Adelnur de Molina c/ Meroni, José s/ Daños y perjuicios

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236.802-"ABDELNUR
DE
MOLINA
A.
C/MERONI
JOSE
A.
Y
OTRO
S/INCUMP. DE CONTRATO Y DAÑOS"
/// la ciudad de La Plata, a los
12
días del mes de ju-
nio de dos mil uno, reunidos en Acuerdo los señores Jueces
de la Excma. Cámara Primera de Apelación, Sala Segunda,
Dres. Juan Carlos Rezzónico y Néstor W. Vásquez, para dictar sentencia en la causa caratulada: "ABDELNUR DE MOLINA
A. C/MERONI JOSE A. Y OTRO S/INCUMP. DE CONTRATO Y DA¥OS",
y habiéndose procedido con anterioridad a efectuar el pertinente sorteo de ley el que arrojó el siguiente orden de
votación: Dres. VASQUEZ-REZZONICO, resolviendo el Tribunal
plantear las siguientes:
C U E S T I O N E S
Primera: ¨Es justa la sentencia apelada de fs.639/654?
Segunda: ¨Que pronunciamiento corresponde dictar?.
V O T A C I O N
A LA PRIMERA CUESTION; el Señor Juez, Dr. Néstor W.
Vásquez, dijo:
I. Genera el tratamiento de estas actuaciones en el
presente Acuerdo el oportuno ejercicio y subsistencia de la
pretensión recursiva por parte del justi
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/////
ciable Meroni. En consecuencia la actividad revisora del
Tribunal tiene su marco cognoscitivo delineado por los escritos de fs. 691/707 en donde la parte co-demandada mencionada entiende exponer los suficientes argumentos en pro
de la modificación del fallo conforme lo postula, siendo
respondidos por la parte actora a fs. 709/714.
II. El proceso en si contiene el ejercicio de pretensión indemnizatoria de la demandante como obligación inherente de los demandados, en virtud de una sostenida "malpractice" de la que fuera víctima a su entender, imputando
la actividad responsable de la consecuencia dañosa en primer lugar al co-demandado Meroni, médico oftalmólogo que
realizó en ambos ojos de la reclamante intervenciones quirúrgicas -aunque el reclamo es por la pérdida total de visión del ojo derecho y secuelas correlacionadas- y por último al Hospital Español de la Plata, establecimiento donde
se practicaron las intervenciones que motivan su reclamo.
Destacando inicialmente que la competencia de la Cámara se encuentra circunscripta al tratamiento de aquellos
ataques concretos y razonados vertidos, demostrativos -en
sustento de las constancias del proceso/////
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de la sinrazón del Juzgador, es decir, en función de los
agravios técnica, idónea y suficientemente expuestos (arts.
260, 261, 266, 272 del CPCC), y por ello todas aquellas
consideraciones del Magistrado sentenciante que hayan servido de fundamento a su decisión, que no hayan sido atacadas debidamente, devienen firmes e irrevisables para el
Tribunal de Alzada, más allá del mayor o menor grado de
acierto
o
error
conque
se
hubiere
conducido
el
decisor
(SCBA Acs. 43.416, 43.697; esta Cám. Sala I causa 211.527;
esta Sala, causas 236.548, 236.619, 236.675, 236.897 y citas allí expuestas), se despeja del tratamiento la ausencia
de responsabilidad y por ende la absolución en la temática
de parte de la codemandada "Asociación Española de Socorros
Mutuos y Beneficencia de La Plata" conocida vulgarmente como "Hospital Español", pues tal decisión no ha sido motivo
de ataque alguno.
El restante co-demandado Dr. José A. Meroni recurre
agraviado por la responsabilidad que se le atribuyera en el
hecho antecedente motivo de este proceso, y vierte en la
relacionada presentación ante este Tribunal, aquellas pautas que considera son los fundamentos válidos para obtener
la revocación del fallo en
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el sentido que propugna.
El fallo citado y apelado en lo que al tópico destacado por el quejoso se refiere (fs. 642 vta./648), señala: 1)
"...la responsabilidad de los profesionales de la medicina
se encuentra gobernada por los principios esenciales de la
responsabilidad civil en general, por ello debe aplicarse
la norma consagrada por el art. 512 del C. Civil y juzgar
así el comportamiento según la diligencia debida por la naturaleza de la prestación que corresponda a las circunstancias de las personas, tiempo y lugar..."
2) "...para apreciar la culpa no habrá de recurrirse
al clásico modelo del hombre prudente y diligente, sino a
aquél que importa un buen profesional, cobrando relevancia
en tal sentido la directiva consagrada por el art. 902 del
mencionado cuerpo legal..."
3) "...es posible conceptuar la culpa profesional como
aquella en la que incurre una persona que ejerce una profesión al faltar a los deberes especiales que ella impone...es...una infracción típica o concerniente a ciertos
deberes propios de esa determinada actividad...el individuo
debe poseer los conocimientos teóricos y prácticos propios
de la misma obrando con la
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previsión y deligencia necesaria con ajuste a las reglas y
métodos pertinentes..."
4) "...juegan aquí...la existencia de culpa, el daño
ocasionado y el nexo de causalidad entre aquella y éste,
siendo requisito indispensable...la existencia de culpa..."
5) "...se admite hoy, la existencia de obligaciones de
medios de fuente contractual en las que el deudor (el médico...) sólo se compromete a poner de su parte los medios
razonablemente conducentes para llegar a un resultado, pero
no a que se obtenga o no este..."
6) "...lo que importa en la relación causal es el acto
del sujeto para que así...se meritúe en abstracto si fue
previsible, indagándose lo concerniente a la culpa...sobre
la base de una evaluación subjetiva referida al incumplimiento funcional...lo encontramos cuando media de parte del
médico una omisión, una falta de aplicación del tratamiento
adecuado que priva al paciente de la posibilidad de una curación a la cual razonablemente podía aspirar..."
7) "...debemos suponer que el galeno en el desempeño
de la actividad que le es inherente, no resulta irremediablemente responsable al no obtener a
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través de la terapéutica implementada los logros pretendidos...si en pos de ellos aplicó los medios adecuados para
arribar a dicha meta..."
8 "...la pérdida total e erreversible...de la visión
del ojo derecho, no sólo no puede ser jamás el resultado
esperado, sino que significa en si un resultado absolutamente
inverso..."
lo
que
a
criterio
del
sentenciante
"...impone ...que la valoración de las circunstancias que
la precedieron sean analizadas bajo el prisma de cierta inversión de la carga probatoria, mediante la cual es el cirujano quién deberá dejar acreditado que su participación
profesional en el acto quirúrgico no ha incidido de manera
alguna en la desafortunada ceguera sufrida con posterioridad en el ojo derecho de la accionante..."
9) Considera que al decir del Dr. Mosset iturraspe
"...el médico como deudor de la prestación asistencial es
quién debe demostrar, ante el incumplimiento y el daño -que
se presumen de origen culposo- la causalidad fortuita o
causal..."
10) lo que "...significa establecer a favor de la víctima una presunción de causalidad adecuada, presunción que
debe ser destruida por el médico con la
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prueba de la causalidad fortuita..." en el concepto del autor citado.
11) Luego de plasmar el Juzgador su disconformidad con
algunas de las conclusiones dadas en la pericia oftalmoló-
gica realizada en autos, se formula el mismo el siguiente
cuestionamiento: ¨sin dicho antecedente operatorio se hubiera llegado igualmente a la pérdida de visión en el ojo
derecho de la reclamante? La respuesta al interrogante dice- es no.
12) De tal premisa ha de desprenderse la génesis del
razonamiento a esgrimirse, considera el Juzgador, quién a
posteriori destaca que "...En rigor, el médico no habrá de
ser responsable más que si el perjuicio tiene por causa la
negligencia que se le reprocha, correspondiendo al damnificado la acreditación de la causación que vincula la causa
médica con el perjuicio ocasionado. Obviamente dichas directrices en la merituación de la responsabilidad médica,
habrán de ser aplicadas de conformidad con el contexto en
que cada caso se presenta. En autos si bien de los elementos incorporados al proceso no ha quedado fehacientemente
demostrado en que ha consistido el comportamiento culpable
que debe configurarse en cualquiera de sus for
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mas...para tener por acreditada la responsabilidad que se
reprocha, lo cierto es que la secuela incapacitante que actualmente ostenta la actora al haber perdido la visión de
su ojo derecho, de la forma en que se examine el caso, presenta su causa desencadenante en el tratamiento quirúrgico
que se cuestiona o si se quiere en las complicaciones presentadas a raíz del mismo..."
13) "...normalmente la mera circunstancia de que la
eventualidad de un daño haya sido acrecentada por el hecho
humano, torna posible la relación causal entre éste y el
perjuicio detentado..."
14) "...los trastornos que padece la actora no son los
que padecía antes de la intervención quirúrgica, sino a todo evento, secuelas de complicaciones derivadas de ella. Se
configura
entonces
un
daño
cierto
y
actual
diferente
y
ajeno a la enfermedad que aquejaba con anterioridad a la
paciente..."
15) "...En el caso de las cirugías, dados los altísimos riesgos que implican, llevan a evaluar la apreciación
de la culpa de los médicos cirujanos con un criterio estricto de aplicación de la regla contenida en el art. 902
del C. Civil, ya que esos mismos peligros obligan a acentuar de manera muy especial las pro
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videncias precautorias..."
16) Circunscripto al actuar del co-demandado médico,
el sentenciante expresa: "...quizás no hubo error en el acto quirúrgico, pero sí necesariamente, en la terapéutica
empleada para un órgano de las características del dañado,
que de conformidad con lo expuesto en el informe pericial..., tal vez su estado impedía someterlo a una práctica
quirúrgica como la implementada. También puede ser cierto
que el diagnóstico que llevó al acto quirúrgico fue correcto y que el mal que antes aquejaba a la actora tenía chance
de corrección, pero también es verdad que la ceguera no era
la derivación inevitable del mal sin ese tratamiento quirúrgico, como tampoco que no hubiera ningún otro método correctivo que aliviara la situación...".
17) De la pericia oftalmológica -amerita la sentencia"...pareciera no surgir de manera contundente que el médico
implicado haya incurrido en un comportamiento culpable y
pareciendo incluso que la ptisis-bulbi que actualmente presenta la Sra. Abdelnur en su ojo derecho respondiera a una
evolución propia de las patologías que dicho organismo detenta, aunque luego si, recién a fs. 220 (se refiere a la
opinión de
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la perito mencionada) admite que no es en realidad la propia enfermedad de la actora la que provocó tan desagradable
resultado sino que el mismo en realidad se originó a raíz
de una serie de complicaciones suscitadas luego del acto
quirúrgico..."
18) Por último, se concluye que el Dr. José Meroni resulta responsable por el daño acaecido en el ojo derecho de
la Sra. Abdelnur en virtud de encontrar configurado el nexo
de causalidad adecuado entre la cirugía extracapsular por
él practicada y la ceguera que actualmente aquella padece,
conclusión que por otro lado no ha sido confrontada con
elementos probatorios que indiquen lo contrario.
Bien, trascriptos las partes que se evalúan como esenciales en cuanto a los fundamentos por los que se concluyó
en la responsabilidad atribuida, ha menester verter ahora
las consideraciones que al opinante merece la cuestión en
tratamiento.
En
primer
término,
no
puede
dejar
de
señalarse
la
coincidencia conceptual con lo expuesto en los números 1 a
5 y 7 que anteceden. De todas formas, el desarrollo parece
hacer hincapié en los siguientes tópicos: a) responsabilidad profesional, en el caso de
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los
médicos;
b)
elementos
necesarios
para
que
ella
sea
atribuida; c) carga de la prueba; d) relación causal, forma
de acreditarse.
Ha de rememorarse ciertos antecedentes de esta Sala,
que resultan a criterio del opinante, aplicables al presente caso. Así tenemos:
La responsabilidad del profesional médico se encuentra
sujeta a los mismos principios de la responsabilidad en general
(S.C.B.A.
en
"Acuerdos
y
Sentencias"
1991-I-470,
1991-I-574; íd. en Ac. 59.937), debiendo asumir la misma
cuando se acredita la falta de los deberes esenciales que
el ejercicio profesional le impone sea por imprudencia, impericia
o
negligencia
(SCBA
en
"Acuerdos
y
Sentencias"
1991-II-187), como por omisión de diligencias correpondientes
a
la
naturaleza
de
la
obligación
(SCBA
1988-IV-79,
1989-II-321, 1989-II-823), por lo que la demostración de la
culpa
incurrida
50.585;
esta
es
Sala
indispensable
causas
(SCBA
226.368,
Ac.
46.712;
231.474,
Ac.
232.457,
232.544).
Requiere, por lo tanto, para su configuración los mismos
elementos
comunes
a
cualquier
responsabilidad
civil
(arts. 512, 1109 de la ley 340; SCBA Acs. 38.114, 39.597,
40.456, 43.518, 44.440, 49.478, 50.801,
/////
/////
59.937 entre otros).
Para ello es necesario la demostración de la relación
causal entre el acto (reiteramos por acción u omisión) y el
daño, es decir la relación efectiva y adecuada entre ellos
(cit. art. 901 y arts. 1068, 1074, 1109, 1111, 1112, 1113
del C. Civil; SCBA cits. Acs. 44.440, 49.478, 59.937; cits.
causas 226.368, 232.457 de esta Sala) y tal carga le incumbe en el caso a la parte actora, sin perjuicio de que se
menciona un deber de colaboración en la actividad probatoria
(SCBA
por
mayoría
en
Ac.
55.354;
esta
Sala
causa
en
preexistencia
231.474).
Se
sostiene
esta
demanda
la
de
"...una mala práctica médica..." efectuada por los primigeniamente demandados, decidiéndose luego la exclusiva del
médico.
Sustentada esa "malpractice" no debe olvidarse consecuentemente que entonces la misma debe basarse, conforme
las circunstancias del presente caso, o bien en un error de
diagnóstico, o de no ser así, en que no se hubiesen usado
los medios idóneos para culminar en un acertado ejercicio
del arte de curar, por impericia, imprudencia o negligencia
(SCBA cits. Acs. 46.712, 50.585; esta Cám. Sala I, causa
209.201; esta
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/////7
Sala causas 212.114, 226.368, 231.474, 232.457, 232.544;
Cám. II La Plata, Sala 1ra., causa B-66.660; Cám. C. y C.
Mar del Plata, causas 72.118, 87.438).
La demostración indispensable de la culpa del médico
(doct. S.C.B.A. en Acs. 46.039, 46.712 cit.), se trasunta
en la demostración fehaciente de que el profesional inter-
viniente no ha puesto en su momento la diligencia necesaria
en el arte del curar, en suma, no ha satisfecho adecuadamente esa obligación de medios (y no de resultados; Cfme.
Bueres, "responsabilidad civil de los médicos" Ed. Hamurabi, 1992, p.62; Ghersi, C.A. "Responsabilidad por prestación médico-asistencial" Ed. Hammurabi Bs.As. 1987, p.15;
Vázquez Ferreyra, "Prueba de la culpa médica" Ed. Hammurabi, Bs.As. 1991, p.41 y 60, h; Mosset Iturraspe, Responsabilidad civil del médico" Ed. Astrea, 1979, p. 93 y 104;
Bustamante Alsina, "Responsabilidad civil de los médicos en
el ejercicio de su profesión" en Rev. L.L. 1976-C-64 y ss.;
esta Sala, causas 226.368, 231.474, 232.544 ya citadas).
En Juzgador tiene consideraciones que no son compartidas sin perjuicio del debido respeto a su conceptuación.
Primeramente, debe destacarse que en algún punto de sus
consideraciones parece efectuar un análi
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/////
sis circunscripto al acto quirúrgico (ver supra punto "8)"
de este voto) y la disyuntiva sobre si su concreción facilitó o no el desenlace minusválido que detenta la reclamante. Tiene el opinante para sí que en supuestos de debate
sobre existencia o inexistencia de "malpractice" en donde
se concretó un acto quirúrgico, el resultado dañoso y su
vinculación causal no debe analizarse exclusivamente en re-
lación a dicho acto, pues han de ponderarse las circunstancias fácticas dadas antes, durante y a posteriori del mismo, a efectos de evaluar si es correcto concluir sólo en el
análisis de la actividad médica o si de parte del paciente
existieron causas que pudieron incidir total o parcialmente
en el desenlace no querido, generador de perjuicios para la
reclamante.
Eso lleva consecuentemente al análisis de la prueba
producida, y como es dable observar comúnmente en procesos
de la índole del presente, precisamente la prueba que se
materializa no es contundente, es más, aparece como una tarea de difícil materialización, debiendo recurrirse en innumerables supuestos a determinar si se pueden configurar
los elementos necesarios para concluir en una presunción
judicial (art. 163 inc.
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/////8
5ø del CPCC) que lleve al Juzgador a tener la íntima convicción acerca de la veracidad de los hechos históricos
controvertidos para poder arribar a una admisión o rechazo
de la o las pretensiones ejercidas, según sea el resultado
arribado.
En esa tarea por cierto muchas veces azarosa -salvo
cuando "las cosas hablan por sí mismas"-, existen circunstancias propias que hacen al hecho generador y su entorno
específico, que no son precisamente de fácil comprobación
no sólo en cuanto a su existencia, sino también en lo pertinente a la relación causal vinculante del hecho y el daño
padecido. De allí que aparezca como una probable contradicción lo relacionado por el Juzgador en punto a la carga de
la prueba, pues por un lado partiendo de una "evaluación
subjetiva" que torna necesaria la demostración de la causación por el damnificado (ver supra puntos "6)" y "12)") por
el otro se comienza con destacar una cierta inversión de la
carga probatoria -cual si fuera un supuesto de responsabilidad objetiva- o bien ya con la cita de Mosset iturraspe
en una concreta inversión de dicha carga, concluyéndose en
una presunción de causalidad adecuada entre el daño y el
actuar del médico (ver supra puntos
/////
/////
"8)", "9)", "10)").
La doctrina judicial y científica no es pacífica sobre
el tópico, pues pese a tratarse de una obligación de medios
por parte del profesional, se puede adoptar -como al parecer lo hace inicialmente el Juzgador al plantearse el interrogante vertido supra en el nø11- la doctrina de la falta
virtual y presunción de causalidad del derecho francés, según la cual el Juez presume la existencia de la culpa (negligencia) cuando por las circunstancias en que el daño se
ha producido, éste no se puede explicar según la común experiencia, sino por la existencia de una falta médica, y
sin que tal culpa resulte en definitiva directamente de las
pruebas aportadas. En definitiva, si la acción del médico
disminuyó, agravó o cercenó las posibilidades de curar de
parte del enfermo, el médico es presumido autor del daño
(Cfme. Jordano Fraga, F. "Aspectos problemáticos de la responsabilidad contractual del médico" en Rev. Gral. de
Le-
gislación y Jurisprudencia", Madrid, 1985, p. 79).
La responsabilidad se asienta en el caso de autos respecto del actuar de persona física y las consecuencias inmediatas de su obrar (arts. 901, 903 del
/////
/////9
C. Civil), debiendo deslindarse en la pretensa cadena causal de personas (físicas o jurídicas) intervinientes la
responsabilidad en lo que hace a consecuencias remotas que
no tienen con el hecho ilícito nexo adecuado de causalidad
(art. 906 del C. Civil).
Entonces, para establecer la causa de un daño y consecuentemente deslindar la o las personas que resultan responsables, es necesario hacer un juicio de probabilidad determinando que aquél se halla en conexión causal adecuada
con el ilícito, o sea, que el efecto dañoso es el que deberá resultar normalmente de la acción u omisión antijurídi-
ca, según el orden natural y ordinario de las cosas (arts.
901, 1068, 1074, 1109, 1113 del C. Civil; Compagnucci de
Caso, R.H. "Responsabilidad civil y relación de causalidad"
Ed. Astrea, Bs.As., 1984, p.53; Kemelmajer de Carlucci, A.
en "Belluscio-Zanoni, Código Civil..." t.5 p. 391 y doct.
cit. en nota 12; Cammarota, A. "Responsabilidad extracontractual", Ed. Depalma, 1942, t.I p.327 nø 323; Descheneux,
Henri, "Norme et casualité en responsabilité civile", Basel, 1975, p.399; Bustamante Alsina, J. "Teoría de la responsabilidad civil" 4a. ed., p. 217 nø580, Abeledo-Perrot,
Bs.As. 1983; Mosset Iturraspe,
/////
/////
J. en su obra "Responsabilidad por daños", Ed. Ediar, t.I
p.189
y
37.819,
ss.;
SCBA
39.671,
Acs.
33.375,
35.253,
37.535,
37.673,
40.387,
41.868,
43.168,
43.251,
44.440,
46.941, 49.464, 50.296, 55.404; íd. en L-44.643; íd. en
"Acuerdos y Sentencias" 1988-IV-730, 1989-I-821, 1989-III137,
1989-III-901,
1990-I-799,
1991-I-116,
1991-I-886,
1991-II-187; esta Sala, causas 218.762, 220.407, 221.210,
233.342); por ello, cuando se habla de culpa de un tercero,
se está refiriendo en rigor, a la conducta de ésta/e o éstos como interruptiva de la relación de causalidad (SCBA
Acs. 39.436, 40.109, 41.799; íd. en "Acuerdos y Sentencias"
1989-I-146, 1989-I-179, 1989-I-296, 1989-II-373, 1989-II-
254; esta Sala causa 210.707 ya cit., 216.762), lo que debe
ser demostrado en debida forma (SCBA "Acuerdos y Sentencias" 1990-I-857; esta Sala cits. causas 214.677, 216.762).
Ahora bien, debe existir una causa adecuada, una condición adecuada, ha dicho esta Sala otrora con el voto del
señor Juez Doctor Juan Carlos Rezzónico. En esa ocasión antecedente (causas 213.583, 213.584) se señaló que para establecer la causa de un daño es preciso hacer un "juicio de
probabilidad", debiendo con
/////
/////10
testarse a la pregunta: la acción u omisión del o de los
presunto/s responsable/s...era por sí misma capaz de ocasionar normalmente ese daño?. Si se responde afirmativamente de acuerdo con la experiencia de la vida, se declara que
la acción u omisión era adecuada para producir el daño, entonces éste es objetivamente imputable al o a los agente/s.
Si se contesta que no, falta la conexión causal.
Y se continuó: ...el juicio de probabilidad se hace en
abstracto, es decir, según el curso ordinario de las cosas
y la experiencia de vida y no es concreto, es decir que no
debe tenerse en cuenta cómo se han producido las cosas en
el caso a juzgar, porque si fuera así, todas las condiciones serían equivalentes (no se trataría ni de un juicio de
probabilidad ni sería futuro). En suma, el juez debe men-
talmente retroceder hasta el momento de la acción u omisión
a fin de establecer si ésta era o no idónea para producir
el daño, con lo que producir un pronóstico postumo, "ex
post. facto" con prescindencia de la realidad del suceso ya
ocurrido (Orgaz, Alfredo "El daño resarcible", 2a. ed. p.
69 y ss. nø19; Compagnucci de Caso, R. H. op. cit. p.53 y
ss. Ed. cit. art. 901 del C. Civil;
/////
/////
SCBA Acs. cits. supra). En otras palabras -siguiendo las
enseñanzas de Orgaz relacionadas por otra parte, con el
fundamento legal- : "Según nuestra ley debe contestarse si
hay conexión causal entre un acto y un resultado, cuando
ese acto ha contribuído de hecho, adecuada y razonablemente, a producir un resultado -esto es, ha sido una de las
condiciones sine qua non de él- y además, debía normalmente
producirlo conforme al orden natural y ordinario de las cosas
(cit.
art.
901
del
C.
Civil)"
(esta
Sala
causa
225.664).
Sobre la base de lo expuesto, se fue delineando en
doctrina judicial y científica matices propios de este tipo
de procesos, donde se observaba la situación disvaliosa en
que se encontraba el damnificado para poder acreditar sus
afirmaciones que hacían en definitiva a la responsabilidad
médica en el hecho u hechos por él padecidos, y así desde
la
inicial
conceptuación
de
responsabilidad
subjetiva,
siendo la prueba directa casi imposible o extremadamente
difícil, sin perjuicio de la utilización de las presunciones judiciales, se fue asimismo valorando la conducta de
las partes durante el desarrollo del proceso (Cfme. Peyrano, Jorge W. "El proceso atípico" Bs.As., 1983, Ed.
/////
/////11
Universidad p. 82), morigerando algunos las reglas de la
sana crítica (v. íd. autor "Tácticas del proceso civil- Como se prueba" Sta. Fé, 1983, Ed. Rubinzal-Culzoni, t.I p.
55), pasando por la postura de la carga probatoria dinámica, donde el profesional debería "demostrar que de su parte
no hubo culpa" cayendo así en una consecuencia idéntica a
la inversión de la carga probatoria.
Esta Sala no se ha enrolado en ninguna de las distintas posturas relacionadas con la carga de la prueba en lo
que al tópico se refiere. Desde que hay necesidad -en cada
caso- de que los intereses en conflictos se dilucidaran por
decisión del órgano jurisdiccional, en suma, desde que los
interesados deben ocurrir en las calidades que asuman ante
un Juez, debe primar en el actuar de ellos no sólo la "buena fé lealtad procesal" inherente, sino inclusive el "principio de sinceramiento" respecto de aquellas cuestiones en
las que cada uno tiene un punto de vista que se contravier-
te con el opositor, pues el ejercicio del debido derecho de
defensa se ha de trasuntar no en el chicaneo inescrupuloso
para obtener un resultado que le favorezca más allá de la
sinceridad o mendacidad de los he
/////
/////
chos antecedentes o los subterfugios del quehacer profesional duchos en la contienda (obviamente potencialmente expresado y desde luego no referido a estas actuaciones) sino
que desde sus posturas de controvertir los hechos y el derecho que corresponda según sus respectivas tesituras, se
colabore en un quehacer común para que justiciables y órgano decisor actúen diligentemente en pro de clarificar los
hechos en los cuales se fundan los litigantes para aplicar
-en sustento de la verdad real- el derecho pertinente, en
una correspondencia coherente con las circunstancias fácticas que motivaron el litigio, porque de esa forma se advierte -más allá del carácter de ganador o perdidoso- el
éxito de la justicia del caso dado, que ostentará un efecto
pacificador intrínseco que surge del íntimo saber de cada
justiciable de que la decisión tiene apoyatura en la verdad
real históricamente dada.
Ergo, sobre la base de los dos presupuestos dados, la
buena fé lealtad procesal y el sinceramiento acerca de los
hechos conforme cada justiciable entiende constituyeron la
verdad histórica, el honesto juego de aportar la acreditación de ellos para el mayor y mejor conocimiento y decisión
por parte del órgano jurisdic
/////
/////12
cional no puede conllevar otra actividad que la de compartir la carga probatoria ejercitando sin hesitación el mencionado deber de colaboración, pues en esa medida se satisface adecuadamente el presupuesto de hecho de la norma o
normas que cada uno invocare como fundamento de su pretensión, defensa o excepción (art. 375 del CPCC) al par de que
puede generar el beneplácito del juzgador al observarse el
esfuerzo de todos los justiciables en el litigio en pro de
la acreditación de la verdad históricamente acaecida.
Claro está que es de toda lógica que el Juez conforme
a las circunstancias propias del caso dado, no puede dejar
de sopesar la medida de colaboración que cabe a cada uno y
su resultante, es decir, el grado de esfuerzo puesto o exhibido por cada justiciable en esa actividad a la que implícitamente se encuentran comprometidos, pues habrá circunstancias en las que por la índole de las cuestiones que
se ventilan el grado de colaboración exigible podrá ser mayor de parte del médico y/o del establecimiento asistencial
que se hallare involucrado en el proceso. De allí a sostener que debe asumir la carga de su no responsabilidad el
profesional demandado, o considerar que la denominada carga
proba
/////
/////
toria dinámica puede conllevar a la inversión del onus probandi hay una distancia sideral, pues es deber del director
del proceso no premiar a quién demanda -so color de una situación ab initio considerada desventajosa para acreditar
ciertos extremos fácticos- permitiendo que traslade en su
opositor la demostración de la responsabilidad o ausencia
de ella. La equitativa actividad de colaboración acarreará
para la parte demandante la acreditación de los extremos
fácticos que enunció en su demanda y que trasuntan en definitiva la culpa médica, y para el o los demandado/s la demostración de que se siguieron acertadamente los pasos que
definirían un correcto uso del arte de curar conforme los
lineamientos aceptados por las ciencias médicas sin incurrir
en
negligencia,
imprudencia
o
impericia,
o
bien
-
conforme se presente la cuestión- que mag•er lo dicho, quepa sumar la ausencia de relación causal entre su actuar y
el daño o bien la inexistencia de este último. No debe olvidarse por último, que las actividades propias del ejercicio legal de la medicina se sostienen en las ciencias médicas de naturaleza cultural y por ende lejanas a las califi-
cadas como ciencias exactas, por lo que también corresponde
adunar a la obligación contrac
/////
/////13
tual de medios que asume el médico, la circunstancia factible de que puede haber diferentes medios para perseguir el
resultado de mejorar la salud del paciente siendo inclusive
discutible y no pacífico el o los criterios de rigor científico que puedan avalar el uso de determinado uno de ellos
por sobre los otros posibles.
Por último, tampoco es descartable la carga por parte
del médico de demostrar que en el resultado dado no querido
-por no coincidir con el fin perseguido- se dieron o influyeron factores de reacción adversa propios del organismo
del paciente, los cuales -obviamente- no eran dables de
preveer, ya que la actividad del galeno tiene su presupuesto básico en su conocimiento de rigor científico y en el
caso su especialidad, y por ello la misma debe caracterizarse por guardar un celoso acatamiento a la máxima prudencia que las circunstancias del caso exigían incluyendo las
previsiones sobre factores adversos que normalmente podían
acontecer y que debían consecuentemente ser de conocimiento
y dominio del que ejercita legalmente la medicina.
Sentado entonces el criterio de distribución de la
carga probatoria corresponde analizar los elemen
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/////
tos idóneos arrimados por los justiciables al proceso en
búsqueda de la determinación de la verdad real históricamente dada, de conformidad con las reglas de la sana crítica (art. 384 del CPCC) siendo necesario considerar de los
elementos probatorios producidos, aquellos que a criterio
del Juzgador resulten relevantes para la dilucidación de la
cuestión acerca de existencia o inexistencia de responsabilidad consecuente imputable a persona ajena del reclamante
-en el caso del médico tratante- y de existente relación
causal entre el obrar del galeno y la resultante dañosa.
Para tal fin, analizadas las actuaciones dadas, resulta relevante -de las producidas- la prueba de pericia médica oftalmológica (concretada como prueba anticipada) obrante a fs. 159/162, que se integra con explicaciones dadas a
fs. 212/222, debiendo considerarse que la prueba pericial
es un medio de excelencia para determinados casos integrando los conocimientos del Juez a través de explicaciones
técnicas (Liebman, E.T. "Manuale de diritto processuale civile" 2a.ed. t.II, I, p.93; SCBA Acs. 33.407, esta Sala,
causas 232.457, 233.323, 233.346) y ciertas apreciaciones
que efectúa el experto caben presumirlas sustentadas preci
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/////14
samente en el conocimiento que emana de la circunstancia de
detentar un título universitario habilitante de rigor científico con incumbencia en el tópico (arts. 457, 462 CPCC;
esta Sala, causas 236.437, 236.675, 236.699, 236.938 etc.).
Sobre la base de las constancias arrimadas al proceso
(documentos adjuntos a la demanda y su contestación), los
escritos introductivos del proceso y el examen oftalmológico de la demandante materializado en dos entrevistas (así
lo enuncia al comienzo) la perito actuante se expide en un
primer momento (fs. 159/162) sobre la base de los puntos de
pericia propuestos a fs. 118/121, teniendo como premisa que
el codemandado Meroni tuvo a su cargo las dos intervenciones quirúrgicas concretadas en el ojo derecho de la demandante y realizadas el 20.09.989 y el 22.09.989 (reconocido
en realidad por la actora al demandar que el 15.09.989 fue
operada del O.D.). Valorando que de la documental adjunta a
los obrados para la perito, la actora evidenció haber sido
atendida
por
los
Dres.
Raúl
Méndez
y
Bruno
Tosi
el
08.01.980 y el 20.07.981, es decir fechas muy anteriores a
las intervenciones quirúrgicas, no le fue posible a la perito determinar el "...% de agudeza visual..."
/////
/////
que detentaba la examinada con antelación inmediata a las
referidas
intervenciones
(en
realidad
a
la
primera
de
ellas). Constata que el ojo derecho de la examinada está
totalmente atrófico ("ptisis bulbis") y por supuesto la visión es inexistente. Esa situación -refiere- guarda relación con la patología presentada por la paciente y no con
los tratamientos indicados para solucionarla, es decir, la
"ptisis bulbis" del órgano es una consecuencia de sus patologías (interpreta el opinante el término en su segunda
acepción significativa, o sea la misma situación de enfermedad o anormalidad, ergo "consecuencia de las dolencias
que detentaba la peciente") y las complicaciones inherentes
a las mismas, respuestas que brinda frente al requerimiento
de la parte para que señale si la pérdida de la visión y
órgano guardan relación causal directa con los tratamientos
realizados por el demandado Meroni como asimismo si la pérdida de la visión es una consecuencia directa de la operación y posterior evolución (ver puntos de pericia nros. 1,
19, 20, 22 de fs. 118/121 y respuestas a los mismos de fs.
159/162).
Igualmente debe merituarse que la reacción facolítica
se produce por el resto de masas, mas la
/////
/////15
circunstancia de no haber estado la perito en el momento de
la cirugía le impide afirmar o negar un acto de impericia
médica (resp. 16ø. de fs. 159/162 a mismo punto de pericia
de fs. 118/121). Acota la experta (resp. 21ø. a ídem. punto
de pericia) que le es imposible afirmar que "...la paciente
ingresó al quirófano con visión y egresó sin ella y sin el
órgano..." por no haber estado presente en ese momento y
lugar. Agrega: "De las constancias médicas acompañadas surgiría que la paciente ingresó al quirófano con agudeza visual (OD) 1/10... Está claro que no perdió el órgano en la
cirugía y no puede establecerse si salió con visión...".
Posteriormente la perito a fs. 212/222 (excluyendo la
documental fotocopiada que adjunta a los fines de su "currículum vitae" destaca que el examen personal de la demandante lo concretó en tres entrevistas: 15 de junio, 23 de
agosto y 9 de septiembre de 1994. Esencialmente responde
que "...no surge de las pruebas que haya cursado con aumento de la presión ocular, por el contrario el ojo (se relaciona con OD, entendemos) presentó hipotonia y evolucionó
hacia una atrofia del globo ocular (disminución progresiva
de su volumen) llegando al caso extremo de reducirse a un
/////
/////
simple muñon, con pérdida de la función visual (ptisis bulbi)..." (fs. 218), aclarando que la revisión es actualmente
insuficiente para incriminar a la vitrectomía en si misma
como la génesis de ciertas atrofias, practicándose en ojos
altamente patológicos (traumatismos, hemorragias endooculares, endoftalmitis) tratándose de ojos preptísicos.
Destacando respecto del punto 16ø que no puede asegurarse que la reacción facolítica haya sido por un caso fortuito,
expresa
respecto
de
los
restos
cristalinianos:
"...pueden quedar ocultos detrás del iris y hacer su aparición en 12 horas o 24 horas posteriores a la cirugía. Si no
producen
reacción
inflamatoria
se
los
deja,
a
veces
se
reabsorben per se, o si la producen, se trata con corticoides locales y sistemáticos y eventualmente se interviene
nuevamente para aspirarlos o fagocitarlos por vitrectomía
(fs. 218).
En cuanto a la hipotonía es generalmente de mal pronóstico y pueden existir otras causas que la ocasionen, se
producen después de cirugías extracapsulares del cristalino
en el desprendimiento extenso del cuerpo ciliar y coroides,
pudiendo un ojo hipotónico provocar diagnósticos dudosos
precisamente por existir
/////
/////16
varias causas de hipotonía (fs. 218 vta.).
A posteriori destaca que se considera ausencia del
globo ocular cuando este fue enucleado, o sea extirpado
quirúrgicamente, cortado el nervio óptico y los músculos y
extraído de la órbita. En el caso de la actora el ojo existe pero esta ptísico y sin función.
Respecto a la relación causal de la pérdida del ojo
derecho la perito primigeniamente señaló que "...guardaban
relación con la patología de la paciente y no con los tratamientos indicados para solucionarla...", y en respuesta a
la pregunta de "porqué ello no provocó lesión en punto a la
resultante de la intervención del ojo izquierdo", dijo que
cabía suponer que el O.I. se comportó diferente al O.D.
porque sus cambios estructurales son y han sido diferentes
al O.D. y aclara que "...por supuesto que las maniobras
realizadas por el cirujano pueden haber sido más cuidadosas
sobre un ojo que sobre el otro (al menos sobre el ojo predispuesto a estar más enfermo).
A fs. 219 vta. la perito concretamente destaca:
® La pérdida de la visión se produjo en primer lugar
por la opacificación del cristalino
/////
/////
(cataratas), secuencialmente restos cristalinianos desencadenan una uveitis facolítica que además parece haberse
acompañado de una hemorragia vitrea¯ aclarando que tanto la
uveitis como la hemorragia constituyen una ®respuesta conflictiva de un ojo¯ a un tratamiento quirúrgico, siendo que
a mayor cantidad de respuestas negativas o complicaciones
mayor posibilidad de falta de recuperación visual. Estas
alteraciones obligan a un tratamiento que supone la perito
se instituyó para solucionarla, de allí que sostuviera en
su primera presentación que la pérdida visual dependió de
las complicaciones y no de los tratamientos que trataron de
solucionarlas (fs. 220).
Reiterando que de los antecedentes de autos surge que
"no perdió el órgano en la cirugía y no puede establecerse
si salió con visión" destacando que jamás esos pueden ser
los resultados esperados, resume (fs. 220 vta.).
a) "las patologías de la actora han sido miopía y cataratas".
b) "la uveitis y la hemorragia vitrea fueron la respuesta a una cirugía con complicaciones"
c) "ni el miope ni el que padece de cataratas
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/////17
desemboca irremediablemente en una ptisis bulbi"
d) "en realidad no es la patología de la actora la que
provoca la ptisis bulbi, sinó el devenir de una serie de
alteraciones oculares a una cirugía complicada"
e) "el porqué ese ojo sufrió una serie de alteraciones, es porque muy probablemente el O.D. haya estado estructuralmente más alterado que el O.I., por ejemplo vítreo
más patológico, esclera más laxa, vasos arteriales más frá-
giles, mayor cantidad de lesiones predisponentes al desprendimiento de retina".
Más allá de la no coincidencia entre esta perito y las
dadas por el perito cirujano plástico cuyo dictamen obra a
fs. 464/465, y la aparente discordancia entre lo señalado a
fs. 161 vta. (puntos 20ø. y 22ø.) con lo dicho a fs. 220
vta. (punto XXII) por la propia perito, entiende el opinante que no existen razones de peso (con fundamentos de rigor
científico) que ameriten apartarse de las conclusiones dadas por ella, y sí solo cabe considerar profunda, meditada
y rigurosamente las mismas. El dictamen pericial dado en un
juicio, salvo específicas situaciones dadas en procesos especiales, siempre queda en definitiva -como el resto de los
ele
/////
/////
mentos de prueba producidos- sujeto a la valoración del
Juez conforme las reglas de la sana crítica, por lo que carece de inicial efecto o fuerza vinculante ya que el Magistrado
puede
apartarse
de
las
conclusiones
del
experto
(arts. 384, 474 del CPCC; SCBA Acs. 49.383, 49.735, 53.489;
esta
Sala,
causas
233.323,
235.298,
235.453,
236.938),
siendo criterio de nuestro más Alto Tribunal que en este
último supuesto, debe el juez dar mínimamente las razones
de su apartamiento (SCBA en "Acuerdos y Sentencia" 1991-I-
710; esta Sala, causas 219.059, 219.159, 220.450, 222.003,
222.187, 223.417, 224.898, 235.453, 236.938 cits.).
En relación a la prueba de confesión judicial cabe recordar que desde la perspectiva del absolvente corresponde
otorgar eficacia probatoria a la absolución de posiciones,
sólo cuando en ese acto de confesión -realizado con cumplimiento de todas las exigencias formales (arts. 402, 407,
408, 409, 415 del CPCC; SCBA Ac. 50.514) la parte absolvente da respuestas que le resultan desfavorables y por contrapartida, le son favorables a la parte contraria (arts.
384, 421 CPCC; SCBA L-46.447, íd. en "Acuerdos y Sentencias"
1991-I-782;
esta
Sala,
causas
234.822,
236.112,
236.852) y en lo refe
/////
/////18
rente a los efectos para el ponente corresponde tener por
reconocidas al mismo aquellas circunstancias fácticas que
en forma asertiva ha vertido en el respectivo pliego de posiciones, pues es el efecto que la ley le otorga al mismo
(art. 409 del CPCC; SCBA en "Acuerdos y Sentencias" 1989-I248; esta Sala causas 234.637, 236.303, 236.548) no obstando a ello la negación de tales hechos efectuada con antelación y oportunamente en la etapa introductiva del proceso.
En ese entendimiento, nada resulta eficaz a los fines
de la dilucidación de existencia o inexistencia de "mal-
practice" la absolución dada por el co-demandado Meroni
(ver fs.312 vta. a tenor de pliego de fs.311). En cuanto a
la concretada por la accionante (ver fs.555 a tenor pliego
de fs.552/554) es dable destacar en punto a los efectos para el ponente que la actividad quirúrgica a realizar "para
extraer los cristalinos opacos" fue planteada por el Dr.
Meroni (tenor posic. 7a.). De su lado, la absolvente reconoce como cierto: a) que fue intervenida en primer término
en el O.D. (resps. posic.19ø y 20ø); b) que luego de ambas
operaciones en un control se advirtió buena evolución y
agudeza visual en ambos ojos (resp. posci. 26ø), c) que
/////
/////
el Dr. Meroni insistió en el cumplimiento de la administración de la medicación recetada con el objeto de evitar futuras complicaciones (resp. 27ø posic.); d) que el 27 de
septiembre de 1989 le fue realizado un nuevo lavaje en el
O.D. (íd. 29ø); e) que al día siguiente del mencionado en
la posición 29ø es controlada constatándose visión en el
ojo derecho y una correcta evolución en el O.I. (íd. 30ø);
f) que fue controlada con regularidad durante los meses de
septiembre y octubre de 1989 (íd. 31ø); g) que a partir de
octubre de 1989 el Dr. Meroni le aconsejó un control cada
48 horas en razón de la situación comprometida del O.D.
(íd.
36ø);
h)
que
vuelve
a
consulta
los
días
17.10
y
30.10.989, siendo asistida por última vez en el consultorio
del co-demandado el 20.11.989 (resps.37ø y 40ø) acotando
que no veía nada del ojo derecho (resp.41ø); i) que "reaparece" en el relacionado consultorio para solicitar su historia clínica recién en esa ocasión el Dr. Meroni toma conocimiento de la pérdida de la visión del O.D. (ver texto
posics.42ø y 43ø y respuestas pertinentes, sobre todo la
dada a la 43ø).
En lo referente a la cuestión esencial que es motivo
de consideración -acción culposa del demandado,
/////
/////19
daño y relación causal entre una y otro- no existen otros
elementos probatorios de incidencia, por cuanto los informe
obrantes a fs.291 (parcial y efectuado mediante escrito
presentado a los autos), fs.296 al margen de su eficacia
probatoria en virtud de lo dispuesto por los arts.394 y 395
de la ley 7.425, relacionan actos diferentes a los imputados al Dr. Meroni y en manera alguna exhiben pautas demostrativas de los presupuestos fácticos que se tratan de
dilucidar, como tampoco resulta nada que aparezca como eficaz para el thema decidendi de la declaración testimonial
de
Daniel
Jorge
Bermúdez
(fs.334;
arts.384,
456
del
C.P.C.C.). Por lo demás, los informes de fs.369, 374/379,
478 que en lo pertinente apunta a las secuelas psíquicas de
este hecho, pericia de fs.464/465 que se relaciona con un
daño estético, informe de fs.481/482 a cargo de asistentes
sociales, dictamen de fs.504/506 contando con informe de
fs.507/509 con más las explicaciones de fs.519/523 tampoco
arrojan luz sobre la temática en consideración.
En base a lo hasta aquí reseñado, puede decirse que no
se encuentra debidamente probado en autos ni cabe presumir
judicialmente (art.163 inc.5ø segunda
/////
/////
parte ley 7.425):
A) que el co-demandado Meroni hubiese obrado en sus
actuaciones como médico oftalmólogo cirujano con culpa, es
decir, con imprudencia, impericia o negligencia.
B) que la demandante se hubiese visto sometida (contra
su voluntad) ni física o psíquica a enfrenar una operación
no deseada. Es más, cabe suponer su conformidad con la
práctica quirúrgica si es que se presentó a ella. Sin perjuicio de la diversidad de procederes que cada ser humano
en forma individual pueda concretar, existen pautas -más
allá de las simplemente comunes a todos- que bien pueden
evaluarse como reacciones estadísticamente mayoritarias, o
dicho de otra forma, existen actitudes en la mayoría de los
seres humanos que aparecen como reacciones comunes, y entre
ellas sin hesitación puede decirse que por regla (ergo, ad-
mite excepciones) quién padece de miopía y cataratas y debería someterse a una sugerida o aconsejada intervención
quirúrgica en ambos ojos, tiene tendencia a efectuar "consultas" -antes de decidirse a concretar el acto quirúrgicocon otro u otros profesional/es de la especialidad a efectos de tratar de detectar si esa in
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tervención quirúrgica es la solución más aconsejable, toda
vez que por un lado el tener que someterse a cirugía genera
el inicial temor por el riesgo que casi siempre conlleva y
además para tratar de determinar un cierto grado de conciencia que permita al profano en las ciencias médicas -sin
perjuicio de un buen nivel cultural general como el que al
parecer ostenta la actora- gozar de cierta tranquilidad de
que el fin perseguido puede lograrse en principio.
Es en definitiva para el opinante un "hecho notorio"
que la operación de la vista de una persona que detentaba
un grado trascendente de miopía y cataratas implica un acto
o actos que potencialmente deben considerarse riesgosos.
Tampoco se ha probado en autos que en el tratamiento
posterior a la intervención quirúrgica en si misma (los
controles
y
suministro
de
medicación,
lavaje)
el
co-
demandado actuara en forma culposa de manera que esa su ac-
tuación relacionada, fuere la causa de la pérdida de la visión.
E) Está admitido por la demandante al absolver posiciones que en el control posterior a ambas operaciones tenía buena evolución y agudeza visual en am
/////
/////
bos ojos (ver citada absolución de posiciones y respuesta a
26ø posición).
Sentado ello, corresponde considerar que conforme lo
señaló la perito médica oftalmóloga:
® la pérdida de la visión se produjo en primer lugar
por la opacificación del cristalino (cataratas); secuencialmente,
restos
cristalinianos
desencadenan
un
uveitis
facolítica que además parece haberse acompañada de una hemorragia vítrea, circunstancias estas dos últimas que constituyen una respuesta conflictiva de un ojo a un tratamiento quirúrgico, en definitiva la pérdida visual dependió de
las complicaciones y no de los tratamientos dirigidos a solucionarlas; ergo, la ptisis bulbi es provocada por el devenir de una serie de complicaciones oculares a una cirugía
complicada¯.
Si consideramos que no se acreditó la causa de la
reacción facolítica, por cuanto si bien no puede asegurarse
-al decir de la perito- que haya sido por caso fortuito,
tampoco puede asegurarse que lo pueda haber sido por negligencia, impericia o imprudencia o ligereza del médico al
someter a una operación "complicada" con menoscabo de la
ocurrencia de eventua
/////
/////21
les complicaciones oculares, ya que no debe olvidarse que
los restos cristalinos pueden quedar inicialmente ocultos
al cirujano, y a su vez pueden reabsorberse, pueden ser
tratados y eventualmente absorbidos mediante otra intervención. Si adunamos a ello que tanto la uveitis facolítica
como la eventual y presumida hemorragia vítrea puede ser la
respuesta conflictiva de un ojo, o la reacción a la "agresión" que toda intervención quirúrgica encierra por constituir una alteración provocada al estado de cosas dado, y no
olvidamos que la propia demandante admitió como cierta la
circunstancia de que en un control posterior a las dos operaciones tenía en ambos ojos buena evolución y agudeza visual, cabe a entender del opinante concluir que no está
acreditado en autos que la pérdida de ojo derecho se haya
debido al actuar del Dr. Meroni, quién a estar a lo que
emerge de las constancias probatorias analizadas adoptó los
medios necesarios e idóneos para superar la miopía y cataratas que sufría la actora paciente, y siguió -frente a los
inconvenientes- asumiendo la atención con medios no cues-
tionables para superarlos hasta el momento en que la actora
admitió ser asistida por el mismo. Tampoco a entender del
opinante puede conside
/////
/////
rarse probado ni siquiera por presunción judicial que la
demandante fuera impelida por el galeno a la realización de
los actos quirúrgicos que de por sí resultaban riesgosos
por la patología de la demandante, como no existen elementos para considerar que era de precioso y previo conocimiento del profesional actuante que ese ojo derecho, frente
a la cirugía materializada, iba a generar complicaciones de
forma tal de concluir inevitablemente en una ptisis bulbi.
Si los factores desencadenantes de la pérdida de visión en el ojo derecho dados a posteriori de las operaciones fueron consecuencia de una intervención no aconsejable
pues de materializarse indefectiblemente el derrotero dañoso sería inevitable, o resultaron desgraciadamente reacciones propias del organismo de la paciente las que complicaron un pronóstico no esperado ni deseado por parte del profesional actuante no obstante la idoneidad de los medios
puestos al servicio de la paciente para mejorar su patología, son circunstancias que quedarán en la duda del opinante, quién frente a esa disyuntiva no puede considerar justa
una decisión que relacione causalmente la resultante dañosa
con el actuar del galeno, por lo que se ha de propiciar se
re
/////
/////22
voque la sentencia dictada y ante la falta de prueba, de
hechos que por su número, gravedad, precisión y concordancia lleven a la íntima convicción de que existió de parte
del profesional médico una responsabilidad en la conclusión
dañosa a repararse civilmente, correspondería absolver al
mismo.- En caunto a las costas, la persistente duda de
existencia o inexistencia de nexo causal entre el actuar
médico y el daño padecido generan en el opinante la convicción de que la actora pudo considerarse asistida de legítimo derecho a efectuar el reclamo indemnizatorio como lo hizo, razón por la que en virtud del art.68 segunda parte del
C.P.C.C., estimo equitativo establecer en ambas instancias
las costas en el orden causado, proponiendo por ende la modificación del fallo también en este aspecto (arts.68, 274
del C.P.C.C.).
En razón de lo expuesto, emito mi VOTO POR LA NEGATIVA.
El Sr. Juez Dr. Juan Carlos Rezzónico, adhirió al precedente voto por aducir iguales fundamentos.
A LA SEGUNDA CUESTION, el Sr. Juez Dr. Néstor Walter
Vásquez, dijo:
Que en base al resultado de la votación a la
/////
/////
cuestión que antecede, corresponde concluir que debe revocarse la sentencia dictada, absolviendo al demandado José
A. Meroni respecto del reclamo de indemnización de daños y
perjuicios por "malpractice" en el ojo derecho de la actora, con costas en ambas instancias en el orden causado, debiendo posponerse la regulación de los honorarios correspondientes a los trabajos realizados por los profesionales
en esta Segunda Instancia para su oportunidad (art.31 del
DL.8.904/977).
ASI LO VOTO
El Sr. Juez Dr. Juan Carlos Rezzónico, adhirió al precedente voto por aducir iguales fundamentos, con lo que se
dio por finalizado el Acuerdo, dictándose por el Tribunal
la siguiente:
S E N T E N C I A
La Plata,
12de junio de 2001.
AUTOS Y VISTOS:
CONSIDERANDO:
Que no es justa la sentencia apelada (arts. 512, 901,
906, 1068, 1074, 1109, 1111, 1112, 1113 del C. Civil; 163,
260, 261, 266, 272, 375, 384, 402, 407,
/////
/////23
408, 409, 415, 421, 457, 462, 474 del CPCC).
Por ello: y demás fundamentos del precedente Acuerdo,
se revoca la sentencia dictada, absolviendo al demandado
José A. Meroni respecto del reclamo de indemnización de daños y perjuicios por "malpractice" en el ojo derecho de la
actora, con costas en ambas instancias en el orden causado,
debiendo posponerse la regulación de los honorarios correspondientes a los trabajos realizados por los profesionales
en esta Segunda Instancia para su oportunidad (art.31 del
DL.8.904/977). Reg. Not. Dev.
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