diversidad de sistemas registrales. La diversidad de sistemas registrales dentro de la Unión europea es un hecho insoslayable. Hay diferencias por lo que se refiere a las lenguas, a la determinación de la materia inscribible, al control de la calidad de la información que accede al Registro, a los efectos de la inscripción, a la organización territorial y funcional. La creación de un Registro unificado europeo no parece hoy una tarea realizable salvo en el muy largo plazo, ni un objetivo político prioritario a nivel europeo. Compartimos plenamente la opinión sobre este punto del estudio de impacto. El Registro mercantil español. El Registro mercantil español es un servicio público de la Administración del Estado, a cargo del Ministerio de Justicia. Está estructurado sobre la base, por una parte, de los Registros territoriales, de ámbito provincial, en los que se inscriben las sociedades domiciliadas en cada provincia, y, por otra parte, de un Registro Mercantil central, con sede en Madrid, que lleva el registro único de denominaciones sociales y la publicación del Boletín del Registro mercantil (sobre la base de los datos remitidos por los Registros provinciales). A cargo de cada Registro hay un registrador. Se trata de unos funcionarios peculiares, pues no están integrados jerárquicamente en la Administración pública y son retribuidos (de forma parecida a la de los notarios) directamente por los usuarios del servicio público registral, mediante un precio público o arancel fijado por el Gobierno. En cuanto a los efectos de la inscripción, en el Derecho español no sólo rige el principio de oponibilidad, establecido en el artículo 21 del Código de Comercio, por el que el acto inscrito es oponible frente a terceros de buena fe a partir de su publicación en el Boletín Oficial del Registro mercantil (salvo lo dispuesto en el artículo 3.6 de la 1ª Directiva para las operaciones realizadas dentro de los 15 días siguientes al de la publicación) mientras que el acto no inscrito no es oponible. También rige el principio de fe pública, en virtud del cual la declaración de nulidad de un acto inscrito no produce efectos frente a terceros de buena fe. Ciertamente este principio, por la influencia del Derecho registral inmobiliario, está establecido en el artículo 20 del Código de comercio en unos términos excesivamente genéricos, no muy adecuados para un Registro de personas y no de bienes. Por eso hay que matizar que la protección del tercero de buena fe alcanza fundamentalmente a la existencia y personalidad jurídica de la sociedad y del poder de representación del órgano de administración, es decir, a los ámbitos cubiertos por la 1ª Directiva La escritura pública notarial, base de los efectos del Registro español. Estos efectos tan intensos de la inscripción se basan en una exigencia muy elevada de la calidad de la información que accede al Registro. Como regla general (artículo 18.1 del Código de Comercio) sólo son inscribibles los documentos públicos (notariales, judiciales o administrativos), que en su mayor parte son escrituras notariales, es decir, documentos redactados por un jurista experto, independiente e imparcial, que, en ejercicio de una función pública reglada por el Estado, ha identificado a los otorgantes, ha comprobado su estado de capacidad, libertad, información y legitimación para consentir y obligarse, ha comprobado la legalidad tanto formal como material del negocio jurídico, ha recibido en presencia de las partes el consentimiento y todo esto lo ha hecho constar bajo fe pública en el mismo documento, documento que, además, está revestido de garantías formales contra la falsificación. Así, la conservación por el notario de la matriz u original del documento, y la circulación de copias que pueden ser cotejadas; en el caso del formato en papel, el empleo de papel sellado y numerado para uso exclusivo por los notarios, que suministra la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre y de sellos de seguridad numerados, que suministra el Consejo General del Notariado; y en el caso del documento electrónico, el empleo de la firma electrónica reconocida y la remisión del documento a través de un sistema de información centralizado que conecta a todos los notarios con los registros públicos. Además, el documento notarial es objeto de un segundo control o calificación por parte del registrador (artículo 18.2 del Código de Comercio). Según el diseño de nuestra ley, ambos controles se refieren en buena medida a ámbitos diferentes, y se realizan por medios distintos, pero existe una zona secante en que confluyen. Además, en la práctica durante los últimos años se ha producido un desbordamiento de los límites legales del ámbito de la calificación registral, por unos registradores preocupados por justificar a toda costa su papel. El problema de la “sobrecalificación” ha sido ya abordado en el ámbito de la representación por la ley 24/2001, de 27 de Diciembre, atribuyendo a los notarios exclusivamente el control sobre los poderes de representación. Con todo, puede decirse que el sistema español ha funcionado hasta ahora satisfactoriamente, tanto en el ámbito de la propiedad inmobiliaria como en el del Derecho societario, produciendo como resultado un ambiente generalizado de seguridad jurídica y de transparencia propicio para la iniciativa empresarial, a unos costes razonables. En este sentido quiero señalar aquí la existencia de un procedimiento de constitución telemática de sociedades, regulado por el Real Decreto de 3 de Diciembre de 2010, que permite constituir microsociedades en el plazo de un día y sociedades pequeñas en el plazo de cuatro días, con intervención notarial y registral y costes reducidísimos. El problema de la falta de garantías equivalentes en algunos sistemas nacionales. Los sistemas de este tipo contrastan con aquellos otros que permiten el registro de la información sin ningún tipo de control previo acerca de su veracidad y conformidad a la ley, lo que propicia el fraude y crea un alto grado de inseguridad, tanto para las propias sociedades inscritas como para los terceros. Es el caso, por ejemplo, del Registro inglés de sociedades, cuya página web www.companieshouse.gov.uk advierte de que cada mes se producen entre 50 y 100 casos de fraude de identidad, tales como el cambio no consentido de la denominación o el domicilio social, el nombramiento de administradores sin el conocimiento o el consentimiento del designado o la inscripción de documentos nulos con ocasión de conflictos internos dentro de la sociedad. A tales casos hay que sumar aquellos otros que podríamos denominar de fraude indirecto, o fraude de exportación, en que la falta de control previo en el registro de sociedades de un Estado, unida a esa supuesta y de hecho inexistente equivalencia de garantías, produce como efecto la elusión del control de legalidad en otro Estado que sí lo prevé. A modo de ejemplo, extraído de la práctica notarial, citaré el de una sociedad recientemente constituida en Inglaterra con el objeto de realizar actividades de inversión financiera, a la que los socios dicen aportar dinero por importe de varios millones de libras, sin que el desembolso se acredite, al no existir en Inglaterra ningún control de la veracidad de lo declarado al Registro mercantil. Posteriormente los mismos socios constituyen en España una sociedad española con el mismo objeto, y aportan a ella sus respectivas participaciones en la sociedad inglesa, consiguiendo de esta forma eludir el control por parte del notario español de la realidad de la aportación del dinero. Para la mejor comprensión de la naturaleza fraudulenta del caso añadiré que la sociedad inglesa utiliza un nombre muy parecido al de una conocidísima entidad financiera, con la que los socios no tienen vinculación. Un nivel tan alto de inseguridad jurídica y de facilidad para el fraude no puede ser aceptado sin más. Al contrario, ha de ser motivo de reflexión acerca del efectivo cumplimiento por los Estados de las disposiciones de la 1ª Directiva, que en su artículo 11 parece reclamar la existencia de algún mecanismo de control que evite situaciones como las descritas. Pero la reflexión debe ir más allá y plantear el sentido y la necesidad hoy en día de registros no fiables y carentes de efectos jurídicos, que se limitan a publicar, sin ningún control de la veracidad y la legalidad de la información, lo que las sociedades declaran. Al fin y el cabo, esto lo puede hacer cada sociedad directamente en su página web, sin producir apariencias engañosas con el vestido de una institución oficial. Observaciones sobre la modificación proyectada de la 1ª Directiva Hay que partir de la inexistencia efectiva de garantía equivalentes, y abordar el problema de la falta de seguridad en algunos sistemas nacionales. Dada la diversidad existente de sistemas registrales, sólo parece viable la creación de una base de datos que contenga la información esencial o básica de cada sociedad, y que permita el acceso al registro nacional para la búsqueda de información más precisa y detallada. Esa información básica debería comprender como mínimo el número único identificativo, la denominación, la nacionalidad, el domicilio, el tipo social y los datos de inscripción en el registro nacional. Puede resultar útil también la inclusión del objeto social (o más bien de una indicación esquemática acerca del sector y tipo de actividad), de la estructura del órgano de administración y de las personas que ostentan la representación orgánica de la sociedad. Al resto de la información de cada sociedad únicamente se accedería a través del enlace con el registro nacional. La información de esta base de datos esenciales tendría que estar permanentemente actualizada, por lo que es preciso contemplar la remisión automática e inmediata por parte de los Registros nacionales. Asimismo parece imprescindible la advertencia acerca del origen, valor y efectos de la información, tanto de la de la propia base de datos, como de la de los Registros nacionales. A la hora de determinar el procedimiento de asignación del número único, habrá que tener en cuenta la posibilidad de integración con otras bases de datos en las que participen Estados no pertenecientes a la Unión Europea. Al contener la base de datos sólo la información esencial, el problema de la diversidad lingüística puede solucionarse fácilmente mediante el empleo de programas de traducción. La información de los Registros nacionales sólo sería accesible en la lengua o lenguas oficiales de cada Estado, salvo lo dispuesto en el artículo 4 de la 1ª Directiva acerca de la publicación voluntaria en otra lengua oficial de la Comunidad.. Observaciones sobre la modificación proyectada de la 11ª Directiva. Habría que establecer expresamente la obligación de publicar en el Registro del Estado de la matriz la apertura de toda sucursal extranjera. El cumplimiento de esta obligación puede hacerse recaer sobre la sociedad matriz o sobre el Registro del Estado de la sucursal, pero en cualquiera de los casos parece necesario modificar la 1ª Directiva además de la 11ª Cuando el origen de la información no sea un documento expedido por un juez, un notario u otra autoridad pública, debería preverse un control externo por medio de la autoridad que cada Estado designe, de modo similar a lo establecido en la Directiva sobre fusión transfronteriza. Alvaro Lucini