Texto provisional LA ESTRUCTURA LATENTE DE LA VIOLENCIA: GÉNERO E INFANCIA Begoña López Monsalve Universidad de Alicante. IUDESP e-mail: [email protected] Eva Espinar Ruiz Universidad de Alicante. IUDESP / Dpt. de Sociología II e-mail: [email protected] Resumen: Existen claras similitudes entre la violencia ejercida hacia las mujeres y la ejercida hacia la infancia. Ambas afectan a grupos considerados potencialmente más vulnerables, y han sido consentidas y asimiladas socialmente hasta hace relativamente poco tiempo, lo que ha provocado la invisibilidad social e institucional del fenómeno. Las relaciones de poder unidireccionales son la clave de estas formas de violencia, basadas en un sistema patriarcal y en la no consideración de la infancia como sujeto activo de derechos. Partiendo de este marco, algunos vienen planteando en los últimos años la necesaria incorporación de la infancia en el estudio de la violencia de género. Tal incorporación puede facilitar, por un lado, una mejor comprensión de la propia violencia de género, sus características y dimensiones; a la vez que permite reducir la invisibilidad y desprotección de los menores víctimas directas e indirectas de diferentes formas de violencia de género. Partiendo de estas consideraciones, en esta comunicación se desarrolla un análisis secundario de los datos obtenidos por el CIS a través de la última macroencuesta sobre violencia de género (2011). En concreto, y considerando que el objetivo central de estas encuestas no es el análisis de la población infantil víctima de violencia de género, nuestros objetivos son: obtener datos relevantes en torno a la presencia de menores en contexto de violencia de género, así como analizar de qué manera su presencia afecta la formulación de denuncias o la percepción de las mujeres encuestadas acerca de las habilidades parentales del agresor. Palabras clave: Violencia de género, infancia, análisis cuantitativo, custodia, denuncias. 1. Introducción El silencio social fomenta y refuerza la victimización en los casos de violencia, concretamente cuando nos enfrentamos a la violencia de género, un problema presente a lo largo de la historia pero que no ha sido considerado como tal hasta hace relativamente poco tiempo. Así, en las últimas décadas, y gracias a la promoción desde las instituciones, los movimientos sociales y el pensamiento feminista, se ha desarrollado una importante labor de investigación, difusión y denuncia en el campo de la violencia de género. Podemos ya hablar de la existencia de numerosas investigaciones cuantitativas y cualitativas, a nivel nacional e internacional (Renzetti et al., 2011) que han venido acompañadas, en mayor o menor medida, de cambios legislativos y en la política social desarrollada por los distintos estados. En algunos de estos informes y estudios, y para el caso concreto de la violencia de género en el marco de relaciones íntimas, se hace referencia a la presencia de menores. Destacan así los datos que ofrecen organismos como el Observatorio estatal contra la violencia de género1, la organización Save the Children (2011). Y el Centro de Investigaciones Reina Sofía (2008) 2 Estos estudios suelen destacar los diferentes efectos que la violencia de género tiene sobre los menores, incluidos los posibles procesos de transmisión de la violencia entre generaciones. Sin embargo, son escasas las investigaciones que centran su atención, de forma preferente, en el estudio de la población infantil en el contexto de violencia de género. De esta forma, nos encontramos con un campo de estudio escasamente investigado y, con ello, caracterizado por una reducida intervención directa. Así, en los últimos años diferentes autores vienen planteando la necesidad de incrementar la atención sobre los menores en contexto de violencia de género. (Atenciano, 2009) Entre otras cuestiones, algunos de estos autores defienden la inclusión de los menores testigos de esta violencia en la propia definición de víctima. En este sentido, Maria Eriksson (2010) destaca la oportunidad que supone combinar la redefinición de los menores en contextos de violencia como víctimas con un enfoque de género, ya que permite una mayor comprensión de: la situación de los menores, de la 1 Informes anuales del Observatorio estatal contra la violencia de género (WEB) 2 Menores asesinados por sus padres en España (2004-2007) Centro de investigaciones Reina Sofia violencia de género y de las relaciones entre padres e hijos y la construcción social de tales relaciones. Precisamente, durante el proceso de elaboración de esta comunicación fue aprobado el II Plan de Infancia 2013-2016 por el actual gobierno español tras más de dos años de preparación. El nuevo plan contiene ocho objetivos y un centenar de medidas destinadas a garantizar y promover los derechos de la infancia entre las que se encuentra la de garantizar la protección de los hijos de víctimas de violencia de género. Concretamente, se compromete a generar nueva información relevante, como datos estadísticos, e implica una transformación de la Ley Integral contra la violencia de género de 2004 (Ley orgánica /2004, de 28 de diciembre, de medidas de protección integral contra la violencia de género). De alguna forma estas iniciativas podrían suponer una oportunidad para cuestionar las políticas elaboradas hasta el momento (y su aplicación), que apenas están siendo capaces de contener el problema. Partiendo de estas consideraciones, presentamos, en esta comunicación, los resultados de un análisis secundario de los datos obtenidos por el CIS a través de la última macroencuesta sobre violencia de género (2011). En concreto, y considerando que el propósito central de estas encuestas no es el análisis de la población infantil víctima de violencia de género, nuestros objetivos son: obtener datos relevantes en torno a la presencia de menores en contextos de violencia de género; así como analizar de qué manera su presencia afecta la formulación de denuncias o la percepción de las mujeres encuestadas acerca de las habilidades parentales del agresor. Las hipótesis de las que partimos, consideran que la presencia de hijos en una relación donde se produce violencia de género, condiciona a la mujer de manera positiva en el momento de efectuar la denuncia y que existe una tendencia a disociar la violencia hacia la pareja del rol paterno del agresor, de manera que la presencia de actitudes o comportamientos violentos hacia la madre no desvaloriza las habilidades parentales del agresor. 2. Marco teórico El término violencia de género hace referencia a aquellas formas de violencia que hunden sus raíces en las definiciones y relaciones de género dominantes en una sociedad dada (Espinar y Mateo, 2007: 193). Así, se trata de una violencia vinculada "al desequilibrio en las relaciones de poder entre los sexos en los ámbitos social, económico, religioso o político...” (Tal y como refleja la resolución del Parlamento Europeo sobre tolerancia cero ante la violencia contra las mujeres de 16 de septiembre de 1997), así como a unas concretas definiciones de estereotipos, identidades y expectativas sobre lo que supone ser hombre y lo que supone ser mujer (Espinar, 2007: 41). Partiendo de esta definición, cabe hacer una doble aclaración. Por una parte, no todas las formas de violencia contra las mujeres pueden calificarse, propiamente, de violencia de género. Es decir, para algunas formas de violencia, las explicaciones pueden situarse en variables distintas a las relacionadas con el género (Izquierdo, 1998). Por otra parte, también podemos aplicar una perspectiva de género al análisis de otras formas de violencia, no únicamente aquéllas que tienen por víctimas a mujeres. Por ejemplo, Michael Kaufman utiliza el término tríada de la violencia para referirse a la estrecha relación existente entre la violencia de los hombres contra las mujeres, la violencia de los hombres contra otros hombres y la internalización de la violencia, es decir, la violencia contra uno mismo. Esta tríada de la violencia estaría ligada a la construcción e interiorización de las masculinidades dominantes en la mayor parte de las sociedades conocidas (Kaufman, 1999: 66). En este razonamiento encaja la aplicación de la perspectiva de género para el análisis de la infancia como víctima. Sin pretender negar la importancia de otras formas de violencia, en esta investigación nos centraremos únicamente en el análisis de una manifestación concreta: la violencia que tiene lugar en el seno de una relación de pareja, haya o no convivencia (esposos, compañeros, novios, ya lo sean actualmente o lo hayan sido en el pasado). En este sentido, suele reconocerse que “las agresiones que sufren las mujeres de sus esposos o compañeros, ofrecen la máxima evidencia posible, del papel tan determinante que tienen las desigualdades basadas en el género” (Martín y Martín, 1999: 19). Así, asumimos la definición de violencia de género que recoge la ley orgánica 1/2004 de 28 de diciembre de medidas de protección integral contra la violencia de género: Violencia como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad, y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre estas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia. Comprende todo acto de violencia física y psicológica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad. Una vez consideradas las distintas definiciones nos preguntamos, ¿dónde se sitúan los hijos e hijas de las mujeres maltratadas a nivel legislativo en España? En concreto, podemos afirmar que a lo largo de la ley integral 1/2004 del 28 de Diciembre de medidas de protección integral contra la violencia de género la presencia de los menores es secundaria tanto en la definición del problema como en las propuestas de intervención. Y ello a pesar de la declaración de intenciones recogida en el punto III de la exposición de motivos, donde se afirma que la ley ha de recoger “medidas procesales que permitan procedimientos ágiles y sumarios, pero que además compagine, en los ámbitos civil y penal, medidas de protección a las mujeres y a sus hijos e hijas, y medidas cautelares para ser ejecutadas con carácter de urgencia”. La comprensión de las experiencias de niñas y niños que conviven con la violencia contra sus madres, es todavía una cuestión pendiente. (Erikson 2010) como muestra, algunas de las múltiples denominaciones que esta población recibe: hijas/os de mujeres maltratadas (Children of battered women), menores testigos de violencia (children witnesses to violence), o menores expuestos a violencia doméstica o de pareja (children exposed to domestic/partner violence) (Atenciano, 2009). De hecho, los niños que conviven con situaciones de violencia de género han sido interpretados, desde el punto de vista teórico, de diferentes formas, experimentando una evolución hasta su reconocimiento como víctimas a raíz de su mera presencia desde que se intensificaran las investigaciones en década de los 80. (Ghasemi, 2007) En un principio, se tenía en cuenta “donde” se encontraban los menores cuando se producían las situaciones de violencia, esto determinaba que fueran parte de ella o no. Así, podían ser considerados como meros espectadores (Wolak y Finkelhor, 1998) o como activos protectores de la figura materna (Rudo y Powell, 1996). El avance real de la definición que contempla el fenómeno desde la perspectiva de los niños, llegó a través de Holden (2003), con la propuesta de la acepción “menores expuestos”, en la que desarrolló una taxonomía con diez tipos de exposición distintos: Perinatal: por violencia física o psicológica hacia la mujer durante el embarazo. Intervención: violencia que padece el menor al intentar proteger a su madre. Victimización: se convierte en objeto de violencia psicológica y/o física en el transcurso de una agresión a la madre. Testificación presencial: ve la violencia del padre hacia la madre. Escucha: escucha la agresión desde otras partes de la casa. Observación de las consecuencias inmediatas a la agresión: ven como ha sido herida su madre, como queda el lugar donde ha sido agredida y la llegada de los servicios sanitarios o policías. Experimentación de las secuelas: vivir los síntomas de la madre, separación del núcleo familiar, etc. Desconocimiento de los acontecimientos: cuando el suceso se ha producido sin estar ellos presentes y no disponen de la información necesaria para conocer la situación real. En esta investigación, al igual que hacen otros autores, se consideran expuestos a violencia de género en el ámbito familiar todos los menores que viven en un hogar donde su padre o el compañero de su madre es violento contra la mujer (PâquetDeehy, 2004), de forma que se enfrentan a dos tipos de violencia: directa (cuando el maltrato se traslada hacia ellos) o indirecta (por el mero hecho de vivir en el contexto de situaciones violentas). Ambas formas de violencia ejercen un impacto negativo en la vida, el bienestar y el desarrollo de los menores. Los estudios elaborados hasta el momento, como explica Beatriz Atenciano, indican que altos niveles de exposición a la violencia colocan a los menores en riesgo de padecer problemas psicológicos, sociales, académicos y físicos, así como de participar en actuaciones violentas (Bherman et al., 2000). Por ello, Cunningham y Baker (2007) afirman que los niños y niñas víctimas de violencia de género son aquellos que ven, escuchan o conocen y perciben el abuso y el control coercitivo ejercido hacia su madre. Si atendemos a los documentos existentes en España que analizan la violencia de género y que incluyen a los hijos e hijas de las mujeres víctimas, observamos un predominio de guías de atención a las víctimas de violencia de género que incluyen a los menores como víctimas secundarias o de informes destinados a la intervención directa con los hijos desde el ámbito de los servicios sociales, planteando propuestas sociosanitarias para impulsar su protección. En la mayor parte de estos informes y artículos se detalla cuáles son las consecuencias tanto a nivel físico, psicológico y evolutivo de la violencia de género sobre los menores. Entre las aportaciones que hemos considerado más relevantes en relación con nuestra investigación, encontramos la Guía de intervención con menores víctimas de violencia de género del Gobierno de Canarias (2012), donde, entre otras cuestiones, se analizan los efectos que tiene la violencia en las relaciones de las figuras parentales con sus hijos e hijas. Este campo, relativamente poco analizado, resulta de vital importancia a la hora de determinar las pautas relacionadas con las visitas y los contactos entre los hijos y la figura no custodia. Una de las ideas que sustenta esta comunicación es la importancia de reconocer los efectos relacionados con los patrones de comportamiento violentos que se transmiten de padres a hijos, lo que en esta Guía denominan "la triangulación del menor". Reconocer y transformar la estrecha relación con el estilo educativo del padre es fundamental para poder trabajar el problema en profundidad e impedir que se produzca la transmisión generacional de la violencia. Esto introduce el cuestionamiento respecto a la idoneidad de las visitas al progenitor no custodio (en este caso, el padre) una vez producida la denuncia de maltrato, así como la posible recuperación de la custodia una vez cumplida la pena. En este concreto apartado, destaca la labor investigadora de Maria Eriksson. Los resultados de esta autora, para el contexto sueco, señalan que los tribunales no suelen observar relación directa entre el bienestar del menor y la situación de violencia de género presente en el hogar (Eriksson.2002) En el artículo introduce resultados de una investigación realizada en Suecia sobre la intervención de los tribunales en los casos de violencia en relación a los permisos de visita y custodia por parte del progenitor no custodio (el padre). En el 71% de las órdenes efectuadas no se realizó ninguna evaluación de riesgo con los menores durante el proceso judicial. En los casos en que el padre había sido condenado no se produjo evaluación de riesgo en el 57% de los casos para evaluar la idoneidad o no de las visitas con el padre condenado. Por último, en los casos con violencia, tan solo un 47% de los contactos eran realizados con supervisión. En muchas ocasiones, la necesidad del niño de mantener el contacto con la figura paterna, a pesar de representar una figura violenta, se sitúa por encima de la necesidad de protección y del derecho a disponer de un espacio de recuperación por parte del niño, olvidando el interés superior del menor (Erikson, 2009). En España, contamos con la investigación realizada por Save The Children (2006) en la que se analiza variable violencia de género como factor interviniente en las decisiones judiciales en materia civil sobre guardia y custodia y régimen de visitas de hijos e hijas. 3. Metodología La macroencuesta sobre violencia de género se ha realizado en cuatro ocasiones: 1999, 2002, 2006 y 2011, a través de una muestra representativa de mujeres residentes en España mayores de 18 años. Las tres primeras fueron promovidas por el Instituto de la mujer, mientras que la más reciente ha sido realizada por el Centro de Investigación Sociológicas (número de estudio 2.858), a petición de la Delegación del Gobierno para la Violencia de género. La principal diferencia entre la última macroencuesta y las anteriores, reside en el modo de realizarlas. Mientras que en las primeras se entrevistaba telefónicamente a las mujeres, para el último estudio se llevó a cabo la entrevista presencial, acudiendo al domicilio de las encuestadas. El cambio de metodología ha implicado una disminución de la muestra. En la Macroencuesta de 2011 rondaba las ocho mil mujeres, mientras que en las anteriores rondaban las veinte mil (treinta mil en la macroencuesta de 2006). El objetivo principal de esta macroencuesta es conocer el número aproximado de mujeres que son o han sido víctimas de violencia de género en algún momento de su vida, así como algunas características asociadas a tal victimización. Sin embargo, en la encuesta de 2001 se introdujeron cambios que amplían la información obtenida. Concretamente, se introdujeron preguntas que analizaban la opinión de la mujer respecto a la violencia de género, así como un módulo dedicado a la existencia de hijos o no en estos entornos de violencia. Para esta comunicación se ha desarrollado un análisis secundario de la última macro encuesta (elaborada por el CIS en el año 2011), a través del programa estadístico SPSS para el análisis bivariable de información relevante, así como el programa LISREL (lineal structural relations), para la creación de ecuaciones estructurales. 4. Resultados 4.1. Grado de extensión de la violencia de género en España. Niños afectados directa o indirectamente. En las diferentes macroencuestas realizadas desde el Instituto de la Mujer, se han aplicado dos estrategias diferentes para detectar casos de violencia de género: violencia tipo A y violencia tipo B3. Bajo el epígrafe de violencia tipo A, o violencia objetiva, se sitúan aquellas mujeres que el investigador considera que se encuentran en una situación objetiva de violencia, independientemente de la interpretación que ellas mismas pudieran hacer de su experiencia.(Mujeres consideradas técnicamente como maltratadas) Se basa, por tanto, en las respuestas de las mujeres encuestadas a una serie de situaciones que pueden identificarse como violentas. La pregunta concreta es ¿En la actualidad, con qué frecuencia diría usted que una persona de su entorno cercano…? (P35), cuya respuesta estaba asociada a una batería de 26 ítems que recogen diferentes experiencias asociables a formas de maltrato psicológico y físico, sexual, económico y estructural. La información recogida en la encuesta permite identificar la persona responsable de tal situación y, por tanto, seleccionar aquellos casos en los que éste fuera 1) el marido o pareja; y 2) el exmarido o expareja. Así, podemos hablar de un 22,3 % de las mujeres encuestadas que respondieron afirmativamente a una o varias de las 26 situaciones planteadas. Respecto a la violencia tipo B, o violencia subjetiva, se obtuvo a través de las preguntas 36 y 37, que permiten analizar si la persona encuestada, durante el último año, o alguna vez en su vida "ha sufrido alguna situación por la que se haya considerado maltratada" por parte de su marido/pareja, exmarido/expareja u otro/a familiar. Por tanto, por violencia subjetiva entendemos que la mujer percibe que ha sido víctima de maltrato. (Mujeres autoclasificadas como maltratadas) Una vez más es posible identificar a 3 III Macroencuesta sobre la violencia contra las mujeres. Informe de Resultados (Abril 2006) Sigma dos. aquellas mujeres que respondieron afirmativamente y seleccionaron como agresores a sus parejas o exparejas. En la tabla 1 se muestra los porcentajes en que aparecen ambos tipos de violencia, que en apartados posteriores permitirán establecer submuestras de población y realizar comparaciones en comportamientos (denuncias) y opiniones (sobre custodia y paternidad) en relación con los hijos. Tabla 1. Mujeres víctimas de violencia objetiva y subjetiva Porcentaje Violencia objetiva 22,3 Violencia subjetiva (alguna vez) 10,7 Violencia subjetiva (último año) 3,0 Fuente: Elaboración propia a partir de la Macroencuesta sobre violencia de género 2011(Estudio Nº 2858). Para conocer el problema de la violencia de género en toda su amplitud, resulta especialmente útil poder disponer, a parte de los datos obtenidos a través de estudios a muestras determinadas, estimaciones que ayuden a visualizar el problema a nivel nacional. Los datos presentados en la tabla 2 contienen estimaciones reales realizadas a través de la extrapolación de los datos obtenidos en la macroencuesta sobre violencia de género realizada en 2011. Nos muestran una realidad en que la más de 2 millones de mujeres en España afirman haberse sentido maltratadas por sus parejas o exparejas alguna vez en su vida, un 10% de la población, y más de 500.000 mujeres que lo han sufrido en el último año (3%). Tabla 2. Violencia tipo B (subjetiva). Extrapolación de resultados. Macro encuesta 2011 100,0 89,2 10,8 Extrapolación de los datos4 19.767.94 17.633.00 2.134.93 Total mujeres de 18 y más años Nunca se han sentido maltratadas Se han sentido maltratadas alguna vez en su vida 593.038 Se han sentido maltratadas alguna vez en 3,0 en el último año 1.541.667 Maltrato de género alguna vez en la vida 7,8 pero no en el último año Fuente: Macroencuesta sobre violencia de género 2011(Estudio Nº 2.848). Principales resultados. Si resulta complicado obtener cifras reales sobre el número total de mujeres víctimas de violencia de género, la complejidad aumenta cuando queremos conocer el grado de extensión que afecta a los niños. Las estimaciones realizadas a través de la macroencuesta, ubican en torno a 840.000 el número de menores (hijos e hijas) que estuvieron expuestos durante 2011 (año de realización del estudio) a la violencia de género5. Sin embargo, como novedad en este último macroestudio realizado por el CIS, se introdujeron preguntas relacionados con la presencia de hijos y las posibles agresiones físicas directas a menores en el contexto de violencia de género. Las nuevas preguntas y los resultados obtenidos se muestran en las tablas 3 y 4. Ha de mencionarse que estos datos únicamente hacen referencia a situaciones de maltrato subjetivo, es decir, para aquellas mujeres que afirman haberse sentido maltratadas en el último año o alguna vez a lo largo de sus vidas. La presencia de hijos es mayoritaria para los dos grupos de mujeres, las que afirman que se han sentido maltratadas alguna vez en la vida y las que se han sentido maltratadas en el último año, 65 y 70,6% respectivamente. Estos datos corroboran la importancia de considerar a los hijos durante el proceso de reconstrucción de la situación de maltrato en la que se ha visto inmiscuida la madre. Muchos de estos niños son menores de edad en la actualidad. 4 5 Según datos del padrón municipal de 1 de enero de 2010. III Macroencuesta sobre la violencia contra las mujeres. Informe de Resultados (Abril 2006) Sigma dos. Tabla 3. P 43 ¿Tenía hijos menores de 18 años cuando se produjo la situación de maltrato? Presencia de hijos Si No Total Mujeres que se han sentido maltratadas alguna vez 65,0 35,0 100.0 en su vida 70,6 29,4 100,0 Mujeres que se han sentido maltratadas en el último año Fuente: Macroencuesta sobre violencia de género 2011(Estudio Nº 2.848). Principales resultados Cuando se preguntó a las mismas mujeres si sus hijos habían padecido en algún momento más del 50% respondieron afirmativamente. Estos porcentajes nos indican que no existe una conciencia real en las mujeres maltratadas de que sus hijos son víctimas directas desde el momento en el que su desarrollo se produce en un hogar violento. Sería interesante profundizar en el tema para poder saber que entienden por : situaciones de violencia. Tabla 4. P43b ¿Cuándo usted sufrió el maltrato, sus hijos menores de 18 años padecieron directamente situaciones de violencia en algún momento? Hijos afectados directamente Sí No Total 45,3 100,0 Mujeres que se han sentido maltratadas alguna vez en su 54,7 vida y tenían hijos menores 38,3 100,0 Mujeres que se han sentido maltratadas en el último año 61,7 y tenían hijos menores Fuente: Elaboración propia a partir de la Macroencuesta sobre violencia de género 2011(Estudio Nº2.858). 4.2. Presencia de hijos como factor de refuerzo Para comprobar la validez de la primera hipótesis (la presencia de hijos menores en la relación condiciona de manera positiva a la mujer a la hora de denunciar al agresor) realizamos un análisis a través de las preguntas que hacen referencia a la formalización de denuncias y a la presencia de hijos menores en la relación, así como a la percepción de la mujer sobre si éstos habían sido víctimas directas de las agresiones. En el cuestionario, estas preguntas fueron realizadas exclusivamente a las mujeres que anteriormente afirmaron haberse sentido maltratadas (violencia subjetiva). Los resultados obtenidos se muestran en las tablas 5 y 6. Tabla 5. Tabla de contingencia entre formulación de denuncia del maltrato y presencia de hijos menores de edad Base: Mujeres que afirman haberse sentido maltratadas (violencia subjetiva) Sí Formulación de denuncia No Presencia de hijos menores de edad Sí No 36,0% 21,3% 64,0% 78,7% Total 30,9% 69,1% Total 100,0% 100,0% 100,0% Fuente: Elaboración propia a partir de la Macroencuesta sobre violencia de género 2011(Estudio Nº2.858). * Chi- cuadrado de Pearson 16,145; significación asintótica bilateral 0,000 Tal y como muestra el Chi-cuadrado de Pearson la relación entre ambas variables es significativa. Sin embargo, tras interpretar los resultados, ¿podemos afirmar que condiciona el hecho de tener hijos a una mujer que sufre una situación de maltrato en el hogar a decidirse a poner la denuncia? El 36% de las mujeres con hijos menores de edad denunciaron la situación de maltrato que estaban viviendo, mientras que el 64% no lo hicieron. Podemos afirmar que la presencia de hijos menores en la relación no implica un aliciente para efectuar la denuncia. Si centramos el análisis en las que afirmaron no tener hijos menores de edad, comprobamos que el porcentaje de denuncia es menor que en el otro grupo. Por lo tanto, a pesar de que tener hijos menores no parece implicar un motivo de peso para efectuar la denuncia, entre el grupo de mujeres que los tienen es mayor el índice de denuncia que entre las que no lo tienen. La siguiente posibilidad que nos planteamos, consideraba que fuera el hecho de que los hijos se convirtieran en víctimas directas de las agresiones lo que podía incentivar a la mujer a decidirse por denunciar la situación. Los resultados pueden observarse en la tabla 6. El 45,6% de las mujeres que afirmaron que sus hijos habían sido víctimas de agresiones, denunciaron a su pareja, frente a un 53,5 que no lo hizo. Es decir, aumenta el porcentaje de mujeres que habían denunciado, con una diferencia significativa en la distribución respecto a las mujeres que afirmaron tener hijos menores, pero que no habían sido víctimas de maltrato. Nuevamente los resultados nos muestran una relación significativa entre las dos variables seleccionadas para la tabla de contingencia. Tabla 6. Tabla de contingencia entre formulación de denuncia del maltrato y presencia de hijos menores víctimas de agresiones Base: Mujeres que afirman haberse sentido maltratadas (violencia subjetiva) y tenían hijos menores en el momento del maltrato Sí Formulación de denuncia No Hijos menores víctimas de agresiones Sí No 46,5% 24,4% 53,5% 75,6% Total 36,5% 63,5% Total 100,0% 100,0% 100,0% Fuente: Elaboración propia a partir de la Macroencuesta sobre violencia de género 2011(Estudio Nº2.858). * Chi cuadrado de Pearson 23, 235; significación asintótica bilateral 0,000 La siguiente pregunta que se realizó a las encuestadas en el caso de que hubieran respondido que no habían formulado denuncia alguna, profundizaba en el motivo por el cual no se decidieron a hacerlo. Un 4.9% de las encuestadas afirmo que “por mis hijos” en primer lugar, un 7.1% optó por esta respuesta en segundo lugar, y un 27.5% en tercer lugar, siendo uno de los principales motivos de no efectuar la denuncia contra la pareja o ex pareja. ¿Son conscientes realmente estas mujeres de las consecuencias que puede tener sobre sus hijos el hecho de crecer y desarrollarse en un hogar donde la violencia se convierte en un factor de normalidad? ¿Cómo interpretan la posible victimización de sus hijos en estos contextos? ¿Cómo interpretan el rol paterno del agresor? Sólo a la tercera pregunta podemos tratar de dar respuesta a través de los datos con los que contamos. El resto requerirían de otra investigación, probablemente de metodología cualitativa. 4. 3. La custodia y la figura paterna en los casos de violencia de género Determinadas características personales y contextuales pueden permitir a los menores adaptarse a los ambientes familiares violentos (Henry, 1999). La lealtad hacia los padres, la normalización del ambiente abusivo, la invisibilidad del abusador y la autovaloración son algunos de los mecanismos que ubican a los niños en situaciones que permiten perpetuar la violencia en el sistema familiar. El menor adopta de forma pasiva y sumisa el rol de hijo; pasiva en cuanto a las creencias culturales acerca del rol con respecto a los adultos y especialmente frente al hombre que ejerce con dominancia y agresividad (Amar et al., 2004). Se ha demostrado a través de investigaciones y experiencias clínicas que los malos tratos en la infancia, junto con los factores culturales resultado de la ideología patriarcal, juegan un papel preponderante en la formación de la violencia conyugal (Barudy, 2006) Cuando nos enfrentamos a hogares en los que se produce violencia de género el desarrollo de la personalidad de los menores se ve afectado de manera negativa, siendo más notable en unas etapas más acentuado que en otras (Aguilar,2009 ), llegando a la normalización la violencia y la agresividad como medio de resolución de conflictos. Sin embargo, existe una tendencia a disociar el rol paterno del rol de marido, de manera que la presencia de actitudes o comportamientos violentos hacia la madre no desvaloriza las habilidades parentales del agresor. Entendemos por competencias parentales la forma semántica de referirse a las capacidades prácticas de los padres para ciudar, proteger y educar a sus hijos, y asegurarles un desarrollo sano (Barudy, Marquebreuc 2006) Para comprobar la veracidad de esta afirmación a partir de la macroencuesta del CIS utilizamos variables extraídas de una batería de preguntas que hacían referencia a temas relacionas con la custodia de los menores y la idoneidad del progenitor violento para ejercer la paternidad. De esta forma, se preguntó a las encuestadas sobre el grado de acuerdo con las siguientes afirmaciones: Que un hombre maltrate a su pareja no tiene por qué implicar que sea un mal padre. Si hay sentencia condenatoria firme se debe quitar la custodia de los menores al maltratador. Después de cumplida la condena, debería de ser devuelta la custodia al padre. La primera de las afirmaciones se orienta directamente a la distinción de roles entre la figura paterna y la pareja; mientras que las dos siguientes hacen referencia a la pérdida o recuperación de la custodia. La tabla 7 muestra las diferencias para la primera pregunta entre las opiniones de la muestra total de la encuesta y de dos sub muestras constituidas por los casos de violencia objetiva y violencia subjetiva, respectivamente. Tabla 7. Grado de acuerdo con la afirmación: que un hombre maltrate a su pareja no tiene por qué implicar que sea un mal padre Mucho Bastante Poco Nada N.S./N.C. Maltrato subjetivo 6,8 % 18,8 % 20,8 % 50,0 % 3,7 % Maltrato objetivo 6,5 % 18,0 % 24,9 % 42,5 % 8,1 % Muestra total 5,8 % 16,9 % 23,4 % 45,4 % 8,4 % Total 100,0% 100,0 % 100,0 % Fuente: Elaboración propia a partir de la Macroencuesta sobre violencia de género 2011(Estudio Nº2.858). Encontramos distribuciones similares tanto en la muestra total como en las dos sub muestras. El mayor porcentaje de respuestas se sitúa en “Nada de acuerdo”, y en “poco”, sin claras diferencias entre las mujeres que han sido víctimas de violencia de género (reconocido por ellas mismas o no) y el conjunto de las mujeres (ya sean víctimas o no). A pesar de que los porcentajes más altos en “Mucho” o “Bastante” se concentran en las mujeres víctimas. Ahora bien, ¿qué sucede con los menores una vez se produce la sentencia? La Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de medias de protección integral contra la violencia de género prevé en su artículo 65 la posibilidad de suspender la patria potestad y la custodia y el artículo 66 dispone que el juez podrá acordar la suspensión de visitas del inculpado. El tiempo de duración de los recursos sobre el régimen de visitas tarda en el 37,04% de los casos tarde entre 6 meses y 1 año en los juzgados de familia y 35,85% en los juzgados de violencia contra la mujer. (Save the Children 2010) ¿Se debe retirar la custodia al padre una vez se ha comprobado la veracidad de las agresiones denunciadas por la mujer? A priori, debería establecerse una relación clara entre la anterior afirmación (tabla 7) y el grado de consentimiento con la necesidad de retirar la custodia de los menores una vez se produce la sentencia forme condenatoria. Tal y como se muestra en la tabla 8, la mayoría de las encuestadas se mostraron muy a favor de retirar la custodia, siendo el porcentaje más alto el de la sub muestra de violencia subjetiva y el más bajo el de la muestra total. De esto, podemos deducir, que las mujeres que han sido víctimas de violencia están más concienciadas con la retirada de la custodia. Tabla 7. Grado de acuerdo con la afirmación: si hay sentencia condenatoria firme, se debería quitar la custodia de los/as menores al maltratador Mucho Bastante Poco Nada N.S./N.C. Maltrato subjetivo 67,1 19,5 5,0 3,5 4,8 Maltrato objetivo 59,5 24,2 5,7 3,3 7,4 Muestra total 56,6 26,6 5,4 2,9 8,6 Total 100,0 100,0 100,0 Fuente: Elaboración propia a partir de la Macroencuesta sobre violencia de género 2011(Estudio Nº2.858). Tabla 8. Grado de acuerdo con la afirmación: después de cumplida la sentencia, debería serle devuelta la custodia al padre Porcentaje Porcentaje Porcentaje violencia violencia muestra total subjetiva objetiva Mucho 2,9 3,5 2,5 Bastante 7,2 8,6 9,4 Poco 21,8 25,2 23,9 Nada 51,7 44,4 41,0 N.S. 14,0 16,0 20,1 N.C. 2,4 2,3 3,1 Total 100,0 100,0 100,0 Fuente: Elaboración propia a partir de la Macroencuesta sobre violencia de género 2011(Estudio Nº2.858). Ahora bien, los datos disponibles para los casos de violencia subjetiva, aquellas mujeres que afirman haberse sentido maltratadas en el último año o en algún momento de sus vidas permiten profundizar en el análisis mediante la elaboración de tablas de contingencia. Considerando únicamente la submuestra representada por estas mujeres realizamos el cruce de las variables relacionadas con percepciones sobre custodia y paternidad con haber efectuado denuncia por el maltrato recibido, tener hijos menores de edad en el momento del maltrato, y que estos fueran víctimas directa de las agresiones. No encontramos relaciones significativas (Chi-cuadrados no significativos) entre ninguna de las variables de percepción del maltratador como padre y haber efectuado la denuncia, ni tener hijos menores, por lo que podemos concluir que no influyen. Las relaciones más significativas aparecieron cuando los hijos menores habían sido víctimas de la relación, siempre según la respuesta de las encuestadas (ver tabla 9). Respecto a si un hombre que maltrata puede ser un buen padre, el 75,7% de las mujeres maltratadas que tenían hijos que habían sufrido agresiones por el marido se mostraron poco o nada de acuerdo. Este porcentaje es significativamente menor en el caso de las mujeres que afirmaron que sus hijos no habían sufrido la violencia directa. Respecto al grado de aceptación con la afirmación, el 24,3% de las que se mostraron mucho o bastante de acuerdo tenían hijos agredidos, frente a un 33,8 que no. Consideramos elevado el porcentaje de mujeres que se muestran a favor de esta afirmación. ¿Nos encontramos ante una distinción de roles (padre/marido) o ante una justificación de la violencia puntual como medio de corrección? Los datos facilitados en el cuestionario no nos permiten indagar en mayor profundidad sobre que entiendo la madre por agresión a sus hijos., pero nos confirman que a pesar de que entre las mujeres con hijos victimas existe un menor grado de aceptación de la idoneidad del marido violento como referente paterno, existe todavía un alto grado de consentimiento. Tabla 9. Tabla de contingencia Que un hombre maltrate a su pareja no implica que sea un mal padre ¿padecieron sus hijos directamente situaciones de maltrato? ¿Padecieron sus hijos directamente situaciones de maltrato? Sí Que un hombre Mucho/bastante Recuento maltrate no implica % dentro de que sea un mal padre ¿padecieron No N.C. Total 57 66 6 129 24,3% 33,8% 54,5% 29,3% 178 129 5 312 75,7% 66,2% 45,5% 70,7% 235 195 11 441 directamente las situaciones¿ poco/nada Recuento % dentro de ¿padecieron directamente las situaciones¿ Total Recuento % dentro de 100,0% 100,0% 100,0% 100,0% ¿padecieron directamente las situaciones¿ Fuente: Elaboración propia a partir de la Macroencuesta sobre violencia de género 2011(Estudio Nº2.858). *Chi cuadrado de Pearson 8,224 Significación Asintótica bilateral 0,016 Cuando se plantea la posibilidad de retirar la custodia al padre una vez se ha producido la sentencia condenatoria firme, las diferencias de opiniones entre las que tienen hijos que han sido agredidos y las que no, están más delimitadas. Mientras que el 56,9% de las mujeres que se muestran a favor, los tienen (frente a un 43,1% que no), el porcentaje de mujeres que no están a favor de la retirada de custodia son un 41%. No existe una opinión tan diferenciada en el caso anterior (idoneidad de la figura paterna) como en este. En ambos análisis nos encontramos con una asociación positiva de las variables. Tabla de contingencia ¿Hijos víctimas de las agresiones?* Si hay sentencia condenatoria firme se debe retirar la custodia Si hay sentencia condenatoria firme se debe retirar la custodia Mucho/bastante de Poco/nada acuerdo de acuerdo ¿Hijos víctimas Sí % dentro de de las condena_perdidacustodia agresiones? Residuos corregidos No % dentro de Total 41,0% 56,9% -1,9 1,9 59,0% 43,1% 1,9 -1,9 100,0% 100,0% 55,5% 44,5% condena_perdidacustodia Residuos corregidos Total % dentro de 100,0% condena_perdidacustodia *Chi cuadrado 3,619 Significación asintótica bilateral 0,057 4. 4. Modelos (En proceso de análisis) A continuación se presenta el avance de los modelos estructurales trabajados a través de las variables presentadas en apartados anteriores. El primer modelo se realizó obteniendo la matriz de covarianzas de los datos de la muestra una vez aplicado el filtro de la violencia objetiva y el segundo a través de la violencia subjetiva. La finalidad de realizar estos dos modelos reside en comprobar si existen diferencias en cuanto a la influencia de unas variables sobre otras dependiendo del tipo de violencia que define cada modelo (objetiva y subjetiva) Modelo 1: Mujeres consideradas técnicamente maltratadas. (Maltrato objetivo) Variables que intervienen en el modelo para medir la influencia de tener hijos menores sobre haber realizado denuncia y percepciones sobre el rol paterno y el derecho a la custodia. - Hijos: Tener hijos menores (P. 31.a) - Denuncia: Denuncia de la situación de maltrato (P.38) - Hombre_m: Que un hombre sea un maltratador no implica que sea un mal padre (P47.1) - Sentencia: Si hay sentencia condenatoria firme se debe retirar la custodia (P. 47.2) - Custodia: Una vez cumplida la sentencia debería ser devuelta la custodia al padre (P. 47.5) Modelo 2: Mujeres autoclasificadas como maltratadas (maltrato subjetivo) Variables que intervienen en el modelo para medir la influencia de tener hijos menores e hijos víctimas de las agresiones sobre haber realizado denuncia y percepciones sobre el rol paterno y el derecho a la custodia. - Denuncia: Denuncia de la situación de maltrato (P.38) - Hijos: ¿Tenía hijos menores cuando se produjo la situación de maltrato? (p.43) - Hijos_victimas: ¿Sus hijos menores de 18 años padecieron directamente situaciones de violencia en algún momento? (p.43.b) - Hombre_m Que un hombre sea un maltratador no implica que sea un mal padre (P47.1) - Sentencia: Si hay sentencia condenatoria firme se debe retirar la custodia (P. 47.2) - Custodia: Una vez cumplida la sentencia debería ser devuelta la custodia al padre (P. 47.5) 5. Conclusiones Las hipótesis de las que partimos en un principio consideraban en primer lugar que, la presencia de hijos en una relación donde se produce violencia de género, condiciona a la mujer de manera positiva en el momento de efectuar la denuncia. Tras realizar el análisis correspondiente, pudimos comprobar que, a pesar de que no existe un relación directa alta entre la presencia de hijos menores en el matrimonio, el porcentaje de mujeres que no denuncia es mayor entre aquellas que afirmaron no tener hijos. Al introducir la variable: hijos víctimas de las agresiones, el porcentaje de denuncia aumentó ligeramente, por lo que podemos afirmar que si la mujer percibe que sus hijos han sido víctimas directas de las agresiones existe una mayor motivación para efectuar la denuncia. En este tema, no debemos olvidar la falta de confianza en el sistema de protección o el miedo a las repercusiones por parte del agresor como variables que pueden compensar de manera negativa la iniciativa a efectuar la denuncia. Respecto a la segunda hipótesis planteada, la tendencia a disociar la violencia hacia la pareja del rol paterno del agresor, de manera que la presencia de actitudes o comportamientos violentos hacia la madre no desvaloriza las habilidades parentales del agresor, hemos podido comprobar que la permisividad respecto a estos temas es mayor entre la muestra total de mujeres (entre las que se incluye también a las víctimas de violencia) que cuando se analizan estas variables por separado y trabajando con muestras en las que opinan exclusivamente mujeres víctimas de agresiones. Gran parte de las encuestas parecen no separar el rol paterno del de maltratador. Existe una menor permisividad en todos grupos respecto a la retirada de custodia una vez se ha formalizado la sentencia, el acuerdo con esta afirmación es mayoritario en todos los casos. Tras las comprobaciones realizadas (y a la espera de finalizar los análisis a través del modelo estructural) podemos afirmar que las hipótesis iniciales no se han cumplido totalmente. 6. Bibliografía B. Atenciano, (2009), "Menores expuestos a violencia contra la pareja: notas para una práctica clínica basada en la evidencia". Clínica y Salud Vol. 20, n.° 3, Págs. 261-272. J. Barudy, “Los buenos tratos y la resiliencia infantil en la prevención de los trastornos del comportamiento” Conferencia dictada en el III Congreso Internacional y . Multidisciplinar de Trastornos del Comportamiento, en la familia y la escuela. Guadalajara, 15 y 16 de diciembre de 2006 J. Barudy, Marquebreuc, AP. (2006) Hijas e hijos de madres resilientes: traumas infantiles en situaciones extremas: violencia de género, guerra, genocidio, persecución y exilio. Gedisa. M. Eriksson (2010), "Children Who 'Witness' Violence as Crime Victims and Changing Family Law in Sweden", en Journal of Child Custody, 7 (2): 93-116. 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