PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN ARAGÓN. NUEVOS ABORDAJES DESDE EL PARADIGMA DE LA DEMOCRACIA COGNITIVA. Marianna Martínez Alfaro Universidad de Zaragoza Resumen La participación de las personas en la vida política de un Estado fortalece su sistema democrático. Para ello, no sólo es necesario que las instituciones políticas fomenten la implicación de sus ciudadanos y ciudadanas en los procesos políticos, sino que la sociedad civil también tome la iniciativa y active movimientos de participación ciudadana. Este axioma sirve de ápice para reflexionar sobre la importancia del feed-back entre las instituciones y la ciudadanía como ejes de una verdadera democracia con calidad. Ante esta realidad, el ser ciudadano y ciudadana, significa ser titular de derechos políticos pero también dotar de sentido su presencia en la esfera pública. Esto es, crear un nivel de significación que justifique la presencia de las instituciones y dotar de veracidad la premisa que reza que “sin ciudadanía no hay democracia”. Esta frase nos conduce a pensar en que ésta, adquiere un compromiso que experimenta una doble dirección. Esta comunicación parte del abordaje de la participación ciudadana tomando en cuentas ambas lógicas a través de un soporte empírico, representado por la percepción de los actores que gestionan procesos participativos desde la administración pública y la visión de la sociedad civil en el escenario aragonés. Metodológicamente, el trabajo ha sido una aproximación que explora, describe y analiza las lógicas perceptivas de los sujetos sobre el hecho de participar en la esfera pública en 14 municipios aragoneses donde se articulan normativamente los procesos participativos a través del reglamento de participación ciudadana. Los modelos epistemológicos que se han desarrollado en el trabajo de investigación, han partido de los fundamentos del enfoque sistémico, la democracia cognitiva, el pensamiento complejo y el enfoque relacional para explicar cómo se desarrollan las lógicas de los sujetos en torno a la participación ciudadana desde los roles que ocupan. Los elementos propios de cada uno de estos enfoques, ha permitido construir un andamiaje que invita a reflexionar si la participación ciudadana forma parte de una democracia con calidad o es la interiorización de la participación lo que dota de calidad sus procesos. Hemos comprobado a través de los informantes de este trabajo, que el término participación en Aragón tiene dos acepciones en el sentido sociológico. En el sentido más fuerte, participar significa intervenir en los asuntos públicos, es decir, en un grupo, una asociación, una organización, una comunidad local; donde “participar” en las decisiones implica una posibilidad real y el acto concreto de concurrir a la determinación, en un plano de relativa igualdad con los demás. En el sentido débil, participar significa tomar parte de un modo más o menos intenso y regular en las actividades características de un grupo, una asociación, etc., exista o no para el sujeto la posibilidad real de intervenir eficazmente en las decisiones de mayor relieve que se toman en municipios. En cualquier caso, la participación ciudadana en Aragón es un camino iniciado con lógicas particulares y ejercicios individuales que se combinan con la voluntad política. Palabras claves: Participación ciudadana, democracia cognitiva, codecisión, cocreación, sociedad del conocimiento. Cada vez parece estar más claro que el desarrollo, más en los tiempos tan convulsos en los que vivimos, debe experimentar un feed-back entre las instituciones y la ciudadanía. Ante esta realidad, las sociedades no se han mantenido al margen de los procesos asociados a la globalización económica, ni de la creciente competencia interterritorial por ella promovida. Según Andrés Wallicer, (2004), las dinámicas participativas tanto formales como informales se explican a la luz de dos variables independientes. En primer lugar se trataría de interpretar la importancia de la estructura institucional, entendiendo por tal la forma en que el gobierno local está organizado y de manera especial su grado de descentralización y desconcentración territorial. En segundo, se introduce el papel que juegan las culturas asociativas y la cultura política, esta última incluyendo el estilo de hacer territorio de los gobiernos locales. Algunos de los conceptos teóricos que se discuten son los de (governance), traducido como gobernanza, el capital social (social capital), el estilo de hacer territorio o los (framing processes), o marcos de referencia que vinculan identidades, valores e ideología con las dinámicas de los movimientos sociales urbanos. En palabras de Wolton, (2004), nos encontramos inmersos en un nuevo tipo de mundialización. Una mundialización que más allá de sus condicionantes económicos y tecnológicos, representa la creación de nuevos modelos de convivencia cultural. La Tercera mundialización no es solamente política o económica, sino cultural, concierne a la convivencia y a la cohabitación, que se refiere a la organización de la convivencia cultural a través de pautas culturales y territoriales. Esto hace que la participación en la vida pública suponga no sólo la incorporación del debate de la calle a las instituciones públicas, sino de dar un salto cualitativo que vaya más allá de lo deliberativo, es decir, tener la capacidad de implicarnos como ciudadanía para generar transformación y sobre todo valor en nuestros espacios de convivencia local. Las asociaciones, los movimientos ciudadanos, las iniciativas públicas de participación, son los ejes centrales por donde se canaliza la participación ciudadana porque atienden a la necesidad cotidiana, cercana y se convierten en interlocutores idóneos para el ciudadano de a pie. Sin embargo, esta ciudadanía también desea ser escuchada por los agentes sociales, por los líderes políticos que a fin de cuentas, son los que toman las decisiones finales en los distintos espacios territoriales y sociales. Desean, por tanto, establecer mecanismos de comunicación más directos, porque ellos también son ciudadanos/as cuando no tienen la investidura que sus cargos les exigen. En tiempos de desafección democrática, donde la ciudadanía ha perdido la confianza en la política y en sus representantes, convendría responder con honestidad si estamos dando los pasos necesarios y oportunos para contribuir con la calidad de nuestra democracia en aras de que la ciudadanía realmente sea un motor de transformación, pero sobre todo, de decisión. En este sentido, conviene considerar que el término participación va unido a dos elementos: una circunstancia específica y un conjunto de voluntades humanas. La participación es siempre, un acto social, colectivo y es producto de una decisión personal que contempla dos elementos complementarios: la influencia de la sociedad sobre el individuo, pero sobre todo, la voluntad personal de influir en la sociedad. Lo más determinante de este enfoque es avanzar en la concepción pura sobre la democracia representativa y participativa siendo capaces de dar un necesario salto cualitativo hacia una democracia cognitiva que busque la creación y la generación de conocimiento, pero también la implicación de la ciudadanía en las decisiones de políticas públicas de forma efectiva y visible, no sólo teórica. “La democracia cognitiva requiere de la resolución científica de los problemas complejos que se presentan en la sociedad democrática contando con la ciudadanía, que ayuda a mejorar la calidad de vida mediante la creación de conocimiento dentro de un contexto global y multicultural utilizando el sistema democrático como elemento catalizador del aprendizaje que guía el proceso cognitivo de los seres vivos” (Moreno, 2004). Y si hacemos referencia al sistema, no podemos obviar que la sociedad es un sistema y que, a su vez, la democracia es un sistema; en tanto paradigma científico, la teoría general de los sistemas se caracteriza por su perspectiva holística e integradora, en donde lo importante son las relaciones y los conjuntos que a partir de ellas emergen y donde la suma de sus partes es más relevante que las individualidades. En este trabajo interesaba determinar las propiedades cualitativas de la participación ciudadana como sistema a través de un tratamiento integral, esto es, determinar las partes que componen la participación ciudadana como objeto de estudio, definir la estructura interna del sistema y determinar sus partes rectoras y también perceptivas. Dentro del panorama teórico global, el enfoque sistémico se ha trasladado al campo de las ciencias del hombre desde otros campos del conocimiento, como la biología y la ingeniería. No es, en realidad, un enfoque absolutamente nuevo y original. Ya en la obra de antiguos pensadores, desde Nicolás de Cusa, Paracelso, Hobbes o Leibniz, hasta Marx y Engels, encontramos ocasionales referencias a la existencia de "sistemas", en las que se muestran interdependencias entre los elementos componentes de los mismos, estableciéndose relaciones con sentido. La sistematización teórica más amplia y rigurosa del enfoque sistémico, de la que derivan todas las aplicaciones modernas conocidas en nuestro campo, es la desarrollada en la década de los años treinta por Ludwig von Bertalanffy, bajo el nombre de "Teoría General de los Sistemas", formulación hecha con pretensiones de validez general, omnicientífica. (Ludwig von Bertalanffy,1981). En primera instancia, de la realidad en sí, sugiere que un organismo debe ser entendido como un sistema abierto que está en constante intercambio con otros sistemas con los cuales interacciona. Es decir, que un organismo no está “al vacío”, sino que su entorno, también dinámico, está compuesto por otros múltiples sistemas y estos interactúan entre sí, formando un sistema general. En segunda instancia, y con el desarrollo de la teoría a lo largo de la carrera del mismo von Bertalanffy, invita a valorar una metodología de investigación en donde cuerpos o métodos interdisciplinarios sean formados o formulados para tener una cosmovisión objetiva del fenómeno, y por lo tanto no sólo del objeto de estudio, sino de todo lo que pueda interactuar con éste. Al buscar afanosamente una explicación científica sobre el fenómeno de la vida, Bertalanffy descubrió y formalizó algo que ya había intuido Aristóteles y Heráclito; y que Hegel tomó como la esencia de su Fenomenología del Espíritu: Todo tiene que ver con todo. El gran mérito de la Teoría General de Sistemas es brindar una lógica a los esquemas conceptuales. Para el racionalismo cartesiano no existen conceptos como la sinergia (el todo es mayor que la suma de sus partes) u homeostasis (nivel de respuesta y de adaptación al cambio). En economía, los modelos de desarrollo hablan de globalización, pero no toman en cuenta los efectos de la globalización dado que no consideran las leyes de la termodinámica, o los efectos del calentamiento global y el agotamiento de los recursos. La característica del enfoque sistémico de Bertalanffy es que se trata de sistemas abiertos, procesadores de insumos de entrada que originan resultados y que en este proceso experimentan cambios y se autotransforman. Se trata de un proceso continuo que promueve el feed-back o la retroalimentación, para el mejoramiento continuo. Al tratarse de sistemas abiertos, son permeables a los cambios y al aprendizaje que se induce en la acción práctica. Esta noción de sistema es lo que permite elaborar la noción de autopoiesis que trabajan los biólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela, definiendo la autopoiesis como la capacidad del organismo vivo para autorreproducirse. (Maturana y Varela, 2006) Los seres vivos son sistemas determinados por su estructura, es decir, "todo lo que ocurre en nosotros ocurre en la forma de cambios estructurales determinados en nuestra estructura ya sean cambios propios o acontecidos en nuestras interacciones en el medio, pero no determinados por este". (ob.cit. p. 18) Entendiendo este fenómeno, se postula que los seres vivos somos seres que nos autoproducimos ya que producimos nuestros componentes en base a los nuestros propios y a las sustancias que tomamos del entorno. Es la base biológica para comprender el componente social. Maturana sostiene que "es constitutivo de un sistema social el que sus componentes sean seres vivos, ya que sólo se constituye al conservar éstos su organización y adaptación en él, en el proceso de integrarlo" (Maturana y Varela, 2006). Esto valida la tesis de que si no se reconoce la conservación de la vida de quienes componen el sistema, no se clasifica como tal. Lo interesante de este planteamiento desde el punto de vista social, es que los seres humanos podemos pertenecer a muchos sistemas sociales a la vez, pero el problema es que al hablar de esta pertenencia se debe hacer involucrando nuestra vida, implicando el sentido que tiene el formar parte de ese sistema. Para que exista un sistema social debe darse una "interacción cooperativa". Maturana expone que "si hay recurrencia de interacciones cooperativas entre dos o más seres vivos, el resultado puede ser un sistema social, si tal recurrencia de interacciones pasa a ser un mecanismo mediante el cual éstos realizan su Autopoiesis" (Maturana y Varela, 2006). Este fenómeno es conocido como "acoplamiento estructural recíproco" y desde un punto de vista biológico se representa como el placer de la compañía, o como el amor en cualquiera de sus formas. Sin estos acoplamientos no habría sociabilidad humana ni sentido a nuestro quehacer como sujetos sociales. De este vasto espectro biológico, emerge una conclusión segura: que los fenómenos sociales deben ser considerados en términos de “sistemas”, por difícil y fluctuante que sea la definición ya que lo realmente importante se sustenta en la organización de los sujetos en el sistema al que pertenecen. (Sorokin,1966). De manera complementaria a estos aportes desde la ciencia biológica, surge el núcleo de la teoría de Luhmann, que se basa en tres sistemas (vivos, psíquicos, sociales) que se diferencian por su propio tipo de operación y el modo en que reducen la complejidad. En el caso aragonés, es evidente la búsqueda de cambios en la dinámica político-administrativa como una forma de hacer cambios en la gestión pública a fin de hacerla más eficiente. En este contexto, el municipio por ser el ámbito más cercano a los ciudadanos, cobra relevancia como promotor de la construcción de una nueva dinámica de la gestión que estimule la iniciativa de los individuos en la toma de decisión, a fin de garantizar su real intervención en la definición, ejecución, control y evaluación de las políticas públicas Por lo tanto, la participación ciudadana no sólo se limita al derecho que tienen los ciudadanos de elegir a sus representantes, sino a la corresponsabilidad gobierno-comunidad para gestionar los asuntos propios de la vida local. En tal sentido, siguiendo a Castillo y Col (2001: 06), se pueden considerar nuevas formas de gestión de las instituciones públicas y en especial la municipal, asociada a “un nuevo Estado descentralizado y participativo, en el que el municipio ha de aprender a planificar y producir servicios con los ciudadanos en el centro de las decisiones”. En base a lo planteado, puedo afirmar que la promoción e implementación de la participación está vinculada con el sujeto del cual parte la iniciativa, promovida desde el Estado y sus instituciones o por las propias comunidades de acuerdo a sus intereses. No obstante, la promoción por parte del Estado de la participación ciudadana, generalmente se ha asociado a la utilización de las comunidades en la ejecución de las políticas, limitándose en la etapa de formación sólo a la consulta o colaboración, por lo tanto, el ciudadano queda excluido de la toma de decisión. De acuerdo a la concepción anterior, la educación ciudadana en la gestión de conocimiento, constituye un elemento clave para impulsar la ampliación de los espacios de participación y la incidencia de los ciudadanos en la gestión pública, en pro de su desarrollo individual e institucional, visión que coincide con los planteamientos de Borja (2000: 110), quien considera que la participación “desempeña una función educadora, desarrolla la conciencia cívica de los vecinos, refuerza los lazos de solidaridad y hace más comprensible y aceptable la noción de interés general”. Por lo tanto, asumo que en la medida en que los ciudadanos definan las políticas públicas inherentes a las necesidades y demandas de su colectividad, puedo decir que estamos en presencia de su participación activa en la gestión pública. La participación ciudadana en Aragón evolucionará y se consolidará en la medida en que los ciudadanos definan las políticas públicas inherentes a sus necesidades y demandas, de tal manera de estar en presencia de una real intervención de los ciudadanos en la gestión pública. La capacitación constituye un aspecto esencial a fin de promover una real participación ciudadana, la cual debe ser considerada como un proceso de suma relevancia en la construcción de la democracia participativa, y por ende en función de su desarrollo personal a través del desarrollo de conocimientos políticos y técnicos sobre los asuntos públicos. Parte de la lejanía que se produce respecto a los asuntos públicos es debida al desconocimiento de la ciudadanía sobre su funcionamiento. La ignorancia legitima los miedos y fortalece la creación de estereotipos con los que solemos desenvolvernos en nuestra cotidianidad porque carecemos de argumentos para rebatirlos, en algunas ocasiones. Y en el peor de los casos no cuestionamos lo que se legitima a través de la memoria colectiva. Y es importante preguntarnos si como base de una auténtica modernidad, nos interesa tener una ciudadanía formada, crítica, que sume y aporte con proactividad o si por el contrario, seguiremos fomentando una ciudadanía reactiva, dependiente y en exclusividad, demandante. Constitucionalmente y en la práctica, en Aragón, se evidencian avances en materia de participación, a través de diferentes mecanismos en lo político, social y económico, los cuales son responsabilidad de los diferentes niveles de gobierno, especialmente, del ámbito local. Sin embargo, es un camino iniciado pero ni mucho menos finalizado; es dinámico, cambiante, y camaleónico, y en aras de esto, es importante continuar llevando a la práctica, políticas que hagan partícipe a los ciudadanos en la gestión pública, así como en su capacitación en pedagogía política. En Aragón estamos dibujando un nuevo mapa cultural que no sólo incluye a los ciudadanos aragoneses sino también a nuevos pobladores, que se convierten en “un ciudadano más”, con derechos, obligaciones y que cohabitan en un mismo espacio y territorio común pero que en el caso de estos últimos aún tienen derechos ciudadanos limitados. La ciudadanía se hace cada vez menos participativa, en la medida en que se hace más débil; la voluntad del electorado se acaba diluyendo entre partidos y programas los dirigentes políticos. El ciudadano no sugiere propuestas, no ofrece soluciones; su compromiso se limita a la adhesión o no a las propuestas y acciones elaboradas por los dirigentes políticos. Consideramos imprescindible la recuperación de la participación de los ciudadanos en la vida democrática. Según Norbert Elías, en Grecia se usaba el término “idiota” para referirse al que se mantiene ajeno a los asuntos del Estado, o sea la actitud que delega en otros el cuidado de la cosa pública. El que, al dejar su responsabilidad como ciudadano, pone en peligro la isonomía, el principio de una ley para todos los hombres libres. Pero participar no puede ser solamente reivindicación o protesta. Educar para la participación implica desarrollar la capacidad crítica para pensar analítica y contextualmente, la capacidad de cooperación en el logro de objetivos comunes y la capacidad creativa para la innovación. El desarrollo de la democracia participativa implica una doble labor: 1) adaptar y adecuar las instituciones y procedimientos democráticos actualmente vigentes a las nuevas realidades sociales 2) crear nuevas estructuras políticas que permitan una participación más activa y directa de los ciudadanos o de los individuos en general. Pero para que esa participación tenga efecto resulta indispensable la existencia de una información capaz de otorgar un cierto discernimiento sobre asuntos elementales relacionados con la cosa pública. Sartori sostiene que “la tecnología está produciendo, a medida que avanza, un ser humano incluso más crédulo e “inocentón” que el hombre medieval La participación ciudadana supone una apuesta positiva para avanzar hacia la calidad democrática con ciudadanos más y mejor informados, involucrados en las decisiones colectivas, que no dejen en manos de un grupo reducido toda la capacidad de decisión, sin posibilidades de control, como requisito para que las instituciones y los gobernantes sientan la obligación de ser responsables y receptivos. Morin sostiene que la escuela debe ser el laboratorio de la vida democrática. La clase debe ser el lugar de aprendizaje del debate argumentado, de las reglas necesarias para la discusión, para la toma de conciencia de las necesidades de la gente, del proceso de comprensión del pensamiento de los demás y del respeto por las voces minoritarias y marginadas. El “empoderamiento” de las comunidades y ciudadanos es una condición sine qua non para lograr un desarrollo más equitativo en las sociedades. El “empoderamiento” tiene que ver con el aumento directo de las capacidades y los conocimientos necesarios para que las personas y grupos sociales aumenten su poder de decisión sobre aquellos aspectos que afectan sus condiciones de vida. Una verdadera democracia cognitiva, que sustituya a la delegativa o representativa. Una democracia cognitiva debe incorporar en la educación, básicamente los siguientes aspectos: -el esfuerzo educativo debe estar dirigido al reconocimiento y comprensión de los problemas globales y fundamentales, a partir de los cuales podrían ser comprendidos otros de carácter parcial y local. Pero esto no se puede conseguir con la actual organización fragmentada e hiperespecializada del conocimiento; ello impide ver tanto lo global, como lo esencial. Una enseñanza que coloca la separación como fundamento, no capacita para la colaboración y comprensión del otro. Uno de los papeles fundamentales de la educación hoy, debe ser enseñar a articular y organizar la información para así, crear conocimiento, con capacidad crítica. Ello requiere que se modifique la forma de concebir el conocimiento. Es importante superar la fragmentación y separación del conocimiento en disciplinas rígidas, para incorporar una mirada integradora, relacionante e interdisciplinaria. Es decir: “crear mentes articuladoras frente a mentes escindidas sin capacidad para establecer comunicación entre lo instrumental y los contenidos. Mentes, estas últimas subdesarrolladas.” la educación debe promover una “inteligencia general” apta para abordar los problemas de una manera compleja y en el contexto de una concepción global. Se trataría de favorecer la capacidad “natural” de la mente humana para plantearse y resolver cuestiones fundamentales. Hoy no es suficiente tener un conocimiento actualizado, reiterativo de los saberes; es imprescindible no solo "“aprender a aprender” nuevos contenidos, sino “aprender a pensar”, aprender a integrarlos en un contexto significativo, aprender a asumirlos críticamente, aprender a ser capaces de generar nuevos saberes apropiados al mundo que vivimos. Es, en esta voluntad de querer influir en la sociedad, lo que verdaderamente debe primar en el ejercicio de participar, pero para ello, hace falta dotar de “valor” a la participación de la ciudadanía ya que esto, unido a la implicación, sentará las bases para innovar y cocrear. Así pues y en una definición clara, el fenómeno de la cocreación consiste en crear experiencias y encontrar soluciones más innovadoras en función de la calidad, en este caso, hacemos referencia a la calidad democrática. Precisamente, es en cada interacción con la ciudadanía donde reposan las mayores oportunidades. Así, si nos concentramos en descubrir cómo es la experiencia en cada interacción ciudadanía-instituciones, podremos identificar oportunidades de innovación en procesos que lo que hacen es incorporar a la ciudadanía en el proceso de creación de valor sobre el hecho mismo de participar. Es un hecho que quien participa aprende acerca del desarrollo del proceso decisional con toda la complejidad de valores e intereses implicados, y fomenta la transparencia y asegura la accountability de los gobiernos. La construcción de una sociedad del conocimiento que sea democrática, equitativa y con desarrollo sustentable, requiere que la ciudadanía participe y sea capaz de crear su modelo de vida político y social. Por tanto, en este tiempo, en cualquier tiempo, sea cual sea el tiempo que nos toque vivir, debemos desarrollar elementos propios de la pedagogía política, que nos convenza que la participación ciudadana es una herramienta potente, pero aún nos queda dar los pasos necesarios para ponerla en valor; para que la ciudadanía se implique con la cuestión pública y sea capaz de cocrear, fomentando elementos innovadores y resolutivos acorde a los tiempos y codecidir activamente en los espacios de cohabitación local. Bibliografía Abramson, P. (1983). Political Attitudes in América. San Francisco: Freeman and Co. Adams. Aguiar de Luque, L. (1980). La estructura del proceso de formación de gobierno: el caso español en el marco del Derecho comparado. En Revista del Departamento de Derecho Político / Universidad Nacional de Educación a Distancia - N.6, p.61-81. Aguiar de Luque, L. (1977). Democracia directa y Estado constitucional. Madrid, Edersa. Aguiar, F. y Navarro, C. J. (2000). 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