Hacia una nueva sociedad: las transformaciones del siglo XVIII JQAQUIM NADAL I FARRERAS * la Guerra de Sucesión supuso un fuerte retroceso AUNQUE político y una momentánea paralización de la actividad económica, Cataluña enfocaba el siglo xvm con los primeros indicios de reactivación y superación del letargo. Hoy ya nadie duda que la Guerra de Sucesión, con implicaciones internacionales, convirtió Cataluña en moneda de cambio de un conflicto de mayor alcance. Como consecuencia de estas circunstancias se produjo el desmantelamiento institucional de la organización política propia de Cataluña. Aunque también es cierto que a lo largo de los siglos xvi y XVII este sistema, mal encajado en la monarquía austríaca, sufrió erosiones constantes y fue perdiendo peso específico por la propia inoperancia de los grupos sociales que controlaban dichas instituciones. En cualquier caso, la Guerra de Sucesión fue sólo un paréntesis de incalculables consecuencias políticas pero de incidencia solamente coyuntural en la evolución de la economía. A pesar de las consecuencias de la guerra, Cataluña enfocaba el siglo xvm construyendo los fundamentos, aún contradictorios, de una sociedad moderna. LAS GRANDES TRANSFORMACIONES * Gerona, 1948. Alcalde de Gerona. Diputado por el P.S.C. Presidente de la Federación de Municipios de Cataluña. Así pues, Cataluña, recuperando los cambios iniciados a finales del siglo xvn, había experimentado a lo largo del xvm importantes transformaciones. Por una parte, en setenta años, el número de catalanes había crecido, superando definitivamente las fluctuaciones cíclicas propias de los tiempos medievales. La agricultura se había modernizado y en muchas zonas —las más fértiles— había abandonado y superado las técnicas y los cultivos seculares. Arthur Young, viajero y agrónomo inglés, visitó Cataluña en 1787 atraído por el renombre que el Principado había logrado tanto por su agricultura como por su industria. «Los catalanes —decía Young en la justificación inicial de su viaje— son tenidos desde hace mucho por la gente más activa de España; y siempre he creído por lo que me han dicho y por lo que he leído, que esta provincia puede ser llamada sin exagerar el jardín de España.» Dadas las diferencias comarcales existentes, Young, que entró en Cataluña por el Valle de Aran, se extrañaba en los primeros días de su viaje de no encontrar nada que justificase el calificativo de jardín de España. Sin embargo, en las cercanías de Barcelona econtraría muestras suficientes de estas grandes transformaciones en la agri- cultura: «Los cultivos son muy densos, y son objeto de un gran cuidado. Ni rastro de barbechos; al contrario, aún no se ha recogido una cosecha que ya empieza otra nueva. Mucha alfalfa, de la cual hacen cuatro, cinco, seis y siete siegas cada año.» Y esta impresión se confirmaría cerca de Girona, donde se encuentra con un tipo de rotación muy avanzada, que explica con todo detalle: «Estaban arando un rastrojo de trigo, para sembrar acto seguido este "phang" (heno), que es parte de un proceso muy interesante: la primera hacen una guadañada después de la cual labran, para sembrar acto seguido "monget", que significa la fase del ciclo de rotación constituida por la judías, mijo, guisantes, etc. El "monget" deja el campo limpio para sembrar trigo, el cual siegan con tiempo suficiente para conseguir aún una segunda cosecha de judías. Una rotación completa es: 1, maíz; 2, trigo tierno, seguido inmediato de trébol; 3, trébol y judías; 4, cáñamo y judías, y 5, trigo tierno y mijo.» Naturalmente, este proceso de transformación se produce en el marco casi inalterable de la sociedad señorial, cuyas persistencias y resistencias son notables. Sin embargo, los estudios recientes sobre la evolución de la renta señorial manifiestan la crisis creciente de los ingresos señoriales y la desviación hacia actividades productivas de parte de la renta de la tierra. Todo sin modificaciones esenciales de la estructura de la propiedad y del complejísimo sistema de cargas y derechos sobre una propiedad imperfecta y de difícil definición. Pero donde más claramente se demostraría el conjunto general BARCELONA, de las transformaciones del siglo xvm catalán llegando hasta la in- EXPONENTE DE LAS dustria seria en el caso de la ciudad de Barcelona. La capital del TRANSFORMACIONES Principado no había sentido la reanimación de finales del siglo x-vii y, al finalizar la guerra, Barcelona era una ciudad cerrada en sí misma, con más población dedicada a la agricultura que a las actividades marineras, con un absoluto predominio artesanal, y de la cual Jordi Nadal y Emili Giralt han podido decir: «Si, en el caso de la capital catalana, los borbones heredaron, o mejor conquistaron, una ciudad típicamente medieval. Sería difícil encontrar un ejemplo tan patético de inmovilismo.» Setenta años más tarde, el panorama había cambiado tanto que Young se da cuenta de la existencia de importantes manufacturas y paseando por la calles de Barcelona siente «en cualquier parte (...) el ruido de las máquinas de hacer medias». Y esta impresión de febril actividad, tan poco medieval, nos es confirmada por la respuesta que los responsables del corregimiento de Barcelona dan a una de las preguntas del interrogatorio de Francisco de Zamora, también a finales del siglo xvm: «En el distrito del corregimiento no hay fuera de Barcelona otras fábricas que una de las velas de sebo en Sarria, la de Josep Pi en Horta y los prados de blanqueo de las fábricas de indianas. Dentro de la misma, sin contar las muchas que componen varios de sus gremios, hay cuatro de naipes, tres de jabón, tres de ollas de hierro colado, una de capotes de marinero, una de tirados de oro y plata falsos, cuatro de resolis y ratafias, cuatro de encerados, dos de franelas, dos de pintados de seda, tres de muselinas, dos de terciopelos de algodón, y bombasí es una de mantas y baye- tas de algodón y de varias ropas de lo mismo con mezcla de seda y de hilo, una de telas de seda con mezcla de hilo, algodón, plata y oro, una de enmoldados de cartón y papel de estraza, tres de papel pintado, tres de cotonadas, dos de blavetes, dos de barraganes, du-rois y sempiternas, una de cuerdas de vihuela y más de 80 de indianas, lienzos pintados y pañuelos, de cuyos géneros se consume en parte del país, de los más se envía otra a Castilla y otras provincias de España y la mayor a América.» Que lejos ya del «inmovi-lismo patético de 1717-1718. EL CAMBIO EN LA SOCIEDAD Y EN LA CULTURA EL SIGLO XIX: LA BÚSQUEDA DE NUEVOS CAMINOS Este trayecto de transformaciones esencialmente económicas tendría clara correspondencia en el campo de la sociedad y de la cultura. El comercio y la manufactura habían hecho nacer nuevos grupos sociales y una cierta burguesía mercantil, que impondría progresivamente sus gustos y aficiones. El alejamiento de la Universidad de Cervera impondría también toda una labor de sustitución de la falta de Universidad en Barcelona, con la creación de escuelas especiales a menudo patrocinadas por la Junta de Comercio, organismo máximo de estos nuevos grupos sociales. Y a remolque de los cambios económicos esta nueva burguesía se preocuparía también de buscar un soporte doctrinal a sus intereses económicos haciendo crecer, como ha explicado Ernest Lluch, a la vez una erudición histórica y un pensamiento económico que nutrirían las bases ideológicas del futuro proteccionismo. Pero también a partir de 1793 cuando estalla la guerra con la Francia de la Revolución (la Gran Guerra) y como mínimo hasta 1814, la inmensa sacudida del cambio de siglo, esmaltada de conflictos internacionales, repercutió con dureza directa e indirectamente sobre la evolución de la economía y la sociedad catalanas. Unos conflictos (Gran Guerra, 1793-1795, y Guerra de la Independencia, 1808-1814) tendrán en todo o en parte Cataluña como escenario principal de la lucha y en muchos casos el Principado sufrirá de forma directa sobre su territorio los efectos destructores de la guerra. Otros conflictos, las guerras de España con Gran Bretaña en los años 1779-1783, 1797-1801 y 1804-1808, incidirán indirectamente sobre la actividad económica del Principado como consecuencia del casi total bloqueo del mercado colonial que consigue la superioridad de la marina de guerra inglesa. El repetido cierre de las puertas del comercio con América, que había jugado un papel de primer orden en el lanzamiento de la economía catalana, comprometía las posibilidades del comercio y la manufactura catalana. Y lo más* grave era que una vez terminada la Guerra del Francés, el mercado colonial ya no se recuperaría sino muy parcialmente. Con todo, a pesar de los fortísimos choques en este final de siglo, vemos algunos sectores de las empresas catalanas, básicamente el textil, entrar en el siglo xix con una fuerza considerable y una capacidad de iniciativa que encuentra aún un cierto apoyo en el mercado regional y en el conjunto del mercado interior. Este empuje en los primeros años del siglo xix consistiría, resumiendo a grandes rasgos a Vilar, en una cierta concentración (empresas grandes con un crecido número de obreros asalariados trabajando en un mismo local), la búsqueda de nuevos caminos mediante la mecanización, y la dispersión geográfica de las empresas hacia los valles fluviales del Principado buscando fuentes de energía asequibles y baratas. Pero estos últimos momentos del empuje setecentista se interrumpen casi totalmente como consecuencia de la Guerra de la Independencia, debido a las destrucciones que ocasiona y a las grandes pérdidas demográficas que provoca. La restauración inalterada del absolutismo, cuando ya se ha perdido el mercado colonial, no puede dar soluciones para superar todos estos inconvenientes. A partir de 1814 prácticamente había que rehacer todo el proceso y por caminos nuevos, sin ningún tipo de posibilidad de rehacer el idilio que la burguesía mercantil catalana había mantenido con el despotismo ilustrado de Carlos III. Pero el hecho de que Cataluña, a partir de 1830, vuelva a ponerse por delante en el camino hacia la industrialización, prueba que los cambios y la experiencia del siglo XVIII habían sido en muchos aspectos irreversibles y que, por tanto, no habían sido en balde.