Num115 014

Anuncio
Formas de pensamiento
JULIÁN MARÍAS*
sta conferencia va a ser un poco distinta de lo que ustedes pensaban. Recuerden
ustedes que el título es: Formas de pensamiento. Al preparar mi intervención he
caído en la cuenta de que lo más interesante del pensamiento del Siglo de Oro se
encuentra, curiosamente, en la poesía amorosa. Es bastante interesante el que haya
un contenido de pensamiento, mucho más que en otras formas de pensamiento,
relativamente abstracto y creo que se pueden buscar unas cuantas formas en las cuales se ve que en
la poesía amorosa, desde fines del siglo XV o comienzos del siglo XVI hasta finales del siglo XVII,
hay, precisamente, un camino que hace el pensamiento concreto partiendo de situaciones concretas
y que significan una especie de recorrido de las etapas y del sentido de la vida humana. En ese
sentido, por tanto, se encuentran hallazgos probablemente superiores a los del pensamiento teórico
o intelectual que, en gran parte, se hacía por aquel entonces en latín. Pensemos en la obra de
teólogos, filósofos, desde Vives o Vitoria hasta Suárez, que se hizo en latín, quedando fuera del
ámbito literario español.
E
* De la Real Academia Española y de la de Bellas Artes.
Si retomamos esta exploración de la vida humana, especialmente amorosa, creo que habría que tomar
como punto de partida las Coplas de Jorge Manrique. Se trata de una obra absolutamente extraordinaria.
La primera conferencia que di en inglés, sin apenas conocer el idioma, recién llegado a los Estados
Unidos, fue en la Biblioteca pública de Boston, bajo el título: Jorge Manrique. Una visión española de la
vida y la muerte. Creo que Jorge Manrique es un poeta absolutamente genial. Es una visión de la vida y
de la muerte de una profundidad y penetración extraordinaria. las Coplas tienen más de medio milenio,
pues las escribe a finales del siglo XV, pero se pueden publicar hoy en un periódico; puesto que el
español del que se sirve es absolutamente actual. La actualidad de la lengua de Jorge Manrique es
absoluta. Voy a leer algunas citas, por ser sumamente interesantes. Se refieren al argumento de la vida,
que en otros países españoles se va desarrollando y profundizando cada vez más.
“Decidme: la fermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
la calor y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza,
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud”.
“¿Qué se fizo el Rey don Juan?
Los Infantes de Aragón,
¿qué se ficieron?
¿Qué fue de tanto galán?,
?qué fue de tanta invención
como truxeron?”
“¿Qué se ficieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?”.
“¿Qué se ficieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se fizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar
aquellas ropas chapadas
que traían?”.
No se puede decir mejor, es algo extraordinario. ¡Qué realismo!
Esto, por una parte, es la evocación de la vida cortesana, de la belleza, de las damas, de sus tocados, sus
vestidos, sus olores, de las músicas, de los galanteos, de los fuegos encendidos de amadores. Pero de aquí
se pasa a la muerte, cuando ésta va a anunciar al Maestre Don Rodrigo, padre de Jorge Manrique, que va
a morir. Le va a anunciar la muerte con los siguientes versos:
“Y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera
es locura”.
Hay un compendio del sentido de la vida humana. Jorge Manrique habla de diversos tipos de vida: en
primer lugar, la vida inmediata, la vida cotidiana, la vida que se hace con empresas humanas; en segundo
lugar, la vida de la fama, la vida que se logra con gloria y esfuerzo, con oraciones, y, por último, la vida
perdurable, la vida que dura, la vida verdadera y fundamental. Hay un libro de Pedro Salinas sobre Jorge
Manrique en el que se recogen esos modos de vida de forma jerarquizada.
Ora actitud ante la muerte y el amor encontramos en Garcilaso. Toda su poesía es una extraordinaria
exploración de la relación amorosa. Hay unos versos que dice después de la muerte de Isabel Freide, su
amor Elisa:
“Divina Elisa, pues agora el cielo
con inmortales pies pisas y mides,
y su mudanza ves, estando queda,
¿por qué de mi te olvidas y no pides
que se apresure el tiempo en que este velo
rompa del cuerpo, y verme libre pueda,
y en la tercera rueda,
contigo mano a mano,
busquemos otro llano,
busquemos otros montes y otros ríos,
otros valles floridos y sombríos,
donde descanse siempre y pueda verte,
ante los ojos míos,
sin miedo y sobresalto de perderte?”.
Garcilaso desea la muerte para poder volver a encontrarse con su amada, Elisa, en otros lugares.
Justamente, a salvo de la muerte, sin miedo y sobresalto de perderla. Aparece el amor en la pérdida, en la
privación; deseando, precisamente, la muerte para estar libre de sobresalto y poder unirse a la amada sin
temor a perderla.
Hay unos versos de San Juan de la Cruz que a mi me parecen de una intensidad poética y erótica
profunda:
“Mira que la dolencia
de amor, que no se cura,
sino con la presencia y la figura”.
Fíjense en esa expresión balbuciente, vacilante, de la presencia y la figura, que denotan ese sentido
inmediato, que es el contenido del amor. Fíjense en ese carácter en cierto modo irregular y anormal en el
sentido de la frase. Es una expresión del amor que brota de una actitud profunda y que lleva un cierto
sentido irregular, de borbotón espontáneo.
Todavía hay más en Quevedo. Hay un poema que dice:
“Por la cumbre de un monte levantado
mis temerosos pasos triste guío,
por norte llevo sólo mi albedrío
y por mantenimiento mi cuidado”.
Aquí observamos un pensamiento profundo. Este cuidado me ha hecho pensar en una idea
fundamental de Heidegger: la “Sorge”, la cura, el cuidado. Es, precisamente, el carácter que
atribuye este filósofo a la existencia humana, al “Dasein”. Eso es lo que dice que es su
mantenimiento. Es, por una parte, la libertad, el albedrío. Pero, por otra parte, el cuidado. La vida
es albedrío, es libertad y es cuidado. Esto es lo que descubre Quevedo en esta relación amorosa.
“Y era la noche y hállome engañado
y sólo en la esperanza me confío.
Llego al corriente mar de un hondo río.
No hallo barca ni puente ni hallo vado.
Por la ribera arriba el paso arrojo,
dame consuelo el agua con su ruido.
Por la ribera arriba el paso arrojo,
más en verme perdido me congojo.
Hallo pisadas de otro que ha subido
párome a verlas pienso con enojo
si son de otro como yo perdido”.
Ven ustedes la idea de la desorientación de la vida. Este monte que está subiendo. Hay una
desorientación. No hay vado. Ni hay puente, ni hay barco. No hay nada. Las huellas son de otro que ha
subido y se plantea si ese otro está también perdido como él.
Hay otro poema que tiene también otro descubrimiento profundo:
“Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no de esa otra parte en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a la ley severa.
Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado”.
Estas fórmulas que encuentra Quevedo, únicas y extraordinarias, que son refulgentes, absolutamente. En
otro lugar:
“No me aflige morir; no he rehusado
acabar de vivir, ni he pretendido
alargar esta muerte que ha nacido
a un tiempo con la vida y el cuidado”.
Vuelve el tema del cuidado.
“Siento haber de dejar deshabitado
cuerpo que amante espíritu ha ceñido;
desierto un corazón siempre encendido,
donde todo el amor reinó hospedado”.
Nunca se ha llegado a formas parecidas en la poesía española y quizás en ninguna otra.
Existe también una cita de Calderón de la Barca. Hay que recordar el drama más profundo
humanamente, más profundo filosóficamente de Calderón: La vida es sueño, obra en la que se produce
una especie de revisión de la realidad. Segismundo a quien un augurio profetizaba la rebelión contra su
padre, el rey de Polonia. Debido a ello lo habían tenido prisionero, aislado de todo, para, precisamente,
evitar que se cumpliera aquel augurio. Por su soberbia le condenan a volver a la prisión en la que estaba
y se plantea el tema de que todo ha sido falso, nada es verdad ni tampoco real. La vida es sueño. Ha
soñado enteramente. No existe nada, ni la Corte, ni el rey de Polonia, ni el amor que tenía, etc. Cuando
vuelve a la prisión está convencido de que todo ha sido un sueño y exclama en estos versos:
“Sólo a una mujer amaba
que fue verdad veo yo
en que todo se acabó
y esto sólo no se acaba”.
Segismundo estaba enamorado de Rosaura. Estaba viviendo en la Corte con su padre, el Rey. Ha estado
violento. Ha tirado a un cortesano por la ventana. Sin embargo, nada parece existir. Todo ha sido un
sueño. No existe nada. Ni Corte, ni Polonia, ni amor, ni nada, ni tampoco Rosaura, no existe la mujer
amada. Con los versos de Segismundo se pone de manifiesto que parece haberse acabado la amada pero
no el amor. Segismundo sigue enamorado y encuentra que ha habido algo real porque el amor no se ha
extinguido. Creo que es la afirmación más enérgica que se puede encontrar en la literatura de la realidad
del amor. El problema es que Rosaura parece no existir. Ha sido un sueño. Pero él sigue enamorado. Ahí
está la realidad.
Estamos ante una secuencia, que comienza con la evocación del mundo feliz, galante, gozoso, que
evocan al principio las Coplas de Jorge Manrique, con esa evocación ilusionante de la Corte, las damas,
de los hombres guerreros, amantes, danzas, música, que desemboca en la conclusión de la muerte
aceptada, que va a recibir con su anuncio el Maestre Don Rodrigo y que acepta. Piensen ustedes en el
cambio que se ha producido en la actitud normal de la vida y de la muerte. La aceptación natural de la
muerte en Jorge Manrique parece haberse perdido en nuestros días. La muerte es inevitable; a pesar de
ello no se acepta, actualmente. Hoy en día, los medios de prolongar la vida, de conservarla, de salvarla en
ciertas ocasiones, es tan fácil y probable, que toda muerte parece violenta. Ahora cuando oímos que
alguien ha muerte, aunque supere los ochenta años, parece que se trata de una muerte intempestiva y
violenta, casi inaceptable. Como la muerte es inevitable y es la condición misma de la vida hay un error
en esto. La vida no puede ser no aceptada. Si no se acepta la muerte uno no es dueño de ella. No
conserva la libertad frente a la muerte, que es importante conservar. Todo el mundo parece morir por
accidente.
En estos fragmentos de poesía que he querido leerles hay un descubrimiento de la realidad. Se cuenta con
la muerte. Ustedes piensen como Garcilaso, que ha perdido a su amada, a lo que aspira es a morir él
también para poder encontrarla en otro lugar, para estar sin miedo y sobresalto de perderla.
Evidentemente, la vida humana en el amor está siempre expuesta. Se puede perder la persona amada.
Después de la muerte ya no caben los sobresaltos, ni la inquietud, ni el miedo por la pérdida.
Lo que me interesaba señalar es estas formas de pensamiento de esta época, justamente, en la que por
manos de los españoles y portugueses se va a fundar Occidente, la realidad occidental. Hemos hecho en
este curso un recorrido de las diferentes etapas y de las diversas formas de vida que se van creando.
Pensemos en la conferencia de Carlos Seco Serrano, que puso de manifiesto como la Península Ibérica
ha sido proa de Europa. Quería señalar con mi conferencia lo que significa esta actitud profunda cuya
raíz está en el amor. Me ha parecido interesante poner de relieve cómo más que en el pensamiento
teórico, científico, filosófico o teológico, en el descubrimiento de esa realidad final con la cual se
tropieza que es la realidad del amor, es donde se hace pie, se apoya uno en una situación que es
desorientación, pérdida, extravío. Libertad, por una parte, pero también desorientación. Ahí se encuentra
la raíz fundamental en la cual se puede uno apoyar y se hace pie. La muerte es la condición. En todos los
poemas aparece la muerte como el asidero porque se cuenta con otra vida. La idea de la muerte como una
destrucción o aniquilación está vigente. Vivimos en la actualidad un cierto pudor de hablar de la
continuación de la vida después de la muerte; lo cual contradice nuestro pasado de nada menos de dos
mil años. Más allá que el poder, que el dominio, que los descubrimientos, que la exploración del mundo,
se llevan a cabo en estos años unas formas de pensamiento en las que se encuentra la raíz en la cual el
hombre puede hallarse a sí mismo: el amor eterno, la inmortalidad de la vida, la muerte, el cuidado, la
preocupación, la inquietud. En definitiva, creo que el núcleo más profundo del pensamiento, de las
formas de pensamiento que se dan en prácticamente estos dos siglos de oro se encuentra en estas formas
de poesía a las que me he referido, que creo no tienen equivalente en otras lenguas.
Descargar