¿CAMBIO DE SISTEMA?: __________

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¿CAMBIO DE SISTEMA?:
UN INTENTO DE ESCLARECER UN POCO UNA CUESTIÓN CONFUSA
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Ramón Nemesio (Univ. Valencia, Dept. Sociología y Antropolg. Social)
C/ José de Calasanz 26
46008 Valencia
[email protected]
Tl. 963856386, 610332656
RESUMEN (versión abreviada del presentado en su día):
Idea básica
Se habla mucho de un cambio de sistema socioeconómico, pero no hay mucha
claridad sobre posibles alternativas, su viabilidad etc. Aquí se intenta esclarecer algunos
puntos.
Esquema de razonamiento
* Objetivo: Construir un tipo ideal de sistema socioeconómico en el que haya
“democracia plena” (tipo ideal en el sentido weberiano, es decir, no como algo que se
pretenda convertir en realidad, sino como un punto de referencia).
* Punto de partida: La incompatibilidad de intereses entre los sujetos sociales es
omnipresente.
* Hilo del razonamiento (cada punto lleva al siguiente):
Incompatibilidad de intereses – Conflicto – Dominación - Democracia (“Democracia
plena” = dominación cero) - Tipo ideal de sistema socioeconómico
Conclusiones “prácticas”
1. Condición necesaria para la existencia y funcionamiento de un sistema con
democracia plena es una solidaridad perfecta en toda la sociedad (esto en el tipo
ideal; en la realidad, una democracia substancial requerirá una solidaridad
substancial en la sociedad).- Concepto de mecanismos democratizadores, cuyo
efecto democratizador puede ser mayor o menor (a veces muy modesto). Falacia de
hacer pasar un conjunto de mecanismos democratizadores (p.ej. los que definen la
“democracia parlamentaria”) por democracia plena.
2. Relevancia de los conflictos de intereses y las consecuentes relaciones de poder.
3. Una base muy importante de poder es la legitimación social. De ahí que las clases
dominantes, ejerzan constantemente una intensa y extensa propaganda legitimadora
que comete distintas falacias legitimadoras como “los intereses del país” (pretender
que lo que favorece solamente a algunos es “bueno” para todos), hacer pasar
cuestiones políticas por cuestiones técnicas etc.
PALABRAS CLAVE:
Sistema socio-económico, democracia, cambio social, conflicto, dominación.
ÍNDICE
1. Planteamiento de la cuestión ..................................................................................... 3
2. Hacia la construcción de un modelo de sistema democrático ................................. 4
2.1. Punto de partida: Intereses e incompatibilidad de intereses .................................. 4
2.2. De la incompatibilidad de intereses al conflicto ................................................... 6
2.2.1. Las posiciones de las partes en el conflicto................................................. 6
2.2.2. Determinantes de las posiciones de las partes ............................................. 7
2.3. Dominación y Legitimación ................................................................................ 10
2.3.1. Dominación ............................................................................................... 10
2.3.2. La legitimación como instrumento de dominación ................................... 10
2.3.3. Falacias legitimadoras ............................................................................... 12
2.4. Democracia.......................................................................................................... 12
2.4.1. Democracia y solidaridad .......................................................................... 12
2.4.2. ¿Hasta dónde puede llegar el grado de solidaridad en una sociedad? ....... 14
2.4.3. Mecanismos democratizadores ................................................................. 15
2.4.4. La falacia de hacer pasar mecanismos democratizadores por
«democracia» ............................................................................................ 15
2.5. Un modelo ideal de sistema socio-económico democrático ............................... 16
2.5.1. Las “maldades” del capitalismo y el mecanismo de mercado .................. 16
2.5.2. ¿Puede funcionar un sistema sin mecanismo de mercado? ....................... 17
2.5.3. Breves pinceladas de un sistema democrático sin mercado ...................... 18
3. Algunas reflexiones sobre “el paso” al nuevo sistema ........................................... 19
Bibliografía ................................................................................................................21
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1. PLANTEAMIENTO DE LA CUESTIÓN
Siempre en nuestra sociedad ha habido críticos que han reclamado un cambio de
sistema socio-económico. Pero en la situación actual, que viene gestándose desde hace
algunos años, y que provocó un síntoma tan significativo como el 15-M, la demanda de
“más democracia” se ha convertido casi en un clamor.
Consecuentemente surge una gran variedad de demandas y propuestas
procedentes de diversos sujetos, sectores o grupos de la sociedad. Algunos de los
cambios propuestos son de ámbito estrictamente político (mayor representatividad,
mayor control de los representantes etc.), pero cada vez se ve más claro que la cuestión
de la democracia también se refiere, y mucho, al ámbito económico: desigualdades en
los ingresos, paro, precariedad en el empleo etc. De ahí que se cuestione cada vez más
el sistema socio-económico.
Se habla mucho de “cambiar el sistema, pero esto se puede interpretar de dos
maneras: 1) Algunos proponen o desean cambios para mejorar el sistema, 2) y otros los
proponen o desean para cambiar de sistema.
En el presente análisis nos vamos a referir al cambio de sistema, que en nuestra
situación concreta significa suprimir el sistema capitalista e instaurar otro.
Queda sobreentendido que no se trata aquí de presentar ningún programa o plan
de acción político, sino de intentar analizar y esclarecer algunos puntos o problemas que
deberían tener claros quienes intentasen acometer alguna acción dirigida al cambio de
sistema.
Lo primero y más básico que hay que tener en cuenta es el objetivo o meta:
cómo ha de ser o qué condiciones debe cumplir el nuevo sistema económico-social.
Se trata de llegar a un sistema más democrático; pero ¿qué es “más
democracia”? ¿Qué criterio tenemos para distinguir entre una situación más democrática
y otra menos democrática? Para obtener este criterio vamos a desarrollar aquí un
concepto lógico de lo que sería democracia total (o plena). A continuación, y a partir de
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este concepto, construiremos una especie de modelo ideal de sistema socio-económico
en el que sea posible y natural la democracia plena.
Este “modelo ideal” está inspirado en los tipos ideales de Max Weber; pero es
más abstracto, menos detallado que, por ejemplo, el tipo ideal de burocracia. Igual
como sucede con los tipos ideales de Weber, nuestro modelo ideal ni se da en la
realidad ni se espera que llegue a darse, sino que constituye un punto de referencia para
un mejor análisis de la realidad, o también, en el caso de nuestro modelo, para orientar
eventuales acciones dirigidas a una mayor democracia.
El hilo del razonamiento que vamos a seguir, va a ser:
1) Punto de partida: incompatibilidad de intereses; se da en casi todas las relaciones
humanas.
2) Conflicto: la incompatibilidad de intereses suele llevar al conflicto.
3) Dominación: las situaciones de conflicto suelen llevar relaciones y estructuras de
dominación.
4) Democracia: conceptualización de democracia como no-dominación; a mayor
dominación, menor democracia; democracia plena = dominación cero.
5) Construcción del modelo ideal de sistema socio-económico democrático.
2. HACIA LA CONSTRUCCIÓN DE UN MODELO DE SISTEMA DEMOCRÁTICO
2.1. Punto de partida: Intereses e incompatibilidad de intereses
De la existencia de democracia, o del grado de la misma, depende el grado en
que muchos individuos puedan tener más o menos satisfacciones, vivir mejor o peor, es
decir, depende el grado en que puedan satisfacer sus intereses. Así pues, nuestro punto
de partida son los intereses humanos.
Los intereses vienen a ser las necesidades, o, si se quiere, el deseo de
satisfacerlas. Lo que sucede es que hay desde necesidades de supervivencia, como
respirar, comer o beber, pasando por necesidades que podríamos llamar de bienestar,
como gozar de comodidades, aire limpio, seguridad en el empleo etc., hasta necesidades
que ni siquiera denominamos así, sino aficiones o gustos, como ver un partido de fútbol
o dar un paseo. El término «intereses» puede referirse a cualquier tipo de necesidades.
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No habría problemas de dominación ni de democracia, ni siquiera tendrían
sentido estos conceptos, si no fuera porque en la realidad se dan muchísimas situaciones
de incompatibilidad de intereses.
La realidad es de tal manera que en multitud de ocasiones los intereses de
distintos individuos son incompatibles entre sí: Para que uno mejore en la satisfacción
de sus intereses, otro u otros han de empeorar. Por ejemplo, en el reparto de una
cantidad fija entre dos personas, un euro más para uno es, matemáticamente, un euro
menos para el otro; para que unos vivan en los lugares más bonitos y salubres de una
ciudad, otros han de vivir en sitios peores (puesto que no hay suficiente espacio para
que quepan todos en los lugares «buenos»); para que unos sean ricos (dispongan de
muchos bienes), otros habrán de ser pobres (disponer de pocos bienes); para que
algunos puedan vivir trabajando poco, otros habrán de trabajar mucho, etc. etc.
En toda situación de incompatibilidad de intereses habrá que hacer una cosa u
otra: repartir una cantidad fija en unas proporciones u otras, fijar los salarios en un nivel
u otro etc. etc., y según la acción que se tome se derivarán diferentes consecuencias
para distintos sujetos sociales. Por ejemplo:
Situación de incompatibilidad de intereses: División del trabajo en una nueva empresa.
Acciones alternativas: Dividir el trabajo del modo A, o del modo B, o del modo C…
Consecuencias: Si se elige por ejemplo la acción A, las consecuencias serán:
 Para una categoría de trabajadores: Tener que realizar una alta proporción de
tareas monótonas.
 Para otra categoría de trabajadores: Tener tareas ricas en contenido.
 Para la dirección: Un determinado grado de control sobre los trabajadores, un
determinado nivel de costes etc.
Si se toma una acción diferente, o sea, si la división del trabajo se hace de modo
diferente, las consecuencias serán diferentes para las distintas categorías; por
ejemplo: para algunos trabajadores, tareas menos monótonas; para la dirección,
menor control sobre los trabajadores, etc.
Se pueden imaginar muchos y muy diversos ejemplos de situaciones de
incompatibilidad de intereses: trazar una carretera por un lugar o por otro, poner unas
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condiciones de trabajo u otras, unas condiciones de empleo u otras etc. Las
consecuencias de de distintas acciones alternativas para los distintos sujetos son fáciles
de imaginar.
Podemos observar que algunas de las consecuencias mencionadas en estos
ejemplos son positivas (son valoradas positivamente por todos o algunos de los sujetos
sociales) y otras son negativas. También resulta obvio que las consecuencias de una
misma acción (rebajar las indemnizaciones por despido, por ejemplo) son diferentes
para las distintas personas o grupos involucrados (en este ejemplo las consecuencias
serán: menores costes para el empresario y mayor precariedad para los trabajadores).
Esto significa que, según la acción que se tome, unos pueden salir mejor librados
y otros peor. Ahora, si para que unos ganen tienen que perder otros, ¿qué pasa entonces?
¿Se imponen unos sobre otros?, ¿o se busca una solución equitativa?
2.2. De la incompatibilidad de intereses al conflicto
2.2.1. Las posiciones de las partes en el conflicto
Dada una situación de incompatibilidad de intereses, si para que ganen unos han
de perder otros, cabe suponer que cada parte querrá que se tome la acción más favorable
para ella, y consecuentemente en detrimento de la otra u otras partes; o sea, que habrá
conflicto. Pero esto no es necesariamente ni siempre así, según vemos a continuación.
Cada parte adoptará una posición que consistirá en su voluntad con respecto a
qué decisión tomar dada la situación de incompatibilidad de intereses: En una
negociación salarial, por ejemplo, la posición de los sindicatos puede ser un aumento
del 5% y la posición de la patronal un aumento del 2%.
Puede haber acuerdo entre todas las partes interesadas sobre la decisión a tomar,
o puede haber desacuerdo. Cuando hay desacuerdo decimos que hay conflicto. Si hay
acuerdo no habrá conflicto.
Normalmente las partes no pretenden que la decisión que se tome sea la
absolutamente más favorable a sus propios intereses: A ningún empresario se le ocurre
pensar que sus trabajadores trabajen por un salario cero; a ningún sindicato se le ocurre
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pedir que la duración de la jornada laboral sea cero (sin pérdida de poder adquisitivo de
los salarios, por supuesto).
¿Por qué? En primer lugar porque los interesados saben que no pueden
conseguirlo todo: en función del poder que suponen que tiene la otra parte y del poder
que creen tener ellos mismos, calculan lo que les parece un objetivo realista. En
segundo lugar, porque «lo que está bien está bien», porque «algo habrá que hacer por lo
que nos pagan», por «consideración hacia el otro» etc.
Todo esto pone de manifiesto que las posiciones de las partes en el conflicto no
dependen solamente de sus intereses, sino también de otros factores. Estos otros
factores los vamos a clasificar en valores y percepciones. Así pues, las posiciones de las
partes dependerán en total de tres tipos de factores: 1) intereses, 2) valores y 3)
percepciones.
2.2.2. Determinantes de las posiciones de las partes
2.2.2.1. Intereses
El concepto de intereses lo hemos visto ya y no necesita mayores explicaciones.
2.2.2.2. Valores
Llamamos valores a las concepciones de lo bueno y de lo malo que tienen los
sujetos sociales.
Hay una realidad objetiva que en sí misma no es buena ni mala. Somos nosotros
quienes encontramos unas cosas bien y otras mal: Determinadas conductas, estructuras
sociales, sucesos, etc. nos parecen bien o nos parecen mal, las valoramos positiva o
negativamente.
En las situaciones de conflicto estos valores nos llevan a renunciar a la
satisfacción de parte de nuestros intereses en favor de los intereses de otros. Los valores
que nos llevan a estas conductas nacen de nuestros sentimientos de amor, de justicia, de
compasión etc.
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Por ejemplo, si un hijo se ha de repartir un trabajo con su padre anciano y frágil,
¿intentará tomar para sí las tareas más livianas y dejar para su padre las más duras?
Probablemente no, probablemente el hijo reclamará para sí las tareas más duras,
renunciará a sus intereses en favor de los intereses de su padre.
Hay quien dice que todo son intereses: El hijo tiene interés en su propio
bienestar, pero también tiene interés en el bienestar de su padre. De aquí concluyen que
todo lo que hacemos en nuestras vidas es perseguir nuestros intereses.
Sin embargo, no es lo mismo; no consideramos igual que el hijo dé preferencia a
unos intereses o a otros. Aquí hay una diferencia que es sociológicamente relevante, es
decir, que nos puede servir para distinguir y analizar diferentes situaciones o procesos
sociales. Nos interesa por tanto captarla mediante una distinción clara entre ambos
conceptos.
No es difícil hacer esta distinción:
Llamamos intereses a todo aquello que determine directamente nuestra
satisfacción o insatisfacción personal.
Llamamos valores a todo aquello que haga que encontremos satisfacción o
insatisfacción en la satisfacción o insatisfacción de otros.
Según el grado en que los valores nos lleven a sacrificar nuestros intereses en
beneficio de los intereses de otros podemos distinguir los siguientes tipos de
comportamiento:
Egoísmo – Solidaridad – Altruismo.
Egoísmo. El sujeto egoísta «puro» sería aquél que adoptara su posición en el
conflicto teniendo en cuenta exclusivamente sus propios intereses. Probablemente será
difícil encontrar casos reales de egoísmo «puro»; lo que sí que abunda son las actitudes
preponderantemente egoístas: se da más importancia a los intereses propios que a los de
otros.
Solidaridad. La posición solidaria «perfecta» sería la de aquél que da
exactamente la misma importancia a los intereses propios que a los de otros. Este punto
es imposible de cuantificar y de determinar en la práctica; pero dado que las posiciones
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de las partes en la mayoría de los conflictos que se dan en la realidad se encuentran en
puntos intermedios entre el egoísmo puro y la solidaridad perfecta, sí que podemos
distinguir entre posiciones más o menos solidarias o más o menos egoístas (en la
medida en que en una sociedad haya una solidaridad substancial generalizada, no habrá
dominación en esa sociedad, sino democracia).
Altruismo. Se tienen en cuenta los intereses de otros en mayor medida que los
propios. Los casos de altruismo no son muy abundantes, pero tampoco son insólitos:
madres respecto a hijos, muchos de los que trabajan en acciones humanitarias etc.
Obviamente los sujetos sociales no tenemos siempre el mismo tipo de
comportamiento (egoísta, solidario o altruista) en todas las situaciones o frente a todas
las personas: Solemos ser más solidarios (o egoístas etc.) con unos que con otros, en
unos tipos de conflictos que en otros etc.
2.2.2.3. Percepciones
Llamaremos percepciones a los conocimientos que tienen las partes sobre la
situación de incompatibilidad de intereses y los factores relevantes para el proceso de
resolución de la misma. El término «percepciones» quiere sugerir que estos
conocimientos no son nunca seguros, sino más bien apreciaciones o suposiciones.
Destacamos las siguientes percepciones:
Sobre consecuencias. Hasta aquí hemos razonado que las partes en
incompatibilidad de intereses fijan sus posiciones en función de sus intereses y de sus
valores, es decir, de cómo valoran las consecuencias (para sí mismos y para otros) que
van a tener las distintas acciones propuestas. Pero normalmente las partes no saben con
certeza cuáles van a ser las consecuencias reales de estas posibles acciones: Si se
propone una reorganización en mi empresa, ¿cómo va a quedar afectado mi trabajo?;
¿será mejor o será peor?; ¿y mis condiciones de trabajo?; ¿y mis probabilidades de
ascenso? Esas cosas sólo se pueden saber con certeza si se pone en marcha la
reorganización; mientras tanto sólo me puedo basar en previsiones más o menos
seguras. Mi posición a favor o en contra de esta reorganización dependerá –por
supuesto– de cómo valore yo las consecuencias de la misma; pero no las consecuencias
«reales», que todavía no se conocen, sino las que yo perciba.
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Sobre poder. Los seres humanos normales no tienen en cuenta solamente lo que
quieren, sino también lo que pueden, y no intentan conseguir algo que calculan está más
allá de sus posibilidades. Pero el poder es algo complejo que depende de muchas cosas.
Ni si quiera puedo tener una idea exacta de mi propio poder, y mucho menos del poder
de los otros. Las posiciones de las partes en el conflicto dependerán, no del poder real,
que nadie conoce con exactitud, sino del poder que cada parte calcula –percibe– que
tiene ella misma y el que percibe que tienen las otras.
Otras. Las posiciones de las partes pueden depender también de un sinfín de
factores difíciles de predecir. Generalmente la influencia de esos factores dependerá de
la forma y medida en que sean percibidos por los sujetos en conflicto. Entre estos otros
factores podemos destacar las intenciones que una parte perciba o sospeche en la
contraria.
2.3. Dominación y Legitimación
2.3.1. Dominación
Dadas las incompatibilidades de intereses y los consecuentes conflictos a que
dan lugar, lo más frecuente en las sociedades que conocemos es que aquellos que tienen
más poder se impongan sobre los que tienen menos. Aquellas relaciones sociales en las
que esto sucede sistemáticamente las llamamos relaciones de dominación.
Normalmente estas relaciones no transcurren aisladamente, sino que se combinan entre
sí formando estructuras de dominación.
(¡IMPORTANTE!): Nótese que aquí “dominación” no significa simplemente imponer
comportamientos a otro, como cuando un padre o una madre impone
comportamientos a su hijo menor de edad. Aquí “dominación”
significa imponerse sobre otro para favorecer los intereses propios en
DETRIMENTO
de los intereses DEL SUJETO DOMINADO).
2.3.2. La legitimación como instrumento de dominación
Para poder dominar hay que tener más poder que los dominados. Las fuentes de
poder son muchas: Dinero, información, amistades, organizaciones para la defensa de
intereses (sindicatos, asociaciones patronales…) etc.; también la estructura social así
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como las leyes de un país condicionan el poder de individuos y clases sociales. Entre la
gran variedad de fuentes de poder interesa destacar una, importantísima, que nos suele
pasar desapercibida: La legitimación social.
Es un hecho empírico que los sujetos sociales tienden a respetar aquello que
consideran legítimo (justo). De aquí se deduce que aquéllos que se encuentran en una
posición social dominante ejercerán mucho mejor su dominación si gozan de
legitimidad, es decir, si los dominados aceptan esa relación social como legítima, como
justa. De ahí que las clases dominantes en toda sociedad hagan constantemente una
intensa propaganda legitimadora. Esta propaganda se lleva a cabo por medio de
discursos, medios de difusión (selección de las noticias y modo de darlas), etc.
La propaganda legitimadora va principalmente en dos sentidos:
a) Justificar la dominación existente.
b) Negar la existencia de dominación.
a) Los argumentos «justificacionistas» son muy propios de tiempos pasados, de
sociedades precapilatistas: se recurría a razones tales como la tradición o la voluntad
de Dios (los reyes lo eran «por la gracia de Dios»). Pero también en la sociedad
actual ha adquirido mucha importancia un argumento justificacionista; se trata de lo
que conocemos como meritocracia: la pretensión de que quienes ocupan posiciones
sociales privilegiadas es porque “se lo merecen.”
b) En la sociedad actual, en la que la democracia se ha convertido en algo así como un
valor supremo y fuente de toda legitimidad, no siempre es convincente argumentar
que ciertas relaciones son justas y buenas una vez que han sido identificadas como
relaciones de dominación. Por ello se recurre a argumentos negacionistas: la
propaganda legitimadora de las clases dominantes va dirigida principalmente a negar
u ocultar la existencia de dominación. Pero claro, si se intenta negar u ocultar lo que
realmente existe, habrá que recurrir a todo tipo de omisiones, distorsiones y
tergiversaciones. A estos razonamientos viciados los podemos llamar falacias
legitimadoras.
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2.3.3. Falacias legitimadoras
Dado que en el origen de toda dominación siempre hay conflicto, y en último
término incompatibilidad de intereses, las falacias negacionistas suelen ir orientadas a
negar, ocultar o escamotear la existencia de conflicto o de incompatibilidad de intereses.
Muchas de estas falacias han llegado a ser tan convincentes que son admitidas
por todo el mundo como verdades de sentido común. Y sin embargo, desvelarlas y
actuar en consecuencia es necesario en cualquier proceso de cambio social democrático.
Una de las falacias legitimadoras más frecuentes en el discurso político es la
falacia del bien común: la pretensión de que determinadas medidas de gobierno o un
determinado statu quo favorecen a todos los ciudadanos; en ocasiones se comete esta
falacia hablando de “los intereses del país;” en todo caso el bien común es imposible
siempre que haya incompatibilidades de intereses; lo que se pretende es hacer
aceptables esas medidas o situaciones a quienes, en realidad, van a ser perjudicados por
ellas. Es también frecuente la falacia de hacer pasar cuestiones políticas por cuestiones
técnicas; y muchas más
2.4. Democracia
2.4.1. Democracia y solidaridad
Ya vimos que democracia era lo contrario de dominación: Una relación en la
que nadie impone nada a nadie. Así pues, ya tenemos desde el principio la definición de
“democracia” como no-dominación.
Por otra parte, nuestro conocimiento de la historia y del presente nos pone de
manifiesto que en algunos casos se da una dominación muy severa, y en otros casos la
dominación es más moderada. Cuando la dominación es relativamente moderada
decimos que hay más o menos democracia. A menor grado de dominación mayor grado
de democracia y viceversa. Cuando el grado de dominación sea cero, habrá democracia
total o plena, sin restricciones, o, simplemente “democracia” a secas.
Ahora, ¿qué condiciones han de darse para que exista esta democracia?
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Vimos que toda dominación se basaba en una desigualdad en las relaciones de
poder: La dominación surge cuando los más poderosos aplican su poder para mejorar su
posición a costa de los menos poderosos.
De aquí se desprende que cuanto mayores sean las diferencias de poder tanto
más intensa podrá ser la dominación, y a medida que disminuyan las diferencias de
poder tenderá a disminuir el grado de dominación. Según esto podríamos pensar que la
condición necesaria para la democracia era «igualdad de poder».
Pero no. La igualdad de poder no es la condición necesaria para la democracia.
En otras palabras, puede haber democracia aunque haya diferencias de poder entre los
sujetos sociales.
En efecto, estamos suponiendo implícitamente que todos aplican el poder en
provecho propio, es decir, que la actitud de todas las partes en conflicto es egoísta. Pero
ya vimos anteriormente que el comportamiento de las partes en la resolución del
conflicto puede ser más o menos egoísta o solidario. Si se diera el caso de que la actitud
de todas las partes en el conflicto fuese perfectamente solidaria, ello significaría que
cada parte aplicaba su poder en lo que consideraba igual provecho para todos, no en
provecho exclusivamente propio; nadie saldría sistemáticamente mejor ni peor librado;
si hay solidaridad nadie se aprovecha de quien tenga menos poder que él.
Nos quedamos, pues, con el siguiente concepto de democracia (plena, a secas):
Una situación democrática será aquélla en que se dé una solución equitativa a
la incompatibilidad de intereses, y ésta se dará siempre que la actitud de todas las
partes interesadas sea solidaria.
Pero esto equivale a decir que no podrá haber democracia plena mientras no se
dé una solidaridad perfecta generalizada en toda la sociedad. ¿Puede darse?
Evidentemente eso es tan imposible como que se dé en la realidad una substancia
química pura. Ahora bien, a efectos prácticos sería suficiente que se diera un grado de
solidaridad substancial en la sociedad para que pudiésemos tener una democracia casi
plena.
La pregunta ahora es: ¿Hasta dónde puede llegar el grado de solidaridad en una
sociedad?
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2.4.2. ¿Hasta dónde puede llegar el grado de solidaridad en una sociedad?
Por parte de los que sostienen que es imposible que la democracia pueda ir más
allá de lo que es la democracia parlamentaria de los países capitalistas, se suele decir
que “el hombre es y será siempre egoísta.”
Este argumento carece de toda validez lógica porque pretende demostrar una
imposibilidad futura con datos empíricos del pasado: “El hombre será así en el futuro
porque así ha sido en el pasado”.
Pero no es posible demostrar empíricamente que algo no sucederá en el futuro:
El hecho de que algo no haya sucedido nunca no demuestra que no pueda suceder
nunca. Todo suceso ha tenido una primera vez, y antes de esa primera vez no había
sucedido nunca.
No estamos diciendo que la predicción sea falsa; quizá sí, quizá no; lo que
estamos diciendo es que, en casos como este, el argumento empírico no prueba
absolutamente nada.
Sí que se puede afirmar que algo es imposible y que por tanto no sucederá
nunca, pero sobre una base teórica, con un razonamiento lógico, no sobre la base de que
“no ha sucedido nunca.” ¿Qué se puede decir ahora, teóricamente, sobre la posibilidad o
imposibilidad de una actitud solidaria generalizada?
Ya hace algunas décadas varios psicólogos llegaron, independientemente entre
sí, a identificar dos tendencias básicas y en cierto modo opuestas en el comportamiento
humano, y que se dan simultáneamente en cada persona. Quien mejor lo expresa es,
probablemente, A. Angyal (1941), que habla de la tendencia a la autonomía y la
tendencia a la homonomía; la primera sería el gobierno por uno mismo (y para uno
mismo) y sería responsable de la predisposición al egoísmo, y la segunda sería el
gobierno por los iguales (y con los iguales) y sería responsable de la predisposición a la
solidaridad e incluso al altruismo. Podríamos concluir que si bien es verdad que el
hombre es por naturaleza egoísta, también es por naturaleza solidario.
Es indudable que en todas las sociedades que conocemos predomina o ha
predominado la tendencia a la autonomía y con ella la actitud egoísta. Pero la tendencia
a la homonomía, y con ella la actitud solidaria, siempre ha estado presente (de lo
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contrario la sociedad sería imposible) e incluso llega a predominar en casos puntuales.
¿Hasta qué nivel podría llegar esta tendencia en una sociedad de modo general? Nada se
sabe de momento. Quizá en el proceso de cambio de sistema socio-económico hacia una
mayor democracia puedan recogerse experiencias significativas. En todo caso tenemos
aquí un resquicio a la esperanza.
2.4.3. Mecanismos democratizadores
Volvemos ahora a la relación entre democracia y relaciones de poder. Ya hemos
comentado que cuanto menores sean las diferencias de poder, menor podrá ser el grado
de dominación; de ahí que todo proceso de democratización suela comenzar por una
alteración de las relaciones de poder. Así sucedió, por ejemplo con la revolución
burguesa, que dio lugar a un régimen político caracterizado por sufragio universal,
separación de poderes, libertad de expresión etc. etc.
Todas estas cosas, cuya intención consiste en limitar diferencias de poder, son lo
que podemos llamar mecanismos democratizadores, cuyo efecto democratizador puede
ser mayor o menor en cada caso concreto en función de las circunstancias y del
contexto. La imposición de estos mecanismos democratizadores en muchos estados
supuso un gran avance en cuanto que eliminó arbitrariedades e impulsó el respeto de
ciertos derechos básicos; pero a juzgar por las desigualdades que subsisten en estas
sociedades hemos de admitir que el efecto democratizador de estos mecanismos no
parece que haya ido muy lejos; en todo caso no ha ido tan lejos como muchos quieren
dar a entender.
Siempre nos queda la pregunta: ¿Hasta qué punto representa la aplicación de
esos mecanismos una verdadera democratización?
2.4.4. La falacia de hacer pasar mecanismos democratizadores por «democracia»
En nuestra sociedad el valor de la democracia ha calado en la casi totalidad de la
población (solo unos pocos, a los que por definición llamamos extremistas, desprecian
la democracia). En general se considera que cualquier decisión tomada
democráticamente lo ha sido con el acuerdo de todos, sin imposiciones de ningún tipo, y
es por tanto justa, legítima. Más concisamente:
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Toda decisión tomada democráticamente es aceptada como legítima.
Pues bien, con harta frecuencia se intenta legitimar cualquier cosa (acciones del
gobierno, privilegios de las clases dominantes y muchas cosas más) diciendo que se han
realizado dentro de los cauces democráticos, o por quienes han sido elegidos
“democráticamente” etc. También a nivel microsocial (universidades, juntas de vecinos
etc. etc.) se cometen muchas cacicadas y se pretende que son legítimas diciendo que son
el resultado de una votación o que han sido dispuestas por algún representante elegido o
cosas así.
En definitiva, se hacen pasar mecanismos democratizadores por «democracia».
Ahora bien, puesto que, según hemos visto, los mecanismos democratizadores
sólo producen una tímida aproximación a la democracia, podemos concluir:
Esta falacia pretende obtener una legitimación total con una democracia limitada.
2.5. Un modelo ideal de sistema socio-económico democrático
2.5.1. Las “maldades” del capitalismo y el mecanismo de mercado
Nuestra democracia parlamentaria está indisolublemente ligada al sistema
capitalista. Hay algunos puntos que son preeminentes en la crítica que hacen a este
sistema quienes desean que cambie. Sin pretender que la lista sea completa, podemos
citar:
* La desigualdad económica y social.
* El desempleo (o inseguridad en el empleo)
* Los retrocesos que estamos sufriendo en el estado bienestar, incluyendo
el problema, que se viene anunciando desde hace algún tiempo, de la
sostenibilidad de la pensiones de jubilación.
A éstos hay que añadir un problema que se vuelve cada vez más amenazante:
* El deterioro ecológico.
Pieza clave del sistema capitalista es el mecanismo de mercado. Pues bien, todos
estos problemas que hemos enunciado aparecen como quien dice “automáticamente” a
causa de la dinámica del mercado. Esto es tan obvio con respecto a los problemas que
hemos citado en primer lugar, que no hace falta que intentemos fundamentarlo. En
cuanto al problema del deterioro ecológico, diremos unas palabras:
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¿A qué se deben los numerosos y variados problemas medioambientales que
padecemos? De manera inmediata, la primera causa (no la única) es la producción. Pero
la producción no es un fin en sí mismo: se produce para el consumo. Así resulta que la
principal causa original del problema es el enorme consumo que se da en el planeta.
Algunas de las agresiones al medio ambiente no se producen exclusivamente a través de
la producción, sino también directamente por el propio consumo: desechos,
contaminación, consumo de energía…
Vistas así las cosas parece que la única posibilidad de detener el deterioro del
medio ambiente consiste en la reducción del consumo. Ahora bien:
Si se consume menos las empresas han de producir menos  despiden
trabajadores  el paro aumenta  más reducción del consumo  muchas
empresas quiebran  más paro  …círculo vicioso. Ni se puede ni tiene
sentido tratar de predecir qué iba a pasar en concreto; de un modo u otro la
situación sería desastrosa.
Sencillamente lo que pasa es que el sistema de mercado necesita un crecimiento
económico constante –y por tanto un aumento constante del consumo– para poder
funcionar. De lo contrario se hunde la economía.
2.5.2. ¿Puede funcionar un sistema sin mecanismo de mercado?
Si el funcionamiento de la economía no estuviese gobernado por la dinámica
impersonal y ciega del mecanismo de mercado, el deterioro ecológico podría detenerse
mediante decisiones conscientes por parte de quien tuviese el poder para tomarlas. Por
otra parte, las decisiones sobre empleo, prestaciones sociales etc. no estarían tan
fuertemente condicionadas como lo están bajo la dinámica del mercado.
Ahora bien, ¿puede funcionar un sistema sin mecanismo de mercado? Quizá
fuera eso posible con algún tipo de estructura fuertemente jerarquizada, dominada, por
ejemplo, por un pequeño grupo financiero. Pero, lógicamente, la solución que vamos
buscando aquí ha de ser, además, democrática. ¿Sería esto posible?
Ya hemos visto que la condición necesaria para que haya democracia plena es
que haya una solidaridad perfecta en toda la sociedad. Teniendo esto en cuenta
podemos deducir cómo habría de ser, por necesidad lógica, el modelo ideal de sistema
socio-económico democrático sin mecanismo de mercado.
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2.5.3. Breves pinceladas de un sistema democrático sin mercado
Por definición, todas las decisiones socio-económicas se toman
democráticamente: Puesto que el modelo incluye que todos los sujetos sociales tienen
una motivación solidaria perfecta, las decisiones que se tomen solo pueden ser
democráticas. Esto es todo lo que podemos deducir lógicamente. Los modos y procesos
concretos en que esas decisiones tengan lugar dependerán de circunstancias concretas
que no son predecibles a priori. Sí que podemos hacernos una idea general del conjunto
de decisiones que se habrían de tomar. Veamos:
El objetivo de toda actividad económica es posibilitar la satisfacción de
necesidades humanas mediante el consumo de bienes y servicios (más exacto sería decir
“uso y consumo”; pero aquí simplificamos y agrupamos ambos matices bajo el término
“consumo”). Por tanto, las decisiones básicas que procederá tomar en primer lugar serán
las que se refieren al nivel de consumo. Insistimos que serían decisiones conscientes,
no el producto de una dinámica ciega.
Estas decisiones sobre el consumo se toman teniendo en cuenta diversos
factores: Entre ellos la sostenibilidad ecológica.
En a base a las decisiones que se vayan tomando sobre el consumo, se organiza
la producción, para la cual se utilizan las fuerzas productivas, tanto humanas como
materiales, presentes en la sociedad.
Dado que, con los avances tecnológicos y las cualificaciones humanas actuales,
la capacidad de producción en el conjunto del planeta es muy superior a la necesaria
para un consumo limitado por el imperativo ecológico, el tiempo de trabajo requerido de
cada persona es inferior a la duración normal de la jornada de trabajo en nuestra
sociedad. En nuestra sociedad capitalista con mecanismo de mercado se da el absurdo
de que unos tengan que trabajar durante largas jornadas mientras otros están en paro; en
un sistema sin mecanismo de mercado, no: Simplemente el trabajo se reparte entre todos
y todos disfrutan de ocio. (Recordemos que aquí se está describiendo un tipo ideal que
incluye la premisa de solidaridad total; por tanto no cabe la posibilidad de que baje la
productividad a causa de que muchos se escaqueen).
No habiendo mercado, tampoco tiene sentido el concepto de salario como precio
por el trabajo prestado. Simplemente el flujo total de producción se va repartiendo entre
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todos en función de sus respectivas necesidades. Esto a su vez significa que no hay un
sistema específico, diferenciado, de seguridad social ni de pensiones de jubilación, ni
tiene sentido que estas prestaciones puedan entrar en crisis, ni puede darse el absurdo de
que para que pueda mantenerse el sistema de pensiones se haya de retrasar la edad de
jubilación. En resumen, trabajan los que estén en condiciones de hacerlo y producen lo
que se necesita entre todos; y encima queda tiempo para el ocio.
Finalmente, si se reparte entre todos lo que se produce entre los que estén en
condiciones de trabajar, tampoco hay lugar para desigualdades ni miserias.
Esto no ha sido la expresión de una utopía o de un deseo, sino una descripción
obtenida por deducción lógica de un modelo ideal; un modelo que es imposible que
llegue a darse en toda su pureza, pero que puede servir muy bien de punto de referencia
para orientar cualesquiera acciones que se emprendan en dirección a un sistema más
democrático.
3. ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE “EL PASO” AL NUEVO SISTEMA
Como ya dijimos al principio, no vamos a proponer aquí ningún programa de
acción política. Más bien se trata de hacer algunas reflexiones sobre la utilidad práctica
que pudieran tener algunas de las cosas que hemos visto en el análisis precedente.
Si hablamos de cambio de sistema, la primera pregunta es: ¿quiénes van a ser los
actores del cambio? En tiempos de Marx la respuesta parecía bastante clara: La clase
obrera. Hoy en día la clase obrera sensu stricto es probablemente más reducida
porcentualmente, pero ha aumentado en cambio el porcentaje de individuos de distintas
clases que se ven directa o indirectamente, pero muy efectivamente dominados por los
grandes capitalistas y sus “clases auxiliares” (la mayoría de la llamada clase política,
por ejemplo). Esto significa que los actores podrían ser la mayoría de la población.
Pero, como ha sucedido siempre, la concienciación varía mucho de unos individuos a
otros. De ahí que, ahora como siempre, uno de los primeros empeños de los promotores
del cambio es tratar de elevar el nivel de concienciación en la sociedad. Pero por el otro
lado está la siempre presente propaganda legitimadora de las clases dominantes, de
manera que nos encontramos en una permanente guerra propagandística. En este
contexto cabe mencionar aquí las falacias legitimadoras, que tan efectivas son para
confundir y desconcienciar a las clases dominadas. Probablemente sería muy útil para
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los promotores del cambio identificar y desenmascarar muchas de las falacias
legitimadoras que se manejan.
En el proceso de cambio dirigido hacia el modelo ideal hay un salto cualitativo:
el paso del sistema con mecanismo de mercado al sistema sin mecanismo de mercado.
Este salto puede resultar bastante difícil. En todo caso este salto marca un antes y un
después.
Antes.- Cuando todavía no se haya dado el salto cualitativo, es decir, antes de la
eliminación del mecanismo de mercado, se corre el riesgo de que, si ya se ha con
seguido una cierta democratización (o, lo que es lo mismo, una cierta suavización de la
dominación), se considere que ya se han conseguido los objetivos y se paralice el
proceso de cambio. No olvidemos que mientras subsista el mecanismo de mercado la
democratización que pueda conseguirse será modesta y, posiblemente, efímera.
Supongamos ahora que no se cae en el peligro recién mencionado, sino que se
sigue el camino “normal,” se siguen dando pasos y se van produciendo cambios hacia la
eliminación del mecanismo de mercado; en este caso hay que tener siempre presente la
cuestión de la solidaridad; cuanto mayor sea el nivel general de solidaridad en la
sociedad, tanto mejor irá el proceso de cambio. Además, hay que tener en cuenta que las
incompatibilidades de intereses y los correspondientes conflictos no se dan solamente
entre clases dominantes y clases dominadas, sino también dentro de las clases, y podría
ser que la marcha hacia la democracia se viera entorpecida si los conflictos dentro de las
clases dominadas no se resolviesen solidariamente.
Después.- Cabe advertir que cuando ya se esté al otro lado de ese salto
cualitativo, cuando ya se haya llegado a eliminar el mecanismo de mercado (o se lo ha
dejado con un papel secundario), será imprescindible conseguir un aumento sustancial
del nivel general de solidaridad en la sociedad, pues de lo contrario existe el peligro de
que el nuevo sistema se malogre, bien porque no funcione, o porque surjan nuevas
estructuras de dominación o por ambas cosas.
En resumidas cuentas, los puntos que se han tratado en el análisis precedente y
que pueden tener alguna relevancia práctica serían:
*Las incompatibilidades de intereses y los consecuentes conflictos.
*La propaganda legitimadora y las falacia legitimadoras.
*La solidaridad como condición necesaria para la democracia.
*La incompatibilidad del sistema de mercado con una democracia substancial.
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