UN PASEO POR PAMPLONA.doc

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INFORMACIÓN PAMPLONA
Si viéramos a Pamplona desde el cielo nos sorprenderíamos por la
cantidad de zonas verdes que rodean la ciudad, dando belleza y color a la
capital navarra. Es muy posible que ésta sea, en proporción, una de las
ciudades españolas con más espacios naturales.
La gente conoce Pamplona por los Sanfermines, tal vez las fiestas
más bulliciosas del mundo junto con los Carnavales de Río de Janeiro. Pero
la vieja Iruña, como también la llaman, atrae al viajero, como no, por la
calidad de vida, la excelente gastronomía y la placidez de sus parques y
jardines arbolados.
Pamplona, durante todo el año, huele a hierba recién cortada. Hay
calidad de vida. No hay duda. Paseando por sus calles limpias uno se da
cuenta de inmediato. Todo el orbe conoce los alborotados días pamplonicas
de julio, cuando corren los mozos delante de los toros, pero el resto del año
ésta es una ciudad tranquila, moderna, muy europea, y, sobre todo, sin
contaminación.
Pamplona es más bien pequeña. De punta a punta, por el camino
más largo, no mide más de cinco kilómetros. Casi no llega a los 200.000
habitantes. La mayoría son navarros de origen, pero hay un 30 por ciento
de población de otras provincias de España, más un porcentaje nada
desdeñable de inmigrantes ecuatorianos, peruanos, argelinos, marroquíes y
de otros países africanos que, a diferencia de lo que ocurre en otras
poblaciones, aquí se hallan bien integrados.
La Plaza del Castillo es el centro histórico y símbolo de la ciudad.
Hemingway, por ejemplo, la eligió para escribir Fiesta mientras se
atiborraba de whisky sentado en la terraza del hotel La Perla. Desde ahí,
precisamente, uno puede adentrarse por las decenas de callejuelas del
casco viejo pamplonés. Nos encontraremos de todo: lo mismo una discreta
tienda de ultramarinos de las de antes que una moderna tienda de ropa
cara.
Ahora bien, el atractivo principal lo encontraremos en los sabrosos
pinchos de las tabernas y los ruidosos bares, donde ofrecen mucha variedad
y una calidad más que aceptable. Merece la pena recorrer la calle Estafeta o
la de San Nicolás, antes de comer, y abrir bocado con una tapa de chistorra
o de pimientos del piquillo con bacalao.
Después de tomar un vino rosado navarro y comer en cualquiera de
los agradables restaurantes que nos encontraremos por la ciudad, uno
puede acercarse hasta la vieja muralla que bordea a la catedral. Y luego
deambular, paseando hasta la frondosa vera del río.
Si el día se presenta lluvioso, o un poco húmedo, algo que en
Pamplona tiene un encanto especial, podremos notar el intenso olor de la
vegetación. Sobre todo si caminamos hasta el Portal de Francia, la entrada
al casco antiguo por la cara norte.
Si elegimos ese camino, llegaremos hasta el río Arga. Y de ahí, tanto
a derecha como a izquierda, descubriremos un precioso recorrido a orillas
del agua, con piragüistas remando, con gorjeos de pájaros circundando las
enramadas, con pescadores, con gente caminando bajo la sombra de los
chopos y los castaños, y, todo ello, sin salir de la ciudad. Un lujo.
El paseo verde, salvo un pequeño tramo de asfalto y cemento, bordea
toda la ciudad. En total, 15 kilómetros de belleza y salud.
...Y es que en la cara sur, en el otro extremo de la ciudad, donde se
ubican los campus de las tres universidades, la UN, la UPNA y la UNED,
también se goza, si se quiere, de un largo camino con árboles y coloreado
de hierba y flores.
En la primavera no hay sitio que huela como ése. Precisamente, una
de sus bifurcaciones, la que nos apunta en dirección a Estella, hay una
señal que nos advierte que estamos en el Camino de Santiago. Pamplona es
la primera ciudad que encuentra el peregrino tras pasar el alto de Ibañeta o
Roncesvalles.
Pero, para olores, los que se respiran en la Vuelta del Castillo, quizá
el parque más extenso de Pamplona y verdadero pulmón de la capital. Está
en el centro de la ciudad y huele a bosque. En realidad, es una fortificación
amurallada que por un lado linda con una ciudadela, con su plaza de armas
y, por el otro, con una vasta pradera cuyo perímetro ronda los 2,5
kilómetros.
Es el lugar favorito de los que gustan hacer deporte al aire libre, y,
desde luego, pasear.
Sin embargo, a Pamplona se la puede visitar simplemente para
caminar por la ciudad casi como si lo hiciésemos por el campo. En algunos
puntos, en verdad, resulta difícil distinguir si estamos en medio de una urbe
o una campiña.
Ésta es la otra Pamplona: la ecológica, la verde, la que desde el cielo
parece un perenne jardín, que varía con las estaciones climáticas, pero
siempre bella.
La
catedral
de
Pamplona,
con
su
fachada
neoclásica
y
el
Ayuntamiento de Pamplona; el casco viejo, con sus bellos edificios
rehabilitados; la Ciudadela del siglo XVI, una fortificación de defensa contra
los invasores y, por último, la Muralla que rodea a la ciudad.
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