Libros recientes de Ensayo y Ciencias Sociales Como cabría pensar la rentrée editorial se ha iniciado con la aparición de una serie de novedades que han elegido como cuestión de interés fundamental la conmemoración de este final de año, es decir el vigésimo aniversario del comienzo de la transición. A ella, por tanto, le vamos a dedicar el grueso de esta reseña. JAVIER TUSELL Dos libros transcendentales veces, viendo las listas de éxitos editoriales en el apartado de no ficción, el interesado por la lectura queda un tanto perplejo no sólo por la aparición de libros de cocina o de cronistas deportivos, sino porque aquellos que pretenden tener más valía y novedad en realidad son de autores de improbable garantía de veracidad. Así suele suceder con A los libros de las llamadas "cuestiones de actualidad" o sobre el pasado más reciente. Los autores de este género de libros suelen abusar de la confianza del lector por dos procedimientos paralelos que consisten en no explicar sus fuentes y novelizar lo que dicen reproduciendo de tal manera lo pretendidamente sucedido que parece que estuvieron presentes. Esta forma de escribir un libro no es sólo inmoral por parte del autor sino que constituye toda una ofensa a la inteligencia del lector. Hecha esta advertencia, es preciso resaltar que el libro de Alfonso y Pilar Fernández Miranda, "Lo que el Rey me ha pedido", Barcelona, Plaza y Janes, 1995, no tiene nada que ver con ese género, aunque la misma editorial que lo publica haya recaído alguna vez en un pecado de ese calibre. "Lo que el Rey me ha pedido" es un libro muy serio escrito por personas que tienen un conocimiento fundamentado de aquello de lo que tratan, conocen la bibliografía y utilizan fuentes precisas y de primera calidad. El volumen, además, trata una cuestión muy importante —la transición española a la democracia— en un momento en que nos acercamos a su vigésimo aniversario. El enfoque es el aportado por los papeles personales de Torcuato Fernández Miranda, uno de los artífices de esa operación histórica y quizá el más enigmático de ellos. Los autores del libro — allegados del personaje— escriben desde una óptica reivindicativa, completando las memorias inacabadas del que fue Presidente de las Cortes y quizá mejorándolas pues, en definitiva, lo hacen teniendo en cuenta la bibliografía posterior y un punto de vista más distanciado. Un inconveniente puede ser, sin embargo, que lo hagan maquillando, en algún punto, su contenido. El libro es, a la vez, una defensa del modo como se hizo la transición y del papel que en ella desempeñaron Fernández Miranda y el Rey. En cuanto a lo primero hay pocas dudas a estas alturas no sólo de que se hizo lo correcto sino respecto al modo cómo se hizo: de la ley a la ley, recordando el temprano consejo que Fernández Miranda dio al Príncipe, a través de las Cortes (y no con un referéndum prospectivo) y, en general, mediante la estrategia de la reforma y no de la ruptura. A través de estas páginas no sólo queda precisado y ampliado cuanto sabíamos sobre el particular, sino también se amplía nuestro conocimiento en otros puntos de importancia. El ejercicio de la Presidencia de las Cortes fue esencial, por ejemplo, para la introducción de un procedimiento de urgencia y para hacer funcionar el Consejo del Reino de una manera que permitirá su control. Especialistas en Derecho político, los autores explican de un modo muy convincente el procedimiento por el que se llegó a la transformación del sistema político español. El papel que en ello le correspondió a Torcuato Fernández Miranda resulta decisivo. No sólo fue el redactor principal de la Ley de reforma política sino que llevó la Presidencia de las Cortes con suma habilidad y fue para el Rey un consejero prudente, informado y leal. Lo curioso del caso es que este protagonista esencial de la transición da la sensación de aparecer como una estrella fugaz de la que no se sabe la procedencia. En mi opinión hubiera sido necesario explicar los antecedentes personales, su evolución y los presupuestos desde los que realizó su asesoramiento. En cambio lo que queda clarísimo a lo largo del libro es el papel del Rey. La cuestión fundamental a la que debió responder Fernández Miranda en fecha temprana (1969 y no 1975) fue aquella que se refería al grado de obligación que suponían, para quien las juraba, las Leyes Fundamentales. Así como no se acaba de saber cuál era el pensamiento más íntimo de Fernández Miranda parece muy clara la voluntad transformadora en lo político del Rey. Y éste resulta, además, personaje esencial del libro porque Fernández Miranda tuvo el buen acuerdo de tomar nota detallada y exacta de cada una de sus conversaciones con él. De este modo aparece muy claramente que la transición resultó muy complicada, que el Rey se llevó muy mal con Carlos Arias Navarro, que Alfonso Armada se atribuía una influencia desmesurada en materias políticas y la ejercía en favor de una perduración del régimen anterior o que D. Juan Carlos fue no sólo Rey sino también un excelente político cuando le tocó actuar como tal, antes de empezar a hacerlo en el marco constitucional. También en el libro, como es lógico, aparecen minucias de la política cotidiana que pudieron parecer trascendentes en un determinado momento y que luego, con el paso del tiempo, no llegaron a serlo. Se trata, pues, de una aportación capital acerca de la que, sin embargo, creo que se pueden hacer algunas puntualizaciones partiendo de ese calificativo y sin pretender regatear ningún mérito. Creo, en efecto, que como no puede menos de ser, la óptica de Fernández Miranda, que impregna el libro, se debe someter a crítica. Opino, por ejemplo, que la esperanza de Areilza en alcanzar la Presidencia, que los autores suponen, no se corresponde a la realidad. El juicio que se hace de Miguel Herrero no hace honor por completo a su méritos tanto en el momento anterior a iniciarse la transición como en el de redactar la Ley de Reforma Política. Pero, sobre todo, el libro trasluce el enfrentamiento de Fernández Miranda con Adolfo Suárez y da, acerca de este último, una visión que no se corresponde con la realidad ni la justicia. Ni fue una especie de vacuo ejecutor de las instrucciones emanadas de arriba ni tan siquiera quien lo nombró fue Fernández Miranda sino el Rey. Restablecer la verdad histórica en este punto no es desmerecer un libro imprescindible que permanecerá como aportación decisiva durante mucho tiempo. Un segundo libro importante, aunque de tono diferente y menor es el de Joaquín Barda-vío, "Las claves del Rey. El laberinto de la transición", Madrid, Espasa Calpe, 1995. No se trata de un libro de profesor universitario y de pretensión de que pueda durar indefinidamente sino que pertenece a un género periodístico de calidad. Tal como él mismo dice en el prólogo, Joaquín Bardavío ha sido el padre en España, ya hace bastante tiempo, de un género de reportaje de éxito habitual en el pasado y de frecuente adulteración en tiempos más recientes. Se trata de trabaj os no muy extensos sobre acontecimientos de relevancia, que han tenido lugar no hace mucho tiempo y siguen siendo decisivos en el momento presente, a partir de la revelación de alguna fuente inédita que a menudo aparece velada. En algún momento se han dedicado a este tipo de reportaje los más conocidos periodistas españoles en la actualidad como, por ejemplo, Oneto. Con el paso del tiempo, sin embargo, el género ha perdido su sentido originario y se ha adulterado. Ahora muy a menudo el autor de este género de libros apenas si ha utilizado fuentes que merezcan este nombre, adopta una posición beligerante y no de espectador, se comporta a menudo de forma venal y, en fin, con la pretensión de demostrar agilidad y buen conocimiento de aquello que escribe escenifica diálogos entre los personajes de una forma absolutamente abusiva. Conviene, por ello, establecer una distancia entre lo que fue originariamente este tipo de libros y en qué consisten en la actualidad. El propio paso del tiempo ha decantado el valor de estos libros del pasado y será muy severo con los del presente (por ejemplo, los de Cacho sobre Mario Conde). Todo lo que Bardavío escribió sobre la transición sigue siendo inapelable como fuente aunque no se pueda decir que constituya Historia científica propiamente dicha. 1974. Sabíamos que en el verano Sin duda "Las claves del Rey" es un libro de encargo, más que nacido de la iniciativa del autor. Así se aprecia en el hecho de que lejos de agotar un tema concreto Bardavío se refiere a todo el período de la transición. La Editorial Espasa Calpe, que, en manos de sus actuales gestores, parece más interesada en las realidades aparentes que en los valores objetivos, convierte en protagonista del libro al Rey cuando tan sólo lo es en parte. Hay algunos errores en la transcripción de nombres y de fechas que hubieran podido ser evitados con un cuidado un poco mayor en la edición. Pero Bardavío testimonia, una vez más, que es un autor fiable, serio y ameno, cuyos libros contienen información interesante y análisis siempre matizados. Gran parte de lo que se cuenta en este libro resultaba ya conocido. Me parece que las aportaciones de mayor valor en el terreno informativo se cifran en tres puntos, ninguno de ellos absolutamente fundamental pero todos ellos importantes. En primer lugar se deja claro que Franco murió, en realidad, unas horas antes del momento en que se dio la noticia oficial, instante en que ya estaba embalsamado. Se narra, además, un intento de ETA de secuestrar a D. Juan Carlos en de 1974 quien estuvo a punto de pasar por esta circunstancia fue D. Juan pero ahora se nos dice, con buenos argumentos, que a ello sólo se llegó en un segundo momento. Sin embargo la mayor información que se nos da procede de Manuel de Prado y Colón de Carvajal y se refiere a las gestiones de éste, actuando como enviado del Rey en Rumania, Estados Unidos y París, en unas semanas trepidantes a lo largo de octubre y noviembre de 1975 cuando Franco todavía agonizaba y D. Juan Carlos actuaba tan sólo como Jefe de Estado interino. La misma fuente ha explicado un interesantísimo caso de ingerencia norteamericana en la política peninsular a comienzos de 1976 para que se facilitara desde España una posible intervención en Portugal que el Rey vetó con energía y toda la razón (los acontecimientos acabarían por demostrar que ni siquiera era algo que resultara necesario). Toda esta información no sólo cuadra con las otras fuentes que tenemos acerca de los acontecimientos, sino que el autor de esta reseña puede certificar su autenticidad por idéntica fuente y otras parecidas. Bardavío resulta, además, un autor inteligente y brillante a la hora de interpretar a los personajes. Sus juicios acerca del Rey, Carrero, Arias, Suárez y tantos otros personajes del momento son siempre ponderados y testimonian capacidad para adentrarse en las peculiaridades de aquellos interesantísimos momentos políticos. Merece a este respecto una es-pecialísima mención la descripción que hace de los antecedentes del intento de golpe de Estado en 1981 en donde, si hubo militares traidores lo más peligroso fue que, además, les acompañaron en su labor destructiva políticos insensatos de todos los colores políticos. Dos libros periodísticos. Otra forma de abordar la transición es la que puede llevarse a cabo por el procedimiento al que han recurrido, entre otros, Carlos Barrera, en "Sin mordaza. Veinte años de prensa en democracia", Madrid, Temas de Hoy, 1995, y Abel Hernández, en "El quinto poder. La Iglesia de Franco a Felipe", Madrid, Temas de Hoy, 1995. La proximidad del vigésimo aniversario de la transición española a la democracia va, sin duda, a atribuir a esta cuestión los primeros puestos en las listas de éxito en el apartado de "no ficción" durante los meses venideros. Es muy probable que la consecuencia de ello sea una verdadera eclosión de libros de los que será preciso discriminar la valía pues, como es lógico, los habrá de muy distintas calidades. Los que van a quedar, sin duda, serán los intentos de agotar algunas cuestiones puntuales pero, al mismo tiempo, aparte de libros circunstanciales y de menor altura, resultarán útiles los resúmenes periodísticos de lo que han sido estas dos últimas décadas siempre que se redacten con una actitud e imparcialidad y procurando recoger la totalidad de la información existente, aunque no se tenga una pretensión exhaustiva ni de investigación muy detallada. Este parece ser el propósito que anima a la Editorial "Temas de Hoy" con la publicación de una serie temática acerca de los veinte años entre 1975 y 1995. De este género de libros resulta evidente que no es posible esperar una homogeneidad absoluta en cuanto a la calidad. Cabe, sin embargo, llevar a cabo un juicio genérico acerca de la colección en cuanto tal. Quizá pueda decirse que se trata de un esfuerzo meritorio para tratar de ofrecer esa panorámica del período en sus diversos aspectos concretos dentro de un estilo ágil y periodístico que no rehuye, sin embargo, la citas a pie de página. A diferencia de lo que ha solido considerarse como habitual hasta no hace mucho tiempo, estos libros no pretenden escenificaciones, más o menos novelescas, de los acontecimientos ni eluden mostrar cuáles han sido sus fuentes informativas. El volumen que Carlos Barrera dedica a veinte años de prensa democrática en realidad cubre también los medios de comunicación en su totalidad y pretende aunar un tono de divulgación con el rigor universitario. Se trata, al menos, de un propósito loable que a veces llega hasta el extremo de atribuir idéntico número de páginas a cada uno de los grandes diarios nacionales, con lo que incumple el objetivo. El autor, que ha escrito hace algún tiempo un libro importante sobre "Madrid", trata, al menos, desde una actitud de respeto a las opciones distintas de la suya que se sitúa en el antagonismo a la situación gubernamental actual. El propósito de tratar tantas cuestiones importantes en un espacio reducido tiene el inconveniente de una cierta superficialidad, al menos para un lector al tanto de las peculiaridades de esta parcela de la vida española. Por lo menos todas las cuestiones abarcadas en el título son tratadas en el texto aunque con extensión variable (insuficiente en el caso de la radio). El carácter polémico del mundo de la comunicación convierte no pocas afirmaciones en discutibles. El lector no puede evitar una cierta sensación de vergüenza ante el género de afirmaciones improbables, más fundamentadas en manías que en cualquier otra cosa, que han pululado dogmáticamente por los medios informativos españoles durante este período. En cuanto al libro de Abel Hernández, más modesto en sus dimensiones, resulta también más incompleto y más variable en su apreciación de las relaciones Iglesia-Estado durante estos últimos veinte años. Un centenar de páginas —es decir un tercio del libro— viene dedicado a la progresiva separación entre Iglesia y Estado en la etapa final del franquismo. En cuanto al período del que debiera tratar propiamente el libro hay cuestiones abordadas de un modo suficiente —como las relativas a los espacios de información religiosa en televisión—, pero en otros —las cuestiones educativas, por ejemplo— el tratamiento resulta incompleto. La óptica resulta siempre la de los medios eclesiásticos, lo que no quiere decir la Iglesia jerárquica, no siempre contrastada con el conocimiento de la otra parte. El autor trata con agudeza los distintos talantes de las personas que han estado al frente de la Iglesia española en las dos décadas. El balance final no acaba de ser lo suficientemente nítido en la distribución de las responsabilidades por la falta de entendimiento entre Estado e Iglesia. Historia. Finalmente también resulta posible abordar la transición desde la óptica de la memoria histórica, a caballo entre la ciencia y el recuerdo personal. Es lo que ha hecho Raimundo Bassols, en "España en Europa. Historia de la adhesión a la CE, 1975-1985", Madrid, Estudios de Política Exterior, 1975. Los libros de diplomáticos españoles acerca de sus experiencias en el Servicio Exterior suelen abundar mucho más en la anécdota que en la enjundia, como si la vida diplomática condenara a la ligereza. Baste recordar que uno, escrito por todo un subsecretario de Le-rroux, tiene el frivolo título de "El frac a veces aprieta" y no es en absoluto desdeñable como fuente histórica. Además, puestos a hacer de memorialistas, los diplomáticos, ma's que centrarse en una temática precisa, ofrecen casi una guía turística de los puestos que han recorrido. En cambio el libro que el embajador Bassols ha dedicado a la negociación de la entrada española en Europa ofrece unas características muy distintas. No está libre de subjetivismos, pequeñas lamentaciones burocráticas, quejas personales y ausencias de bibliografía histórica pero, en una cuestión tan ardua y esquiva a la grata lectura como las negociaciones para la entrada en el Mercado Común, proporciona una panorámica bastante completa en que los muchos árboles no impiden ver las características fundamentales del bosque. Merece la pena alabar la cultura que revelan algunas citas, la brillantez de los retratos políticos y la inteligencia (e ironía) empleadas en la descripción de algunas situaciones. La conclusión fundamental del libro, minucioso y bien informado, es que, en realidad, la negociación española estuvo presidida por factores de índole casi exclusivamente política de tal modo que los económicos sirvieron de subterfugio o de acicate pero estuvieron siempre sometidos a aquellos. España era una especie de leproso en la Europa que vio nacer el Mercado Común y, por eso, la prensa española sólo ponderaba la colaboración con otros países a la hora de tratar de plagas. Después de un largo plazo de espera con repetidas advertencias de que en la construcción de la nueva entidad política no se podía permitir la presencia de "cuerpos extraños" se consiguió un acuerdo positivo aunque en régimen de "cuarentena" (o asociación, que era algo parecido). De todos los modos los pasos dados en pleno franquismo no deben ser desdeñados: fueron el producto de una actitud realista en Exteriores y de una política económica que había abandonado de modo definitivo la autarquía. En los últimos años del régimen cualquier intento de cambiar las relaciones estuvo recurrido por el entrecruzamiento del factor político: la realidad es que la Europa de los tecnócratas fue bastante más beligerante contra Franco de lo que el español medio tuvo noticia. Si luego la España democrática no fue recibida como un hijo pródigo la razón estriba en la política interna francesa, donde los grupos de presión agrícolas consiguieron influir de manera sucesiva sobre la derecha y la izquierda. Lo que Bassols denomina como el "giscardazo" (junio de 1980) tuvo el carácter súbito y brutal que descubre la resonancia de la expresión y contrasta con la untuosa bene- volencia inicial del presidente francés respecto de la naciente democracia española. Pero ese enemigo sólo podía ser temporal, aunque diera la sensación a quien llamaba a la puerta de que se le mantenía a la intemperie demasiado tiempo y luego se le hacía subir a pie y no en ascensor. Bassols, en fin, ve en la etapa final de la negociación una voluntad de satisfacer intereses de partido entre socialistas que no está demasiado probada pero no denigra el resultado de la negociación, como todavía se hace en la política activa. El artículo como género literario. Completaremos, en fin, este elenco de publicaciones recientes con dos antologías de artículos. Con ellas no rompemos la homogeneidad de esta sección, dedicada al ensayo, porque, en realidad, muchos de estos artículos lo son, al menos en estado germinal. Recientemente la editorial "El País-Aguilar" ha tenido el buen acuerdo de iniciar la publicación de colecciones de artículos de algunos de los jóvenes escritores vinculados a dicho diario. Es el artículo periodístico un género aparentemente efímero que puede pasar por no tan relevante a la hora de juzgar la obra de un escritor que publica también novela o ensayo. Lo cierto, sin embargo, es que el artículo periodístico tiene a veces toda la grandeza y la dificultad de lo mínimo y lo circunstancial y proporciona a veces no sólo una especialísima delectación sino un conocimiento muy amplio de la perso nalidad y las capacidades de su autor. Las antologías de artículos impiden, además, la visión fragmentaria y facilitan, en cambio, la contemplación con mayor amplitud de plano de un escritor. En el caso de esta colección hay, además, un rasgo que resulta distintivo y original y que, además, permite un enfoque muy singular. Sobre el texto impreso el coleccionista de los propios artículos anota sus impresiones una vez transcurrido el tiempo. La selección previa, esa distancia cronológica y el imprescindible carácter escueto del apunte le obligan al articulista a repensar muy personalmente sus ironizar a mansalva, destilar sus gustos literarios o estéticos, practicar la ico-noclastia, divertirse con el fútbol o esbozar un primer indicio de un libro de memorias. Todos estos registros aparecen en esta colección de artículos y demuestran, en definitiva, la amplia gama de artículos y a disfrutarlos como si los estuviera escribiendo de nuevo. El lector también participa en esta tarea que el editor ha visualizado de manera conveniente ante él. La antología que acaba de publicar Javier Marías, "Vida del fantasma", Madrid, "El PaísAguilar", 1995 empieza por ser excelente incluso en el título. En cierta manera el articulista es, en efecto, un fantasma que ronda o merodea para expresar opiniones, mostrar motivos de indignación, ajustar cuentas en broma o en serio con adversarios, recursos y de intereses de que es capaz un escritor como Javier Marías. Si se me apura, esta antología se disfruta todavía más que "Pasiones pasadas" o "Vidas escritas", otros dos libros de parecidas características pero cuyos artículos resultan más extensos y reducidos a tan sólo una clave temática. ¿Cómo puede Umbral calificar a Javier Marías de "angloaburrido"?. La influencia anglosajona es intrascendente y admitida por el propio autor que no tiene absolutamente nada de tedioso. En cuanto a Juan José Millas, "Algo que te concierne", Madrid, "El País-Aguilar", 1995, creo que la gama de registros que utiliza es menor y que la temática abordada también tiene esa misma característica. Los artículos de Millas tienen, sin embargo, una característica común que nacen de estar voluntariamente constreñidos a un espacio extraordinariamente reducido —tres o cuatro párrafos, a lo sumo— como consecuencia de limitarse a tan sólo una columna en la página final de "El País". Dos son las cuestiones que aparecen en ellos: en primer lugar el entorno hogareño o el espacio vital inmediato e incluso la sensación fisiológica, en donde la autocompasión y la ironía a veces alcanzan un curioso tono de novela de ciencia ficción. Los artículos que recoge bajo el epígrafe "Hacia afuera", dedicados a la crítica social o política, resultan casi siempre devastadores en su mordacidad. Se trata, en definitiva, de dos autores muy jóvenes pero de cuya sabiduría a la hora de escribir un artículo no puede caber la menor duda. Y así lo demuestran no sólo en su labor diaria sino de manera especial con estas antologías.