SEXTO MANDAMIENTO, 16 Argumentos complementarios sobre el considerado ya en el quinto mandamiento:

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SEXTO MANDAMIENTO, 16
Argumentos complementarios sobre el aborto considerado ya
en el quinto mandamiento:
Desde el momento de la fecundación, se inicia una vida humana,
de forma que lo concebido no es una mera masa gelatinosa ni un
cúmulo de células, sino una vida distinta del óvulo y del espermatozoide, que inicia un proceso biológico de intensa actividad y que
está destinada a desarrollarse hasta la edad adulta.
Este ser vive independientemente de la madre,
la cual sólo le ofrece el alimento. Es, pues, un
individuo. Pero no cabe hablar de un individuo
de la especie humana que no sea persona: el feto
no es “algo” sino “alguien” (“persona” es un concepto filosófico y no biológico).
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A menudo se oye afirmar que existe en ciertos supuestos un “conflicto de derechos”: vencería el derecho de la madre frente al derecho a nacer del feto aún no nacido, por ejemplo cuando se trata
de una violación que ocasiona un embarazo no deseado, o cuando
corre riesgo la vida de la madre (en este caso cabría considerar al
no nacido como “injusto agresor”).
PERO no cabe hablar de conflicto de derechos cuando se trata de la
vida de una persona. La madre tiene derechos sobre el hijo, pero no
puede disponer del derecho fundamental a vivir de un ser distinto
del suyo, cual es el hijo. Además, en ningún caso cabe hablar de “injusto agresor”, dado que el hijo es totalmente inocente. Si intervención médica a la mujer absolutamente necesaria para su vida y conlleva la muerte del feto: puede lícitamente someterse a ella (muerte
del hijo soportada, tolerada, sufrida, no directamente querida).
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Humanae vitae 14: “Debemos declarar una vez
más que hay que excluir absolutamente, como
vía lícita para la regulación de los nacimientos, la
interrupción directa del proceso generador ya iniciado, y sobre todo el aborto directamente querido y procurado, aunque sea por razones terapeúticas. Hay que excluir igualmente (...) la esterilización directa, perpetua o temporal, tanto del hombre como de la mujer; queda además excluida toda acción que, o en previsión del acto conyugal,
o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación”.
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“Desgraciadamente, a menudo se entiende mal el
pensamiento católico, como si la Iglesia sostuviese una ideología de la fecundidad a ultranza, estimulando a los cónyuges a procrear sin discernimiento alguno y sin proyecto” (Juan Pablo II,
Alocución, 17.07.1994).
Además de la abstención, es lícita la “continencia periódica” y
el recurso a los “métodos naturales” por motivos graves.
“La Iglesia anima a las parejas a ser generosas y confiadas, a comprender que la paternidad y la maternidad son un privilegio y que
todo niño es el testimonio del amor existente en una pareja de uno
hacia otra, por su generosidad y su apertura hacia Dios” (Juan Pablo II, Discurso, 24.09.1983).
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