LAS MOVILIZACIONES URBANAS SEGÚN EL ... PRODUCCIÓN. UN ESTUDIO COMPARADO DE ...

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LAS MOVILIZACIONES URBANAS SEGÚN EL CAMBIO EN LOS MODO DE
PRODUCCIÓN. UN ESTUDIO COMPARADO DE DOS MOVIMIENTOS SOCIALES
URBANOS DE MADRID Y ANKARA
Resumen
El objeto de este trabajo, a tenor de las transformaciones acontecidas desde la revolución industrial
hasta la crisis urbana actual, no es otro que el de explicar la evolución paralela que ha tenido lugar
entre las transformaciones en el modo de producción y las luchas y resistencias como respuestas a
los conflictos intrínsecos derivados del sistema capitalista.
Con la financiarización global, especialmente en lo que tiene que ver con su afectación sobre las
rentas espaciales – especuladas de una manera sobredimensionada- los movimientos sociales
urbanos han ido ganando un peso específico dentro de los movimientos sociales en general. Así, lo
que busca este trabajo enfatizar es que actualmente, “lo urbano” representa una dimensión de gran
valor en lo que tiene que ver con la politización y la movilización de la sociedad habida cuenta de
su permeabilidad ubicua dentro de la vida cotidiana actual.
Para evidenciar esta aseveración, el trabajo que se plantea aboga por un estudio comparado de dos
movimientos sociales urbanos – uno de Ankara (Turquía) y otro de Madrid (España)- para que, por
medio de una investigación cualitativa, sobre la base de entrevistas semi-estructuradas y en
profundidad para ambos casos, poder recoger testimonios y perspectiva que enriquezcan la hipótesis
de partida. Una hipótesis que, de constatarse, revelaría cómo, por un lado, un país como Turquía,
sin mucha tradición en lo que respecta a la movilidad social, se erige como un escenario prolífico
para la emergencia de movimientos sociales urbanos afectados por las operaciones urbanas
especulativas provenientes del neoliberalismo. Ello, entre otros factores, como consecuencia de que
las ciudades turcas se encuentran en este momento en un proceso de trasformación convulsa
derivado de los proyectos de regeneración, que llevan a una tesitura conflictual en los escenarios
urbanos con menos recursos y población más vulnerable.
Por otro lado, en lo que tiene que ver con el caso de España – un país con mayor tradición que
Turquía en lo referente a acción colectiva y resistencias sociales- se pondría de manifiesto cómo el
tema urbano, aun con todo, continúa evidenciando una gran relevancia e influencia sobre aquellos
escenarios urbanos tradicionalmente obreros y que, habida cuenta del impacto de la crisis
económica actual, experimentan una profundización en lo que tiene que ver con unas actitudes de
descontento, movilización y resistencia que, igualmente, a tenor de los acontecimientos recientes
parece, inexorablemente, avocada a una tendencia cada vez más creciente y de mayor polaridad.
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1. Introducción
Desde los años setenta, las ciudades se han convertido al referido proceso de acumulación dentro de
un nuevo orden geopolítico regido por el capitalismo global y el neoliberalismo que, según de
Brenneret al. (2012), responde a un proceso de mercantilización y commodification que termina por
conducir a un proceso de intensificación del desarrollo desigual y, por ende, de polaridad. En
términos similares, Harvey (2005) señala que el neoliberalismo debe entenderse como un
mecanismo no tanto de generación de riqueza y sí más de acumulación que, inexorablemente,
determina la forma de comprender el alcance y sentido de la ciudad.
De este modo, se explica la razón por la cual el modo de producción capitalista necesita
unaredefinición que lleva consigo, para su propia subsistencia, la urgencia de incorporar
mecanismos alternativos como “la acumulación por desposesión” (Harvey, 2005) que lleva consigo
la búsqueda de nuevas formas de apropiación del suelo (especulación, desahucio, recalificación
urbanística, etc.), sobre la base de relaciones de poder, en pos de satisfacer las prácticas de
acumulación de riqueza y extensión de recursos tras los que se comprende la propia lógica
capitalista.
En relación a ello, un ejemplo revelador sería el de la construcción urbanística y su relación con el
sector de la “financiarización”. Este binomio ha promovido políticas de endeudamiento y consumo,
en connivencia con diferentes grupos de interés y parte del sistema político, que a tenor de lo
acontecido con la actual crisis económica, en parte alentada por cuestiones como las “hipotecas
subprime”, ha terminado por conceder créditos a sectores vulnerables de la población respecto de
los cuales se tenía la certeza de su incapacidad para poder asumir tales deudas. El resultado ha sido
devastador en términos económicos y sociales. Así, a la crisis urbana per sé, hay que añadir una
crisis en el modo de producción, bajo el contexto de crisis, que redunda en el alcance de sus
consecuencias.
Con esta breve reseña, pretendemos dar la imagen del contexto urbano. Precisamente en este
contexto de cambios estructurales continuos, se aborda el tema de los movimientos sociales urbanos
como un potencial dentro de los numerosos movimientos sociales. El primer esfuerzo de este
trabajo es poner de manifiesto los cambios paralelos entre los modos de producción y las
movilizaciones. Durante dicho proceso de transformaciones continuas, los espacios de producción
se separan y los trabajadores también se diversifican según la especialización. Este cambio
significativo elimina las condiciones de concienciación e identificación que ofrecía la gran fábrica.
Todo esto lleva a que los modos de movilización también se diversifiquen. Resulta evidente, en este
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punto, recordar que el valor y rol que tiene el espacio dentro del sistema de producción y en la
cotidianidad se convierte en un actor activo. El sistema capitalista actual pone más énfasis en la
financiarización (sobre todo a través de la especulación espacial) que en la producción tradicional,
puesto que solamente de esta manera puede llegar a los niveles de acumulación requerida para la
supervivencia del sistema. Precisamente por esta razón, las operaciones espaciales dejan a la
población vulnerable en unas condiciones todavía peores. Así, aumentan los números y la influencia
de los movimientos urbanos en la esfera del conflicto intrínseco del sistema capitalista. No podemos
dejar de tener en cuenta ese conjunto de interrelaciones en ningún momento.
2. Acerca de la investigación realizada
Dentro del actual modelo de producción capitalista, bajo los parámetros del posfordismo y el
neoliberalismo, la lucha de las clases (trabajadoras) ha experimentado un proceso de fragmentación.
De esta manera, hoy en día no existe una única dimensión conflictual en tanto que ésta se acompaña
de diferentes ámbitos y modos de movilización, lo que obliga a cuestionarse si, considerando el
actual modo de producción basado en la financiarización y penetración de sus efectos en todos los
aspectos de la vida cotidiana, se pueden definir los movimientos sociales urbanos como una parte de
lucha de clases; ¿tales movimientos tienen capacidad para proyectarse transversalmente sobre otros
movimientos actuales? De acuerdo con Jessop y Sum (2012) sobre la importancia del espacio
urbano para el análisis de intersección y las diferentes potencialidades para imbricar otros
movimientos y mecanismos de acción colectiva, sería necesario definir los términos que, al
respecto, se han utilizado hasta el momento.
De este modo, es necesario explorar las posibilidades que los “movimientos sociales urbanos”entendidos estos conforme a issues derivados del uso de la vivienda, privatizaciones de comunes
urbanos, decisiones urbanísticas etc.- tienen en relación a otros movimientos relacionados con la
lucha de clases y que pueden aglutinar en su discurso otras causas tales como la falta de
oportunidades vitales, necesidades básicas insatisfechas, exclusión y falta de servicios sociales, etc.
Esta posibilidad conduce a la idoneidad de cuestionar si existe una verdadera relación entre el modo
de producción y los mecanismos tradicionales de movilización social.
Para este caso se desarrollará la comparación entre un movimiento social urbano de un Estado
capitalista del “centro” de la economíamundo como España, y un movimiento social urbano de un
Estado de la “periferia” como Turquía. Se han elegido estos dos países con el objetivo de observar
las diferencias entre uno situado en el centro de la economía-mundo (Wallerstein, 1979), y que
experimentó profundas transformaciones en sus modos de producción así como una penetración de
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los mismos en toda su estructura social; y otro, de carácter periférico y, por ende, dependiente en su
transformación social y productiva sobre la base de las dinámicas y sinergias provenientes de la
división internacional del trabajo y de las necesidades del centro de la economía-mundo y que,
dicho sea de paso, en este caso termina por producirse tarde y sin llegar a penetrar en toda la
sociedad.
Madrid y Ankara pueden entenderse como “ciudades de administración”, si bien ambas han sido
ciudades industriales y, tras ello, ciudades desindustrializadas, aunque por diferentes vías. Lo cierto
es que estas ciudades hoy en día producen poco en términos absolutos, es decir, son ciudades de
administración y servicios con una proyección global en la medida en que buscan abrir sus
economías a la inversión internacional. Sin embargo, por otro lado, set rata de dos ciudades con una
importante tradición de movilización social, pese a que Madrid ha sido una ciudad mucho más
organizada políticamente, sobre todo durante la época de la industrialización. A este respecto, los
estudios de caso seleccionados son, de un lado, el movimiento vecinal de San Cristóbal de Los
Ángeles en Madrid; y de otro, el movimiento contra el proyecto de regeneración urbana del barrio
Valle de Dikmen en Ankara.
El estudio se ha realizado dentro del marco de la investigación cualitativa; como otros trabajos
cualitativos, intenta penetrar en las situaciones comunicativas investigando las prácticas concretas
con las que los grupos organizan su vida cotidiana (Alonso, 1998). Para las entrevistas semiestructuradas en profundidad (10 sobre cada barrio) se ha contactado con actores clave (vecinos,
actores de los movimientos, técnicos que trabajan/apoyan y expertos en este ámbito, etc.) con el fin
de recoger testimonios y diversas perspectivas sobre el tema de estudio. En opinión de Orti (1986),
lo que se aspira a comprobar con este tipo de entrevistas es la forma social –cultural y de clase– de
la estructura de la personalidad del entrevistado y los condicionamientos ideológicos de su proceso
motivacional típico. Definitivamente, esta aspiración coincide con la nuestra debido a la relación
que busca esta investigación entre los condicionamientos del modo de producción y las maneras de
movilización.
Es importante enfatizar que para estudiar la relación entre el modo de producción dominante y las
movilizaciones, el método cualitativo es imprescindible. De acuerdo con Alonso (1998), con el
método cuantitativo se analiza la realidad en términos de la intención declarada, en lugar de las
motivaciones preconscientes. No hay que perder nunca de vista la complejidad dela vida cotidiana,
de las relaciones a la hora de movilizarse y de la cantidad de comportamientos y percepciones que
nos influyen preconscientemente.
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3. Breve reseña histórica y presentación; San Cristóbal de los Ángeles en España y El Valle de
Dikmen en Turquía
La trayectoria de la urbanización en España y Turquía tiene tanto diferencias como similitudes. Una
de las principales causas de estas similitudes entre los dos países es su tardía industrialización. Con
la industrialización, grandes masas migratorias fueron asentándose en las urbes españolas desde
1940, y desde 1950 en las ciudades turcas.
Otro de los puntos en común entre los casos de España y Turquía es la falta de previsión que las
administraciones tuvieron ante el nuevo fenómeno migratorio y la ausencia de planes concretos para
acoger a estos inmigrantes en la ciudad. Así, la nueva población tuvo que arreglárselas por sí misma
construyéndose sus propias viviendas de manera colectiva, lo que vino a llamarse gecekondu en
Turquía y chabolas en España. Sin embargo, el Estado Español tomó medidas antes que Turquía en
este sentido. Hacia finales de 1957, tras 10 años de intentos fallidos para gestionar la nueva
situación de los inmigrantes, el Plan Social Urgente de Madrid se anunció haciendo énfasis en el
“urbanismo de urgencia”.
Las políticas del Estado Turco para tratar el problema del chabolismo y los nuevos inmigrantes
fueron diferentes de las del Estado Español. A diferencia de lo ocurrido en España, en Turquía no se
optó por un plan de viviendas de protección oficial, sino que de cara a ganarse la simpatía electoral
de los habitantes de los barrios de inmigrantes, se decidió legalizar la situación de las infraviviendas
en 1966. El resultado fue el esperable: en la segunda mitad del siglo XX el número de edificios
ilegales en las grandes ciudades turcas se incrementó significativamente. En 1948, se calcula que
había entre 25.000 y 30.000, 80.000 en 1953, 240.000 en 1960, millón y medio en 1983 y2.200.000
a comienzos del siglo XXI (Keleş, 2004: 560- 561).
Dentro de estas trayectorias generales, cada barrio tomó un camino diferente debido a las
particularidades de su formación y su estructura social. Los casos seleccionados nos llevan a
entender los cambios en las movilizaciones, puesto que en el caso de Madrid, la demanda de
renovación surge de los vecinos, quienes se movilizaron desde el principio, mientras que el caso de
Ankara es una defensa contra el desalojo de los vecinos contemplada en un proyecto de
regeneración urbana; una defensa que se movilizó a lo largo del proceso. Dicho de otra manera, San
Cristóbal fue un barrio obrero y bien organizado, y ésta fue la base del movimiento vecinal. Por otro
lado, el barrio de Dikmen, aunque se había formado como un barrio obrero, en poco tiempo se
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fragmentó mucho y no tuvo una organización sólida hasta la amenaza del desalojo. Esta distinción
nos va a ayudar a explicar la idea de que hoy en día, los movimientos sociales urbanos tienen el
potencial de movilizar y concienciar a la gente, tal y como el movimiento obrero lo hizo en su
época. En este punto conviene explicar los detalles de la historia de cada barrio, haciendo énfasis en
sus características, transformaciones en el tiempo, movilizaciones, actores y consignas que utilizan.
3.1. Movimiento en San Cristóbal: Una Lucha Larga
San Cristóbal de Los Ángeles es un barrio de clase obrera al sur de Madrid, cerca de los excentros
industriales de Villaverde y Getafe. Según datos del ayuntamiento, la población era de16.566
habitantes en octubre de 2011. Del total de población en 2011, el 37% eran inmigrantes, muy por
encima de la media de Madrid (15,6%); es uno de los barrios con mayor porcentaje de inmigrantes
junto con los barrios de Carabancheles y Vallecas (según Anuarios Estadísticos del Ayuntamiento
de Madrid).
En cuanto al urbanismo, prácticamente todas las viviendas se construyeron entre 1958 y 1965como
parte del plan de vivienda de protección de 1957. Parte de sus habitantes provienen de los
realojamientos de vecinos surgidas a raíz de los planes urbanos del centro y norte de Madrid. San
Cristóbal se planificó como un barrio temporal que sin embargo terminó por ser permanente. Esto
se aprecia perfectamente en la baja calidad de las viviendas y los materiales utilizados en su
construcción. Tan pronto como los vecinos hubieron comenzado a habitar sus casas, comenzaron
sus movilizaciones solicitando reparaciones y mejoras en sus viviendas (Quintana, 2011).
San Cristóbal fue uno de los pocos no incluidos en el plan de remodelación del año 1979, a pesar de
las malas condiciones en las que se encontraba y haber estado implicado en la lucha desde el
principio. Los vecinos continuaron con sus reivindicaciones y añadieron esta exclusión del plan a la
“deuda histórica” de las administraciones con su barrio, consiguiendo finalmente del ayuntamiento
de Madrid un plan de regeneración urbana: Plan de Actuación de San Cristóbal de Los Ángeles en
1985-86. El plan incluía la demolición de 18 edificios y la consolidación del resto, sin embargo, las
discrepancias entre las administraciones y los vecinos, y la falta de iniciativa del ayuntamiento hizo
caer al plan en saco roto. Esto no hizo desfallecer a los vecinos, que continuaron con sus
reivindicaciones durante la década de los 90, cuando el resto de barrios ya disfrutaba de nuevas
viviendas, equipamientos y espacios públicos. Sin embargo el movimiento perdía fuerza debido al
envejecimiento de la vecindad, siendo muchos los que se mudaban a otros barrios o sencillamente
fallecían. Los vecinos que se mudaban eran remplazados por nuevos inmigrantes, principalmente
extranjeros, que no tenían el mismo sentimiento de pertenencia con el lugar ni con el movimiento.
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Después del fallido plan de actuación de San Cristóbal de Los Ángeles (1985-86), definido por los
vecinos como “el lavado de cara” (ES1), los vecinos intensificaron sus demandas de cara a ser más
visibles para las autoridades y el público en general. Los esfuerzos del movimiento vecinal de San
Cristóbal lograron finalmente convencer a tres administraciones; Ayuntamiento de Madrid,
Gobierno Regional y Ministerio de Fomento. Firmaron un acuerdo en 1999 (Área Preferencial de
Rehabilitación) en el que se instaba a la Empresa Municipal de la Vivienda y Suelo S.A. (EMVS) a
la realización del proyecto. Se abrió una oficina de información en el centro del barrio en enero de
2000. El objetivo del plan consistía en rehabilitar 4.313 viviendas financiando hasta el 75% del
coste de la rehabilitación. En septiembre de 2011, 1.011 viviendas habían sido ya rehabilitadas, 374
estaban en proceso de rehabilitación, 232 habían sido reconstruidas y 246 estaban en construcción
(Quintana, 2011). Igualmente, se había dotado al barrio de más y mejores espacios públicos,
infraestructuras y equipamientos.
Desde que en 1999 se declarara al barrio como zona a rehabilitar, el movimiento vecinal se ha
mantenido activo. Como muestra, en 2004 y 2007 organizaron manifestaciones para denunciar la
falta de seguridad en el barrio por la presencia de drogadictos y mafias. También organizaron un
simposio de dos días en 2010 para conmemorar el cincuenta aniversario del barrio y el décimo
aniversario de la aprobación del plan de rehabilitación. Sin embargo, la actual crisis económica
también se ha dejado notar en el plan de rehabilitación de San Cristóbal. Hacia finales de 2011, la
Comunidad de Madrid decidió suspender el proyecto y la oficina de la EMVS en el barrio fue
cerrada.
En síntesis, se puede observar claramente que con una base consolidada del movimiento obrero y
una larga tradición del movimiento vecinal madrileño, la lucha de San Cristóbal ha podido perdurar
hasta el día de hoy. La constancia en la reivindicación viene de tener la conciencia de qué cambio
quieren y a quién se lo piden. El tema de la vivienda ha sido el pegamento que les ha mantenido
unidos, aunque ya no trabajaban en las mismas fábricas, ya ni son miembros de los sindicatos o
incluso de los partidos activos de aquella época.
3.2. Movimiento en El Valle de Dikmen: Derecho a la Vivienda
En contraposición al movimiento de San Cristóbal, que surgió de las demandas de sus habitantes de
un plan de transformación del barrio, El Valle de Dikmen centró sus movilizaciones en la oposición
a un plan de regeneración urbana impuesto por las autoridades desde la década de los 90.
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El valle en el que se asienta el barrio es uno de los principales pasillos por el que entra el aire que
ventila la ciudad e Ankara. Aunque ya existían algunas casas de verano (bağevleri) en el valle en
los años 50, no fue hasta los 60 cuando empezaron a construirse las chabolas por parte de los
inmigrantes que venían de las áreas rurales. Durante la década de los 70 el número de
construcciones se incrementó, en su mayoría de habitadas por inmigrantes del mismo grupo étnico,
con similares ideologías e ideas políticas.
Ya en los 90, el Ayuntamiento de Ankara, entonces dirigido por el Partido Social Demócrata
(heredero del Kemalismo), decidió acometer un plan de regeneración urbana en la zona con el
objetivo de reestablecer el equilibrio ecológico del valle. Se buscaba que la zona volviera a
convertirse en el pasillo de ventilación que había venido siendo antes de los asentamientos,
salvaguardando el derecho a vivienda de los vecinos y asegurando su participación en el proyecto.
Se proyectaron nuevas zonas verdes en el barrio y nuevas viviendas para los vecinos y nuevos
habitantes. Se construyeron dos tipos de vivienda: de calidad media para los vecinos de Dikmen, y
de lujo para los nuevos habitantes, mediantes las que se pretendía financiar el coste del proyecto
(Aykan, 2011). Dividido inicialmente en tres partes, la primera parte del plan fue completada por el
Ayuntamiento, comenzando a dotar de zonas de esparcimiento y nuevas viviendas a la zona. El
proceso se desarrolló de una manera bastante satisfactoria para los vecinos, por lo que no hubo
movilizaciones reseñables durante esta fase del proyecto de rehabilitación de Dikmen.
Sin embargo, el Ayuntamiento cambió de signo tras las elecciones municipales de finales delos 90 y
el partido islamista-conservador entró en la Corporación de la ciudad (Türker-Devecigil, 2005).
Durante las siguientes fases, el número de viviendas proyectadas aumentó, mientras que las zonas
verdes y las condiciones para la permuta de los vecinos empeoraron. Hasta mediados de los 2000, el
proyecto del valle de Dikmen pasó de regeneración urbana a plan de desarrollo inmobiliario.
El descontento de los vecinos empezó a ser palpable y comenzaron a organizarse en respuesta a la
cuarta y quinta fase del proyecto que el Ayuntamiento pretendía implementar en el valle. En estas
fases el proyecto no contemplaba el derecho a vivienda de los vecinos, quienes se organizaron
coordinados por aquellos habitantes que militaban en organizaciones de izquierda. El desacuerdo
del valle contó con el apoyo de sindicatos, organizaciones profesionales y algunas ONGs, que
pedían que los vecinos afectados no se vieran privados del derecho a una vivienda.
Precisamente el asunto de las “Casas del Pueblo” (Halkevleri), la Asociación de Médicos deTurquía
la Cámara de Planificación Urbana, Cámaras de Arquitectura y Cámaras de Ingenieros Forestales,
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todas bajo el paraguas de la Unión de Cámaras de Arquitectos e Ingenieros (TMMOB), la causa de
Dikmen atrajo la atención de la atención del gran público a nivel nacional. Estos grupos
contribuyeron material y culturalmente al movimiento, ayudando a que progresara en sus demandas.
Informaban a los vecinos sobre sus derechos y la forma legal para defenderlos, organizaban
protestas públicas y reuniones, y comenzaron litigios.
Estas organizaciones también jugaron un papel importante en la construcción y di vulgaciónde un
discurso de resistencia. Uno de los puntos centrales del discurso decía que la lucha contra el
proyecto de regeneración urbana era la lucha por uno de los derechos básicos del ser humano: el del
derecho a la vivienda digna. Así su causa se ha conocido desde 2007 como “la lucha del valle de
Dikmen por el derecho a la vivienda” (Yaman, 2011). El discurso también subrayaba el hecho de
que el plan de regeneración urbana de Dikmen era un proyecto de creación y redistribución de
rentas, y para aglutinar más apoyo, se hacía referencia que la movilización en Dikmen no sólo
afectaba al valle, sino que se trataba de todas las injusticias que ocurrían en la ciudad de Ankara.
Así acabaron llegando también protestas por el aumento del precio del transporte público, el
abastecimiento de agua, etc.
En cuanto a los resultados conseguidos por las movilizaciones, puede decirse que tuvo bastante
éxito a la hora de detener la transformación prevista del barrio, a pesar de los intentos del
Ayuntamiento de mantener el plan inicial, llegando incluso a utilizar la represión policial. Sin
embargo, este relativo éxito provocó que el gobierno central (del partido islamista) haya reformado
las leyes municipales de regeneración urbana en un intento de que posteriores movimientos
vecinales no puedan presentar la misma batalla que los vecinos del valle de Dikmen.
Además de las dificultades externas, el movimiento vecinal de Dikmen también presentaba
divisiones internas que terminaron por debilitarlo. La más importante fue la división que tuvo lugar
entre las organizaciones que apoyaban a los vecinos. La alianza entre varias cámaras de
profesionales y Casas del Pueblo terminó rompiéndose por diferencias en cuanto a la finalidad del
movimiento (Şahin, 2011).
A pesar de las dificultades, el movimiento de Dikmen consiguió parar posteriores intentos de
regeneración urbana del Ayuntamiento de Ankara. Igualmente, ha servido como ejemplo para otros
movimientos de resistencia ante planes de regeneración urbana surgidos en otras ciudades,
influenciándolo tanto en el discurso como en la manera de operar.
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En resumen, en el barrio de Dikmen se ha podido comprobar que el tema de la vivienda tiene un
potencial considerable a la hora de unir a distintos colectivos. Son diferentes grupos étnicos, con
poca formación y diferentes tendencias políticas. Este proceso de movilización y concienciación ha
cambiado el punto de vista de los vecinos y les he dado mucha autoestima. En suma, les hizo creer
en la fuerza de resistencia.
4. Los cambios sociales como resultado de los cambios en los modos de producción
En este apartado se abordan las relaciones dialécticas entre el modo de producción, la ciudad y la
estructura social. Intentamos explicar que el espacio pasa de ser meramente el sitio donde se realiza
la producción, a una herramienta de la propia producción y acumulación. Paralelamente, la
estructura social también cambia; se fragmenta, y empieza a reformularse su rol y la manera en que
se moviliza.
Las ciudades deben entenderse como nervios vitales del modo de producción en tanto que son
poseedoras de los espacios que actúan como medios y fuerzas de producción (Merrifield, 2002).
Ello conduce a entender el referido modo de producción como un constructo resultante de una
interacción de factores, actividades y relaciones sociales determinantes en cómo deviene aquél en sí
y la reproducción de la vida real que le acompaña (Harvey, 1973). Como señala Lefebvre (2009),
cada sociedad se constituye dentro del marco de un modo de producción con peculiaridades
inherentes al mismo, moduladas por su espacio y sobre las cuales, permitirían entender la traslación
que dentro del capitalismo tiene lugar “desdeproducción en el espacio a la producción del espacio
mismo” dentro y a través del proceso del desarrollo capitalista (Lefebvre, 2009: p.186).
Del mismo modo, este cambio del modo de producción repercute y transforma la composición de la
estructura social y de las clases sociales en sí. Al respecto, Merrifield (2002) señala que este nuevo
modo de producción desarrolla la reconstrucción de la clase obrera tradicional en tanto que las
relaciones entre capital y trabajador incluyen nuevas sinergias y cambios. Según Marx (1992), las
clases sociales se entienden en atención a su relación con los medios de producción. A lo largo de la
Historia, desde la revolución industrial hasta el capitalismo actual, con cada transformación en los
modos de producción, las definiciones y los contenidos sobre los que cobran sentido las clases
sociales han ido cambiando. A tenor de ello, es fundamental atender y entender el significativo
punto de inflexión que representa el paso del fordismo al posfordismo, entendido éste a partir de la
separación entre espacios de producción y clase obrera.
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Tal separación determinó las relaciones de producción y propiedad permitiendo a Lefebvre(2009),
por ejemplo, identificar que el rol revolucionario asignado a la clase obrera debía entenderse más,
de acuerdo a su componente urbano que a su relación espacial con la fábrica. Ello resulta en tanto
que bajo el posfordismo la clase obrera adolecía de un elevado grado de fragmentación; itinerante
en cuanto a sus objetivos, necesidades y procesos de movilización. Así, en la actualidad, el modo de
producción capitalista de la ciudad, constituido sobre la base de la acumulación a través del espacio,
confiere a la clase obrera una dimensión urbana que conduce a entender los movimientos sociales
urbanos como potenciales herramientas de conflicto dentro de la estructura social actual. En otras
palabras, ¿se puede llegar a la conclusión de que los movimientos sociales urbanos tienen un
contenido de clase?
En síntesis, lo que intentamos clarificar en este apartado es la importancia de los movimientos
sociales urbanos después de los cambios de modo de producción y sucesivamente los cambios en
las estructuras sociales, la vida cotidiana, el patrón de consumo y tradiciones de movilización. Con
el paso al posfordismo, primero cambió la estructura laboral en cuanto a la especialización y
separación de los procesos de producción. Después tuvieron que adaptar sus costumbres de
consumo según y a este nuevo modo de producción, se observa un proceso de fragmentación,
segmentación y en muchos casos degradación sistemática de los modos de consumo y los estilos de
vida (Alonso, 2004).
Es de destacar que debido a todos estos cambios, no solamente la estructura social ha cambiado
considerablemente, sino que también las percepciones de ésta por parte de los individuos. En otras
palabras, las condiciones que posibilitaban la formación de la conciencia de clase se han ido
debilitando. Así pues, hemos llegado a un nivel de fragmentación e individualización en todos los
campos de la vida, en que no somos capaces de identificarnos con ninguna clase social. Sin
embargo, dentro de los límites de esta fragmentación se están buscando otras vías de movilización.
Una de ellas son los movimientos sociales urbanos. Hemos observado un potencial en este tipo de
movimientos para concienciar a la gente; no en el espacio de producción, sino en el espacio de
reproducción. Aunque no se pueda hablar de un remplazamiento del movimiento obrero con el
movimiento social urbano, se les puede considerar como el movimiento más potente de su propio
tiempo.
Volviendo a los barrios en cuestión, ambos barrios vivieron cambios significativos en la vida
cotidiana con el paso al posfordismo. Siendo barrios obreros tenían una vida regulada, en el caso de
San Cristóbal además trabajaban en las fábricas cercanas. Hoy en día, los habitantes de ambos
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barrios tienen trabajos irregulares, con horarios distintos, muchas veces con turnos y en distintas
partes de la ciudad. Este hecho hace que no tengan tiempo ni fuerza para hacer vida en el barrio y
tener relaciones con los vecinos, utilizando al final las casas como meros dormitorios sin desarrollar
ningún sentimiento de pertenencia al barrio.
En el caso de Dikmen, los obreros de la época fordista se mudaron del barrio en las primeras etapas
del proyecto de regeneración. Los que siguen en el barrio son los que llegaron entre los años 80-85.
Siempre han tenido trabajos precarios, muchas veces diarios, pasando mucho tiempo buscando
trabajo fuera del barrio. Estos cambios se reflejan en los discursos de los movimientos de los
barrios; el discurso de San Cristóbal empieza con la frase de “Es un barrio obrero”, por otro lado,
en el caso de Dikmen se hace énfasis en la pobreza diciendo “Somos pobres” y “Es un barrio
pobre”.
A este respecto surge la consideración de que, como se ha visto, la conciencia de clase entendida en
el fordismo es difícil de mantener y casi imposible de reconstruir dentro de las condiciones de
trabajo actuales. Sin embargo, como pone en relieve Marx, sean o no sean conscientes de las
relaciones de explotación, las clases sociales son aquellos grupos de interés que comparten los
mismos roles dentro del modo de producción (Öngen, 1994). Si a esto agregamos el ya mencionado
dinamismo de la plusvalía producida a través del espacio urbano, vemos que los intereses de
distintas clases sociales están en conflicto en la ciudad. Expresando de otra forma, la ciudad no es
solamente el escenario de la lucha de clases, sino que también es una herramienta de acumulación
capitalista. Todo esto lleva a que en los últimos tiempos la concienciación de los miembros de una
clase social se desarrolla durante esos enfrentamientos urbanos. El caso de Dikmen es un ejemplo
oportuno para observar este potencial de los movimientos sociales urbanos. Una población recién
llegada a la ciudad, donde mayoría de ellos nunca llegaron a ser obreros, repentinamente tuvieron
que afrontar la amenaza de perder sus casas. Aún más, ellos mismos habían votado por el alcalde
que llevó a cabo este proyecto sin tomar en cuenta sus reivindicaciones. Una vecina nos cuenta el
cambio de percepción con siguientes palabras; “Al principio no confiábamos en nadie, aquí
solamente confiábamos en nuestros paisanos. La mayoría de ellos son familiares, por eso. Con el
tiempo, hemos visto que todos estamos en la misma situación, no solamente los de izquierdas.
Quieren construir apartamentos de lujo y venderlos a un precio muy alto. Les da igual quiénes
somos, les hayamos votado o no, les da todo igual. Les importa solo la renta!”.
En todas las entrevistas del barrio de Dikmen se mencionaba el término de “igualdad”: se nota la
fuerza del discurso de “derechos” del grupo que organiza a los vecinos, Casas del Pueblo. Como se
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ha dicho antes, los vecinos se enteraron delo que estaba pasando y también vieron claramente que
las administraciones contaban con el capital, no con ellos. Aunque parezca poco, es un avance muy
importante, independientemente de la terminología que utilizan los vecinos, se han involucrado a la
política y han empezado a interesarse por lo que está pasando en otros lugares del mundo. Por poner
un ejemplo, durante la acampada que montaron los trabajadores de la empresa TEKEL (fue una de
las más grandes del estado) en mitad de Ankara durante 78 días, en un invierno gélido, contra la
privatización de dicha empresa, los vecinos de Dikmen les visitaron, les ayudaron y compartieron
sus experiencias con ellos. De esta manera reconocieron las similitudes que tenían los dos
movimientos. Además, por la popularidad que alcanzaron, son ya un modelo a seguir por otros
barrios que están luchando contra proyectos de regeneración: apoyan otros movimientos, les visitan,
dan charlas y organizan foros anuales de discusión y sobre todo llaman la atención sobre el tema
una y otra vez. Últimamente, estos foros cuentan con la participación de todos los barrios en
proceso de regeneración.
Por su parte, San Cristóbal está viviendo un proceso de descomposición del movimiento. El
movimiento vecinal de San Cristóbal fue muy potente junto a otros movimientos vecinales
madrileños durante las décadas de 60 y 70. Después, tuvieron que seguir solos dado que otros
barrios abandonaron las movilizaciones al haber ya logrado sus objetivos. Además, el barrio -como
todo el país- empezó a recibir población inmigrante en masa, lo cual generó una ruptura importante
en las tradiciones de la movilización. No hay que perder de vista la causa de estas corrientes
migratorias a nivel mundial, muy relacionadas con el cambio de modo de producción, a partir del
cual se necesita mano de obra poca cualificada para el pujante sector de servicios y la construcción.
En este punto, es de primordial importancia entrar a estudiar en detalle el boom inmobiliario que
vivió España. Entre los años 1997 y 2007 stock de vivienda aumentó un 30%, 7 millones de
unidades, mientras los precios de las viviendas crecieron un 22%. En cuanto a las hipotecas
subprime en España, según López y Rodríguez (2011), al menos un millón de hipotecas se dieron a
los colectivos vulnerables entre los años 2003 y 2007. A finales del año2008, existía un millón de
viviendas sin vender en el mercado, mientras que las deudas de los hogares habían subido hasta
84% del PIB. No sorprende que la incidencia de la crisis mundial en España sea ciertamente
notable.
En el caso de Turquía, como se ha señalado antes, nunca se llegó a una industrialización masiva,
evidentemente tampoco se vivió una desindustrialización completa debido a ser completamente
dependiente y retrasado. Hoy por hoy, hay industrialización en algunos sectores y
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desindustrialización en otros. Por otro lado, la financiarización no ha alcanzado los niveles de las
hipotecas subprime, así pues, se observa una crisis relativamente más suave. El estado de bienestar
nunca llegó ser un apoyo esencial, ni existió para algunos colectivos. La economía sumergida
siempre tuvo un rol muy importante a la hora de absorber fuerza del trabajo y de proveer las
necesidades de la mayoría de la población.
Existe una estrecha relación entre el modo de producción y las tradiciones de la movilización, así
como la conciencia de clase. De esta manera, la ciudad se torna una herramienta de acumulación y
un producto de consumo dentro del propio sistema actual, siendo muy relevante a la hora de crear
conciencias y movilizaciones.
5. Del movimiento obrero a los movimientos sociales urbanos
Para lo que estamos tratando, los cambios que han vivido los movimientos sociales tienen especial
importancia. Sin duda, los análisis de los movimientos sociales nos ayudan mucho a conocer las
expectativas y las desilusiones del modelo democrático actual (Neveu, 2000). Junto a ello, estos
cambios tienen mucho que ver con los cambios del modo de producción.
Como bien define Touraine (1978), a quien se considera como uno de los mejores investigadores
del tema, los movimientos sociales son un componente singular e importante de la participación
política. Según Neveu (2000), el movimiento que hace un llamamiento a las autoridades toma una
carga política. Se les puede considerar urbanos porque como destaca Weber (1993), en una sociedad
rural, las regiones se conectan débilmente con los centros nacionales económicos y políticos. Por
tanto, parece claro el paralelismo entre la urbanización excesiva de nuestras sociedades con el
aumento en la cantidad de los movimientos sociales.
En ambos casos que estamos analizando, se hace un llamamiento a las autoridades locales, de ahí
viene su componente política. El caso de San Cristóbal es una reivindicación de renovación de las
viviendas en las que fueron realojados temporalmente y que terminaron por convertirse en
viviendas permanentes. Mientras el caso de Dikmen es una reacción, o bien una defensa, de su
derecho a una vivienda digna, viendo que el proyecto les echaba de casa sin ningún planteamiento
de realojo. San Cristóbal tenía la conciencia de lucha de antemano y los habitantes de Dikmen se
concienciaron durante el proceso.
Por otro lado, obviamente, con el paso al posfordismo, la fragmentación de las definiciones del
trabajo y separación de los espacios de producción, se generaron diferentes movimientos en
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diversos sitios, lo que impidió organizar una lucha común (como la lucha obrera de la gran fábrica)
entre los trabajadores. Con el neoliberalismo, este proceso se ha profundizado drásticamente.
Appradurai (1991), como muchos otros antropólogos, destaca que la desterritorialización crea un
terreno fértil donde capital, mercancías y personas pueden circular en busca de sus homólogos
fragmentados. De este modo, paradójicamente el propio proceso de globalización que amenaza al
mundo en que viven, también genera movimientos de derechos humanos en forma de ONGs para
ayudarles a alcanzar sus objetivos (Nash, 2005). En suma, en un mundo así, florecen los llamados
nuevos movimientos sociales. Estos nuevos movimientos sociales, según Neveu (2000), se
diferencian de sus antecesores en la relación con el Estado; ya no se trata de desafiar al Estado sino
de construir espacios de autonomía contra él. No nos sorprende que este cambio ocurra mientras se
está desmantelando el Estado de Bienestar aludiendo a su peso en la economía. Otra diferencia que
señala Neveu (2000) es que las nuevas movilizaciones no se autodefinen como de clase o de
categorías socioprofesionales. Como se ha destacado en el principio de este estudio, el elevado
grado de fragmentación de la clase obrera debilita a los distintos movimientos aunque todos tengan
un contenido de clase. La fragmentación influye en todos los aspectos de la vida cotidiana y llega a
un nivel tal, que los implicados ya no son capaces de distinguir su propio terreno de lucha.
Tampoco pueden ver una realidad muy significativa que subraya Tilly (1976): la sociedad
organizada nunca está totalmente aislada del resto. Adicionalmente, pierden de vista la estrecha
relación –inseparable, según Calhoun (1995)- entre las estructuras sociales y los marcos culturales.
Debido a estas confusiones, este tipo de movimientos se organiza en torno de temas muy concretos
y que además no caracterizan al Estado como un rival. Todo esto impide que los movimientos
tengan una base política y consecuentemente, la falta de esta base impide que estos nuevos
movimientos sociales acaben concienciando a sus participantes. Nuevamente citamos a Neveu “la
concienciación se corresponde con un trabajo de politización” (Neveu, 2000:125).
En el barrio de Dikmen, últimamente se observa un tipo de los llamados nuevos movimientos
sociales. En sus comienzos, principalmente los propietarios se organizaban en torno a un partido de
izquierdas, ÖDP (Partido de Libertad y Solidaridad). Era un partido relativamente nuevo (fundado
en el año 1996) que se identificaba con los grupos fuertes de izquierdas de los años 60 y 70. Con el
final de las etapas 1 y 2 del proyecto de regeneración en el año 2006 ya se habían ido los que habían
obtenido la propiedad del suelo aceptando las condiciones del ayuntamiento, y así, dicho partido fue
perdiendo fuerza en el barrio. En cambio, ganó mucho peso el otro grupo de izquierdas Casas del
Pueblo, un grupo que se organizaba en la escala delos barrios en muchas ciudades del país. El líder
de este grupo en el barrio también estaba en la misma situación que los demás que se quedaron.
Eran aproximadamente 1.200 viviendas que no tenían ningún permiso de suelo y ni de construcción,
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y precisamente por eso, el ayuntamiento no les ofrecía nada, llamándoles “invasores”. El líder,
Tarik Çaliskan, primero intentó organizar a la gente a través de su sucursal de Casas del Pueblo,
pero pronto se dio cuenta de que eso era casi imposible debido a que la población que había
quedado en el barrio era la misma población que llego después del año 85 y que tenían una notable
tendencia islamista. Al final, con bastante dificultad dentro de Casas del Pueblo, se cerró la sucursal
y se empezó a movilizar a la gente a través de la Oficina de Derecho a la Vivienda del barrio. Más
tarde, Casas del Pueblo también cambió su discurso y empezó a poner énfasis en los derechos
sociales.
Por otro lado, en el barrio de San Cristóbal existen varias asociaciones, la más activa de ellas es la
Asociación de la Educación, Cultura y Solidaridad que trabaja con los jóvenes contra el fracaso
escolar. Esta asociación apoya a La Unidad de San Cristóbal (asociación de vecinos) y es también
importante para las reivindicaciones vecinales. En este caso, como otros muchos nuevos
movimientos sociales, observamos que son ellos mismos los que tratan de solucionar el problema
del fracaso escolar entre los jóvenes del barrio en vez de reivindicar más atención al Estado en esta
materia. Este hecho refleja la pérdida de peso de las asociaciones vecinales puesto que el
movimiento vecinal madrileño de los años 70 agrupaba todo tipo de reivindicaciones, mientras que
ahora cada reivindicación parece tener su propia asociación.
Creemos que esta concentración de reivindicaciones tenía mucho que ver con la conciencia delos
vecinos que trabajaban y se organizaban en la fábrica y en el barrio, sabiendo que todas las luchas
están estrechamente relacionadas. Mayer (2009), en su artículo donde examina los movimientos
sociales urbanos desde la crisis del fordismo hasta neoliberalismo, destaca la evolución del
activismo desde la fábrica hacia los barrios argumentando que la lucha de clases se ha mudado de la
esfera productiva a la esfera reproductiva.
Como se ha señalado antes, puesto que es muy difícil concienciar y movilizar a una clase tan
fragmentada en el espacio y las condiciones del trabajo, la esfera reproductiva y la vida cotidiana
urbana quedan como únicos espacios donde se comparten los problemas comunes y se vive una
desigualdad extensa. Los habitantes de ambos barrios analizados comparten las características
arriba señaladas del mercado laboral. Esta fragmentación en la esfera productiva les impide
organizarse en el trabajo, pero los problemas y amenazas que viven en la esfera reproductiva les
imponen movilizarse en alguna manera para defender unas condiciones dignas de vida.
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6. Conclusión
Con este pequeño trabajo hemos intentado clarificar las relaciones entre los cambios de modo de
producción y los cambios de modelos de movilización. Centrándonos, sobre todo, en el paso al
posfordismo para continuar con la profundización de los cambios a través de la financiarización.
El modo de producción funciona como un marco que determina los limites exteriores y conflictos
interiores de cada sociedad; definiendo la reproducción de la vida en todas las esferas. Si a esto
agregamos el ya mencionado dinamismo de las movilizaciones según los cambios de modo de
producción, vemos que el sistema productivo determina el modelo de movilización. Dependiendo
de los condicionantes de modo de producción, se generan diferentes enfoques y maneras de
reivindicación. Así, según la experiencia que ofrece cada modelo de movilización, ocurren cambios
en las conciencias de los colectivos. Es decir, hay una estrecha relación entre las condiciones del
modo de producción y la conciencia de clase.
Con el paso al posfordismo, las definiciones y los espacios de la producción se fragmentaron
notablemente debido a la especialización. Esta fragmentación espacial y separación de las tareas
impidieron la organización de una lucha común como se había podido organizar durante el
fordismo. La convergencia de todos estos condicionantes conduce a la aparición delos distintos
movimientos sociales concentrados en temas concretos, y en la mayoría de los casos sin desafiar al
Estado. La clase media empieza a protagonizar este tipo de movimientos, institucionalizándolos. En
vez de reivindicar, se empieza a buscar alternativas y soluciones propias. Sin duda, existen otros
muchos factores que fomentan esta perspectiva como los cambios en el patrón de consumo, en los
estilos de vida y las percepciones mentales, pero todo esto queda fuera de los límites del presente
trabajo. En suma, este tipo de movilizaciones no son capaces de concienciar a la gente por falta de
una visión global de lo que está pasando en todas las facetas de su vida.
Un aspecto importante, que se ha señalado repetidamente, pero que vale la pena reiterar, es que el
espacio tiene un rol crucial como herramienta a la hora de cubrir las necesidades de acumulación
del sistema actual. Esta habilidad de especulación hace que los proyectos urbanísticos se conviertan
en amenazas en manos de unos pocos contra la mayoría de los ciudadanos. Precisamente por eso,
las luchas urbanas van aumentando y se están convirtiendo en los movimientos más destacados de
las últimas décadas, no solamente por el número de casos, sino también por su capacidad de
concienciar a los ciudadanos. Como se ha puesto de relieve antes, la lucha urbana brinda la
oportunidad de seguir con las reivindicaciones multidimensionales, puesto que la fragmentación del
ámbito laboral ya no es favorable para este fin.
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Volviendo a nuestros casos, en el caso de San Cristóbal se observa la constancia y la conciencia
heredada del movimiento obrero. San Cristóbal, aunque vivió un cambio de población significativo
con el envejecimiento de la población autóctona y con la llegada de la población inmigrante, pudo
seguir y al final consiguió un proyecto de rehabilitación para su barrio. En el caso de Dikmen, la
población más organizada se fue del barrio en las primeras etapas del proyecto de regeneración. Los
que quedan son de una tendencia islamista, contrabajos más irregulares todavía y sin ninguna
experiencia de organización. Aun así, se ha podido movilizar a dicha población, concienciándoles
sobre la situación en la que están, y delas razones que están detrás de este tipo de proyectos. Hoy en
día, esa población sigue luchando para no perder sus viviendas y para transmitir su experiencia a
otros barrios que están en la misma situación. Obviamente, con el tiempo los movimientos urbanos
están generando sus propias tradiciones y conciencias, aunque sus efectos estén por ver.
Por ocupar el centro del ámbito de reproducción (como la vivienda), y por estar interrelacionados
con otro tipo de reivindicaciones (del tipo carestía de la vida, falta de servicios públicos, etc.), los
temas espaciales ocupan el punto de intersección de muchas reivindicaciones. Cabe decir, en suma,
que los movimientos sociales urbanos conllevan un potencial de aglutinación de distintas
reivindicaciones bajo el mismo paraguas.
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