Cambios, perspectivas, ilusiones y temores de la Universidad os cambios en el campo de la educación están enmarcados en los de la sociedad misma, la revolución de las comunicaciones, los ÁNGEL progresos de la ciencia y la tecnología, la conciencia de la MARTÍN MUNICIO posición y la influencia que cada sector profesional o de edad tiende a ocupar y en el dinamismo del estudiante con relación al entorno físico e intelectual en que se desarrolla su actividad universitaria. En virtud de estos cambios, la sociedad española -sus ingredientes políticos, académicos y económicos- está enfrentada crónicamente con la necesidad, en cada momento, de ir poniendo al día la enseñanza superior. Y, desde hace poco tiempo, a las perspectivas que ofrece la tradicional Universidad pública hay que añadir las ilusiones y temores con que nuestra corta capacidad social va mostrando en torno a las Universidades privadas. En efecto, el Real Decreto de 12 de abril de 1991 sobre la creación y reconocimiento de Universidades y Centros Universitarios ha modulado el reconocimiento previo de tales instituciones, establecido por la Constitución y por la Ley de Reforma Universitaria (LRU) de 1983. «Cabría pensar que, con la Cabía pensar que, con esta reciente regulación, la parrilla de regulación délas Universidades salida iba a saturarse de proyectos ilusionantes, en la concep-\ privadas, la parrilla de salida iba ción de novo de estructuras ajenas a males congénitos y en el diseño de nuevos perfiles institucionales; ambiciosos en el a saturarse de proyectos logro de una auténtica Universidad, que no fotocopia ilegible ilusionantes, complejos, difíciles > de la que se intenta cambiar; complejos para conseguir nuepara crear con originalidad una vos modelos de educación superior en los que estén ausentes todas las situaciones que chirrían en los esquemas tradicioinstitución enseñante y nales; difíciles para crear con originalidad y mantener con creadora. Pero nuestros cuerpos decoro una institución enseñante y creadora. Puede que me sociales no están a la altura que anticipe en los razonamientos, pero mucho me temo que cuando ante un Decreto que coloca un listón de imprescindireclama la idea misma de bles exigencias casi a ras de suelo, salen a relucir disquisicioUniversidad.» nes para retrasar, incumplir o mediatizar las normas, nuestros cuerpos sociales no estén a la altura que reclama la idea misma de Universidad y el restaño de sus grietas. La creación de Universidades privadas es, de hecho, una decisión «La Universidad publica es que puede venir teóricamente cualificada por las beneficiosas características de la privacidad, sin que por sí solas sean garantía barata, pero ¿nada más?, ¿hay en de éxito. Frente a ello, tampoco se pueden generalizar en extremo ella algo recuperable?, ¿qué los resultados alcanzados, con sus vicios y sus virtudes, por la puede ofrecer la Universidad Universidad estatal. Pues si bien los defectos estructurales alcanzan a todas sus divisiones y a cada uno de sus estamentos privada más útil y grato para el el ejercicio y la dedicación a la actividad universitaria han sido estudiante, la sociedad, el tan diferentes, según las materias e incluso la localización sistema universitario?, ¿podrán geográfica, que bien puede hablarse de toda una colección de Universidades diferentes. Por esto, cualquier comentario ha de los proyectos privados acoger una reflejar, como en la más científica de las incerti-dumbres, la auténtica actividad posición del observador; a ella atribuyo estos comentarios. investigadora?» Así pues, en esta confrontación, la Universidad privada -cada Universidad privada habría que decir- y el entorno social que la sustente, tienen que ofrecer con total claridad no sólo su fervor teórico, sino su concepción práctica relativa tanto a sus ingredientes estructurales como a sus aspectos funcionales. De otra manera, si esta privacidad va a llevar anejo un sustancial incremento de las tasas académicas frente a las de la Universidad pública, ¿qué ofrece a cambio? La Universidad pública es, en efecto, barata, pero ¿nada más?, ¿hay en ella algo recuperable?; ¿qué puede ofrecer la Universidad privada más útil, más provechoso, más grato?; ¿en qué puede resultar beneficiado el estudiante, la sociedad, el sistema universitario?; ¿podrán los proyectos privados acoger una auténtica actividad investigadora en los campos de las humanidades, de las ciencias sociales y, también, de las ciencias experimentales? A no dudarlo, la respuesta a estos interrogantes no puede surgir sino del conocimiento preciso de la experiencia pública y de su historia y, frente a ello, de las intenciones y posibilidades que cada nueva institución privada esté en condiciones de ofrecer a la educación superior española e internacional. En esta historia de la Universidad vamos a incorporarnos con los aires de reforma de las ideas de Humboldt y la concepción napoleónica del Estado. Las concepciones e influencias de las doctrinas universitarias de Humboldt y Napoleón iban a configurar dos tipos de Universidades, no necesariamente antagónicas, aunque sí con esquemas diferentes para lograr un objetivo común: que la Universidad saliera de su letargo. De esta manera, si uno de los esquemas innovadores -el napoleónicoinfluyó sobre la estructura interna de la institución universitaria, el otro, el de Humboldt, ejerció su influencia sobre la función de la Universidad. La versión francesa de las Escuelas especiales y, sobre todo, la Escuela Politécnica de París, en 1795, significó la estatalización de la Universidad y el concepto funcionarial del ejercicio docente del profesor. La Universidad como institución del Estado iba a correr los mismos riesgos o ventajas que el resto de la Administración. Hay que señalar que el prestigio de la administración napoleónica repercutió favorablemente en la revitalización de las Universidades que cayeron bajo su influjo, principalmente las latinas. A su lado, en 1810 se crea la Universidad de Berlín, la Universidad Humboldt, cuyos aires renovadores se refieren a la unidad del saber, a la conjunción hecha identidad de enseñanza e investigación, a la libertad académica y á la ausencia de sometimiento al poder y al arbitrio del Estado. Bajo su influjo se desarrollaron las Universidades de Europa central, de los países escandinavos e, incluso, de Rusia. De igual forma, esta visión reformadora de la Universidad condujo a cambios sustanciales en el logro de un nuevo espíritu. Con la perspectiva del tiempo puede apreciarse la lógica de ambas conductas ante la dualidad estructura-función de cualquier sistema social. Y, además, pensemos que a través de las dos posibilidades se puede actualmente seguir incidiendo en la modificación de la empresa universitaria. Así pues, la Universidad actual, por vía directa o a través de las influencias de la historia, va a participar del aroma medieval o renacentista y del ambiente napoleónico de nuestro entorno cultural. Las reformas universitarias del último siglo español irán encaminadas a resolver sobre la marcha el difícil equilibrio de la institución, actuando unas veces sobre su estructura y otras sobre su función. Influencias que son reconocidas, incluso, en el texto de la LRU, en cuyo preámbulo se dice: «Además, la Constitución española ha venido a revisar el tradicional régimen jurídico administrativo centralista de la Universidad española, al reconocer...» llevamos más de un siglo -y ello es bien conocido- hablando del problema de la Universidad y son numerosos los estudios y las opiniones sobre nuestro caso, sin que hayan faltado las reformas desde Giner de los Ríos a la reciente LRU, pasando por la reforma Silió, el proyecto de ley de Bases para la Reforma Universitaria y la ley General de Educación. Por lo que a la función de la Universidad se refiere, no parece que éste sea motivo principal de discordia. Ya Giner, en su obra de 1924 La crisis permanente en el concepto de Universidad, afirmaba: «Desde un principio hallamos, más o menos vagamente, condensadas en las Universidades, y en proporciones diferentes, la investigación científica; su incorporación en el sistema de su cultura general, la transmisión y difusión de esta cultura, de «La Universidad actual va a sus puntos de vista, sus sentimientos, sus ideales, mediante participar del ambiente la enseñanza; la educación moral de la juventud, su preparanapoleónico de nuestro entorno ción para ciertas profesiones...» En cualquier caso, ya hace un siglo que Giner estimaba necesaria la reforma de la Unicultural Las reformas versidad, atribuyendo sus defectos a causas internas, tales universitarias del último siglo como profesores, alumnos, planes de estudio, etc., a la vez que aseguraba que la atonía era el mal más grave y la causa de español irán encaminadas a la Universidad hubiese «dejado de ser una corporación resolver el difícil equilibrio de la que social de profesores y alumnos para convertirse en un centro institución, actuando unas veces administrativo del Estado, compuesto exclusivamente de sobre su estructura y otras sobre profesores oficiales..., a fin de preparar para los exámenes y grados de las profesiones correspondientes a aquellos su función.» estudios.» E incluso llega a afirmar que «si se suprimiese el examen no se comprendería que siguiesen existiendo las Universidades». No deja, sin embargo, de ser curiosa y notable la apreciación de Giner acerca de la autonomía universitaria, precisamente cuando él mismo sufrió el 26 de febrero de 1875 la separación del escalafón de profesores por parte de la Administración estatal. Piensa Giner que, aun dando por descontada la influencia centralista de la administración napoleónica, ho es éste el mal que mayormente haya afectado a la vida universitaria. Y, dentro de esta actitud mental, afirma: «Entre nosotros, la intervención del Estado moderno en la dirección interior de la enseñanza universitaria, bn su espíritu y sentido, en sus doctrinas, en sus métodos, ha sido casi nul^.» Habida cuenta de que difícilmente las leyes y las imposiciones logran cambiar a los hombres, la actitud centralista del Estado no puede alcanzar a la independencia y a la libertad del profesor en su cátedra. Y es por ello por lo que durante el pasado siglo se viene clamando, a la vez, contra el poder omnímodo del profesor universitario y el centralismo que gobierna la institución. Este aparent^ contrasentido lo «Dado que difícilmente las leyes resuelve Giner en el sentido de que la necd-sidad de logran cambiar a los hombres, la autonomía resulta del peligro de que el Estado convierta la enseñanza en una rama de la Administración pública; y ante actitud centralista del Estado no la imposibilidad de que el centralismo coarte directamente la puede alcanzar a la libertad de cátedra, se intente imponer k través de un independencia y a la libertad del comportamiento reglamentista y burocrático capaz -en esto profesor en su cátedra. Por ello sí- de bloquear el desarrollo de la actividad universitaria. Sigue en ello Giner el pensamiento de HumL boldt, quien, en durante el siglo pasado se clama su obra Los límites del Estado, afirma: «El fin de la contra el poder omnímodo del Universidad es concentrar a los investigadores, maestros y profesor y el centralismo que discípulos, y proveerlos de los medios indispensables para vivir y trabajar: obligaciones puramente externas. En su gobierna la institución.» organización interior, el Estado es incompetente y debe estar convencido de que no es más que un perturbador, tan lego como se le antoja entrometerse en sus asuntos internos.» Idea análoga a la expresada por Giner en el párrafo: «Es menester que la Universidad se acostumbre a la idep. de que, de día en día, los tiempos le recomiendan que busque su centro de gravedad en sí misma, su auxilio en la sociedad, y pida al Estado menos cada vez.» Con estos antecedentes, bien merece la pena saltar ya a 1 a Ley Orgánica 11/1983, de 25 de agosto, de Reforma Universitaria. A lo largo del preámbulo de dicha Ley se pueden leer fragmentos como los que siguen: «La incorporación de España a las sociedades industriales avanzadas pasa necesariamente por su plena incorporación al mundo de h. ciencia moderna, de que diversos avalares históricos la separan desde sus comienzos...» «La democratización de los estudios universitarios, ya muy avanzada, es, además, la última etapa de un secular proceso de democratización de la educación y la cultura, que ha demostrado ser, al tiempo, laj más sólida base para la sociedad estable, tolerante, libre y responsable. Pues la ciencia y la cultura son la mejor herencia que las generaciones adultas pueden ofrecer a las jóvenes y la mayor riqueza que una nación puede generar, «La LR U recoge deforma sin duda la única riqueza que vale la pena acumular...» «Así imperativa tres funciones básicas pues, si la Constitución española hace imperativa la reforma, de la universidad: el desarrollo éste es también imprescindible para que la Universidad pueda rendir a la sociedad lo que tiene derecho a exigir de científico, la formación aquélla, a saber: calidad docente e investigadora; algo que, sin profesional y la extensión de la embargo, sólo podrá ofrecer si le garantizan condiciones de libertad y de autonomía, pues sólo en una Universidad libre cultura. La autonomía y la podrá germinar el pensamiento investigador, que es el libertad son consideradas elemento dinamizador de la racionalidad moderna y de una condiciones precisas para la sociedad libre...» «A ello responde, finalmente, el que el calidad docente e investigadora.» control del rendimiento y la responsabilidad sean, en definitiva, la contrapartida de la autonomía y del privilegio y beneficio que implica el acceso a la Universidad y la adquisición de un título académico...» «De acuerdo con dicho doble objetivo, docente e investigador, se potencia la estructura departamental de las Universidades españolas, lo que debe permitir no sólo la formación de equipos coherentes de investigadores, sino también una notable flexibilización de los currículos que pueden ser ofertados...» «Se ha llevado a efecto, igualmente, una notable simplificación del actual caos de la selvática e irracional estructura jerárquica del profesorado, totalmente disfuncional, mediante el establecimiento de cuatro únicas categorías del profesorado... Se ha buscado al tiempo desburocratizar el régimen jurídico de dicho profesorado, no sólo mediante la creación de las figuras del profesor asociado y del profesor visitante...» «La Ley pretende establecer un marco para la renovación de la vida académica, pero lo decisivo en última instancia será la acción transformadora que emprendan las propias Universidades. No debe incurñrse en el error de encomendar a la Administración del Estado o de las Comunidades Autónomas responsabilidades que son propias de cada Universidad...» Del conjunto de conceptos e ideas recogidos en dicho preámbulo del texto legal vigente cabe destacar algunos de ellos por su congruencia con los principios mismos que informan las ansias universitarias de disminuir las distancias en el apretado paso que el mundo lleva. Por lo que a las funciones básicas de la Universidad se refiere, el texto recoge las tres siguientes de forma imperativa: el desarrollo científico, la formación profesional y la extensión de la cultura. Tema este controvertido a lo largo de los últimos decenios y en la historia de las reformas, sin que quepa duda alguna de la necesaria adaptación de la Universidad al cumplimiento de la finalidad social de incorporación de los conocimientos del más elevado nivel a su puesta en práctica mediante el ejercicio profesional, dotado cada día de una mayor complejidad que sólo una Universidad excelente e interdisciplinar podrá abordar. En repetido preámbulo, la autonomía y \alibertadson consideradas condiciones precisas para la calidad docente e investigadora. Aseveración cierta- mente compartida, aunque deba dejar constancia ahora de que de esta exigencia no se coligue necesariamente la calidad y el rendimiento. Autonomía y libertad necesarias, en efecto, pero en manera alguna suficientes para el logro de esos niveles más altos de calidad y excelencia. Las ideas de flexibilización curricular y de estructuración departamental, insistentemente recogidas en el preámbulo legal, así como las de calidad, excelencia, pensamiento crítico y creatividad investigadora, merecen ser subrayadas de forma expresa en tanto que son asimismo formalmente coincidentes con el deseable cambio de la enseñanza universitaria como quiera que se llame, pública o privada. No cabe la menor duda que la Administración del Estado era fiel conocedora de la situación de la Universidad española, cuando, a través de las sutilezas obligadas, la Ley de Reforma Universitaria intenta recomponer la vida universitaria española y hacerla más apta para su misión y para el momento y la época a los que tiene que servir. Eran, sin embargo, graves y antiguos los males, congénitos muchos y hereditarios algunos, que llegaron a inutilizar la vida universitaria; no tiene por ello nada de extraño que, al cabo de los años transcurridos, un examen crítico de la situación actual no permita un moderado optimismo en la evolución general de la Universidad española comparada con la del resto del mundo. Optimismo, por corto que sea, capaz de surgir de una Universidad pública, moderna y autónoma, eficaz y honesta, con mayor posibilidad que el que dejan vislumbrar hoy las acciones universitarias privadas. ¿Por qué una Universidad pública de reciente creación, la de La Rioja, por ejemplo, no puede ajustarse a esas normas propias de la privacidad empresarial -la planificación estratégica, la definición de prioridades y objetivos, el control de costes y la optimización de recursos, el logro de productos de calidad, la respuesta a las demandas del mercado, la eficacia de las estructuras, etc.-, aunque no siempre la propia empresa las practique? ¿Por qué las nuevas Universidades públicas no prescinden de los lastres clásicos perfectamente identificados y tantas veces debatidos para gozar de las ventajas de un modelo «Muchos de los que claman por original y autónomo? A poco que se examine la situación mundial de la autonomía la escasa autonomía concedida, real de las Universidades, se aprecia con claridad que, por la LRUa las universidades, o sobrepasado el tiempo del centralismo a ultranza, la auto- no son capaces de examinar qué nomía, lejos de ser un derecho absoluto, resulta de la compatibilidad entre la soberanía universitaria y las exigencias del hacen aquéllas con la autonomía bien común. Bien entendido que los peligros y las amenazas a que disfrutan o critican a la esta soberanía -condición ideal de autenticidad-no proceden Administración por haber tan sólo del centralismo administrativo del Estado o la Región, sino de la sociedad ambiental, ajena a la actividad posibilitado -en virtud de la universitaria, y de otras instituciones políticas o económicas, autonomía concedida- el vicio pero, sobre todo, de la propia disfunción del gobierno de la conocido como endogamia Universidad. Sabido es que actualmente las Universidades públicas tienen capacidad para la confección de las universitaria.» Comisiones de selección de profesorado, de las Comisiones para enjuiciar las tesis doctorales; para el nombramiento de profesores eméritos y asociados; para la formación adecuada de sus ayudantes a través de la ampliación de estudios en el extranjero, etc. Y no deja de ser notable que muchos de los que claman por la escasa autonomía concedida por la LRU a las Universidades, o no son capaces de examinar críticamente qué hacen las Universidades con la autonomía que disfrutan o, incluso, llegan a poner en tela de juicio a la Administración por haber posibilitado -en virtud de la autonomía concedida- el vicio conocido como endogamia universitaria, la manipulación del profesorado emérito y asociado, los tribunales a gusto del interesado, el triunfo de la mediocridad en muchas situaciones -de la organización departamental, de los planes de estudio, de la selección de nuevos campos disciplinares, de tanto «master» injustificado, etc.- en las que cabría apostar por esa calidad tan pregonada, etc. Parece claro que esta autonomía, tan fácil de teorizar en sus diversos aspectos, debe irse adquiriendo y modulando -por principio sí, pero no por ley- como fruto de la capadidad universitaria correcta de administración y gestión en lo académico y lo económico; mas cuando se poseen las atribuciones surgen los peligros internos: ¿se ejerce el fomento de la calidad que todo el mundo tiene en la boca?, ¿se busca la organización lógica de una moderna estructura universitaria?, ¿pesa más la historia y los poderes de grupos? Interrogantes que no ofrecen duda alguna en los casos y ejemplos apuntados. Y, sin duda, las Universidades tienen autonomía suficiente para un tratramiento más correcto de estos y otros muchos asuntos. Habría que destacar que una ojeada a la situación mundial de la autonomía universitaria nos mostraría algo así como que la autonomía, más que de un conjunto de normas, resulta de las costumbres y de los hábitos de funcionamiento. A favor de esta idea cabe resaltar un párrafo de un ensayo de García de Enterría: «... En el seno de una estructura administrativa burocratizada anidaba, pues, una real autonomía universitaria... El valor autonomía universitaria tiene, en efecto, ese contenido primario: asegurar la actitud crítica e investigadora del docente y hacer posible «Frente a las amenazas externas que esa actitud ante la ciencia que enseña sea en la que precisamente se formen los escolares. Estos deben recibir e internas, el equilibrio de la autonomía universitaria tiene unos contenidos científicos determinados, los que el nivel de tiempo ha fijado, pero también un método de acercarse que ser modulable y relativo. Es directamente a la realidad con esa ciencia para que puedan afrontar los problemas nuevos con los que inevitablemente muy posible que la pureza autonómica sea tan sólo realidad tendrán que enfrentarse en el ejercicio futuro de su profesión o su carrera. Pero ocurre que el pleno despliegue de ese en las Universidades contenido nuclear se hace posible, se facilita, se estimula si se tradicionales al modelo inglés, no cumplen ciertos condicionamientos organizativos, y, por el estatales, con toda una variedad contrario, se bloquea si aparecen en la organización rigideces o contradicciones con dicho contenido esencial.» de fuentes de financiación». Contradicciones que hemos visto abundar entre muchas realidades que todos conocemos y la buena intención supuesta de los textos legales. Cabe, pues, pensar que, frente a las amenazas externas e internas, el equilibrio de la autonomía universitaria tiene, por fuerza, que ser modulable y relativo. En este orden de ideas, es muy posible que la pureza autonómica sea tan sólo realidad en las universidades tradicionales al modelo inglés -sobre todo las de los Estados Unidos de América del Norte-, no estatales, con toda una variedad de fuentes de financiación, respondiendo a un sentido altruista o interesado de sus fundaciones, y que respetando las innovaciones intelectuales y sociales constituyen ágiles instituciones al frente del progreso científico. Se puede asimismo intentar penetrar en la red de aflicciones universitarias a través de otras dualidades como: autocratismo-participación, elitismo intelectual-democratización, instrucción-educación, jubilación anticipadapromoción de empleo, etc. A modo de ejemplo de estas situaciones resulta evidente que la estructura tradicional, autoritaria y dogmática de la universidad española era insostenible en el «Se hace gala de democracia en entorno político y social de hace un cuarto de siglo; en el algo que va en perjuicio de la afán de superación de esa actitud se ha caído en la presente de hastío, ineficacia y falta de productividad, y en la que no calidad, de la fluidez y hasta de se concibe una toma cualquiera de decisión directora sin la la imparcialidad en la toma de poco estimulante pérdida diaria de horas y horas en muchas decisiones. Quizá, la votaciones que nada tienen que ver con un mando colegiado. Cabe esperar que el péndulo, como es su obligación, retorne idea de la igualdad sea un muro a su punto de equilibrio y que la razonable participación, límite ideal, pero en su mejor incluida la de la sociedad, se ajuste con madurez a la aproximación de la realidad naturaleza de las decisiones a adoptar; si el liderazgo fue ya objeto de la adecuada participación no tiene por qué estar estriba la verdadera siendo, de manera permanente y en cada detalle de gestión, democratización de la controlado por los votos. No es baladí el tema porque es uno enseñanza.» de los motivos más abundantes de irritación en la comunidad universitaria, dado que afecta al éxito de gestiones trascendentes, como planes de estudio, selección de profesorado, asignación de plazas, creación de nuevas disciplinas, etc. A poco que se conozca el tema, está fuera de duda que se hace gala de democracia en algo que no sólo no lo es, sino que de ordinario va en perjuicio de la calidad, de la fluidez y hasta de la imparcialidad en la toma de muchas decisiones. Quizá, la idea de la igualdad de oportunidades sea un mito límite ideal, pero en su mejor aproximación de la realidad estriba la verdadera democratización de la eseñanza en la que el clasismo económico no entorpezca ni limite el clasismo intelectual. Y, querámoslo o no, ello incide sobre los ya de por sí poco ágiles cuerpos universitarios haciéndolos, por lo menos, más lentos y faltos de reacción, cuando no marchar por vías ajenas a los estrictos intereses académicos. Lo estamos viendo en algo tan sustancial a la universidad como la interminable reforma de los planes de estudio en los que se fuerza la presencia no de los grandes campos y dominios de cualquier ciencia, sino la de cualquier cortijo particular ¡nacido a saber cómo!, con lo que siempre faltan años y todos están atiborrados de pequeños sabercitos. Y, frente a ello, ¿dónde los grandes esquemas generales, interdisciplinarios, repletos de conceptos sustanciales, fruto de la experiencia científica y pedagógica?, ¿quién vota a favor de estas ideas? No olvidemos que se está retornando al tiempo de los generalistas; hoy se aprecia con preferencia la capacidad para asimilar los amplios conceptos elaborados a partir de una variedad de áreas del conocimiento. Los mismos problemas sociales contemporáneos y la educación profesional son, cada vez, más multidisciplinares. En las ciencias experimentales, los pasos dados en los últimos años han conducido, incluso, a la fusión de disciplinas y al origen del carácter interdiscipíinar. Y en las pancartas de las manifestaciones «privadas» se puede leer, flexibilidad, elasticidad, ausencia de barreras, formación humanística, enfoque profesional, excelencia profesional, nuevos recursos pedagógicos, programas de investigación, dedicación docente, etc. Y todo ello hace pensar si algunas de las ideas aprovechables de esta «teoría» no «En las pancartas de las podrían ser incorporadas a los proyectos de los Centros "privadas" se puede leer: públicos. Mejor, más útil, parece que sería a este respecto flexibilidad, ausencia de mantener permanentemente abiertas las estructuras y la autonomía universitaria a la calidad de la ciencia, a las barreras, formación posibilidades de renovación funcional, al cambio a la humanística, enfoque diversificación; se ganaría, de esta manera, en competitividad y profesional, nuevos recursos en progreso y se evitaría, por ejemplo, que ahora estén sobre la pedagógicos, programas de mesa planes de estudio que, en efecto, pueden ser novedosos algunas Universidades, pero que para otras no ofrecen la investigación... ¿Algunas de las para menor novedad y están en condiciones de dar pasos más ideas aprovechables de esta veloces. Ocurre, claro está, que esta permanente apertura obligaría a la autonomía universitaria a una operatividad, a "teoría" no podrían ser capacidad de asimilación y a una participación académica incorporadas a los proyectos una y social muy distintas de las que hoy frustran muchas ilusiones; "públicos"?» una participación en la que cuente más el prestigio científico y profesional y el peso de la auténtica comunidad científica, que las representaciones demagógicas. ¿O es que sólo son los obreros y sus minas los que han de reconvertirse?'^ por qué nuestras Universidades no han de equipararse -y no quiero citar las de gran renombre- a las de Marsella, Montpellier, Lille, Bochum, Ulm, Regensburg, Bremen, Ñapóles, East Anglia, Kent, Newcas-tle, Leeds, etc., en su productividad académica y científica? Istá claro que si la autonomía universitaria debe ser la resultante de hábitos de funcionamiento internos y del control crítico de la sociedad externa, habrá que soportar en la mejor medida posible ambos ingredientes. Pero esta mejor medida posible no puede basarse ni en la clientela electoralista de las decisiones de gobierno universitario ni en el fracaso de la actuación de los Consejos sociales -idea, por otro lado, a mi juicio plena de sentido sustancial-. Mejor medida posible que tendrá que lograr reequilibrar los notables esfuerzos que la Administración está realizando en los últimos años a favor de la calidad y la cantidad de la investigación -de la universitaria, en particular- con la capacidad de gestión económica, académica y administrativa de la investigación universitaria. En algunos campos, los niveles internacionales alcanzados -los únicos válidos- por los grupos y escuelas universitarios de investigación son tan notables como reconocidos mundialmente. Hecho incuestionable que plantea otro: ¿podrá la universidad privada alcanzar estas metas?, ¿o es que seguimos llamando investigación al cacharreo y al divertimiento académico?; ¿alcanzarán, si son universidades auténticas, los estandartes internacionales, la genuina creatividad? Y, como quedó mencionado al comienzo de estos comentarios, el listón del reciente Decreto llamado de mínimos se encuentra realmente bajo mínimos. Si venimos atribuyendo el éxito de la autonomía universitaria a esta especie de regulación interna y externa, no podrá dudarse tampoco de la necesidad de ir modulando aquellas referencias legales que no han dado el fruto apetecido (léase la selección del profesorado o la estructura y la función de los Consejos sociales, por ejemplo). Amén de ir ampliando y mejorando aquellos otros aspectos legislativos que han marcado soluciones muy beneficiosas al desarrollo universitario, como el famoso artículo 11 de la LRU; artículo que ha supuesto no sólo la despenalización de las relaciones de la investigación universitaria con las empresas públicas o privadas, sino el impulso de la mutua dependencia como vía imprescindible al desarrollo económico y técnico del país. Continúan, sin embargo, carentes de la necesaria fluidez los aspectos administrativos y de gestión económica, que siguen obligando a buscar soluciones externas que faciliten o aun posibiliten la existencia de dichas relaciones. En la promoción de estas relaciones confluirán los esfuerzos privados y dé la Administración para que, de un lado, la Universidad lleve a cabo su misión esencial de ir ensanchando el cuerpo del conocimiento universal, y, de otro, cumpla con esa significación que en los países industrializados de Occidente posee el término Universidad como investigación científica organizada y subvencionada. A ello se refería lord Hailsham, ministro de Educación y Ciencia de Gran Bretaña, cuando hace algunas décadas afirmaba: «El trabajo científico avanzado ha de hacerse en o cerca de las universidades «En algunos campos, los niveles cuando sea posible; en otro caso, que lo dirija personal de la universidad. La vía contraria, la creación de institutos internacionales alcanzados por separados y patrocinados por el Gobierno, es atractiva y a los grupos universitarios de veces se ve premiada con resultados espectaculares..., pero al investigación son reconocidos final puede muy bien ser un camino engañoso... Se corre el peligro de que las inteligencias se enrancien, debido a que no mundialmente. ¿Podrá la hay sangre nueva y falta el estímulo de la juventud... Por universidad privada alcanzar tanto, si es posible, habrá de localizarse la investigación en la estas metas?¿O es que seguimos Universidad o en las instituciones de enseñanza... Ambas funciones, enseñanza e investigación, no son independientes llamando "investigación"al entre sí. La investigación tenderá a la esterilidad y nuestros cacharreo? ¿Alcanzaran la investigadores morirán si intentan separarla de la enseñanza; auténtica creatividad?» la enseñanza tenderá a estereotiparse y morirá también, a menos que se estimule en una atmósfera y en un «La Universidad, cualquiera que sea su perfil institucional, habrá de ser instrumento crítico de la sociedad, y tiene que cuidar en sus alumnos la educación y la motivación para la creatividad, el espíritu reflexivo y la capacidad para abstraer y sintetizar, un tanto apartados de la simple instrucción rutinaria.» lugar en donde los problemas de la enseñanza estén constantemente fomentados por gente que se interesa en la investigación. La Universidad, cualquiera que sea su perfil institucional, habrá de ser instrumento crítico de la sociedad y, dentro de esa colección de dualidades en las que hay que lograr la zona de respuesta acorde a cada momento, tiene que cuidar en sus alumnos la educación y la motivación para la creatividad, el espíritu reflexivo y la capacidad para abstraer y sintetizar, no precisamente ajenos, pero sí un tanto apartados de la simple instrucción uniforme y rutinaria. Y ello es bueno porque fomentará la inteligencia crítica... contando con el grado académico y pedagógico del profesorado. De nuevo, la malla que atrapa y hace difícil encontrar el hilo con que desurdir los problemas, pero ¿por qué no contemplarlo en su globalidad, para los nuevos centros de instituciones viejas? ;NC. A