VIRTUDES, 1 Para Aristóteles no es suficiente la idea de bien,

Anuncio
ME 117 de 141
VIRTUDES, 1
Para Aristóteles no es suficiente la idea de bien,
sino que es preciso que el hombre practique
la idea de bien. La ética no es una simple teoría,
sino que es una ciencia práctica.
El hombre bueno es el hombre virtuoso, o sea,
aquel que habitualmente actúa con rectitud
ética.
Estudiamos ya las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad)
al considerar el primer mandamiento. De las cuatro virtudes cardinales, ya vimos la justicia al estudiar el séptimo mandamiento.
Nos queda por estudiar la prudencia, la fortaleza y la templanza.
ME 118 de 141
VIRTUDES, 2
Las virtudes son perfecciones de la persona. Les pertenece esencialmente el concepto de “hábito”, es decir, son una disposición
constante y firme para hacer el bien. La virtud es un “hábito operativo bueno”. Las virtudes posibilitan obrar el bien con más facilidad. Lo contrario de la virtud es el vicio: “hábito operativo malo”.
División de las virtudes estudiada en
Moral Fundamental: naturales, cardinales y teologales. La denominación
de “cardinales” nace del término latino “cardo” (quicio), porque son como
el gozne o el quicio sobre el cual gira
la vida moral. Además, en torno a ellas
se aúnan otras virtudes.
ME 119 de 141
VIRTUDES, 3
Prudencia es el hábito que posibilita a la razón
juzgar rectamente y determinar aquello que
se debe hacer. No es una virtud negativa o pasiva, sino activa: no es prudente el que no actúa, el que no hace nada, sino el que hace lo
que debe hacer. Es la “regla recta de la acción”
(“recta ratio agibilium”: S. Th. II-II, q. 47, a. 2).
Orienta y dirige las demás virtudes (“auriga virtutum”): les indica
qué, cuándo y cómo se debe o no actuar. La persona prudente, antes
de actuar, pondera los pros y los contra que conlleva aquella acción,
elección u omisión. Pero tal “ponderación” intelectual no es suficiente, sino que la prudencia aporta también a la voluntad la fuerza
y el coraje para llevar a término lo que se debe hacer.
ME 120 de 141
VIRTUDES, 4
Pertenece a la esencia de la prudencia: 1) formar un juicio adecuado sobre lo que es mejor entre las diversas opciones; 2) una vez
formado el juicio recto, entra en acción el ejercicio de la libertad.
Dado que se trata de tomar decisiones sobre lo que
es prudente hacer u omitir, la conciencia cristiana
debe recurrir a la práctica de la oración y acudir a
la acción del Espíritu Santo (don de consejo).
Para formar el juicio correcto y para decidir llevarlo a término,
frecuentemente será preciso pedir consejo. Para el hábito de la
prudencia se requieren tres cosas: juzgar rectamente, decidir y
pedir consejo.
ME 121 de 141
VIRTUDES, 5
La prudencia ha de estar de acuerdo con los juicios morales que formula la conciencia. Con la luz que le aporta la conciencia, la prudencia perfecciona el entendimiento porque le ofrece no sólo los criterios de verdad y de error, sino de bien y de mal ético. Perfecciona
también la voluntad comunicándole qué es lo que se ha de elegir.
A su vez la prudencia ayuda a la conciencia a
formar rectos juicios y aplicarlos. CCE 1806:
“Es la prudencia quien guía directamente el juicio de conciencia. El hombre prudente decide
y ordena su conducta según este juicio. Gracias
a esta virtud aplicamos sin error los principios
morales a los casos particulares y superamos las
dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal
que debemos evitar”.
ME 122 de 141
VIRTUDES, 6
La prudencia no es (1)
a
El simple no hacer: se trata de una virtud activa. Quien no
ejerce sus derechos, por ejemplo, es “imprudente”.
b
Actuar precipitadamente: no basta la “buena voluntad”.
Se requiere conocer las circunstancias que concurren
y las consecuencias que se seguirán, y considerar los
medios necesarios para llevar la acción a la práctica.
c
Esperar para no correr riesgos: hay momentos y materias
en los que es preciso actuar de inmediato, “aquí y ahora”.
d
Optar por lo más fácil o menos arriesgado.
ME 123 de 141
VIRTUDES, 7
La prudencia no es (2)
e
No actuar por miedo a equivocarse.
f
El recurso al “exagerado realismo”: el que tiene a la vista
sólo las dificultades sin considerar otros factores como,
por ejemplo, los imperativos de la caridad o de la justicia
o el cumplimiento costoso de la voluntad de Dios.
g
La falsa “prudencia de la carne”: la que no tiene en consideración datos sobrenaturales que son necesarios para
el creyente si quiere emitir un juicio verdadero y tomar
la decisión adecuada, como son apoyarse en la ayuda
divina y confiar en la Providencia.
h
Confundirla con la astucia o la picardía o la timidez.
Descargar