Crisis de empleo, riesgo de pobreza y desigualdad en los países del sur de Europa Rodolfo Gutiérrez (Universidad de Oviedo) XI Congreso Español de Sociología Grupo de Trabajo de Sociología Económica Universidad Complutense de Madrid, 10-12 de julio de 2013 No es necesario entrar directamente en los debates sobre una posible variante “mediterránea” del capitalismo de bienestar (Ferrara 2010) para poder afirmar que los países del Sur de Europa, particularmente Grecia, Italia, España y Portugal han compartido débiles rendimientos del capitalismo de bienestar: tanto en términos de eficiencia, sus niveles bajos de participación laboral, como en términos de equidad, sus niveles altos de riesgo de pobreza. Esa caracterización, propia del final de los años 90, se concretaba, en tres rasgos de la participación en el mercado de trabajo (Sapir 2006): el predominio del varón como primer sustentador económico del hogar (el patrón del “ganapan”) y una participación laboral baja y secundaria de jóvenes de ambos géneros y de mujeres adultas; alguna forma de dualismo “insider/outsider”, inducido por un alta protección al empleo y una débil protección al desempleo; y niveles altos de autoempleo. En la esfera de la equidad (Ferrera 2005, Petmesidou y Papatheodorou 2006; Nolan y Marx 2009) los rasgos dominantes eran cuatro: el bajo efecto distributivo de transferencias sociales e impuestos; la inclinación del sistema de transferencias sociales hacia los riesgos de las personas de más edad frente a los riesgos de la infancia y la juventud; los niveles altos de riesgo de pobreza, con una alta movilidad en estas situaciones, y el bajo desarrollo de los sistemas de garantía de rentas. Esa caracterización podría ya no ser adecuada a mitad de la primera década de los años 2000, en la parte central del ciclo de crecimiento económico. Aunque de manera desigual, estos países habían aumentado considerablemente sus niveles de 1 participación laboral, especialmente de las mujeres, y algunos también habían experimentado crecimientos importantes de sus niveles de gasto social. La crisis económica ha tenido un profundo impacto en los niveles de empleo y en los mecanismos de protección social. En conjunto, estos cuatro países han perdido 5,5 millones de empleos remunerados, de ellos 3,5 millones sólo en España, entre los últimos trimestres de 2007 y 2012. En los dos países en que la crisis de empleo ha sido más intensa, Grecia y España, se han pedido casi un empleo de cada cinco de los existentes. En Portugal esa pérdida ha sido algo menor, del 12,5%. Y notablemente menor en Italia, con una caída del empleo de sólo el 2,4%. La crisis ha motivado también que la presión sobre el gasto social se elevara súbitamente. En los cuatro países, el gasto social en porcentaje del PIB se disparó en los primeros años de la crisis (2008 y 2009) para estabilizarse en los años más recientes: en España sobre manera, ya que del 21,3 por ciento de gasto en 2007 se pasó al 26,3 en 2012; en Grecia el cambio fue del 21.6 al 23,1; en Portugal del 22.7 al 25.0; y en Italia, del 24,7 al 28.1. El repaso a la literatura sobre relación entre ciclo económico y desigualdad no es concluyente (Ayala 2013). Algo que se puede concluir de esa literatura es que las caídas muy fuertes de empleo suelen dañar más a los hogares en la zona inferior de la distribución de renta que a los hogares en las zonas medias y altas. Todavía son pocos los estudios que han podido analizar comparativamente los efectos de la crisis de 2007 (Jenkins et al 2012), teniendo en cuenta, además, la prolongación de la crisis puede hacer que lo más severo de sus efectos sólo se advierta en los años más recientes y esos análisis no los han podido incluir. En este paper se describen, en primer lugar la magnitud y los perfiles comparados de la crisis de empleo en estos cuatro países sureuropeos: España, Grecia, Italia y Portugal. En segundo lugar, se exponen los principales cambios en el riesgo de pobreza y en la desigualdad de rentas en estos países. En tercer lugar, y a modo de conclusión, se intenta proporcionar una imagen sintética del impacto de la crisis en cada uno de estos países, para discutir luego, hipotéticamente, cuáles han podido los principales factores que explican el perfil singular de cada uno de ellos. 1. La crisis de empleo Es cierto que estos países, a excepción de Portugal, tenían a mitad de la primera década de este siglo los más bajos niveles comparados de empleo (Gráfico 1a). Sin embargo, esa situación había cambiado notablemente en la fase final del ciclo de 2 crecimiento. En el año en que lograron el nivel más alto de empleo, 2007 ó 2008, España había incrementado en casi 18 puntos su tasa de empleo desde 1995 y casi igualaba a la del conjunto de la Euroarea; Italia, Grecia y Portugal habían mejorado también su nivel de empleo, aunque en una cuantía mucho menor que España. Con la crisis, Grecia y Portugal no sólo han perdido todas las mejoras de empleo que acumularon en el ciclo de crecimiento, sino que han empeorado su nivel de empleo respecto al que tenían en 1995. España ha perdido 10 puntos en su tasa de empleo, aunque aún mantiene 8 puntos de los que ganó en el ciclo de crecimiento. Italia ha perdido sólo 2 puntos de empleo con la crisis, pero sigue en un bajo nivel de empleo por la escasa mejora que había conseguido en el ciclo anterior. La crisis ha afectado también a la participación laboral de nacionales y de inmigrantes, aunque con mucha más dureza para éstos (Gráfico 1b). Por su llegada reciente, los inmigrantes de estos países se concentran en los grupos de edades intermedias; es por eso que corresponde comparar las tasas de esos grupos de edad, los de 25 a 49 años. En ese grupo de edad, la crisis ha restado alrededor de 20 puntos a los inmigrantes de España y Grecia, 12 puntos a los de Portugal y 6 puntos a los de Italia; en los cuatro países esa bajada de la tasa de empleo dobla de la que han tenido su nacionales. Las tipos más extendidos de empleo atípico, el empleo temporal (Gráfico 2) y el empleo a tiempo parcial (Gráfico 3), que podrían indicar la extensión del la dualización del mercado de trabajo, son poco comunes a los cuatro países. El empleo temporal es un rasgo muy sobresaliente sobre todo del mercado de trabajo español, y también de Portugal, pero no de Grecia ni de Italia. En España el empleo temporal se mantuvo durante todo el ciclo de crecimiento como la forma casi universal de inserción laboral y alcanzó a una tercera parte del total del empleo. Tras la crisis, se ha rebajado su peso hasta una cuarta parte del empleo, pero esto es debido, no un aumento relativo de la contratación a tiempo indefinido, sino que el grueso del empleo perdido es de carácter temporal y eso ha bajado su peso relativo en el total del que se mantiene. En Portugal, la perdida de empleo no ha rebajado el peso del empleo temporal, que sigue afectando a uno de cada cinco ocupados. Un rasgo singular de esta crisis de empleo es que ha afectado a todos los grupos de edad y género, aunque lo ha hecho con una intensidad muy desigual a cada uno de ellos. Esto puede haber alterado uno de los patrones más tradicionales de la participación laboral propia del sur de Europa, el predominio del empleo masculino 3 sobre el femenino, propio del modelo de varón “ganapán”. Para observar mejor este cambio, se toman las tasas de empleo de tres cohortes quinquenales de edad, representativas de tres fases del ciclo de vida laboral, para cada género en estos cuatro países (Tabla 1). Esas tasas de empleo muestran con claridad la persistencia de ese patrón en el ciclo de crecimiento, sobre todo en las etapas medias y finales de la vida laboral. Antes de la crisis, los cuatro países presentaban situaciones cercanas al pleno empleo entre los varones de las edades intermedias (40-44 años), muy distantes de la participación laboral de las mujeres de su edad; más distantes aún las tasas de empleo de varones y mujeres en el grupo de 55-59 años. La crisis de empleo ha sido mucho más dura para los grupos en fase de inserción (laboral 25-29 años), más aun para los varones que para las mujeres, y de manera muy especial para los varones jóvenes de Grecia y España, que han perdido en torno a 25 puntos en sus tasas de empleo. El menor impacto de la crisis en el empleo de las mujeres jóvenes ha hecho que en 2012 las tasas de empleo de uno y otro género sean ya similares en España y Portugal, más cercanas en Italia, y todavía muy distanciadas en Grecia. La caída de la participación laboral ha sido también muy fuerte en las edades centrales de la vida laboral (40-44 años), y especialmente lo ha sido entre los varones en España y en Grecia, donde han perdido, respectivamente, 15 y 12 puntos de empleo. En estos dos países, por tanto, la crisis ha dañado seriamente las posiciones laborales del tradicional “ganapán” mediterráneo. Incluso los varones en edades más avanzadas, cercana a la jubilación (55-59 años), han perdido mucho empleo, con la excepción de los italianos que han mejorado la bajísima tasa de empleo de antes de la crisis. Tan sólo las mujeres mayores han mantenido (en Grecia y Portugal) o mejorado (en España e Italia), a pesar de la crisis y durante la misma, sus niveles de empleo. Aunque la crisis está teniendo un fuerte sesgo juvenil, la intensidad de ese efecto ha sido muy desigual en función del nivel educativo. Para verlo, se toman tres grupos de jóvenes, un o para cada nivel educativo, en aquella cohorte de edad en la que ha trascurrido ya un tiempo suficiente de inserción laboral tras su habitual salida del sistema educativo (Gráfico 4): 20-24 años para quienes sólo han logrado el nivel de estudios obligatorio (Isced97 0-2); 25-29 para los de nivel secundario post-obligatorio (Isced97 3-4); y 30-35 para los de nivel terciario (Isced97 5-6). Estos datos muestran con nitidez el enorme daño que la crisis ha producido en la ocupación de los jóvenes de menor nivel de cualificación en los cuatro países. Entre los jóvenes de 20-24 años que no superan la educación secundaria obligatoria sólo estaban ocupados en 2012 alrededor 4 1 de cada 3 en Grecia, España e Italia, y 1 de cada 2 en Italia; en España este grupo ha rebajado su tasa de empleo casi a la mitad de la que tenía en 2005. Pero también han perdido mucha participación los jóvenes con niveles educativos medios (con la única excepción de Portugal), y en bastante menor medida los de estudios superiores, que en todos los países mantienen en 2012 tasas de empleo superiores al 70 por ciento en la cohorte de edad de 30-34 años. Esas pérdidas de empleo han hecho que los cuatro países alcancen tasas de paro de dos dígitos. Los tres países con la crisis de empleo más intensa (Grecia, España y Portugal) tenían ya tasas de paro comparadas altas (en torno al 8% en 2007); tras la crisis, los dos primeros las han triplicado, Portugal la ha doblado e Italia la ha incrementado en más de cuatro puntos. A pesar de se cuantioso aumento del desempleo, el peso relativo del paro de larga duración (al menos 12 meses) apenas ha variado en tres de los países (Grecia, Italia y Portugal), donde ya afectaba a la mitad de los parados antes de la crisis (Gráfico 5). Este tipo de paro ha evolucionado de una manera muy diferente en España; partiendo de un nivel muy bajo de desempleo de largo duración antes de la crisis, la fase más reciente de la crisis lo ha disparado hasta cerca de la mitad del total de los desempleados. Esas diferencias en paro de larga duración tienen que ver con otro rasgo importante: los niveles de movilidad entre las situaciones de empleo y desempleo (Gráfico 6). Una mayor movilidad en ambas direcciones significa, por un lado, más ocasiones de paro pero menos riesgos de que este sea de larga duración; pero, por otro lado, significa que las rentas laborales son más volátiles. En este rasgo España se desvía claramente de los otros países, al menos de Italia y Grecia, al tener niveles más altos de movilidad de este tipo. En la época de crecimiento, España tenía una movilidad de entrada y salida en el empleo singularmente alta; ambas flujos eran de los más altos de la UE. Con la crisis, los flujos del empleo al paro se doblaron y los del paro al empleo se redujeron sensiblemente, pero aún se mantienes en niveles moderados. La mitad de los parados españoles de 2006 estaban ocupados en 2007; entre 2010 y 2011 ese flujo era sólo del 30 por ciento. Italia y Grecia, en comparación, han tenido mercados de trabajo con mucha menos rotación de entrada y salida en el empleo; con la crisis, Italia apenas ha variados sus pautas de movilidad, y Grecia ha descendido a los niveles más bajos de la UE de transiciones hacia el empleo y ha triplicado las transiciones hacia el desempleo, que partían de un nivel muy bajo antes de la crisis. 5 Un último rasgo para caracterizar la crisis de empleo en estos países: estos países difieren fuertemente en la configuración y el impacto de la protección por desempleo, algo con evidentes efectos sobre el riesgo de pobreza (Gráfico 7). España y Portugal comparten un sistema de protección por desempleo con niveles moderados de cobertura con seguros de desempleo y otros subsidios: entre el 40 y 50 por ciento en los parados de corta (STU) y de larga duración (LTU) y del 25 por ciento cuando si el paro es muy larga duración (VLTU). Grecia, tiene un nivel también moderado, aunque más bajo de cobertura del STU, pero muy bajo del LTU y mínimo del VLTU. Italia está en el extremo europeo de los países con el nivel más bajo de cobertura en cualquiera de las duraciones del paro. También difieren en el otro componente de la protección por desempleo: la intensidad de la cobertura, que se suele medir con las tasas netas de reposición (NRRs) del salario. Este indicador es el porcentaje medio de salario que se repone en forma de prestaciones por desempleo y otras prestaciones de asistencia social después de impuestos. El indicador es un promedio para diferentes tipos de hogares, niveles de salario y duraciones del desempleo. Este indicador muestra de manera mucho más clara las dos variantes de protección por desempleo en estos países. Por un lado España y Portugal, con niveles medios de reposición del salario, entre el 50 (España) y el 60 por ciento (Portugal), niveles que, además, no se han reducido durante la crisis. Por otro lado, Grecia e Italia, con niveles mucho más bajos de reposición, que no superan el 25 por ciento en Grecia y el 10 por ciento en Italia, donde incluso han descendido ligeramente durante la crisis. En resumen, estos países habían conseguido mitigar (Italia en menor medida), al final del ciclo de crecimiento, el problema más característico de su modelo de capitalismo de bienestar: el bajo nivel de empleo de jóvenes y mujeres. También siguen compartiendo el rasgo de un menor peso del empleo a tiempo parcial, y por tanto, de esa variante de empleo atípico o flexible. La crisis de empleo ha sido de muy desigual intensidad para ellos, pero también comparten algunos de sus rasgos: el más notable, el sesgo de la crisis contra el empleo juvenil, que deja situaciones de desocupación crónica en casi dos tercios de los jóvenes de baja cualificación; así como el diferencial en el impacto de la crisis sobre los inmigrantes, en su mayoría jóvenes y de reciente llegada. Pero los rasgos que no comparten son también relevantes. Uno de importancia es el grado en que la crisis ha afectado a los varones en el centro de sus vidas laborales, algo en lo que España y Grecia sobresalen, lo que obliga observar especialmente el 6 impacto sobre la pobreza de los hogares formados por adultos en esas edades centrales. Otro de los rasgos más importantes es el grado de flexibilidad externa, que se refleja en la extensión de la contratación temporal y la magnitud de los flujos de entrada y salida del empleo. España es un muy singular en este rasgo, con niveles extraordinariamente altos de rotación entre empleo y desempleo. Por esas diferencias en flexibilidad externa, también España se aparta del conjunto en otro rasgo, una proporción mucho menor de LTU; aunque a medida que la crisis se prolonga esas diferencias se aminoran. De todos modos, el rasgo que los diferencia con mayores efectos sobre el riesgo de pobreza es la generosidad del sistema de protección por desempleo. La extensión de la cobertura y, mucho más aún, su intensidad en tasas de reposición proporcionan dos variantes muy desiguales: Portugal y España, con niveles de generosidad bastante superiores, en cobertura e intensidad, a los de Grecia e Italia. 2. Pobreza y distribución de la renta La intensidad y los perfiles de la crisis de empleo en estos países apenas reflejan sus efectos en los indicadores sintéticos de riesgo de pobreza y desigualdad de rentas (Gráficos 8a y 14). Estos países compartían niveles altos de riesgo de pobreza y siguen compartiéndolos, como siguen compartiendo niveles medios de desigualdad de rentas. Sin embargo, la evolución reciente de esos indicadores difiere en grados ligeros pero reseñables. España y Grecia han seguido trayectorias en las que pobreza y desigualdad siguen direcciones contrarias a las del ciclo económico: las reducen durante el crecimiento y las aumentan con la crisis. Italia y Portugal siguen trayectorias mucho menos paralelas al ciclo económico: Portugal en una tendencia de descenso de pobreza y desigualdad que se prolonga desde 2005 hasta 2010, aunque parece cambiar de signo en 2011; Italia, por su parte, muestra un línea similar a Portugal en el coeficiente de Gini y más paralela al ciclo económico en el riesgo de pobreza. La evolución del umbral de pobreza indica el nivel en que las rentas medias de quienes están por debajo de ese umbral han mejorado o empeorado en términos absolutos. En conjunto, quienes han estado en riesgo de pobreza han sufrido pérdidas absolutas de renta al segundo o tercer año de la crisis1 y con una intensidad desigual en cada país (Gráfico 9). En Italia y Portugal, sus respectivos umbrales de pobreza venían aumentando ligeramente y sólo en 2011 se advierte un cambio de tendencia, que supone un ligero descenso en Portugal y todavía un muy ligero aumento en Italia. Grecia y 1 Hay que tener en cuenta, además, el hecho de que los datos de renta en EU-SILC se refieran al año anterior, por lo que EU-SILC 2011 ofrece datos de renta de 2010. 7 España han visto umbrales de pobreza que subían a buen ritmo pero que la crisis ha hecho descender con mayor intensidad: entre 2005 y 2010, el umbral de pobreza para los hogares de dos adultos y dos niños aumentó un 27 por ciento en Grecia, pero descendió en un 8,2 por ciento sólo en un año, en 2011 respecto a 2010; en España, tuvo un aumento del 25,5 por ciento hasta 2009 y luego acumuló un descenso de un 5,9 por ciento hasta 2011. No se muestran aquí, pero ese comportamiento del umbral de pobreza es muy similar para otros tipos de hogares, por ejemplo para los hogares de una sola persona. La tasa de riesgo de pobreza con un umbral fijo al comienzo de la crisis proporciona otra referencia útil (Gráfico 10). Este indicador confirma que el aumento del riesgo de pobreza ha sido mucho más alto en España y Grecia. Manteniendo el umbral de pobreza de 2008, la tasa alcanzaría a uno de cada cuatro personas en estos dos países y habría aumentado en 6 puntos en cada uno de ellos; un aumento que en España ha sido continuo desde 2008 y en Grecia se ha registrado sólo en el último año. La similitud de las tasas de riesgo de pobreza en estos países es menor cuando se observa ese riesgo en función del estatus respecto a la actividad laboral (Gráficos 8b, c y d)). Se podría decir que la fase de crisis les ha hecho mucho más similares de lo que eran en su capacidad proteger los riesgos de pobreza de las diferentes situaciones de actividad. Antes de la crisis, las diferencias en ese rasgo entre Italia y los otros tres países eran mucho más marcadas de lo que son actualmente. Italia respondía, y sigue respondiendo, a un patrón de una mayor capacidad para proteger del riesgo de pobreza, especialmente de los jubilados y también de los ocupados, frente a una capacidad mucho menor de evitar ese riesgo entre los parados. Los otros tres países eran muy similares en sus respectivos riesgos de pobreza para cada uno de esos grupos; bajo entre los parados y alto entre ocupados y jubilados. Durante la crisis, ese patrón no se ha modificado sustancialmente, pero sí se han observado tendencias que han acercado las tasas de riesgo de pobreza de los tres grupos. Las tendencias mas marcadas en esa dirección han sido el aumento del riesgo de pobreza de los parados en los cuatro países, a un ritmo mucho mayor en los tres en los que era más bajo (Grecia, España, y Portugal), junto a la bajada del riesgo de pobreza de los jubilados, también en todos los países, pero particularmente intensa en España. Sin embargo, cuando se mira el riesgo de pobreza con los indicadores que atienden a sus aspectos más preocupantes, la persistencia y privación material severa, el 8 panorama relativo de estos países es muy diferente. Estos indicadores se toman para los hogares con niños, para centrarse en las situaciones en que estos riesgos de pobreza tendrían consecuencias potencialmente más negativas por la presencia de menores dependientes (Gráficos 11 y 12). En España, a pesar de la intensidad de su crisis de empleo y del notable deterioro de las rentas bajo el umbral de pobreza, apenas han empeorado sus bajos niveles de pobreza persistente y de privación material severa. En Grecia, sin embargo, la pobreza persistente aumentaba de manera muy constante desde 2007 hasta alcanzar a uno de cada cinco hogares con niños en 2011; en ese tiempo, también se incrementaba de manera muy notable la privación material severa en ese país. En Portugal se disparaba también la pobreza persistente en 2010 y 2011, aunque lograba mantener su nivel, habitualmente alto, de privación material. En Italia, se ha interrumpido en 2011 su tendencia a reducir la pobreza persistente, que era alta, y en ese año la privación material severa ha saltado hasta afectar a más de uno de cada diez hogares con niños. El débil efecto reductor del riesgo de pobreza por el efecto de las transferencias sociales era una de las características propias del sistema de protección social de estos países, particularmente cuando se excluyen las pensiones; es decir, tomando en cuenta solo las transferencias dirigidas principalmente a individuos y hogares potencialmente activos. Ese efecto de protección frente al riesgo de pobreza es una de las funciones básicas del sistema de protección social. Y cómo responden en situaciones de crisis es la principal prueba de su eficacia. En ese sentido, se comprueba que la capacidad de reducir el riesgo de pobreza con las transferencias sociales, partiendo de niveles comparados bajos, se ha hecho mucho más desigual en estos países, más desigual aún cuando se trata del riesgo de pobreza más severa (Gráfico 13). Ese efecto reductor era muy bajo en Grecia e Italia y sigue siendo muy similar durante la crisis: no alcanzaba el 20 por ciento de reducción para un umbral de pobreza del 60 por ciento de la mediana de la renta disponible equivalente y superaba ligeramente el 25 por ciento para la pobreza más severa (umbral del 40 por ciento); en 2011 los porcentajes de reducción de ambos niveles de pobreza apenas han variado en ambos países. Sin embargo, Portugal y España, que reducían ese riesgo en una proporción algo superior antes de la crisis, lo rebajaban en una proporción mayor en 2011, especialmente para el riesgo de pobreza severa (umbral del 40 por ciento), que se rebajaba en algo más del 40 por ciento en España y del 50 por ciento en Portugal. 9 Como ocurría con el indicador sintético de pobreza, la evolución del coeficiente de Gini evidencia que estos países se han hecho algo más similares en distribución de la renta. Se ve la diferente evolución de ese coeficiente en Portugal y España, que eran los países, respectivamente, con el nivel más alto y el más bajo de desigualdad de la renta (Gráfico 16). En España esa desigualdad venia creciendo desde 2009 y en Portugal venía descendiendo desde antes de la crisis, un descenso que sólo en 2011 se ha detenido. Resulta interesante observar como esas pequeñas variaciones en el coeficiente de Gini tienen detrás cambios importantes en las diferentes zonas de la distribución de la renta (Gráfico 15). España era el país que tenía una distribución de la renta menos desigual antes de la crisis (2007): las personas de más renta (quinto quintil) recibían una fracción menor de renta; las de la zona media (tercer quintil) tomaban una mayor fracción; y las de la zona baja (primer quintil) recibían una parte equivalente a los de los otros tres países. Siendo así antes de crisis, España es el único país que muestra un aumento significativo en la desigualdad de la renta durante la crisis. Y lo hace con un patrón claro de mayor desigualdad entre la cabeza y la cola de la distribución, ya que ha visto reducirse en casi dos puntos la participación relativa de la renta en el quintil de más renta, mientras que los del quintil del medio conservaba una misma porción de la renta y los del quintil más alto mejoraban en 1,6 puntos entre 2008 y 2011. En Portugal la distribución de la renta ha seguido la dirección contraría: el quintil de más renta había perdido en 2010 casi 3 puntos en su parte de la renta, al tiempo que las personas en las posiciones medias y bajas ambas mejoraban su trozo alrededor de un punto porcentual. El último dato anual disponible, el de 2011, parece cambiar ese comportamiento, los cambios afectan a rentas medias y altas, sin que por el momento se aprecie que sea a costa de una reducción significativa de las rentas. En Grecia y en Italia, la participación de cada uno de estos tres niveles de renta se ha mantenido muy estable. En ambos las rentas más bajas han perdido no más de un punto, una pérdida que sólo se ha observado entre 2010 y 2011. En parte, la evolución tan extrema de la desigualdad de rentas en España es debida a que, a diferencia de lo que ocurría respecto al riesgo de pobreza, es el país de los cuatro con menor efecto redistributivo del conjunto de transferencias e impuestos (excluidas las pensiones). Al menos eso es así para la desigualdad de rentas entre los extremos, el primer y el quinto quintil, de hecho uno de los más bajos de la UE (Gráfico 15). De todos modos, el efecto redistributivo de España no se aleja tanto del de los otros 10 países como para explicar un resultado tan diferente en la evolución reciente de la desigualdad de la renta. Es más que probable que ese rasgo tan diferencial de España se explique porque la intensidad de la crisis ha deteriorado mucho más lo posición de quienes tenían las rentas primarias más bajas, los que quienes tenían y han perdido los empleos de bajo salario. En suma, a pesar de la poca variación de los indicadores sintéticos de pobreza y desigualdad de rentas durante la crisis, los cambios en ambas dimensiones han sido importantes. En cuanto al riesgo de pobreza, algunos cambios han ido en una dirección bastante similar en los cuatro países: por una parte, los aumentos de pobreza observados no suponían una caída cuantiosa de los umbrales de pobreza, que sólo han comenzado a descender suavemente al segundo o tercer año de la crisis; por otra parte, hasta bien entrada la crisis (2010), los cuatro países han mantenido tendencias, que se prolongaban desde la fase de crecimiento, hacia ligeros aumentos de la pobreza de ocupados, caídas fuertes de la pobreza de jubilados y subidas moderadas de la pobreza de parados. Otros cambios en el riesgo de pobreza han ido por caminos muy diferentes. El primero de ellos, que el aumento del riesgo de pobreza es paralelo a la intensidad de la crisis de empleo, por lo que es sensiblemente superior en Grecia y en España: la evolución de la tasa de riesgo, tanto a umbrales variables como fijos, y de los umbrales de pobreza lo evidencian. El segundo, y muy relevante, es la desigual capacidad de cada país para reducir la pobreza a través de transferencias sociales, claramente superior en España y Portugal. Una capacidad que la crisis no había deteriorado y que hay que atribuir fundamentalmente a sus sistemas de protección por desempleo. El tercero es más exclusivo de España, y consiste en que este país había logrado evitar hasta 2011 que la crisis elevara la pobreza persistente y la privación material severa, dos de los aspectos más perjudiciales del riesgo de pobreza. En cuanto a la desigualdad de rentas, resulta muy claro que Grecia e Italia han tenido la evolución más estable dentro de niveles medios de desigualdad. España y Portugal partían de situaciones muy dispares, un nivel alto en Portugal y medio-bajo en España, y han seguido también tendencias dispares: España hacia una mayor polarización de la distribución, Portugal hacia una mejora relativa de las rentas medias y bajas. Es una evolución atribuible principalmente al comportamiento de las rentas primarías, ya que los cuatro países comparten efectos redistributivos bajos. 11 3. Una Gran Recesión pero diversas experiencias nacionales Los países del Sur de Europa han compartido la Gran Recesión con una contracción similar de su actividad económica, pero el impacto de esa recesión sobre el empleo ha sido muy desigual. También han sido desiguales las consecuencias sobre la pobreza y la desigualdad de rentas; en un doble sentido, diferentes en intensidad y no siempre en la misma dirección en términos de desigualdad. Esa variedad depende no sólo de la intensidad de la crisis de empleo sino de otros factores. En primer lugar, sin duda, de la propia composición de los afectados por la crisis y como les dañan a ellos y a otros grupos las potenciales pérdidas de renta. En segundo lugar, qué dimensiones de la pobreza o la desigualdad de rentas se tomen en cuenta. Y en tercer lugar, y de manera crucial, cómo las especificidades del sistema nacional de beneficios sociales e impuestos interacciona con esos perfiles de pérdidas de empleo y rentas; incluyendo en este factor el impacto de las medidas de austeridad presentes en todos estos países. Recurriendo a los resultados de los trabajos que han explorado esos efectos en estudios comparados (Jenkins et al. 2012; Callan et al. 2011; Avram et al. 2012) o en estudios específicos para cada país (para España, Laparra y Pérez Eransus 2012, Fundación Alternativas 2013, Ayala 2013; para Grecia, Matsaganis y Leventi 2013), y poniéndolos en relación con los perfiles de la crisis que se han recogido en este trabajo, se intenta ahora ofrecer una imagen, todavía tentativa, de la singularidad de la experiencia de España y Grecia, los dos países con la crisis de empleo de mayor magnitud. España es el país de este grupo en el que la crisis de empleo ha sido más profunda, ha afectado muy intensamente a los ocupados más jóvenes, pero también a ocupados de edades medias. El aumento de la desocupación de los menos cualificados también figura en el escalón más alto. Es el país en el que más ha aumentado las tres dimensiones observadas de desigualdad: el riesgo de pobreza, más aún el que resulta de usar umbrales fijos, el coeficiente de Gini y la desigualdad entre los extremos de la distribución (quintiles 80 y 20). Aún con ello, España presenta dos rasgos que indican impactos más suaves de la crisis: por un lado, el riesgo de pobreza de los parados sigue siendo comparativamente bajo; por otro lado, la pobreza persistente y la privación material severa eran bajas y apenas se han deteriorado. Esos perfiles de España se podrían explicar, muy probablemente, por los siguientes factores. En primer lugar, la concentración de la pérdida de empleo entre los menos cualificados ha dañado en mayor medida las rentas laborales en la cola de la 12 distribución. En segundo lugar, la pérdida de renta en esa zona no se traduce en grandes saltos en la pobreza de parados o en la pobreza persistente, como en Grecia o Italia, por dos razones: la alta rotación en el mercado de trabajo español, que ha reducido el peso del paro de larga duración, y la generosidad relativa de la protección por desempleo con el paro de larga duración. Ese aspecto es consistente con otro hecho observado: que el sistema de transferencias sociales (excluyendo pensiones) ha mantenido durante la crisis un moderado efecto reductor de la pobreza, incluso para el riesgo de pobreza más profunda (umbral del 40%). El mantenimiento de ese efecto reductor del riesgo de pobreza, puede tener que ver con un tercer factor, las medidas de consolidación fiscal implementadas durante la crisis, que, con las simulaciones disponibles (Avram et al. 2012), indican un efecto neto de carácter progresivo en España, con los grupos más ricos contribuyendo con mermas relativas mayores de renta. Un efecto que tiene que ver en el caso español con el carácter fuertemente progresivo de tres de los componentes de la consolidación fiscal: dos de ellos con un efecto redistributivo fuerte, los cambios en impuestos de la renta y en contribuciones sociales, y los recortes en los salarios del sector público; otro, con un efecto progresivo más débil, los cambios en los beneficios sociales que no son pensiones, que en el caso español son básicamente, subsidios no contributivos por desempleo. Por el contrario, los recortes en las pensiones y los cambios en el IVA han tenido un efecto claramente regresivo sobre la distribución de la renta. En el caso de Grecia, la crisis de empleo ha sido de intensidad y perfiles muy similares a los de España. Pero en Grecia hay un rasgo específico con consecuencias distributivas: la caída del empleo ha afectado en una proporción mayor que en España a personas de edades medias y altas, así como a ocupados de niveles educativos medios y altos, por lo que las pérdidas de renta laboral ha debido repartirse más por todos los niveles de renta. Aunque los indicadores sintéticos de pobreza y desigualdad no muestran grandes variaciones, los riesgos de pobreza de los parados, de pobreza persistente y de privación material se han hecho singularmente altos. Esos perfiles específicos de Grecia podrían relacionarse con los siguientes factores. En primer lugar, algunos perfiles más preocupantes de la desigualdad (la pobreza de parados y la pobreza persistente) tendrían que ver con un sistema de beneficios sociales (principalmente de protección del desempleo de media y larga duración) que tiene un impacto muy débil en la reducción de la pobreza, un impacto que apenas ha variado durante la crisis. La estabilidad de los indicadores de desigualdad 13 vendría explicada tanto por otros dos factores. Por un lado, la pérdida de rentas laborales en todas las zonas de la distribución. Por otro lado, por el efecto conjunto de las medidas de austeridad, ya que en este país las que afectan a impuestos y a recortes de salarios en el sector público tienen un fuerte impacto progresivo, y también han sido progresivas, aunque con menor impacto, las medidas sobre pensiones. Ese efecto progresivo ha sido compensado sólo débilmente por el impacto regresivo de IVA y de otros beneficios sociales (no pensiones). El caso de Portugal, la crisis de empleo ha sido de considerable magnitud, pero el país ha podido mantener todavía tasas de empleo habitualmente altas. Ese resultado es debido, fundamentalmente, a que las mujeres apenas han visto mermado su nivel de empleo durante la crisis. Es entre los varones jóvenes y de edades medias donde se ha concentrado la pérdida de empleo; también entre los menos cualificados. Aunque todos los grupos de edad y de nivel educativo mantienen niveles de empleo más altos que los de España, Grecia e Italia. Todo esto significa que se ha mantenido baja la proporción de hogares portugueses con poca intensidad laboral. Aunque Portugal tenía, y sigue teniendo, una proporción muy alta de paro de larga duración, la combinación de esa mayor participación laboral de los hogares y la generosidad de su sistema de protección por desempleo de larga duración le han permitido conservar un buen efecto redistributivo de sus transferencias sociales. Por ello, no se ha elevado el riesgo de pobreza, ni siquiera el de los parados. Incluso se ha reducido la desigualdad de rentas, y quintil más alto es el ha sufrido la mayor pérdida relativa de renta. En buena parte eso se explica, también, porque en Portugal los ajustes, que han afectado intensamente al conjunto de las rentas, contenían dos medidas de ajustes con marcados efectos progresivos, las que han afectado a las pensiones y los recortes en las ganancias de los empleados públicos. Italia, finalmente, es un caso en el que los cambios han sido más moderados, tanto en pérdida de empleo como en efectos sobre la desigualdad. La pérdida de empleo se ha concentrado en las edades más jóvenes y, al mantenerse niveles altos de empleo entre los adultos de edades medias y altas, eso ha permitido conservar el nivel y la distribución de las rentas laborales del periodo anterior. Sus niveles de pobreza y de desigualdad han permanecido muy estables en casi todos los indicadores, a excepción de la pobreza de parados, que se ha elevado sobre un punto ya alto antes de la crisis. La debilidad protectora de las prestaciones por desempleo explica eso, y muy probablemente también, el salto reciente en la privación material severa. En el caso 14 italiano, además, las medidas de ajuste han tenido un efecto bastante plano: son los cambios en impuestos sobre la renta los de más impacto, pero han causado una pérdida muy similar de rentas en todas las zonas de la escala. Los cambios en pensiones y en salarios del sector público, con un impacto más progresivo, han compensado ese efecto plano de los impuestos, que por sí solo hubiera deteriorado más a los hogares de menos renta y, consiguientemente, habría elevado el riesgo de pobreza. Referencias AVRAM S., FIGARI F., LEVENTI C., LEVY H., NAVICKE J., MATSAGANIS M., MILITARU E., PAULUS A., RASTRIGINA O. y SUTHERLAND H. 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EUROPEAN COMISSION (2012), Employment and Social Developments in Europe 2011, Oficina de Publicaciones de las Comunidades Europea, Luxemburgo. FERRERA, M. (ed.) (2005), Welfare State Reform in Southern Europe. Fighting Poverty and Social Exclusion in Italy, Spain, Portugal and Greece. London: Routledge. FERRERA, M. (2010), The South European Countries, in F.G. Castles et al, eds., The Oxford Handbook of the Welfare State. Oxford: Oxford University Press, 616-629. FRASER, N.; GUTIÉRREZ, R., y PEÑA-CASAS, R. (eds.) (2011), Working Poverty in Europe: A Comparative Approach, Palgrave Macmillan, Bakingstoke. FUNDACIÓN ALTERNATIVAS (2013), Primer Informe sobre la Desigualdad en España 2013. Fundación Alternativas ( 15 JENKINS, S.; BRANDOLINI, A.; MICKLEWRIGHT, J., y NOLAN, B. (eds.) (2012), The Great Recession and the Distribution of Household Income, Oxford University Press. LAPARRA, M. y PEREZ-ERANSUS, B. coords. (2012), Crisis y fractura social en Europa. Causas y efectos en España. 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Población 20-64 years, 1995-2012 80 78 76 74 72 70 Euro area-17 68 66 Greece 64 Spain 62 60 Italy 58 Portugal 56 54 52 19 95 19 96 19 97 19 98 19 99 20 00 20 01 20 02 20 03 20 04 20 05 20 06 20 07 20 08 20 09 20 10 20 11 20 12 50 1b. Según nacionalidad, 2007-2012 (25-49 años) 80 75 70 Euro area-(17 Greece 65 Spain Italy Portugal 60 55 50 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 Source: EUROSTAT, EU-LFS 17 Gráfico 2. Porcentaje de empleo temporal, 2005-2012 40 35 30 Euro area-17 25 Greece 20 Spain Italy 15 Portugal 10 5 0 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 Source: EUROSTAT, EU-LFS Gráfico 3. Porcentaje de empleo a tiempo parcial, 2005-2012 25 20 Euro area-17 15 Greece Spain Italy 10 Portugal 5 0 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 Source: EUROSTAT, EU-LFS 18 Tabla1. Tasas de empleo por edad y sexo, 2007-2012 Males Females 25-29 years Males 25-29 years 40-44 years 2007 2012 2007 2012 2007 2012 Euro area-17 81,1 73,7 68,7 65,9 90,2 85,9 Greece 81,3 57,7 62,6 49,0 93,3 81,0 Spain 83,7 59,4 72,0 58,4 89,4 74,5 Italy 73,4 64,7 55,1 49,9 91,3 86,3 Portugal 82,1 71,7 72,3 70,3 89,9 80,7 Females Males Females 40 to 44 years 55 to 59 years 55 to 59 years 2007 2012 2007 2012 2007 2012 72,9 72,7 67,3 72,2 47,6 57,2 65,1 57,9 73,5 62,3 33,6 34,8 65,7 61,9 72,8 64,9 38,1 45,3 61,5 61,8 59,0 69,7 33,8 46,3 77,6 75,7 66,0 61,6 52,5 52,2 Source: EUROSTAT, EU-LFS Gráfico 4. Tasas de empleo de jóvenes por dad y nivel educativo, 2007-2012 95 90 85 80 75 70 65 60 55 50 45 40 35 30 25 2007 2012 2007 20-24 years-Primary and lower secondary (levels 0-2) 2012 2007 2012 25-29 years-Upper secondary and 30-34 years-First and second stage of post-secondary education (levels 3 and tertiary (levels 5 and 6) Greece Spain Italy Portugal Source: EUROSTAT, EU-LFS Gráfico 5. Paro de larga duración, 2005-2007 (% del paro total) 70 65 60 55 Euro area-17 50 Greece 45 Spain 40 Italy 35 Portugal 30 25 20 15 10 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 Source: EUROSTAT, EU-LFS 19 Gráfico 6. Transiciones entre paro y empleo (15-74años) 6a. Entre 2006 y 2007 6b. Entre 2010 y 2011 Source: EUROSTAT, EU-LFS (European Comission 2012, p. 111). 20 Gráfico 7. Protección por desempleo en la UE 7a. Tasas de cobertura con beneficios contributivos y no contributivos, 2010 Source: DG EMPL calculations based on data from Eurostat, LFS (European Comission 2012, p. 93) . 7b. Tasas netas de reposición, 2007 y 2010 Source: OECD, Tax-benefit model (European commission 2012, p. 91) 21 Gráfico 8. Tasas de riesgo de pobreza, 2005-2011 (60% de la mediana de la renta equivalente) 8a. Población total 24 23 22 21 20 Euro area 17 19 Greece 18 Spain 17 Italy Portugal 16 15 14 13 12 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 8b. Ocupados 15 14 13 12 Euro area-17 11 Greece 10 Spain 9 Italy 8 Portugal 7 6 5 4 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 8c. Parados 50 45 Euro area-17 40 Greece Spain Italy 35 Portugal 30 25 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 22 8d. Jubilados 20 19 18 17 16 15 14 13 12 11 10 9 8 7 6 5 Euro area-17 Greece Spain Italy Portugal 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 Source: EUROSTAT, EU-SILC Gráfico 9. Umbral de riesgo de pobreza (euros), 2005-2011 25.000 23.000 21.000 19.000 17.000 Greece Spain 15.000 Italy Portugal 13.000 11.000 9.000 7.000 5.000 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 Source: EUROSTAT, EU-SILC Gráfico 10. Tasa de riesgo de pobreza con umbral fijo en 2008, 2008-2011 27 26 25 24 23 22 21 Euro area-17 20 Greece 19 Spain 18 Italy 17 Portugal 16 15 14 13 12 11 10 2008 2009 2010 2011 Sour ce: EUROSTAT, EU-SILC 23 Gráfico 11. Tasa de riesgo de pobreza persistente* (hogares con niños), 2005-2011 22 21 20 19 18 17 16 15 14 13 12 11 10 9 8 7 6 5 Euro area-17 Greece Spain Italy Portugal 2007 2008 2009 2010 2011 * En riesgo de pobreza el año de referencia y al menos otros dos años de los tres anteriores. Source: EUROSTAT, EU-SILC Gráfico 12. Tasa de privación material severa* rate (hogares con niños), 2005-2011 17 16 15 14 13 12 11 10 9 8 7 6 5 4 3 2 1 0 Euro area-17 Greece Spain Italy Portugal 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 * Incapacidad o carencia en al menso cuatro items de privación de un total de nueve. Source: EUROSTAT, EU-SILC 24 Gráfico 13. Porcentaje de reducción de la tasa de riesgo de pobreza después de transferencias sociales (excluidas pensiones), 2007 y 2011 70 60 50 40 30 20 10 0 2007 2011 2.007 Risk of poverty threshold 60% 2.011 Risk of poverty threshold 40% Euro area-17 Greece Spain Italy Portugal Source: EUROSTAT, EU-SILC Gráfico 14. Coeficiente de Gini,, 2005-2011 (escala from 0 to 100) 40 39 38 37 36 35 Euro area-17 34 Greece 33 Spain 32 Italy 31 Portugal 30 29 28 27 26 25 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 Source: EUROSTAT, EU-SILC 25 Gráfico 15. Porcentaje de participación en el total de renta, 2007-2011 15a. Primer quintil 10,0 9,5 9,0 8,5 Euro area-17 8,0 Greece Spain 7,5 Italy 7,0 Portugal 6,5 6,0 5,5 5,0 2007 2008 2009 2010 2011 15b. Tercer quintil 20,0 19,5 19,0 18,5 Euro are-17 18,0 Greece Spain 17,5 Italy 17,0 Portugal 16,5 16,0 15,5 15,0 2007 2008 2009 2010 2011 15c. Quinto quintil 45 45 44 44 43 43 42 42 41 41 40 40 39 39 38 38 37 37 36 36 35 Euro area-17 Greece Spain Italy Portugal 2007 2008 2009 2010 2011 Source: EUROSTAT, EU-SILC 26 Gráfico 16. Desigualdad de las rentas primarias (percentil90/10)y porcentaje de reducción de la pobreza por impuestos y transferencias sociales (pensiones excluidas) Source: Calculations based on EU-SILC 2009 (European Comission 2011, p. 86) Note: a) R2=0.12 27