Desafío civilizatorio del Perú Integral de Mariátegui.doc

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Simposio Internacional
Mariátegui
Vive entre nosotros
Por los 120 años de su nacimiento
Lima, 12 al 14 de Junio de 2014
(Ponencia presentada)
DESAFÍO CIVILIZATORIO DEL PERÚ INTEGRAL DE
MARIÁTEGUI
Manuel Dammert Ego Aguirre
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DESAFÍO CIVILIZATORIO DEL
PERÚ INTEGRAL DE MARIÁTEGUI
Tenemos todavía un desafío pendiente: Peruanizar el Perú, uniendo su fundamento andino
con lo más avanzado de Occidente. José Carlos Mariátegui (JCM) sintetiza este desafío
civilizatorio y nacional, y su propuesta constituye nuestra vía nacional para lograrlo. De ahí
que sigue viviendo entre nosotros.
1.
VICISITUDES DE UNA PRESENCIA FUNDANTE
Su presencia ha tenido vicisitudes muy contrapuestas. Ravines, tras el fallecimiento de
Mariátegui, lo reemplazo en la conducción política, y trató de acabar con su memoria y sus
planteamientos. En las vicisitudes de la política peruana y en la actuación del socialismo
peruano, desde sus perspectivas, Del Prado y su equipo, así como diversos intelectuales,
lo mantuvieron en la presencia ideopolítica. También lo hicieron sus hijos, que con la
editorial Amauta editaron sus obras y animaron sus debates. Las luchas sociales por
cambios, en reformas y revoluciones, reactualizaban su vigencia.
Los años 70 del S. XX fueron un momento de viraje en el mundo y en el país. A escala
global, con el pase a la nueva era digital técnica informacional global-local y de reflexividad
en la interacción social. América Latina empezó un nuevo periodo de cambios
emancipatorios, con las luchas de los pueblos, las triunfantes revoluciones cubana y
nicaragüense, la conquista democrática de Allende en Chile y su vía democrática al
socialismo. El Imperio buscó derrotar estas luchas y detenerlas para afianzar su dominio,
asolando el continente con oprobiosas dictaduras fascistas. Esta vana pretensión imperial,
fue derrotada por el movimiento popular de ciudadanía, generalizándose una gran segunda
oleada emancipatoria continental de bloques populares y gobiernos progresistas surgidos
del sufragio democrático, que está vigente actualmente y proyecta en el mundo multipolar
la patria grande como poder civilizatorio continental.
En el Perú, en este periodo, se realizaron reformas postergadas, especialmente la que
acabó con los oligarquía terrateniente por el Gobierno Militar de Velasco Alvarado, ante las
inmensas movilizaciones populares contra la exclusión social heredada desde la colonia.
Se abrió un largo periodo de afirmación del pueblo como sujeto histórico activo, en ámbitos
y dimensiones de la ciudadanía. El pueblo activo, ampliando sus derechos y sueños, se
movilizó exigiendo y luchando con sus manos, pies y brazos, para recuperar las tierras
productivas, construir ciudades, edificar casas y caminos, desarrollar la industria, florecer la
cultura diversa y masiva. En la formación del Perú como nación, se marcó un viraje
sustantivo, en el que todavía estamos, tras acabar el régimen oligárquico terrateniente y
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plutocrático, pero sin que se termine de afirmar en Democracia la comunidad nacional de
ciudadanos.
Es la sustantiva presencia social del pueblo en la ciudadanía, lo que reactualizó el legado
de JCM. Se hizo consigna diaria que el socialismo no será calco ni copia en la tarea de
peruanizar el Perú.
Diversos agrupamientos, políticos, intelectuales o sociales, antiguos o nuevos, activaron
con este propósito, y con distintas interpretaciones y políticas. Era afán común tratar de
ponerle vida a la ideas de Mariátegui.
2.
LA IZQUIERDA NACIONAL, EL GOBIERNO Y EL PODER
El nuevo rostro del Perú, con el ascenso de la ciudadanía plural y su poder convocante,
acercó a diversos contingentes, anteriormente contrapuestos. El legado que los unió fue el
de JC Mariátegui, con el socialismo como creación heroica y el poder ciudadano del pueblo
soberano.
Luego de la reforma antioligárquica, exigida por una mayoría nacional activa, y que fue
realizada por el gobierno militar velasquista, se abrió la posibilidad de un gobierno de
cambio social con la izquierda.
Velasco fue reemplazado en la cúpula militar por Morales Bermúdez que revertió las
reformas en curso y confrontó la movilización popular. Fueron días cruciales los del
histórico Paro Nacional del 19 de Julio de 1977. Este paro remeció todo el país con el
poder social del pueblo, aislando a la dictadura militar y obligó al retorno de los militares a
los cuarteles. Pero en los contingentes políticos sociales, estrechada la perspectiva a lo
gremial, faltaba la alternativa de la política republicana, que hubiese podido exigir
elecciones democráticas, con un gobierno de cambio social constituyente. Primó una
transición pauteada, bajo la alianza del Apra y el PPC con el ala conservadora de los
militares, resultando la nueva Constitución del 79 y el nuevo gobierno de AP-PPC del 80.
Las diversas fuerzas populares, asumiendo el influjo de Mariátegui y sobre la base de la
inmensa movilización ciudadana, nos unimos en 1980 en el Frente Político Izquierda Unida,
que reunía a diversas corrientes socialistas con nacionalistas velasquistas, progresistas y
reformistas radicales. Reunidos por el legado de Mariátegui, estaban millones de
luchadores los que, pese a sus diferencias, se mostraban dispuestos a realizar los cambios
revolucionarios en democracia, con el poder de la ciudadanía activa.
En 1985, el candidato de IU Alfonso Barrantes, mariateguista entusiasta, quedó en
segundo lugar, y el frente IU estaba posicionado en todo el país. Fue rápida la crisis y el
desgate del gobierno del Apra, y se acrecentó la crisis social. Pero la IU no logró responder
con una propuesta de política democrática de cambios para resolver este inmenso desafío
abierto. Era posible ganar el gobierno por la vía del sufragio, y afirmar el poder de la
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ciudadanía, dando curso a los cambios que la nación exigía, como lo hacen ahora
movimientos populares en otros países de Latinoamérica. Y era posible hacerlo
deslindando con el terrorismo y los efectos perversos del accionar terrorista de Sendero
Luminoso. Faltó sentido de política, nos faltó estrategia de República, en su carácter de
ámbito de soberanía como fundamento e instituciones del poder ciudadano.
Al entrar en crisis el gobierno aprista del 85-90 se abrió un curso contrapuesto. Ante las
debilidades de una estrategia de República desde la izquierda, se impuso la antipolítica. La
derecha oligárquica cooptó la presencia política de Alberto Fujimori que irrumpía aislado
pero vinculado con Montesinos, se instaló el 5 de abril de 1992 una dictadura corrupta,
neoliberal y que impuso un Estado Mafioso. Asoló la patria hasta que el pueblo movilizado
la derrumbó el año 2000.
Es necesario señalar que esos años activó un grupo terrorista, que decía ser “el Sendero
Luminoso de JC Mariátegui”, en uno de los episodios más grotescos contra la Nación y el
legado de JC Mariátegui.
Dirigido por Abimael Guzmán, este grupo planteaba como propuesta política una sociedad
cuartelaría de Autocracia Terrorista, sosteniendo la idea fascista que el terror construye
conciencia de clase, base de su “aporte mundial” resumido en el cerebro personal de
Guzmán, para “militarizar el partido” y hacer su alucinada “revolución mundial”. Castigaban
con la muerte a los que participan en alguna actividad de mercado o de “innovación
imperialista”, lo que practicaban en aquellas zonas que las FF.AA. abandonaban.
Propugnaban el asesinato, especialmente de dirigentes y militantes de la izquierda y de los
sindicatos, e imponían condiciones de esclavitud de comuneros y pueblos a los que
sometían, para “batir el campo”. Fueron utilizados por el imperio para construir la imagen
de “la barbarie del terror de izquierda”, y atemorizar a la sociedad con un falso “equilibrio
estratégico de fuerzas militares”, entre SL y el Estado, lo que nunca ocurrió, pues nunca
tuvieron las armas y control de territorios para ello, aunque así lo propagandizó el
psicosocial del Departamento de Estado USA.
De este modo, Sendero Luminoso fue un espolón utilizado para detener el ascenso popular
ciudadano, para asesinar y replegar muchos de sus cuadros, para deformar la presencia
nacional del legado de Mariátegui. Sobre estas bases de temor al terror, se impuso el
rechazo popular a la política, y así fueron un factor en la construcción de un ambiente para
un golpe de Estado. Está probado que el núcleo central de SL pudo ser detenido en Lima
en 1990, pero fue advertido a tiempo, por sectores del aparato de inteligencia, para que
pudieran continuar sus acciones, las que fueron usadas en la estrategia psicosocial para
justificar el golpe de Estado de Fujimori y Montesinos en abril de 1992.
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3.
EL PERÚ INTEGRAL DE MARIÁTEGUI
Una formulación autocritica, desde el legado de Mariátegui, requiere repensar su propuesta
civilizatoria del Perú integral que une lo más avanzado de Occidente con el mundo andino,
en las nuevas condiciones actuales del mundo, de Latinoamérica y del Perú.
Recordemos que Mariátegui habla del Perú de los Incas, y hunde las raíces de nuestra
nación en sus bases civilizatorias andinas, zanjando con las herencias del coloniaje que
pretendía que el Perú era un reino traído e impuesto por la conquista española y
organizado desde el Virreinato colonial. Para Mariátegui la nación se encontraba expresada
sobre todo por la mayoría indígena, que reclamaba la propiedad de la tierra y que
expresaba la condición pluricultural de una nación en formación. Para JCM la nación
fructificará en el encuentro con lo más avanzado de Occidente, que es no solo el cálculo y
el empuje del capitalismo, sino que lo constituye sobre todo, el trabajo productivo, el
socialismo y el mito de la revolución social.
Los fundamentos civilizatorios del legado de JCM, son decisivos para responder a los
desafíos del periodo de la humanidad en que vivimos.
El mundo ha pasado desde los años 70’s a la nueva etapa global-local de la era digital,
técnica informacional, o del conocimiento. Fue corto el periodo del frenesí del pretendido
reino eterno unipolar de EE.UU. capitalista, supuestamente triunfante luego de la caída del
Muro de Berlín (y el fin de la Unión Soviética). Asistimos, más bien, a un periodo de
expansión productiva extendida, con las nuevas ciencias, la trasformación productiva y la
comunicación global. Forjamos una nueva simbiosis de nuestra especie de vida con el
conjunto de la naturaleza. Existe una crisis general ambiental con el cambio climático
global, que modificará las condiciones básicas de vida y energía en todo el planeta. El
capitalismo se ha extendido en el mundo, acrecentando la potencialidad humana y
afectando la vida de la naturaleza, así como también incrementando la desigualdad social,
las pugnas entre Estados y territorios, alterando dramáticamente las condiciones
ambientales de la vida general. La expansión capitalista ha superado la precaria
unipolaridad norteamericana y se ha instalado la multipolaridad activa, con China como
potencia económica en ascenso, varios bloques en disputa, y el poder emergente de
Latinoamérica como poder civilizatorio.
Somos integrantes de la Patria Grande Latinoamericana. El continente tiene las más
amplias reservas de recursos (mineros, energéticos, forestales, etc.), el mayor volumen de
agua dulce, el mar más rico en especies, la riqueza de la inmensa biodiversidad amazónica
y andina, nuestra población pluricultural posee ancestrales sabidurías y habilidades de
gestión complementaria de las variantes ecosistémicas en los territorios diversos de
nuestras naciones. Somos una potencia civilizatoria, de territorios de todas las sangres
(andino, amazónico, caribe, maya, azteca, afrodescendientes y criollos) en ascenso, unidad
y proyección. Se evidencia con el Celac, Unasur, Alba, Centroamérica - Caribe, y sus
procesos de integración y cooperación.
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En esta Patria Grande, en estos años de poder ciudadano en todas nuestras naciones, se
está haciendo potencia el sueño del Bolívar y los libertadores de la gran unidad continental.
Se ha confirmado que Caral (en Barranca, Supe) es uno de los focos civilizatorios
autónomos de la especie humana. Y que en nuestro periodo de historia autónoma del resto
del mundo nuestros diversos pueblos se integraron continentalmente con la gran calzada
del Qapac Ñan Inca. La unidad continental se forjó también en la resistencia indígena
durante los largos años del Virreinato. Se forjó nuestra unidad política y social
emancipadora en ese ciclo histórico bicentenario que une la revolución de Túpac Amaru en
1780, al triunfo continental de Bolívar y los libertadores en Junín y Ayacucho en 1824.
Estos son los procesos fundantes de la peruanización mariáteguista del Perú, que se
articulan y forman parte con los actuales procesos de soberanía, independencia,
integración y democracia en todo el continente.
4.
DESAFÍO CIVILIZATORIO Y AUTOCRÍTICAS INDISPENSABLES:
A partir del socialismo creador de Mariátegui, existen tres cuestiones de la práctica política
y social del bloque nacional popular en el Perú, que son necesarios pensar
autocríticamente para lograr el Perú Integral, uniendo lo más avanzado civilizatoriamente
de Occidente con el mundo andino.
4.1. LA BASE CIVILIZATORIA Y LOS TERRITORIOS SOCIALES
En relación a los años de comienzos del siglo XX en que Mariátegui formula el
desafío civilizatorio nacional se han producido cuatro cambios sustantivos que
ratifican pero al mismo tiempo amplían su perspectiva de carácter civilizatorio.
Hemos entrado a una nueva era técnica científica informacional ampliando las
condiciones de reflexividad e interacción de los sujetos sociales pluriculturales.
También vivimos un cambio climático de consecuencias de cambio civilizatorio,
por el agotamiento del industrialismo extractivista y el calentamiento global
general. Y una tercera novedad es el curso acelerado, en la globalización, de la
multipolaridad y de las condiciones generalizadas de la vida urbana, emergiendo
singularmente la patria grande latinoamericana como un poder civilizatorio
singular.
Ante este cambio civilizatorio el socialismo creador de Mariátegui nos aporta
perspectivas cruciales para responder al desafío. Se adelanta a las reflexiones
que reconocen que el tiempo es heterogéneo y forma una unidad con el espacio,
el cual es socialmente producido. Al situar el nudo crucial de la nación en el
espacio de fuerzas señalado, Mariátegui lleva a superar el conocimiento
descorporeizado y descontextualizado, que la fisura ontológica de Occidente
genera entre la razón y el mundo.
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Para Mariátegui, la Nación no se reduce al Estado. Lo requiere, pero
transformado. La Nación no se forma exclusivamente desde el sistema educativo,
y su historia expresa las sensibilidades de una sociedad enfrentada a una singular
relación de fuerzas de su heterogeneidad estructural y discursividad. El proceso
de la nación, siendo de identidad, se afinca en las prácticas sociales e históricas
de una comunidad de destino no predeterminado.
Al situar la relación de fuerzas sociales como claves de la formación de la nación y
su esfera política republicada, Mariátegui está incluyendo a las fuerzas sociales,
en el caso, a las excluidas mayorías indígenas y a los trabajadores, como actores
fundamentales de la política. Está abriendo una perspectiva para superar la
contraposición entre la política reducida al Estado y la sociedad sumida a la
despolitización.
4.2. LA NACIÓN, COMUNIDAD DE CIUDADANOS, SUJETO HISTÓRICO.
La formación del Perú como nación es la narrativa de un proceso social. Los Siete
Ensayos y toda la obra de Mariátegui sobre el Perú, no son ni se reducen a la
épica teatral o eclesiástica, ni al drama corrupto e ineficiente del viejo Estado, su
régimen presidencial-absolutista, su deforme república de privilegios y su casta
colonial. Más bien, explican el avance en la formación democrática de la nación
pluriétnica, afirma en la vida social la matriz civilizatoria integral del Perú a partir de
lo andino como sujeto activo configurante. Las sucesivas relecturas de los Siete
Ensayos expresan y acompañan esta historia.
Sostiene Mariátegui que las grandes etapas de nuestra formación como nación
están marcadas por acontecimientos principalmente políticos. Las explica desde el
sustento económico social de cada una. La Conquista la caracteriza como un acto
político que divide la historia de la nación al imponer la Colonia, sojuzgadora de
sus mayorías indígenas, con la esclavitud en la mita (minas, obrajes y agricultura
comercial) y la feudalidad, traídas por un imperio que resumía lo más atrasado del
sistema mundo europeo. La Independencia la considera el otro gran acto político,
en el que se afirma la soberanía, formándose la República como esfera singular
de la política, pero reducida a una minoría criolla que mantenía la condición
económica social semifeudal de la colonia, minoría criolla asustada ante la
condición nacional de las masas indígenas a las que buscaba excluir o reemplazar
con otras poblaciones. El tercer gran momento nacional, de acuerdo a JCM, se
produce en la nueva etapa del imperialismo y la conjunción de los elementos
iniciales del capitalismo en el Perú, con la unión de la clase obrera incipiente, con
la mayoría indígena y las clases medias ilustradas. El futuro nacional, no seguiría
una línea evolutiva eurocéntrica, con el capitalismo y el liberalismo como destino,
sino que correspondería a la Revolución, al gran mito social, que uniría en un gran
sujeto histórico a las mayorías indígenas con el socialismo, peruanizando el Perú,
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culminando su formación como nación integral, de base civilizatoria andinoamazónica-criolla-afrodescendiente.
Mariátegui hace una crítica argumentada y decisiva respecto a las teorías sobre la
formación de la nación peruana que formulando explicaciones desde el mestizaje,
la latinidad o el hispanismo, pretendían edificar la Nación criolla con la persistencia
de la colonia y su matriz racista. Mariátegui formula su propuesta alternativa de
matriz civilizatoria indígena-andina de la nación peruana. No es una propuesta
"indigenista", de mirada lejana o de exclusión inversa, sino que es la de una
Nación Integral, en la que el indígena como sujeto activo de ciudadanía da curso y
forma parte sustantiva de una nación plural que potencia todos los avances de la
humanidad. Es la Nación que une en sus fundamentos lo andino con el socialismo.
4.3. LA REPÚBLICA Y LA POLÍTICA COMO SOBERANÍA DEL PODER CIUDADANO
Mariátegui vive intensamente su época, y al descifrar la escena mundial, también
aprecia los cursos posibles del Perú como nación y sus desafíos políticos de
soberanía.
Señala que se vivía la nueva etapa del capitalismo, la del Imperialismo. Este no
era solo el crecimiento del industrialismo y la exportación del capital desde Europa
y Estados Unidos a otras zonas del mundo. Era también una redefinición de otros
aspectos de la vida política y social, que ahora podemos apreciar desde la
perspectiva de la soberanía.
Afirmar la nación, peruanizar el Perú, es asumido como una perspectiva de varias
dimensiones de la República, que son económicas, políticas, sociales y culturales.
Señala la heterogeneidad estructural del país, para afirmar que la comunidad
campesina, y su reciprocidad, aporta una vía sustantiva y propia para el desarrollo.
Reconoce en la organización de los trabajadores, el baluarte fundamental de la
conquista de los derechos de la población. Hace de la lucha cultural, una
estrategia básica de la forja de hegemonía en la transformación de la soberanía
por el pueblo ciudadano. Perfila la crítica al sistema presidencialista, y su base de
herencia colonial absolutista, lo que nos abre perspectivas a nuevos sistemas de
representación de la soberanía democrática.
Los Juristas medievales al definir la soberanía (summa potestas), diferenciaban
entre dos sociedades: El Estado y la Iglesia. Delimitaban entre prerrogativas y
dominio de lo trascendente y lo terrenal. El Estado tenía poder exclusivo sobre
territorio y habitantes, en base de la fuerza. La Iglesia era dueña de la moral, la
persuasión, lo espiritual. La era moderna separa la esfera religiosa de la esfera
civil, y lo público de lo privado. La Política se autonomiza, y se transforma en la
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sede de la soberanía, cuyas potestades ejercerá el Estado y la sociedad en
instituciones democráticas.
El Estado de Soberanía es asumido por la era moderna desde una condición
necesaria y otra suficiente. La condición necesaria: el uso de la fuerza. La
condición suficiente: el uso exclusivo de este poder. Para Jean Bodin; un gobierno
justo de muchas familias y de los que les es común con poder soberano (absoluto
y perpetuo). Según Hobbes: el paso del estado de la naturaleza al Estado,
depositario de la soberanía. Define Weber: el Estado es el detentador de la
coacción física legítima. Precisa Kelsen: El Estado es una organización política
porque es un ordenamiento que regula el uso de la fuerza.
La nueva etapa Imperialista, acentuó el cambio en esta relación entre economía y
política. Mariátegui desde el marxismo creador, incorpora enfoques gramscianos
(hegemonía y cultura) y sorelianos (mito social), que le permiten apreciar la nueva
complejidad de estas dimensiones.
Mariátegui, al analizar tan agudamente la escena mundial, acentúa las nuevas
formas de expresión de las masas en los atributos de soberanía, y los aprecia en
las fábricas, en las localidades, en los Estados Nacionales, en la cultura. La
revolución de los Soviets, las vicisitudes de las revoluciones derrotadas en
Europa, los cambios en Asia y la Revolución en México, van a darle enseñanzas
fundamentales en la perspectiva de asentar la soberanía en la sociedad y superar
la crisis del parlamentarismo europeo. No reduce la soberanía a las formas
políticas de representación pero tampoco las anula.
Diversos autores dialogan con la formulación mariateguista desde las condiciones
del actual siglo XXI. Uno de ellos es Enrique Dussel, propugnador de la filosofía de
la liberación desde nuestra América, y del encuentro mundial intercultural de
civilizaciones diversas. Dussel dialoga, desde el marxismo creador con filósofos y
pensadores de la nueva era del mundo, en lo que podemos encontrar una mirada
que nos ayuda a responder desde el desafío mariateguista.
Dussel funda el poder en la vida. El ser viviente es una realidad que tiene la
inalcanzable realización corporal. La voluntad es el plus de vida inscrito en la
corporalidad. La vida de ser corporal discurre entre la vida/que/se/es y la
vida/por/alcanzar. Pone los entes como sus mediaciones, su objetivación, como
momento de la realización inalcanzable. La Voluntad, es la potentia primera de
poder-poner, de ser-señor, de soberanía. Es mediación de aumento de vida
(positivo) y sobre la voluntad de otro (reductivo). Por esto, no es atributo de un
individuo. Es un momento de la comunidad política cuando la pluralidad de
voluntades, ligada intersubjetivamente, avanza la organización funcional
heterogénea, disciplinada, jerarquizada, como se muestra en la historia humana
desde la caza civilizatoria a la revolución urbana.
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Señala que los entes del mundo tienen valor, en el ciclo de vida dado, en la
espacialidad y en la vida por darse. Son procesos de Pasado/Presente/Futuro en
el espacio construido en la actividad productiva del ser humano recreándose como
especie, tal como formulaba Marx al sentido social fundamental del trabajo como
actividad humana de reproducción social de la especie. Los entes de la práctica
social son puestos por la potentia de querer vivir, de una voluntad que quiere y
tiene la fuerza para poner las mediaciones como posibilidades, condiciones para
permanencia e incremento de la vida. Afirma que todas las mediaciones tienen
valor político en tanto posibilidades para la voluntad de poder (realización de la
vida humana), integrados a una cadena de condiciones condicionantes.
Estas condiciones de la política, permiten reconocer sus niveles de autonomía y
su rol fundamental de articulación de las diversas esferas de la vida. La pluralidad
de voluntades ligada intersubjetivamente, en la lucha de la vida por alcanzar, es el
momento de la comunidad política que Mariátegui asumía como el de mito
revolucionario soreliano que potenciaba la vida social para realizar las
transformaciones revolucionarias de su emancipación de toda opresión.
Es así como la estrategia de república es consustancial a incorporar la vida social
y la pluralidad cultural. Estos son desafíos que las nuevas condiciones de la
humanidad plantean a la perspectiva del socialismo como creación heroica.
5.
EL RETO DEL PERÚ INTEGRAL: UNA COMUNIDAD NACIONAL ENTRE DOS
REPÚBLICAS.
En el Perú, la elite dominante, que tiene añoranzas del Reino nobiliario, y que aprendió la
gobernabilidad de la oligarquía, ya perdió sus bases de poder anteriores y trata de subsistir
subordinándose a la Reificación del Imperio USA como Poder Unipolar, cuando en el
mundo más bien se despliega la multipolaridad, el crecimiento de China y la emergencia de
países del BRIC, así como el ascenso de Latinoamérica como poder civilizatorio
continental.
La elite plutocrática asume el Perú como una Des-topía. Es decir, como un Lugar sin
Nación, como un territorio de flujos, en el cual solo les queda ser lobbystas intermediarios
de los grandes flujos del capital internacional.
Son ilustrativas al respecto las nuevas condiciones de los “dueños del Perú”, en la relación
actual entre el poder económico, el Estado y la corrupción. Unen la persistencia de
ensoñación de la elite nobiliaria colonial con la captura del Estado desde dentro o su
reconfiguración como un Estado corporativo privado. Lo he dominado Republica Lobbysta
con Estado Mafioso. Sinesio López lo denomina Estado Cleptocrático-patrimonialista.
Francisco Durand señala la captura del Estado por los privados de tres poderes
económicos cruzados (formal, informal y delincuencial).
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Esta Des-topía no requiere comunidad de ciudadanos con soberanía, por lo que reducen la
política al espectáculo, mientras organizan el Estado en base a un exacerbado
presidencialismo, cuasi monárquico, básicamente figurativo, que se asume sobre todo
como el orquestador de la entrada de inversiones transnacionales a los recursos de la
nación. Corporativizan el territorio en fragmentado archipiélago minero-energético, en los
cuales las empresas internacionales asumen los atributos del poder local, en pacto con la
elite del Estado, que han capturado.
Es el régimen de una “provincia-administrada”, nueva modalidad de la colonialidad en la
era actual. La elite plutocrático lobbysta, deja de lado la discursiva mestiza y la latina;
inclusive la prohispánica, pues ni siquiera se asumen como “reino”. Se contentan con la
des-topía de una “provincia-administrada” por el añorado Imperio mundial. La nación es
reducida a “provincia de ultramar” del imperio global, en la cual se saquean sus recursos
naturales con archipiélagos minero-energéticos, se piratea su biodiversidad genética e
impide su producción orgánica y alimentaria. Se condena a su población a la neo esclavitud
del subempleo crónico, la precarización laboral y el analfabetismo tecnológico.
El régimen político de esta des-topía, de esta “provincia-administrada”, se sustenta en
cuerpos territoriales de colonialidad, formados de la corporativización privada de los
territorios en archipiélago sujetos a enclaves despóticos, con una república burocrática
autoritaria, de lobbystas y ujieres, deforme por el presidencialismo autocrático, a la cabeza
de un Estado centralista, clientelista y corrupto.
Des-topía necesita impedir al ciudadano para instalar súbditos, y busca administrar sus
poblaciones diversas como razas “sub-humanas” excluidas y con libertades recortadas y
manejadas desde el poder mediático.
La República de la Neo-oligarquía, quiere re- transformar al país en una provincia sin
soberanía, administrada desde los intereses de EE.UU., con poblaciones excluidas, como
ciudadanos de segunda y tercera clase, y en regímenes laborales de empleo precarios sin
derechos.
En esta etapa histórica, la otra forma política de organizar la nación, como república de los
asuntos comunes, es la República de Ciudadanos. Esta afirma y recupera la soberanía
nacional de la nación pluriétnica, de re-territorialización de los cuerpos territoriales
heterogéneos en una nación pluriétnica, una república igualitaria con reconocimiento de las
diferencias, unitaria pero con sistemas macro regionales. Incorpora el medio técnico
científico para el desarrollo endógeno a partir de la recuperación de los recursos naturales,
el proceso de neo industrialización en una nueva escena mundial de multipolaridad, y la
afirmación de regímenes de trabajo con derechos e innovativos, como sustento y principal
política social para superar la desigualdad.
En la Nación como comunidad de ciudadanos, se amplía el poder de ciudadanía, forjado en
la conquista de derechos y atribuciones de soberanía popular, desde los años 70 del Siglo
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XX hasta la actualidad en un pujante y creciente poder de ciudadanía. Este se manifiesta
en diversos movimientos sociopolíticos y ámbitos, como en los millones de hectáreas
recuperadas al latifundio por la pequeña producción familiar y comunal, en costa, sierra y
Amazonía; en la autoconstrucción de ciudades por los pobladores; en la micro y pequeña
empresa mayoritaria; en la extensión de la educación financiada por las familia; en la
persistente creación cultural pluriétnica; en los diversos derechos políticos, cívicos,
sociales, de género y ambientales, arrancados en pugna con la plutocracia lobbysta; en la
pujanza de una población joven que reclama educación y derechos. Este amplio pero
disperso y fragmentado poder de ciudadanía, es el horizonte democrático del desafío de la
República de Ciudadanos.
El choque entre ambas Repúblicas vive la actual crisis de la Patria. Tras derrotar la
dictadura mafiosa del Fujimorismo, el pueblo, afirmado en sus derechos ciudadanos, pese
a sus debilidades organizativas y políticas, ha hecho uso del sufragio para impulsar
cambios sustantivos. Ha elegido en los años 2001,2006 y 2011, gobiernos que ofrecían
hacer los cambios sociales requeridos por la patria. Pero los electos, rápidamente pasaron
a ser controlados por la plutocracia lobbysta, que maneja el concentrado poder económico
y mediático, y los resortes del aparato estatal. Volvió a ocurrir en la última elección, en la
que la alianza del candidato Humala, nacionalista, con las fuerzas populares y la izquierda,
con un programa de transformación nacional, ganó las elecciones y empezó a tratar de dar
curso a los cambios nacionales. Pero no se mantuvo en ellos. En menos de seis meses,
pasó a gobernar en alianza con el poder económico lobbysta. Este poder, pese a todo, no
le perdona haber encabezado el primer triunfo electoral, por el sufragio, de una propuesta
programática de alianza entre el nacionalismo centrista y la izquierda nacional, para afirmar
la nación y su base civilizatoria en unidad con la patria grande latinoamericana.
Tenemos inmensos desafíos con el legado de JCM, que sigue vivo en nuestra historia.
Para peruanizar el Perú, es urgente y necesario repensar autocríticamente muchos
aspectos, en especial los tres señalados, de la base civilizatoria, de la nación como
comunidad pluricultural y desde el poder democrático de la república de ciudadanos.
Este poder civilizatorio lo dibujan los pintores, lo cantan nuestros músicos, lo escriben los
poetas y se narra entre flores amarillas y amores encendidos de nuestros pueblos. Lo
resumen en sus metáforas los hombres y mujeres que unen sueños, vida y pasión por la
justicia y la libertad, afirmando que porque la Patria es nuestra, de todas las sangres, es
hermosa, y más aún todavía, y la defendemos con nuestra vida.
MUCHAS GRACIAS.
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