FUNCIONALIDAD Y DISFUNCIONALIDAD DE LA VIDA INTERNA DE LA

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FUNCIONALIDAD Y DISFUNCIONALIDAD DE LA VIDA INTERNA DE LA
PRISIÓN EN EL COLECTIVO DE MUJERES PRESAS
JESÚS GUTIÉRREZ BRITO (UNED).
MARISA GARCÍA DE CORTÁZAR (UNED).
CONSUELO DEL VAL CID (UNED).
¿De dónde surge el tema del acoplamiento entre institución carcelaria y mujeres
presas?
El tema surge a raíz de una investigación sobre indicadores de desigualdad de la mujer
en prisión y su articulación con una segunda acción investigadora sobre la situación de
la mujeres extranjeras en cárceles españolas. En el diseño metodológico de dichas
investigaciones se planteó la realización de un amplio número de entrevistas abiertas a
presas, y la realización de tres grupos de discusión a mujeres y uno a hombres. La
puesta en marcha de estas técnicas cualitativas tenía el objetivo de proporcionar
información sobre el contexto social y organizativo en el que se desarrolla la vida diaria
en las cárceles, explorando todo tipo de actividades y relaciones sociales en las que
pudiera observarse a su vez diferencias y particularidades propias de la población de
mujeres presas.
Aunque la exploración con las técnicas referidas se orientan a la observación de
situaciones de desigualdad en el colectivo de mujeres presas, la información que se
obtiene lleva a plantear el aprovechamiento de dicha desigualdad en términos de
estrategias y acoplamientos con estructuras organizativas y relaciones sociales
justificadas y adecuadas a la población mayoritaria de hombres presos.
De esta forma, lo que ha sido y sigue siendo una dominancia e imposición del sistema
penitenciario español, se convierte también, y a la vez, en recursos que las mujeres
utilizan (decodifican) para solventar deficiencias o carencias fuera y dentro de la cárcel
(Deleuze y Guattari: 1997) . Tomando en consideración las relaciones internas que se
dan en prisión, podemos observar que éstas son ambivalentes y no siempre claras. Por
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un lado, las comunicaciones y/o relaciones internas se ven sometidas a la idiosincrasia
organizativa de la prisión, generando disfuncionalidades y/o discriminación para la
mujer con respecto a la población de hombres. Este efecto es en parte producto de la
falta de adecuación de situaciones minoritarias (escaso número de mujeres presas,
reducido número de madres) o muy específicas (tipo de atención médica, cuidado de los
hijos, etc.) en el sistema fordista, (estandarizado y masivo) de atención carcelaria. Es
decir, las situaciones de comunicación minoritarias sufren las imposiciones y la rigidez
de un sistema organizativo (Codd, 2008) orientado al bienestar de la mayoría de la
población reclusa formada por hombres. Mención especial tienen los efectos no
queridos, pero que genera la institución penitenciaria por motivos relacionados con la
instrumentalización de las relaciones personales entre la población presa y dentro de los
límites de la prisión (prostitución, embarazos no deseados, abortos, contagio de
enfermedades infecciosas, etc.).
Ahora bien, por otro lado, estas situaciones de riesgo y de discriminación para la mujer
se ven a su vez reformuladas en los centros mixtos y de madres con pautas organizativas
a partir de las cuales se pone evidencia las carencias afectivas y de comunicación dentro
y fuera de la prisión. Se trata, sobre todo, de ver cómo se acoplan las imposiciones de la
institución penitenciaria y las carencias que sufre la población de mujeres presas,
creándose de esta manera un contexto institucional en el cual la mujer recupera por vías
institucionales cierta “normalidad”. Sin esta propuesta analítica sería difícil entender por
qué a pesar de la desigualdad que genera la cárcel en la población de mujeres presas, la
actitud de estas es elegir abiertamente, y con toda franqueza, un sistema carcelario
mixto, dominado por hombres y sometido a la carencias que dicho sistema les impone.
¿Por qué están las mujeres en la cárcel? La privación fuera pasa dentro de la prisión
El delito es referido a un acto que te cambia por fuera (la relación de la persona
entrevistada con el mundo) y por dentro (tu manera de afrontar las cosas). Con carácter
retroactivo, se refieren en las entrevistas la situación de la familia, el trabajo, los hijos,
incluso el problema o motivo que les lleva a delinquir,
El delito, como acto, se vincula a una justificación que puede tener diversas causas, pero
que puede considerase siempre como un error o deficiencia por parte de la persona que
lo comete. Dicho error o deficiencia puede estar relacionado, por ejemplo, con la
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ignorancia en las entrevistadas más jóvenes, o la incapacidad para gestionar una
situación difícil en aquellas mujeres con familia a su cargo y mujeres mayores. Es por
este motivo que el acto delictivo sea replanteado en la mayoría de las entrevistas desde
el punto de vista de la víctima y de cierta normalidad.
En consecuencia, las mujeres entrevistadas perciben el delito como un acto reprobable a
la vez que inocuo en la media en que ella se considera una víctima de sus propias
limitaciones o incapacidad. En el conjunto de muestra de entrevistas se identifican
diversos tipos de delitos. El delito mayoritario del colectivo de mujeres en prisión es por
atentar contra la salud pública. Se trata de un delito que unifica e identifica
homogéneamente al colectivo en su totalidad, y muy especialmente como distintivo al
colectivo de hombres que incluye una mayor variedad de delitos y circunstancias. Para
las mujeres, el tráfico de drogas es el delito más usual que las lleva a prisión. Dicho
delito está más vinculado con el colectivo de mujeres extranjeras, especialmente las
procedentes de países de Latinoamérica y de Europa del Este.
Los delitos de robo son percibidos como más minoritarios y atribuido mayormente al
colectivo de mujeres españolas, si bien dentro de la prisión parece ser el acto delictivo
que más se percibe dentro del colectivo de presas. En cuanto al resto de delitos no son
percibidos o se perciben como no significativos.
Los motivos que acompañan al acto delictivo cubren un amplio espectro. En su mayor
parte se trata de motivos relacionados con una “situación de privación” (Brooks, 2004).
Son recurrentes las situaciones donde el delito está relacionado con el consumo de
drogas y otros consumos diversos que exceden las posibilidades económicas de las
encarceladas. Estos consumos son diferenciados de aquellos que surgen en un contexto
de penuria o escasez de consumos necesarios para sobrevivir (se trata sobre todo de
delitos relacionados con la pobreza o situaciones límite).
Otro de los motivos observados tiene que ver con las mismas relaciones sociales
frecuentadas a través de parejas, amigos y otras personas próximas, etc. Son estas
relaciones las que en muchos casos incitan y terminan por provocar el acto delictivo en
una especie de trama en la cual la mujer se encuentra atrapada o engañada.
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También hay menciones a situaciones de rupturas vitales, mayormente abandonos
(separaciones, divorcios, desapariciones) y situaciones traumáticas puntuales como
fallecimientos o enfermedades, ruina, etc. En todos estos casos, el delito aparece como
acto desesperado o de último recurso con el que intentar resolver la insoportable
situación creada.
Por último, se observa un último motivo relacionado con la expiación de culpas y
obligaciones ajenas que fueron aceptadas como propias para evitar una situación
previsiblemente más insoportable. Se trata más bien de una queja silenciada a partir de
situaciones donde la mujer debe afrontar en solitario problemas que conciernen a otros
familiares y allegados (maridos o parejas, padres, hijos, etc.). A pesar de que éste es un
motivo que se omite y prácticamente no se explicita conscientemente, lo cierto es que es
muy común y aceptado, especialmente entre las mujeres extranjeras con cargas
familiares y en situaciones estresantes.
El caso de la relaciones internas con presos: el uso institucional del preservativo y el
preservativo institucional.
Aunque relaciones de convivencia dentro de la prisión son tan complejas y extensas
como podrían aparecer fuera, aquí se ha querido resaltar las que afectan directa o
indirectamente a la adaptación de la persona presa y su especificidad por ser mujer.
Dicho esto, las cuestiones que se evalúan son principalmente dos tipo de respuestas:
1) Las que responden -por parte de la institución- de una falta de adaptación, es
decir, la presencia de la sanción.
2) Las respuestas de malestar que manifiesta la población reclusa relacionado
con su situación cotidiana en prisión.
Sobre las primeras respuestas, las sanciones como indicador de una mayor o menor
adaptación a las normas o funcionamiento de la prisión, se observa que en términos
generales la mujer tiene un comportamiento mucho menos conflictivo que el hombre,
especialmente, en relación a actos extremos que pudieran poner en peligro la seguridad
del centro. De este modo, el asilamiento, la sanción que más castiga el comportamiento
inadaptado, aparece en la población de presos en una proporción que dobla a la de la
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mujer (10 aislamientos de media por cada cien mujeres frente a los 25 aislamientos por
cada cien hombres).
En cuanto al resto de sanciones en general, las mujeres tienen unas tasas de sanciones
superiores a las de los hombres, lo que podría interpretarse como menos adaptadas al
funcionamiento normal de la prisión. Este supuesto se refuerza si tenemos en cuenta la
interferencia que produce la organización de las prisiones en aspectos muy concretos
donde se pone entredicho el bienestar de las presas. Nos referimos a cuestiones
particulares como las especificidades que no son atendidas por la institución y generan
discriminación.
Por ejemplo en madres donde su autoridad materna se ve
comprometida e incluso eclipsada por las normas de la institución en cuanto a cuidado
de los hijos, higiene de la mujer, alimentación en situaciones particulares de embarazo,
lactancia, etc. Estas especificidades crean un malestar que se acrecienta en situaciones
de estrés (enfermedad, riesgos para la salud, separación de los hijos menores, etc.).
Sin embargo, por otra parte, el funcionamiento de la prisión también permite a las
mujeres presas disponer de unas normas de funcionamiento bien valoradas, y que
generan un bienestar en ellas difícilmente explicable si no es tomando en consideración
las deficiencias que traen en cuestiones como relaciones de familia, relaciones de pareja
o con los hijos. En este sentido, llama la atención la buena acogida que tiene los grupos
de mujeres presas en relación, por ejemplo, a la obligada comunicación epistolar con
presos antes de producirse una relación íntima. Esta norma de comunicación establecida
por la prisión y su funcionamiento establece que la población presa puede tener
relaciones íntimas entre sí siempre y cuando haya una relación previa de conocimiento
consistente en el envío recurrente de cartas durante unos cuantos meses continuados.
Esta forma de relación es vista por las mujeres presas como un vínculo muy deseable,
podríamos decir que casi romántico, y que refuerza en éstas la idea de la prisión como
un lugar donde se fomenta y pauta las condiciones favorables para que existan
profundas y sinceras relaciones afectivas con sus compañeros, especialmente allí donde
paradójicamente no han existido o se han visto borradas (truncadas) a lo largo de sus
vidas fuera de prisión.
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Esto último también es especialmente interesante allí donde las relaciones intimas se
ven sometidas a la cultura machista de un población presa de hombres que se resiste a
que la mujer haga uso del preservativo como medio que dispone la institución carcelaria
para prevenir situaciones no deseadas o de riesgo. Incluso en dicha situación , la
organización carcelaria parece ser acoplada al interés de las mujeres presas por
fomentar y mantener unas relaciones familiares dentro de la prisión, y en el marco
“normalizado” de una institución que las preserva.
Dicho esto, los motivos que explican esta pauta relacional de las mujeres presas en
términos de relación “normalizada” con presos, tiene varias posibles lecturas o
interpretaciones.
a) En primer lugar, se trata de un colectivo -como las mismas presas informanminoritario con respecto al colectivo mayoritario de hombres. Lo que
justifica una mayor atención para éstas.
b) En segundo lugar, las restricciones normales que impone la prisión en
términos de comunicación añaden un plus de valor a la relación dentro de la
cárcel, haciendo de este tipo de relaciones algo especialmente deseable y
beneficioso para la población presa.
c) En tercer lugar, la posible instrumentalización de la relaciones con fines
económicos derivados de las carencias o dificultades que sufren algunas
presas.
En este sentido, la supuesta adaptación a la institución carcelaria, , es vista por las
mujeres más fácil de alcanzar en cárceles mixtas que sólo de mujeres, las cuales son
consideradas mucho más duras y más exigentes en términos de “normalización” tal
como se ha visto. En esta misma línea cabe interpretar los módulos de respeto donde
conviven presos y presas, incluso las pautas estructuradas que refuerzan el
comportamiento en familia allí donde antes de ingresar en prisión no existían o se
caracterizaban por sistemáticos esfuerzos fallidos a la hora de crear y mantener una
familia. Son estas cuestiones las que lleva a pensar en el “carácter preservativo” de la
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institución carcelaria que prolonga y extiende su protección más allá de la desigualdad
institucional que ésta misma genera.
REFERENCIAS.
- BROOKS – GORDON, B; BAINHAM, A. (2004), “Prisioners, families and the
regulation of contac”, Journal of Social Welfare an family law, 26, p. 263-280.
- CODD, H, (2008), In the shadow of prisión: Family, Imprisonment and criminal
justice, London, Rotdleg.
- DELEUZE, G. y GUATTARI, F. (1997), Mil mesetas. Valencia, Ed. Pre-textos.
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