Nadine Gordimer: narrar las injusticias CÁNDIDO PÉREZ GALLEGO unque parezca increíble, una mujer acaba de conquistar el Premio Nobel de Literatura, un galardón que parece destinado a varones, y siempre que no sean ni Proust, ni Joyce, ni G. Greene, ni Borges ni Cortázar. Una bella dama, menuda y elegante, de dulces facciones, nacida a cincuenta kilómetros de Johanesburgo, que a sus sesenta y siete años sigue hablando de la mentira que une a De Klerk y Bush o de ese dios mítico que es Nelson Mándela. Que habla del sufrimiento y de la muerte, pero sobre todo de la situación racial en su nativa Sudáfrica y que explica su arte con palabras sencillas: «Creo que mi propósito en la vida no ha cambiado jamás, ha sido simplemente el de tratar de escribir bien, tratar de llegar a ser una escritora. Y poco después añade: «En otras palabras, aunque me he entregado mucho a la lucha por la liberación negra, nunca me he entregado totalmente.» Una escritora que se inscribe en la línea de H. Beecher Stowe y su Cabana del tío Tom, que está en la misma tradición de muchos relatos de Faulkner. Su obra es una llamada a la conciencia. Ocasión de amar (1963) presentaba la historia amorosa entre un hombre negro y una mujer inglesa don-, de surgen ya los conflictos raciales y el fantasma del apartheid brota como una maldición, y tal situación se repite en El último mundo burgués (1966), donde encontramos a Liz, una mujer que valora y recuerda la vida de su marido, que se acaba de suicidar, pero al rememorarlo surge la historia de su país como un ejercicio de dolor indecible, pero será en Huésped de honor (1970) donde se abra el camino hacia la mala conciencia, que en El conservador (1974) alcanza su cénit, para en sus tres últimas obras, La hija de Burger (1979), La gente de July (1981) y La historia de mi hijo (1990), ofrecer un cierre perfecto a toda su producción. Construye un arte de situaciones tensas y hasta violentas, la muerte surca sus páginas, abundan los amores difíciles, pero hay siempre un centro, y es el negro abatido e injuriado: éste es el eje de su conciencia narrativa. Y todo ello en una co- A reografía donde la naturaleza expresa su indignación: «El cielo está devastado por una tormenta», como marco donde el dolor transcurre mientras unos seres humildes hablan o se aman, luchan o se destruyen: «Nadie vivía en esa cabana. Pero alguien había vivido allí; había tenido posesiones, sus tesoros desplegados. Se había ido o había muerto.» Un arte espléndido para explicamos cómo es la humilde choza de un minero, una manifestación de negros que la policía concluye en tragedia, un niño mestizo desnudo jugando entre las basuras. Éste es su mundo: el sufrimiento humano, y éste es su método, la más estricta objetividad. Un estilo eficaz, que frena un peligroso pla-I no lírico, y crea una realidad directa y \J concreta: África es así y se cometen estas injusticias y no hay atenuantes poéticos. En Un huésped de honor se va produciendo un proceso de decepción por parte del coronel Bray, invitado por antiguos triunfadores de un golpe revolucionario, y vemos unos tonos grises aparecer con insistencia. Una novela que se abre con frases de Turgenev y Che Guevara y que es un cántico al desánimo que siente un hombre que va perdiendo la fe en una revolución ficticia, como si estuviéramos en una novela de Graham Greene: «Bray se encogió de hombros con un gesto de impotencia» puede ser el símbolo de quien empieza a dudar, y piensa que está viviendo una enorme mentira. Algo no es como imaginábamos. Hemos descubierto una mentira y tenemos que reaccionar. Y este proceso de «rechazo» de la realidad está presente también en La hija de Burger, donde Rosa, una chica blanca, lucha por la liberación de un negro, y no podrá llegar a componer la imagen del padre muerto, le faltan piezas o no quieren dárselas, se mueve en un laberinto de contradicciones sobre aquel mítico Lionel Burger que tras veinticuatro años en la cárcel morirá, y toda la obra es un bello ceremonial de rescatar el prestigio del padre muerto, todo ello entre luchas y emboscadas, críticas al apartheid y tensas situaciones eróti- cas. El «espectro» del padre muerto «Detrás de esa escritura -y pensamos en Ham-let- vigilando con tristeza lo ocurrido, y allí abajo directa y tierna de Nadine su hija buscando una explicación, co- Gordimer hay siempre un mo hacía antes del coronel Bray. telón de fondo donde el en Muerte de un viajante, de Arthur Miller, ve a su padre en el hotel de Boston con su amante, conducirá a un nuevo esquema de desprecio y hasta compasión. l desánimo se llama soledad. El sufrimiento humano es la conservador es la biografía de consigna: blancos y negros n arte de contiendas moMehring y su obsesión porque en una situación tensa o rales que en una docena nada cambie en su finca, y ésta es la de libros de relatos reala amarga descripción de metáfora involutiva que la autora parecen, y en uno de la miseria.» critica. El paisaje debe permanecer ellos, Carta de su padre, intacto, pero la situación de los neincluido en Hay algo ahí fuer a gros debe cambiar, y éste es el (1984), vemos una supuesta problema escondido en un texto carta que el padre de Kafka donde un plano de «ecología moral» intenta enviara a su hijo y que delata la maestría difuminar una situación tiránica insostenible, expositiva a la que la autora ha llegado. donde la aparición inesperada de un cadáver Tenemos la sensación de que la Carta a mi puede simbolizar la advertencia de una muerte padre fue recibida y ahora alguien responde próxima. Ese mismo tema se esconde en las dos como si lo hiciera al padre revolucionario de La obras precedentes, Ocasión de amar, que es una hija de Burger. La relación padre-hijo queda, a dulce fábula ética de cómo un hombre negro es partir de ahora, establecida como una de las más llevado a la locura por una mujer casada inglesa significativas en la autora, incluso con una con quien mantiene una relación pasional. Ella variación como «quién hace el papel de padre» o dejará África y él se sentirá cruelmente engañado, «quién hace el papel de hijo». Éste es el cuadro mientras que en El último mundo burgués se psicológico que en realidad está escondido en La dibuja un jue£o introspectivo desde la mente de gente de July, donde ahora el negro era el Liz, que analiza las razones por las que su protegido y pronto será nuestro protector. La marido se suicidó, y hay momentos de bella carta de su padre es, tal vez, el mejor relato de la lucidez: «Cuando hablo con él de historia o de autora, y ese arranque «Mi querido hijo. Me política me doy cuenta de la atracción magnética escribiste una carta que nunca enviaste. No era de su mente hacia la verdad.» Ha aparecido la para mí -era para que la leyera el mundo entero-» palabra''clave en la narrativa de N. Gordimer: es bellísimo y conduce hacia «Te escribo cuando alcanzar la verdad, que es también el lema de ya estamos los dos muertos. Por lo tanto, no te Katherine Mansfield, la delicada escritora muevas. No habrá respuesta por tu parte, ya lo neozelandesa, que a los dieciséis años se impulsó sé», que es como una mezcla 'de acusación y a escribir. Y en sus dos últimas novelas ese ritual piedad. estará presente. La gente de July, una de sus novelas más bellas, supone el cambio de detrás de esta escritura directa y tierna, un situación de una pareja -Maureen y Bam con su telón de fondo donde el sufrimiento humano criado July, que, por razones diversas y luchas es la consigna. Blancos y negros en una tribales, se convertirán casi en los prisioneros de situación tensa, la más amarga descripción aquél. Algo ocurre en la vida y cambian los de la miseria, la mención a las torturas o a las papeles, y lo veíamos en Benito Cereño, de más cruentas injusticias, pero en estas novelas Melville. Los criados se convierten en señores y las dos razas se unen y mezclan, son como unas aquéllos ocupan su lugar, y este tema conduce a fuerzas misteriosas que no pueden quedar aislaLa historia de mi hijo, donde el símil de descubrir das, como en tantas novelas de la escritora de a la amante del padre por parte de Will lleva a un Rodesia, Doris Lessing. Recordando momentos proceso de reconstrucción genial: Sonny y Aila de Alan Patón y uniéndose en muchos rasgos son mestizos y la amante, Hannah, es blanca, y estilísticos con J. M. Coetzee y su Edad de hieen ese curioso símil advertimos una metáfora de rro. Rompiendo con el lirismo excesivo de cómo la situación blancos-negros ha ido pasando Ka-ren Blixen y su Lejos de África, y buscando por las más variadas posibilidades. Pero, en el una nueva actitud moral. Una mujer juzgando el fondo, un padre ha sido descubierto por su hijo rumbo de la historia. de, un modo innoble, y ese dato, como cuando Biff E U Y Pérez Gallego es catedrático de Literatura de la Universidad de Zaragoza.