El imaginario visual de la neurocultura popular

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El imaginario visual de la neurocultura popular
Ricardo Feliu Martínez
Dpto. Sociología
UPNA
[Borrador Abril 2013
Resumen
En los últimos años estamos asistiendo al desarrollo de una neurocultura (Fisher C.E. et al, 2010) como
consecuencia del impacto social de un conjunto de disciplinas que, de un modo genérico, se etiquetan con
el término de neurociencias. Un aspecto central de la neurocultura es la fascinación por
las neuroimágenes y que se expresa claramente en las ilustraciones que acompañan cualquier información
sobre el campo de las neurociencias y que son publicadas en la prensa generalista. La tesis que se quiere
defender con esta ponencia es que esas imágenes responden a un maridaje entre la psicología y la cultura
popular, las técnicas de autoayuda y la cultura de la terapia (Illoz, E, 2010) en un intento de buscar una
legitimidad científica a sus postulados fundamentales.
Palabras clave: neurocultura, sociología visual, neuroimagen
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I
En los últimos años el prefijo “neuro-” está de moda. No hay actividad (que se presente como novedosa)
que no lo utilice para dotarse de un barniz de novedad. Pero más allá de estas prácticas de marketing, se
articula una serie de principios ideológicos que se pueden agrupar con la etiqueta de “neocultura”
El objeto de este trabajo es analizar como los principios que configuran la neocultura se reflejan en la
prensa generalista a través de un repertorio de imágenes e ilustraciones que acompañan a textos y
artículos de divulgación científica.
En el año 1991 se declaró la Década del Cerebro por parte del Gobierno de los Estados Unidos hasta la
actualidad, el desarrollo de la neurología ha sido importante en dos ámbitos interrelacionados: la
generación de conocimientos (investigación) y el desarrollo tecnológico (generación de imágenes). Una
tecnología cada vez más sofisticada para registrar la actividad cerebral y, lo que es más importante, capaz
de crear imágenes con un gran poder de fascinación. Parecía que se cumplía un viejo sueño: ver los
procesos cerebrales en vivo, tal como tiene lugar. Se desarrolló una fascinación por las “neuroimágenes”.
Lo
que
inicialmente
tenía
un
objetivo
médico
(la
investigación
sobre
las
enfermedades
neurodegenerativas), ha dado lugar a un escenario diferente en donde el prefijo “neuro” se utiliza para re-
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nombrar diferentes campos de conocimiento pero que se pueden englobar dentro de la etiqueta de
neurociencia
Desde un punto de vista ortodoxo la neurociencia se define como el “conjunto de disciplinas que
estudian la estructura, la función, el desarrollo, la bioquímica y patología del sistema nervioso y el cerebro”
(Society for Neuroscience, 2012). Desde este punto de vista la neurociencia sería el resultado de la
convergencia de diferentes disciplinas vinculadas al campo de la biología y de la salud (neurología,
bioquímica, fisiología, etc.) en el estudio del sistema nervioso central y el cerebro. Pero dentro de ese
mismo campo hay autores matizan esta definición, considerando que la neurociencia sería la fusión de la
neurología clásica, la biología molecular y la psicología con el objetivo de encontrar los fundamentos
biológicos de los procesos mentales básicos y sus alteraciones (García Albea 2011: 578) dando lugar a la
neurociencia cognitiva y a la neuropsicología.
Neurología cognitiva: neurociencia + psicología cognitiva (análisis de los procesos mentales implicados en
la percepción, el comportamiento y sus bases biológicas). Es un área académica que se ocupa del estudio
científico de los mecanismos biológicos de la cognición, con un enfoque específico en los sustratos
neurales de los procesos mentales y sus manifestaciones conductuales.
Ahora bien, el impacto social de las neuroimágenes (más que el importante desarrollo de las
investigaciones neurocientíficas que se ha producido en los últimos veinte años en sí) ha llevado a
considerar a la neurociencia como la base de una nueva revolución científica que “permitiría dar cuenta de
naturaleza científica, la del ‘núcleo duro’ (…) a las otora más que débiles ciencias sociales y humanidades)”
(García Albea 2011: 578). Este es el territorio de la neurocultura cuya idea básica es la influencia de los
principios de la neurociencia en otros ámbitos del conocimiento en tanto nuevo paradigma que guie sobre
todo a las ciencias sociales, humanidades y economía, de tal manera que el cerebro (ya ni siquiera el
sistema nervioso central) se ha convertido en el centro de explicación de los asuntos humanos (Pérez
Álvarez 2011:98). Esta tesis es defendida por un sector de la comunidad científica (más concretamente
vinculado al campo de la biología y de las ciencias de la salud), en donde la neurociencia será el eje axial en
torno al cual pivotarán el resto de la ciencias (sobre todo humanas y ciencias sociales).
“Neurocultura es un proceso en el que, a la luz de los conocimientos que aportan
las Ciencias del Cerebro, se producirá una reevaluación de las Humanidades. Es un
puente a través del cual se van a unir, definitivamente, esos dos grandes cuerpos
del saber, las Humanidades por un lado y las Ciencias por otro. Es un proceso en el
que se reevaluarán la Filosofía, la Ética, la Sociología y el Derecho, la Economía y
el Arte y, desde luego, también la Religión. Y todo ello nos llevará a reevaluar
nuestra concepción del mundo, porque hoy comenzamos a saber que nuestro
cerebro es a su vez creador y espejo de cuanto sucede y que todo pensamiento y
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conducta humana residen en su funcionamiento y los códigos que lo sustentan. En
realidad el cerebro es ese último rincón donde se mece y crea cada ser humano.
(…) Del estudio de ese diseño (Ciencia) y sus productos (Humanidades) nace el
nuevo marco de cultura que venimos comentando”. (Moral Teruel, 2010: 8)
Nos encontramos ante un pensamiento “neo-biologicista” en donde las ciencias sociales, humanas y
económicas acabarían subsumidas dentro de una modelo explicativo neurocientífico. Aunque no todos los
autores de esta corriente sostienen esta visión tan “optimista”. Dentro de la comunidad neurocientífica,
hay posturas algo más mesuradas que cuestionan y ponen límites a la influencia de la neurociencia en otras
disciplinas .
“Es verdad que los avances que se han podido producir en las disciplinas
‘humanísticas’ le han proporcionado un input significativo para evaluar las
funciones críticas y orientar la exploración de sus bases neurobiológicas. Y hasta
es posible que, con respecto a las disciplinas más cercanas (como la psicología y la
psiquiatría), se dé un intercambio productivo en lo que es el conocimiento cabal de
las funciones mentales básicas y sus alteraciones. Pero, de ahí a pretender que
estamos ‘a un paso de leer la mente’, o que la economía, la sociología, la ciencia
política, la jurisprudencia o la antropología cultural van a influir en el rumbo de la
neurología (o verse influidas por ella) no es más que una quimera. (García Albea
2011:578)”
En todo caso la interacción entre la neurociencia y otras áreas del conocimiento ha dado lugar a
diferentes procesos de formalización de nuevos campos (institucionalmente sancionados tanto en el
ámbito académico -neurociencia cognitiva, neuropsicología cognitiva, neuroeconomía- como en el mercado
–neuromarketing-. Lo “neuro” es el prefijo mágico por excelencia
En este contexto definimos la neurocultura popular como el conjunto de discursos que tienen su origen en
el escenario anteriormente señalado que se configura a través de tres ejes:
a.- Las neuroimágenes
a.- La búsqueda de legitimidad científica de la psicología positiva (literatura de autoayuda)
b.- El papel de los medios de comunicación masiva (prensa escrita)
c.- La percepción social de la ciencia (Umberto Eco: El mago y el científico)
II
La neuroimagen es la base de la neurociencia (García Albea 2011: 578). Se cumple un viejo sueño
de la comunidad científica: ver el cerebro en acción. Hay que considerar que “la representación visual de
las funciones físicas y psicológicas del cerebro es tan antigua como la localización de las propiedades en el
cerebro” (Hagner, M. 2010:438), siendo los trabajos del Franz Joseph Gall, en el marco de la frenología, los
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primeros en incorporar de manera sistemática la idea de localizar en el cerebro las tendencias, los tales y
las propiedades mentales en las ciencias humanas al comienzo del siglo XIX. (438). Este maridaje entre la
biología y la psicología por tanto es más antigua que lo que nos relatan desde las neurociencias pero se
rompen pronto con la consideración de la frenología como una pseudociencia. Esto no será óbice para que
este planteamiento no lo encontremos en textos del siglo XIX y principios del XX cada vez más alejado de la
comunidad científica y más cercana a la psicología popular y a los primeros libros de autoayuda.
Figura 1.- Un mapa frenológico del cerebro
A lo largo del siglo XX las representaciones de los procesos cerebrales van a centrarse en cuestiones
anatómicas y fisiológicas, de tal manera que todos los esfuerzos se ubican en intentar los procesos en el
cerebro como si este fuera un mapa (representación más realista posible) dado los límites de las
representaciones fotográficas. Se produce así una ruptura entre el campo de la psicología y la nueva
disciplina de la neurología. Lo curioso de este proceso esto tiene lugar justamente en el momento en que la
psicología empieza a “colonizar” nuevos espacios dando lugar al surgimiento de una psicología popular
(autoayuda) o al desarrollo de las RRHH en el ámbito de la empresa.
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Figura 2.- Ilustraciones del Vaught’s Practical Character Reader (1902)
Desde la década de los noventa del pasado siglo se ha producido un importante desarrollo
tecnológico que ha permitido obtener generar imágenes de los procesos cerebrales durante el momento en
el que éstas se producían. Esto ha supuesto toda una revolución que ha dado lugar a una hiperfisionomía
(Hagner, M; 2010:445). Dicho de otro modo, el supuesto realismo de las neuroimágenes ha dado lugar a
que el hiato abierto entre la psicología y la neurología vuelvan a converger en un único ámbito: la
neurociencia. El problema central es, de este modo, el cómo interpretar la información que obtenemos con
la neuroimágenes (Schneider & Woolgar, 2012). Tal como señala Hagner es que “la respuesta no se halla ni
el cerebro ni en las máquinas y por tanto no puede determinarse ni cerebral ni tecnológicamente. Más
bien puede hallarse sólo en el ámbito de las negociaciones sociales y culturales que determinan lo que ha
de significar está información sobre el cerebro” (2010: 445). En este punto en emergen las cuestiones más
de fondo que configuran la interpretaciones. En todas las neuroimágenes lo que tenemos es la
representación visual de la actividad neuronal que se registra cuando se estimula una zona cerebral
específica. De tal manera que, de entrada, no es posible vincular de manera directa e uniquívoca los
registros de la actividad cerebral con el comportamiento en tanto que entra en juego dos paradigmas: el
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biológico y el psicológico.
Ahora bien es pertinente, antes de continuar, explicar un poco más detenidamente que son las
neuroimágenes. Sin embargo no se podemos perder de vista que las neuroimágenes (a pesar de la ilusión
de ver los procesos cerebrales en acción) no son otra más que el resultado de una doble interpretación:
tecnológica (qué es lo que realmente se mide y como se convierte los datos en imágenes) y cultural (qué es
lo que significa – el problema de la interpretación). Por otra parte no existe un tipo específico de imágenes
que etiquetamos como neuroimágenes sino que en realidad, según el tipo de actividad cerebral que se
quiera registrar, existen cuatro clases. Si medimos la actividad eléctrica del cerebro tenemos el
electroencefalograma (EEG) (mide la fluctuación eléctrica en la superficie del cerebro) y el
magnetoencefalograma (MEG) (da cuenta de los cambios en los campo magnéticos que son inducidos a
través de estimulación eléctrica). Si lo que buscamos es detectar la actividad metabólica del cerebro
tenemos la tomografía de emisión de positrones (basada en la técnica de contraste radioactivo y que
analiza los procesos metabólicos neuronales) y la resonancia magnetica - funcional (fMRI) (mide la
actividad metabólica mediante las propiedades magnéticas de la sangre).
La tensión radica no tanto en la dimensión tecnológica sino en la cultural, ya que en ese campo en
donde colisionan el paradigma biologista y el paradigma psicologia (y en las fracturas derivadas de esa
tensión en donde se introducen cuestiones)
.
III
Hasta ahora hemos estado haciendo referencia al concepto de neurocultura atendiendo a la
influencia de las neurociencias en otras áreas de conocimiento y de los principales escenarios que se han
ido configurando dentro de ese proceso. Así mismo hemos señalado como la neurociencia se configura
como una relación entre la neurología (biología) y la psicología y que este maridaje no es nuevo. Sin
embargo queremos centrar ahora nuestra atención en la influencia de las neurociencias está teniendo en el
conjunto de la sociedad y más concretamente en los medios de comunicación generalista y cómo está
dando lugar a un imaginario visual que refleja los principios básicos que configuran el marco en el que se
inserta la neurociencia.
a.- De este modo el cerebro se considera como un elemento externo al cuerpo humano (o lo único
relevante del mismo) que guarda las claves que pueden desvelar todos los secretos. Y la forma de acceder
a ellos es a través de un procedimiento mecanicista (desmontándolo como si fuera una máquina cuyas
piezas, por separado, nos ayudan a comprenderla).
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b.- El segundo aspecto que configura ese imaginario nos lleva a la recuperación de la frenología, en donde
diferentes aspectos psicológicos y culturales se distribuyen en el cerebro (como si este fuera un mapa
neutro). Ahora bien lo interesante de este tipo de ilustraciones no es tanto la vuelta a la lógica frenológica
sino los aspectos que se incorporan en l. Más concretamente, mientras que las ilustraciones decimonónicas
hacen referencia al mundo de los valores que nos remiten a la sociedad burgusa (familia, educación,
buenas constumbres, etc) en la actualidad las referencias nos remiten hacia el mundo de la psicología
positiva y el discurso terapéutico. Por ejemplo, “la ciencia del optimismo”
ANEXOS DE IMÁGENES
Fig 1
Fig 2
Fig 3.-
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Fig4. -
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