Clase 26 Bioseguridad.doc

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Agrobiotecnología. Curso 2009
Clase 25: Bioseguridad
Análisis de riesgos
Todas las actividades humanas involucran riesgos. Esta característica se evidencia en
el desarrollo y adopción de innovaciones tecnológicas. La biotecnología moderna no
fue una excepción y, desde su nacimiento, sus capacidades fueron percibidas como
fuente de riesgos importantes y no del todo definidos. Los riesgos potenciales de esta
nueva tecnología fueron rápidamente asumidos por la comunidad científica, la que
muy tempranamente se impuso una moratoria mundial en el Congreso de Asilomar
(1975), reunión que dio como resultado la elaboración de normas para regular la
actividad científica en el campo del ADN recombinante. El elemento esencial de la
adopción de nuevas tecnologías, es la regulación de sus riesgos potenciales, una de
cuyas herramientas básicas es el análisis de riesgos. La clase tratará los variados
impactos de la biotecnología, en un contexto amplio que permita comprender aquellos
que se refieren específicamente a la agricultura. En particular, se hará referencia a los
organismos vegetales genéticamente modificados (OVGM), uno de los temas
centrales de este curso. Se brindará una definición de bioseguridad (un concepto
relativamente amplio) y se describirán los instrumentos y métodos del análisis de
riesgos, el que comprende tres actividades: la evaluación, el manejo y la comunicación
de los riesgos. El análisis de riesgos es una actividad científica, y por consiguiente,
examina una serie de informaciones, debidamente fundamentadas que permiten tomar
decisiones consistentes. Se examinarán las informaciones requeridas para realizar el
análisis de riesgo en el caso de los OVGM, enfocando la discusión en dos aspectos
esenciales: la expresión fenotípica y la caracterización molecular de la modificación
genética. Finalmente, se examinarán algunos aspectos básicos referidos a la puesta
en marcha del marco regulatorio de los OVGM.
Impactos de la biotecnología en la agricultura
Los impactos reales y potenciales de la biotecnología moderna aplicada a la
agricultura son numerosos y variados. Los cultivos transgénicos tolerantes a
herbicidas y al ataque de insectos fueron los productos más tempranamente
introducidos y han permitido reunir una considerable experiencia en la evaluación de
riesgos. Los avances en el uso de las técnicas de transformación, el dominio de la
regulación genética, el aislamiento de nuevos genes y los avances de la genómica
permitirán desarrollar nuevas aplicaciones, tales como incrementos en el rendimiento y
la calidad de las cosechas, simplificación del manejo agrícola, aumentos en la
eficiencia en el uso de los recursos (agua, suelos, ambiente) y obtención de cultivos
resistentes a plagas y a diversos factores de estrés ambiental.
La modificación genética de cultivos también tendrá impactos en la calidad de los
alimentos que derivan de ellos, afectando aspectos tales como la composición, el valor
nutricional, la digestibilidad y las características naturales negativas (por ejemplo,
mediante la eliminación de antinutrientes, alergénos, etc.). Esto permitirá ampliar los
usos alimentarios actuales, mejorar los procesos de elaboración de las materias
primas alimentarias (mayor rendimiento de los tejidos útiles, o de las propiedades que
tienen impacto en su procesamiento) y servir de vehículo para materiales terapéuticos
(los llamados “nutracéuticos”). Los impactos potenciales de la modificación genética de
los OVGM sobre los alimentos plantean cuestiones particulares de la mayor
relevancia. Por ello, se requiere un marco regulatorio apropiado que evalúe su
inocuidad, su equivalencia con sus homólogos convencionales y sus características
funcionales. Este es uno de los aspectos centrales de la discusión sobre los OVGM, y
requiere el desarrollo de normativas específicas estrictas, la adaptación de conceptos
de otras disciplinas (por ejemplo, toxicología) y de metodologías novedosas de análisis
(por ejemplo, modelos animales para alergenicidad). Esta cuestión es actualmente
materia de trabajo en los entes regulatorios internacionales como el Codex
Alimentarius.
La biotecnología producido diversos impactos en ámbitos distintos al agropecuario.
Por ejemplo, se asiste a una creciente privatización del conocimiento, lo que ha
impuesto una alta barrera económica para desarrollos autónomos (el conocimiento
básico no disponible debe ser producido por los sectores públicos). Esta situación
afecta especialmente a los países no desarrollados, cuyos sistemas científicotecnológicos no son lo suficientemente sólidos para enfrentar estos desafíos. Por otra
parte, esto ha derivado en la concentración de las innovaciones biotecnológicas en
unas pocas empresas transnacionales, de modo tal que su utilización está sujeta a
obligaciones impuestas a los usuarios por las normas de protección de la Propiedad
Intelectual. La introducción de ciertas características en los cultivos puede también dar
lugar a la aparición de nuevos países productores, modificando así los perfiles del
comercio internacional de commodities. La necesidad de una adecuada regulación a
nivel internacional es evidente, ya que determinados acuerdos en plena
implementación (el Protocolo de Cartagena del Convenio de Diversidad Biológica)
pueden tener impactos significativos en los intercambios comerciales al establecer
barreras para-arancelarias (por ejemplo, requisitos inusualmente altos de segregación
o trazabilidad de commodities; o de umbrales de presencia adventicia de granos
provenientes de cultivos transgénicos en embarques de granos no transgénicos). Se
ha argumentado que las diferencias entre las exigencias regulatorias de los países
pueden derivar en trabas al comercio que no tienen justificación técnica, en perjuicio
de los países exportadores de alimentos. La presión de los subsidios agrícolas, así
como la actividad de organizaciones no gubernamentales ambientalistas, agregan
elementos que complican aún más este panorama.
Bioseguridad
La bioseguridad puede definirse como la condición alcanzada mediante un conjunto de
medidas destinadas a la protección de la salud humana, animal, vegetal y del
ambiente. Una definición accesoria importante es la de riesgo, la que podría
sintetizarse como “la probabilidad de ocurrencia de fenómenos adversos”. Una
definición algo más compleja podría enunciarse como “el producto de los efectos de un
peligro (una característica que puede estar cargada de subjetividad) por la
probabilidad (o frecuencia observada) de ocurrencia de ese peligro”. De la definición
elegida de bioseguridad (puesto que pueden plantearse otras) es importante destacar
los siguientes aspectos: a) la bioseguridad se alcanza por un conjunto de medidas que
determinan la protección de los valores indicados (la salud humana y animal y el
ambiente); b) los riesgos que considera la bioseguridad comprenden no sólo los
conocidos sino también los percibidos; éstos últimos determinan la aceptación social
de la innovación tecnológica (la llamada “percepción pública”, la que incidirá en el
marco regulatorio a adoptar). La bioseguridad es el área en que se compatibilizan los
riesgos (definidos técnicamente) con los niveles de riesgo (percibidos) que la sociedad
está dispuesta a aceptar; c) la condición de bioseguridad depende del estado actual de
nuestros conocimientos, por lo que el análisis de riesgos debe basarse en datos
científicos que deben actualizarse permanentemente. Debe remarcarse que la
definición aquí propuesta de bioseguridad no sólo es pertinente a la biotecnología
aplicada a la agricultura, sino a cualquier otra actividad humana.
El diseño de un sistema regulatorio requiere armonizar la bioseguridad con un
conjunto diverso de intereses: a) los de la sociedad, que requiere protección ante
peligros eventuales; b) los del Estado, que debe proveer el marco regulatorio
adecuado para esa protección (lo que involucra las políticas públicas, las prioridades
nacionales y las consideraciones estratégicas), y c) los de los innovadores
tecnológicos, cuyas inversiones en desarrollo deben ser compensadas para que el
proceso virtuoso de generación de futuras innovaciones sea económicamente
sostenible.
Distintos factores determinan que hacen que el marco regulatorio de bioseguridad sea
complejo y dinámico. Por ejemplo, tanto en el caso de los OVGM como en el de otras
innovaciones tecnológicas, se requiere contar con la información adecuada para
realizar el análisis de riesgos. Para los OVGM, no basta con la información que
permita la caracterización precisa de las secuencias de ADN insertadas en el genoma
vegetal, sino que también se requiere información sobre las secuencias de ADN
genómico flaqueante, lo que permitirá asegurar que el inserto es estable y no se
moviliza, así como evaluar la posibilidad de eventos de transcripción espurios
capaces de originar nuevos péptidos e introducir riesgos desconocidos. Esto insinúa la
complejidad que requerirán los instrumentos idóneos para la toma de decisiones
acordes con los intereses de todos los actores involucrados. La participación de estos
actores en la toma de las decisiones presupone el desarrollo de mecanismos
adecuados que pueden adoptar formas variadas: audiencias, consultas públicas,
recepción y respuestas de objeciones fundadas, ámbitos para la construcción de
consensos, etc.
La principal opción conceptual en la construcción de un marco regulatorio se refiere a
que el mismo sea pro-activo o reactivo. Por ejemplo, en el caso de los agroquímicos la
opción habitual es la reactiva: el marco regulatorio revisa todas las características
relevantes del producto luego de que su desarrollo se ha completado y, en base a esta
revisión, decide su aprobación, rechazo o la necesidad de estudios adicionales. En
cambio, en el caso de los OVGM, el enfoque es pro-activo: el marco regulatorio
acompaña al desarrollo del producto desde sus fases más tempranas, lo que permite
detectar anticipadamente la ocurrencia de efectos no esperados o no intencionales
originados en la modificación genética. Tales efectos son una indicación de que el
producto no ha sido adecuadamente construido o caracterizado, y ello es motivo
suficiente para detener el desarrollo. Un mecanismo pro-activo garantiza (en el
contexto de conocimientos actualizados, requisitos adecuados de información y de un
análisis riguroso) que sólo los productos que se consideran seguros lleguen a ser
utilizados por la sociedad. El criterio pro-activo puede considerarse un componente
característico del llamado “enfoque precautorio” (que algunos llaman “principio
precautorio”). Si bien existe considerable discusión sobre este concepto, parece
razonable asociar los términos “pro-activo” con “precautorio”. Un ejemplo puede
ilustrar esto: en el análisis de un dado OVGM se encontró que la proteína
recombinante producida no era digerida por una solución definida que simula las
condiciones de la digestión gástrica. La proteína no es tóxica por otros criterios
analíticos, pero la resistencia a la digestión es una característica frecuente (aunque no
absoluta ni general) de las proteínas alergénicas. La aplicación del criterio pro-activo
exigirá realizar nuevos estudios sobre otros efectos de la proteína derivados de su
resistencia a la digestión, antes de continuar con el proceso de análisis. Ciertamente,
los resultados de tales estudios serán determinantes en la toma de decisión sobre la
aprobación del OVGM.
Otra opción conceptual importante para diseñar un marco regulatorio se refiere al
propio objeto de la regulación. En el caso de la bioseguridad, la opción consiste en
decidir si el objeto de la regulación es el producto final (el OVGM) o el proceso por el
cual fue obtenido dicho producto (esto es, las técnicas de ADN recombinante). La
opción más racional es regular el producto, por lo que la mayoría de los marcos
regulatorios establecidos sigue este criterio. La regulación del proceso de obtención se
refiere a la etapa de laboratorio, en la que se efectúan el clonado de los genes, las
construcciones genéticas y el vector a usar en la transformación. Una vez que el ADN
foráneo es introducido en el genoma del OVGM, la regulación comprenderá el análisis
de todas aquellas cuestiones metodológicas pertinentes a la bioseguridad del
producto. Estas incluirán, entre otras: a) el método de transformación utilizado; b) el
origen de los genes y elementos regulatorios que forman la construcción genética; c)
la presencia, en el inserto, de secuencias del vector que no son funcionales en el
OVGM (por ejemplo, por requerir un entorno procariota para poder expresarse); d) el
número de copias de la construcción, completas o truncadas, y e) su ubicación en el
genoma del vegetal (definido como las secuencias genómicas que flanquean al
inserto). Es interesante recordar aquí un caso real en que se pretendió demostrar que
las técnicas de ingeniería genética son intrínsicamente nocivas. Utilizando técnicas de
transformación vegetal, un investigador introdujo un gen que codifica una proteína
tóxica en plantas de papa; el producto final, como es obvio, resultó tóxico para
animales de laboratorio. En realidad este experimento sólo demostró la toxicidad de la
proteína recombinante, pero formó parte en su momento de los argumentos
esgrimidos contra los OVGM.
Existen algunos criterios que han sido ampliamente adoptados por distintos marcos
regulatorios para OVGMs. Estos criterios establecen que: a) los análisis de riesgos se
harán. “caso por caso”; b) las evaluaciones no deben ser genéricas; esto es, una
construcción considerada segura en una especie debe ser analizada como nueva
cuando es introducida en otra especie; secuencias similares formando parte de
construcciones genéticas diferentes, aunque sean introducidas en la misma especie,
deben considerarse como nuevos eventos de transformación; c) debe regularse para
proteger el ambiente y la salud humana y animal, minimizando los riesgos que podrían
esperarse en el caso de construcciones sobre las que no existe experiencia previa;
esto se consigue autorizando inicialmente ensayos de campo del OGVM en pequeñas
extensiones y permitiendo el pasaje a superficies mayores en el caso de que no se
observen efectos no intencionales en los experimentos previos.
El desarrollo de un OVGM se puede detener (esto es, no autorizar la continuación de
los ensayos, mucho antes de su llegada al mercado) en el caso de que se cuente con
argumentos suficientemente fundados. No es necesario que exista evidencia científica
completa que determine su rechazo; basta que existan dudas razonables sobre su
bioseguridad, para que el proceso regulatorio detenga ese desarrollo. El concepto de
“dudas razonables” no está librado a percepciones emocionales sino a características
concretas y definidas que determinan la necesidad de obtener nuevas informaciones
para realizar un análisis de riesgos con criterios científicos actualizados. Los requisitos
de calidad de los datos analizados por un sistema regulatorio no deben ser inferiores a
los que utilizan las publicaciones científicas y las dudas razonables deben originarse
en vacíos reales del conocimiento. Esto permite definir adecuadamente estas dudas e
identificar en forma precisa los conocimientos requeridos. Existen antecedentes
internacionales en que el llamado “principio precautorio” ha sido utilizado como barrera
comercial para-arancelaria, o incluso para impedir el envío de alimentos destinados a
la ayuda humanitaria. Estas prácticas son incorrectas cuando se trata de productos
que, antes de su aprobación comercial, han sido analizados por sistemas regulatorios
eficientes.
Otra opción que normalmente se plantea al diseñar un marco regulatorio es si los
cuerpos normativos serán administrados por agencias específicas o requerirán de
leyes validadas por su origen parlamentario. La elección de una u otra alternativa
depende de cada país, de su cultura y de los antecedentes previos en la aplicación de
alguna de estas opciones. Muchos países (como por ejemplo, EEUU y Canadá) no
han promulgado leyes específicas sino que han adaptado las existentes a los nuevos
productos biotecnológicos, agregando guías especiales a los procedimientos
regulatorios (opción administrativa). Otros países (por ejemplo, los de la Unión
Europea) han promulgado disposiciones específicas con fuerza legal, pues derivan de
decisiones parlamentarias. En general, puede decirse que las leyes dan mayor
seguridad frente a incumplimientos (no mayor bioseguridad respecto a los productos
que se aprueben), pues permiten aplicar sanciones punitivas en casos de
incumplimiento de las normas. Cuando se trata de sanciones menores, puede resultar
suficiente el enfoque administrativo (que deberá tener disposiciones precautorias
adecuadas), pero incumplimientos reiterados o mayores (por ejemplo, una liberación
no autorizada, ya sea experimental y, más grave aún, comercial), pueden requerir el
soporte de una ley. Vale la pena recordar que las violaciones mayores a la normativa
vigente producen, además de las sanciones legales, una fuerte sanción social, quizás
de más graves consecuencias que las primeras para quien incurrió en la falta. Por
ejemplo, en un caso reciente, la impericia de una gran empresa en lograr una
adecuada segregación de un producto que estaba autorizado para consumo animal,
pero no humano, resultó en el retiro (recall) de todos los productos sospechados, la
disminución del valor de la empresa en el mercado y su subsiguiente desaparición, al
ser adquirida por otra compañía de gran porte. Esta situación, que resultó en el mayor
castigo que pueda imponerse a un incumplimiento, fue independiente de que, como
fuera luego demostrado, el consumo humano del producto no implicaba riesgos de
bioseguridad comprobados.
Existen también algunos criterios que pueden servir de guía para analizar la
razonabilidad de las dudas (esto es, carencia de la totalidad de la información
necesaria para una correcto análisis de riesgos, basado en el conocimiento
disponible). No es razonable la sola percepción de riesgos no demostrados ni
demostrables mediante experimentos que no pueden realizarse. Un ejemplo de esto
último, son los reclamos sobre la ignorancia de los “efectos en el largo plazo”, los que
sólo podrían comprobarse en un futuro indefinido, y que son utilizados para congelar el
proceso de evaluación y la toma de decisiones. Los que apoyan esta posición suelen
ignorar el hecho de que la predicción de estos efectos es precisamente un objetivo
fundamental del análisis de riesgos, el que precisamente se basa en el conocimiento
disponible para determinar la posibilidad de que un efecto no intencional ocurra en el
futuro. Es habitual que los procesos de evaluación tengan en cuenta información que
proviene de experimentos o presentaciones formales realizadas en otros países. Esta
información resulta útil en el análisis de riesgo de ciertas propiedades del OVGM (por
ejemplo, la caracterización genética y molecular) pero no de otras que dependen
específicamente del ambiente o de las interacciones fenotipo-ambiente (por ejemplo,
la expresión fenotípica, la susceptibilidad a las plagas, las especies sexualmente
compatibles, etc.). Por estas razones, las informaciones producidas en otros países
pueden ser útiles, pero no pueden ser la base para la toma de decisiones. Esto
enfatiza las dificultades que se encuentran cuando se intenta armonizar normativas
internacionales, las que deben basarse en criterios generales comunes, pero no incluir
criterios específicos para la toma de decisiones.
Idealmente, la toma de decisiones se basará en el análisis de riesgos. Este comprende
tres actividades: a) la evaluación de los riesgos; b) el manejo de riesgos y c) la
comunicación de riesgos a la sociedad. Los resultados del análisis, permiten decidir si
los riesgos existen o no y si son aceptables (no significativos o con muy baja
probabilidad de ocurrencia) o no aceptables (en cuyo caso no se autorizará la
liberación). Esto focaliza las decisiones en los aspectos estrictamente técnicos y en los
conocimientos científicos. Sin embargo, la toma de decisiones también dependerá de
otros factores importantes:
a) El marco regulatorio establecido. Este tiene carácter dinámico, pues el conocimiento
progresa continuamente y los nuevos hallazgos científicos obligan a una continua
actualización del mismo. También incide en esto la actitud de cada gobierno y
sociedad particular (favorable, neutra, cautelosa o directamente restrictiva) frente al
fenómeno de la innovación, independientemente de las razones técnicas.
b) Las prioridades nacionales y las estrategias de largo plazo que el país haya
diseñado para su desarrollo. Es un hecho que tales factores tienen un impacto
significativo en el desenvolvimiento de un país, su economía, el nivel de vida de su
población, la generación de empleo y la balanza comercial, para nombrar sólo unos
pocos aspectos. En este caso, la toma de decisiones estará afectada (positiva o
negativamente) por factores que no se relacionan en forma directa con las
innovaciones tecnológicas.
c) Una vez que las prioridades de un país y sus estrategias de desarrollo han sido
explicitadas, deben definirse las políticas públicas que tienden a su cumplimiento.
Estas políticas también pueden tener impacto en las decisiones. Por ejemplo, si un
país se considera megadiverso o es centro de origen o diversidad de un cultivo
determinado, deberá tener en cuenta estos factores en la toma de decisiones que
involucran a ese cultivo.
Existen también factores no técnicos involucrados en la toma de decisiones que no
están directamente relacionados con la aplicación de conocimientos científicos al
análisis de riesgos. Algunos de estos factores son:
a) Impactos sobre el comercio internacional. La decisión de liberar comercialmente un
OVGM que no está aprobado en los principales mercados externos de un país
exportador, confinará su consumo al mercado local. La entrada en los mercados
externos estará vedada para estos OVGM, dando la oportunidad de entrada a otros
competidores. Si esto podrá compensarse con la entrada a nuevos mercados es algo
que debe analizarse por otros criterios.
b) Los potenciales impactos socio-económicos. Los aumentos de rendimientos y la
intensificación agrícola pueden llevar a la expulsión de puestos de trabajo en un sector
(en este caso, el agrícola) y a su creación en otros (por ejemplo, en las industrias de
procesamiento). Las variedades transgénicas pueden sustituir a variedades ligadas a
las culturas nativas que dependen de los cultivos semi-domesticados, con la
consiguiente pérdida de recursos genéticos ancestrales. La conservación de estos
últimos requerirá de políticas de Estado apropiadas para no perjudicar y si es posible
mejorar, el nivel de vida de las poblaciones que, de algún modo, “custodian” un
patrimonio nacional.
c) Puede ocurrir que la barrera de acceso a un nuevo OVGM sea alta, por ejemplo, por
las regalías que deben pagarse a los innovadores. En este caso, deberán también
considerarse los mecanismos para el acceso de los pequeños agricultores a las
nuevas variedades, con el objeto de brindarles oportunidades que de otro modo
estarían exclusivamente reservadas a los grandes productores.
Otro factor extra-científico que debe considerarse especialmente es la percepción que
tienen los consumidores sobre la seguridad de los OVGMs o de los productos
derivados de los mismos (principalmente alimentos). Este es un tema muy complejo,
pues depende de una multiplicidad de factores tales como el nivel de educación, el
peso de los formadores de opinión, las demandas sociales en cuanto a seguridad, la
historia de eficacia de los entes regulatorios (particularmente de los responsables de la
seguridad alimentaria), los mecanismos de comunicación y participación pública, la
actividad de grupos de opinión (en particular, organizaciones no gubernamentales de
consumidores o ambientalistas) y los precios finales de los productos resultantes.
Además de ello, intervienen los prejuicios, las creencias religiosas, los temores ante
las innovaciones y el apego a las costumbres tradicionales. Por ejemplo, la experiencia
demuestra que los hábitos alimentarios son difíciles de modificar. Un cultivo
transgénico del que deriva un alimento habitual puede suscitar un prejuicio que
determine el rechazo del “nuevo” alimento, aún cuando científicamente se demuestre
que este alimento es indistinguible, equivalente o sustancialmente equivalente, al
homólogo convencional. La barrera para la aceptación será aún mayor si los alimentos
son novedosos, y no tienen historia de uso seguro en una determinada población. La
aceptación o rechazo de un alimento derivado de un OVGM también dependerá de la
proporción de los ingresos destinados a la alimentación por una población particular.
Si esta proporción es pequeña, el rechazo puede ocurrir más fácilmente (por no
tradicional, por prejuicios, por desconfianza en el sistema regulatorio, etc.). Si esta
proporción es significativa (como en los países no desarrollados), la decisión puede
depender más del precio final que del origen transgénico o no transgénico del
alimento.
La puesta en operación de un marco regulatorio de seguridad ambiental y alimentaria
requiere disponer de recursos humanos capacitados para efectuar análisis de riesgos
confiables. Estos deben ser profesionales preparados en disciplinas tan diversas como
genética, biología molecular, ciencias agronómicas, bioquímica, tecnología de los
alimentos, fitopatología, fisiología vegetal, ecología y sociología, para nombrar sólo
algunas. Estas capacidades pueden existir previamente o deberán ser desarrolladas
mediante una formación apropiada. Existen diversas iniciativas internacionales para
fomentar estas capacidades en los países que aún no las poseen. La situación en
relación a los OVGM es materia de una intensa discusión en distintos foros
internacionales, tales como la Convención sobre la Diversidad Biológica, el Codex
Alimentarius, la Convención Internacional de Protección Vegetal (IPPC), el Acuerdo
sobre Medidas Sanitarias y Fitosanitarias (SPS), la Organización de las Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la Organización de la Naciones
Unidas para la Protección del Ambiente (UNEP) y otros. Las posiciones de diferentes
bloques de países son a veces fuertemente divergentes y reflejan tanto los intereses
políticos y económicos como las opiniones públicas nacionales. Muchos países
desarrollados subsidian fuertemente sus producciones agrícolas, lo que incide en sus
posiciones respecto a la introducción de más tecnología en este campo. También
influyen el posicionamiento de cada país respecto a la exportación/importación de
alimentos y la existencia de megadiversidad biológica en algunas regiones. Por todas
estas razones, con más frecuencia de lo adecuado, los argumentos se alejan de lo
meramente técnico y se tiñen de motivaciones políticas y económicas. El Acuerdo
SPS, por ejemplo, encara el análisis de riesgos de un OVGM asimilando la
metodología del mismo a la utilizada para una plaga vegetal. Claramente, esta
analogía no es racionalmente sostenible.
Información requerida para el análisis de riesgo
El objetivo del análisis de riesgos es analizar la información disponible sobre el OVGM
y establecer las posibles consecuencias de su liberación al ambiente. La información
generada por el proponente debe tener la misma rigurosidad de una investigación
publicable a nivel internacional y ser consistente con los conocimientos que se
encuentran disponibles en la literatura científica. El análisis se realiza en el contexto
del país o de la región en que se liberará el OVGM. El marco regulatorio establecerá si
los datos son suficientes para verificar si los riesgos son no significativos o aceptables,
si requerirán un manejo particular, o si no pueden aceptarse (en cuyo caso se rechaza
la solicitud de liberar el OVGM). Se identificará toda falta de datos, ya sea por omisión
del solicitante o por no estar disponibles en la literatura científica y se invitará al
solicitante a completar su solicitud.
La referencia a la expresión fenotípica del OVGM implica comparar el comportamiento
y propiedades observables, con los correspondientes a la variedad homóloga no
transgénica. Aunque lo ideal sería comparar isolíneas (el mismo fondo genético pero
sin la modificación genética), muchas veces esto no es posible. La comparación
entonces se hace con la variedad más próxima o más utilizada en la agricultura
convencional. La meta es determinar que el OVGM sólo exhibe los cambios
introducidos intencionalmente, y en todo lo demás, es similar al homólogo tradicional.
La detección de cambios no previstos indicará que el caso analizado no está
adecuadamente caracterizado. El enfoque precautorio puede indicar la conveniencia
de detener el desarrollo. Aún en el caso que se exprese el fenotipo deseado, puede
ocurrir que éste requiera un manejo específico para su liberación, en cuyo caso, se
decidirá si dicho manejo es definible, aceptable y realizable. Por ejemplo, los OVGM
resistentes a insectos por expresión de genes de entomotoxinas producirán insectos
resistentes, si no se respetan ciertas reglas de manejo, como en toda situación en que
se aplica una presión de selección en el ambiente. Esto constituye un riesgo implícito
en el fenotipo intencionalmente introducido.
Diversos aspectos son particularmente relevantes para el análisis de riesgos. La
tolerancia a diversos estreses ambientales (estrés hídrico, a temperaturas altas o
bajas, a irradiaciones elevadas, a distintos fitopatógenos y a otras condiciones
adversas) puede permitir la extensión del cultivo hacia nuevas zonas, introduciendo
así la modificación en nuevos agroecosistemas. Muchas de estas tolerancias pueden
ser deseadas, en cuyo caso conducen a una expansión de la llamada “frontera
agropecuaria”, lo que puede tener impactos positivos o negativos tanto desde el punto
de vista ambiental como socio-económico. La composición bioquímica (componentes
bioquímicos principales: proteínas, lípidos y carbohidratos; componentes menores:
minerales, vitaminas y oligoelementos; y toxinas naturales: factores antinutricionales y
otros compuestos), es también una característica fenotípica de relevancia. Con
respecto al material que se tome como referencia, se debe contemplar la variabilidad
natural dentro de la especie, así como el efecto de los cambios ambientales. Los
alérgenos suelen ser componentes mayores de los alimentos y debe cuidarse que las
modificaciones genéticas no incorporen factores de este tipo. El potencial alergénico
de una proteína se establece comparando su secuencia de aminoácidos con las de
proteínas que son alergénos reconocidos, puesto que todavía no existen modelos
animales extrapolables al hombre. Finalmente, la biología reproductiva determinará la
probabilidad de que el OVGM permanezca en el campo más allá del lapso de una
cosecha. Ejemplos de riesgos asociados a ello son la emergencia de plantas
voluntarias debido a la persistencia en el campo de semillas o partes reproductivas.
Las distancias de dispersión del polen y los vehículos de la polinización (insectos,
viento), determinan las distancias de aislamiento para los ensayos experimentales.
Establecer correctamente estas distancias resulta crítico para evitar la hibridación del
OVGM con plantas no transgénicas de la misma especie o con especies sexualmente
compatibles.
Las modificaciones que alteran la tolerancia a estreses abióticos pueden determinar
que el OVGM pueda cultivarse en zonas en que el cultivo no era habitual. Esto
obligará a estudiar las interacciones fenotipo-ambiente en el nuevo agroecosistema.
Por ejemplo, en estas regiones pueden existir congéneres silvestres o malezas
relacionadas hacia los que no se desea que se produzca flujo de genes. Esta nueva
situación puede requerir cambios en las prácticas agronómicas (por ejemplo,
diferentes agroquímicos, laboreos intensivos, atención a la emergencia de plantas
voluntarias), todo lo cual debe ser también evaluado. La rotación de cultivos en una
importante práctica conservacionista y debe determinarse si podrá realizarse en las
nuevas zonas a las que acceda el cultivo transgénico. En algunos casos, la rotación no
solo contribuye a restituir materia orgánica y nutrientes, sino que crea condiciones en
el suelo que reducen la incidencia de fitopatógenos para el cultivo siguiente. Todos
estos factores, además de los impactos socio-económicos, deben tenerse en cuenta
antes de autorizar un OVGM fuera de las regiones habituales. El empleo de cultivos
modificados para obtener tolerancia a herbicidas o resistencia a insectos plaga,
plantea problemas especiales cuya atención debe considerarse en el manejo de
riesgos. Por ejemplo, no es conveniente utilizar cultivos tolerantes a herbicidas en
agroecosistemas que albergan malezas sexualmente compatibles, pues la transmisión
de la resistencia haría imposible controlarlas con dichos herbicidas. Como se ha
comentado, la resistencia a insectos puede manejarse implementados refugios
espaciales.
La domesticación de los cultivos ha eliminado de los genomas vegetales las
características que les daban capacidades para sobrevivir en condiciones adversas y
competir con otros organismos. Estas capacidades dependen de varios genes, de
modo que es muy poco probable que una modificación genética discreta, revierta los
cultivos actuales hacia plantas capaces de invadir ecosistemas no manejados o de
adquirir características de maleza. Sin embargo, la presencia de parientes silvestres o
malezas sexualmente compatibles de un OVGM en un agroecosistema merece
especial atención debido a la posible transferencia de transgenes hacia malezas o
parientes silvestres. Esta transferencia puede resultar en variedades silvestres que
adquieren características no deseadas (por ejemplo, tolerancia a herbicidas, o
incremento en su aptitud adaptativa). En estos casos, la presencia de la presión de
selección adecuada conferirá ventajas adaptativas a las variedades silvestres o a las
malezas receptoras de dichos transgenes.
Los efectos no deseados del cultivo de un OVGM incluyen también la verificación de
que la modificación genética no resulta en la expresión de una toxina que afecte
negativamente a otras plantas, animales o microorganismos. Análogamente, debe
comprobarse que la expresión de compuestos tóxicos naturalmente presentes en los
cultivos no se ha incrementado. Tales tóxicos naturales incluyen, entre otros, varias
toxinas, factores antinutricionales, inhibidores de proteasas, lectinas, factores de
inactivación de ribosomas, aleloquímicos y fitoalexinas. Estos compuestos forman
parte de mecanismos de defensa de las plantas contra predadores, parásitos,
patógenos y otras plantas invasoras, y son generalmente eliminados o inactivados
durante el procesamiento de las materias primas alimentarias o en la preparación
culinaria de los alimentos. Un caso interesante relacionado con este tema, es el de los
cultivos que expresan entomotoxinas de Bacillus thuringiensis. Puesto que la vía de
entrada y desarrollo de hongos micotoxigénicos en vegetales (por ejemplo, Aspergillus
flavus y A. parasiticus, productores de aflatoxinas) es la lesión provocada por los
insectos, la resistencia a éstos trae aparejada una significativa reducción de las
infecciones fúngicas y, en consecuencia, una menor concentración de aflatoxinas en
los alimentos derivados de estos cultivos. Este efecto, constituye un importante factor
de calidad alimentaria, ya que estas toxinas (que son carcinogénicas e
inmunodepresoras), son muy difíciles de eliminar una vez producidas, y las
concentraciones capaces de producir efectos tóxicos en humanos y animales son
extremadamente bajas.
El análisis de riesgos considera todos los efectos potenciales sobre la viabilidad,
metabolismo, fisiología, comportamiento y aptitud reproductiva de los organismos que
no son el blanco de la modificación genética (non-target effects, efectos sobre
organismos no blanco). Un claro ejemplo de ello son los cultivos que expresan
resistencia a Lepidópteros y Coleópteros. Para que estos cultivos sean aprobados, los
organismos “no blanco” (insectos polinizadores, hiperparásitos, predadores de
patógenos, agentes naturales de control biológico, microorganismos simbióticos,
micorrizas) no deben sufrir efectos negativos debidos a la entomotoxina de B.
thuringiensis. Se han estandarizado metodologías para el estudio de estos efectos:
determinaciones de toxicidad en organismos sensibles, mediciones de la frecuencia de
visita de organismos benéficos y de la concentración de “organismos centinela”,
ensayos de alimentación, y otros indicadores ambientales. Se debe considerar
especialmente a las especies amenazadas o en peligro de extinción. En el análisis de
riesgos debe considerarse que los agroecosistemas son ecosistemas altamente
modificados por las actividades agrícolas, por lo que su diversidad biológica debe
examinarse desde el punto de vista de la producción. Así, mientras la eliminación de
las variedades silvestres o malezas puede ser un objetivo genuino, las alteraciones en
las poblaciones microbianas de los suelos deberían ser evitadas. El estudio de este
último aspecto presenta una gran dificultad experimental y existen escasos datos
sobre el tema. Las evidencias reunidas hasta el momento indican que muchos de
estos efectos (por ejemplo sobre micorrizas y simbiontes fijadores de nitrógeno), no
son significativos. La transparencia xx enumera los principales efectos sobre
organismos no blanco que ser investigados.
Un estudio detallado de los efectos no blanco requiere considerar una variedad de
factores. Por ejemplo, los niveles de expresión de las proteínas recombinantes
fluctúan entre 0,0001 a 0,001%, de las proteínas totales de la planta, valores
extremadamente bajos desde la perspectiva de la alimentación humana y animal. Sin
embargo, pueden resultar tóxicas para algunos organismos no blanco, y son por lo
tanto objeto del análisis de riesgos. La transparencia enumera algunos puntos que
deben considerarse en relación con este tema. La expresión tejido-específica de los
transgenes depende esencialmente de las características del promotor utilizado. Esto
determina cuáles partes de la planta pueden afectar a otros organismos del
agroecosistema y son consideradas como vías de exposición. Según la naturaleza del
organismo considerado, estas vías pueden resultar irrelevantes o esenciales. La
presencia de proteínas recombinantes en partes que se dispersan (polen) o
permanecen en el suelo luego de la cosecha (plantas de reproducción vegetativa) son
también factores importantes a tener en cuenta. Por ejemplo, las plantas de
reproducción vegetativa cuyos tejidos permanecen en el suelo y se constituyen en
reservorios de fitopatógenos de la rizosfera, deben ser consideradas no aptas desde el
punto de vista de su bioseguridad. Además, muchas plantas secretan sustancias que
afectan el crecimiento de otros vegetales, o la salud de otros organismos que se
alimentan de alguno de sus tejidos. Las poblaciones microbianas de la rizosfera son
muy complejas y tienen grandes impactos sobre el desarrollo y sanidad del vegetal. Se
dispone de relativamente pocos estudios sobre este tema, y deberían promoverse más
investigaciones relacionadas con aspectos de bioseguridad.
Los agricultores están directamente expuestos a los cultivos y a las prácticas
agrícolas, por lo que debe establecerse el efecto que cada OVGM pueda tener sobre
su salud. El contacto físico con irritantes o alérgenos es un riesgo ocupacional que se
debe considerar. Si la modificación genética origina compuestos de este tipo, ello
determinará su rechazo en el análisis de riesgos. Tampoco debe descartarse el
consumo furtivo de OVGMs por recolección directa del cultivo en pie. En este caso,
será necesario determinar los efectos potenciales sobre la salud humana, aunque sea
en forma previa a la realización de estudios más detallados. Si existe una historia de
uso seguro del alimento así consumido, estos efectos serán no significativos. Debe
tenerse en cuenta que los agricultores pueden no haber sido expuestos previamente a
las proteínas recombinantes, de modo que estos efectos no podrán predecirse
fácilmente en las primeras etapas de los ensayos experimentales a campo. Por lo
tanto, será indispensable que los informes de estos ensayos, realizados por los
inspectores o los propios interesados, den cuenta adecuada de su ocurrencia.
Un aspecto muy importante a considerar en el análisis de riesgos es la aparición de
diferencias fenotípicas. Si este análisis determina que esas diferencias no son
significativas, la decisión más probable es el pasaje del OVGM a etapas de evaluación
ulteriores, tales como la de seguridad alimentaria y valor nutricional. Existen casos en
que la expresión fenotípica es diferente a la de su homólogo convencional, porque
éste es precisamente el objetivo de la modificación (por ejemplo, resistencia a
insectos, tolerancia a herbicidas, mayor contenido de un aminoácido, cambios en el
perfil de ácidos grasos). En este caso, el análisis detallado de sus efectos sobre el
agroecosistema y de sus propiedades como materia prima alimentaria puede
establecer si las diferencias son manejables y/o aceptables. Por ejemplo, una
resistencia a insectos es manejable con el uso de áreas refugio y la tolerancia a
herbicidas es manejable si el OVGM se cultiva en áreas libres de parientes silvestres o
malezas sexualmente compatibles; la modificación genética no tendrá efectos
negativos sobre la diversidad biológica si se evita su cultivo en la vecindad de centros
de origen o de diversidad. Cada situación tiene sus particularidades, y las decisiones
apropiadas dependerán en gran medida del juicio acertado de los entes regulatorios.
Si el análisis de expresión fenotípica revelara que sus diferencias entre el OVGM y su
homólogo convencional son significativas y no intencionales, la decisión debe ser en
principio el rechazo del OVGM para su cultivo y uso alimentario. Aunque esta situación
no debe descartase, difícilmente se llega a ella, pues los interesados realizan con
anterioridad los estudios necesarios. Los costos del desarrollo de un OVGM son
elevados y seguramente no es lógico usar recursos en cultivos genéticamente
modificados que no cumplan con las condiciones exigidas de bioseguridad.
Caracterización genético-molecular
La caracterización genética-molecular de un OVGM es un capítulo fundamental del
análisis de riesgos. Si bien las regulaciones se focalizan en el producto y no en el
método de obtención (la ingeniería genética), varios aspectos de las construcciones
genéticas y de los procedimientos de transformación pueden tener efectos en el
OVGM y por lo tanto se incluyen en el análisis. Aunque se considera que los métodos
de transformación basados en Agrobacterium tumefaciens son más precisos en
comparación con los bio-balísticos, la información disponible señala que en ambos
casos pueden transferirse varias copias de la construcción, algunas de ellas no
estables o presentado re-arreglos, inversiones o deleciones. En general, tales
transformantes no son sometidos al análisis regulatorio, pues son eliminados en las
etapas más tempranas del desarrollo. Además, el vector utilizado para la
transformación requiere también un análisis detallado. Si se usan secuencias de ADN
provenientes de patógenos conocidos, debe asegurarse que las mismas estén exentas
de los elementos genéticos o genes que determinan las características patogénicas.
Debe establecerse inequívocamente cuáles son las secuencias del vector que han
sido transferidas al OVGM, sean éstas codificantes o no (estas secuencias forman lo
que se denomina “el inserto”). La descripción molecular del vector deberá ser
completa, e incluir el mapa de restricción y las sondas utilizadas para los ensayos de
Southern y de PCR. Esto brindará información sobre la región del vector que
constituye el inserto y, de ser necesario, sobre las técnicas que permitan su
identificación a partir de tejidos de la planta.
Las proteínas recombinantes expresadas en el OGVM no deben producir efectos
negativos (toxinas, alérgenos) ni potencial para originar enfermedades o daños sobre
otros organismos. Un ejemplo clásico frecuentemente mencionado en el debate
público es el de la nuez del Brasil. La semilla de esta planta posee una proteína de
reserva rica en aminoácidos esenciales azufrados que es alergénica. Hace algunos
años, se intentó desarrollar variedades de soja que expresaran el gen de esta
proteína, pero éstos fueron tempranamente interrumpidos ante la evidencia de su
potencial alergenicidad. Aunque los desarrollos fueron descartados sin mayores
consecuencias, el caso sigue siendo esgrimido como un peligro potencial por quienes
rechazan los cultivos transgénicos. Otra situación posible, es que los transgenes
provengan de un dador patogénico o alergénico, pero que no sean necesarios para
expresar esa patogenicidad o alergenicidad. La situación de muchos factores de
patogenicidad es más fácil de resolver, pues a menudo un único gen es incapaz de
producir efectos no deseados si no está acompañado por otros factores concurrentes.
El inserto es una porción específica y definida del vector que es transferida al genoma
del OVGM. El análisis de riesgo exige un completo análisis molecular de esta
secuencia y de las secuencias genómicas flanqueantes para verificar que el proceso
ha ocurrido como había sido previsto. Existen casos en que, mediante un análisis más
refinado se ha demostrado que el genoma de un OVGM contiene secuencias
adicionales introducidas en forma no intencional. Tales inserciones secundarias han
demostrado, hasta ahora, no ser significativas desde la perspectiva de la bioseguridad.
Cuando los transgenes provienen de dadores procariotas, la secuencia nucleotídica
original deberá modificarse para “vegetalizarla” adoptando el uso de codones de la
especie aceptora. Este cambio debe respetar la secuencia original de aminoácidos y,
si así no fuera, deberán realizarse estudios para demostrar que la proteína resultante
tiene propiedades que responden al objetivo de la transformación. Si la secuencia
aminoacídica fue modificada intencionalmente, deberá demostrarse que no se
generaron propiedades que requieran de un análisis detallado. En particular, se deben
reunir datos sobre cambios que alteren el procesamiento post-traduccional (por
ejemplo, generación de nuevos sitios de glicosilación), o que pueden modificar la
actividad biológica. Un caso interesante que tuvo trascendencia desde el punto de
vista regulatorio, es el del gen cry9C de B. thuringiensis, el que fue modificado para
incrementar su actividad insecticida disminuyendo su degradabilidad por las proteasas
del insecto. Esta menor degradabilidad también se observó en jugo gástrico humano
simulado, lo que indicaba que perduraría en el tracto intestinal durante más tiempo que
la proteína original. Debido a que esto se asocia con la posibilidad de generar alergias
alimentarias, esto obligó a limitar su uso a alimentos para animales y, posteriormente,
a retirar el producto del mercado.
Aún cuando la función esperada una proteína recombinante esté previamente definida,
deberá determinarse si la misma no tiene efectos sobre otros procesos bioquímicos
que ocurren en el OVGM (modificaciones en el metabolismo, generación de
metabolitos secundarios, efectos pleiotrópicos). Estos efectos no intencionales pueden
ser no significativos, pero requieren un estudio detallado para su verificación. La
introducción de un gen que codifica un factor de transcripción o una proteína
regulatoria, tiene grandes posibilidades de generar cambios en la fisiología y/o el
metabolismo de la planta, los que deben ser especialmente considerados. Los
promotores y otras secuencias regulatorias utilizadas en la construcción genética
determinan la expresión tejido-específica de los genes introducidos, por lo que debe
verificarse que ésta sea consistente con el resultado esperado. La evaluación de
bioseguridad de un OVGM requiere también conocer los niveles de expresión de las
proteínas recombinantes en los diferentes tejidos. Estos niveles son en general muy
bajos, por lo que habitualmente es poco probable que afecten a otros aspectos
fenotípicos o al uso de la planta como materia prima alimentaria. Finalmente, en
ciertos casos la modificación no tiene por objeto expresar un transgén sino silenciar la
expresión de un gen endógeno, lo que puede lograse mediante la expresión de genes
antisentido o por gatillado del silenciamiento génico post-traduccional. En este caso,
no sólo debe constatarse la ausencia de la proteína correspondiente, sino también del
transcripto de ARNm que la codifica.
El análisis de riesgos debe considerar también las secuencias que no se expresan en
la planta. La construcción genética puede contener secuencias tales como segmentos
introducidos para generar sitios de corte para endonucleasas de restricción y
fragmentos del vector no “vegetalizados”. Aunque esto se relaciona más con las
técnicas usadas de clonado que con el producto de la transformación (el OVGM), su
bioseguridad debe ser examinada en el proceso de revisión regulatoria. En la
categoría de elementos genéticos que no se espera que se expresen en la planta, se
incluyen los genes de selección controlados por promotores procarióticos, los que no
serán reconocidos por los mecanismos de transcripción eucariotas. Entre estos genes,
es habitual utilizar aquellos que codifican enzimas que inactivan antibióticos, ya que
éstas permiten la selección de las bacterias utilizadas durante el proceso de clonado y
de transformación.
El material genético insertado en el OVGM debe ser objeto de un análisis
pormenorizado. Para cumplir con los criterios de bioseguridad, un inserto debe
heredarse de manera mendeliana, ser estable y no movilizable en forma no predecible
en del genoma. Es sabido que el genoma vegetal es muy dinámico y que la
movilización de elementos transponibles es un fenómeno de ocurrencia frecuente. En
principio, un inserto no debe ser transponible; sin embargo, si esto ocurriera sería
probablemente eliminado en el proceso preliminar del desarrollo del OVGM. Es
frecuente encontrar que, de manera no intencional, se han insertado secuencias
parciales de un transgén, sin sus promotores o terminadores, o en sentidos inversos
con respecto a ellas mismas. Si bien en la mayoría de los casos tales secuencias no
tienen impacto en el fenotipo del OVGM, deben considerarse la posibilidad de que
generen marcos de lectura de proteínas espurias, cuya eventual toxicidad y/o
alergenicidad debe ser evaluada. El número de copias del transgen es también un
dato relevante. La presencia de múltiples copias funcionales puede dar origen a
segregantes de diferente nivel de funcionalidad, lo que constituye un riesgo no
admisible. En general, este tipo de transformantes son tempranamente descartados en
el desarrollo de un OVGM, de modo que rara vez alcanzan la revisión regulatoria.
La ubicación correcta e integridad funcional de los promotores y terminadores de la
transcripción es fundamental, tanto para la expresión de la característica deseada,
como desde el punto de vista de la bioseguridad. Obviamente, un promotor deficiente
no expresará el fenotipo buscado y será inmediatamente descartado, por lo que no
ingresará en la evaluación regulatoria. Las regiones regulatorias que sólo se expresan
en bacterias no suelen representar riesgos significativos. Sin embargo, la revisión
regulatoria debe considerar la posibilidad de que se expresen en la planta, por lo que
deben ser examinadas en forma similar a la generación de marcos de lectura no
intencionales.
Las secuencias flanqueantes al inserto que pertenecen al genoma de la planta deben
ser detalladamente analizadas. Esto permite constatar la ausencia de marcos de
lectura abiertos no intencionales y de fenómenos de movilización propias del inserto.
Respecto a la generación involuntaria de marcos de lectura abiertos, éstos pueden
generarse por trans-lectura (read-though) de una secuencia terminadora de la
transcripción. Igualmente, pueden iniciarse marcos de lectura en el interior del inserto
y continuar en regiones genómicas flanqueantes, con la consecuente posibilidad de
traducción de péptidos espúreos. En cuanto a los fenómenos de movilización de las
secuencias insertadas, si los mismos ocurrieran, ello se reflejarían en el cambio de las
secuencias flanqueantes.
Manejo de riesgos
El manejo de riesgos es una parte integral del análisis de riesgos. “Manejo” no implica
que necesariamente existan peligros significativos para humanos, animales o el
ambiente. Su significado debe relacionarse más bien con el hecho de que ciertas
características de los OVGM, así como de sus homólogos no transformados y de los
obtenidos por cruzamientos convencionales (con los que estamos conviviendo desde
hace más de un siglo) conllevan riesgos controlables (no peligros inevitables) que
deben ser gestionados de manera adecuada. La transparencia enumera las
estrategias comúnmente utilizadas para lograr la contención de un cultivo transgénico
en ensayos a campo. Cuando se liberan OVGM en forma experimental, deberá
evitarse que polen viable llegue a fecundar plantas sexualmente compatibles
(variedades silvestres y/o malezas), cuando ello no es deseable. Esto se denomina
“flujo de genes vía polen” y puede afectar la diversidad biológica de ancestros
silvestres de la planta, o transmitir a otras plantas caracteres que dificultarán luego las
prácticas agronómicas (por ejemplo, la tolerancia a herbicidas). Para impedir este flujo
es necesario aislar el OVGM mediante el uso de contenciones físicas, tales como
jaulas (previene el ingreso de polinizadores), taludes (previene que el riego o lluvias
arrastren material reproductivo) o cubriendo con envolturas apropiadas los órganos
florales (impide la dispersión del polen). Con la posible excepción de los taludes, estas
medidas constituyen limitaciones experimentales importantes cuando se desea
observar el comportamiento agronómico en las condiciones normales de cultivo. Por
ello es más común utilizar distancias de aislamiento tales que el viento y/o los
polinizadores no lleguen a transportar el polen fuera del área bajo control. Las
diferencias fenológicas (tiempos de floración) también se pueden usar para manejar
los riesgos que acarrea el flujo de genes; en este caso deben considerarse
cuidadosamente los rangos de floración para evitar fecundaciones no deseadas. La
contención puede también lograrse usando borduras de plantas no transgénicas que
actúan como “trampas de polen”. Desde el punto de vista regulatorio, estas plantas
deben considerarse como si fueran OVGMs.
Existen varias estrategias de manejo de riesgos que pueden implementarse durante el
desarrollo experimental y luego de finalizado los ensayos. El terreno utilizado en el
ensayo debe vigilarse por un número de temporadas que dependen de la persistencia
o probabilidad de emergencia de plantas voluntarias originadas en semillas
remanentes del OVGM. No se permitirá cultivar en el mismo predio una planta no
transgénica de la misma especie en la temporada siguiente al ensayo. Dependiendo
de su persistencia, cada cultivo requerirá diferentes períodos de restricción. La
situación de cultivos de autógamas será diferente de los que requieren fecundación
con el polen de otra planta. En este último caso, cuando se desea producir semillas
híbridas, las distancias de aislamiento dependerán de si el portador de la modificación
genética es el emisor de polen (requerirá distancias mayores) o el receptor (menores
distancias). No deben autorizarse ensayos experimentales en la vecindad de centros
de origen o diversidad de la especie. Ciertos cultivos requerirán protocolos específicos
para el manejo experimental. Por ejemplo, se requieren mayores distancias de
aislamiento si el polen mantiene su viabilidad en condiciones adversas. La escala de la
liberación es un dato importante pues determina, entre otros factores, la cantidad de
polen que será liberado. Si el carácter a ensayar implica riesgos especiales (por
ejemplo, desarrollo de efectos pleiotrópicos), no deben autorizarse grandes
extensiones hasta que haya un conocimiento más definido de los mismos. El marco
regulatorio de los OVGMs debe incluir un sistema adecuado de inspecciones, para
determinar que se cumplen las condiciones de bioseguridad bajo las cuales se
autorizaron las liberaciones. Los inspectores deben estar entrenados, no solo en el
manejo general de los OVGMs, sino para actuar en situaciones que requieren
monitoreos específicos.
Comunicación de riesgos
Si bien está basado en el análisis científico, el marco regulatorio de los OVGM debe
dar alguna forma de participación a todos los actores de la sociedad. Esta
participación comienza con la comunicación de los riesgos de un OVGM cuando se
trata de la autorizar su libre comercialización. La transparencia enumera dos aspectos
principales de la comunicación de riesgos: Los mecanismos utilizados para dar acceso
a la información, y el tipo de información que será comunicada. En general, no se
considera conveniente ni necesario informar sobre las etapas experimentales (sitio de
la liberación, característica introducida) sino cuando el proceso regulatorio ha
culminado y el OVGM está listo para su liberación comercial. El nivel de la
comunicación debe ser accesible, pero requiere una adecuada educación previa. La
rigurosidad no debe sacrificarse en beneficio de la comprensión, lo cual plantea
grandes desafíos profesionales. Los medios de difusión disponibles son variados.
Pueden utilizarse periódicos de gran circulación, documentos gubernamentales de
índole legal (leyes, decretos y programas), o sitios virtuales específicos en Internet. El
manejo de la información confidencial plantea un problema especial. En general, esta
información no es relevante a los efectos de la comunicación a la sociedad, pero los
encargados de la comunicación deben exponer con claridad lo que puede y debe
comunicarse (por ejemplo, las características fenotípicas, los genes introducidos, los
resultados de los experimentos realizados, los riesgos potenciales). No debe
descartarse, sin embargo, que alguna información confidencial pueda ser comunicada,
en cuyo caso se requerirá la autorización del interesado. Un punto importante a tener
en cuenta es cómo el proceso de comunicación afecta la toma de decisiones. Si la
comunidad debidamente informada formula objeciones fundadas o, si durante el plazo
otorgado para objeciones aparecieran nuevas evidencias de riesgos no considerados,
las autoridades regulatorias deberán tenerlas en cuenta y actuar en consecuencia.
El nivel de educación de la sociedad civil es esencial para que el proceso de
comunicación alcance los objetivos deseados. Serán necesarias campañas
específicas, llevadas a cabo por profesionales especializados (los científicos pueden
no ser buenos comunicadores, y los responsables de las innovaciones, no pueden a
priori ser considerados fuentes confiables). Estos profesionales deben dominar las
estrategias adecuadas, los medios utilizados, los mensajes a trasmitir (contenido,
forma, asociaciones de ideas) y las audiencias a quienes van dirigidos. Aunque resulte
difícil de implementar, debe establecerse una fluida comunicación entre la sociedad y
el sector científico. La forma en que se construye la percepción del público es un
fenómeno complejo, y tiene un enorme impacto en la aceptación de la tecnología y la
adopción y consumo de sus productos. Esto vale para toda innovación tecnológica,
pero su complejidad se incrementa en la actualidad debido al rol que juegan los
medios de comunicación. La velocidad de las comunicaciones, su formato, su
oportunidad (su relación con hechos no relacionados que inducen el interés del
informado), la utilización maliciosa de analogías, la sutileza de los mensajes
subliminales o fuera de contexto, la formulación de opiniones como si fueran hallazgos
científicos, son todos factores que hacen compleja y fascinante esta tarea.
Implementación del marco regulatorio
Para la implementación del marco regulatorio se pueden tomar como modelos otras
normativas que hayan demostrado ya su efectividad. También se pueden consultar los
mecanismos elaborados en el marco del Protocolo de Cartagena (la Biosafety Clearing
House, o Centro de Intercambio de Información). De todos modos, la toma de
decisiones es un proceso soberano y requiere el aporte de los mejores profesionales
disponibles en cada país. La transparencia enumera algunos de los aspectos a tener
en cuenta para la puesta en marcha del marco regulatorio. Los mecanismos de
análisis de riesgo (evaluación, gestión y comunicación) constituyen el núcleo de las
actividades regulatorias, y el foco de la atención estará centrado en la bioseguridad y
en el llamado enfoque precautorio. En el caso de la seguridad alimentaria, se agregará
el concepto de equivalencia sustancial (ver clase “Alimentos derivados de organismos
genéticamente modificados”). En algunos países, los marcos regulatorios operan
desde una agencia gubernamental especializada con poder de decisión, mientras que
en otros se han constituido comisiones mixtas (con participación del sector público y
privado) que asesoran a la autoridad política (un Ministro o Secretario de Estado). En
este último caso, pueden darse conflictos de intereses, y los miembros a los que
alcancen estos conflictos deberán abstenerse de opinar o influir en las decisiones o
dictámenes respectivos. Cualquiera sea el sistema que se adopte, habrá que
considerar sus costos, los que dependerán a su vez del estado de adopción de la
tecnología. Estos costos deben incluir los resultantes de la verificación del
cumplimiento de las normativas (inspectores, informes). Todo el proceso debe
conducir a un mecanismo transparente para la toma de decisiones. La experiencia
demuestra que los países en que las decisiones residen en las autoridades
ambientales tienden a ser más restrictivos que aquellos en que las decisiones caen en
la órbita de las autoridades del sector agropecuario. Esto señala claramente que la
visualización de las diferencias entre los agroecosistemas y los ecosistemas
“naturales” tendrá gran impacto en el carácter de las regulaciones.
El desarrollo, aceptación y comercialización internacional de los OVGMs ha sido
motivo de intenso debate y objeto de varios convenios internacionales. Aún cuando se
han realizado grandes esfuerzos para lograr armonizar los criterios regulatorios de
diferentes países (lo que beneficiaría el comercio internacional) manteniendo la
autonomía de decisión sobre casos particulares, se mantienen trabas comerciales que
no necesariamente derivan de fundamentos científicos. Los instrumentos y entidades
más importantes en la materia de tratados internacionales son la Convención sobre la
Diversidad Biológica (CBD) y sus tratados anexos, el Protocolo de Cartagena y el
Centro de Intercambio de información (BCH), la Convención Internacional para la
Protección Vegetal (IPPC), la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Acuerdo
Sanitario y Fitosanitario (SPS), la FAO y el Codex Alimentarius. Muchas de las
normativas en discusión reflejan diferentes grados de adopción o de aceptación social
de los OVGM, así como el interés de implementar trabas al comercio sin bases
científicas y/o con intereses políticos. Las discusiones adquieren a veces
características especiales y han llegado a generar litigios y negociaciones legales. Las
dificultades inherentes en este campo residen en el hecho de que los negociadores
frecuentemente no cuentan con las bases científicas adecuadas (o no tienen los
medios para acceder a asesores adecuados) y en que el seguimiento de las
negociaciones requiere grandes esfuerzos y costos.
La actividad regulatoria no finaliza con la autorización para la liberación comercial de
éstos y continúa en el seguimiento del proceso de adopción y la detección temprana
de dificultades no previstas. Ejemplos de esta gestión de post-comercialización son las
normas adicionales para el manejo de la resistencia a insectos (refugios, emergencia
de mutantes no susceptibles) o la tolerancia a herbicidas (detección de la transferencia
de genes de tolerancia hacia malezas o especies silvestres). Poco es sabido sobre los
efectos de largo plazo de los alimentos y cultivos no transgénicos que la Humanidad
ha empleado por milenios. Por esta razón, es recomendable la vigilancia postcomercialización de un OVGM y de los alimentos que derivan de ellos. Sin embargo,
no se han observado aún efectos no esperados y que, debido al fuerte poder
predictivo del análisis de riesgos, las probabilidades de ocurrencia de efectos adversos
son muy bajas o no significativas.
Las normativas que se pongan en práctica para la regulación de la bioseguridad de los
OVGM deben ser claras, de modo que todos los actores conozcan sin ambigüedades
sus obligaciones y los requerimientos exigidos. Esto incluye la calidad de la
información que sustenta la revisión regulatoria, la determinación precisa de la
información faltante y el trabajo experimental necesario para subsanar carencias de
conocimientos. En general, un marco regulatorio funciona en una forma similar al
comité de redacción de una revista científica de primer nivel: se recibe la información
completa, se verifica que los experimentos han sido realizados con las mejores
técnicas disponibles, se analiza la consistencia de la información, tanto interna (la
presentada) como externa (la información científica en el dominio público), se realizan
todas las consultas e indicaciones de informaciones adicionales que hicieran falta, y se
arriba a una decisión. Esta comparación no sólo es metodológica sino que fija los
parámetros de calidad de los datos que se analizan.
Los encargados de poner en práctica las normativas deben tener acceso a la literatura
científica actualizada. Los avances de las disciplinas asociadas a la biotecnología,
como la biología molecular, la genómica, la proteómica y la metabolómica, brindan
aproximaciones de interés para el análisis de riesgos y, en la medida que sus
enfoques maduran, constituirán herramientas fundamentales para dicho análisis. Por
este motivo, debe prestarse especial atención a los mecanismos de actualización de la
información, a las necesidades de entrenamiento y a la creación de capacidades
acordes con los desafíos que implican el desarrollo y llegada a la sociedad de los
beneficios de la agrobiotecnología.
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