Idealismo contra materialismo: dos imaginarios de la universidad en 1933

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Idealismo contra materialismo: dos imaginarios de la universidad en 1933
María de Lourdes Velázquez Albo.
La orientación social de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en el
lapso comprendido entre 1910 y 1933 tuvo distintas orientaciones. Desde la inauguración
de esta institución se definió explícitamente su orientación que fue modificada y en algunos
aspectos ampliada en 1929 con motivo del otorgamiento de la autonomía, cuatro años
después se plantea una reforma universitaria cuyo núcleo a cambiar ponía el acento en la
orientación que debía tener la institución. Para llevar a cabo esta reforma la UNAM y la
Confederación Nacional de Estudiantes convocan al Congreso de Universitarios Mexicanos
de 1933 en donde se confrontan dos imaginarios de Universidad, la tendencia dominante
en los debates fue el materialismo histórico, aunque en la práctica universitaria se impuso el
idealismo. Precisamente la finalidad de este trabajo será recuperar ese debate sus
antecedentes y destino.
Los resultados que se presentan forman parte de una investigación más amplia sobre
los congresos nacionales estudiantiles y de universitarios, que se celebran a partir de 1910
año en que se inaugura la Universidad Nacional de México (UNM) y hasta 1933 cuando se
cierra un ciclo de estas celebraciones, en total son 11 de las cuales 8 se realizan en los
distintos estados de la república y 3 en la Universidad; y se institucionaliza un imaginario
de Universidad, resultado de la relación congresos - institución. El objeto de este trabajo es
el debate del Congreso de Universitarios Mexicanos de 1933 y su relación con la
Universidad. Ponemos la mirada en el debate sobre la orientación de la Universidad y las
repercusiones en la misma.
Los métodos empleados contemplaron una búsqueda bibliográfica sobre el tema de
los congresos, la universidad, estudiantes, órganos de gobierno y temas derivados. Así,
sobre el tema de la Universidad se han editado diversas publicaciones que ponen el acento
en diferentes tópicos como: su importancia (Gómez Morín, 1973), las características ideales
y las no deseadas (Carpizo, 1986), el financiamiento de la institución (Sánchez y Cordero,
1979), el aspecto jurídico (Jiménez Rueda, 1955), y también sobre la definición del
concepto autonomía (Pinto Mazal, 1974). Por otra parte, el tema de la UNAM ha sido
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abordada a propósito de situaciones coyunturales como movimientos estudiantiles (Solari
E, 1972), la lucha de 1929 (García Stahl, 1978), o intervenciones de grupos ajenos a la
institución (González Casanova, 1972). En esas situaciones se ha destacado en la prensa la
importancia y defensa del principio de autonomía de la Universidad. También se han hecho
estudios históricos sobre la Universidad (Appendini, 1981) y recientemente (DomínguezMartínez, 2012). Sobre el movimiento de 1933 no hay estudios específicos, sin embargo
hay avances sobre el estudio de los congresos (Velázquez, 2000, 2007). También se busco
bibliografía sobre estudios históricos del periodo en cuestión como: (Krause, 1981),
(Matute, 2012), (Medin, 1983), (Meller, 2000), (Peña, 1992), (Robles, 1983), (Solana,
2011) y (Meneses, 1986). Cabe destacar que la información básica de esta investigación es
derivada de una búsqueda en el Archivo Histórico de la Universidad y en publicaciones
periódicas de la época como (El Excélsior, 1933), (El Universal, 1933) y (El Nacional,
1933).
En cuanto a los referentes teóricos para el análisis se adoptó la perspectiva de
Cornelius Castoriadis en su obra La institución imaginaria de la Sociedad, concretamente
se tomaron las nociones de institución e imaginario a partir de las cuales se llevo a cabo el
análisis. Desde esta perspectiva se considera que la sociedad crea sus propias instituciones
para satisfacer ciertas necesidades y en estas-instituciones- se constituyen redes simbólicas
(1983: 201). En cuanto a imaginario se considera: “hablamos de imaginario cuando
queremos hablar de algo “inventado”, o de un deslizamiento, de un desplazamiento de
sentido, en el que unos símbolos ya disponibles están investidos con otras significaciones
que las suyas normales o canónicas” (1983:119)
Los resultados encontrados se presentan en tres apartados.
1. Las circunstancias sociales previas al Congreso de Universitarios Mexicanos de 1933.
2. La polémica Caso-Lombardo. Idealismo vs. Materialismo dialéctico.
3. Los sucesos posteriores al congreso y el Imaginario de Universidad en 1933.
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Las circunstancias sociales previas al Congreso de Universitarios
Mexicanos de 1933.
Las circunstancias previas que dan cause al Congreso de Universitarios tienen dos
vertientes las institucionales y las derivadas de los Congresos Nacionales Estudiantiles y su
organización. En 1933, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) estaba en
crisis ante la indefinición de un proyecto que recogiera la heterogeneidad de la comunidad
universitaria. Con la intención de reformar la educación universitaria, la Universidad
Nacional de México y la Confederación Nacional de Estudiantes convocan a la celebración
del Congreso de Universitarios Mexicanos. A partir de los antecedentes de estas instancias
convocantes podemos observar el origen de esa crisis y obviamente del congreso, este
apartado tratara sobre las circunstancias previas desde la Universidad y desde el desarrollo
de los congresos estudiantiles.
-La Universidad
La sociedad de 1910 considero la creación de una institución denominada Universidad
Nacional que atendiera función de la educación superior. De acuerdo con Castoriadis se
crea la institución “por la función que la institución cumple en la sociedad y las
circunstancias dadas, por su papel en la economía de conjunto de la vida social (1983: 198).
Tomando como base esta idea, a finales del gobierno de Porfirio Díaz (ese gobierno duro
más de 30 años), se inaugura la Universidad Nacional de México (UNM) como orientación,
finalidad o función se le asigna el de organizar la educación superior de todo el país (Ley
Constitutiva de la Universidad Nacional de México, 1910: 2). De acuerdo con el artículo
segundo, quedo constituida por las antiguas escuelas nacionales: Preparatoria, de
Jurisprudencia, de Medicina, de Ingenieros de Bellas Artes (en lo concerniente a la
enseñanza de la Arquitectura) y de Altos Estudios. El gobierno federal se indicaba en el
mismo artículo que el gobierno federal podía poner bajo la dependencia de esta universidad
otras instituciones superiores y los que fundara (UNM, 1910: 3-4). Las escuelas que se
consideraron universitarias habían sido creadas en la Reforma de 1867 con una
fundamentación positivista y fueron conocidas como las profesiones tradicionales. Durante
la década de los diez, en plena guerra civil en que se sucedieron diversos gobiernos, se
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fueron incorporando otros establecimientos tanto de enseñanza como de investigación y
difusión. También se llevaron a cabo cambios en los contenidos de estudio, los más visibles
fueron los de la Escuela Nacional Preparatoria. La orientación hacia las profesiones
liberales y el ejercicio privado se mantuvo, no obstante la incorporación de otros
establecimientos y los cambios en los contenidos de estudio.
En la década de los veinte, después de los sucesos revolucionarios, acceden al
gobierno el grupo de los sonorense Adolfo de la Huerta, Álvaro Obregón y Plutarco Elías
Calles los cuales llevan a cabo una política de unificación de las corrientes revolucionarias,
cuya característica principal sería conciliar los intereses de una sociedad como la del
México posrevolucionario. Para alcanzar esta se considero un nuevo proyecto de Estado
que abarco la obra económica, pues la que existía había sido destruida durante la guerra
civil; por ello se contempló la agricultura, el sistema bancario, la industria y el comercio.
En ese proyecto se le dio a la educación un papel muy importante, pues en principio se
considero que este servicio debía expandir y alcanzar a una mayor población. Así, en el
nuevo proyecto de Estado, impulsado por los sonorenses se le encomienda a la institución
Universidad la formación de profesionistas que contribuyeran al desarrollo económico
basado en la industria, por lo que se impulsaron políticas educativas para desarrollar nuevas
profesiones y modificaciones para que la orientación de algunas carreras universitarias
fuera pública, como medicina y veterinaria. Esos gremios al interior de la institución se
resistieron a los cambios propuestos por el gobierno.
En 1929 se llevan a cabo modificaciones en el plan de estudios y en la forma de
evaluar el aprendizaje en la preparatoria y en jurisprudencia la comunidad estudiantil se
niega a efectuarlos y se genera un conflicto entre el gobierno y la Universidad que lleva a
una huelga que tendía a expandirse en todo el país. Esta situación coincide con la disputa de
los grupos gubernamentales en el poder después del asesinato de Álvaro Obregón, quién
había sido presidente (de 1920 a 1924) y que para 1929 nuevamente se lanzaba a la
presidencia. De esta manera se la concede a la universidad su autonomía sin que esta se
hubiera solicitado en ese momento. La orientación o finalidad de la institución se establece
en el artículo primero que señala:
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La Universidad Nacional de México, Autónoma, tiene por fines impartir la
educación superior y organizar la investigación científica, principalmente la de las
condiciones y problemas nacionales, para formas profesionistas y técnicos útiles a la
sociedad y llegar a expresar en sus modalidades más altas la cultura nacional, para ayudar a
la integración del pueblo mexicano (María, 1975: 218).
Para ese año eran aproximadamente 19 las facultades, escuelas e institutos
universitarios. El conflicto entre los gobiernos en turno y la Universidad entre 1929 y 1933
se agudizaron, ya que se le fue recortado el presupuesto asignado. Institucionalmente la
comunidad universitaria estaba dividida y esto se refleja en las disputas por la rectoría de la
institución, ya que los rectores en esos años provenían de los gremios de médicos y
abogados (dos profesiones de las llamadas tradicionales). Así, para 1933 la heterogeneidad
de la comunidad y sus diferencias era evidente.
-Los Congresos Nacionales Estudiantiles y la Confederación Nacional de Estudiantes
Por lo que respecta a la otra instancia que convoca a este evento la Confederación
Nacional de Estudiantes, que nace como una reivindicación en los congresos nacionales
estudiantiles desde el primero de 1910. Al igual que la necesidad de organizar un congreso
en el que participaran profesores y autoridades educativas. Así la confederación Nacional
de Estudiantes a través de los congresos nacionales estudiantiles impulsó e influyó a la
realización de la celebración de 1933 como veremos.
El Primer Congreso Nacional de Estudiantes se llevó a cabo en el Palacio de
Minería, Escuela de Ingenieros, del 6 al 18 de septiembre de 1910, durante los festejos del
Centenario de la Independencia de México y apenas 4 días antes de la inauguración de la
Universidad Nacional de México.
Entre las resoluciones más trascendentes, del congreso de 1910, se cuenta la referida
a la organización estudiantil, que se concreta en 1916 con la creación de lo que se
denominó inicialmente Congreso Local, luego, en 1918, Federación de Estudiantes y que
daría lugar a la Confederación Nacional de Estudiantes en 1928, en el seno del V Congreso,
celebrado en la ciudad de Culiacán Sinaloa (Velázquez, 2000: 34-43). Inicialmente, la
Federación de Estudiantes tuvo un gran poder e importancia y sería la responsable de
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convocar y organizar los sucesivos congresos nacionales en toda la República, aunque el ya
acordado segundo congreso no pudo hacerse realidad, luego de varios intentos frustrados,
sino hasta los años veinte. Más tarde la tarea de convocar a los congresos estaría a cargo de
la Confederación Nacional de Estudiantes.
Una vez organizados los estudiantes logran dar continuidad a una serie de este tipo
de congresos denominados Nacionales Estudiantiles, en los años veinte, en diferentes
estados de la República. Así, en 1921 se llevó a cabo el Segundo Congreso Nacional de
Estudiantes en la ciudad de Puebla, en 1926 se realizó el tercero en Ciudad Victoria y así,
de manera consecutiva, se realizaron los de Oaxaca en 1927, Culiacán en 1928, Mérida en
1929, Monterrey en 1930, y nuevamente en la ciudad de México en 1931 (Velázquez,
2000: 34-43). Estas reuniones tuvieron características similares: por una parte un ambiente
festivo y por otra las manifestaciones de inconformidad según las circunstancias, pero
también se observa el crecimiento del número de estudiantes participantes, sus diferencias
expresadas en luchas por la dirigencia y sus filiaciones –estudiantes técnicos, estudiantes
universitarios, provincianos y citadinos–.
Así, en concordancia con el proyecto económico y político de los gobiernos de la
revolución, se propicio un crecimiento de las escuelas técnicas, como lo indica Ernesto
Meneses, durante los gobiernos de Obregón y Calles. Citando el Informe Presidencial de
éste último de 1925, Meneses refiere la existencia de al menos 46 escuelas técnicas a cargo
del Departamento de Enseñanza Técnica de la Secretaría de Educación Pública (1986:475).
También crecieron las escuelas industriales en provincia: Meneses citando a Sáenz (1928)
se refiere a 264 escuelas vocacionales, 27 federales, 41 estatales y 196 particulares que
conjuntaban un total de 46000 alumnos inscritos (1986: 475-476).
De esta manera, así como crecieron y se transformaron las instituciones educativas,
creció la organización estudiantil, los congresos y los intereses de los grupos por ocupar la
dirigencia de la misma. Entre los asuntos tratados, y que trascendieron los congresos,
destaca el relativo a la autonomía de la Universidad Nacional, que fue otorgada en 1929,
durante la presidencia de Emilio Portes Gil, quien como gobernador de Tamaulipas en 1926
había sido un entusiasta patrocinador del tercer Congreso Nacional de Estudiantes y que
había participado como estudiante en el primer congreso de 1910; otra derivación fue la
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inclusión de una representación de
tres delegados, una mujer y dos hombres, de la
Federación de Estudiantes en el Consejo Universitario. Otro aspecto importante, que
trascendió, fue el planteamiento recurrente en todos los congresos de la necesidad de
reorganizar la educación universitaria en el ámbito nacional, revisando aspectos como
planes de estudio, federalización de la educación y ampliación de la educación superior a
todos los estados de la república, en un congreso universitario en donde participaran
profesores, autoridades y estudiantes de todas las universidades mexicanas. De esta manera,
nace en los congresos nacionales estudiantiles la idea de llevar a cabo el Congreso de
universitarios Mexicanas. La organización estudiantil agrupada en la Confederación
Nacional de Estudiantes convoca a la realización del mismo.
Se puede observar que la sociedad de fines de los veinte y principios de los treinta
requería de una institución “funcional” que llevara a cabo la tarea de formar profesionistas
para alcanzar el proyecto económico, político de los gobiernos de la revolución. En cuanto
a la red simbólica de la institución, Universidad, para esa época estaba caracterizada por su
pasado porfirista –fundamentación positivista de las escuelas nacionales- y las nuevas
tendencias de los gobiernos de la revolución -educación técnica orientada al proyecto
económico-.
En términos generales esas fueron las circunstancias que dieron paso al Congreso de
Universitarios Mexicanos.
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La polémica Caso-Lombardo. Idealismo vs. Materialismo dialéctico.
Para resolver la crisis de la Universidad, se pensó, inicialmente, que con la celebración del
Congreso de Universitarios Mexicanos se llegarían a acuerdos que posteriormente se
implementarían en la Universidad Nacional y en las universidades de los estados. Por ello
la Confederación Nacional de Estudiantes y
la Universidad Nacional convocan al
Congreso de 1933. Cabe destacar que al congreso asistieron rectores, directores, profesores
y estudiantes de las distintas instituciones de educación superior del país, así como
delegados de la Universidad Nacional y de otras instituciones del mismo carácter.
Inauguraron la asamblea en el Anfiteatro Bolívar de la Escuela Nacional Preparatoria el
presidente de la República, Abelardo L. Rodríguez; el secretario de Educación, Narciso
Bassols (impulsor de la educación socialista), el rector de la UNAM, químico Roberto
Medellín, el presidente de la Confederación Nacional de Estudiantes, Guillermo G. Ibarra
y miembros del cuerpo diplomático nacional y extranjero, además de muchos connotados
hombres de letras. La asistencia de estos personajes en una muestra del significado
relevante dado al encuentro. Las reuniones se llevan a cabo del 7 al 14 de septiembre de
1933 aunque la polémica que derivo de este congreso se prolongo unos meses más. Así
podemos señalar que los temas tratados y las distintas formas de abordarlos muestran lo que
los congresistas consideraban como preocupaciones educativas de la época y en este
sentido son relevantes las conclusiones a las que llegaron las comisiones encargadas de
tratar los temas de la convocatoria. Lo más relevante del congreso fue la polémica sobre la
orientación de la Universidad, este apartado tratara sobre algunos puntos relevantes.
En el seno del Primer Congreso de Universitarios Mexicanos, se dio una extensa y
vibrante polémica entre el maestro Antonio Caso y las izquierdas intelectuales
representadas principalmente por Vicente Lombardo Toledano, que habría de extenderse
por varios meses, más allá de la asamblea del Congreso, hasta las páginas de la prensa y
que tendría repercusiones contrastadas ya no solo en el ámbito intelectual sino en las
estructura misma de las instituciones educativas en el México de la época y que para la
institución universitaria han trascendido hasta nuestros días. En síntesis, el evento reunía a
representantes de autoridades, profesores y alumnos de instituciones universitarias de 21
estados de la república y tenía por objeto plantear y discutir diversos temas relevantes para
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la organización de las universidades, relativos a cuestiones como planes de estudios,
expedición de certificados o revalidaciones de estudios, pero el debate intenso se suscitó en
el tema que más llamó la atención de los congresistas, relativo a la “Posición ideológica de
la Universidad frente a los problemas del momento. Importancia social de la Universidad
en el momento actual”, y que derivó en una atractiva confrontación filosófica entre
idealismo y materialismo dialéctico, como bien la definió más tarde uno de los
contendientes (Lombardo, 1963) teniendo como objeto del debate la pretensión de adoptar
la filosofía marxista como orientación de las cátedras y las tareas de investigación científica
y cultural de la universidad en contraposición de la libertad de cátedra.
En el entorno del México posrevolucionario, apenas transcurridos unos pocos años
del fin de la lucha armada y en pleno proceso de institucionalización de la revolución
misma y como resultado de varios años de movilizaciones, expresadas en la realización de
diversos congresos nacionales estudiantiles enfocados a la reforma de la Universidad, se
organizó el Primer Congreso de Universitarios Mexicanos con la característica de que
convocó, además de los estudiantes, a profesores y autoridades universitarias, con la
expectativa para muchos de discutir en otro nivel una agenda para la reforma universitaria,
como se señalo anteriormente. Ese fue el escenario de la polémica. De los protagonistas hay
que decir que Lombardo Toledano destacó desde su juventud como estudiante brillante y
miembro fundador del denominado grupo de los siete sabios de México, abogado, filósofo,
líder sindical y reconocido polemista de orientación socialista, mientras que Antonio Caso
fue miembro del Ateneo de la Juventud en 1907, era un reconocido filósofo y venerado
maestro universitario, de quien se dice fue el primer mexicano consagrado plenamente a la
universidad, el primer universitario de carrera, así como un polemista agudo, severo,
intransigente y hábil (Hernández Luna, en el prólogo al primer tomo de la Obras Completas
de Antonio Caso), además de consejero universitario y miembro honorario del congreso.
Correspondió a Lombardo Toledano, miembro de la delegación de la Universidad
Nacional Autónoma de México y en ese momento director de la Escuela Nacional
Preparatoria, presidir la segunda comisión del congreso a la que se había encomendado
estudiar el tema ya citado sobre la Posición ideológica de la Universidad. La comisión
elaboró una ponencia con sus conclusiones sobre el tema. En resumen sostenía que las
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universidades tenían el deber de orientar el pensamiento de la nación mexicana; que siendo
la producción y la distribución de la riqueza material el más importante problema de la
época, las universidades contribuirían por medio de la orientación de sus cátedras y
servicios, en el terreno estrictamente científico, a la sustitución del régimen capitalista por
un sistema que socializara los instrumentos y los medios de producción económica; que las
enseñanzas correspondientes al bachillerato obedecerían al principio de la identidad
esencial de los fenómenos del universo, a una filosofía basada en la naturaleza, una historia
con énfasis en la evolución de las instituciones sociales, dando preferencia al hecho
económico como factor de la sociedad moderna, y una ética que señale como norma de la
conducta individual un esfuerzo constante dirigido al advenimiento de una sociedad sin
clases, con posibilidades económicas y culturales semejantes para todos los hombres; que
las universidades contribuirían al conocimiento de los recursos del territorio, de las
características biológicas y psicológicas de la población y al estudio del régimen de
gobierno con el propósito de proponer al Estado la organización de sistemas o instituciones
que mejoraran las condiciones económicas y culturales de las masas; que para lograr el
desarrollo de verdaderos investigadores habría que proveer en forma vitalicia a las
necesidades económicas de los elementos con cualidades excepcionales, para que puedan
dedicarse a la investigación científica; y que los profesionales y todos los graduados de las
universidades debían prestar un servicio social obligatorio retribuido de por lo menos un
año.
Ante tales planteamientos, el maestro Antonio Caso envió al rector de la
Universidad Nacional Autónoma de México una opinión opuesta sobre la orientación
ideológica de la universidad, misma que puede resumirse como sigue: La universidad es
una comunidad cultural de investigación y enseñanza; por tanto, jamás preconizará
oficialmente, como persona moral, credo alguno filosófico, social, artístico o científico;
Cada catedrático expondrá libremente, sin más limitación que las que consignen las leyes,
su opinión personal filosófica, científica, artística, social o religiosa; La universidad como
institución de cultura, tendrá el deber esencial de realizar su obra ayudando a la clase
proletaria del país, pero sin preconizar una teoría económica circunscrita, porque las teorías
son transitorias; y, la universidad procurará discutir y analizar, a través de sus profesores y
alumnos, los problemas que ocupen la atención pública, y cada individuo será
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personalmente responsable de las opiniones que sustente. Ante tal postura, el Congreso
invitó al maestro Caso a una sesión para discutir el tema, dando así lugar a la histórica
polémica.
A continuación confrontamos los planteamientos filosóficos de ambos protagonistas
en torno de algunos de los temas más interesantes tratados durante el debate:
CULTURA
Caso: (Construyendo su argumento de que la universidad es una comunidad cultural
de investigación y de enseñanza) “La cultura es, en una palabra, creación de valores. Es
culto el individuo que colabora en la creación de valores, y los valores son: el valor
económico, el valor estético, el valor ético, el valor intelectual, que se llama verdad, y el
valor religioso que se llama santidad. Todas las sociedades humanas vienen elaborando
constantemente valores, es decir, la cultura es elaboración de valores… Estos valores los ha
venido elaborando la humanidad desde siempre. Siempre se ha producido una elaboración
en el orden de la utilidad, en el orden estético, en el orden ético, etcétera” (S/A, 1973: 20)
Lombardo: “… la cultura es un simple instrumento del hombre, no es por
consiguiente una finalidad en sí. Y como afirmo que la cultura en sí y por sí no existe,
también afirmo que la humanidad abstracta, que el bien en abstracto, no existen, porque
ningún valor en abstracto existe… La cultura ha sido la resultante de diversos factores, de
distintas circunstancias a través de la evolución histórica, nada más. Cada régimen histórico
ha tenido una cultura especial. ¿Por qué? Porque la cultura es justamente eso, valoración,
expresión de juicios colectivos, opinar de la comunidad respecto de la vida, a través de la
propia comunidad y para la comunidad misma, para los fines de una comunidad
determinada. No hay régimen histórico que no haya tenido a su servicio una manera de
pensar la vida, una serie de juicios que tratan, en primer término, de hacer que se
mantengan las instituciones que caracterizan a ese régimen histórico” (1973: 43).
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ORIENTACIÓN AL SOCIALISMO
Caso: “… Yo estoy conforme con una orientación de la Universidad hacia los
problemas sociales… pero no estoy conforme con la consagración de un sistema social
definido, el colectivismo, como credo de la universidad… Yo diría: como institución de
cultura la Universidad de México, dentro de su personal criterio inalienable, tendrá el deber
esencial de realizar su obra humana ayudando a las clases proletarias del país en su obra de
exaltación, dentro de los postulados de la justicia, pero sin preconizar una teoría económica
circunscrita, porque las teorías son transitorias por su esencia, y el bien de los hombres un
valor eterno que comunidades e individuos necesitan tender a construir por cuantos medios
racionales se hallen a su alcance… yo admito la orientación; pero no la definición de un
credo socialista definido” (1973:22).
Lombardo: “Podemos recordar ahora mismo cuáles han sido las principales épocas
de nuestra evolución histórica y veremos que, dentro de todas ellas, a un régimen
determinado siempre ha correspondido una manera especial de entender la cultura, porque
la cultura no es finalidad sino instrumento, medio de acción para la vida colectiva (…) El
Virreinato se caracteriza por la iglesia católica como una institución temporal, no sólo
espiritual. ¿Qué cultura correspondió a esa etapa? La de una enseñanza dogmática que creía
que la verdad no es fruto de la investigación, sino afirmación divina hecha para todos los
siglos en beneficio de los hombres. Una posición ideológica al servicio de la Iglesia, como
institución política y espiritual, para mantenerla como núcleo del régimen por todo el
tiempo posible. La segunda gran etapa es la reforma: secularización de los bienes de la
iglesia; separación de la Iglesia y el Estado; libre examen; investigación de la verdad;
crítica de la verdad hecha; censura a todos los dogmas establecidos con antelación;
fundación de la Escuela Nacional Preparatoria, teniendo como espina dorsal de su sistema
educativo la ciencia, en una rígida concatenación técnica de los pensamientos y de los
métodos. ¿Por qué? Porque estaba tratándose de formar un Estado basado en el individuo y
para provecho del individuo. Ahora bien, un régimen histórico que tenía por base el objeto
de sus instituciones sociales al individuo, es naturalmente un régimen histórico que crea
también la pedagogía individualista. Por eso las enseñanzas ‘barredianas’ y el desarrollo de
la filosofía positivista fueron doctrinas, fueron instituciones de servicio público, que
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estuvieron consagradas al mantenimiento de una serie de instituciones políticas que tenían,
repito, al individuo físico… como objeto y base. Por eso, durante muchos años, se enseñó
aquí una doctrina moral en relación con una doctrina biológica: la posibilidad del triunfo
del más fuerte, pues aunque es verdad que se nos hablaba de altruismo y de egoaltruismo,
también es cierto que sólo se trataba de medios débiles frente a la supervivencia del más
apto como actitud moral oficialmente preconizada por este instituto. La tercera gran etapa
de la historia de México es la etapa que estamos viviendo y que por eso no ha definido sus
perfiles de un modo real, definitivo: es la etapa de la revolución. (…) si entendemos que la
cultura es un medio, si aceptamos que los valores culturales no son todos iguales, si
creemos que en la época moderna, más que en ninguna otra, no se pueden entender los
problemas sociales sino tomando como eje, como base de explicación el fenómeno
económico; entonces, para ser consecuentes con nuestra ética científica, tendremos que
admitir que los otros valores de la cultura están íntimamente vinculados al valor
económico. Y esto lo aceptamos no como un ‘artículo de fe’, sino como consecuencia de la
propia observación histórica…” (1973:43-44).
Lombardo “(…) No hay incompatibilidad en sostener una teoría y mañana
cambiarla por otra, porque en realidad, señores delegados, yo pregunto ¿cuándo, cuándo en
realidad, ha habido un régimen histórico sin teoría social, cuando ha habido una enseñanza
sin una teoría social, cuándo ha habido una institución que no preconice, abierta o
subrepticiamente, una teoría social? (…) se ha creído de veras que la escuelas han sido
neutrales frente a los problemas sociales, frente a los problemas humanos, y realmente no
ha habido tal neutralidad: le hemos estado sirviendo, inconscientemente o conscientemente,
de modo explícito o implícito, al régimen que ha prevalecido en el país durante mucho
tiempo; y esta afirmación no la hago para nuestro país sino para todos los países del
mundo” (1973: 46).
ENSEÑANZA DE LA HISTORIA
Caso: “Las instituciones sociales son parte de la historia. El que enseña instituciones
sociales enseña una parte de la historia. La historia abarca la historia de las instituciones y
otras cosas más, muchas cosas más, que no son instituciones sociales. La historia es
esencialmente el conocimiento del individuo y por consiguiente no podrá darse historia si
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no se llega al conocimiento del individuo, y la obra de las instituciones sociales es sólo una
parte de la historia universal” (1973: 24).
Caso: “….La historia no puede concebirse solamente como historia de las
instituciones, jamás. La historia es también la historia de las individualidades de excepción.
¿Sabéis cuál sería la historia de las instituciones exclusivamente?: llamada al campo de la
historia, sería la historia de los hormigueros, la historia de las colmenas, historia de las
colonias de animales; eso sí sólo es la historia de lo colectivo. Pero los hombres tienen un
alma en su almario y en los individuos, de suerte que historia de las instituciones es historia
de los colmenares, no historia de los genios. ... en cambio la humanidad se distingue por
esa serie de hombres excepcionales, que son la antorcha luminosa que, pasando de mano en
mano, va iluminando a los hombres para lanzarse en este mundo, en este plano o en otro, o
para no lanzarse en ninguno; pero para confirmar plenamente el poder que tiene el hombre
que dice siempre ante la vida: No. La facultad fundamental del hombre superior es
oponerse a la muchedumbre, vejarla si es menester, restregarle sus errores si encuentra una
posición falsa…” (1973: 34).
Lombardo: “… El conocimiento del individuo, sin duda interesante, no es más que
el resultado del conocimiento de las instituciones históricas, de las instituciones sociales.
Dice el maestro Caso que Julio César no es una institución social, claro; pero Julio César
como ningún hombre, merece el nombre de institución social; los hombres de excepción
son resultante de las instituciones sociales. Por eso queremos que la historia no se enseñe
como biografía de los héroes o de los hombres de gran valía, de gran envergadura, de gran
cultura, individuos superiores en cualquiera de sus formas. Precisamente porque nosotros
aprendimos desde hace muchos años la historia en forma falsa. No sabemos la historia de
México. Sabemos de las cosas a través de las biografías de los hombres superiores; no
sabemos la historia a través de las instituciones sociales; no sabemos cómo fue la vida
cuando es necesario saberla; no sabemos de los aztecas, ni de los mayas, ni de las tribus que
habitaron en México antes de los siglos XV y XVI …. Aprendemos los nombres de
Cuauhtémoc y de todos los héroes, pero uno no puede pasarse la vida viviendo en México,
sirviendo al país, sin saber nada acerca de la época prehispánica. No importa tampoco saber
los nombres de los virreyes, sino cómo fueron evolucionando las instituciones humanas, y
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por eso queremos saber cuál es la forma social y cuál es la forma individual de la vida. Si
por los individuos se entienden las instituciones sociales o si hay que darles a las relaciones
y a los individuos el valor que tienen dentro de la comunidad y no fuera de ella” (1973: 52)
Lombardo: “… todo ideal es fruto de la evolución histórica. Por lo mismo opinamos
que la historia es la historia de las instituciones y no de los individuos. Indudablemente que
los hombres de excepción valen, sí, pero es imposible siquiera explicar a Jesús en el siglo
XX, por ejemplo. ¿Sería concebible la aparición de Newton en el siglo XII antes de Cristo?
¿Podemos suponer la aparición de Edison en el siglo XIV o la de Carlos Marx en el siglo
X? Es imposible, porque los pueblos tienen que crear, por encima de los obstáculos que
ellos mismos levantaron en el pasado, una nueva estructura, una nueva visión de la vida; de
modo que son las comunidades las comunidades las que crean a los hombres de
excepción… No hay más poder que la humanidad, y por eso no quiero ni puedo aceptar que
la historia sea principalmente la historia de los individuos, no tampoco puedo aceptar, como
afirma el maestro, que el deber supremo del hombre sea enfrentarse a la muchedumbre,
restregarla, abandonarla en un momento dado, si ello es preciso. No. Nosotros no creemos
que la masa tenga una cultura superior, pero sabemos que la masa no ha de sucumbir
nunca…” (1973: 59).
Ambos catedráticos coincidían en que la base de la filosofía es la naturaleza y la
cultura; que la esencia de toda comunidad es la subordinación de los intereses individuales
a los intereses de grupo; que la cultura es creación de valores; que la Universidad es una
comunidad cultural de investigación y enseñanza, y que la Universidad debe tener una
orientación.
Las diferencias fundamentales entre Caso y Lombardo estaban en la manera de
concebir la naturaleza y la cultura, en el modo de enseñar la ética y la historia y en la
posición ideológica de la Universidad. Para Lombardo, la Universidad debía imponer a los
alumnos y profesores la filosofía del materialismo histórico; para Caso, la Universidad no
debía preconizar determinada doctrina filosófica.
Vicente Lombardo Toledano, había participado activamente en el congreso de
estudiantes celebrado en Veracruz, en agosto de 1933, ahí propuso que se adoptara el
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marxismo como guía de la enseñanza universitaria. Aunque el marxismo gano en el
Congreso en la práctica no se llevo a cabo precisamente por la diversidad de posiciones e
intereses dentro y fuera de la Universidad. La disputa sobre el proyecto a seguir, fue el
detonante de la crisis en la Universidad.
Los sucesos posteriores y el Imaginario de Universidad.
Posterior al congreso se gesto una fuerte crisis en la institución que derivo en la ruptura del
gobierno con la institución y la legalización del Imaginario Universidad de 1933.
Después de la celebración en la Universidad se realizó una consulta entre la
comunidad para decidir si tales resoluciones de debían tratar en el Consejo universitario, así
como para opinar sobre los acuerdos del Congreso. El rector de la Universidad, Roberto
Medellín, propuso que las dos ideologías se ventilaran por medio de un plebiscito en el que
tomaran parte todos los catedráticos de la institución. Más aún, el secretario general de la
Universidad, doctor Julio Jiménez Rueda –que cuando era estudiante participó como
conferencista en la Universidad Popular- declaró a la prensa: “la discusión no será en este
año, porque para pulsar la opinión universitaria va a tomarse el tiempo necesario a fin de
que los debates en el Consejo sean sobre un terreno bien preparado” (Excelsiór 22 de
septiembre de 1933).
No obstante que se había planteado con claridad esta consulta, algunas facultades y
escuelas universitarias se declararon totalmente en contra de las resoluciones del Congreso;
se efectuaron paros, manifestaciones de protesta, y otros disturbios. En una asamblea de la
Academia de la Facultad de Filosofía y Letras, los profesores y alumnos suscribieron un
documento en el que rechazaban los acuerdos del Congreso de Universitarios. Las
facultades y escuelas que rechazaron los acuerdos del Congreso de Universitarios fueron
Jurisprudencia, Filosofía y Letras, Comercio y Administración y la Normal Superior.
Los sucesos se agudizaron cuando en la Facultad de Derecho se impugnaron los
acuerdos del Congreso y un grupo de estudiantes encabezados por el director del plantel
Rodolfo Brito Foucher, tomaron el edificio de la Rectoría en exigencia de la libertad de
cátedra. A este grupo se sumó Manuel Gómez Morín y el grupo de los católicos. Por su
parte, el rector acusó a Brito Foucher de instigar a la violencia, dándose fuertes
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enfrentamientos entre los universitarios que apoyaban las resoluciones y los que las
rechazaban. La comunidad estaba dividida en dos bandos: los que apoyaban la orientación
marxista impulsada por Lombardo y los que apoyaron la libertad de cátedra planteada por
Antonio Caso y recogida por Brito Foucher y Gómez Morín.
A raíz de la destitución, por parte del Consejo Universitario de Brito Foucher, la
comunidad de Derecho se radicalizó. Una primera manifestación de apoyo a este personaje
fue la huelga iniciada en esa facultad, a la que más tarde se sumaron otras. Los huelguistas
solicitaban la renuncia del rector Roberto Medellín, el cual, ante las presiones, se vio
obligado a presentarla; asimismo se le pidió la renuncia a Vicente Lombardo, pero éste se
resistió a hacerlo hasta que los directores de Filosofía y Letras, Medicina, Medicina
Veterinaria y Odontología lo hicieran también.
Esos sucesos fueron el detonante para que el gobierno decidiera romper con la
Universidad, según el argumento presentado en la Cámara de Diputados para realizar un
debate sobre la posición que el gobierno adoptaría ante la resistencia de la institución al
cambio, ya que algunos diputados pensaban que en la universidad se albergaban grupos
reaccionarios, en referencia sobre todo a los católicos que habían sido combatido pocos
años atrás en el gobierno de Calles, en la llamada “guerra cristera”.
Respecto a las disputas internas en la institución, Julio Jiménez Rueda dice que “…
al terminar su periodo el rector designado de acuerdo con la Ley Orgánica de 1929, la
presidencia de la República envió una terna en la que figuraba en primer término el
ingeniero químico don Roberto Medellín, que no era un político universitario, ni nacional
tampoco, sino un hombre de energía probada en otros cargos que había desempeñado con
honradez y dedicación; que había sido secretario general de la universidad en el periodo
anterior [y] que conocía por lo tanto los problemas que planteaba el nuevo estatuto. Su
elección fue vista sin embargo, con recelo por los que ambicionaban el puesto. Médicos y
abogados no veían con buenos ojos que gobernara el instituto persona que no perteneciera a
una de estas dos profesiones” (1955: 207).
Nuevamente se manifestaba la preponderancia de los gremios profesionales
tradicionales en la estructura jerárquica de la Universidad. Los abogados no estaban de
acuerdo con el nombramiento como rector del químico Roberto Medellín y es probable que
esa situación contribuyera a la manifestación de inconformidad en 1933.
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Así, Narciso Bassols, secretario de Educación Pública, declaraba a los diputados de
la Cámara.
En el instante en que la Universidad deja de ser la Universidad Nacional para
convertirse en la Universidad Autónoma de México, deja de ser el órgano del
Estado encargado de la función de educación profesional y asume el carácter
de no ser ya por antonomasia la universidad, sino una universidad en la
República; en un plano de noble competencia, digo, porque sólo la calidad
de sus enseñanzas la pondrá a la altura de sus trabajos científicos, la
efectividad de su organización, la seriedad de sus sistemas y programas, la
eficiencia de sus enseñanzas, en suma: el nivel de la institución misma será
lo que le permita enfrentarse con el resto de las instituciones que en México,
o fuera de la ciudad de México y –esto cien veces preferible– se formen para
robustecer con un criterio regional, una mejor distribución de la cultura, la
cultura del país (Diario de Debates, 17 de octubre de 1933).
Lo que causó gran sorpresa y malestar entre los universitarios fue que en la Cámara se
decidió no proporcionarle más recursos anuales como se venía haciendo; y otorgarle solo
los bienes muebles e inmuebles que ya poseía, además de que por única ocasión se le darían
diez millones de pesos, que serían cubiertos en un plazo de cuatro años, para que la
Universidad los administrara. Se pretendía que con los intereses generados por esa suma la
institución sobreviviera.
Así, en 1933 se promulga una nueva Ley Orgánica para la Universidad en la que se
le define como una corporación con capacidad jurídica propia, lo que encerraba en sí su
autonomía plena y la pérdida de su carácter de institución pública. En el artículo primero se
señalaba “la Universidad Autónoma es una corporación dotada de plena capacidad
jurídica”, sustrayendo su carácter de institución pública que si contemplaba la Ley de 1929.
Sus fines “de impartir educación superior, organizar la investigación científica,
principalmente la de las condiciones y problemas nacionales, para formar profesionistas y
técnicos útiles a la sociedad y llegar a expresar en sus modalidades más altas la cultura
nacional, para ayudar a la integración del pueblo mexicano”, se mantuvieron en esencia y
se adicionó el de “extender con la mayor amplitud posible los beneficios de la cultura”.
Pero simultáneamente se suprimió su carácter de nacional.
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La Universidad quedó con la libertad de organizarse como considerara conveniente
pero debía mantener los lineamientos establecidos en su Ley Orgánica. Como se había
mencionado, para algunos universitarios esto constituyó un logro y alegaban que la
autonomía otorgada en 1929 tenía limitaciones y daban como argumento que el rector de la
institución era seleccionado de una terna propuesta por el presidente de la República; que el
poder público tenía la facultad de vetar resoluciones del consejo universitario; y, por
último, que en el Consejo Universitario había un lugar reservado para un delegado de la
Secretaría de Educación Pública. Al parecer, el que la Universidad tuviera un trato de
institución privada representaba una gran responsabilidad ya que debía mantenerse con sus
propios recursos económicos para llevar a cabo sus fines.
El gobierno de la Universidad continuó conformado por el Consejo Universitario, el
rector, y los directores de facultades, escuelas e institutos y las academias de profesores y
alumnos, y el rector sería designado por el Consejo Universitario, donde se omitió la
representación de la SEP. El primer rector de esta Universidad fue Manuel Gómez Morín, a
quien le correspondió llevar una política de austeridad y trabajo.
Las instituciones que integraron la Universidad de 1933 fueron las Facultades de
Filosofía y Letras, Derecho y Ciencias Sociales, Medicina, Ingeniería, Odontología,
Ciencias e Industrias Químicas y Comercio y Administración; Las Escuelas de Bellas
Artes, la Normal Superior, la de Educación Física, la Nacional de Medicina Veterinaria y la
Preparatoria; y otras instituciones como la Biblioteca Nacional, el Instituto de Biología, El
Instituto de Geología, y el Observatorio Astronómica. Con respecto a la Ley de 1929, la
única que no fue considerada fue la de Agronomía, que ya se había separado previamente.
Así, como señala Castoriadis “..una sociedad se otorga a sí misma una institución,
se da al mismo tiempo como posibles todas las relaciones simbólicas y racionales que esta
institución conlleva o engendra o que, en todo caso, no podría haber contradicción o
incoherencia entre los “fines” funcionales de la institución y los efectos de su
funcionamiento real y cada vez que se plantea una regla, queda garantizada la coherencia
de cada una de sus innumerables consecuencias con el conjunto de las demás reglas ya
existentes con los fines conscientes u “objetivamente perseguidos” (1983: 211).
Así fue como se instituyo el Imaginario de Universidad en 1933. Los
planteamientos de la educación socialista no se volvieron a explicitar en la Universidad.
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Los alumnos que habían apoyado la reforma universitaria fueron expulsados y crearon la
Confederación de Estudiantes Socialistas de México. Sin embargo, los elementos básicos
de planteamiento socialista en la educación fueron retomados en la plataforma electoral del
Partido Nacional Revolucionario, fundado por Calles y que llevaría a Lázaro Cárdenas a la
presidencia de la República en 1936, donde se establece la educación socialista como
política.
Con el Congreso de Universitarios y el movimiento estudiantil de 1933 se cerró un
ciclo de celebraciones y transformaciones en la Universidad y se abrió otro en el que
prevalecieron la inestabilidad, los cambios constantes de autoridades -en algún momento
dos rectores a la vez-, y carencias económicas que llevaron a que los profesores impartieran
sus cátedras incluso de manera gratuita.
Los gobiernos no desistieron de su proyecto de impulsar la educación técnica
vinculada al desarrollo económico, principalmente la industria, dando lugar a la creación en
1936 del Instituto Politécnico Nacional cuya característica es la educación superior técnica.
De esta manera, con la ruptura en 1933 entre gobierno y la UAM se cierra un ciclo
de vida institucional y se inicia otro de inestabilidad que no sería superado sino hasta 1945
cuando se restituye a la UNAM su carácter de institución pública nacional.
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