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Entrevista con Rosa María Torres para el periódico Ciutat.Edu
“Ciudades educadoras y derecho al aprendizaje a lo largo de la vida” Entrevista con Rosa María
Torres para el periódico Ciutat.Edu
Simposio Ciutat.edu: nuevos retos, nuevos compromisos
(Barcelona, 9-11 octubre, 2006)
Diputación de Barcelona, Área de Educación
http://w3.bcn.es/V01/Serveis/AgendaRecomanada/V01AgendaRecomanadaIniciCtl/0,2169,6079796
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1. Usted defiende ante todo que el derecho a la educación es mucho más que el derecho a la escuela. ¿En qué consiste básicamente la diferencia?
La Educación no se agota en la educación escolar. Hay educación dentro y fuera de la escuela, antes
y después del paso por la escuela, en ámbitos no-formales e informales, en modalidades abiertas, a
distancia, etc. Aprendemos en la familia, en la comunidad, en el trabajo, en la participación social, a
través de los medios de información y comunicación, en los libros, en el mundo virtual, en la vida
diaria.
Por otra parte, tal y como estipula la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el derecho a
la educación asiste a “toda persona”, niño, joven o adulto, no sólo a la infancia o a la llamada “edad
escolar”. Hoy, el derecho a la educación es derecho a aprender a lo largo de toda la vida, desde la
primera infancia hasta la muerte.
2. La Administración Pública algo tendrá que ver con esto, ¿cuál es su papel?
La administración pública tiene la responsabilidad de asegurar las condiciones para que se haga
efectivo el derecho a la educación de la población, es decir, a una educación universal, gratuita, y de
calidad para todos. Esto no compete obviamente a un único Ministerio – el de Educación – o a un
único sistema educativo – el escolar. La familia juega un papel clave en la educación en los primeros
años de vida, lo que implica asegurar a las familias condiciones básicas de vida, a fin de evitar entre
otros el trabajo infantil. En la juventud y en la edad adulta, en cambio, el trabajo tiene un papel educativo clave, al igual que los medios de información y comunicación, o la participación social. En
definitiva, la política educativa y el cumplimiento del derecho a la educación no sólo tienen que ver
con “el sector educativo” sino con el conjunto de políticas, incluida la política económica, la política
social y cultural en sentido amplio.
3. Y las instituciones locales, ¿de qué modo deben participar en la educación?; ¿En qué medida
la responsabilidad de la educación es una responsabilidad de proximidad?
La política educativa tiene distintos ámbitos de definición y aplicación, desde el nivel local hasta el
global. Idealmente, todos esos niveles deberían coordinar y converger entre sí para beneficio de la
gente. La oferta educativa debe responder a las expectativas y necesidades de personas y comunidades concretas, lo que implica reconocer y atender a la diversidad, con respuestas diversificadas. Esas
necesidades y esa diversidad se captan mejor desde el ámbito local, el más próximo a la gente y en
el que la gente puede expresarse y participar con mayor facilidad.
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La mejor política educativa es la que parte de las realidades y necesidades locales, no la que aterriza
desde “arriba”, sin contacto con la realidad, sin consulta ni participación social. Las instituciones locales tienen un papel clave en asegurar todas estas dimensiones que hacen a la eficacia de la politica
educativa, tanto en el diseño como en la gestión propiamente tal.
4. Entonces, como ciudadanos todos tenemos nuestra parte de responsabilidad, ¿no es así?
¿Cómo valora usted la implicación ciudadana?, ¿En qué debería consistir?
El derecho a la educación implica, en primer lugar, al Estado, a la administración pública. Pero la
ciudadanía es obviamente co-responsable de la clase de educación que recibe. La calidad de la demanda y de la participación social inciden fuertemente sobre la calidad de la oferta educativa. La
ciudadanía puede y debe aportar desde varias dimensiones: participación, vigilancia, colaboración,
exigibilidad.
5. Y las familias, ¿qué papel juegan en la consecución de este derecho en mayúsculas?, ¿Son
conscientes del rol que deben asumir?
Las familias son las primeras llamadas a defender el derecho a la educación, no sólo para los hijos e
hijas sino para la familia como un todo. El derecho a la educación suele verse eminentemente como
un derecho individual; no obstante, se trata también de un derecho social. Lo que importa es finalmente la educación de la familia, de la comunidad, y el impacto que la educación individual de sus
miembros tiene o puede tener sobre la vida familiar, el desarrollo comunitario, el desarrollo humano,
la construcción de ciudadanía activa.
Las familias, y sobre todo las familias pobres o en situación de marginación, no tienen cabal conciencia del papel que pueden y deben jugar en la exigencia del derecho a la educación, incluida la
calidad de la educación que reciben. De hecho, dar voz y calificar la demanda educativa es o debe
ser parte de una buena política y de una buena gestión educativa.
6. En una rápida ojeada por la Historia podemos afirmar que quizá nunca habían existido tantas
facilidades para acceder a la educación como ahora. Sin embargo los resultados escolares son
discretos y sigue habiendo una cuota nada menospreciable de fracaso escolar. ¿Cómo lo explicamos?
La explicación es simple: acceso a la educación no implica acceso al aprendizaje. Se puede acceder
a la escuela pero no necesariamente acceder a la educación. Se puede acceder a la enseñanza pero no
necesariamente al aprendizaje. Por eso, el verdadero derecho a la educación no es acceder a la escuela, sino acceder al aprendizaje.
El derecho implica no acceso a cualquier educación sino a una buena educación, una educación
comprometida con el aprendizaje. No debería ser necesario agregar “de calidad”. No obstante, la expresión “educación de calidad” se ha generalizado, precisamente porque no abunda, sobre todo en
los sistemas públicos, es decir, los que atienden mayoritariamente a los pobres y otros sectores en
deventaja en la sociedad.
7. ¿De qué forma podemos integrar la inmigración al proceso educativo teniendo en cuenta
nuestra idea de lo que debe ser la Educación?
Una sociedad y un sistema educativo que respetan la diversidad, que reconocen el derecho de toda
persona a aprender en su propia lengua y cultura, y según sus propios valores, no deberían tener
problemas para aceptar y adaptarse a las realidades y necesidades educativas de quienen vienen de
otros lugares y países. El problema es que los sistemas escolares en general no están pensados ni
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preparados para entender, respetar y lidiar con la diversidad, como tampoco lo están sus respectivas
sociedades locales y nacionales.
8. ¿Cuál debe ser el papel de los valores y la ética social en el futuro de la educación?
La moral y la ética siempre han estado en el corazón de la educación. La misión por excelencia de la
educación ha sido la “formación del carácter”, la “formación de la personalidad”. Eso no ha dejado
de tener validez; por el contrario, su importancia se acentúa.
No obstante, vale la pena recalcar que no se necesita una asignatura o un programa especial para enseñar valores, en la escuela, en la familia o en cualquier otro lado. Estos deben estar imbuidos en el
currículo y, sobre todo, ser encarnados en las relaciones y en la práctica cotidianas. A ser honesto no
se aprende aprobando el examen sobre el decálogo del ser honesto, sino percibiendo la honestidad
alrededor de uno, en la familia, en la escuela, en el lugar de trabajo, en el sistema político, en la sociedad.
Una sociedad educadora debe tener esto claro. Más que programas educativos ad-hoc se trata de
crear y estimular ambientes – familiar, escolar, social, cultural, laboral, político, etc. – favorables para el aprendizaje, para aprender a aprender, para aprender valores positivos y ciudadanía en acción.
Un gobierno corrupto, una clase política que dice una cosa y hace otra, deseducan antes que educan
a la población, aunque formalmente se ocupen de la educación e incluso incrementen el presupuesto
educativo.
Rosa María Torres
Instituto Fronesis
www.fronesis.org
Quito, 26 de septiembre, 2006
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