“LA EPISTEMOLOGÍA MODERNA Y LA TEORÍA SOCIOLÓGICA CONTEMPORÁNEA” (Texto Final) Ramón Vargas Maseda Dirección: C/ Villasandino 38, 1-A, 28011. Correo: [email protected] - Teléfono: 91 169 15 32 Abstract La crisis de la llamada época moderna o modernidad logró que diversos campos del conocimiento realizaran un cambio paradigmático en sus principios epistemológicos, mientras que otros han quedado rezagados. La teoría sociológica dominante, desafortunadamente, sigue anclada en varios principios característicos de la epistemología moderna. Uno de ellos es la tendencia a seguir buscando una teoría general de la sociedad y de la sociología, muchas de las veces en la forma de sistema. Sostengo que esta pretensión reproduce paradójicamente el pensamiento antinómico que intenta trascender en tanto la idea misma de una teoría general de la sociedad exige la preeminencia epistemológica de una de sus dimensiones constitutivas, ya sea la estructura social o el individuo. La reproducción del pensamiento antinómico por la propia teoría sociológica dominante no sólo prioriza una de las dimensiones constitutivas de la socialización sobre la otra, sino que también prioriza ciertas formas de conocimiento sobre otras. Este es el caso del arte, que no ha sido plenamente incorporado al conocimiento sociológico como debiera serlo, para lo cual Simmel y Goffman entre otros, son ejemplos singulares. Además del arte, vale la pena mencionar otro referente que sirva de ejemplo general sobre la influencia de los principios modernos en la sociedad, la guerra. La idea de que la modernidad sería esencialmente pacífica ha sido constitutiva de la sociología y la principal razón de que la guerra y la violencia hayan sido casi olvidadas dentro de la teoría sociológica, clásica y contemporánea. Por ello, la posibilidad de que la sociología colabore de manera más fructífera con el análisis de la realidad social actual, ahora también caracterizada por la crisis económica global y sus múltiples consecuencias, depende directamente de una revisión y en muchas ocasiones de un cambio en sus principios epistemológicos, teóricos y metodológicos. Palabras clave: Epistemología moderna / Teoría sociológica / Pragmatismo / Conocimiento artístico / Goffman 2 Comienzo por aclarar lo pertinente al título. Por una parte, el concepto de epistemología puede tener dos significados principales que de no precisarse, conllevan a confusión. El significado del concepto de epistemología en la filosofía es distinto al que se le da en la teoría sociológica. En la filosofía, la epistemología remite a la tradición de Descartes y Kant, tradición que no sólo se basaba en la búsqueda de la naturaleza, origen y límites del conocimiento, sino que llevaba implícito el principio de la certeza, dada por la primacía de la mente sobre la experiencia. Esta concepción se concretó finalmente a partir del proyecto kantiano de establecer la correspondencia entre lo que es necesario y esencial, con los valores sociales correspondientes (Dewey 1929: 34). Así, el concepto de epistemología se ha vinculado históricamente con la concepción metafísica, lo que ha llevado a autores como Rorty, a plantear la pertinencia de emplear otros conceptos que den cuenta de una visión distinta de la realidad, una filosofía sin epistemología sugiere de forma explícita. No obstante, el hecho de referirse específicamente a la hermenéutica como posibilidad de trascender la pretensión de la epistemología, constituye una limitación de las posibilidades del concepto de epistemología, ya que el de hermenéutica es incapaz de dar cuenta de la reflexión general sobre la construcción del conocimiento (Rorty 1979). En teoría social, el concepto de epistemología se refiere a la reflexión general y específica sobre la construcción social del conocimiento enmarcada principalmente dentro de la llamada sociología del conocimiento. En mi caso, empleo el concepto de epistemología en el sentido general que le da la teoría social. No obstante, también debo aclarar que el uso de este concepto se sigue circunscribiendo a un número muy reducido de teorías sociológicas que establecen alguna relación concreta con el conocimiento, cuando en realidad, toda teoría sociológica implica una epistemología. Toda reflexión teórica sobre el conocimiento, es inextricable de la relación más general que se establece con la realidad. Es decir, todo principio teórico se sustenta en una particular relación entre el hombre y la realidad, aun cuando éste se refiera estrictamente al ámbito del conocimiento. La crítica de Weber al pensamiento nomológico, no es sólo una crítica al nivel teórico del conocimiento, sino principalmente al epistemológico, del que depende la idea de que los hombres se relacionan con la realidad de una manera, necesaria e 3 independiente de su voluntad y conciencia, relación a la que se le dio el nombre de ley. Así, la idea de sistema implica una concepción particular de la relación entre el hombre y la realidad social, lo mismo que los principios generales de cualquier teoría sociológica. El sentido del concepto de “moderna” que he elegido para definir a la epistemología dominante, debe igualmente diferenciarse del uso común que se hace de este concepto para referir, lo mismo que el de epistemología, a la tradición metafísica occidental. El sentido con el que lo empleo, es para referirme a toda forma de conocimiento cuyos principios generales sobre la relación entre el hombre y el mundo y por ende, sobre el conocimiento que implica esta relación, estén basados en la epistemología metafísica. Habiendo aclarado el uso de estos dos conceptos, el título indica, sin poder precisar, la relación existente entre la epistemología moderna y la teoría sociológica contemporánea. La tesis que sostengo es que la teoría sociológica contemporánea dominante, sigue estando anclada en los principios centrales de la epistemología moderna. Estos principios están en la base de la concepción dominante de construir el conocimiento sociológico en la forma de una teoría general de la sociedad y de la sociología que, paradójicamente, no sólo no trasciende las dicotomías del pensamiento sociológico, sino que incluso llega a reproducirlas. Aún más, la idea de una teoría general de la sociedad ha estado históricamente vinculada con la idea de sistema como forma prioritaria de esta teoría. Para comprender mejor esta tesis, es necesario comenzar por explicitar brevemente los principios centrales de la epistemología moderna que permitan esclarecer el vínculo que mantienen con la teoría sociológica contemporánea. Antes de ello, debo hacer explícito el lugar desde el que formulo mi interpretación, en este caso, mi propia epistemología, aunque sería más propio decir, la epistemología a la que yo me adhiero. Así, la base de la crítica que hago a la epistemología moderna es el pragmatismo, particularmente en la línea de James y Dewey, y es también el pragmatismo la base epistemológica, junto con Simmel, de la teoría de Goffman. 4 Una vez dicho lo anterior, el principio central de la epistemología moderna, es la existencia de una realidad independiente del individuo. Independiente porque la voluntad y conciencia del individuo no altera la estructura de esa realidad. Este principio nace de la distinción griega entre las cosas como son en sí mismas y las relaciones que tienen con otras cosas, por lo que se cree que existe una manera de ser de las cosas que puede ser conocida más allá de los valores e interpretación particular de los individuos. En este sentido, el conocimiento es visto como la representación de la realidad. Así, este principio se basa en la idea de una correspondencia entre la realidad y nosotros, que se da a través del conocimiento y cuyo carácter metafísico adquiere, en esta epistemología, el significado de verdadero. De esta forma, esta visión monista y esencialista supone pensar “la verdad como correspondencia con la realidad”, lo que significa que la realidad es independiente del pensamiento humano. (James 1978). Por lo tanto, a partir de estos dos principios centrales, se configura el carácter unitario y metafísico, en tanto, si hay una manera de ser de las cosas, entonces, se cree que debe haber una manera (una forma de conocimiento) de representar esa realidad. Rorty ha formulado este principio de forma clara al decir que esta epistemología supone que existe “una forma verdadera de cómo son realmente las cosas” (Rorty 1999: 262, 270). Esta crítica a la metafísica occidental por su carácter unitario, ha sido reconocida ampliamente, pero atribuida casi con exclusividad, a Nietzsche. No obstante, William James, contemporáneo de Nietzsche,1 habría de realizar una crítica a la metafísica occidental de similar proporción y envergadura,2 crítica que habría de continuar Dewey y 1 Es cierto que James leyó a Nietzsche mientras que Nietzsche no leyó a James. No obstante, es fácilmente constatable que James no tomó las ideas de Nietzsche simplemente despojándolas de su carácter antireligioso, sino que la crítica a la filosofía del absoluto forma parte sustancial del pluralismo y del espíritu de James. 2 José Luis Orozco ha destacado la simultaneidad e importancia de la crítica de James y Nietzsche: “Cuando hoy se habla del agotamiento de la ingenuidad intelectualista, cuando el ‘postmodernismo deconstruccionista’ - o el –‘deconstruccionismo postmodernista’, o como quiera que se le llame- salda cuentas con los grandes sistemas y metanarrativas, pocos, si alguno fuera de Estados Unidos, recuerdan la Reforma Protestante que William James emprendía contra el catolicismo filosófico más de un siglo atrás. A un costado de él concurriría Friedrich Nietzsche y, al otro lado y más tarde, Henri Bergson…”. Orozco, José Luis, William James y la filosofía del Siglo Americano, Gedisa-UNAM, Barcelona, 2003, p. 61. 5 que habría de ser una influencia determinante en el desarrollo de la Escuela de Chicago y por ende en el interaccionismo simbólico. En el nivel más general, las ciencias sociales y la sociología en particular, han mantenido el principio característico de la concepción metafísica, la existencia de una realidad social independiente del individuo que puede ser conocida a través de una forma preeminente, la ciencia. De ello se desprende también, la idea de síntesis. Si la realidad social constituye una estructura objetiva, entonces es posible una síntesis en la forma de una teoría general de la sociedad. Asimismo, como correlato de este principio, se encuentra la preeminencia de la forma de sistema para describir la estructura de la realidad, misma que, en la medida en que no sea alterada por los valores, percepción, interpretación y acción de los individuos y del científico social, es referida como objetiva.3 De lo anterior, se deduce que el significado del concepto de “objetividad” empleado en las ciencias sociales, es el mismo que el de “verdadero” empleado en la filosofía moderna. La idea de verdad y de objetividad son así, solamente el resultado de una epistemología que considera que existe una correspondencia entre la realidad y nosotros que establecemos a partir del conocimiento y a cuyo resultado se le define como verdadero o, en el campo de las ciencias sociales, como objetivo. Las dos consecuencias más perjudiciales de esta concepción dominante, son, por una parte la exclusión de otras formas de conocimiento, como el conociminento artístico, debida a la primacía de la ciencia como representación más cercana u objetiva de la realidad social. Y, por otra parte, una consecuencia paradójica y que no ha sido reconocida plenamente, es que la concepción moderna de la sociología no sólo no logra trascender el pensamiento antinómico, sino que llega incluso a reproducirlo. Si bien es cierto que una parte considerable de la teoría sociológica contemporánea se ha ocupado expresamente de trascender el pensamiento antinómico y particularmente su antinomia fundacional, aquella entre individuo y sociedad, la preeminencia de una epistemología 3 El vínculo entre la epistemología moderna filosófica y la epistemología de la teoría sociológica dominante, particularmente la relación entre la pretensión de una teoría general, una síntesis y un sistema se encuentra también desarrollado en Vargas 2009. 6 moderna no sólo obstaculiza o imposibilita esta superación, sino que contribuye a la reproducción del pensamiento antinómico. Esta aparente paradoja deriva de la necesidad de construir el conocimiento sociológico en la forma de una teoría general que implique la síntesis de lo micro y lo macro, lo que conlleva a otorgarle primacía a una dimensión de la realidad social, toda vez que si se parte de la idea de que la realidad constituye una estructura objetiva, esta estructura implica una jerarquización de las dimensiones y elementos que la conforman, lo que conduce a la primacía de algunas de ellas sobre otras. El recurso de la dialéctica como forma para evitar esta primacía -siguiendo la crítica del pragmatismo a la dialéctica hegeliana y marxista-, no es suficiente en la medida en que la pretensión de una teoría general, obliga a establecer las relaciones concretas entre las dimensiones constitutivas de la realidad, lo que conlleva a la dicotomía entre lo estructurante y lo estructurado, entre lo esencial y lo aparente, entre la realidad y la apariencia. Tanto James como Dewey establecieron de manera explícita, la relación entre la concepción metafísica de la filosofía y la idea de sistema. James sostuvo que “el universo real es algo totalmente abierto, pero el racionalismo hace sistemas y los sistemas deben ser cerrados” (James 1993: 20). En Un Universo Pluralista, James critica a Hegel por representar esta posición monista, idealista y panteísta que reduce las posibilidades de su dialéctica. En las palabras de James, el movimiento dialéctico de las cosas que se encuentra en la filosofía de Hegel, es descrito en términos monistas y por lo tanto, reducido (90). Por su parte, Dewey, además de suscribir la crítica de James al sistema idealista-dialéctico de Hegel, dedica un capítulo de Libertad y Cultura a Marx en el que sostiene que ha retomado la misma concepción metafísica dialéctica de Hegel con la particularidad de la base materialista (Dewey 1989a: 65-66). Además de los fundadores del pragmatismo, basado en el principio que postula la realidad como infinita, Simmel también rechazó el sistema como forma preeminente, lo que es inseparable de su énfasis 7 en la acción recíproca y en la riqueza que ésta despliega en una dialéctica más fructífera que aquellas que se basan en una posición epistemológica moderna.4 Tampoco es suficiente la argumentación que sostiene que la teoría sociológica, y especialmente la contemporánea, ha sido despojada de los contenidos totalizadores de la filosofía y de la ciencia de siglos anteriores. Como ha quedado dicho implícitamente, si bien la teoría sociológica contemporánea ha dejado la idea de totalidad, así como la idea de una realidad totalmente objetiva e incluso ha aceptado en muchos casos el carácter interpretativo del conocimiento, la pretensión de generalidad de las teorías “generales” de la sociedad, sigue manteniendo los principios rectores de la epistemología moderna. Es por ello que considero que la teoría sociológica contemporánea mantiene la idea central de la epistemología moderna, que no se altera significativamente por negar todo contenido totalizador y hablar de interpretación y no de descripción, o de una teoría general y no total y por consiguiente de una objetividad relativa y no absoluta. La idea subyacente es que la realidad social constituye una estructura objetiva que, aunque no sea concebida bajo la idea de totalidad y por lo tanto no se tenga tampoco la idea de que puede ser conocida esencialmente y en sentido absoluto, puede ser conocida objetivamente en la medida en que, a pesar de que se acepte que existen diversas interpretaciones, se considera que alguna de éstas, es decir, una de las teorías sociológicas o alguna corriente sociológica, se acerca más a la realidad que las demás. Rorty ha hecho explícita esta particularidad del conocimiento contemporáneo que se deduce de los escritos de James y Dewey y, por lo tanto, se refiere como metafísicas a toda forma de conocimiento que considere que nuestro vocabulario, lenguaje o conocimientos contemporáneos, están más cerca de la realidad, lo que conlleva que, aunque se acepte que no contamos con todas las respuestas, se cree que contamos con el criterio –método científico en el caso de la ciencia-, para obtener las respuestas correctas (Rorty 1989a: 76-77). Ello no significa que el pragmatismo niegue el avance del conocimiento en la historia, sino solamente que niega la idea, todavía dominante, de que 4 Véase Ramón Vargas Maseda, “Simmel y Goffman: La relevancia del conocimiento artístico-literario en la construcción de una teoría sociológica relacional, no antinómica”, en Sabido Ramos, Olga (ed.), Georg Simmel. Una revisión contemporánea, Anthropos-UAM-A, Barcelona, 2007. 8 la realidad conforma una estructura independiente de las múltiples interpretaciones que sobre ella existen, lo que conduce a la idea de que una teoría se acerca más a la realidad que las demás. Una vez explicados los principios centrales de la epistemología moderna y su vínculo con la teoría sociológica contemporánea, es menester concretar la tesis que aquí sostengo. Por una parte, he decidido referirme, en el nivel más general, a la obra de tres teóricos sociales por considerarlos ejemplos significativos de las ideas que he sostenido. Bourdieu, Habermas y Giddens representan distintos intentos por desarrollar una teoría general de la sociedad y de la sociología cuyas similitudes resultan ejemplificantes para fundamentar mi crítica. Estos autores constituyen el núcleo del paradigma dominante en la teoría sociológica contemporánea, lo que justifica la importancia de confrontarlos en estos tiempos en los que más que nunca, necesitamos de la ayuda de todos aquellos instrumentos de conocimiento que nos permitan tener una comprensión más adecuada de la realidad social. Bourdieu, Giddens, Habermas Antes de comenzar aclaro que no pretendo de ninguna forma reducir la obra de estos autores a la crítica que aquí sostengo, ni tampoco pasar por alto las múltiples diferencias entre ellos. El interés de este escrito está en las implicaciones generales de la pretension de síntesis sociológica que estos autores comparten. Una vez dicho lo anterior, desde el nivel más general, es posible comenzar por establecer la simiente compartida en el pensamiento de estos tres teóricos. La principal característica compartida es la solución que han encontrado para la construcción de una teoría general no antinómica. Tanto, Bourdieu, como Habermas y Giddens, han 9 considerado posible y plausible integrar y relacionar en una síntesis general,5 los principios epistemológicos, teóricos y metodológicos de las diversas escuelas de pensamiento que han reproducido las dicotomías centrales del pensamiento social. Habermas se plantea la integración de dos paradigmas, el del “sistema” y el del “mundo de la vida” como un elemento necesario en la formulación de la Teoría de la acción comunicativa. Bourdieu aclara que su proyecto teórico retoma el legado del estructuralismo y de la fenomenología, definiéndose como constructivista-estructuralista o estructuralista-constructivista, y Giddens, en su teoría de la estructuración, plantea la doble dimensión en la que se basa su teoría, por una parte retoma la paradoja marxista sobre la historia y los hombres –los hombres hacen la historia pero en condiciones no escogidas por ellos mismos-, y por otra parte, la doble hermenéutica como rescate de la tradición fenomenológica e interaccionista. Así, el sistema en Habermas es correlativo al estructuralismo de Bourdieu y a la paradoja marxista de Giddens al retomar el legado del estudio de la dimensión estructural, lo mismo que el paradigma del mundo de la vida de Habermas es correlativo al constructivismo de Bourdieu y a la doble hermenéutica de Giddens al retomar el amplio legado del estudio de la dimensión individual de la realidad social. Así, se asume que es posible lograr una síntesis que relacione de forma no dicotómica a las principales teorías o escuelas de pensamiento que han reproducido el pensamiento dicotómico. Antes de continuar con la tesis aquí esgrimida, es importante aclarar que la idea es adecuada, a pesar de parecer en extremo sencilla. Es cierto que es posible retomar de ciertas teorías y escuelas de pensamiento, sus principios centrales, despojados de su carácter dicotómico, para ser incorporados en una nueva teoría o forma de pensamiento. Ejemplos hay muchos, pero basta mencionar la sugerencia de Weber en sus ensayos metodológicos, en la que sostenía que si a Marx se le despojaba de su carácter absoluto, se constituiría en unos de los tipos ideales más fructíferos en la historia. No obstante, siguiendo la tesis aquí planteada, esto sólo es posible en tanto las teorías diversas y 5 Hans Joas ha desarrollado elocuentemente la implicación de intentar una síntesis general de la sociedad en los casos específicos de Bourdieu, Habermas, Giddens y Luhmann, y ha mostrado las limitaciones y obstáculos de esta concepción en el análisis concreto de sus teorías. 10 opuestas sean incorporads dentro de una forma de pensamiento pluralista, pero precisamente no es posible lograr un resultado adecuado si se hace con la pretensión de ser integrados en una síntesis que supone la idea de una teoría general de la sociedad. Como he sostenido al comienzo, desde una epistemología pluralista, esta pretensión constituye una contradicción porque la idea misma de síntesis implica la primacía de una dimensión sobre la otra. La obra de los tres teóricos referidos atestigua que, a pesar de haberse propuesto de forma específica la superación de la dicotomización del conocimiento social y sociológico, su pretensión de aportar una explicación general de la vida social en el momento histórico preciso en el que se lo propusieron, les condujo a la reducción de la dimensión individual, que no había sido plenamente reconocida ni explorada. No me detendré en fundamentar los elementos específicos que permiten sostener que el campo tiene primacía sobre el habitus en Bourdieu, o que el sistema la tiene sobre el mundo de la vida en la obra de Habermas, o la dimensión macro estructural sobre la individual en el caso Giddens, ya que si bien esto constituye una parte de la fundamentación, es posible adelantar la reflexión para mostrar, a partir de otras teorías y escuelas de pensamiento, que la pretensión de síntesis de estos teóricos condude a la reducción de la dimensión individual. En el nivel teórico más general, sostengo que no hay en la obra de estos autores un pleno reconocimiento teórico de la capacidad estructurante de los individuos y menos aún, la consecuente flexibilización de la epistemología sociológica para permitir la incorporación de nuevos instrumentos de conocimiento que permitan acercarnos a esta dimensión que ha sido considerada y sigue siéndolo, como un resultado, como un mero producto de las determinaciones estructurales. El arte es un referente significativo porque a partir de él se puede contrastar o dicho sobre los teóricos modernos, frente a quienes comparten una visión pluralista. 11 No está de más decir de antemano que fue James quien fundamentó no sólo la incorporación del conocimiento artístico, sino también del conocimiento de sentido común y del religioso (James 1978) dentro del conocimiento filosófico y social en general. No obstante, el arte no juega un papel significativo en la obra de ninguno de los teóricos contemporáneos y mientras que en el caso de Giddens y Habermas es nulo, en Bourdieu se circunscribe a su tratamiento como un “hecho social”. Si bien el arte es un hecho social en sentido durkheimiano y debe sacarse a la luz esta dimensión constitutiva, no es posible reducirlo a ésta, toda vez que el otorgarle a la dimensión individual la capacidad estructurante teóricamente necesaria para no ser reducida a un hecho social, resulta en preguntarnos sobre el papel del arte en la constitución de la sociedad y no sólo en el papel de la sociedad en la constitución del arte. No está de más recordar que fue Dewey quien se formuló de forma explícita esta pregunta que implica su respuesta porque es indudable que el arte forma parte de las condiciones sociales que afectan a las instituciones democráticas y a la libertad individual (Véase Dewey 1989b). No obstante, como muchos han subrayado, entre ellos Joas, el tratamiento de Bourdieu se ajusta a su teoría de los campos en los que se produce y reproduce el habitus, por lo que el estudio de la lucha por el poder y por el capital dentro del campo tiene ciertamente primacía sobre el poder estructurante del arte. En un sentido general, Joas contrapone este énfasis en la lucha por el poder y por el capital, frente al olvido del estudio sobre la creatividad artística (Joas, 2009: 391). Sin poder detenerme en fundamentar esta idea, el lector podrá evaluar el papel del arte en la obra de estos autores para formarse su opinión. De momento, es menester aportar referentes significativos en la teoría social que muestren una forma distinta de pensar la vida social que la visión dominante y moderna que tiende siempre a la dicotomización del conocimiento. 12 El interaccionismo simbólico. Una nueva forma de teorizar la relación entre sociedad e individuo Para ello, me referiré brevemente al interaccionismo simbólico así como a Simmel y a Goffman como ejemplos significativos de una manera distinta de concebir la relación entre el individuo y la vida social sin dicotomizarla. El interaccionismo simbólico constituye un ejemplo singular en la teoría sociológica que debe ser mencionado no sólo por su vínculo con el pragmatismo, que fundamenta la importancia de trascender la visión monista dominante por una pluralista, sino porque a diferencia de todos los intentos por realizar una síntesis de la dimensión subjetiva y objetiva, del individuo y de la estructura, de lo micro y de lo macro, es la única escuela de pensamiento y la única corriente teórica que ha sostenido un principio fundacional que supone una manera distinta de concebir la relación entre las dimensiones que conforman las dicotomías de la sociología, a saber, el principio teórico que sostiene que la interacción social debe ser concebida como un ámbito particular “por derecho propio” -la expresión empleada en inglés es “in its own right”- (Blumer 1986: 8). Aprovecho para aclarar que comparto que, siendo una escuela de pensamiento tan heterogénea, referirse al interaccioniso simbólico en un sentido unívoco puede ser, la mayor de las veces, incorrecto. No obstante, la casi imposibilidad de hablar de esta escuela de pensamiento en sentido unívoco ha sido contrarrestada por la aceptación que ha tenido la formulación de la posición del interaccionismo simbólico de quien acuñó el término, Herbert Blumer. Así, a pesar de las deficiencias de la formulación de Blumer, es posible basarnos en ella para la fundamentación de la tesis que aquí sostengo. A pesar de los múltiples malentendidos que ha provocado este principio, como Blumer y otros han explicado -especialmente Mead y Goffman-, sostener que la interacción social debe ser analizada por derecho propio, no significa que es estudiada en sí misma, sino con la necesaria autonomía o independencia con respecto a las estructuras sociales para no reproducir el error de convertir a la interacción social en un mero producto o resultado 13 de lo que ocurre en el nivel macro de la organización social. Por ello, el principio de concebir la interacción social con derecho propio implica simplemente sostener que la estructura de la interacción social no se corresponde, ni se deriva, ni se deduce de ninguna forma, a partir de lo que ocurre en la dimensión estructural de la sociedad. La crítica de Blumer a la sociología y a la psicología por tratar la interacción social como “un medio a través del cual las determinantes del comportamiento pasan para producirlo” (7) sirve de referente para contrastar la posición del interaccionismo simbólico con la de los teóricos aquí referidos. De aceptarse el principio que le otorga autonomía a la interacción social para su estudio, la idea de síntesis, como sostuvo Goffman es, por lo menos, prematura. Goffman mismo, después de haber aportado una de las obras más importantes en el estudio de la interacción social, consideraba que los suyos y los de sus predecesores y contemporáneos eran los primeros pasos de una lenta labor que apenas tomaba forma y un poco de contenido. Sin embargo, como ha ocurrido a lo largo de la historia, la sociología dominante se ha encargado de intentar desacreditar la posición interaccionista acusándola de dicotomizar el conocimiento sociológico al otorgarle primacía al individuo. Las dos consecuencias que se han esgrimido son que el interaccionismo simbólico se desentiende de la dimensión estructural y macro-social, o que reproduce el mismo error que critica al explicar las estructuras sociales como una extensión de lo que ocurre al nivel de la interacción social. Esta última acusación es ya insostenible gracias al reconocimiento de la obra de múltiples autores clásicos a los que se vincula con esta escuela de pensamiento, como Goffman mismo quien, no obstante, ha sido criticado por algunos pocos por esta inversión de la explicación dicotómica. La obra de Hans Joas y específicamente la publicación de lo que fue su tesis de doctorado, constituyen un referente insoslayable para excluir a Mead de haber cometido también, semejante inversión. Y así sucesivamente hasta incluir a la obra de la mayor parte de los representantes del llamado interaccionismo simbólico. 14 Con respecto a la crítica por desatender la dimensión macro-estructural, nuevamente Hans Joas, entre otros, sirve de fundamento. En una entrevista hecha a Hans Joas en la que hube de seleccionar entre múltiples ideas para la publicación de la misma, incluí su respuesta a este respecto porque fue él uno de los primeros en refutar la crítica que se le ha hecho al interaccionismo simbólico por no atender la dimensión macroestructural (Vargas 2012: 5-6). De esta forma, es posible sostener que el interaccionismo simbólico ha desarrollado una relación teórica no antinómica entre el individuo y la estructura sin necesidad de intentar una síntesis en la forma de una teoría general. De hecho, es necesario reiterar la relación entre haber rechazado la idea de síntesis y la posibilidad de desarrollar una relación teórica más fructífera entre dimensiones que habían sido únicamente concebidas bajo la forma de la dicotomía. Por otra parte y con el interés de fundamentar la importancia de seguir una epistemología pluralista que permita la incorporación de otras formas e instrumentos de conocimiento que han sido excluídos o reducidos a meros “hechos sociales” por la sociología dominante, me referiré brevemente a la obra de Simmel y Goffman. Simmel y Goffman Vinculados al interaccionismo simbólico, uno como influencia decisiva en los orígenes de la Escuela de Chicago y otro como uno de sus representantes -aunque el más singular de todos-, no sólo siguieron el principio central de considerar la interacción social por derecho propio, sino que ambos, en congruencia con los principios pluralistas, decidieron recurrir al arte como una forma y como un instrumento de conocimiento necesario para dar cuenta de ciertos aspectos de la realidad que ningún otro instrumento había podido sacar a la luz. Esta última distinción también es fundamental porque no sólo recurrieron al arte como fundamento de sus ideas, sino que recurrieron al arte como un instrumento útil para el desarrollo del conocimiento sociológico y en el caso de Simmel, también del filosófico. Simmel lo hizo a través del uso de la forma de ensayo, mientras que Goffman 15 recurrió a la perspectiva dramatúrgica como el marco téorico que mejor permite expresar la relación estructural entre la interacción social y el teatro. Sin detenerme en la importancia que implica que ambos hayan recurrido al arte, primero como una fuente para fundamentar sus ideas filosóficas y sociológicas, y segundo como un instrumento de conocimiento, es necesario recordar que también fue Simmel el que imaginó, antes que Goffman, la analogía del teatro y la interacción social como una relación fructífera no sólo para la fundamentación de la sociología formal, sino también para el estudio concreto de la vida social. Sólo esta autonomía del arte teatral como arte legitima el maravilloso fenómeno de que la figura poética, creada como una y unívoca, se ofrezca por distintos actores en configuraciones completamente distintas, de las cuales cada una puede ser plenamente suficiente, ninguna más correcta y ninguna más errónea que la otra [...] Toda la fidelidad con la que sigue, por una parte, a la figura del poeta y a la verdad del mundo dado, por otra, no es un calco mecánico de lo uno o de lo otro, sino que significa que la personalidad teatral (que es alumbrada como tal y no con una relación predeterminada con dramas escritos o con una realidad a copiar) entreteje a estos dos en las exteriorizaciones de su vida como elementos orgánicos (Simmel 1986: 207). Así, existe una relación insoslayable entre la epistemología pluralista de Simmel y de Goffman, con la incorporación que hicieron del arte y con los resultados que obtuvieron. A pesar de seguir siendo autores que no cuentan con la misma atención que otros clásicos, recientemente ha habido un reconocimiento basado no sólo en la importancia de sus obras y en el nuevo lugar que ocupan junto a los más connotados representantes de la teoría sociológica, sino también porque sus obras evitaron la decision antinómica y lograron desarrollar una relación fructífera entre dimensiones que habían sido teorizadas como unilaterales o como dicotómicas. En el caso de Simmel, se ha destacado la legítima acción recíproca que caracteriza su obra, en contraste con la dialéctica hegeliana, marxista, habermasiana, o de una estirpe similar, y en el de Goffman, no sólo la mitad de sus críticos lo definen como estructuralista (incluyendo escuelas de pensamiento similares) y la otra mitad, en su contraparte, en la fenomenología (incluyendo escuelas de pensamiento similares), lo que atestigua la doble dimensión que abarca su obra, sino que también ha sido reconocida la riqueza de su acción recíproca en su estudio sobre los internados (mal referidos como 16 “instituciones totales”), en contraste con la obra de Foucault, en donde no hay acción recíproca.6 Quizá la mejor forma de recapitular sobre la relación entre la epistemología, la teoría y la metodología de Simmel y de Goffman, sea la famosa narración que hizo Weber de Simmel y que apropiadamente algunos críticos como Stanford Lyman y Robin Williams han decidido emplear para caracterizar también la obra de Goffman. De manera particular, los aspectos cruciales de su metodología son inaceptables. Sus resultados sustantivos deben ser vistos demasiado frecuentemente con reservas, y no es raro que deban ser rechazados radicalmente. Por lo demás, su modo de exposición de antoja a veces muy extraño y a menudo no podemos por lo menos congeniar con él. Pero por otro lado, uno se encuentra absolutamente obligado a afirmar que su exposición es simplemente brillante y, lo que es más importante, alcanza resultados intrínsecos imposibles de lograr por algún imitador [...] Casi todas sus obras son de esa especie de libros en donde no sólo los resultados válidos, sino también los falsos proporcionan tal riqueza de estímulo para el desarrollo del pensamiento propio que, comparada con ellos, la mayoría de incluso los más preciosos logros de otros académicos parecen despedir continuamente ese olor peculiar a estrechez y pobreza [...] Este no es el lugar para investigar si los colegas filosóficos de Simmel, una vez que lo encuentran utilizando complicados problemas lógicos y filosóficos en calidad de analogías para ilustrar cosas totalmente heterogéneas, no hallan en este procedimiento, que ciertamente se antoja a veces como ‘juguetón’, una legitimación para no ocuparse seriamente de él, sin abordar la cuestión de que quizá Simmel obtiene por su parte sus objetivos precisamente a través de este uso analógico (Weber 1986: 81, 83. El énfasis es mío). Las últimas palabras de Weber anunciaban ya lo que años más tarde habría de constituirse en una tesis central de diversos teóricos, entre ellos Schutz, quien también sostuvo que “El poeta y el artista estaban más cerca de una interpretación adecuada del mundo de los sueños y las fantasías que el hombre de ciencia y el filósofo, porque sus mismas categorías de comunicación se refieren al ámbito de la fantasia” (Schutz 1995: 226). 6 Giddens es de los autores que han establecido la comparación entre la obra de Foucault, en donde prevalece una relación unilateral en la que unos detentan el poder y otros lo padecen y donde, en consecuencia, no hay espacio para la acción recíproca y por lo tanto, para la libertad, y la de Goffman, en donde, a pesar de haber un marco objetivo, institucional y estructural claramente representado por el hospital para “enfermos mentales”, existe un amplio margen de maniobrabilidad (usando el término de Joas) en el que los internos no sólo obtienen ventajas materiales, sino también victorias morales que son la consecuencia de su capacidad para comprender la lógica del sistema psiquiátrico y engañarlo (Giddens 1984: 154). También Rorty ha desarrollado esta crítica a Foucault aunque sin referirse a Goffman (Rorty 1989b). 17 Una vez que ha sido fundamentada la relación entre la epistemología y los instrumentos de conocimiento que deben acompañarla para lograr una relación fructífera entre ambos que se refleje en un análisis recíproco y no determinista de la vida social, vale la pena incluir la crítica de que han sido objeto así como el reconocimiento de que gozan, como fundamento a la crítica que he hecho a la sociología dominante por seguir anclada en los principios de la epistemología moderna. Ambos han sido criticados de “subjetivistas” en su sentido moderno que implica simplemente alejamiento de la verdad o de la realidad, e incluso, en el extremo de la incomprensión, han sido definidos como “relativistas”, un epíteto que conoce bien el pragmatismo porque lo ha padecido desde su nacimiento hasta la fecha y que no hace sino confirmar que la posición dominante sigue siendo moderna y metafísica y, como toda forma totalizante y dominante, excluye bajo cualquier argumento, todo aquello que no se ajuste a sus principios. Así, es posible extraer sencillas conclusiones sobre los referentes aquí vertidos para complementar el argumento. Con relación a la primacía de la forma predominante de la teoría sociológica, la forma del tratado, la del sistema, la de la teoría general, tanto Simmel como Goffman han sido criticados porque al rechazar esta forma, habrían terminado por no completar siquiera una teoría, sino más bien un conjunto de ensayos e ideas, interesantes pero dispersas, fructíferas pero desarticuladas. Por otra parte, el papel del arte ha sido también una de las causas de su definición como “subjetivistas” y del correspondiente lugar que ocupan en el conocimiento. Simmel habría de sufrir la peor de todas las consecuencias de la imposición arbitraria de la concepción moderna, el ser exluído dentro del campo de la filosofía y, de manera soprendente, del de la sociología también. Un referente más que surge en la escritura misma es el de Emerson porque antes que Simmel, padeció la misma consecuencia de no ser aceptado dentro de los cánones de la 18 filosofía y así, hasta el día de hoy, ser un autor que leen los que estudian literatura, pero no los filósofos. Y así, es significativo no sólo que Dewey haya salido en defensa de Emerson, sino que haya descrito la crítica que se le hace, en los mismos términos en que está formulada la crítica a Simmel y a Goffman. Así, en su ensayo “Ralph Waldo Emerson”, Dewey comienza rechazando el juicio que le niega a Emerson el carácter de filósofo por parte de sus críticos, quienes esgrimen como fundamento el que su obra carece de un “método” y de una “lógica coherente”, y sostiene que Emerson es “…más que un filósofo, porque, como él mismo dijo, trabajaba desde el arte, no desde la metafísica, hasta concluir diciendo que Emerson no sólo es un filósofo, sino que es el filósofo de la democracia” (Dewey, John, 1973: 24-25, 30). Sin tener que repetir lo que todo lector se encuentra en sus primeras lecturas de Simmel, sabemos que no sólo le fue negada la plaza en Heidelberg a pesar de la petición de Weber, sino que esta negación representa con claridad la exclusión que se hizo de él en el ámbito académico e intelectual hasta no ser reconocido plenamente ni en la filosofía, ni en la sociología. Dentro de la filosofía no sólo es relegado y olvidado por toda la sociología dominante, sino también lo es dentro de la obra de autores cuya epistemología está en cercanía con la suya, como podría citarse el caso de Rorty, quien de manera inexplicable, no hace mención de Simmel en ninguno de sus escritos. En el caso de la sociología, y como un referente entre muchos otros, pero uno que vuelve a estar directamente relacionado con los autores que aquí se han abordado, el libro de Giddens, El capitalismo y la moderna teoría social, reproduce con claridad el olvido de Simmel al haberse centrado una vez más, en la “santísima Trinidad” conformada por Marx, Durkheim y Weber. Con relación a Goffman, a partir de lo dicho, es sencillo deducir la posición mayoritaria de la crítica sociológica a Goffman y particularmente al uso que hizo de la perspectiva dramatúrgica. Definida como “subjetivista”, se le ha negado importancia teórica y se ha reducido incluso a una mera metáfora. Si bien la principal exposición de la perspectiva dramatúrgica se encuentra en la más famosa de las obras de Goffman, La presentación de la persona en la vida cotidiana, Goffman recurrió a ella a lo largo de sus escritos. 19 Algunos pocos han destacado el uso que hace de ella en Frame Analysis, que constituye uno de los libros vertebrales de su trabajo y donde recapituló y sistematizó sus ideas después de más de 15 años de haber comenzado su obra. No obstante, la gran mayoría no sólo reducen el uso de la dramaturgia a La presentación, sino más importante aún, la reducen a una mera metáfora, pasando por alto no sólo las pocas pero constantes referencias explícitas de Goffman sobre una relación estructural entre el teatro y la interacción social, incluida el habla, sino más importante aún, obviando el desarrollo mismo de su obra en la que está desarrollada esta relación. A pesar de los pocos críticos que han destacado la importancia de esta perspectiva, no ha sido justipreciada su importancia teórica y su papel vertebrador en una parte fundamental de la obra de Goffman. Con respecto al lugar que ocupa Goffman, a pesar de haber tenido un mayor reconocimiento del que gozó Simmel, todavía hoy son pocos los autores, entre ellos Giddens, los que han sostenido frente al juicio predominante, que Goffman debe ser considerado como un teórico del más alto nivel, al lado de los nombres de los autores que precisamente hemos abordado aquí, Bourdieu, Habermas, Luhmann, etc. Para finalizar, es importante reconocer que no serán suficientes todos los argumentos que se puedan esgrimir en contra de la visión dominante para que ésta cambie, ya que, como mostrarían los análisis de Bourdieu, la sociología goza de un capital cultural y simbólico del que no gozaría de no ser porque sigue siendo considerada como una ciencia y porque sigue siendo defendida como tal por los mismos sociólogos, quienes siguen creyendo que existe una distinción fundamental entre conociminento objetivo y subjetivo. De hecho, de esta distinción es que se siguen generando cada vez más estudiantes y estudios empíricos, las más de las veces cuantitativos, es decir, estadísticos, ya que los motiva la idea de que están más cerca de la realidad y que, de seguir la metodología estadística con rigor, obtendrán resultados objetivos, verdaderos, científicos. 20 Por ello, la teoría sociológica deberá realizar una crítica a sus principios epistemológicos, teóricos y metodológicos, para proceder a una nueva forma de producir conocimiento teórico y empírico que permita resolver los problemas que más nos afectan y recuperar así el prestigio frente a la subestimación generalizada que la rodea. Bibliografía Blumer, Herbert. 1986. Symbolic Interactionism. Perspective and Method. Berkeley: University of California Press. Dewey, John. 1929. The Quest for Certainty: A Study of the Relation of Knowledge and Action. 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