http://www.scba.gov.ar/falloscompl/c...0102128808.doc

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REGISTRADA BAJO EL Nº 354
Expte. Nº 128.808
Fº
Juzgado
7
Sec. 3
En la ciudad de Mar del Plata, a los
14
días del mes de
junio de dos mil cinco, reunida la Excma. Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial, Sala Segunda, en acuerdo
ordinario a los efectos de dictar sentencia en los autos:
"QUINTAIE, NESTOR R. C/ ESTEBAN, CLAUDIO
JUICIOS”,
habiéndose
practicado
S/ DAÑOS Y PER-
oportunamente
el
sorteo
prescripto por los artículos 168 de la Constitución de la
Provincia y 263 del Código de Procedimientos en lo Civil y
Comercial, resultó que la votación debía ser en el siguiente orden: Dres. Nélida I. Zampini y Rafael F. Oteriño.
El Tribunal resolvió plantear y votar
las siguientes
CUESTIONES
1)
¿Es
2)
¿Que
justa
la
sentencia
de
fs.
160/167?.
pronunciamiento
corresponde
dictar?.
A LA PRIMERA CUESTION PLANTEADA LA SRA.
JUEZ DRA. ZAMPINI DIJO:
I.- Dicta sentencia el Sr. Juez de Primera Instancia rechazando en su totalidad la demanda interpuesta por Néstor Rubén Quintaie contra Claudio Esteban y
en consecuencia absolviendo libremente de la misma a este
último y a la citada en garantía Mapfre Aconcagua Cia. de
Seguros S.A., con imposición de costas al demandado vencido.
Dicho pronunciamiento es apelado por la
parte actora a fs. 163, quien expresa sus agravios a fs.
180/182, los que no fueron contestados por la contraria.
II.- El recurrente se agravia por cuanto la sentencia desestima la demanda minimizando la calidad
de embistente del accionado y sobre la base del el erróneo
argumento de que se encuentra prohibido girar a la izquierda sobre una avenida.
Manifiesta que el Juez “a quo” hace una
aplicación equívoca del art. 54 inc. 5 de la ley 11.430,
dado que dicha disposición se aplica en aquellas intersecciones en las que exista un semáforo, circunstancias que no
ocurren en el supuesto de autos, lo que –a su juicio- demuestra el error del fallo.
En apoyo de sus dichos cita un precedente de primera instancia in re “Storino Raúl Ernesto c/
Rizzi Enzo Carlos S/ Daños y perjuicios”, que refiere haber
sido confirmado por esta Alzada, en la que el actor efectuó
una maniobra como la juzgada en autos –gira a la izquierda
en una avenida sin semáforo- siendo embestido, “y en la de-
cisión de ambas instancias se hizo lugar a la demanda sin
que se cuestionara en forma alguna su maniobra” (textual
fs. 180 vta.).
Finalmente,
reproduciendo
lo
expuesto
por el perito y el testimonio de fs. 110/111, intenta destacar que su maniobra de giro fue realizada correctamente y
que la responsabilidad del evento es atribuible exclusivamente al demandado, quien traspuso la bocacalle a excesiva
velocidad –hecho que a su entender lo demuestra la calidad
de embistente y la entidad de los daños irrogados-.
III.-
Pasaré
a
analizar
los
agravios
planteados.
Ante todo debo señalar que asiste razón
al apelante en cuanto a la inaplicabilidad al supuesto de
autos de lo normado en el art. 54 inc. 5to. de la ley
11.430 (Código de Tránsito de la Provincia de Buenos Aires).
En efecto, basta observar el epígrafe
de la aludida norma para advertir que el art. 54 reglamenta
distintos aspectos de la circulación en las vías públicas
semaforizadas, circunstancia fáctica que no condice con las
de autos, toda vez que en la intersección de las calles
donde se produjo el accidente que motivo los presentes ac-
tuados no existía ningún semáforo que regulara el tránsito
vehicular.
De este modo, la “presunta infracción” no puede erigirse
como fundamento de la eximente de responsabilidad objetiva
contemplada en el art. 1.113 del Código Civil, puesto que como fue señalado- dicha maniobra, en principio, no se encuentra prohibida.
Ello, sin perjuicio de analizar a la luz de la mecánica
del accidente y con independencia de la calificación legal
que se atribuya al giro realizado, si la conducta del actor
ha tenido entidad suficiente para ser considerada causa o
concausa del evento dañoso, es decir, si tuvo o no aptitud
para interrumpir total o parcialmente el nexo de causalidad
entre el hecho y el obrar dañoso (argto. arts. 901/906 y
1.113, 2da. parte, 2do. Párrafo).
Partiendo de tal premisa, encuentro que
la maniobra de “giro hacia la izquierda” efectuado por el
actor en la Avenida Juan B. Justo para tomar la calle Chaco, si
bien no contraría la ley de tránsito, es “singular-
mente riesgosa” en atención al peligro que engendra tal
desplazamiento por interferir en el tránsito de quienes
circulan
por la misma vía en dirección opuesta. Así
lo ha
considerado la doctrina y jurisprudencia en numerosos precedentes (argto. jurisp. Esta Alzada, Sala I, causa 96.296,
RSD-103-5 del 25/04/96; Cám. de Apel. Civ. y Comercial de
Azul, causa 7.803, RSD-197-84 del 12/09/84; Cám. 1ra. de
Apel.
Civ. y Com. de La Plata, Sala III, causa 227.221,
RSD-138-97 del 24/04/97; 238.569, RSD-48-2 del 18/04/2002;
Cám. 2da. de Apel.
Civ. y Com. de La Plata, Sala III; cau-
sa 86.050, RSD-229-97 del 18/09/97; 90.949, RSD-43-00 del
16/03/2000; Cám. de Apel. Civ. y Com. de Quilmes, Sala I,
5.053, RSD-48-2 del 8/08/2002; Cám. 1ra. de Apel. Civ. y
Com. de
San Nicolás, causa 4.808, RSD-29-3 del 6/03/2003;
; Bellucio: “Código Civil y leyes complementarias. Comentado, anotado y concordado”, T. V, Ed. Astrea, 1.990, pág.
507, pto. e).
Ilustrando el peligro de este tipo de
virajes, Conde-Suarez explica que “la maniobra de giro a la
izquierda, en arteria de doble mano, entraña considerables
riesgos, a tal punto de habérsela prohibido desde antigua
data en avenidas de cierta importancia, pues se interfiere
con ella la circulación de vehículos que lo hacen por la
mano contraria”(Conde-Suares: “Tratado sobre responsabilidad por accidentes de tránsito- Vol. 2, Responsabilidad por
violación a las normas de tránsito”, Ed. Hammurabi, Bs.
As., 1.997, pág 308).
Es por ello –continúa- que toda maniobra de giro debe ser
efectuada con suma cautela, tanto más si se tiene en cuenta
que el conductor que dobla a la izquierda, puede encontrarse con vehículos que gozan de preferencia de paso por aparecer a la derecha del que gira (Conde-Suarez, op. cit.,
pag. 309).
Aplicando dichos principios al supuesto
de autos, no puedo menos que concluir que el actor con su
conducta ha contribuido, al menos parcialmente, en la producción del evento dañoso.
Tal conclusión se apoya, en primer término, en que las circunstancias de persona, tiempo, modo y
lugar en la que se produjo el accidente ( tales como: a- el
giro a la izquierda en una avenida de doble mano y de importante tráfico vehicular, b- en horas de la noche; c- con
iluminación artificial y; d- que el pavimento se encontraba
mojado) exigían a la actora extremar la precaución al momento de realizar el giro, máxime teniendo en consideración
que “...lo acertado y razonable es que cuando se intenta
girar a la izquierda en una vía que es de doble sentido de
circulación se ceda el paso al vehículo de la mano cuya
circulación se va a interrumpir y no transitar en cálculos
o estimaciones, pues el resultado disvalioso de una desacertada apreciación es el acaecimiento de la colisión...” (
Cám. 2da. de Apel. Civ. y Com. de La Plata, Sala III, causa
90.949, RSD-43-00 del 16/03/00).
Por otra parte, si bien el código de
tránsito
no
consagra
expresamente
en
estos
supuestos
a
quien asiste la prioridad de paso, su armónica interpretación permite inferir que recae sobre quien circula en línea
recta por la mano contraria de la avenida, pues se presenta
respecto del conductor que inicia el giro “desde su derecha
hacia su izquierda” en una vía que, en virtud de la maniobra efectuada por quien vira, se torna transversal en los
términos del principio general de prioridad de paso establecido en el inc. 2 del art. 57, ley 11.430.
Apoya dicho razonamiento, la excepción
establecida en el apartado “h” de la citada norma, al establecer que la prioridad de paso de quien circula por la derecha se pierde “...cuando se vaya a girar hacia una vía
transversal...”.
El precedente inciso muestra en forma
clara la intención de la normativa vial de priorizar el paso de quien circula manteniendo su línea de desplazamiento
por sobre aquél que emprende un giro, máxime si se tiene en
consideración los numerosos requisitos que exige en esté
último supuesto el art. 53 de la ley 11.430.
En suma, ante estas circunstancias estimo que el hecho del actor ha de repercutir atenuando la
responsabilidad atribuida al demandado pero sin excluirla
totalmente, pues como se verá su conducta contribuyó causalmente en la producción del ilícito.
Resulta oportuno aclarar a esta altura que
el apelante se
equivoca al referir que este tribunal confirmó la decisión
del Juez de primera instancia in re “Storni Raúl Ernesto c/
Rizzi Enzo Carlos S/ Daños y Perjuicios”, donde el actor
efectuó un giró como el que aquí se juzga, sin que dicha
maniobra fuera cuestionada “...en ambas instancias...”(v.
segúndo párrafo de fs. 180vta.), pues en realidad esta Cámara no tuvo oportunidad de pronunciarse al respecto habida
cuenta que el recurso articulado contra dicho pronunciamiento fue desistido.
Es decir, que la sentencia de la instancia de grado quedó firme ante el desistimiento
del re-
curso de apelación interpuesto por la compañía aseguradora
citada en garantía, sin que el tribunal de Alzada analice y
resuelva la cuestión.
Retomando el análisis de la responsabilidad en el ilícito,
cabe señalar que si bien deben descartarse las manifestaciones vertidas por el accionante en torno a que el demandado circulaba a excesiva velocidad, ya que tal hecho no ha
sido probado (art. 375 y 384 del C.P.C.), no pudiendo tenérselo por acreditado sobre la exclusiva base de la apreciación subjetiva que al respecto efectúa el único testigo
que depuso en autos al respecto(v fs. 110/111), existe un
suceso que por el contrario considero debidamente acreditado y que grafica la aludida participación material del demandado, cual es: que el rodado que circulaba en idéntico
sentido que el suyo (por la Avenida Juan B. Justo hacia
Champagnat) cedió el paso al actor, para lo cual no tuvo
necesidad ni de detenerse, pues como señala el testigo en
su declaración “...no fue necesario frenar por la distancia
que separaba al dicente con el vehículo que realizaba la
maniobra de giro y la suficiente antelación con que anunciaba dicha maniobra por lo que solo bastaba reducir la velocidad...” (textual declaración testimonial de Héctor Evaristo Meneses, respuesta a pregunta 4ta. De fs. 111).
Conforme lo expuesto y teniendo en consideración el cuidado
y la prevención con la que se debe circular, “conservando
en todo momento el dominio efectivo del vehículo o animal,
teniendo en cuenta los riesgos propios de la circulación y
demás circunstancias del tránsito...” (art. 51 inc. 3 ley
11.430),cabe concluir que, al igual que el testigo, cupo al
demandado la posibilidad de ceder el paso al actor y no lo
hizo, sea por falta de prudencia o por no contar con el
efectivo dominio de su vehículo, omitiendo realizar las diligencias necesarias para evitar la colisión de su parte
(argto. Cám. 1ra. Civ. y Com. de La Plata, Sala II; causa
208.626, RSD-69-91 del 25/04/91).
En conclusión, advierto que la conducta de ambas partes ha
sido causalmente adecuada y relevante en el desenlace dañoso, por lo que de acuerdo a lo expuesto, las pruebas valoradas, la doctrina y jurisprudencia citada y las normas que
regulan la relación de causalidad, estimo justo y razonable
atribuir responsabilidad concurrente a las partes en un 50%
a cada una.
IV)
Sentado
lo
anterior,
corresponde
considerar los rubros reclamados.
En este orden, el actor reclama los siguientes daños: a.- reparación del vehículo, $ 5.418; bdisminución del valor venal, $ 400; y c- privación de uso
del automotor $ 300; (v. Punto III. de fs. 13vta/14).
a- Daño emergente-Reparación del rodado:
Conforme lo ha expuesto esta Alzada “el
daño emergente está dado por la pérdida o empobrecimiento
efectivamente sufrido por las consecuencias del hecho ilícito, y para su reconocimiento rige el principio de reparación integral...” (causa, 113.974 RSD-174-1 del 9/08/2001).
En consecuencia, habiendose acreditado
que el vehículo del actor ha sufrido daños materiales (ver.
Fotografías de fs. 11/12 y 62/63; documental de fs. 5/7 y
10; informativa de fs. 61/81; 126/130)entiendo que corresponde admitir el presente, restando analizar su cuantificación.
En ese orden, la prueba por excelencia,
a los fines de acreditar y estimar el monto de los daños
materiales del automóvil está dada por el dictamen del perito ingeniero mecánico, pues es quien tiene suficiente
idoneidad para expedirse acerca de si el monto de la reparación se adecua a la naturaleza y extensión de los daños y
a los valores que muestra la realidad económica (argto. jurisp.
esta
Cámara
y
Sala,
causa
114.056,
RSD
del
6/02/2003).
De la peritación mecánica surge que el
costo de la reparación del rodado se adecua a los precios
de
plaza
(respuesta
al
punto
1
del
dictamen
de
fs.
126/130).
De
allí
que,
encontrándose
acreditado
que el actor abonó a “Talleres Luchetta) la suma de $ 3.000
(conf. documental de
fs. 5 y testimonial de de fs. 94,
respuesta 4ta.)más $ 2.418 que le irrogaron los respuestos
vendidos por “Gamar” (v. fs. 6/7, oficio de fs. 54vta.) estimo prudente fijar por este parcial la suma de $ 5.418, la
que se adecuará al porcentaje de responsabilidad atribuido
a las partes (art. 165, 375, 384, 474
y ccdts. del C.P.C.;
arts. 1.068, 1.069, 1.083 y ccdts. del Cód. Civil).
Dicha indemnización devengará intereses
moratorios (art. 622 del Código Civil), que serán aplicados
según las tasas que paga el Banco de la Provincia de Buenos
Aires en sus operaciones de depósito a treinta días según
los distintos períodos de aplicación desde la fecha de la
mora, la que tratándose de “daños por costo de las reparaciones” debe computase desde la fecha de pago de los arreglos (argto. jurip. esta Cámara y Sala, causa 88.709, RSD382-93 del 18/11/93; 96.270, RSD-45-96 del 18/11/93)es decir,
en autos,
desde el 31 de julio del 2000, respecto de
las gastos de repuestos, y desde el día 3 de agosto de 2000
en los atinentes al pago del tallerista (arts. 622 del Cód.
Civil).
b- Disminución del valor venal:
Señala Zabala de González, que siendo
la desvalorización venal del automotor una materia técnica
y circunstanciada resulta de suma importancia un peritaje
mecánico que practique un examen del vehículo a fin de esclarecer el carácter y gravitación de los desperfectos sufridos por el mismo (Zabala de González, Matilde; "Resarcimiento de daños. Daños a los automotores", Vol. I, Edición
Hammurabi, Bs. As., pág. 79 y ss.).
En igual sentido esta Sala ha dicho que
"...para determinar la desvalorización venal del automóvil
dañado, es ineludible la prueba pericial, pues aún cuando
es generalizada la idea que el vehículo chocado pierde parte de su valor en la cotización del mercado, ello se encuentra supeditado a las secuelas de los desperfectos luego
de la reparación, y esa determinación solamente puede ser
brindada por medios técnicos que únicamente los expertos
pueden
proporcionar
mediante
la
respectiva
prueba
peri-
cial..." (esta Sala, causa nº 101.477 y 101.459, RSD 284/00
del 11/07/2000, en igual sentido Cám. Apel. Civ. y Com., La
Plata, causa nº 69.375, RSD 140/90 del 07/04/1990).
Desde esta perspectiva, encuentro en el
sublite que si bien el perito se pronuncia sobre la desvalorización del rodado estimándola en un 4% (v. punto 3 del
dictamen, a fs. 127vta.), el peritaje no fue realizado sobre la base de un examen del rodado luego de su reparación,
tal como se desprende de los “parámetros” apreciados por el
idóneo en su dictamen (v. fs. 127vta. 3er párrafo).
Con ello quiero significar que en lo
atinente a este punto de pericia el dictamen no reúne el
suficiente respaldo técnico y científico que exige el art.
473 del C.P.C. para lograr la convicción de la suscripta,
dado que el idóneo se pronuncia, sin haber inspeccionado
directamente
el
vehículo,
sobre
un
rubro
que
pondera
-
además de la existencia de daños estructurales- las secuelas de los desperfectos (imposibilidad de disimular los daños) y que indefectiblemente requiere la observación del
resultado de las reparaciones (art. 474 del C.P.C.; argto.
jurisp. esta Cámara y Sala, causa 88.709, RSD-382-93 del
18/11/93; 96.270, RSD-45-96 del 29/02/96).
En consecuencia, el principio que consagra la necesidad de la prueba pericial para la determinación del rubro se acota cuando –como en autos- se trata de
una pericia elaborada a partir de las fotografías del automotor y no de su inspección directa, lo cual limita la certidumbre técnica del perito y autoriza al juzgador, a partir de los datos de su experiencia, a tomar distancia de la
estimación del idóneo(argto.jurip. esta Cámara y Sala, causa 113.296, RSD-412-00 del 5/10/2000).
Partiendo
tal
premisa,
cabe
recordar
que la reparación de partes de chapa y carrocería del automotor no siempre producen una périda en su valor de venta;
para producir este resultado ha dicho la jurisprudencia
“...las averías deben tener una entidad tal que, a pesar de
la mejor reparación, queden evidencias que resulten susceptibles de persuadir a cualquier eventual adquirente del
mismo, ya no sólo de la ocurrencia de un ilícito, sino de
que en él se podrían haber afectado partes esenciales de la
estructura del rodado...” (argto. jurisp. Cám. Civ. y Com.
de
San
Martín,
Sala
II,
causa
48.516,
RSD-460-00
del
09/11/2000).
Por tal motivo la exstencia de este particular daño no escapa a la regla general que prescribe que todo daño debe
ser acreditado (arts. 375 del C.P.C. y 1.067 del Cód. Civil).
En ese orden, resulta relevante el testimonio del Sr. Juan Carlos Luchetta (tallerista que reparó
el vehículo del actor) de cuya declaración se desprende que
no han quedado secuelas de la reparación del rodado. Así
a
fs. 94 declara que el vehículo quedó en buen estado de uso
y conservación (respuesta a repregunta 1ra), que se le pusieron todos repuestos nuevos y originales (2da.) y que el
trabajo de reparción efectuado sobre el vehículo del actor
fue excelente (4ta.), calificación a la que remite cuando
es interrogado de si “se nota que el automóvil fue chocado”
(repregunta 5ta.).
En suma, teniendo en consideración los
dichos del testigo quién precisamente efectuó los arreglos
y observo los resultados y ante la ausencia de un efectivo
examen sobre el rodado por parte del perito que otorgue mayor valor a su dictamen, considero que el actor no cumplió
con la carga de demostrar la existencia de una minoración
patrimonial en el precio de venta del rodado, y por ende no
corresponde admitir el reclamo en este aspecto (art.
375,
348, 456, 472, 474, y ccdts. del C.P.C.; arts. 1.068 y
1.069 del Cód. Civil).
c- Privación de uso del automotor:
Nuestro Superior Tribunal Provincial ha
expresado que "...la privación de uso del automotor no escapa a la regla de que todo daño debe ser probado, no constituye un supuesto de daño "inre ipsa", por lo que quien
reclama por este rubro debe probar que efectivamente esa
privación
le
ocasioná
un
perjuicio..."
(S.C.B.A.,
Ac.
44.760 del 02/08/94; 52.441 en A. y S. 1995/I/597; Ac.
54.878 del 25/11/1997).
Sentado ello, tengo para mí que el actor no ha cumplido en autos con la carga de acreditar el
perjuicio invocado, toda vez que si bien ha demostrado su
profesión y que sus hijos concurren a los establecimientos
educacionales referidos en la demanda
no ha probado el soporte fáctico que viabiliza el reclamo
por éste concepto cual es que la privación del vehículo por su imposible utilización- haya producido en su patrimonio un menoscabo (art. 375, 384 y ccds. del C.P.C.).
En efecto adviértase que no se pudo demostrar la utilización de un medio alternativo de transporte, puesto que en
la contestación el oficio enviado a Servitaxi a fs. 104
consta que “...resulta imposible elevar lo requerido ya que
en esta sociedad no existen archivos de los viajes a la fecha mencionada...” (textual fs. 104).
Conforme lo dicho, ante la ausencia de prueba del detrimento patrimonial que ocasionó la indisponibiildad del rodado
durante el tiempo que demandó su reparación, el presente
rubro no puede ser acogido (art.
375, 348 y ccdts. del
C.P.C.; arts. 1.068 y 1.069 del Cód. Civil).
V) COSTAS.
Esta
Cámara
y
Sala
tiene
resuelto
reiteradamente, en consonancia con abundante jurisprudencia
de otros tribunales de igual jerarquía, que en las demandas
por daños y perjuicios las costas forman parte integrante
de la indemnización, razón por la cual, aun cuando la pretensión no prospere en su plenitud, la vencida debe cargar
con
el
peso
de
las
costas
(causas
73.600,
RSD-381-89;
93.734, RSD-434-95; 110.482, RSI-151-00 y otras).
En razón de ello y siendo que la atribución de responsabilidad en un 50 % a la demandada, no le
quita su carácter de vencida, las costas de primera instancia deberán ser soportadas por ésta (art. 68 del CPC; ju-
risp.
esta
Cámara
y
Sala,
causa
79.002,
RSD-86
del
30/4/91).
ASI LO VOTO.
El Señor Juez Dr. Oteriño votó en igual
sentido y por los mismos fundamentos.
A LA SEGUNDA CUESTION PLANTEADA LA SRA.
JUEZ DRA. ZAMPINI DIJO:
Corresponde revocar la sentencia de fs.
160/167, admitiéndose parcialmente la demanda promovida por
Quintaie Néstor Rubén contra Esteban Claudio, disponiéndose
la distribución de responsabilidad en un 50 % a cada parte
y, en función de ello, condenándose a ésta y a su aseguradora citada en garantía, "Mapfe Aconcagua Cia. de Seguros
S.A.", a abonar a aquél en el plazo de diez días de quedar
firme la presente la suma de $ 2.709 (la que resulta de
adecuar el monto a la responsabilidad atribuida), más intereses, gastos y costas en el sentido y con los alcances
oportunamente señalados. Propongo que las costas de Alzada
se impongan a la demandada vencida (art. 68 del CPC).
ASI LO VOTO.
El Señor Juez Dr. Oteriño votó en igual
sentido.
En consecuencia se dicta la siguiente.
S E N T E N C I A
Por los fundamentos expuestos en el precedente acuerdo,
se revoca la sentencia de fs. 160/167, admitiéndose parcialmente la demanda promovida por Quintaie Néstor Rubén
contra Esteban Claudio, disponiéndose la distribución de
responsabilidad en un 50 % a cada parte y, en función de
ello, condenándose a ésta y a su aseguradora citada en garantía, "Mapfe Aconcagua Cia. de Seguros S.A.", a abonar a
aquél en el plazo de diez días de quedar firme la presente
la suma de $ 2.709 (importe
que resulta de adecuar el mon-
to a la responsabilidad atribuida), más intereses, gastos y
costas en el sentido y con los alcances oportunamente señalados. Las costas de Alzada se impone a la demandada vencida (art. 68 del CPC). Se difiere la regulación de honorarios para su oportunidad (arts. 31 y 51 de la ley 8904).
Notifíquese personalmente o por cédula (art.135 CPC). Devuélvase.
RAFAEL F. OTERIÑO
NELIDA I. ZAMPINI
Secretario.
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