Num089 017

Anuncio
Don Álvaro
crece
MARIO
PARAJÓN
no
de
los
acontecimientos
editoriales que sería
menester celebrar en
la segunda mitad de 1994, es la
publicación por Tus-quets de
Papeles que fueron vidas,
ochenta y cuatro artículos de
Alvaro Cunqueiro publicados en
El Noticiero Universal de
Barcelona entre 1973 y 1975. Al
cumplirse los diez años de su
aparición, estas entregas del
insigne don Alvaro no sólo
conservan
intacto
su
tremendo encanto, su frescura
de prosa bien aireada y su
gracia
entre
medieval
y
dieciochesca,
sino
que
"prometen" crecerse en los años
próximos como le ocurre a toda
literatura a la que le está
reservada un gran porvenir.
Mientras mejor guardan su
memoria las aguas del Miño,
más admiraciones despierta
Alvaro Cunqueiro. Estos ochenta
y cuatro artículos por lo general
arrancan de un libro cuya
recensión don Alvaro no hace.
Lo lee y nos cuenta lo que dice
el autor. Y cuando ya estamos
cómodamente instalados en la
idea de que va a seguir por ese
camino, don Alvaro da un
tirón a la rienda, el coche
cambia de rumbo y la anécdota
que iba en trance de madurar se
U
LITERATURA
asocia con otra hasta que nos
vemos en presencia de un
ovillo dorado que al final
esclarece sus caminos.
Cunqueiro nos cuenta la historia
del vengador Thorsteinn, que
merece los favores de Lady Spes
gracias a su arte para cantar
desde la celda; es magnífico
verlos llegar a Roma para solicitar el perdón del Papa. Y nos
introduce en el secreto de la
diferencia de criterio entre germanos y persas a propósito de la
rosa blanca y de la roja, así
como en el conocimiento de
Fernando Esquió, el poeta del
siglo XIII que iba con el arco en la
mano y dejaba huir a las aves que
cantaban. Xesús González, el
autor del prólogo, piensa que
Cunqueiro trata de captar en la
novela, el poema o el ensayo
«A lo largo de sus
peregrinaciones por
tanto camino de España,
Cela se ha encontrado con
esta legión de cofrades a
quienes retribuye su
simpatía dándoles
entrada en el espacio
de sus cuentos.»
sobre los que escribe, ese
"movimiento
evanescente"
donde se halla lo que la obra
tiene de única. Y como no sabe si
lo capta o no, sus artículos
"rezuman un fondo de nostalgia
por las cosas que se fueron".
Entre las cuales no cabe duda
que se encuentra la estética de
Manuel Mujica Laínez, el
narrador argentino de espíritu
cosmopolita como tantos ilustres
coterráneos suyos. Hombre de
mediados de siglo —nació en
el diez y ha muerto en el
ochenta y cuatro— se hizo
famoso por su lujo verbal, su
erudición histórica, su preferencia
por los ambientes distinguidos,
las familias antiguas y de renta
copiosa, también los afectos y
pasiones en sus personajes no
compartidos por la mayor parte
del género humano.
Ollero Ramos edita con toda
pulcritud El Retrato Amarillo y
los Cuentos Inéditos, de
Manuel Mujica Laínez. El retrato
es una historia de terribles
descubrimientos hechos por un
muchacho en plena adolescencia y
que pierde esos puntos de
referencia que son el padre y la
madre, ambos imprescindibles
para el futuro grave y ponderado
de la persona. A Mujica le
encanta
narrar
esos
desmoronamientos que no son
obra de la voluntad del que se
destruye y que parecen resultado
del trabajo fatal de varias
generaciones y también el
balance de una cultura. Este
Miguel de El Retrato Amarillo
busca
sin
saberlo
un
develamiento de la verdad biográfica de su familia —ni más ni
menos que como Edipo— que lo
arrastra ya sabemos a qué
abismo.
Pero lo interesante de Mujica es
precisamente el interés que va
perdiendo. Lo conserva, por
supuesto, en la medida en que lo
ha tenido y esa reminiscencia
invade aún su presente literario;
también lo guarda —y por cierto
intacto— como pieza importante
en la historia literaria hisp a n o a me r i c a n a ; p e r o s e l e
desvancece debido a cómo su
expresión deslumbrante apaga
muchas de sus luces al no resistir
que se le enfrente una mirada
crítica. Tanto oropel de
b u e n a c a l i d a d r e mi t e a u n
mundo que se necesita tomar
muy en serio y que sin duda es
muy serio cuando se le encuentra
la primera vez. Y el fallo
consiste en que no lo es si se
profundiza en su conocimiento.
Las historias que cuenta Mujica
son espléndidas y pavorosas,
pero la seriedad y un cierto sentido de trascendencia no recorre
a los personajes por el centro.
Lo que hay en ellos de
cojera existencial necesitaría un
ingrediente menos solemne
para pasar de contrabando.
Espasa Calpe ha publicado los
relatos cortos de Cela bajo el
título de La dama pájara.
Aficionado como es él a lanzar a
sus personajes por la cuesta
genérica de los tipos, aprovecha las
narraciones breves para pintar a
pinceladas bruscas y sin duda
muy graciosas, la gran
colección que constituye su felicidad. En un artículo de periódico escribió el año pasado que
la amistad "era la medicina de la
vida". A lo largo de sus peregrinaciones —reales o imaginarias— por tanto camino de
España, Cela se ha encontrado
con esta legión de cofrades a
quienes retribuye su simpatía
dándoles entrada en el espacio de
sus cuentos. Hay que verlos así,
como efusiones que lo serían por
completo
si
don
Camilo
detuviera por excepción el disparo continuo de su arsenal
quevedesco. Aunque puede ser
que en esto consista el atractivo
de estas narraciones, tan cordiales
por una parte y tan dignas del
nuevo "criticón" por la otra.
Y don Camilo ganó el
Planeta. Ahora aguarda el
Cervantes y no está escrito que
no lo recibirá. Los que se
apresuran
a
darlo
por
agotado ignoran sus mil artes
para resucitar al trabajo cada
mañana aun cuando el
médico le haya suprimido de la
dieta las sopas de ajo que fueron en tiempos su desayuno. En
cuanto a la novela premiada no
se le haría justicia si se dijera
sólo que va contra el fanatismo y
el sometimiento del hombre a
otra criatura de su misma condición. Esto es verdad, por
supuesto, como también lo es
que l a pr osa desar r ol l a l os
mejores momentos de Cela con
lujo de sorpresas y salidas de
ingenio. Se discutirá si se trata
de un aporte novedoso con respecto a lo alcanzado hasta hoy
por su obra, o si se limita a permanecer dentro de lo que ya ha
logrado. Aún es pronto para
emitir ese juicio.
Descargar