TITULO: Viñas de Sonora: Sistemas de Intermediación Laboral para un enclave agrícola del noroeste de México. AUTOR: Kim Sánchez Saldaña ADSCRIPCION: Universidad Autónoma del Estado de Morelos, México. Resumen Esta comunicación es sobre migración de trabajadores temporales a regiones de agricultura intensiva en Sonora, México, dedicadas la producción de uva de mesa para mercados globales. Se presentan reflexiones enmarcadas en el Proyecto de investigación “Sostenibilidad social de los nuevos enclaves productivos agrícolas: España y México”, que continúa en marcha1. La producción de vid en Sonora ha propiciado un creciente proceso de migración y asentamiento de población jornalera originaria del Sur del país. Además, este dinámico mercado de trabajo es complementado con migraciones temporales bajo un sistema de reclutamiento y movilización de trabajadores para cubrir las necesidades de diferentes variedades de uva. Nuestro interés se centrará por ahora en este último mecanismo de abastecimiento de mano de obra. En particular, de flujos migratorios procedentes de Puebla y Morelos, en el Centro del país, donde opera una red jerarquizada de intermediarios laborales tradicionales al servicio de las grandes empresas agrícolas sonorenses. Se trata de una migración interna de larga distancia, que se ha vuelto indispensable para el cabal funcionamiento y reproducción de este enclave productivo. Introducción Esta comunicación es un avance de investigación para el caso mexicano del Proyecto “Sostenibilidad social de los nuevos enclaves productivos agrícolas: España y México”, el 1 Integrante del proyecto I+D+i CSO2011-28511. El equipo mexicano está compuesto por la Dra. Sara María Lara Flores, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, la Mtra. Adriana Saldaña Ramírez del Instituto Nacional de Antropología e Historia y quien escribe, de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Estos avances de investigación y las hipótesis aquí presentadas son productos del trabajo en equipo. 2 cual analiza desde este enfoque un enclave agrícola ubicado en Sonora, dominado por la producción de uva de mesa para exportación y sustentado en grandes empresarios. Este territorio de producción en fresco ha seguido las actuales tendencias de las cadenas globales agroalimentarias, caracterizadas por asegurar su rentabilidad mediante la contratación de mano de obra de bajo costo y alto rendimiento, así como la búsqueda de mercados selectos. Sin embargo, al tratarse de un estado de muy baja densidad de población (15 hab/km2), los empleadores promovieron la “importación” de jornaleros agrícolas desde otros lugares en el país, en una práctica extendida en el campo mexicano que resulta de profundas desigualdades regionales y sociales. Es así que, sobre todo desde la década de los ochenta, ha habido importantes procesos de asentamiento de población trabajadora en torno a las regiones agrícolas más prósperas. Pero, además, el cultivo y la cosecha de las diferentes variedades de uva de mesa han generado un dinámico mercado laboral que en momentos específicos ejerce una fuerza centrípeta extraordinaria, por lo cual fue tan necesario atraer flujos de jornaleros temporales, así como expulsarlos, pues las economías locales no podrían ofrecerles empleo el resto del año si permanecieran allí. El proyecto de investigación en curso para el caso mexicano, está interesado en conocer y comparar estas dos estrategias de suministro de fuerza de trabajo. En esta ocasión se compartirán algunos resultados preliminares de la investigación que se está realizando en comunidades rurales del centro del país, donde operan sistemas de intermediación laboral que abastecen de trabajadores temporales hacia los viñedos sonorenses entre los meses de diciembre y mayo. Las comunidades en cuestión en Puebla y Morelos, distan de ser las únicas que abastecen esos enclaves agrícolas, si bien ocupan un lugar muy prominente. Según informaba un periódico local de Sonora para la cosecha de 2011, el “ejército de reserva” reclutado en todo el país, superó las cincuenta mil personas. El texto está dividido en cinco partes: primero se hace una caracterización breve del enclave agrícola, luego se presentan las características de la demanda de trabajo y su consecuencia para los flujos de jornaleros migrantes, e inmediatamente se mencionan algunos rasgos del sistema de intermediación laboral que opera en la región estudiada. En 2 3 cuarto lugar, se presentan datos sobre estos trabajadores registrados por organismos gubernamentales en Puebla y Morelos. Posteriormente se busca contextualizar los flujos migratorios en la dinámica regional y se concluye resaltando los principales hallazgos e hipótesis de trabajo que guiarán las futuras investigaciones. Viñedos de Sonora: características de un enclave agrícola Hablar en uva de mesa en México es hablar de Sonora, un estado fronterizo con Estados Unidos, donde se concentran cerca de 15 mil hectáreas de viñas, que equivalen al 86 por ciento de la superficie nacional del cultivo y el 96 por ciento del valor que aporta esa fruta al país (SAGARPA, 2010). Una de sus mayores ventajas competitivas radica en que cosecha más tempranamente que California, en el vecino país, lo que ha propiciado la exploración de viñedos que permitan obtener cosechas incluso más precoces. El área de producción de uva de mesa comprende la región Costa de Hermosillo-Pesqueira (10,500 ha) y la región Caborca (3,500 ha) (Vázquez, 2011). Las principales variedades son Flame Seedless, Perlette y Superior y en menor medida Red Globe y Black Seedless. La producción de uva de mesa es una tradición relativamente reciente, que inició hacia mediados del siglo XX en la localidad de Pesqueira (antes de vocación ganadera), donde compartió esa nueva orientación agrícola con otros cultivos comerciales como sandía, algodón, tomate y ajo. Desde su introducción en Sonora, el clima extremo y los suelos arcillosos resultaron especialmente propicios para la vid y, paulatinamente, se fue consolidando como el producto más rentable, a la vez que evolucionó ligado a estrategias empresariales, acaparando tierras, desplazando a campesinos ejidatarios y familias rurales. La Asociación Agrícola Local de Productores de Uva de Mesa (AALPUM) reconoce que a partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN o NAFTA por sus siglas en inglés), en 1994, inicia el despegue de la producción de uva de mesa, cuando los productores visualizaron la posibilidad de acceder a más mercados internacionales. La oportunidad de complementar la oferta existente de uvas de California y Sudamérica en la época del año en la que los proveedores tradicionales no producían, incentivó la búsqueda de innovaciones que combinaron variedades y prácticas de manejo 3 4 que actualmente permiten atender mercados durante los meses de mayo a julio (Vázquez, 2011). La apertura comercial promovió diversos cambios en el patrón de cultivos, en aspectos tecnológicos y organizacionales, buscando productos con alto valor agregado y menor dependencia del clima, vía la tecnificación del riego. En ese contexto también llevó a una reconversión productiva en la que se ha preferido la uva de mesa en desmedro de la uva de pasa y para vino (Haro, 2007). Al igual que otros estados del noroeste del país (Sinaloa, Baja California y Baja California Sur), la historia de Sonora ilustra cómo se consolidan enclaves productivos empresariales con franca orientación exportadora, con la ventaja adicional de su cercanía con Estados Unidos. En el caso de la uva de mesa sonorense, la producción ha estado dominada por alrededor de 35 empresas, con fuertes incentivos para mantener y mejorar su competitividad en el mercado global. Sus clientes se encuentran principalmente en Estados Unidos, y en menor medida a Canadá, China, Indonesia, Japón y Reino Unido (Vázquez, 2011). Por otro lado, el proceso de globalización ha incorporado progresivamente las nociones de calidad y diferenciación como recursos de competitividad en las cadenas agroalimentarias en fresco. Alentadas por tales estrategias de mercado esas cadenas han atravesado múltiples reestructuraciones en todos los niveles: producción, abastecimiento, mercantilización y consumo (Selwyn, 2009). Las empresas y corporaciones ya no estarían tan interesadas en reducir el precio de sus mercancías para conquistar mercados, sino en buscar que los consumidores estén dispuestos a pagar más por esas “mejoras”, legitimadas por los sistemas de certificación, que pretenden verificar inocuidad, salud e higiene, y/o cuidado al medioambiente y cumplimiento de “buenas prácticas agrícolas”, y/o “responsabilidad social” con los trabajadores. En el caso particular de las exportaciones destinadas a Estados Unidos, este proceso se intensificó después del 11 de septiembre de 2001, cuando su gobierno instauró las Leyes contra el Bioterrorismo, para reforzar el control fronterizo en la importación de alimentos (C. de Grammont y Lara, 2010). Sin embargo, se ha argumentado que las certificaciones se basan en medidas científicas y técnicas que esconden las agendas políticas favorables a los actores corporativos, a la vez que penaliza a los grupos sociales más débiles (Bonano y Cavalcanti, 2012). 4 5 Jornaleros Agrícolas de la Vid y Mercado Laboral Temporero Los diagnósticos de orientación empresarial se ufanan del gran número de empleos que genera la producción de uva de mesa (4,267 millones de jornales anuales), considerando su enorme impacto social y derrama económica al interior del país, al emplearse trabajadores de todo México, principalmente de personas provenientes de los estados del Sur (Vázquez, 2011: 9). Sin embargo, no existen estadísticas –privadas o públicas- confiables sobre el volumen de la población trabajadora contratada en forma permanente y temporal para la producción de uva de mesa. Algunas fuentes estiman conservadoramente que se trata de 16 mil personas (Sariego y Castañeda, 2007), mientras otro estudio señala que en la temporada de cosecha de uva en los campos de Pesqueira, la población total asciende a 35 mil personas, incluyendo a los pobladores locales que no suman más de 3,500 habitantes (Haro, 2007). En cambio según anuncia un periódico sonorense- el Servicio Nacional de Empleo de Sonora, calculó en 2011 que la población se incrementó a 57 mil habitantes con la llegada de los jornaleros contratados solo para la cosecha de uva2. Lo cierto es que, los diferentes cambios e innovaciones en el proceso productivo, a su vez, han implicado sistemas más intensivos de trabajo en tareas convencionales y nuevas. Es decir, el aumento de la demanda laboral no solo tiene que ver con el incremento de superficie cultivada, sino sobre todo, con lo que implica la calidad y la diferenciación de la fruta.3 Los periodos en que se movilizan los trabajadores temporarios son diciembre, febrero y mayo, para cubrir la demanda en la poda, el raleo4 y la cosecha, respectivamente. Las primeras son tareas que se realizan en un periodo corto, que puede llevar tres semanas y hasta un mes. Luego, entre febrero y mayo, unas pocas cuadrillas pueden prolongar su 2 http://www.elimparcial.com/EdicionEnLinea. Consultado el 31 de diciembre de 2012 De modo similar a lo que ocurre en el caso de la Provincia de San Juan, Argentina: “La uva de mesa de alta calidad demanda distintas operaciones sobre la planta que demandan la realización de un mayor número de tareas, generalmente manuales, que requieren mano de obra competente y calificada. El desempeño de estos trabajadores manuales es vital para alcanzar los estándares de calidad perseguidos aunque esto no se traduce en las condiciones de ocupación imperantes. (Quaranta, 2009: 8) 4 La práctica de raleo, también llamado aclareo consiste en eliminar racimos o parte de estos, bayas o uvas con el objetivo de lograr mayor amarre, forma, peso y presentación de las uvas y reducir la compactación del racimo. El aclareo puede ser manual o químico. En el primer caso, el aclareo de racimos florales se realiza en el período comprendido entre la salida de las hojas y la floración (Vázquez, 2011: 34). 3 5 6 permanencia por unas semanas o más, para realizar otras labores que se suceden en el cuidado de los frutos, como por ejemplo, el deshoje5 y el anillado6, los cuales requieren igualmente gran destreza manual. Cabe mencionar que cada variedad de uva puede requerir distintas labores, o bien tener particulares momentos para ello. Este conjunto de innovaciones han redundado en un incremento de la productividad7. El rendimiento ha aumentado, pasando de 12.3 ton/ha en 2006 a 13.2 ton/ha en 2010, lo que significa, sencillamente, más de 100 cajas por hectárea. A nuestro modo de ver, como ha señalado Haro (2007), esto es solo un botón de muestra acerca de una nueva cultura empresarial y laboral en los campos sonorenses, que de un lado busca aumentar la explotación de la mano de obra y, a la vez, busca certificar sus procesos de producción dando lugar a discursos hipócritas que pretenden mostrar un empresario “socialmente responsable”. De acuerdo con los hallazgos de Sara Lara (2012) en Estación Pesqueira, el creciente interés por mercados que exigen certificaciones, ha repercutido en la composición étnica de los flujos migratorios, pues las familias jornaleras indígenas de Oaxaca y Guerrero se trasladan frecuentemente en grupos familiares extensos, son ahora rechazadas en empresas que operan bajo el régimen de responsabilidad social. En realidad, la preocupación por cumplir la norma internacional de “prohibición de trabajo infantil”, se ha cumplido en ritmo y grado desigual, pues en México los modernos enclaves agrícolas se han erigido sobre el sudor de mano de obra familiar y Sonora no es la excepción. Cuando preguntamos a un enganchador qué tipo de gente le piden llevar, contesta: Revuelto… estábamos llevando chamacos de 15 ó 16 años porque esos salen muy buenos para el trabajo. Ahorita ya los evitaron, solo de 18 años para arriba. 5 El deshoje consiste en eliminar hojas que se encuentran alrededor del racimo. En la planta se abre una “ventana” que permite una mejor iluminación y aireación del racimo sin que este se exponga completamente a los rayos del sol, favoreciendo también la buena cobertura de las aplicaciones foliares (Vásquez, 2011: 35). 6 Práctica empleada para el incremento en tamaño de baya, que se realiza haciendo ciertos cortes pequeños en el tronco de la planta con una cuchilla de doble filo (Vázquez, 2011: 36). 7 En 1980 la relación siembra-cosecha era de 0.68 y para 2007 fue de 0.98, lo que significa es que hace tres décadas se cosechaba solamente el 68% de la superficie establecida con uva de mesa, mientras que para 2007 se cosecha el 98% de la superficie cultivada con vid (Vázquez, 2011: 12). 6 7 … Antes nos dejaban llevar hasta 15 o 20 niños, pues había guardería, no pagaba uno lo de los niños. Ahora ya no quieren ni uno, ya no hay guardería, puros que vayan a trabajar. (C.T., Tehuitzingo, Pue., Enero 2013) Por otro lado se han introducido mejoras en la infraestructura para los migrantes que representan progresos en las condiciones de trabajo y de alojamiento, tales como baños, regaderas, lavaderos en los campamentos e inodoros portátiles en los campos. No sobra decir que esas medidas responden más bien al interés de las empresas por la inocuidad de sus mercancías. Cabe mencionar que, al parecer, empleados y capataces de las compañías consideran que los problemas de higiene y limpieza se han debido al bajo nivel de escolaridad de los jornaleros. Lo cierto es que las nuevas regulaciones se traducen en intensificación de la explotación del trabajo, mayor control del espacio de labor y del trabajador aun fuera del surco. La administración laboral en campos y campamentos insiste en registrar, disciplinar y -si puede decirse-, saturar de letreros indicativos sobre “reglas de limpieza”; supervisores y jefes de cuadrillas reproducen las consignas que valorizan positivamente esta atmósfera “higienista”. Contratistas y cuadrilleros Desde el auge de la producción de vid, las empresas sonorenses recurrieron a sistemas de enganche y migración estacional de campesinos-jornaleros de regiones rezagadas de los estados del sur, en un conocido mecanismo de abastecimiento de mano de obra que había propiciado tempranamente el boom de la horticultura empresarial de Sinaloa (Lara, 2008). Ahora bien, las fuertes oscilaciones en el consumo de trabajo derivadas de las reestructuraciones productivas, implicaron asimismo dificultades para la política laboral de las empresas que requerían una amplia disponibilidad de mano de obra para periodos específicos, pero que a su término serían inmediatamente superfluos. Es de imaginar los múltiples focos de conflicto laboral que un escenario así podría generar, por lo que el empleo de mano de obra eventual, ha requerido estrategias específicas que combinan mecanismos directos e indirectos, formales e informales de contratación de trabajadores temporales, que mitigan los riesgos de una confrontación. 7 8 En este sentido, el instrumento apropiado ha sido el sistema de intermediarios laborales tradicionales, cuya lógica de funcionamiento permea roles y formas de operar de todos los agentes económicos involucrados: desde los empresarios hasta los jornaleros migrantes, pasando por personal técnico y encargado de personal en campo, responsables de albergues temporales (“trabajadoras sociales”), contratistas, cuadrilleros, apuntadores, supervisores, empleados gubernamentales, principalmente. Es decir, incluso aquellos que no pertenecen al sistema de intermediación, pero que están igualmente adecuados a esa estrategia de administración laboral. Este tipo de sistemas tienen una trayectoria centenaria en México y Latinoamérica, donde han cumplido un papel fundamental en el desarrollo del capitalismo agrario y la expansión de cultivos intensivos en trabajo, regulando con eficacia la oferta y demanda de trabajo. Asimismo son conocidas las funciones políticas de los intermediarios laborales como amortiguadores de conflictos, asociados con tareas de control social de la mano de obra. Lo anterior, a su vez, propició su desempeño como intermediarios culturales y brokers (Sánchez, 2012). En las últimas décadas del siglo veinte, el desarrollo de estos sistemas ha sido también clave en la edificación de regiones dinámicas del noroeste mexicano, donde movilizaron y dominaron circuitos migratorios de jornaleros agrícolas, en respuesta a la escasez local de mano de obra. Al mismo tiempo, se consolidó la figura de un intermediario que cumplía un papel activo en la segmentación del mercado de trabajo, manipulando factores étnicos y de género, basados en la alta proporción de población indígena y familiar que componía estos flujos migratorios. Recientemente, los sistemas de intermediación laboral están readecuando sus funciones a los procesos de reestructuración productiva y programas de certificación antes mencionados, modificando el perfil de la mano de obra reclutada, sus medidas de control y disciplina acordes con los nuevos estándares de calidad exigidos. En el caso aquí analizado, estos intermediarios movilizan grandes contingentes de hombres, y en menor medida de mujeres, principalmente adultos jóvenes, desde puntos de embarque cercanos a sus comunidades de origen. Esta población migrante permanece por periodos cortos de uno a tres meses, organizados en cuadrillas y alojados en instalaciones dentro de 8 9 los campos agrícolas, bajo estricta supervisión de sus capataces, limitados en muchos aspectos pues se les retiene el salario hasta finalizar su contrato (Saldaña, 2013a). Consideramos que el proceso de consolidación del mercado de trabajo en torno a la uva de mesa fue al mismo tiempo, de reajuste del sistema de intermediación laboral a los criterios de “certificación” que correspondían al reclutamiento y manejo de trabajadores apropiados para las nuevas prácticas empresariales. El reclutamiento El sistema de intermediación laboral está conformado por cadenas jerarquizadas de agentes intermediarios que cumplen diferentes tareas y responsabilidades que, en orden descendente se les denomina: contratista, cuadrilleros, supervisores o “ayudantes” que son intermediarios menores e integrantes del equipo. Éstos tienen actividades específicas en el momento de alistar jornaleros y otras más cuando están en el sitio de trabajo. El primer paso consiste en regular el reclutamiento de mano de obra y su transporte hacia el enclave agrícola y, al finalizar el contrato, el retorno a las regiones de origen, en autobuses que contratan para esa finalidad. Existen relaciones estrechas entre sistemas de intermediación y empresas, donde éstas determinan fechas y cantidad de trabajadores necesitados. Generalmente, los cuadrilleros reciben el aviso 2 a 3 semanas antes sobre estos requerimientos. Luego, los cuadrilleros se apoyan en “ayudantes”, quienes son los responsables de “invitar” directamente a las personas en los pueblos, utilizando su red familiar y capital social. En estas regiones de Puebla y Morelos no se acostumbra el sistema de anuncio radial u otro medio impersonal, como sí ocurre con sistemas de enganche en otros lugares del país.8 Por tanto, en Puebla y Morelos, estos “enganchadores” deben cuidar su prestigio no sólo como trabajadores(as) de la uva, sino como vecinos locales, pues viven en las mismas comunidades que los candidatos a migrar. Con frecuencia, en las entrevistas los actuales cuadrilleros informaron que su ascenso de peones a intermediarios consistió en que un cuadrillero les propuso que “juntara un camión”, lo que equivalía a pedirle que demostrara su capacidad de reclutamiento, 8 Concretamente, en el reclutamiento de jornaleros en Chiapas para la cosecha de uva, un cuadrillero comentó que en aquellos lugares se invita a través de la radio, informando las tareas a realizar, las tarifas y condiciones de pago, así como la fecha y lugar en que se realizarían los embarques. 9 10 reuniendo un total de 40 personas dispuestas, que es el número de asientos disponibles en un autobús y, así, gestionar que el contratista alquile un vehículo más. Para asegurar el suministro oportuno de trabajadores, el empresario presta dinero al contratista para el pago de transporte (cerca de 890 Euros cada autobús o $ 15,000.00 pesos mexicanos), lo cual al final de la temporada el contratista recupera, pues el cuadrillero le cobra a cada trabajador cuando éste recibe su salario al término de su contrato. Esto no impide que algunos trabajadores se “fuguen” sin pagar el gasto de transporte, pérdida que deberá absorber el cuadrillero (y no el contratista). En realidad, el intermediario no solo se reembolsa su inversión inicial, sino que desde ya le permite obtener una ganancia extraordinaria por trabajador enrolado. Cada contratista puede establecer acuerdos con una o más empresas para suministrar cuadrillas. Para mesurar el volumen de trabajadores que cada contratista puede movilizar, los informantes acostumbran hablar del número de camiones que mandan en tal o cual temporada. Así, nos indican que hay intermediarios menores que envían 4 camiones, que es equivalente a 160 personas (40 asientos cada autobús); o grandes intermediarios que envían 40 o más autobuses, es decir, más de 1600 trabajadores de una sola región. La cifra da solo una idea general de la enorme variedad de intermediarios, pues no existe un registro accesible de cuántos contratistas son y qué cantidad de autobuses han utilizado cada año. Baste decir que hasta el momento hemos detectado cerca de 20 cuadrilleros en diferentes localidades de las regiones poblana y morelense. De acuerdo a la información proporcionada por los entrevistados, existe un importante contratista oriundo de Michoacán (quizás el más grande y antiguo de todos), que tiene cuadrilleros y ayudantes en diferentes estados de la república: Michoacán, Oaxaca, Chiapas, Puebla y Morelos, entre otros, y en cada uno de ellos cuenta con una pequeña estructura a su servicio que funciona con relativa autonomía respecto a las otras (Saldaña, 2013ª). Él tiene el contacto directo con las empresas y negocia con las mismas, no está claro si dispone de autobuses de su propiedad, o bien subcontrata los servicios de empresas de transporte para tal efecto. En un sistema de tales dimensiones, este contratista habría ya pasado a ser una figura anónima, un empresario más que conoce directamente a los principales cuadrilleros en cada lugar, pero no así a los jornaleros. 10 11 Hay que hacer notar que, de acuerdo a estos mecanismos informales de operar, no existen oficinas o establecimientos fijos (agencias) de contratación, sino que cada cuadrillero y/o sus ayudantes llevan una lista donde “apuntan” a los potenciales migrantes; sea que los intermediarios vayan “casa por casa” reclutando, o bien, lo más común es que los interesados busquen a estos agentes en sus domicilios. El autoreclutamiento es promovido por medio de canales de difusión tradicionales de “boca en boca”, cuando una persona se informa que “ya están apuntando” para tal tarea. Con base en la planificación del contratista y en coordinación con sus cuadrilleros, se fija el día en que serán embarcados los trabajadores. Por su parte los ayudantes del cuadrillero deberán confirmar –de acuerdo a la lista- esta información e indicar el punto de embarque, donde los autobuses estarán esperando (estación de gasolina, plaza, etc.) Consideramos que en este esquema, el papel clave lo desempeñan los cuadrilleros, en el sentido de condensar las propiedades de la figura de intermediario laboral tradicional (Sánchez, 2012). El cuadrillero comúnmente reside en la región donde recluta, pero a su vez, depende de sus ayudantes para extender y afianzar su presencia en algunas de esas comunidades rurales, así como apoyarse en las redes sociales (parentesco, amistad y paisanaje) de éstos para aumentar la confiabilidad de los compromisos adquiridos por cada trabajador reclutado. Finalmente cabe subrayar que, el sistema de intermediación controla el acceso al mercado laboral, pues no existen contrataciones individuales y por su cuenta de los jornaleros, sino siempre en función de haber sido reclutado por un contratista y ser miembro de una cuadrilla (aunque el individuo se haya “auto reclutado”). En los Campos Agrícolas Una vez que se ha cumplido con el transporte de los trabajadores y su entrega en los distintos campos, las funciones de cuadrilleros y sus equipos estriban en la capacitación y fiscalización del trabajo, junto con el registro del mismo, ya que los sistemas de pago son a destajo (por ejemplo, por mata podada o por caja cosechada). Es decir, la gestión del trabajo y el pago, son también responsabilidades del sistema de intermediación, de modo que –como suele ocurrir en esta modalidad de contratación indirecta- los empleadores delegan en estos agentes la responsabilidad por el cumplimiento 11 12 del trabajo y, en este caso particular, que cumpla con altos estándares de calidad y rendimiento. La eficiencia de una cuadrilla y su grado de destreza es fundamental para conseguir más y mejores trabajos, pero no es garantía para que las empresas brinden pleno empleo a los trabajadores a lo largo de una temporada de poda o de pizca. En gran medida por ello, si bien los trabajadores migran con el interés de trabajar en los viñedos que son las tareas mejor remuneradas, éstos suelen emplearse en otras actividades que les ofrecen los mismos empleadores o los intermediarios, para cubrir la demanda de otros cultivos que también hay en esas regiones agrícolas. Un joven trabajador entrevistado, por ejemplo, mencionó que fue enganchado para realizar el raleo en febrero, al cabo de lo cual -y por medio del intermediario laboral-, consiguió empleo en cosechar calabaza y sandía en espera de la temporada de cosecha de la uva en mayo; de esa manera, permaneció en Sonora alrededor de seis meses. Por otro lado, el vínculo directo del contratista con la empresa es a través de personal técnico que se le llama comúnmente “el ingeniero” y, en segundo lugar, con los “mayordomos generales”, que son los encargados en campo de dirigir y supervisar las tareas. Cualquiera de estos empleados de la empresa puede llamar la atención al trabajador si no cumple sus tareas o hay algún defecto, pero será responsabilidad del contratista y del cuadrillero asegurar que los errores se corrijan, mediante la estrecha supervisión y, si fuera necesario, llamados de atención o amonestaciones; en caso contrario, el trabajador puede perder derecho a trabajar una o más jornadas y, caso extremo, será despedido sin remuneración ni dinero para retornar a su pueblo. En el lugar de trabajo, el papel del cuadrillero es aquel que es encargado de una cuadrilla compuesta de 80 trabajadores y, para ello, cuenta con el apoyo de tres a cuatro personas que integran su equipo inmediato de trabajo: el cuadrillero (o encargado que lidera el grupo), el apuntador (registra el trabajo de cada jornalero) y los supervisores. Para realizar esas funciones se debe considerar que las cuadrillas son organizadas en 40 parejas para realizar la mayoría de las tareas (poda, raleo y cosecha). Los contratistas y cuadrilleros han recibido capacitación por parte de los ingenieros, acerca de las nuevas tareas pre-cosecha y cosecha, el manejo productivo y todas aquellas prácticas que se considera aseguran la mayor calidad (por ejemplo, forma de racimos, uniformidad 12 13 de las bayas) de los frutos, así como las instrucciones de cómo debe ser a la vista y al tacto cada aspecto. Este conjunto de indicaciones son denominadas “escuela” y los intermediarios son los primeros en participar y reproducir en los integrantes de su cuadrilla que es requisito ser “buen alumno” y aprender cómo hacer las tareas por medio de esa capacitación. Este estricto adiestramiento, combinado con el sistema de pago a destajo que impulsa la intensificación del trabajo y presiona hacia mayores rendimientos, se traduce en una desvalorización del trabajo realizado. Las tarifas de pago en la uva de mesa, sin embargo, se estiman mejor pagadas que en otros cultivos, por ejemplo, la cosecha de tomate en Sinaloa. Los intermediarios entrevistados coinciden en señalar que los ingresos de los jornaleros temporales que van a Sonora son superiores a aquellos de los que migran a otras regiones agrícolas del país. Y también hay quienes afirman que gracias a ello, muchos hogares de trabajadores han mantenido su nivel de consumo o hasta mejorado y que retornan a sus pueblos con significativos “ahorros”. Al parecer, la recalificación del trabajo impuesta por medio de un régimen de vigilancia estrecha y de implementación de protocolos que permiten la trazabilidad de las mercancías, fue correspondida por los empresarios con la elevación de las tarifas de pago por tareas realizadas. Una mejor “cotización” del trabajador se asociaba a la idea de su alta movilidad y disciplina, debido a los estrechos márgenes en que se debían realizar cualquiera de ellas, fuera poda, raleo o cosecha. Sin embargo, los intermediarios se quejan de que en los últimos años las tarifas por tarea han reducido, debido a la sobreoferta de trabajadores y cuadrillas como lo expresa Don Cenobio: Sí, le digo, ha sido mucha competencia, por decir ahorita yo estoy arreglado que a 10 pesos la planta, llegas tú y dices “te la hago a 8” y ahí llega otro y dice que la hace a 7. Ahí está el balanceo, ya está bien canijo. Es que el ingeniero es el que gana más, es el que trata con el mero dueño, que gana más, digamos. No sí, el ingeniero trata con el dueño, él como haga los tratos, lo va sostener el dueño, en un poco que quiera ganar, se lo va quedar él. Así son los trabajos. (C.T., Tehuitzingo, Pue., Enero 2013) 13 14 Este y otros testimonios parecen sugerir que los intermediarios laborales responsabilizan a los empleados de la empresa de obtener su propio beneficio de esta competencia entre cuadrillas. En cualquier caso, lo que parece evidente es que estos sistemas de intermediarios laborales estarían cumpliendo su papel cómplice de “inundar” el mercado de trabajo, fomentar la desvalorización de la fuerza de trabajo y así reducir su costo. Trabajadores Migrantes de Puebla y Morelos Se considera el ciclo agrícola 1984-85 la etapa en que llegan masivamente trabajadores agrícolas y sus familias, principalmente de Oaxaca, y también el momento en que inicia el asentamiento poblacional en la localidad de Estación Pesqueira (Lara, 2012). A su vez, trabajadores procedentes de Morelos, Puebla y Veracruz comenzaron a incursionar también en esa época. De acuerdo a las entrevistas realizadas en Puebla y Morelos, el mercado de trabajo estacional de la cosecha de uva de mesa en Sonora empieza a aparecer en los testimonios desde los años ochenta. Pero es hasta la siguiente década, que tendrá una franca relevancia en la planificación de los itinerarios posibles de integrantes de los hogares rurales, ya no sólo para la época de pizca, sino además, en periodos previos para tareas precosecha. Representantes del Ministerio de Trabajo (Secretaría de Trabajo y Previsión Social) señalan que existe una preferencia de los empresarios sonorenses por la contratación de jornaleros de Puebla, argumentando que son percibidos como “buenos trabajadores” y que -en comparación con los oriundos de entidades como Chiapas y Veracruz-, los poblanos tienen un comportamiento mejor en el trabajo y son “más tranquilos” en los campamentos donde se les aloja. Lo que no figura en el discurso público, a nuestro juicio, es que esta preferencia puede estar asociada con el proceso de modificación del perfil de la mano de obra deseada, en tanto se fueron imponiendo los sistemas de certificaciones, lo cual redundó en preferir población joven adulta, mestiza y con mayor nivel de escolaridad. De acuerdo con estadísticas oficiales, en 2012 hubo un total de 10,919 trabajadores del estado de Puebla que solicitaron apoyo al Subprograma de Movilidad Laboral Interna de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (SUMLI – STyPS), lo cual consistía en un subsidio que les permitiría cubrir el costo del traslado y algo más.9 De ese total, según los registros 9 Cabe mencionar que el SUMLI es un programa del Servicio Nacional de Empleo que comenzó a operar en 14 15 de subsidios entregados, el 80 por ciento de los jornaleros se dirigió a Sonora, básicamente al corte de uva y, en menor medida, al espárrago. Según funcionarios de la representación estatal en Puebla, el SUMLI atiende alrededor de 11 mil jornaleros agrícolas, con apoyos y capacitación, de esos entre el 90 y 95% se trasladan a Sonora cada año. Cabe mencionar que, de acuerdo a los intermediarios laborales entrevistados, este programa comenzó a operar en Puebla hace unos cuatro años y en realidad no brinda capacitación, sino que lo hacen las empresas10. Si consideramos las siete regiones que componen dicha entidad, resulta que del total de 8,682 trabajadores que fueron contratados entre febrero y mayo de ese 2012, algo más de la mitad de los mismos se presentaron en la denominada Región VI de Izúcar de Matamoros, siguiendo en importancia, la Región de Tehuacan (22 por ciento). La siguiente gráfica muestra esta participación proporcional, en donde habría que aclarar que la Región V (donde se encuentra la capital del estado) no alistó ningún trabajador y por lo tanto se omite en la leyenda. Gráfica 1 2002 en Sinaloa. El programa pretende que los trabajadores migrantes reciban por parte del gobierno federal apoyo económico, al inicio y al final del contrato, por medio de sus oficinas estatales (en origen y destino). En la práctica, solo aseguran el apoyo para el primer caso, equivalente a 82 Euros. El recurso con frecuencia es utilizado por los trabajadores para dejarlo a sus familiares. 10 Este testimonio sería consistente con los registros de la STPyS, ya que a partir de 2008 los Programas de Apoyo al Empleo en Puebla -entre los que se incluye el SUMLI-, tuvieron un incremento del 60%, siendo en 2006 (STPyS, 2012). 15 16 Regiones de origen en Puebla de trabajadores migrantes a Sonora. Febrero a Mayo de 2012 22% I Huachinango II Teziutlán 54% III Ciudad Serdán IV San Pedro Cholula 2% 6% VI Izúcar de Matamoros VII Tehuacán 11% 5% Fuente: Elaboración propia con base en datos del Subprograma de Movilidad Laboral del Sector Agrícola, Puebla, 2012. En la participación proporcional de los once municipios en que fueron registrados estos trabajadores migrantes de la región de Izúcar de Matamoros, a su vez, revela que más de mitad de los registros (52 %) fueron realizados en el municipio homónimo. Ello, no sólo puede deberse a que es centro rector de dicha región (con más de 70 mil habitantes), sino también a que los jornaleros de algunos municipios cercanos se hayan inscrito directamente en esa ciudad media.11 Ahora bien, si tomamos en cuenta la ubicación geográfica de las once jurisdicciones censadas, encontramos que conforman un área continua, con excepción de un caso. Este hecho es más significativo si, como veremos más adelante, esa área parece extenderse hacia los municipios vecinos en el estado de Morelos. En esa misma temporada, el estado de Morelos aportó con 647 trabajadores a los viñedos de Sonora. La participación de Morelos es mucho menor, no sólo porque comparativamente es una entidad ocho veces más pequeña12, sino porque sus mercados de trabajo están más 11 Hay que advertir el total de 45 municipios comprendidos en esa región, solamente en 11 ellos contribuyeron con trabajadores en esas campañas de reclutamiento en 2012. A su vez, de esos 11 municipios, la participación porcentual de los primeros tres lugares fue: Izúcar de Matamoros (52%), Tehuitzingo (16%) y Ahuatlán (11%). Éstos representan casi el ochenta por ciento de los trabajadores enrolados en la VI Región poblana. 12 Morelos tiene 4 879 Km2 y una densidad de población de 364 personas/ Km2, mientras Puebla tiene 34 306 Km2 y una densidad de población de 168 habitantes/ Km2. 16 17 vinculados con la producción hortícola, a nivel local, regional e interregional, lo que ha generado que sus circuitos migratorios graviten en torno a las fluctuantes necesidades de cosechas en Morelos, Hidalgo y Sinaloa, en modalidades complejas de movilidad a nivel individual y familiar (Saldaña, 2013b). El SUMLI en Morelos comenzó a operar en forma en años recientes, algo anterior al caso de Puebla, probablemente debido a que dicho programa se instauró ligado a las grandes regiones hortícolas como Sinaloa. Entonces, de los trabajadores que migraron a Sonora en 2012, registrados en ese programa, el 68 por ciento partieron de diferentes localidades de la región Oriente de Morelos que pertenecen a los municipios de Axochiapan, Ayala, Cuautla y Jantetelco, en orden de importancia13. El resto corresponden a oriundos de diferentes municipios dispersos, sobre todo, de la región surponiente (Saldaña, 2013ª). Hay que insistir que Puebla y Morelos son limítrofes, con múltiples intercambios económicos, sociales y culturales desde hace siglos. En particular, en las regiones colindantes, sus actividades agropecuarias frecuentemente han tenido vínculos en mercados de productos y de trabajo. Por ejemplo, en nuestras pesquisas sobre la formación del sistema de producción comercial de hortalizas en el Oriente de Morelos desde las décadas de los años sesenta, hemos encontrado evidencias de cómo en aquella época el mercado de trabajo agrícola morelense atrajo migrantes temporales y permanentes desde la región de Izúcar de Matamoros en Puebla. Posteriormente, y en dirección contraria, cuando la región de Izúcar de Matamoros se convirtió en un centro de contratación de trabajadores para la uva de mesa en Sonora, tarde o temprano las redes sociales de los enganchadores llegaron a las localidades morelenses. Esta suposición es confirmada con el testimonio de una ex encargada (intermediario laboral), quien en 1998 formó la primera cuadrilla que partió de Tenextepango (Municipio de Ayala, Mor.), hacia Costa de Hermosillo; ella, a su vez, fue enrolada para desempeñarse como reclutadora y realizar el viaje por otro intermediario laboral de Izúcar de Matamoros que era su familiar (Saldaña, 2013ª). Izúcar de Matamoros, tradición migratoria Datos generados por Adriana Saldaña a partir de estadísticas de la “Programación de Pagos de los meses de febrero, marzo, abril y mayo 2012. Morelos” del Subprograma de Movilidad Laboral del Sector Agrícola, STyPS. 13 17 18 Actualmente, se puede señalar que la región de Izúcar de Matamoros (Puebla) y el Oriente de Morelos forman una sola zona de reclutamiento de trabajadores para la uva de mesa en Sonora. Esta zona se nos presenta como una sola área interestatal, cuya conectividad está marcada por el tejido social de un sistema de intermediación laboral que se ha anclado y nutrido de sus comunidades campesinas. Pero ¿cómo se ha creado este yacimiento de mano de obra para enclaves de Sonora? Creemos que tanto su historia agraria como su reciente devenir, da claros indicios de ello. Esto es, la zona en cuestión presenta una importante tradición de movilidad laboral hacia regiones colindantes que, al contraer sus mercados de trabajo desde las últimas décadas del siglo pasado, presionaron a los hogares a reorientar sus proyectos migratorios como estrategia de reproducción social. Señalaremos brevemente algunos datos reveladores para el caso de Izúcar de Matamoros, Pue., pues la evidencia indica que es la región más importante de migración jornalera a los viñedos de Sonora y que, además, ilustra el contexto en que se forjan los nuevos jornaleros de las cadenas globales de frutas en fresco. Pues bien, la Región VI Izúcar de Matamoros se encuentra al Suroeste del Estado, presentando gran variedad de climas, predominando los áridos-húmedos con lluvias todo el año. Toma el nombre de la ciudad y su centro rector: Izúcar de Matamoros, enclavado en el valle del mismo nombre, que ha concentrado la actividad agrícola irrigada y, en especial, el monocultivo de la caña. A su vez, se considera que es la puerta de entrada al área cultural conocida como la Mixteca poblana.14 El ingenio de Atencingo, municipio de Chietla (vecino a Izúcar de Matamoros), ha mantenido la industria azucarera como una de las actividades importantes en la economía regional, sobre todo para los pueblos adyacentes y algunas comunidades orientales de Morelos. Para la zafra 2011-2012, la asociación de cañeros (CNPR) aseveró que se ocuparon por cuatro meses cerca de 1,500 cortadores y cientos de operarios que manejaron alrededor de 750 maquinarias (cosechadoras, camiones, remolques y tractores) para cosechar casi 220 mil toneladas de azúcar. Sin embargo, hay que reconocer que esa cifra es menos de la mitad 14 La Mixteca comprende un amplio territorio que abarca parte de los estados de Puebla, Guerrero y, sobre todo, Oaxaca, en donde se unen la Sierra Madre del Sur y la Sierra de Oaxaca. Los mixtecos son el cuarto grupo indígena más numeroso en el país, con una población cercana al medio millón de personas. Sin embargo, las comunidades tradicionales se concentran en Guerrero y Oaxaca, mientras que los poblanos no se autodefinen como indígenas ni hablan el idioma mixteco. 18 19 del volumen de trabajadores de esa región que solicitaron empleo temporal en los viñedos de Sonora (recordemos que fueron 4,710 jornaleros registrados por SUMLI) Ya desde mediados del siglo XX, el Ingenio de Atencingo ha sido una importante fuente de empleo. Pero también la migración regional de jornaleros temporarios fue una práctica extendida que articulaba mercados de trabajo agrícola estacionales (caña, cítricos, plátano y café), sobre todo a los vecinos estados de Veracruz y Morelos. Claramente era una migración ligada a la agricultura de subsistencia de las economías domésticas y que fuera central en las estrategias de reproducción social hasta los setenta (Ibarra y Rivera, 2011). En esta última década y posteriores, la migración con destino urbano adquirió más relevancia y se conformaron grupos asentados en la periferia de la ciudad de México y de Puebla; sin embargo, la disminución e inestabilidad del empleo hacia fines de los ochenta, desalientan estos desplazamientos. En particular, según Liliana Rivera (2007), en la segunda mitad de los ochenta se empezaron a sentir con fuerza las consecuencias de la crisis económica en la región que derivaba del impulso a nivel nacional de políticas neoliberales. No solo se constató localmente una drástica reducción de los niveles de consumo, sino sobre todo la contracción, debilitamiento o desaparición de fuentes de empleo temporal –urbano y rural-, que exigían reorientar los flujos migratorios pues la gente estaba acostumbrada a desplazarse para conseguir trabajo. La principal respuesta fue la migración internacional a Estados Unidos, lo cual fue similar a lo ocurrido en otros lugares del país sin antecedentes significativos en esta experiencia y que se sumaron a lo que entonces fueron llamadas las “regiones emergentes”. En contraparte, diversos estudios coinciden en que este periodo coincide con un aumento de la demanda de trabajo en EEUU, lo que aceleró los desplazamientos migratorios (ibid). En efecto, en solo tres décadas, la región ha contribuido con flujos constantes y crecientes de migrantes a los Estados Unidos, en particular a Nueva York (Ibarra y Rivera, 2011). Los trabajadores mexicanos, en general, ganaron reputación en los trabajos de servicios de menor calificación en Nueva York, representando “una fuerza de trabajo maleable y dedicada” (Smith, 1995, citado por Rivera, 2007: 191). A mediados de los noventa, se estima que aproximadamente 250 mil trabajadores migrantes en Nueva York eran de origen mexicano, y de ellos, alrededor de dos terceras partes eran del Estado de Puebla, 19 20 principalmente de municipios de la Mixteca (Pries, 1997, citado por Ibarra y Rivera, 2011: 26). Actualmente, las redes sociales se han consolidado, permitiendo que se conformen circuitos de alta movilidad entre los diferentes puntos nacionales e internacionales, dando lugar a espacios y prácticas transnacionales (Rivera, 2007). En tales circunstancias y debido a un elevado índice de retornados a esa región, la migración y las remesas han tenido un efecto dinamizador en la economía y la estructura ocupacional, si bien no al resurgimiento de las actividades agrícolas. A la luz de estas investigaciones y considerando nuestros propios objetivos de análisis, parece relevante rescatar ciertos hechos que consideramos permiten contextualizar la participación de los jornaleros poblanos en el enclave agrícola en Sonora. En primer lugar, se constata que la migración temporal a mercados rurales está arraigada en la cultura regional. En segundo lugar, añadiríamos, parte de dicha cultura laboral implica la familiaridad con los sistemas tradicionales de intermediación laboral (por ejemplo de cabos en la zafra cañera). En tercero, con excepción del caso de la cosecha de café, la modalidad migratoria no era familiar, sino de cuadrillas de hombres. Finalmente, en cuarto término, los estudios muestran que hacia mediados de los ochenta la contracción de las fuentes de empleo rural y urbano, reorientaron los flujos migratorios pues la gente estaba acostumbrada a buscar empleo fuera de su comunidad. Es evidente que la migración regional a Estados Unidos (y a Nueva York en particular) ha tenido un gran impacto demográfico, económico, social y cultural. A su lado parecieran minimizarse los flujos de jornaleros agrícolas a Sonora, no obstante –creemos- la movilidad estacional interna puede presentarse como alternativa preferente o, quizá, con menos costo (económico, social y emocional) que la migración internacional. Surgen ésta y otras incógnitas sobre cuáles son las principales actividades de estos jornaleros agrícolas migrantes fuera de los meses en que están ocupados en los viñedos, o bien, cuál es la relación en los hogares rurales entre ambos circuitos migratorios. En cualquier caso, estas evidencias parecen sugerir que la región, a pesar de que las políticas neoliberales continúan profundizando el desmantelamiento de la agricultura campesina, los hogares rurales cuentan con recursos en sus pueblos para complementar los ingresos que obtienen vía migración laboral en Sonora. Cabe advertir, que la mayoría de los 20 21 municipios con jornaleros registrados por el SUMLI en 2012, están catalogados con Alto Grado de Intensidad Migratoria a Estados Unidos y la proporción de hogares que recibe remesas que va del 12.56 y hasta el 33 por ciento (CONAPO, 2000). Estos estudios sobre la configuración de circuitos migratorios transnacionales en el suroeste poblano subrayan la importancia de tomar en cuenta los “contextos de salida”, entendidos no solo como referencias geográficas, sino como lugares que condensan dinámicas localesregionales económicas, sociales y culturales, que rebasan divisiones administrativas y conforman espacios complejos que concatenan lógicas de la movilidad interna e internacional, entre otras características (Ibarra y Rivera, 2011: 12). Conclusiones La producción de uva de mesa de Sonora representa el auge de enclaves agrícolas capitalizados, altamente competitivos en el mercado mundial. Son espacios laborales complejos con una elevada y fluctuante demanda de trabajo. Para asegurar el suministro de mano de obra jornalera, las empresas han desarrollado estrategias que combinan migraciones temporales de corta y larga distancia, con contrataciones de trabajadores asentados en sus territorios. Con base en los avances de investigación, se constata la relevancia de migraciones de trabajadores temporales de la región de Izúcar de Matamoros, Puebla y su área de influencia en el Oriente de Morelos. Asimismo se ha podido conocer algunas de las características de los sistemas de intermediación laboral que movilizan y regulan esos flujos migratorios. También se ha señalado que encontramos indicios de cómo estos sistemas están readecuando sus funciones a los procesos de reestructuración productiva y programas de certificación mencionados, modificando el perfil de la mano de obra preferente, así como sus medidas de control y disciplina acordes con los estándares de calidad exigidos. Una vez que consolidaron un nuevo jornalero, recalificado y eficiente, los intermediarios son cómplices de propiciar la sobreoferta de trabajadores que los obliga a ellos y a los cuadrilleros a competir entre sí, disminuyendo sus salarios. Por otro lado, destaca que tratándose de ámbitos laborales de mayor nivel de desarrollo, también se presenta una mayor especialización de las tareas intermediarias, acorde con la magnitud y complejidad del suministro y la organización del trabajo. Asimismo, dicha 21 22 especialización implica la posibilidad de crear nichos diferenciales para agentes intermediarios capaces de controlar aspectos o fases específicas del proceso de movilización y consumo de la fuerza de trabajo (Sánchez, 2012). Por todo lo anterior, confirmamos lo señalado por especialistas, en sentido de que las reestructuraciones han implicado significativos cambios en las formas de empleo y de trabajo, a la vez que inciden directamente en el perfil de los jornaleros, la organización y composición de los flujos migratorios (C. de Grammont y Lara, 2010). Finalmente, hay que mencionar que nuestros resultados preliminares sugieren importantes coincidencias respecto a los hallazgos de investigadores en contextos de agriculturas reestructuradas social y productivamente en Latinoamérica, en especial de casos de producción de uva en fresco y vitivinícola en Argentina y Brasil (Quaranta y Fabio, 2009; Quaranta, 2009; Selwyn, 2009; Bonano y Cavalcanti, 2012). En el caso aquí analizado, ha sido relevante comprender aspectos históricos de la dinámica regional a la que pertenecen las comunidades de origen en Puebla (y su influencia en el Oriente de Morelos), para considerar que ante la contracción de mercados de trabajo regionales, los hogares rurales reorientaron sus itinerarios migratorios. Bibliografía Bonanno, Alessandro and Josefa Salete Barbosa Cavalcanti (2012), “Globalization, Food Quality and Labor: The Case of Grape Production in North-Eastern Brazil”, International Journal of Sociology of Agriculture and Food, Vol. 19, No. 1, pp. 37–55. C. de Grammont, Hubert y Lara, Sara M. (2010), “Restructuring and standarization in mexican horticulture: consequences for labour conditions”, en Journal of Agrarian Change, vol.10, núm.. 2, abril, pp. 228-250. CONAPO (2000) Indicadores sobre migración a Estados Unidos, índice y grado de intensidad migratoria por municipio, México. 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