JOAQUIM FERRER La Europa de la libertad ay que reconocer que esta última década del siglo XX, que apenas hemos iniciado, está registrando cambios extraordinarios para la vida de muchos pueblos de Europa, que recuperan sencillamente la libertad y está propiciando una construcción de todo el conjunto a partir de la realidad. Es evidente que el proceso de la Unión Política Europea que podemos protagonizar en los próximos años será muy distinto del que hubiéramos podido proyectar unos años atrás. Este gran cambio que se produce en Europa es el de la recuperación de la libertad por parte de muchos pueblos que han sufrido durante décadas la opresión de feroces estructuras totalitarias. Nos encontramos, pues, en el momento histórico en que las últimas dictaduras en Europa se derrumban y aparece con claridad la realidad que escondían, los pueblos, con frecuencia milenarios, a los que los sueños imperialistas de algunos quisieron borrar del mapa. Ésta es en Europa la hora del reencuentro de sus pueblos, entre ellos y el de todos con la realidad diversa y profundamente coincidente en una civilización. Ante este hecho, que debiera producir, lógicamente, una general satisfacción, porque se trata de la liberación de pueblos que apenas podían sobrevivir bajo el peso de injusticias, constatamos con sorpresa el recelo en algunos comentaristas políticos hacia estas realidades, la desconfianza o, incluso, y esto es más grave, la insolidaridad. Algunos parece como si se sintieran molestos por la «aparición» ante ellos de tantos pueblos que aparentemente habían dejado de existir. ¡Qué gran contradicción! Gentes escrupulosamente demócratas como el presidente Mitterrand han tenido una actitud ambigua y, por ello, desafortunada ante el fallido golpe de Estado en la antigua URSS; parecía como si pudiera dudarse de que debemos apoyar sin ninguna reserva a las nuevas estructuras democráticas que se están construyendo en Rusia. ¿Por qué causas en la Comunidad Europea se ha registrado y continuamos constatando posiciones de recelo hacia la eclosión de la libertad en parte del centro de Europa y en todo el Este? ¿Por qué desde convicciones claramente democráticas se manifiesta una tibieza sorprendente o incluso reticencias al apoyar este proceso? Como mínimo creo que hay dos factores que explican este recelo que se percibe en algunos sectores de la opinión pública de la Europa Comunitaria. En primer lugar, está el desconocimiento que muchos tienen de la realidad que desde hace siglos formamos los pueblos de Europa. Aunque pueda sorprender, es necesario reprocharles, por ejemplo, que en algún momento hayan podido aparecer como escandalizados por la existencia en el territorio del antiguo imperio soviético de diversas naciones. Hay que leer uno de los últimos textos de Alexander Solzhenitsyn, Cómo reorganizar Rusia (Tusquets Editores, 1991), para constatar cómo en el primer H capítulo de este nuevo ensayo su autor pronostica que 11 Repúblicas que formaban parte de la URSS recuperarán su independencia, porque fueron el resultado de conquistas bélicas y poco tienen en común con Rusia. Estoy convencido de que el actual movimiento democrático que se está produciendo en el Este de Europa no ha sorprendido a ningún ruso, porque la diversidad de pueblos y la opresión que sufrían eran evidentes en la vida cotidiana de aquellas latitudes. Así pues, las transformaciones que se registran en el centro y en el este de Europa tienen como objetivo una profunda reestructuración que bien podemos calificar como reencuentro con la realidad. Aquello que ya existía desde hace muchos siglos vuelve a aparecer en la escena política sin afeites, tal cual es. Y desde esta posición se organiza, democráticamente -un proceso que exigirá años-, y se vuelve esperanzadamente hacia el gran proyecto de la Unión Política Europea. Nadie medianamente informado puede sorprenderse de que pueblos milenarios vuelvan a recuperar su soberanía para traducirla en una independencia como la que ya habían tenido -caso de los países bálticos-, o bien formen una Confederación como la que se vislumbra en la antigua URSS, y quizá sobre los escombros del antiguo Estado yugoslavo. Es muy importante que todos estos movimientos tengan como orientación común el recuperar la soberanía que alguien en nombre de algún imperio o por la simple fuerza de las armas les arrebató. Europa ha vivido durante décadas dramáticamente dividida. Éste es el momento histórico del reencuentro. ¿Podíamos imaginar un proceso impecable como el que se está produciendo? En verdad, no parecía fácil que se produjera con la rapidez con que se registra e incluso no era previsible esa transformación con tan escasa presencia de actitudes violentas. En este momento sólo presenta un perfil preocupante la relación de Serbia con el resto de Repúblicas que formaban el Estado yugoslavo, pero todo el inmenso territorio de la antigua URSS se reorganiza profundamente sin particulares enfrentamientos violentos. ¡Hay que recordar que el fallido golpe de Estado en Moscú ocasionó tres muertos! Naturalmente, cualquier pérdida «Nos encontramos en el momento histórico en que las últimas dictaduras en Europa se derrumban y aparece la realidad que escondían, los pueblos, con frecuencia milenarios, a los que los sueños imperialistas de algunos quisieron borrar del mapa.» £1 inmenso territorio de la antigua URSS se reorganiza profundamente sin particulares enfrentamientos violentos. Ni los observadores más optimistas podían predecir un cambio de esta magnitud con la celeridad y consenso que manifiesta. vidas humanas es lamentable, pero hay que reconocer que «Las transformaciones que se de ni los observadores más optimistas podían predecir un cambio registran en Europa tienen de esta magnitud con la celeridad y el consenso que manifiesta. como objetivo una profunda Europa está volviendo al que siempre fue su mapa real, y ésta una excelente noticia, porque significa la quiebra de reestructuración. Aquello que y a es estructuras que impedían el libre desarrollo de muchos existía desde hace muchos siglos pueblos. vuelve a aparecer en la escena Pero hay otra razón que explica -no justifica- el recelo que en política sin afeites. Y desde esta alguna ocasión se percibe ante estas transformaciones. Es evidente que la fórmula del Estado-nación sufre una crisis posición se organiza que creo definitiva y cede en su lugar a unas fórmulas que en su diversidad pueden calificarse de Estado de los pueblos. democráticamente el gran proyecto de la Unión Política ¿Cuál es el cambio entre unas fórmulas y otras? Muy sencillo, el modelo que acuñó Francia se fundamentaba en el dominio Europea.» del Estado por parte de una de las naciones que formaban parte de que se imponía a las otras con el centralismo y con un obsesivo esfuerzo de uniforma-ción. Por el contrario, las fórmulas de la nueva época europea se construyen reconociendo que el Estado agrupa con frecuencia diversos pueblos y que este hecho no representa ningún obstáculo para convivir, cooperar y hacerlo en paz y fructíferamente. Qué duda cabe que este reconocimiento de la diversidad es una profunda maduración de aquellos ideales democráticos del siglo XVIII, que, tras las terribles experiencias que nos han proporcionado, al desviarse hacia el centralismo o el totalitarismo, ahora reemprenden el camino de la libertad conjugándola con el respeto a la diversidad. En España el Estado que surgió a principios del siglo XVIII también lo fue según el modelo francés, y también como en todas partes en donde se aplicó ocasionó los mismos efectos negativos al romper el natural equilibrio entre los pueblos y propiciar la hegemonía de unos sobre otros. Todo esto es, afortunadamente, algo ya profundamente desacreditado, y como es evidente estos días, si observamos cómo se reestructura esta parte de Europa que acaba de recuperar la libertad, lo hace reconociendo la soberanía de cada uno de sus pueblos y propiciando a continuación fórmulas de cooperación y un decidido apoyo a la construcción de la Unión Política Europea. En definitiva, las transformaciones políticas que registramos en Europa se producen en la orientación de reencontrar una Europa de los pueblos que nunca dejó de existir, pero que los totalitarismos de distinto pelaje intentaron borrar, pero no pudieron porque ésa es la estructura profunda de Europa. Felicitémonos porque un recuperado viento de libertad ahuyenta los obstáculos a una Europa en la que puedan participar todos los pueblos que la integran desde hace siglos.