RELIGIOSIDAD Y ESPIRITUALIDAD DE LAS ESTUDIANTES DE ORIGEN MARROQUÍ María Jiménez Delgado Sociologia I Universidad de Alicante [email protected] Resumen Esta investigación se pregunta por el significado que tiene el islam para las hijas de la inmigración marroquí y su relevancia en la vida de las jóvenes. Las atribuciones externas, tanto estrictamente religiosas como sociales e históricas, y las internas, en cuanto a lo que los mismos actores piensan de su propia condición de musulmanas y musulmanes, están condicionadas sobremanera por el hecho de ser mujer o varón. Se parte de las siguientes hipótesis: -Ser mujeres musulmanas condiciona el modelo de integración educativa y social al que se sienten más próximas las jóvenes estudiantes en la medida en que facilita la igualdad de derechos o perpetúa las desigualdades de género. -La educación formal facilita, a las jóvenes de origen marroquí, cuestionar los roles culturales tradicionales legitimados por los líderes religiosos musulmanes. Para verificar las hipótesis se toma la decisión de escuchar particularmente a aquellas jóvenes que han decidido continuar estudios postobligatorios para aproximarnos a sus experiencias vitales. La opción metodológica elegida para el desarrollo del trabajo de campo y el análisis de los datos ha sido la Teoría Fundamentada (Grounded Theory). El principal instrumento metodológico utilizado ha sido la entrevista en profundidad. Se han realizado veinte Soy musulmana a mi manera entrevistas a estudiantes de origen marroquí, diez de ellas a alumnas de educación secundaria y bachillerato y otras diez a universitarias. Tras el análisis de las entrevistas se evidencia cómo los discursos de las jóvenes varían sensiblemente respecto a las representaciones del islam y de lo musulmán que se ha construido históricamente en Occidente, e incluso respecto a las construcciones que se elaboran desde los propios líderes religiosos y políticos musulmanes. Se confirma que las jóvenes estudiantes musulmanas entrevistadas hacen una resignificación crítica y personal del islam que se resume en esta expresión repetida por muchas de ellas: “soy musulmana a mi manera”. Esta percepción de su propia religiosidad está condicionada por el género y conecta con una visión transnacional del hecho religioso que deja de vivirse como un fenómeno preferentemente cultural e identitario para convertirse en una vivencia íntima y espiritual, en consonancia con la noción de Dios personal de la postmodernidad, definido por Beck (2009) como la individualización de la religión. Consecuentemente, las jóvenes no reclaman clases de religión islámica en las instituciones educativas, ni siquiera mezquitas en sus barrios, aunque sí el uso libremente elegido de símbolos culturales y/o religiosos como el hiyab y un mayor conocimiento por parte de la sociedad española, especialmente por parte del profesorado y del alumnado, del islam y de los contextos sociales y políticos de los que proceden sus familias. Palabras clave: mujeres, estudiantes, religiosidad, musulmanas, generación puente Soy musulmana a mi manera Si hay una característica o rasgo que la sociedad de acogida considera central respecto a los inmigrantes de origen marroquí es el hecho de ser musulmanes. Esta atribución significativa externa coincide con la que los inmigrantes marroquíes hacen de sí mismos. Para la mayoría de ellos, ser musulmanes es una característica que los define; también las jóvenes estudiantes entrevistadas se consideran musulmanas, incluso antes que marroquíes. Sin embargo, es necesario delimitar si ser musulmán o musulmana significa lo mismo para unos y para otros, para los autóctonos mayoritariamente no musulmanes y para los inmigrantes marroquíes asentados en España. Incluso también es necesario preguntarse qué significado tiene el Islam para los hijos y las hijas ya educados en el país de emigración. Estos conceptos: musulmán y musulmana son manejados por distintos actores sociales, no sólo por los inmigrantes, sino también por el profesorado, los medios de comunicación y los demás ciudadanos no musulmanes. Son conceptos que aparecen de forma recurrente en el discurso social, educativo y político, con connotaciones diversas que indican que no todos los actores le atribuyen igual significado, lo que provoca incomprensiones, rechazos y conflictos en no pocas ocasiones y que, en los casos más extremos, pueden conducir a la islamofobia, expresada en la vida social y en las instituciones educativas sutilmente de diversos modos o de forma extremadamente violenta en otros. La mayoría de las estudiantes entrevistadas se consideran musulmanas, en gran medida creyentes y practicantes. Lo más destacable es que este hecho no las define ni las inscribe, como suele atribuir la sociedad española y otras sociedades europeas, como mujeres pasivas, víctimas del islam del que se sienten presas o subordinadas. Lo más interesante de sus aportaciones es, como se verá a continuación, la resignificación crítica y personal que hace la mayoría de ellas del islam, que se resume en esta expresión repetida por muchas jóvenes entrevistadas: “Soy musulmana a mi manera”. Esta afirmación conecta a estas mujeres con una visión global y transnacional del hecho religioso que deja de vivirse como un fenómeno preferentemente cultural e identitario para convertirse en una vivencia propia, personal e Soy musulmana a mi manera íntima, en consonancia con la noción del Dios personal de la postmodernidad, definido por Beck (2009) como la individualización de la religión, en su ensayo El Dios personal. La individualización de la religión y el ‘espíritu’ del cosmopolitismo. Prácticamente todas las jóvenes estudiantes entrevistadas afirman ser y sentirse musulmanas siendo, para ellas, una característica o rasgo de su identidad, junto con otros muchos, que las definen. Algunas de ellas, se sienten musulmanas antes que magrebíes, marroquíes y/o españolas. La importancia de la adscripción religiosa, en los casos analizados, está relacionada con la edad que tenían cuando llegaron a España, con la mayor o menor trayectoria en el sistema educativo español y con la percepción del barrio en el que viven, principalmente. Las jóvenes que se incorporaron tardíamente al sistema educativo y que tienen la percepción de vivir en barrios con procesos de segregación tienden a resaltar su pertenencia religiosa por encima de otras como la nacionalidad. Así lo afirma una estudiante de 4º de ESO de 18 años, que llegó a España hace tan sólo tres años, que sigue escolarizada en el sistema educativo, aunque ha repetido dos cursos de la educación secundaria obligatoria, y que afirma no gustarle el barrio donde vive pues, según sus palabras, no parece España ya que lo habitan muchos gitanos, magrebíes y extranjeros, en general. “Para mí es más importante ser musulmana. No me importa la nacionalidad, puedo ser española y qué pasa, es lo mismo… sí que me gusta. Marruecos más, pero vamos, lo que me gusta es ser musulmana”. (E18) Pero ¿qué significa para las jóvenes entrevistadas ser musulmanas? ¿En qué medida su situación de minoría religiosa dentro de un país democrático mayoritariamente católico -o indiferente cada vez más al hecho religioso y a mostrar su adscripción religiosa- posibilita una elección más libre y una evolución en el significado de esa afirmación que ellas hacen: “Soy musulmana”? En el país de acogida que eligieron sus padres para emigrar, para algunas su lugar de nacimiento y para todas ya su contexto social vital, siendo en su mayoría, o en breve, ciudadanas españolas, la adscripción Soy musulmana a mi manera religiosa no es obligatoria y, por tanto, la afirmación “soy ante todo musulmana” es una elección mucho más deliberada. En el contexto social en el que viven estas jóvenes, hijas de inmigrantes marroquíes, las prácticas y adscripciones religiosas se transforman no solo para ellas sino para toda la comunidad marroquí residente en España. Afirma Moreras (2006), que hay tres supuestos erróneos respecto a la religiosidad en el contexto migratorio: el del transplante inmutable, el de la homogeneidad interna de los colectivos y el de la centralidad de la cultura y/o religión en la construcción de identidades. Y es que en el contexto migratorio se amplían las referencias y, por tanto, la posibilidad de tomar decisiones. Ello contribuye a que haya distintos tipos de comportamientos entre estos dos más distantes: el alejamiento de las referencias culturales y religiosas de origen o la reivindicación activa de las mismas, porque la indiferencia es prácticamente inexistente. Entre estas dos posturas se sitúan las jóvenes de origen magrebí. Dentro de la ampliación de referencias culturales, religiosas y de otro tipo, la escolarización y la continuidad en los estudios universitarios, condiciona las distintas elecciones ya que resulta ser una influencia secularizadora importante en la medida en que el acceso al conocimiento implica el uso de la razón desde la condición individual en una sociedad democrática. Y es en este punto donde se rescata esta expresión bastante frecuente en las jóvenes universitarias entrevistadas, hijas de familias marroquíes que han crecido y se han educado en nuestro país: “Soy musulmana a mi manera”. La religión pasa a ser religiosidad vivida en gran medida en el ámbito de lo privado y personal, convirtiéndose la creencia religiosa en una opción personal más allá de ser una pertenencia familiar y cultural heredada. De ahí que muchas de estas jóvenes observen las prácticas religiosas, ya sea por convicción personal, ya sea por su significado grupal y su carácter convivencial, como señala esta estudiante: “Yo creo que soy practicante, creo que sí. Es que no sé. Es que como hay muchas interpretaciones del Corán, entonces cada uno lo interpreta de una manera. Soy musulmana a mi manera Y, a veces, de una manera lógica, y otras…, bueno, ilógicas, digamos. Yo sigo... Pues intento hacer lo mínimo... lo que puedo hacer, pero lo hago bien. Yo me conformo con esto. No puedo hacer todo, porque eso es muy difícil. Intento hacer las cosas, como sé... Bien y ya está. O sea, por ejemplo, el ramadán sí que lo hago. Porque, primero, es una costumbre. Segundo... El objetivo del ramadán es saber lo que siente un pobre, y a mí me gusta... Tiene una... una razón. Y sí que lo hago. Y ¿qué más? Lo de rezar no lo hago porque no tengo tiempo, pero sí que estaría bien. Pero a ver si lo haré un día. ¿Y qué más? Lo de no comer la carne, y todo eso, es una costumbre. Entonces, si como la otra, me sabe diferente”. (E2) Frente a las dudas que expresa la estudiante anterior, otra joven habla así de su religiosidad y de la diferente vinculación de las mujeres y de los hombres con la mezquita: “Yo soy practicante. Sí. (RÍE) Yo rezo, ayuno y hago todo lo que… En el caso de las mujeres es más… los hombres... aquí no tanto, a lo mejor. Pero nuestro país por ejemplo, ir a la mezquita el viernes, como para ir a rezar allí en conjunto, escuchar la ‘jupba’ y todo eso... Pues como misa aquí hacéis el domingo. Pero para los hombres es como que... es más... no sé. Son más estrictos. El hombre sabe que la mujer está en casa y que a lo mejor no puede salir, no pasa nada. Pero ya en el caso del hombre, ya... es un poquito... Si no va, pues bueno. Tampoco pasa mucho, pero no sé, es... visto de otra manera… Pero mis hermanos no van mucho (RÍE). Por eso digo, que también por la edad, igual que pasa aquí que a lo mejor la gente mayor es más religiosa y la gente joven a lo mejor no practica tanto. Yo, la gente... no sé. Los jóvenes, los chicos suelen ser más cabezas locas, y las chicas solemos ser más religiosas que los chicos”. (E4) Una estudiante de derecho de 21 años reconoce hacer ramadán por una cuestión de conciencia, no tanto como un ritual externo, aunque sea costoso hacerlo aquí en España por no ser una costumbre extendida: “El ramadán es más complicado aquí, está claro. Porque todo el mundo está comiendo, y tú estás ayunando (RÍE)… Yo lo hago. Y yo creo que no tengo... ningún problema. Yo, es que, es conciencia. La sociedad es respetuosa con eso, y no pasa nada.” (E3) Una de las jóvenes entrevistadas compara la vivencia propia de lo religioso con la forma de entender la religión en el pueblo marroquí de procedencia. Hace una sutil distinción entre la religión y la costumbre y considera que la gente en las zonas rurales en Marruecos tiene costumbres que no son religiosas o, al menos, son contrarias a lo que la religión defiende: Soy musulmana a mi manera “Es que en el pueblo, la religión, cada uno lo vive de una forma diferente. Y digamos, que aquí la gente es más religiosa que en el pueblo. Porque es que, ellos no entienden bien la religión ¿entiendes? Entonces, ellos más que religión, tienen costumbres. Es costumbre lo de ellos, no religión. Porque si fueran religiosos, hay muchas cosas que no se pueden hacer y sin embargo se hacen: se envidian, se atacan mutuamente. Este es mi terreno, tus ovejas están en mi terreno, no sé qué. Bueno, cosas así. Siempre están con las mismas peleas, y con lo mismo. Y engaños, y sobornos... cosas así, ¿me entiendes? También, claro, por no tener estudios y todo eso la gente no dice esto está mal, tal.” (E3) Mantener las tradiciones en el nuevo contexto no es fácil. La mayoría de las jóvenes perciben como un valor los cambios que se han producido en algunas costumbres culturales gracias a la emigración; otras, las menos, defienden que las costumbres se mantengan, al menos, las referidas a las prácticas religiosas. “Nosotros, vivimos aquí pero nuestras costumbres las seguimos manteniendo. Hay algunas cosas que han cambiado, porque el contexto social en el que vives pues te empuja a ello. Pero nosotros seguimos, más o menos igual. No es lo mismo, por ejemplo, el ramadán, cuando ayunas en tu país; encuentras a todo el mundo en tu misma situación y se celebra de una manera diferente. Y aquí es más restringido. Allí, con lo que es la familia completa de aquí, bueno con los que estamos”. (E4) La práctica religiosa, en su dimensión comunitaria, es también respetada por dos de las estudiantes que se declaran no creyentes. Una de ellas se expresaba así: “Aunque no soy creyente, yo las fiestas religiosas las practico pero no porque diga ‘ay, cómo me gusta mi religión’ pues para mí es como aquí se celebra la navidad”. (E11) Las prácticas comunitarias como el ramadán se convierten en marcadores identitarios que tanto tienen una dimensión individual como colectiva y que refuerzan el vínculo que une a los musulmanes y que los diferencia de otros colectivos, además de otras prácticas comunitarias e individuales, como son el consumo de carne halal. Es indudable que para estas jóvenes el cuestionamiento de las pertenencias heredadas, entre ellas la religión, cobra una importancia mayor que para otras jóvenes españolas con las que comparten estudios y vida social Soy musulmana a mi manera debido a dos cuestiones principalmente: un contexto en el que se sienten en minoría y una mirada social que les confirma esta situación. Por otra parte, hay cierta presión por parte del grupo familiar y/o la comunidad marroquí presente en los lugares de residencia de estas jóvenes para que asuman y mantengan las tradiciones y costumbres propias de la religión musulmana aunque el contexto lo dificulte, o precisamente por ello-. Estas presiones son mucho mayores para las mujeres, con un mayor control social, al ser consideradas menores de edad respecto a los varones, y al peso que recae sobre ellas para mantener la identidad musulmana que se traduce en el deber de llegar a ser madres de musulmanes (Bessis, 2008). Porque como afirma Mernissi, 1995): “toda estrategia cultural de transformación de las mentalidades pasa por las mujeres, educadoras principales de las generaciones”. Para Moreras (2006), el aumento de las mezquitas en España coincide temporalmente con los procesos de reagrupación familiar y con nuevas demandas relacionadas con la presencia de la segunda generación representada por los hijos y las hijas de las familias inmigrantes. Si bien, en el caso de las jóvenes objeto de este estudio, las mezquitas tienen escasa influencia en su religiosidad debido, por un lado, a la menor vinculación y obligación que hay por parte de las mujeres, que tiene como consecuencia que la asistencia a las mismas sea mayoritariamente masculina –existe un hadiz según el cual el Profeta habría dicho: “No impidáis que vuestras mujeres vayan a la mezquita, pero es mejor que recen en casa” (Bramon, 2009, 114-115)- y al cuestionamiento que estas jóvenes estudiantes hacen de la autoridad y la formación de los imanes, que consideran en muchos casos mal preparados y en algunos, más radicales o más estrictos con las prácticas religiosas y las costumbres que en el propio Marruecos. En palabras de una de las entrevistadas: “Es que la mezquita... es que la mezquita de Benidorm también. Llevamos a los niños pequeños a estudiar allí, a aprender algunas oraciones, y también a aprender árabe. Y el muecín es muy estricto…y es que, no puede ser así. Si entras a la mezquita a rezar, o lo que sea, tienes que llevar el velo, la vestimenta típica. Si no, no puedes entrar…, en mi pueblo también. Para entrar en la mezquita, siempre. Soy musulmana a mi manera Ahora, si estás fuera... no tienen por qué llamarte la atención. Si estás dentro de la mezquita, sí”. (E3) En la narrativa siguiente se defiende una religiosidad no vinculada a la asistencia a la mezquita ni al uso del velo, sino a una vivencia interior, aunque la estudiante de bachillerato no tiene claro si cambiará su manera de vivir la religión más adelante: “En mi familia a la mezquita no va ninguno, sólo en Ramadán. Yo soy musulmana y lo defiendo pero ya lo de ir a la mezquita… Soy musulmana de creencia, si tú crees que eres musulmana eres musulmana dentro de ti. No estás haciendo ningún pecado estás intentando sacar tu vida y ser algo bien pero no es necesario llevar pañuelo, ni ir a la mezquita todos los días ni nada. Porque hay gente que va a la mezquita pero de musulmanes no tienen nada… Los imanes preparación no tienen ninguna. La verdad es que eso no voy a hablar de ello porque no sé cómo va… Por ejemplo, en ramadán sí que voy, va toda la familia. Por ejemplo mi hermana sí que ni le interesa ni nada… Es un día y vamos a la de la playa que es la única que hay… Había una en Requena pero es un local donde van a rezar pero ese día en ramadán allí no van, van a la mezquita grande… Mi religiosidad es mía y ya está, yo no hago nada malo. Acepto lo que hay y ya está, por ejemplo, no bebo, no fumo, no como cerdo… porque yo las quiero respetar. Es mi religión y espero algún día rezar e ir a la mezquita. Yo creo que lo haré; no voy a ser toda la vida así, o bueno no sé, cuando llegue el momento ya…” (E12) Otra estudiante que se declara no muy religiosa confiesa no haber entrado nunca a una mezquita y critica que los imanes se otorguen así mismos autoridad para opinar fuera de ellas sobre asuntos relacionados con la libertad de las mujeres, por ejemplo, para usar velo o no llevarlo. “Parece mentira pero jamás en la vida he entrado a una mezquita; he estudiado cómo es una mezquita pero nunca he ido, ni en Marruecos ni aquí. Las mezquitas sé que están repletas de hombres, mujeres hay muy pocas, y poco más, no tengo un gran conocimiento del tema, la verdad… A veces los imanes hablan en nombre de las mujeres como con lo del velo, y eso es una tontería que se hace siempre y en vez de arreglar las cosas lo que hacen es empeorarlas, porque si te pones a hablar, y supuestamente eres un imán, y hablas en nombre de otra persona… vale, se supone que esa persona tiene cabeza suficiente como para hablar ella misma, que por muy mujer que sea o por lo que quieras… vale, que no quieres que salga su cara, pues que se tape, pero que no tiene derecho a venir y a hablar ‘no…’, y encima empiezan a sacar el tema de la religión, que encima es que… lo dicen demasiado… de alguna forma inadecuada, que en vez de arreglar las cosas lo que hacen es empeorarlas muchísimo más, y empiezan a sacar cosas que no deberían, y eso crea un conflicto al final. Porque… ‘sí, sí, está hablando de una forma bastante machista y…’, no…” (E19) Soy musulmana a mi manera Hay consenso entre las jóvenes entrevistadas respecto a la escasa formación de los imanes que desacreditan sus discursos y proclamas, tanto dentro como fuera de las mezquitas. “No es que sean conservadores, yo creo que ni siquiera deberían ejercer de imanes, porque no tienen, creo yo, el conocimiento suficiente como para hacerlo, yo los que he visto en la tele es que los escucho y digo ‘¿pero cómo es posible que les dejen a estos llevar una mezquita y hacer y decir…?’ Cuando salen en la primera o en lo que sea, o en Al-Jazeera, antes sí que lo veía, o muchas veces en Internet cuando me meto a veces leo el periódico... Los imanes es que creo yo que son lo peor que hay, igual que muchas veces aquí los curas. Yo es que no estoy de acuerdo con que haya… ya sé que forma parte de la religión y tal, pero que haya un imán lo veo sin sentido, que si quiero ir a rezar pues… No estoy de acuerdo con los imanes, no los veo capacitados como para decir lo que dicen, porque muchas veces lo que… no, no están haciendo las cosas bien, dicen cosas que… igual que cuando lo que hacen los terroristas, que cogen las cosas al revés de lo que deberían, fomentan el machismo, fomentan el que una persona se aísle de la sociedad, que no haya contacto con otros sitios… ‘no, no te juntes mucho con españoles o con franceses o con quien sea que a lo mejor te comen la cabeza’. Yo creo que no ayudan a la integración, que hacen todo lo contrario… Ellos no representan ni al 0,0001 por cien. Hablan de acuerdo con lo que ellos piensan, no con lo que hay ni con lo que la gente quiere o cree. Dicen lo que ellos piensan y claro, como se suponen que son los portavoces…” (E14) Esta misma estudiante considera que se sobrepasan en sus funciones cuando se autoproclaman portavoces de los musulmanes y de las musulmanas. En la narrativa insiste de nuevo en el carácter personal tanto del sentimiento religioso como de las opiniones o forma de pensar suya como musulmana, así como en el error, por parte del gobierno, cuando considera que los imanes están legitimados para ser intérpretes de cuestiones como el uso del velo por parte de las mujeres musulmanas. Hay una defensa de los derechos individuales y una crítica al comunitarismo en la medida en que la estudiante rechaza que los imanes, desde las mezquitas, hablen en su nombre, como musulmana, como si formaran un colectivo homogéneo. “Es un error por parte del gobierno que escuche a los imanes, es un error porque cada cual es libre. Vale que seas el imán, pero… vale, a lo mejor yo voy a rezar a tu mezquita pero es que ni eres mi padre, ni eres mi madre, ni eres nada mío, tú tienes tus ideales, yo tengo los míos. Que hay un conflicto… vale, a lo mejor estamos de acuerdo en eso, pero el resto que puedas decir a partir de ahí, eso ya es tu forma de pensar, tu forma de ver las cosas, no tiene nada que ver con el resto de personas”. (E19) Soy musulmana a mi manera Es, sin embargo, el velo el símbolo identitario musulmán más visible y más polémico también entre la misma comunidad musulmana y el resto de la sociedad que no lo es. Las jóvenes estudiantes de origen marroquí, sujetos de la investigación, se declaran musulmanas valorando especialmente del islam su dimensión espiritual. Hacen de este modo una reinterpretación de la religión heredada realizando el tránsito de una religión hecha de prohibiciones, especialmente para las mujeres, a una religión de creencias y de espiritualidad (Touraine, 2007; Beck, 2009). Las jóvenes hablan de espiritualidad en contraposición al islam de la obligación y las prohibiciones. “La religión yo la vivo en mi corazón, no tengo porqué ir a una mezquita…” (E20) Esta es una característica significativa de las jóvenes estudiantes de segunda generación, que no asumen, en su mayoría, el islam de manera acrítica, como una imposición del grupo cultural de origen o de la familia. El ser musulmanas forma parte de su identidad pero desde un cierto distanciamiento de las prácticas más tradicionales que consideran patriarcales. Se observa, por tanto, una reconstrucción del hecho religioso desde la vivencia más personal que, aunque se pueda producir también en la sociedad marroquí, es mucho más explícito en la sociedad española donde existe una mayor diversidad religiosa y social en las interacciones y donde lo musulmán no es mayoritario. Hay, así mismo, una desinstitucionalización de la fe, como ocurre en general también con otras creencias religiosas en España (Tamayo-Acosta, 2008). En definitiva, hay un interés manifiesto en marcar la diferencia entre la religiosidad que las jóvenes viven y la imagen que se transmite en los medios de comunicación sobre el islam, entre sus formas personales de sentirse religiosas y la influencia de los imanes a quienes les otorgan muy poca credibilidad por su escasa formación, además de que su estatuto eclesiástico se defina vagamente. Algunas de las jóvenes, que se consideran poco Soy musulmana a mi manera religiosas, aunque sí se sienten musulmanas, valoran sobre todo el mensaje de paz, de hospitalidad y de solidaridad con los más necesitados del islam. La religiosidad es considerada una vivencia personal y a lo sumo familiar. De forma casi unánime las jóvenes entrevistadas se consideran musulmanas, la mayoría creyentes aunque no comparten la dimensión gregaria de la religión. Suelen respetar y participar de las prácticas musulmanas como el ramadán, ya que creen, por un lado, que tiene sentido el ayuno por cuanto ayuda a experimentar el significado del hambre y a ponerse en el lugar de quienes lo padecen. Por otra parte, valoran el ritual y la solidaridad familiar que sienten con sus padres y hermanos/as cuando se reúnen a cenar después de pasar todo el día en ayunas. Así lo expresa una estudiante: “Me gusta porque comparto la misma religión que mis padres, que mi familia, porque si estoy haciendo el ramadán sé que luego comeremos todos juntos ¿vale? Me gusta, porque es una tradición que hay que vivirla, y además por sus finalidades. Porque dicen ‘es que haces ramadán’, vale, bien, estás en ayunas, pero es que durante esos ayunos estás diciendo ‘ostras, yo lo tengo todo’, pero la gente del tercer mundo mira cómo lo está pasando. Yo sé que a las ocho voy a comer, pero esa gente no va a comer. Qué sensación más dura la del hambre ¿no?, más o menos te conciencias”. (E20) Las jóvenes estudiantes de origen magrebí se perciben a sí mismas mucho más críticas con el islam que sus compañeros varones marroquíes de la misma edad, aunque ello no se traduce en el rechazo a su condición de musulmanas. De esta situación se deduce que, a pesar de que dentro del islam se conciba a las mujeres como guardianas de la identidad y de la tradición religiosa, también son ellas las más abiertas y posiblemente las mejor preparadas para hacer una interpretación crítica del islam. Son las estudiantes las que expresan más rechazo a las instituciones religiosas porque ven en ellas una perpetuación de las tradiciones patriarcales y, por tanto, discriminatorias hacia las mujeres. Es esta una cuestión importante para la transmisión religiosa y cultural pues revela nítidamente que ésta es dinámica y está abierta a otras influencias. Así las mujeres asumen su condición de sujetos que recrean lo cultural y religioso heredado, de tal manera que no hay Soy musulmana a mi manera rechazo de la cultura de origen, en la mayoría de los casos, sino reconstrucción crítica y reinterpretación de la herencia familiar. Estas mujeres conciben mayoritariamente la religión como una práctica individual ligada a la creencia y al establecimiento de un vínculo directo con Dios otorgando menos importancia y, por tanto, relativizando el cumplimiento de ciertas obligaciones religiosas impuestas por los imanes, por la familia y por la comunidad marroquí residente en España. En todo caso, la pluralidad de matices y de vivencias de lo religioso pone en evidencia la misma diversidad dentro de la segunda generación de mujeres jóvenes musulmanas en España. “Debería ser libre, dejar a cada persona que decidiera como quisiera... porque si no lo haces con tu voluntad... o sea no vale nada la religión. Es algo personal. Yo lo veo como una cosa muy personal: entre Dios y yo. Y ya está. Y se acaba. Y no mezclo las cosas”. (E2) Esta es una declaración explícita de vivencia personal de lo religioso, es decir, de religiosidad personal y cosmopolita. Hay reconocimiento y aceptación de otras religiones y voluntad de vivir de forma íntima y privada el hecho religioso. El análisis de la espiritualidad y religiosidad de las jóvenes musulmanas en la sociedad española muestra la mirada de la misma sociedad demostrando cómo ésta se define. En este sentido, a pesar de la retórica oficial y políticamente correcta que dice valorar y respetar el pluralismo cultural y religioso, lo cierto es que en la mayoría de las escuelas es casi únicamente una religión –la católica- la que es ofertada a los alumnos como formación religiosa posible. Y es este un asunto no resuelto en cuanto que existe una contradicción cuando se defiende el pluralismo y sólo se facilita la enseñanza de una religión. En este sentido, las jóvenes entrevistadas parecen tener una visión más cosmopolita cuando reclaman y proponen una formación plural en la que todas las religiones tengan cabida desde una perspectiva objetiva, sin adoctrinamiento. En el discurso de las jóvenes entrevistadas se observa que no consideran la religión ajena, la religión mayoritaria de los otros españoles Soy musulmana a mi manera no musulmanes, algo extraño o amenazador sino más bien algo que les enriquece y que, por tanto, valoran positivamente. “En las escuelas yo creo que tienen... tienen que hablar de todas las religiones, porque hay que saber un poco de todo. Por ejemplo, aquí en España, los españoles no saben nada de mi cultura. Yo sí que sé algo de la cultura de aquí y de la religión”. (E2) Hay un proceso de integración de las tradiciones y perspectivas de los otros en la propia vivencia religiosa que ayuda a aprender más sobre sí mismas y sobre lo que les rodea. Y esto es lo que llama Beck (2009), cosmopolitismo religioso, que está próximo a la idea de un Dios personal y a la visión de otras creencias como aportaciones que enriquecen la propia. Y así lo expresa una de las entrevistadas: “A mí me gusta conocer otras religiones, conocer el cristianismo, entender lo que la gente hace…” (E3) Es importante, por tanto, destacar el papel tan esencial que tienen estas jóvenes en una sociedad más pluralista por cuanto en ellas se hace realidad la sustitución de una mirada nacional homogeneizadora, ligada a un único universo religioso, por una mirada más cosmopolita. Algunas de las jóvenes muestran incluso su escepticismo respecto a la religión musulmana o a cualquier otro credo religioso, a partir de su propia condición de estudiantes: “Si tengo hijos…la educación sobre la religión… yo creo que desde ninguna, y cultura desde las dos, como yo soy… Yo es que lo de la mezquita sinceramente no me lo creo. No entiendo como una persona que no tiene estudios de nada, que solo sabe leer y escribir esté dando clase de religión a unos niños”. (E11) Como se percibe en sus discursos, las jóvenes afirman que está obsoleta la mirada que define la identidad personal dominante como parte de un determinado Estado nacional excluyendo a otros. Ellas representan el futuro, la pluralidad y el cosmopolitismo religioso que no considera lo ajeno a las propias pertenencias, ya sea la religión o la cultura, algo amenazador sino algo más bien enriquecedor que hay que valorar positivamente. La identidad Soy musulmana a mi manera religiosa de estas chicas jóvenes supera el ámbito nacional para identificarse con algo que amplía las fronteras nacionales: lo musulmán. ¿Es ésta una conquista que se aprecia en la Europa actual o, por el contrario, se mira con recelo en cuanto que Europa y sus estados nacionales no acaban de asumir la pluralidad religiosa y el lugar que debe ocupar lo musulmán como religión también europea? Es un dato incuestionable que el porcentaje de musulmanes crece rápidamente entre la población religiosa de Europa y que el proceso de secularización afecta principalmente al cristianismo: se construyen más mezquitas y se cierran o se vacían las iglesias. El alejamiento de los/las jóvenes de la religión, al menos en Europa, es cada vez mayor. Así lo reflejan todos los estudios sociológicos. En España está realidad se evidencia, desde hace años, en las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en las realizadas por el Instituto de la Juventud y en los macrosondeos periódicos de la católica Fundación Santa María. Todavía en España profesar la religión musulmana y tener pasaporte español es una conjunción insólita. De acuerdo con Beck (2009) es un reto cómo afrontar, desde el respeto democrático, que un grupo importante de ciudadanos europeos, españoles, reivindiquen su derecho a profesar la religión musulmana en pie de igualdad con otras religiones sin sentirse por ello discriminados ni rechazados. En la pretensión de las jóvenes de la generación puente de ser reconocidas como ciudadanas europeas musulmanas, la sociedad en general suele ver la posibilidad de legitimar una vida alternativa a la mayoritaria, que cuestiona los principios dominantes de la sociedad española. Y es que para la conciencia europea, entre modernización y secularización, existe una relación de causa-efecto que no se ve confirmada cuando pensamos en tantos ciudadanos que reclaman una u otra pertenencia religiosa, ya sea los que reclaman su adscripción al cristianismo, como los que lo hacen al judaísmo o al islamismo. Soy musulmana a mi manera Se puede afirmar, por otro lado, como anteriormente se señalaba, que se ha producido un radical debilitamiento de la dimensión religiosa en la juventud española y europea. Año tras año desciende de manera muy significativa el número de jóvenes que afirman creer en Dios. Las encuestas europeas de valores (EVS), según el informe titulado Jóvenes españoles 2010, publicado por la Fundación Santa María (Valls, 2011), ofrecen la siguiente evolución del descenso de la fe en Dios durante los últimos veinticinco años: en 1981 creían en Dios el 78% de los jóvenes; en 1984, la creencia descendió al 71%; en 1989, se mantuvo en el mismo porcentaje; en 1999 bajó al 65%; en 2005 la caída llegó al 54%. Para una gran mayoría de los jóvenes españoles, según este mismo informe, la religión resulta poco relevante y posee una mínima incidencia en sus vidas ocupando uno de los últimos lugares en una escala de valoración de las cosas más importantes para los jóvenes. No obstante el 53,5 por ciento se declara católico, aunque sólo el 7 por ciento del total de los jóvenes dice cumplir con el ritual de la misa dominical. Un 69 por ciento de los que se consideran católicos o creyentes de otra religión opina que hoy se puede vivir la fe individualmente y que es un asunto privado. Sólo un 2 por ciento se declaran creyentes de una religión distinta de la católica y un 42 por ciento se consideran no religiosos. Esta realidad contrasta con la de los y las jóvenes de origen magrebí que se declaran mayoritariamente musulmanes creyentes (Harrami, 2004). Aunque hay que tener en cuenta que el retorno de la religión musulmana en Europa no representa una vuelta al islam tradicional porque en el nuevo espacio social la religión se distancia de la cultura de origen y echa raíces en las nuevas circunstancias sociales, culturales, económicas y políticas. Según Roy (2005) la condición para el islam europeo es más bien la desculturalización del islam. Así nacen en Alemania, en Francia o en España formas individualizadas de religiosidad musulmana, como lo corroboran las narrativas de las jóvenes entrevistadas, y, en concreto, una de ellas: “Para mi la religión es cosa mía y de Dios”. (E3) Soy musulmana a mi manera La religión musulmana se desliga de sus normas y obligaciones territoriales y se convierte en una religiosidad basada exclusivamente en la decisión de los individuos. Por eso, “la nueva conciencia musulmana que expresan, por ejemplo, las jóvenes que se ponen el velo o el fundamentalismo religioso de los musulmanes que viven en Occidente no son fruto de la importación de una cultura musulmana original y territorial” (Roy, 2005). Entre los musulmanes y las musulmanas europeos también se da un alejamiento de los lugares sagrados y de las autoridades y organizaciones religiosas, por lo que tienden a crear una nueva espiritualidad, caracterizada por la búsqueda, la elección y la combinación -lo que pone también al islam bajo el primado de la fe individual-. La individualización de la praxis religiosa es, en consecuencia, un elemento dominante de la religiosidad musulmana en Europa, que, desterritorializada y mediante la construcción de una comunidad o ummah imaginaria, posibilita una socialización por encima de las fronteras (Beck 2009). Bibliografía Beck, U. (2009) El Dios personal: la individualización de la religión y el "espíritu" del cosmopolitismo, Barcelona, Editorial Paidós. Bessis, S. (2008) Los árabes, las mujeres, la libertad Madrid, Alianza Editorial. Bramon, D. (2009) Ser mujer y musulmana, Barcelona, Editorial Bellaterra. Harrami, N. (2004) “Conductas religiosas de la juventud musulmana” en Afkar/Ideas, 3, pp 33-36 ideas.com/article/?id=2805 disponible en http://www.afkar- Soy musulmana a mi manera Mernissi, F. (1995) El poder olvidado. Las mujeres ante un Islam en cambio, Barcelona, Editorial Icaria. Moreras, J. (2006) “Creencias más allá de las fronteras: las expresiones religiosas en contexto migratorio” en Puntos de vista: Cuadernos del Observatorio de las Migraciones y la Convivencia Intercultural de la Ciudad de Madrid (oMci), nº 7, pp 21-47. Roy, O. (2005) “Islam en Occidente: ¿la occidentalización del Islam?” Conferencia pronunciada en el Foro de la FRIDE sobre Oriente Medio y Norte de África disponible en http://fride.org/evento/84/islam-enoccidente:-%C2%BFla-occidentalizacion-del-islam Tamayo Acosta, J. J. (2008) “Los jóvenes y el diálogo interreligioso” en Revista de estudios de juventud, nº 80, pp 47-59. Touraine, A. (2007) El mundo de las mujeres, Barcelona, Editorial Paidós. Valls Iparraguirre, M. (2010) “Las creencias religiosas de los jóvenes” en González-Anleo, J. y González-Blasco, P. (Dirs./Coords.) Jóvenes españoles 2010, Madrid, Editorial Fundación SM. Soy musulmana a mi manera Soy musulmana a mi manera