Familia y Cambio social

Anuncio
INDICE
1. INTRODUCCIÓN pag. 2
2. LA FAMILIA Y EL CAMBIO POLÍTICO pag. 3
3. CAMBIOS RECIENTES DE LA FAMILIA ESPAÑOLA pag. 5
• El reconocimiento del pluralismo
• Contexto de los cambios
• Algunos cambios significativos
• NUEVAS FORMAS DE ORGANIZACIÓN FAMILIAR pag. 11
5. FAMILIA Y PÓLITICA SOCIAL pag. 12
6. CONCLUSIONES pag. 14
7. BIBLIOGRAFÍA pag.15
1. INTRODUCCIÓN
La familia es la institución que conecta a los individuos y a la sociedad desde el comienzo de la vida humana
y que cumple con una función esencial para ambos: a la sociedad le ofrece un apoyo fundamental socializando
a cada ser individual y a cada uno de éstos les abre el camino hacia aquélla con el proceso básico de
socialización. (Alberdi , 1994: 9)
La familia es el lugar donde se construye la identidad individual y social de las personas. De ahí su
importancia para la organización social y para la psicología de los individuos. La socialización, como
configuración inicial del ser humano, se hace en familia. Tanto las relaciones entre los sexos como las
relaciones entre las diferentes generaciones, dos procesos básicos del conocimiento y desarrollo del yo
individual, se producen de una forma inicial y fundamental en el interior de la familia. Esto se refuerza en la
familia contemporánea que ha dado más valor a la dimensión de lo privado y lo íntimo.
La sociedad española ha sufrido una transformación enorme en las tres últimas décadas y la institución
familiar está en el centro de todos los cambios. La familia, al estar en el centro de la sociedad, se ha visto
afectada, como institución, por todos los cambios económicos y políticos de estos años y ha ido
transformándose.
2. LA FAMILIA Y EL CAMBIO POLÍTICO EN ESPAÑA
La familia siempre ha sido centro de las transformaciones sociales. Cualquier pensador revolucionario a la
hora de proyectar la nueva sociedad, como cuestión previa aborda el matrimonio, las relaciones familiares, el
papel de la mujer dentro y fuera de la familia, la educación y crianza de los niños, el divorcio, la ilegitimidad,
la sexualidad, derechos de sucesión, etc. Los cambios en la familia se consideran imprescindibles para la
construcción de una nueva sociedad. Una nueva familia es el instrumento o el objetivo final de una nueva
organización social y política.
Todo cambio político ha venido acompañado de transformaciones en la legislación familiar. Primero, porque,
al repercutir en la vida cotidiana de la población, se convierte en espacio estratégico de la nueva realidad
política. En segundo lugar, porque esos cambios familiares pueden servir como símbolo del propio cambio
1
político. Los cambios en la legislación familiar pueden desempeñar un importante papel en la estrategia
simbólica de ruptura con el pasado. En tercer lugar, el sistema familiar es también el espacio privilegiado para
fomentar el cambio social Es la familia el primer núcleo de transmisión de valores sociales y, por tanto, la
futura estabilidad de la nueva situación política estaría vinculada a la modificación de los contenidos
transmitidos por ella.
En España, sin embargo, la familia, actual y del pasado se encuentra huérfana de reflexión política.
Desatención que contrasta aún más con la virulencia y agrias políticas públicas que, a menudo, han rodeado
los cambios legales sobre la familia en nuestro país. Ni las controversias suscitadas por documentos del
Vaticano en materia de familia, ni las posturas del movimiento feminista, ni las cuestiones abiertas por la
ingeniería genética, ni el papel otorgado a la familia por el franquismo − al menos ideológicamente− han
incitado más que reflexiones marginales entre los especialistas. (Alberdi, 1994: 12)
En todo caso, el análisis de la modernización de la legislación familiar española importa por tres tipos de
razones. En primer lugar, por el propio carácter de la transición política que implicó a otras muchas
instituciones y sectores sociales. La ruptura política se vio acompañada para mucha gente con una ruptura
religiosa, social y cultural. La ruptura política no se limitó al paso de la dictadura a la democracia, sino que
afectó a la cultura y a la estructura social; en el caso de la familia se produce también la ruptura con la
legislación familiar durante el franquismo.
En segundo lugar, resulta importante examinar el cambio por la institución que implica. La familia nunca ha
sido en España un mero ámbito de la vida cotidiana de los ciudadanos. Se le ha otorgado una relevancia
especial y ha estado siempre bajo el control de la Iglesia. Ésta ha cedido o perdido desde el siglo XVIII
múltiples ámbitos de control y supervisión en la sociedad. Sin embargo, nunca ha abandonado la pretensión de
mantener dentro de su órbita, directamente o por mediación del poder civil, la orientación de la legislación
familiar. También en este aspecto la transición política significa la ruptura con una constante histórica en la
sociedad española.
Y, en tercer lugar, por la extraordinaria repercusión que alcanzaron precedentes de cambios en la regulación
de la familia. Anteriores iniciativas en nuestro pasado histórico dieron lugar a conflictos políticos con la
Iglesia e, incluso, importantes movilizaciones sociales. En suma, fueron realizadas con altos costes políticos y,
posiblemente, con reducidas consecuencias sociales. Pueden servir como ejemplos la introducción del
matrimonio civil y la legislación de la II República sobre familia.
3. CAMBIOS RECIENTES DE LA FAMILIA ESPAÑOLA
3.1 El reconocimiento del pluralismo
En España se han dado toda una serie de cambios desde 1975. El cambio político ha sido muy importante,
pero no el único importante ni acaso el más decisivo. Toda la sociedad se ha visto implicada en procesos de
transformación que el cambio político ha posibilitado o acelerado, pero que no han quedado circunscritos a la
esfera del sistema político.
El sistema familiar ha sido uno de los implicados en el proceso de cambio. La transición política ha
significado el paso de un modelo tradicional de familia con numerosas protecciones legales, a una situación en
que la familia aparece, como carente de límites. Desde leas uniones de hecho a los llamados matrimonios de
homosexuales, cualquier reivindicación es posible dentro de los esquemas de la familia.
Este giro tan radical se inicia más tardíamente que en otros países europeos. Pero antes de la transición
política; quizá en los años sesenta es cuando el sistema familiar español comienza, primero con lentitud y
luego con la transición aceleradamente, a cambiar. Sus transformaciones se producen, con mayor rapidez que
en otros países europeos, donde la secuencia del cambio se inició antes y su ritmo fue más lento pero más
2
dilatado.
El ritmo rápido de cambio afecta a la inserción del sistema familiar en el propio sistema familiar en el propio
sistema social, que se efectúa de manera diferente cuando las transformaciones se producen aceleradamente.
Lo peculiar en España no es la dirección de los cambios −semejantes a los sucedidos con anterioridad en otros
países europeos −, sino la rapidez −en extensión y profundidad− de los cambios. De aquí el carácter reciente
de la emergencia de determinados problemas y su insuficiente respuesta social, tanto en equipamiento o
servicios como en la construcción de definiciones culturales operativas.
Pero si hay un rasgo que pueda resumir muchos de los cambios y, sobre todo, de las imágenes sociales de la
familia en la sociedad española. Se ha pasado de una configuración monolítica de la familia, a otra pluralista
en la que las distintas modalidades de articular la vida familiar −cohabitación o matrimonio; hijos dentro o
fuera del matrimonio; Se pretende asociar la unión homosexual a la heterosexual− reciben semejante
cobertura legal.
Así se fue eliminando sucesivamente la prohibición de difusión de anticonceptivos, el delito de adulterio, la
prohibición de divorcio, la discriminación entre hijos nacidos dentro y fuera del matrimonio, la desigualdad
jurídica entre los esposos, etc. Con sucesivos cambios el sistema familiar ha quedado regulado de forma
análoga a la de países de nuestro entorno.
Cabe, por último, plantear si los cambios han sido sólo legales o también reales, es decir, con incidencia
efectiva en los comportamientos de la sociedad española. No siempre estos dos aspectos vienen unidos. Hay
muchos datos que avalan que el reconocimiento del pluralismo ha suprimido la marginación e, incluso, la
persecución contra comportamientos antes no admitidos. Igualmente ha favorecido la modernización en las
estructuras internas de las relaciones de pareja e intergeneracionales. Sin embargo, la continuidad cultural de
los rasgos básicos del sistema familiar parece poco alterada. Los estudios sobre la juventud son, tal vez, su
mejor prueba al evidenciar que las orientaciones familistas de los jóvenes se mantienen arraigadas.
3.2 Contexto de los cambios familiares
Otro aspecto que conviene tener en cuenta es que todos estos cambios en la familia, además de la rapidez, se
han producido, se han producido en un contexto bien distinto, como ha sido la incorporación masiva de la
mujer al trabajo extradoméstico. Más que el incremento de la tasa de participación de la mujer en trabajo
extradoméstico hay que destacar que esa incorporación se ha producido con un mayor nivel de estudios y
formación. En el pasado, la mujer accedía a puestos con baja retribución y con finalidad de obtener ingresos.
Hoy, por el contrario, el trabajo constituye un componente esencial de su propia identidad.
La creciente incorporación de la mujer al trabajo extradoméstico tiene profundos efectos en el sistema
familiar. Favorece la consolidación real del equilibrio de poderes y en la división de tareas dentro del hogar.
Convierte en una opción real tanto la formación, como la finalización de una relación de pareja por vía de
separación o divorcio. El escenario total de la relación familiar se altera por completo con el acceso de la
mujer al trabajo. En sí mismo pues se trata de uno de los cambios más radicales que afectan a los
protagonistas de la vida familiar y a la totalidad de su vida cotidiana. Y hay que decir que esta creciente
incorporación al trabajo no ha generado tasas elevadas de divorcio en España.
Otro elemento de ese nuevo contexto la constituye el movimiento feminista, contestando las estructuras
patriarcales de la familia y, con sus críticas, promoviendo cambios tanto en la legislación como en las
costumbres sociales. Éste es un fenómeno nuevo en la sociedad española donde nunca ha resultado accesible
(por la censura, entre otros motivos) esa perspectiva crítica frente a la familia, tal vez con la excepción de
algunos momentos durante la II República. Pero, aunque el objetivo manifiesto de algunos sectores de dicho
movimiento sea impugnar la familia como tal, sin duda las consecuencias reales están siendo impulsar el
equilibrio general de distribución de tareas y atribuciones en las parejas y familias según sexo y, en menor
3
medida, edad; y, por consiguiente, sus efectos parecen conducir al fortalecimiento real de la pareja y de la
familia.
Conviene también resaltar los efectos de la transición política en los cambios en la situación de la familia. Los
cambios en la regulación legal de la familia se han producido de manera escalonada, en múltiples cambios.
Ésta sucesión de modificaciones −en lugar de haber emprendido la realización de un Código de familia− ha
favorecido una percepción de permanente actualidad de la familia como cambio; y favorece la creación de una
imagen de la familia como cuestión abierta, problemática.
Hay que añadir que se han utilizado los cambios familiares como símbolos de los cambios sociales de la
transición. La modernización legislativa del sistema familiar se exhibía como símbolo de radicalidad de un
cambio que no se producía, pero se presentaba como real.
3.3 Algunos cambios significativos
En la nupcialidad se ha producido un descenso muy importante desde 1975. Entre los factores más influyentes
en este descenso se encuentran los económico−laborales. Se debe, sobre todo, a las elevadas tasas de
desempleo y precariedad laboral entre los jóvenes, las dificultades de asumir las obligaciones a largo plazo
que comporta, por lo menos en su inicio, el matrimonio. Naturalmente, la cohabitación y el rechazo deliberado
al matrimonio también se produce con mayor frecuencia que hace unas décadas, pero todo parece indicar que
sus efectos en la magnitud del descenso en la nupcialidad son menores, hasta ahora que las causas impuestas
de tipo económico.
Respecto a las formas de matrimonio se constata que sigue prevaleciendo, sobre todo, la religiosa. Se trata
además de la forma que recoge las preferencias mayoritarias del conjunto de la sociedad y, en particular, entre
los jóvenes. Se trata de un rasgo, con mayor incidencia en España, pero bastante extendida en la sociedad
europea. Ningún país ha logrado dotar al matrimonio civil de las solemnidades rituales propias de un ritmo de
paso al que la población concede trascendencia
El número de personas solteras también ha aumentado, sobre todo por el retraso general de la nupcialidad. El
incremento de la soltería es muy rápido en tan solo la década de los ochenta al noventa. La percepción social
de la persona soltera ha cambiado en la sociedad. El matrimonio es ya una opción personal y no una necesidad
para el desenvolvimiento de la vida cotidiana. La tecnología moderna, los alimentos prefabricados y la
autonomía salarial favorecen también esta opción personal para varones y mujeres. Sin embargo, hay que
destacar que la tasa de solteros entre los varones aumenta a medida que desciende la clase social, mientras que
entre las mujeres ocurre lo inverso: se incrementa al aumentar de clase.
Se ha producido un retraso en la edad media de entrada al matrimonio. En los países occidentales a lo largo
de este siglo ha habido un descenso constante de la edad media de entrada al primer matrimonio hasta la
década de los setenta, en que al aumentar la cohabitación finaliza esta tendencia. En España la cronología es
diferente. Después de la guerra civil, se alcanza la edad más atrasada de 26,5 años. La tendencia a la
disminución de la edad al primer matrimonio de las mujeres es más dilatada pues dura entre 1950 y hasta los
primeros años ochenta alcanzando a los 23,11 años en 1981. Vuelve entonces a elevarse la edad de las
primeras nupcias hasta alcanzar los 25,99 años en 1991, semejante a la edad de matrimonio en los años
siguientes a la guerra civil. Así, cuando se inicia de nuevo el ciclo de aumento, en otros países europeos hacía
una década que se estaba produciendo. Un proceso que es semejante en los varones, aunque con edades
medias más elevadas de matrimonio. (Delgado, 1993: 128)
Cabe destacar la prolongación de la estancia de los hijos en el domicilio familiar. El período juvenil,
caracterizado, entre otras cosas, por la dependencia económica y residencial de los jóvenes con respecto a su
familia de origen, es en la actualidad muy prolongada en el tiempo y está incluso cada vez aumentando más.
Es un rasgo singular de la sociedad española, la tardía emancipación de los hijos del hogar familiar. Los
4
jóvenes retrasan su emancipación como consecuencia de sus dificultades de inserción laboral, en un contexto
de ausencia de sus dificultades de inserción laboral, en un contexto de ausencia de medida de ayudas sociales
significativas. Las encuestas de juventud evidencian una independización muy tardía de nuestros jóvenes del
hogar de sus progenitores: sólo a partir de los veintisiete años (veintiséis en el caso de las mujeres) son
mayoría los jóvenes que se han emancipado.
Tenemos el mínimo histórico de natalidad. Tan importante como rápido descenso de la natalidad, producido
en secuencias temporales más breves (y más tardíamente) que en el resto de los países europeos occidentales,
ha colocado a la natalidad española en su punto más bajo del siglo XX. Se ha pasado de 2,78 hijos por mujer
en 1976, a 1,36 en 1990. La más baja de Europa, junto a Italia.
En la caída de la natalidad una de sus fuentes se encuentra en el descenso de la nupcialidad y la reducción del
número de parejas que aporten nuevos primeros y segundos nacidos, y el hundimiento de las familias de cinco
miembros o más.
Pero también las dificultades de compartir hijos−trabajo mujer son apreciables. Todavía en nuestra sociedad
las ayudas familiares son importantes para hacer compatibles los hijos y el trabajo extradoméstico de la mujer.
Pero debe quedar claro que el trabajo de la mujer no es la causa del descenso de la natalidad. Lo evidencian
los paises nórdicos. Es donde más elevadas son las tasas de incorporación de las mujeres a la población activa
y, también, donde más elevadas son las tasas de natalidad en Europa.
El divorcio es el indicador más empleado para el examen de la desorganización familiar. Significa la
disolución del matrimonio subsistiendo determinados efectos civiles para los hijos y, en su caso, económicos
entre los cónyuges. La tasa de divorcios en España se encuentra entre las más bajas de Europa, pese al
carácter permisivo de la legislación que lo regula.
En las distintas encuestas de juventud la calidad de las relaciones intergeneracionales ha sido un aspecto
ampliamente tratado. En todas ellas encontramos una elevada compenetración entre padres e hijos, que
además parece presentar una tendencia hacia una mejora de las relaciones. La compenetración de los hijos es
mayor con la madre que con el padre, pero buena con ambos. Ello no debe extrañar si tomamos en
consideración la función expresiva que ha sido asignada y desempeñada por la madre n la familia nuclear en
Occidente (Elzo, 1994: 99−107)
4. NUEVAS FORMAS DE ORGANIZACIÓN FAMILIAR
Junto al patrón de la familia nuclear se han desarrollado algunas formas de organización familiar que ya
existían en tiempos pasados pero que ahora han cobrado relevancia, como son las llamadas familias
monoparentales, los hogares de personas solas y las uniones de hecho o cohabitación.
Respecto a las familias monoparentales cambia lentamente la procedencia, por incrementarse el divorcio
como fuente de monoparentalidad. Este tipo de familias viene rodeado de una serie de problemas sociales,
como es la feminización de la pobreza, ya que el 80 por 100 de estos hogares está constituido por mujeres con
escasos recursos. También presentan problemas en estos hogares el tema de la socialización de los hijos; el
papel del padre está poco regularizado, sobre todo el de los padres divorciados.
Otro dato es el número de hogares de personas solas. En su mayor parte, consecuencia del envejecimiento,
sobre todo en zonas rurales, y del incremento de población adulta soltera. Se trata de uno de los sectores en
más rápida expansión y que genera, al llegar a la vejez, no pocos problemas sanitarios, de atención y de
soledad, mal que la sociedad moderna tiene escasos recursos para hacerle frente.
La novedad de las uniones de hecho o cohabitación estriba, sobre todo, en la huida de la clandestinidad. Pero
en España parece más que un comportamiento postmatrimonial, que prematrimonial. Se observan rasgos
5
peculiares entre las parejas cohabitantes, como mayor nivel educativo y económico de la mujer que del varón.
Es previsible que aumenten las uniones de hecho.
5. FAMILIA Y POLÍTICA SOCIAL
Política social se entiende como el conjunto de medidas o instrumentos de política pública más o menos
articulados, destinados a facilitar y a apoyar las funciones sociales que desempeñan las familias. La política
familiar no es una política con contenidos económicos necesariamente, ni de fomento de la natalidad, aunque
esas dimensiones hayan sido las más habituales en España, tanto en la práctica como en las concepciones
sobre su alcance.
El franquismo estableció un amplio conjunto de prestaciones sociales destinadas a implantar o, más bien, a
imponer lo que se conoció como el salario familiar. Pero esos propósitos originarios del franquismo fueron
paulatinamente postergados, sustituidos en la acción política por medidas de imposición de un tipo
determinado de familia jerárquica, por la vía de regulación de los derechos entre los cónyuges o entre padres e
hijos, en el Código Civil; o incluso por la vía de Código Penal, en casos como el adulterio, amancebamiento o
la prohibición de difusión de los anticonceptivos.
Desde la llegada de la democracia el objeto de las políticas públicas se ha desplazado hacia las condiciones
sociales de los individuos. La familia deja de concebirse como un objeto de protección social específico, como
una realidad diferente de las personas que la componen con unas funciones básicas, cuya importancia social
requiere un reconocimiento público. El abandono del modelo franquista de imposición de un determinado tipo
de familia ha traído el rechazo, también, de la idea misma de la pertinencia de una política familiar, sin
plantearse el ajustarla a la nueva realidad política, democrática y pluralista. Se reformó con la democracia la
legislación familiar, pero la protección social de las familias fue evaporándose, desapareciendo como
propósito explícito gubernamental.
Las pruebas de esa desatención son innumerables. Y se encuentran, incluso, en la estructura orgánica de los
distintos Ministerios. En el organigrama de la Administración Central, no se encuentra ni un solo órgano
administrativo con competencias sobre la familia. Esta actitud quedó atenuada, pero eliminada, en diciembre
de 1994, cuando la Dirección General del Menor se le añadió el apellido de y Familia, sin que ello haya
alterado significativamente la orientación y actividad de dicha dependencia hacia su cometido primitivo: el
menor.
Las escasas medidas adoptadas a favor de la familia son resultado de un reduccionismo asistencialista de la
política familiar. Es decir, se adopta un enfoque global de la familia únicamente cuando se percibe a ésta en
situación crítica y conflictiva. Pero precisamente esta estrategia enmascara que una política familiar tiene
como destinataria de ayuda por su situación crítica y conflictiva. Pero precisamente esta estrategia enmascara
que una política familiar tiene como destinatario al sistema familiar como totalidad y no a las situaciones de
necesidad de la familia.
El evidente recelo, e incluso rechazo, ante la familia por parte de la Administración Central, ha quedado
atenuada por la intervención de ciertas Administraciones autonómicas. Más cercanas a las necesidades
ciudadanas, han advertido con prontitud la necesidad de establecer políticas globales sobre la familia en sus
territorios. Unas políticas que han venido acompañadas de la implantación de órganos administrativos con
competencias en familia −incluso del máximo nivel como Consejerías− y la elaboración de programas
completos de actuación sobre familia.
Naturalmente, la presencia pública de la familia podía haberse logrado mediante la movilización de las
organizaciones familiares. Pero el asociacionismo familiar en España es muy débil, y más aún al carecer del
respaldo y preferencias en las subvenciones por parte de la Administración. Los grupos se encuentran
escasamente articulados; hay incluso demasiadas organizaciones pero nada integradas y con intereses muy
6
locales y para hacer frente a necesidades muy concretas vinculadas, en gran parte, a los problemas específicos
de las familias con minusválidos.
El asociacionismo familiar, pues, en su estado actual carece de la capacidad para imponer la presencia de los
intereses de la familia en el escenario público y en la agenda de los actores políticos. Ni siquiera existe una
revista, con gran difusión y calidad, que sea portavoz de las demandas e intereses del grupo familiar. El
resultado es la ausencia de las demandas e intereses del grupo familiar. El resultado es la ausencia de la
familia del escenario público, precisamente en la sociedad en que la familia cuenta con más hondo arraigo.
6. CONCLUSIONES
A pesar de todos estos cambios y de la carencia de una política social, la familia en la sociedad española goza
de buena salud y sigue siendo un escenario de solidaridades. Y, como tal, un instrumento extraordinariamente
importante para la cohesión social. La familia es la que presta ayuda en caso de enfermedad, es la que se
ocupa de la crianza de los hijos, del cuidado de los ancianos, la que se sustenta en las situaciones de paro
prolongado y la que carga con las consecuencias en los casos de drogas y enfermedades graves como los casos
del SIDA, y en gran medida la que asume tareas domésticas en los hogares de sus descendientes donde la
mujer se ha incorporado al trabajo extradoméstico.
Con todo, la familia ha hecho gala, en un contexto tan cambiante de una extraordinaria capacidad de
adaptación. La familia sigue siendo la institución más valorada por los españoles. La crisis política ha
reforzado las tendencias hacia la privatización y al reforzamiento de los valores familiares en la sociedad
española. La familia ha intensificado su papel de protección social por el aumento de los fenómenos como la
drogadicción, el SIDA o las situaciones de pérdida de empleo, etc. Estas y otras muchas manifestaciones
acreditan el difícil camino de adaptación de esa institución milenaria que es la familia a un entorno cambiante
y, en ocasiones, por las vías más sorprendentes.
7. BIBLIOGRAFÍA
ALBERDI, I. (1994): La nueva familia española, Pensamiento, Madrid.
ELZO, J., et al. (1994): Jóvenes españoles 94, Fundación Santa María, Madrid.
FLAQUER, L y SOLER, J. (1990): Permanencia y cambio en la familia española, Centro de Investigaciones
Sociológicas, Madrid.
LÓPEZ Y LÓPEZ, M. T. (1996): La protección social a la familia en España y en los demás Estados
miembros de la Unión Europea, Fundación BBV, Bilbao.
REHER, D. (1992): La familia en España, pasado y presente, Alianza Universidad, Madrid.
1
7
Descargar