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El bloqueo del plan de paz
para el Sahara
ANTONIO MARQUINA BARRIO*
situación en el Sahara occidental se puede decir que ha
LAentrado
en una nueva etapa desde la aceptación «en principio»
LOS PUNTOS
DEL PLAN DE PAZ
* Madrid, 1945. Doctor en
Ciencias Políticas, Abogado,
Economista y Sociólogo. Premio Rockefeller Fellow en Relaciones Internacionales.
tanto por Marruecos como por el Frente Polisario del plan de paz del
secretario general de la ONU, el 30 de agosto de 1988.
El plan, en lo que ha podido conocerse por diversas filtraciones,
consta de diversas etapas en orden a la celebración de un
referéndum de autodeterminación.
En primer término, se considera necesaria la aceptación del
alto el fuego que vendría precedido de negociaciones con las partes
contendientes y que de forma solemne haría el secretario general
de la ONU. Un grupo de expertos de las Naciones Unidas haría
luego los preparativos para la realización del referéndum en un
período transitorio que se calcula en seis meses. En este período
conocerían el estado de las fuerzas de Marruecos y del Frente
Polisario. Se procedería a la retirada de una parte sustancial de las
fuerzas armadas marroquíes del Sahara y posteriormente tendría
lugar el acantonamiento de las fuerzas armadas de Marruecos y
del Frente Polisario. Se realizaría un intercambio de prisioneros,
2.500 soldados marroquíes y 250 soldados saharauis, según estimación del Frente Polisario, bajo la vigilancia de los observadores
de la ONU. Después se organizaría la vuelta de los saharauis exiliados y refugiados al Sahara occidental, para los que el Frente
Polisario pide libertad de circulación, y empezaría a trabajar la
comisión de identificación del cuerpo electoral sobre la base del
censo español de 1974.
Una vez realizados estos preparativos se llevarían a cabo las
operaciones relativas a la celebración del referéndum. Parecía existir
acuerdo sobre la pregunta: «Desea la independencia o la integración en Marruecos».
Quedaban, no obstante, puntos de desacuerdo importantes que
Javier Pérez de Cuéllar prefería dejar aparcados en espera de que
su representante especial pudiera llegar a un arreglo. Así, el plan
de paz pasaba por alto el papel de la administración, precisando
solamente que «todas las operaciones relativas al desarrollo del
referendum serán supervisadas por un representante del secretario
general». Para Marruecos, basta con la retirada de las cabezas más
visibles de su administración en el territorio, permaneciendo todo
el tejido medio de personas que componen la administración.
Para el Frente Polisario, las Naciones Unidas deben hacerse cargo
del territorio, y la presencia de un número indeterminado de subalternos de la administración marroquí debe compensarse con la
presencia de un número igual de funcionarios saharauis. Dada la
amplitud del territorio y el bajo grado de población sería necesario
un número importante de ayudantes del representante de las Naciones Unidas, civiles y militares, para asegurar la administración
del territorio, más aún tratándose de las operaciones electorales
que habrían de ser dirigidas exclusivamente por el representante
de las Naciones Unidas, apoyado por un grupo de expertos. El
número total no podría bajar, según algunos observadores de la
ONU, de 2.500 personas.
Tampoco quedaba bien delimitado el período de campaña
electoral, que, finalmente, quedó fijado en diez días; las posibilidades de realizar propaganda y sus límites, pues Marruecos exige que
no se ponga en duda ni la marroquinidad, ni la presencia de las
fuerzas armadas, ni la legitimidad de la presencia marroquí; y la
ley aplicable en este período, pues el Frente Polisario considera
que las leyes marroquíes deben abrogarse enteramente y ser reemplazadas por las leyes que estuvieron en vigor hasta la retirada de la
administración española.
Ligado a todo esto está el problema de la presencia o no en el
territorio de los «colonos» marroquíes, introducidos progresivamente tras la retirada española y cuyo número se calculaba por el
Frente Polisario en más de 100.000, y que podían, ciertamente,
considerarse como un elemento de presión en el proceso electoral,
por lo que debían acantonarse. Y también la presencia de las fuerzas armadas marroquíes, propugnándose en el plan una retirada
«apropiada, sustancial y gradual» en el período comprendido entre
el alto el fuego y la celebración del referendum, pero sin
cuanti-ficarla y sin mencionar las fuerzas paramilitares. El Frente
Polisario, en un primer momento, consideró necesaria la retirada
total del ejército y las fuerzas paramilitares, para luego matizar esta
retirada, fijando una permanencia simbólica de fuerzas que debían
equilibrarse con un número igual de fuerzas del Frente Polisario,
7.000 por cada parte, cifra que después se elevaría a 10.000. Las
fuerzas marroquíes inicialmente se acuartelarían en un solo punto
al norte del Sahara, luego se acabó admitiendo por el Frente Polisario su presencia en localidades próximas al muro de defensa. En
cuanto a sus propias tropas, el Frente Polisario pretendía su acantonamiento en Guelta Zemmour, Hausa, Mahbes y Aousserd. Estas
pretensiones no eran aceptables para Marruecos, que excluía la
retirada de más de 100.000 soldados que defienden el Sahara. Una
retirada total podría suponer la desaparición o destrucción del sistema defensivo que tantos años ha costado desarrollar.
Tampoco estaban resueltos los puntos referentes al intercambio
de prisioneros, al negar Marruecos tener prisioneros saharauis, y la
vuelta de refugiados.
Finalmente, quedaba pendiente un tema crucial, el de las negociaciones directas entre Marruecos y el Frente Polisario de acuerdo
con las resoluciones de la OUA y la ONU. En opinión de los
representantes del Frente Polisario, para acercar los puntos de vis-
ta de las partes es absolutamente imprescindible llegar a conversaciones directas. Sin alcanzar este extremo, el conjunto de puntos
que quedaban sin concretar en el plan de paz, como la determinación de cómo se alcanzaba el alto el fuego o las condiciones de la
presencia de las fuerzas militares, administración y colonos marroquíes serían imposibles de clarificar.
Por todo esto quedó suficientemente claro que el acuerdo no
era fácil y que existían interpretaciones diferentes sobre el plan y el
propio proceso. Para Marruecos todo el proceso se encontraba ya
en manos del secretario general de la ONU; para el Frente
Polisa-rio eran necesarias conversaciones directas para llegar
previamente a acuerdos sobre aspectos esenciales.
En este contexto es explicable el ataque del Frente Polisario en
la región de Oum Dreida, el 16 de septiembre. Era una señal de
que la situación exigía una clarificación.
Pocos días después el Consejo de Seguridad de La ONU, convocado con urgencia por Javier Pérez de Cuéllar, autorizó por
unanimidad el nombramiento inmediato de un representante especial del secretario general para la organización, el control y el
desarrollo del referéndum, asistido por un grupo de apoyo compuesto por tres unidades, militar, civil y de seguridad, así como
observadores encargados del control y la supervisión del alto el
fuego y la vigilancia y acantonamiento de las tropas.
LA REACCIÓN
DE ARGELIA
Este acontecimiento indujo en Marruecos un nuevo empuje
en el proceso de movilización de las fuerzas políticas y sociales
para afrontar la nueva etapa. Pero no se esperaban la reacción
argelina.
El 25 de septiembre el comité político del FLN aprobó una
resolución sobre el Sahara reafirmando la solidaridad de Argelia
con la justa causa del pueblo saharaui y apelando a un diálogo
fraternal entre Marruecos y el Frente Polisario. Significaba un
paso atrás con respecto a declaraciones y comunicados de los meses de mayo y junio, tras el restablecimiento de las relaciones diplomáticas, donde el asunto de las negociaciones directas había
pasado a un segundo plano.
La postura argelina quedó reafirmada en la 43 Asamblea general
de la ONU. En su discurso, el ministro de Asuntos Exteriores
argelino afirmó ante la Asamblea que las negociaciones directas
para la conclusión de un alto el fuego y la realización de un referéndum de autodeterminación sin condicionamientos militares y
administrativos eran los elementos esenciales para aportar una solución justa y definitiva al conflicto. De este modo la Cuarta Comisión y, posteriormente, la Asamblea general adoptó el proyecto
de resolución argelina por abrumadora mayoría y ningún voto en
contra. La resolución era similar a la de años anteriores.
A pesar de este aparente bloqueo, Javier Pérez de Cuéllar procedió a nombrar como representante especial para el Sahara occidental al jurista uruguayo, Héctor Gros Espiell, quien dirigiría con
autoridad única y exclusiva todos los preparativos para la consecución de un alto el fuego y la celebración de un referéndum.
Pronto se anunció que Héctor Gros Espiell tomaría contacto,
por separado, en Ginebra, con representantes de Marruecos y del
Frente Polisario para acercar los puntos de vista, y que, a finales
de noviembre, visitaría la zona. Mientras tanto, se habían producido
en Argelia gravísimas revueltas con un saldo de más de quinientos
muertos. Tanto Taleb Ibrahimi, ministro de Asuntos Exteriores,
como Charif Messaadia, salieron del gobierno, dando paso a otros
dirigentes de línea menos dura en el tema saharaui.
Las negociaciones indirectas se iniciaron el 5 de diciembre en
Ginebra y la visita de Gros Espiell a la zona se pospuso hasta el 10
de enero.
Pocos días después se publicaban unas declaraciones de
Has-san II al semanario Le Point, con motivo de la conferencia
franco-africana. El rey, en un vuelco espectacular, manifestó que las
puertas de su palacio estaban abiertas al Frente Polisario,
movimiento que había calificado con anterioridad como un grupo
de «mercenarios», estando dispuesto a escuchar sus quejas y a
conocer lo que querían para el territorio del Sahara. Estaba
dispuesto a discutir, no a negociar, y podían venir como
representantes del Frente Polisario, pero a su casa. En su opinión, si
las cosas se desarrollaban bien el referéndum podría celebrarse a
finales del verano de 1989.
Pasados unos días, el 23 de diciembre, el Frente Polisario, sometido a una cierta presión por Argelia y Arabia Saudita, aceptó la
oferta del rey marroquí.
El encuentro tuvo lugar el 4 de enero en Matraqueen. Las
«discusiones» sobre generalidades o el «arbitraje» del rey marroquí
no fueron otra cosa que una maniobra para mejorar las relaciones
entre Argelia y Marruecos, accediendo, al menos de fachada, a una
de las pretensiones largamente esperadas por las autoridades
argelinas, el diálogo directo. Con ello, el camino quedaba expedito
para la celebración de la segunda cumbre magrebí a finales de enero
en Marraquech, en un clima más favorable para la edificación del
Gran Magreb. Asimismo, el contexto de distensión permitiría el
avance en el plan de paz, tal como lo entendía el gobierno
marroquí, facilitando la tarea de Héctor Gros Espiell.
Tal como se había anunciado, la visita del representante especial
del secretario general de las Naciones Unidas se inició el 10 de
enero con una entrevista con el rey en Marraquech. Pasó luego
por el Sahara, Mauritania, los campos de Tindouf, Argel y Bamako.
Los resultados fueron poco satisfactorios. Las autoridades marroquíes se sintieron muy molestas por el grandioso y propagandístico recibimiento tributado por el Frente Polisario a Héctor
Gros Espiell. En las pancartas podía leerse «independencia total».
Héctor Gros Espiell subrayó en unas declaraciones que existían
ciertos obstáculos y dificultades, sobre todo en la retirada de las
tropas y administración marroquí y la naturaleza de las fuerzas de
las Naciones Unidas que serían enviadas al Sahara occidental.
Producida esta visita, el Frente Polisario anunció una tregua
unilateral en febrero y la próxima celebración de un nuevo encuentro con Hassan II. El Frente Polisario dejó en claro que rechazaba una autonomía dentro de un estado federal marroquí y
pedía su presencia en la próxima cumbre magrebí.
LA CREACIÓN
DE LA UMA
A principios de febrero se produjo la primera visita de Chadli
Benjedid a Marruecos, que coronaba el proceso de acercamiento
iniciado con el restablecimiento de relaciones diplomáticas el 18
de mayo de 1988. Días después, el 15 de febrero, se iniciaba en
Marraquech la segunda cumbre magrebí, dando nacimiento a la
Unión del Magreb Árabe (UMA). El Frente Polisario no estuvo
presente, pero el problema planeó en la cumbre, tratándose de
forma bilateral. Significativamente, en una conferencia de prensa
posterior a la finalización de la cumbre, Hassan II, desmarcándose
de otros análisis y opiniones, afirmó que la cuestión del Sahara
occidental no tenía ninguna influencia sobre el Magreb árabe,
dado que las esperanzas puestas en la unificación eran muy anteriores al hecho «surgido como un intruso en la historia que yo
califico de insecto venido a parasitar este león histórico que es el
Gran Magreb árabe». Con esto, y otras declaraciones anteriores
realizadas por el rey a diversos medios de comunicación, el clima
de confianza instaurado a principios de enero empezaba a resquebrajarse.
Es también importante señalar que el tratado constitutivo de la
UMA contiene una estipulación estableciendo que todo los Estados miembros se comprometen a no tolerar en su territorio ninguna actividad o movimiento que pudiera atentar a la seguridad o
integridad territorial de un Estado miembro. Este punto va a ser
resaltado y reiterado a partir de este momento por la prensa marroquí, aludiendo a Argelia y al Frente Polisario. Por su parte, el
Frente Polisario hará alusión a la estipulación que señala que todo
Estado africano que reúna las características de ser árabe y magrebí
podría solicitar su integración en la UMA, alegando así su posible
inclusión posterior.
En cualquier caso, el Frente Polisario volvió a anunciar la realización de un segundo encuentro con el rey a principios de marzo,
encuentro que fue desmentido por las autoridades marroquíes. De
este modo, el 1 de marzo se volvían a reanudar las operaciones
militares en el Sahara, si bien a un nivel bajo. Marruecos había
conseguido enfriar el conflicto. Con dificultad el Frente Polisario
podría emprender de nuevo operaciones de envergadura en el contexto creado por la UMA. Con la disminución importante de la
actividad militar, se podría llegar a pensar que el conflicto acabaría
agotándose.
Por todo ello, el progresivo aislamiento del Frente Polisario se
fue haciendo cada vez más patente. El 3 de marzo Hassan II
anunciaba la decisión de ratificar el tratado de Ifrane de 1972
entre Marruecos y Argelia sobre el trazado fronterizo. Era la prenda
ofrecida durante años a Argelia para solucionar el confuto del
Sahara.
Los llamamientos del Frente Polisario a Francia, España y el
Reino Unido para que influyeran sobre el rey de Marruecos, en
orden a conseguir negociaciones directas, se sucedieron. El 28 de
abril con motivo de la celebración del VII Congreso del Frente
Polisario, se realizaron nuevos llamamientos. Mohamed
Abdela-ziz subrayó en el discurso de apertura la necesidad de
mantener negociaciones directas y su apoyo a las gestiones de Javier
Pérez de Cuéllar. Los problemas que habían impedido hasta
entonces la
realización de un referéndum permanecían sin solución. Digno es
destacar que en este Congreso el sector más duro del Frente
Polisa-rio perdió importantes puestos que pasaron al sector
partidario de la negociación. Cabría señalar la sustitución del
ministro de Defensa de la RASD, Ibrahim Ghali.
De nuevo, a principios de mayo, el Frente Polisario anunció
una próxima reunión con Hassan II. El 17 de este mes la reunión
era calificada como «inminente» por el representante en España
del Frente Polisario, al mismo tiempo que se producían diversos
enfrentamientos militares entre Marruecos y el Frente Polisario en
el Sahara.
Pasadas unas semanas, el Frente Polisario volvió a anunciar
una reunión con Hassan II para antes del 22 de junio, sin ningún
efecto. Incluso Marruecos no aceptó la mediación de la Cruz Roja
Internacional en la repatriación de 200 prisioneros marroquíes liberados por el Frente Polisario como gesto de buena voluntad
antes de que Javier Pérez de Cuéllar visitase la zona del 18 al 24 de
junio.
No obstante la maquinaria de la ONU seguía funcionando. El
general Dubnama había estado en la zona al frente de una misión
técnica a finales de marzo, realizando un informe sobre las cuestiones relativas a la retirada y acantonamiento de las tropas del
territorio sahariano; y ahora era el propio secretario general quien
lo hacía.
Pérez de Cuéllar se entrevistó con Hassan II y los presidentes
de Mauritania, Mali, Argelia y la RASD. El propósito de dar un
«salto cualitativo» con la creación de un mecanismo de puesta en
práctica del plan de paz, por medio de una comisión técnica que
examinase los diferentes aspectos civiles y militares de la organización del referéndum, era una forma de salvar la cara de la ONU en
un proceso claramente bloqueado. El rey no se oponía a recibir al
Frente Polisario, pero tampoco les recibía. De este modo, uno de
los aspectos esenciales de las resoluciones de la OUA y la ONU no
tenía plasmación.
Podríamos concluir señalando que la estrategia diplomática
marroquí ha tenido un éxito relativo hasta el momento, buscando
y consiguiendo el acercamiento a Argelia, sin contraprestaciones
en el tema sahariano, entrando en la dinámica unitaria magrebí y
aislando así de hecho y de derecho al Frente Polisario de su principal valedor, Argelia. No obstante Argelia, a pesar de los graves
problemas de reconversión interna política y económica, no ha
cambiado su orientación política de principio en este tema que, no
es muy aventurado afirmar, volverá a aparecer en las próximas
reuniones de los países no alineados, y de la ONU. El presidente
Chadli ha obtenido también seguridades del rey de Marruecos de
que recibirá al Frente Polisario. Cabe conjeturar que la diplomacia
marroquí juega con el tiempo, el cansancio inducido por tantos
años de conflicto, el nivel bajo de las operaciones militares y el
progresivo menos apoyo de otros países a la causa de la RASD. Así
ha ocurrido desde principios de enero con cuatro países miembros
de las Naciones Unidas, que han dejado de reconocer a la RASD.
CONCLUSIÓN
Pérez de Cuellar.
Hassan II.
Ben Sulil.
No obstante el proceso instaurado con la creación de la UMA
seguirá siendo frágil sin la solución del problema del Sahara.
El referéndum necesita de unos acuerdos previos. En caso contrario será irrealizable o se convertirá en un proceso de negociaciones indirectas interminable. Al menos el secretario general de la
ONU podrá decir en la próxima Asamblea general que ha cumplido
con el mandato recibido y que no ha obtenido resultados.
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