XI CONGRESO ESPAÑOL DE SOCIOLOGÍA CRISIS Y CAMBIO. PROPUESTAS DESDE LA SOCIOLOGÍA En Madrid, del 10 al 12 de julio de 2013 Grupo 35 Sociología de los Valores Coordina: Maria Luisa Setién Santamaría (Universidad de Deusto) TÍTULO: Crisis de cuidados y contextos de oportunidad. Voces y miradas de las trabajadoras de hogar en un municipio vasco. AUTORAS: Josefina Roco, Oihane Garcia, Angie Larenas INSTITUCIÓN: Universidad de Deusto y UPV-EHU 1. A modo de introducción: apuntes sobre las crisis de cuidados, la sostenibilidad de la vida y el trabajo de hogar. En la presente comunicación invitamos a reflexionar sobre la crisis de cuidados en el contexto actual de crisis integral. Pretendemos hacerlo de la mano de actoras históricamente invisibilizadas, infravaloradas y altamente precarizadas: las trabajadoras de hogar. El incremento de la esperanza de vida y el envejecimiento de la población, las transformaciones en los modelos familiares, los cambios en el rol económico y social de las mujeres, son algunos de los elementos que han provocado lo que se ha venido a denominar “crisis de cuidados”. Si bien la crisis de cuidados se enmarca en procesos de cambios y reestructuraciones sociales dilatadas en el tiempo, la crisis socioeconómica actual ha incidido de forma general e inmediata sobre la reorganización de los cuidados, pero más allá de ello, sobre la sostenibilidad de la vida y de lo social. De este modo, en el contexto de crisis que estamos viviendo, a los elementos anteriormente mencionados, se les suman la reestructuración y precarización del mercado laboral; la profundización de las políticas neoliberales y sus efectos en los recortes del gasto público respecto a los servicios de cuidados; el incremento exponencial de procesos migratorios; la emergencia de nuevos estilos de vida atravesadas por las carencias materiales, relacionales o simbólicas; y la falta de expectativas de futuro. En definitiva, la crisis de los cuidados ha sido una llamada de atención sobre la estructura y el funcionamiento del sistema patriarcal capitalista en crisis, y ha colaborado en la visibilización de las tensiones ocultas, y en la transparencia de los mecanismos de reproducción de la población y la fuerza de trabajo que descansan sobre el trabajo de las mujeres (Borderías et al., 2011: 55). A este respecto, queremos detenernos brevemente en tres aspectos interrelacionados. En primer lugar, son principalmente las trabajadoras de hogar quienes cubren todas las grietas de un sistema social que se apoya en la familia (léase mujer) para cubrir las necesidades reproductivas. Al interior de la noción de trabajo doméstico se integra el trabajo de reproducción, el que contempla tanto la producción de bienes materiales para el mantenimiento físico de las personas (alimentación, higiene, salud, etc.), como las tareas de cuidado de menores y mayores, centrales para el mantenimiento de la vida. Cabe destacar que las grietas se agrandan en un periodo en el que las necesidades de cuidado son mayores que nunca y cada vez más mujeres aspiran a un trabajo remunerado. En la misma dirección, la actual crisis de cuidados pone de manifiesto que la oferta de cuidados de las mujeres no es lo infinita que parecía suponerse. Los cuidados continúan descansando mayoritariamente sobre las mujeres, pero la estructura tradicional es cada vez más incapaz de responder a las necesidades actuales. Es una estructura precarizada y discriminatoria, que mantiene el mismo orden de desigualdades sociales tradicionales. Afecta a esta dimensión concreta de las expectativas de reproducción e implica que los arreglos de cuidado son insatisfactorios, insuficientes, precarios y no libremente elegidos (Pérez, 2012). Finalmente, el déficit de los cuidados en los países enriquecidos ha promovido los procesos migratorios de mujeres de países periféricos hacia los centros del sistema capitalista. Diversas autoras coinciden en que esta transnacionalización de los trabajos de cuidados está agudizando las desigualdades entre las propias mujeres, básicamente por razón de clase y etnia. Se observa que la migración de mujeres para trabajar en el servicio doméstico crece de manera exponencial (Parella, 2003). La Comunidad Autónoma del País Vasco es un ejemplo de cómo la actual crisis de cuidados se está resolviendo paliativamente con el incremento de la demanda de trabajadoras de hogar, en su mayoría migrantes bajo régimen interno (Esteban y Otxoa, 2010; Pérez 2006, 2012). No obstante, las crisis actuales constituyen también un espacio para repensar la manera en que se desarrollan esos cuidados y un contexto de oportunidad para dibujar las líneas en las que podrían sucederse los cambios, sobre todo, en el sentido de la justicia social y la igualdad de derechos. Desde estas líneas queremos subrayar que las necesidades sociales actuales hacen emerger la necesidad de organizar los cuidados de un modo distinto. En términos generales, traemos a consideración las propuestas que plantea la economía feminista, desde donde se subraya que el trabajo de cuidados trasciende la frontera del espacio no monetizado, y muestra la fragilidad de fronteras entre espacios público y privado, y la fuerte relación entre mercado y vida (Pérez, 2006). En concreto, en esta comunicación queremos volver a reflexionar sobre dos aspectos centrales en lo que a crisis y crisis de cuidados respecta. La primera reflexión se centra en la idea de dependencia. Este concepto tiende a identificar como tales a determinados grupos de población, ya sea por razones de edad o de salud. Sin embargo, Cristina Borderías, Cristina Carrasco y Teresa Torns (2011) señalan que dicha versión es una idea muy restringida de la dependencia. Más que la dicotomía dependencia/independencia, lo que se debería sostener es la idea de interdependencia, según la cual todas las personas son interdependientes y requieren distintos cuidados según el momento del ciclo vital. La dependencia no es entonces una situación excepcional causada por razones de edad o enfermedad, ni el resultado de decisiones o actuaciones individuales. La dependencia es universal y por tanto los cuidados que le dan respuesta son inevitables, por ello su responsabilidad no debería ser privada ni individual, sino social y política. Al hilo de lo señalado, y como segunda reflexión sobre la que profundizaremos en esta comunicación, Amaia Pérez Orozco (2012) afirma que poner la sostenibilidad de la vida en el centro significa considerar al sistema socio económico como un engranaje de diversas esferas de actividad (unas monetizadas y otras no), cuya articulación ha de ser valorada según el impacto final en los procesos vitales. Así, si nos preguntamos qué es la vida vivible, la vida que merece la pena ser vivida, y cómo colectivizar la responsabilidad de garantizar sus condiciones de posibilidad, resultan cuestiones centrales para subvertir un sistema socioeconómico donde la vida y su cuidado cotidiano es un asunto a resolver en lo privado y por las mujeres. 2. Presentación del estudio “Necesidades y oportunidades de las trabajadoras de hogar de Basauri. Una experiencia de intervención colectiva”. Objetivos, metodología y contexto en el que se produce la investigaciónintervención. A petición del Área de Igualdad del Ayuntamiento de Basauri, en la provincia de Bizkaia, el proyecto de investigación “Necesidades y oportunidades de las trabajadoras de hogar de Basauri. Una experiencia de intervención colectiva” tiene como objetivos desmantelar la imagen social desvalorizada de las empleadas de hogar; evidenciar la complejidad de los elementos que posibilitan su constante producción y reproducción; de-construir las características que se le asignan al sector (feminización, infravaloración, precarización) y que funcionan como obstáculos para las trabajadoras; visibilizar sus necesidades y reconocer el valor social que estas tareas poseen para re-significar el lugar del trabajo de hogar (y de cuidados) y el de las trabajadoras de hogar en la sociedad. Para ello, se ha desarrollado una metodología de trabajo de investigación-acciónparticipativa. Las voces de las diversas actoras y agencias del sector, en los distintos momentos del estudio, han resultado centrales para la realización de un diagnóstico participativo, con propuestas y acciones de in(ter)vención colectiva, sobre los posibles contextos de oportunidad y las líneas de actuación conjunta y colaborativa. A lo largo del proyecto de investigación hemos realizado doce entrevistas en profundidad a mujeres trabajadoras de hogar de Basauri (diciembre 2012-enero 2013). Este momento de la investigación ha tenido como finalidad conocer de primera mano las condiciones específicas que asume el sector de trabajo de hogar en Basauri, el reciente impacto de la nueva normativa laboral y de la Seguridad Social, y las percepciones y representaciones (tanto sociales como personales) que construyen y verbalizan estas mujeres en torno al trabajo de hogar y al ser trabajadoras de hogar. Considerando la diversidad del colectivo en la composición de los perfiles de mujeres consultadas, se entrevistaron a trabajadoras de diversas procedencias geográficas (locales, migrantes del estado español y de América Latina, algunas en situación administrativa irregular); a trabajadoras en régimen externo (tanto con jornadas laborales completas como por horas) e interno que desempeñan tareas domésticas y/o tareas de cuidados. Todas ellas contaban con una antigüedad mínima de dos años en el sector. Eran trabajadoras que a raíz de la crisis se han insertado (o reinsertado) en el sector, aunque también se consideraron aquellas trabajadoras despedidas en los últimos meses. Con la finalidad de profundizar en los elementos considerados de especial interés para este estudio, se realizaron dos grupos de discusión en los que se ahondó en las necesidades, las limitaciones y las oportunidades existentes en las propias trabajadoras de hogar de Basauri. Además, mediante el diagnóstico compartido, se consideraron propuestas y líneas de actuación e intervención conjunta. El primer grupo de discusión lo integraron trabajadoras hogar; mientras que en el segundo participaron agentes y agencias del ámbito asociativo, sindical e institucional de Basauri. En ambos grupos se realizó una puesta en común de las principales tendencias recabadas mediante las entrevistas en profundidad, se contrastó tal información, se fomentó la interacción, el debate colectivo y la producción de conocimiento consensuado entre quienes participaron. Se plantearon contrastes y se profundizaron nuevos elementos para la investigación. En este sentido, cabe destacar que el municipio de Basauri cuenta con una amplia red asociativa y una Casa de las Mujeres pionera en su entorno, lo que posibilitó la realización de la investigación y la consecución de los objetivos propuestos. Asimismo, Basauri representa un contexto oportuno para repensar la crisis de cuidados y las estrategias de superación que en el municipio se desarrollan de forma incipiente. Por una parte, el envejecimiento poblacional es una de los mayores retos del municipio en cuanto a cuidados se refiere. Según datos proporcionados por el Sistema de Información Municipal de la CAPV (UDALMAP) para el año 2011, el índice de envejecimiento en Basauri (población de 65 años y más) era del 23,37%, mientras que el índice de sobre-envejecimiento (población de 75 y más años) alcanzaba el 11,70%. Este hecho plantea un importante desafío a la hora de organizar las tareas de cuidados para esa parte de la población y proyectar el futuro de los cuidados. Por otro lado, Basauri presenta una población que decrece. En 1981 el municipio contaba con 52.554 habitantes, mientras que en 2011 (último censo poblacional disponible) la población era de 42.205. En un contexto general de pérdida poblacional en el municipio, el único colectivo que ha experimentado un incremento es aquel integrado por la población nacida fuera del Estado español. En este punto es importante tener en cuenta que los colectivos migrantes suelen estar integrados por personas más jóvenes, la mayoría de ellas en edad activa. Muchos de estos migrantes, sobre todo las mujeres, se han insertado y se insertarán en el sector del trabajo de hogar. Al hilo de lo señalado, hay que tener en cuenta que Basauri es una de las localidades vascas más afectadas por el paro y el cierre de empresas. Los datos ofrecidos por el Servicio Vasco de Empleo (Lanbide) para octubre de 2012 sitúa el índice de paro femenino registrado en las oficinas de Basauri en el 22,7%. Nada menos que 2.016 mujeres buscaban activamente empleo, la gran mayoría de ellas en edades comprendidas entre los 25 y 44 años (1.035 demandantes). Reflexionar sobre las crisis y el trabajo de hogar en Basauri representa uno de los retos más urgentes para la localidad. 3. Voces y miradas de las trabajadoras de hogar de Basauri: contextos de oportunidad y estrategias de superación. 3.1 Infravaloraciones y resignificaciones de las tareas de cuidados. La mayoría de las trabajadoras de hogar entrevistadas tienen una experiencia dilatada en el sector; trayectorias que van desde los cuatro hasta los 37 años como trabajadoras de hogar. A través de las representaciones o caracterizaciones que realizan sobre el trabajo de hogar, especialmente en relación con los cuidados, nos acercamos a los sentidos y significados que estas trabajadoras le dan a los espacios, a los tiempos y a la relación con las personas con las que trabajan. En primer lugar, el espacio laboral es representado como un espacio alejado -e incluso opuesto- a las relaciones y vidas públicas. La sensación de encierro está extendida entre las mujeres entrevistadas. Sobre todo entre las trabajadoras internas. Sensación que se agudiza con las limitaciones físico-psicológicas de las personas que cuidan (demencia senil, Alzheimer, rupturas de cadera, etc.). Esto afecta tanto a las condiciones laborales de la trabajadora (limitaciones en las horas y los días de descanso y/o el esparcimiento, las vacaciones, etc.) como a la calidad de vida de las personas cuidadas. En un contexto de escasa o nula movilidad, las trabajadoras se enfrentan a otras sensaciones no gratas, como la soledad, la monotonía y la angustia. Situación que se puede prolongar durante años. El trabajo de cuidados con personas de avanzada edad, de por sí con movilidad reducida, es un buen ejemplo de lo mencionado. A lo largo de dos años Gloria (boliviana de 56 años, en situación administrativa irregular) y la persona que cuidaba solamente recibieron esporádicas visitas de la familia de esta última. El resto del tiempo estaban las dos solas, “sola, sola, sola las dos, sola”, repite con voz grave. Y aunque exista una buena relación con la persona cuidada, la calidad de esta relación se puede convertir en una limitación cuando el vínculo no es igual de horizontal con la persona que emplea. En las situaciones abusivas por parte de las empleadoras y empleadores se produce una incomprensión de los límites del trabajo y una infravaloración de lo que implica el trabajo de hogar. Existe un espacio de trabajo simbólicamente muy cercano a las trabajadoras. Se trata de las residencias de mayores. Algunas de ellas las conocen de cerca por haber trabajado allí en otro tiempo. Las comparaciones son inevitables. Las diferencias en el salario, en los vínculos con las compañeras y en las formas de experimentar el tiempo, los espacios y las relaciones son más que evidentes. Sin embargo, entre el discurso de las trabajadoras a la hora de comparar hemos podido apreciar cierta revalorización del trabajo de hogar: la residencia se caracteriza por ser un lugar frio, distante, poco apto para detenerse en la atención cercana y escucha atenta. Parafraseando a Augé (1995), las residencias pueden caracterizarse como no-lugares, espacios del anonimato, sin identidad, ni historia, ni relaciones. Como señala Miren, hablando de lo bien que Ronna cuida de dos mayores: “están ellos en casa, que están mucho mejor y están atendidos. Es que para esa familia es una maravilla…” Con la caracterización del trabajo de hogar en términos de encierro, soledad y monotonía, el trabajo se convierte en un tipo de empleo especialmente individualizado. Esta individualización, reforzada en la actualidad por la mala situación económica personal y la crisis socio-económica global, acrecienta la rivalidad entre las propias trabajadoras en general y, cada vez más, entre trabajadoras migrantes de reciente llegada. Sin embargo, la individualización que caracteriza a las trabajadoras y al trabajo de hogar también puede entenderse en términos de autonomía e independencia. Esto implica disponer y gestionar de forma propia los tiempos y las tareas, así como no condicionar el trabajo de otras trabajadoras o no ver condicionado su trabajo. Todo apunta a que esta autonomía es más factible en el caso de las trabajadoras de hogar externas que trabajan pocas horas al día o a la semana, intercalan diferentes casas, y tienen más opciones de conciliar su vida laboral, personal y familiar. En todo caso, esta puede ser una buena manera de resignificar y de constituirse en un importante espacio de valoración del trabajo de hogar. Yendo más allá, los vínculos que se van estableciendo entre trabajadoras y personas cuidadas se tematizan como la construcción de una relación muy especial de empatías, de referencialidades mutuas, hasta que la trabajadora llega a ser y/o sentirse parte de la familia, de sus buenos momentos y, claro está, de los roces intra-familiares. Estas representaciones no son exclusivas de las trabajadoras de hogar en situación interna. En el caso de las externas hay trabajadoras que llevan más de una década con la misma familia y que también han construido este tipo de relaciones. De este modo, la relación afectiva que se establece con la(s) persona(s) cuidada(s) también puede considerarse como un aporte del trabajo de hogar. Entre todas las frustraciones y tristezas que conlleva el trabajo, también hay lugar para las fortalezas y alegrías... Para quien realiza labores de cuidado, el hecho de trabajar con personas dependientes le otorga un plus de importancia por la responsabilidad que conlleva el trabajo. Sobre este tema Verónica comenta que “a mí me aporta mucho porque yo… cuidar a una niña autista es muy difícil, y mucha paciencia. Con lo cual creo que estoy llevando un trabajo que cualquiera no lo podría hacer”. Las trabajadoras dejan entrever la importancia del trabajo con personas. Esta resignificación se pone de manifiesto mediante profundos y mutuos agradecimientos que, por activa o por pasiva, reciben por parte de las personas que cuidan, de las empleadoras e incluso del vecindario. Agradecimientos y reconocimientos que ponen en cuestión la infravalorización social por la que ha sido definido el trabajo doméstico. Revalorizando o resignificando el trabajo de hogar en estos términos, se va generando un discurso que enfatiza el valor del trabajo y lo equipara al resto de trabajadoras. En este sentido, el trabajo de hogar es un trabajo digno y “como otro cualquiera”; el trato a las trabajadoras de hogar, en consecuencia, debería ser el mismo que el trato a otros sectores laborales. 3.2 Las relaciones familiares: transformaciones y afectividades. Para las trabajadoras de hogar, y en general para la valoración social sobre el trabajo de hogar, es relevante el entorno cercano de la trabajadora, donde la familia y las redes sociales de las mujeres son dos elementos cruciales. Para la trayectoria vital de las trabajadoras, son significativos los cambios que, en términos de relaciones familiares, implica el trabajo de hogar, sobre todo, para las trabajadoras internas y para las migradas. De hecho, son las internas quienes manifiestan transformaciones más profundas en el ámbito familiar. Esto puede deberse al tipo de trabajo que realizan estas mujeres: largas jornadas laborales, reclusión en el lugar de trabajo, trabajar para otras familias, dificultad para acceder a redes sociales, etc. Todo esto, unido al proceso migratorio, puede incidir en que las trabajadoras migradas internas le den un mayor significado a las transformaciones en la relación con sus respectivas familias. En estos casos se expresa una carencia de cercanía afectiva, sobre todo para aquellas mujeres que tienen hijos en sus países de origen. Esta carencia se suple, o por lo menos se matiza, con la posibilidad de enviar dinero; de ser su propio sostén económico y el de su familia, tal y como subraya Victoria: Porque mira tú que la vida da muchas vueltas, y han estado muy bien ellos… les he dado todo lo que he podido por… el hueco que no les he podido dar de cariño, de amor (…) se los he llenado con algo material para poder compensarlos un poco (…) y mis hijos me cuentan todo a mí, lo que no conversan con su padre me lo cuentan a mí. Yo, desde sus novias, y todo se los sé. Y qué tienen en tal parte y qué no tienen y qué les pasa y qué no les pasa. (Victoria, interna, 40 años, Bolivia, 7 años realizando labores domésticas y de cuidados). En estos casos, el trabajo de hogar se puede convertir en un obstáculo en la trayectoria vital de las trabajadoras y en su desempeño social. Y no se trata de un problema menor. Con las prácticas actuales en materia de cuidados se limita la posibilidad de las trabajadoras de experimentar la interdependencia de la que hablábamos antes. Es decir, se considera a las trabajadoras como dispensadoras de afecto (en el cuidado de ancianas/os, niñas/os, y otras personas dependientes), pero no se tiene en cuenta su propia necesidad de recibir afectos. Las trabajadoras externas que colaboraron con la investigación no describen cambios en las relaciones familiares. Consideramos que esto ocurre, sobre todo, porque el trabajo de hogar es el tipo de empleo esperado para estas mujeres. En el caso de las autóctonas se trata de trabajadoras que se encuentran en el sector desde hace muchos años. Mientras que para las trabajadoras migradas esto puede deberse a que el trabajo de hogar es el tipo de empleo al que pueden acceder con mayor facilidad como migrantes. No obstante, desde nuestra perspectiva, consideramos que las transformaciones en la relación con la familia ocurren en todos los casos de las trabajadoras migradas, por el propio proceso migratorio. Así lo puntualiza Gioconda Herrera (2011) al señalar que en las familias migrantes las prácticas de cuidado son transnacionales. Lo que apreciamos es que las relaciones familiares de las trabajadoras internas y migradas se transforman. Estos dos factores actuando de conjunto provocan un cambio radical en las relaciones familiares que, en muchos casos entre las trabajadoras que realizan tareas de cuidados, se experimenta en un sentido negativo. Si se trabaja con niños y se es madre, persiste la sensación de descuido de los suyos, además de un sentimiento de culpa y de abandono de su deber como madre. Un ejemplo claro de ello se refleja en el tema de la conciliación del trabajo con la vida familiar. Para una trabajadora interna con niños/as la situación es radical. Se manifiestan dificultades de conciliación relacionadas con el espacio, el tiempo, y el presupuesto, tal y como nos comenta Candelaria, quien ha tenido que convivir con sus tres hijos en el lugar de trabajo: En este último trabajo así que estuve dos años… en ese trabajo, gracias a Dios no me quede con los niños en casa. Mis hijos venían: viernes, sábado y domingo, estaban conmigo en esa casa. Yo libraba un día a la semana, cuando me bajaron el sueldo me dieron dos días... (Candelaria, interna, 34 años, Bolivia, 6 años realizando labores domésticas y de cuidados). Para la misma trabajadora, quien ahora no convive con sus hijos en la misma ciudad, existe una dificultad añadida a su conciliación. El hecho de que sus empleadores actuales incumplen la normativa del permiso de 36 horas seguidas el fin de semana. Este no es un hecho aislado, sino una realidad a la que se enfrentan las trabajadoras internas en diversos momentos de su trayectoria laboral. La posibilidad de disponer de más horas de conciliación, además del cumplimiento real de las horas de descanso, depende de las buenas relaciones que se establezcan con las/los empleadoras/es, y de la situación en que se encuentran las personas cuidadas, en los casos en que las labores de cuidado son una parte central en el trabajo de hogar. En sentido general las estrategias de conciliación con la vida familiar van a ser muy variadas porque dependen, principalmente, del tiempo de que se dispone fuera del horario laboral. Por esta razón, para una trabajadora externa que trabaja por horas va a ser mucho más fácil la conciliación que para una externa con un empleo a jornada completa; o para una trabajadora interna que convive con su familia va a ser mucho más significativa que para quienes viven solas. Con respecto al tema de la relación con la familia, existen tres construcciones de género que nos gustaría resaltar: La relación que se establece entre cuidado y mujer, por la que somos las mujeres las encargadas por excelencia del cuidado de los hijos. La construcción cultural de que la mujer es el centro en la organización del hogar, aunque el marido sea quien está más tiempo en la casa. La idea de que la conciliación con la vida familiar tiene que ver directamente con la realización de tareas domésticas. En nuestro mundo, el trabajo productivo y el trabajo reproductivo se plantean como dicotomías excluyentes y exclusivas de determinadas categorizaciones: por un lado se suele asignar a los hombres la titularidad del primer ámbito, y por otro se adjudica a las mujeres el segundo, constantemente subordinado e infravalorado en relación con el primero. Por lo tanto, el imaginario social sobre trabajo productivo y trabajo reproductivo persiste en las representaciones de las trabajadoras de hogar. De ahí que las trabajadoras comenten las razones por los que el trabajo de hogar se considera un trabajo de mujeres. En su opinión, el pudor o el asco son dos motivos por los cuales este no es un tipo de trabajo atractivo para los hombres. En este sentido, con frecuencia se pasa por alto que realizar labores domésticas y de cuidados requiere de fortaleza psicológica; fortaleza que las propias trabajadoras transmiten. De modo que cuando se ponen en la balanza el trabajo físico y el psicológico, el cuerpo y el corazón, la fuerza o los afectos, las trabajadoras de hogar responden claramente por qué le dan antes el trabajo de hogar a una mujer que a un hombre. Confianza, cariño, paciencia, “saber estar”, maña, “porque siempre lo ha hecho” y sabe hacerlo mejor, y porque el sistema patriarcal está vigente y socialmente es la mujer la encargada de estas tareas. Se trata de un machismo interiorizado y presente en todos los ámbitos sociales, aunque tímidamente las trabajadoras perciben que esta realidad está cambiando. La temática de las relaciones familiares en el marco del trabajo de hogar y la importancia de tener en cuenta cómo las rupturas que se producen impactan sobre la situación personal de las trabajadoras son relevantes para reconsiderar el tema de los cuidados. Resulta significativo tener en cuenta estos elementos a la hora de reflexionar sobre la idea de la sostenibilidad de la vida, y de ponerla en el centro de las dinámicas sociales. Estamos hablando de la necesidad de reconocer que los cuidados deben ser sacados del ámbito privado, y que deben ser tratados como una problemática que compete a la totalidad social. 3.3 Red de relaciones y redes asociativas. En general podemos decir que las trabajadoras de hogar en Basauri tienen y han tenido una extensa red de relaciones comunitarias, familiares y de amistades integrada casi en exclusiva por mujeres. La extensión y dinamismo de la red choca con la caracterización de cerrazón del trabajo doméstico. En el caso de personas migrantes, desde la perspectiva transnacionalista se sostiene que cuanto más extensas sean estas redes, cuanto más información se disponga, y cuanto más estable sea la residencia allá donde estén, mayores serán las condiciones para efectuar actividades transnacionales en sus respectivos países y ayudar a sus conciudadanas en el país de destino (Portes, 2005; Portes et. al, 2006). Sin embargo, no se puede perder de vista que la red es ágil y que en la búsqueda de empleo, en muchos casos, todo se da muy rápido: te llaman, vas y al día siguiente ya estás trabajando en una casa y con una familia que no conoces. Dadas las condiciones de por sí precarias del sector, la rapidez que caracteriza la red puede influir muy negativamente en relaciones y condiciones laborales, por ejemplo, al no definir desde el principio las cuestiones relativas al desempeño laboral (contrato oral o escrito; días de descanso y vacaciones, etc.). En este sentido, las redes también tienen la capacidad de inmovilizar y/o aprisionar a sus integrantes en comunidades herméticas que disponen, en general, de una información parcial y limitada al sector de servicios o cuidados. En estas circunstancias, las redes de relaciones pierden su bondad; la orientación y el sostén social y simbólico que aporta la red pueden llegar a ser más perjudiciales que ventajosos. Hemos identificado dos perfiles que son más vulnerables a esta perversión de la red de relaciones, estas son, las trabajadoras de hogar migrantes de reciente llegada y/o las trabajadoras en régimen interno. Ambos perfiles se caracterizan por las dificultades de generar capital social-relacional propio; a su vez, en ambos cabe preguntarse sobre el mantenimiento y la función de las redes de relaciones previamente establecidas. Si en un primer momento resultan indispensables para aportar la información y orientación necesaria en la búsqueda de empleo, parece que las redes se relajan, se difuminan y/o se desintegran una vez conseguido el trabajo. En ocasiones las redes se vuelven a restablecer e incluso forman nuevas redes, pero en otras muchas ocasiones las trabajadoras son arrojadas a su suerte. Pero más allá de esas redes informales, existen espacios sociales organizados y establecidos que actúan como ámbitos con los que las trabajadoras interactúan y que están estrechamente vinculados a las redes de las que hablábamos antes. Se trata de la participación en organizaciones sociales. En este sentido, para las trabajadoras de hogar que colaboraron con el estudio, la participación es importante para aumentar sus conocimientos sobre derechos, sobre la realidad que las rodea: para estar más atentas. La participación, en el fondo, es una fuente de empoderamiento para el sector. Nos referimos a la participación en un sentido amplio: como gestoras, socias, dinamizadoras, pero también como consumidoras de las distintas ofertas de las organizaciones. La valoración que las trabajadoras realizan sobre las organizaciones es positiva porque constituyen un espacio de solidaridad y un espacio para la formación y la superación. Aunque no se participe activamente de sus ofertas, son un ámbito de interacción social, especialmente bien valorado por las trabajadoras de hogar migradas en régimen interno cuyas redes parecen ser más reducidas. La participación social se puede analizar como parte de la conciliación entre trabajo y vida personal. Este tipo de participación depende, en buena medida, de la amplitud de la jornada laboral. Por lo tanto, tal y como sucede con el tema de la conciliación con la vida familiar, las experiencias serán distintas en dependencia del tipo de trabajo de hogar que se haga. Sin embargo, independientemente de las limitaciones de tiempo, cuando existe el interés se gestionan espacios de participación. Como era de esperar, para las trabajadoras internas lograr este tipo de conciliación es más difícil. “Yo creo que si estuviera… si trabajara de día solo, y no estuviera allí sería diferente. Yo creo que podría hacer otras cosas, me daría un tiempo”, comenta Amanda, empleada interna migrada. Para las empleadas externas el tema de la conciliación con su vida personal no es problemático. Se percibe el interés por este tipo de conciliación, así como la importancia para su desarrollo individual. Anteriormente comentábamos que Basauri cuenta con una Casa de las Mujeres (Marienea) pionera en el área, la que está integrada por el Área de Igualdad del Ayuntamiento, el Centro de Información de la Mujer, y en la que participan activamente diversas asociaciones. Pero a pesar de la relevancia del trabajo que se realiza en Marienea, en sentido general hay un desconocimiento de esa labor por parte de las trabajadoras de hogar. Este tema no deja de ser relevante, puesto que el objetivo último de la investigación ha sido generar un conocimiento sobre el sector del trabajo de hogar en la localidad de Basauri con la finalidad de crear espacios y/o acciones de apoyo al colectivo de trabajadoras desde la propia Marienea. De ahí la importancia de que tenga un potencial especial para las trabajadoras que han colaborado en el estudio, independientemente de que no se conozca profundamente el trabajo que allí se realiza. Según sus opiniones, Marienea les podría ofrecer, sobre todo, espacios de ocio/espacios para la interacción social. En relación con este último punto, las mujeres participantes en el estudio subrayan la importancia de que las propias trabajadoras salgan a buscar y crear esos espacios. En el fondo, se trata de espacios donde ejercer el libre derecho a expresarse, donde ser escuchadas; donde aprender y conocer en el compartir. Cuando se trata de asociaciones de mujeres se conoce su labor cuando se participa en ellas. Aunque, por lo general, este conocimiento queda restringido a las propuestas de las asociaciones en el ámbito de la formación y de la oferta de ocio. En estos casos no hay una implicación o un activismo sistemático en las asociaciones, sino participaciones puntuales relacionadas con cursos, baile, gimnasia, etc. No existen diferencias profundas entre las opiniones de las distintas mujeres participantes en la investigación. Sin embargo, parece existir un mayor conocimiento en el plano comentado anteriormente por parte de las trabajadoras autóctonas. Mientras que las trabajadoras migradas enfatizan en los vínculos que establecen, sobre todo, con una asociación vinculada al tema de la migración. Esto, aunque no se especifique qué tipo de relación se establece con la asociación. De este modo, ya el hecho de acudir al espacio de una asociación, aunque sea de manera esporádica e informal, es un elemento positivo para la interacción social. Cuando se trata de organizaciones fuera del ámbito de las asociaciones, las referencias han sido principalmente hacia los espacios de la iglesia Católica. En este sentido, según se desprende de lo planteado por las entrevistadas, la organización más activa de Basauri ha sido Cáritas. La relación con Cáritas va en cuatro sentidos principalmente: el voluntariado de forma continuada o esporádica (por ejemplo, dando una mano en la organización de una fiesta); la participación en cursos, algunos de ellos constituidos íntegramente por mujeres; la solicitud de ayudas; y otras solicitudes relacionadas con el empleo. Aunque la iglesia Católica también ofrece otros espacios relevantes de participación social, como grupos de encuentro en los que algunas mujeres han participado como gestoras y dinamizadoras. Por otro lado, independientemente del lugar preponderante que tiene la iglesia católica como oferta religiosa en la CAPV, consideramos que también es importante mencionar la existencia de ámbitos de participación de distintas corrientes protestantes que han ido ganando espacio, sobre todo en la última década (Rodríguez y Uriarte, 2010: 99). Se trata de una oferta religiosa que se ha caracterizado, sobre todo, por acoger a la población migrante latinoamericana y africana. Cuando nos referimos a la participación en las organizaciones de las iglesias, no existe una diferenciación relevante en cuanto a trabajadoras externas o internas. Pero sí es significativo el hecho de que las experiencias relacionadas con la solicitud de ayudas o de inscripción en la bolsa de empleo, por lo general vienen de mujeres migradas. También resulta interesante señalar la importancia de las redes que se tejen al interior de las instituciones religiosas por lo significativas que son para la vida de las personas. Estamos hablando de redes que reproducen y fortalecen construcciones de sentido atravesadas por el elemento religioso, las cuales condicionan la manera en que estas mujeres se enfrentan al mundo, incluso, al mundo del trabajo. En relación con los sindicatos, el acercamiento de las trabajadoras colaboradoras es casi inexistente. Es difícil obtener una valoración del trabajo de los sindicatos y de su relación con el trabajo de hogar porque es una opción organizativa que no se suele contemplar en un trabajo tan individualizado. Muchas de las trabajadoras que han participado del estudio ni siquiera se lo habían planteado con anterioridad. En general, no hay conocimiento del trabajo que realizan los sindicatos, aunque en el grupo de discusión sí emergió el debate sobre la creación de un grupo que implique la participación de las trabajadoras y su compromiso. Este grupo podría tomar la forma de un sindicato. Al indagar sobre por qué no existe un sindicato de trabajadoras de hogar, las colaboradoras en el grupo de discusión apuntan a una falta de voluntad inicial y al miedo a la participación. En este sentido, piensan en el perfil concreto de una persona “de aquí” que conozca el entorno y que encienda la chispa de la participación sindical. La cuestión del miedo no es un tema menor. Históricamente el miedo ha sido un importante elemento de coacción para la organización de los trabajadores y trabajadoras, para la manifestación de sus peticiones y el reclamo de sus derechos. Por lo tanto, consideramos que es un tema en el que es preciso trabajar. Un primer punto de avance podría ser el establecimiento de redes de comunicación entre trabajadoras de hogar migradas, y trabajadoras de hogar nacidas en el Estado español. 4. Consideraciones finales y propuestas concretas. Nuevos rumbos para el trabajo de cuidados Las nuevas necesidades sociales que emergen en contexto de crisis requieren de reflexiones críticas y debates plurales sobre las formas de organizar los cuidados. Las experiencias, los sentidos y los significados sobre el sector de cuidados de las trabajadoras de hogar hacen especial hincapié en la necesidad de colectivización de la responsabilidad a fin de garantizar sus condiciones de posibilidad y las de su entorno. En este sentido, no podemos olvidar que las vías para mejorar las condiciones del trabajo de hogar están en estrecha relación con las representaciones del trabajo actual y con las proyecciones de futuro de las entrevistadas. Cuando se trata de valorar los aportes del trabajo de hogar el elemento más reiterado es la independencia económica. La posibilidad de ganar esa independencia y de convertirse en parte del o en el sustento de sus familias otorga una status importante a las mujeres como sostenedoras económicas. Este es un punto importante desde donde se puede partir para una revalorización social de trabajo de hogar. Ya en el plano estrictamente laboral los cambios que se plantean son claros y se enumeran contundentemente. Garantizar las mínimas condiciones en el sector, es decir, la mejora de las condiciones de trabajo y la equiparación a otros sectores productivos, forma parte de esas tareas inmediatas: asegurar el derecho al paro, la seguridad social, las bajas, las vacaciones y los días de descanso; posibilitar la conciliación familiar y personal; cumplir con la declaración de la renta; un incremento salarial; nómina en orden para poder percibir también otros servicios; etc. Tomando en cuenta la diversidad del sector doméstico y de cuidados, hay otras propuestas específicas dependiendo de las condiciones laborales, del régimen de trabajo y/o de las tareas que realizan. Entre las trabajadoras de hogar empleadas como externas y con unas pocas horas, la proporcionalidad en el salario; entre las migrantes internas que no tienen otro lugar dónde estar o dónde ir, lugares de descanso. Una cuestión que no se plantea abiertamente, pero que de forma latente transmiten las trabajadoras entrevistadas, es el reconocimiento de las múltiples tareas que realizan y de lo necesario de su trabajo. Este reconocimiento no se ciñe al respeto que exigen por parte de las empleadoras en el espacio doméstico: el reconocimiento y la valorización del trabajo de cuidados pasa por poner la sostenibilidad de la vida en el centro y las acciones a tomar se tienen que dar a todos los niveles y con todas las agencias y agentes, tanto en lo social como en lo institucional y en lo jurídico. En lo concreto, las trabajadoras de hogar entrevistadas mencionan dos acciones encaminadas a la normativización de las relaciones empleadoras-empleadas. La primera de ellas consiste en activar mecanismos de mayor presión sobre las y los empleadores, especialmente en el plano jurídico, a fin de que quien incumpla continuamente las normas empiece a cumplirlas. Otra acción, no muy alejada de la anterior, consiste en proporcionarles mayor información sobre el trabajo doméstico y de cuidados, a fin de generar mayor sensibilización y concientización entre empleadores. Tal y como hemos señalado en epígrafes anteriores, una de las características más importantes del trabajo de hogar es la paradoja entre la individualidad y la autonomía. Contra-atacando a la individualidad, para muchas trabajadoras es fundamental poner en marcha mecanismos de colectivización, esto es, formar un grupo, juntarse, hablar, (re)conocerse. En este sentido, teniendo en cuenta la sensación de encierro que viven estas trabajadoras, la colectivización se presenta como una necesidad personal y colectiva, más que como un deseo. Y la idea de colectivización refuerza la segunda consideración principal que queremos trasladar en este trabajo, esta es, la idea de la interdependencia. Los espacios de encuentro y (re)conocimiento que las propias trabajadoras demandan de forma unánime, deben promover la ruptura de tabúes y la deconstrucción colectiva de prejuicios. Todo ello ayudaría a neutralizar la rivalidad que muchas de ellas detectan en el sector. Esta competencia se traduce en actitudes reservadas, de desconfianza, falsedad o egoísmo por parte de las trabajadoras hacia otras trabajadoras de hogar. En este sentido, la crisis parece haber agudizado estas percepciones y actitudes entre migrantes y locales. A las limitaciones temporales por las obligaciones laborales se les suman las de género; muchas de las trabajadoras en régimen externo están al cuidado de sus menores, de sus mayores, y de sus hogares. Muchas de las trabajadoras en régimen interno no disponen de suficientes horas de descanso al día, y su rutina está marcada por el horario de las personas que cuidan. De esta manera, cualquier acción a generar con el fin de mejorar la situación de las trabajadoras de hogar, tendría que contemplar tanto las potencialidades como los límites presentes en las trabajadoras y su entorno. Así, es necesario cuidar en términos de clase, nación y género los espacios a fomentar. Y no solo cuidar los espacios. Hay que prestar atención a los tiempos y los ritmos desiguales de las trabajadoras de hogar por las condiciones laborales que impiden la conciliación y la colectivización. Con respecto a las autovaloraciones de las trabajadoras y a sus valoraciones sobre el trabajo de hogar consideramos que un elemento central es lograr una sensibilización de la sociedad con respecto al trabajo reproductivo. Las trabajadoras de hogar cubren todas las grietas de un sistema social que se apoya en la familia (léase mujer) para cubrir las necesidades reproductivas. Las grietas se agrandan en un periodo en el que las necesidades de cuidado son mayores que nunca y cada vez más mujeres aspiran a un trabajo remunerado. Por ello remarcamos la necesidad de poner sobre la mesa la existencia de esas grietas y la realidad de aquellas mujeres precarizadas e infravaloradas, que silenciosamente se han ocupado de minimizar sus efectos sobre la sociedad. 5. Bibliografía y webgrafía Amorós, Celia (1994) Feminismo, igualdad y diferencia, Ciudad de México, Colección de libros del PUEG, Universidad Autónoma de México. Augé, Marc (1995) Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad, Barcelona, Gedisa. Ayuntamiento de Basauri, disponible en www.basauri.net Borderías, Cristina et al. (2011) El trabajo de cuidados. Historia, teoría y políticas, Madrid, Catarata. 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