La Jornada Semanal, 22 de agosto de 2004

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La Jornada Semanal, domingo 22 de agosto de 2004
núm. 494
GRECIA-CHIAPAS:
PRUEBA DE SOLIDARIDAD
Textos del
colectivo griego
de solidaridad
con Chiapas
y de
Hermann Bellinghausen
Presentación
Hace cuatro años, un grupo de griegos –profesionistas, artistas, ingenieros– crearon el
Colectivo de Solidaridad con Chiapas y lanzaron una campaña llamada Una Escuela para
Chiapas. Fue el pueblo griego el que aportó los recursos, sin incurrir en la demagogia y el
discurso engolado de la filantropía con nombre. Este esfuerzo se convirtió en el Centro de
Capacitación de Promotores Culturales Compañero Manuel. Damos testimonio de esta
hermosa aventura sin más nombres que los del pueblo griego, los habitantes de La Culebra y
algunos ciudadanos de la nación tzeltal. El Centro ya fue inaugurado con la presencia de
setenta griegos e invitados nacionales y de otras latitudes. Publicamos varios textos firmados
por un grupo de personas unidas por la defensa de los valores humanos.
Saludo del colectivo griego
en la inauguración del
Centro Compañero Manuel
Compañeras y compañeros,
hermanos y hermanas:
Hoy día, con la inauguración del Centro
de Formación de Promotores Compañero
Manuel, aquí mismo, en La Culebra, del
Municipio Autónomo en Rebeldía Ricardo
Flores Magón, se reconoce en todos lados
que la rebelión que surgió el 1 de enero de
1994 permanece viva y se sigue
construyendo. Contra toda lógica, entre
todos se construye este Centro de Formación de Promotores de Educación contra el
olvido, para que no se pierda la historia. En el camino también se están
construyendo proyectos autónomos de salud, de educación, de autogobierno, para
acercarse a otro mundo posible. Se construyen y fortalecen relaciones entre
movimientos político-sociales del mundo que quieren pensar y crear otras
realidades.
Como colectivo de solidaridad con la lucha zapatista "Una escuela para Chiapas"
estamos aquí presentes los últimos años, para demostrar que l@s zapatistas no
están solos; para demostrar que nosotr@s mismos no estamos solos. Todas y todos
juntos formamos parte de la lucha contra la injusticia y el neoliberalismo que se da
en todas partes del mundo. El enemigo es común. El enemigo que se preocupa sólo
por las ganancias y el poder. Contra todo esto, a nostr@s nos preocupa la dignidad
humana, la colectividad. Y hoy, aquí mismo, con la presencia de todas y todos
nosotros se demuestra que la voluntad para vivir con dignidad es posible y existe.
Mientras tratan de dividirnos en indígenas, europeos, blancos o negros, nosotros
practicamos la solidaridad con los que sueñan un mundo diferente y justo; un mundo
donde quepan muchos mundos.
Nuestras casas están muy lejos de las suyas. Pero la distancia no nos impide llegar
hasta acá para escucharles, para que ustedes escuchen nuestros problemas y
nuestras alegrías, para que nos entendamos y luchemos y construyamos juntos.
Hombres y mujeres de Grecia que durante los últimos años hemos venido acá,
hicimos un esfuerzo muy grande para poder enfrentar los gastos del viaje. Porque no
somos unos ricos europeos. Somos trabajadores que en nuestro país enfrentamos
muchos problemas sociales, mucha injusticia. Tampoco pertenecemos a una
organización filantrópica que quiere ayudar a unos pobres indígenas. Nuestros
motivos son políticos. Estamos aquí porque su palabra y sus obras conmueven
nuestros corazones.
Formamos la campaña "Una escuela para Chiapas" para difundir la palabra zapatista
y pedir a la gente digna de Grecia que apoye la construcción de este Centro de
Formación. Por eso no nos dirigimos al gobierno ni a sus instituciones ni a empresas
privadas.
Ya el sueño de la construcción del Centro de Formación es una realidad. Así como
la relación entre ustedes y nosotros. Porque no entendemos su lucha como algo
ajeno, pensamos que es parte de la nuestra. La lucha sigue. ¡Vamos adelante!
¡En las montañas de Chiapas y en las calles de Grecia la lucha es una sola! ¡Viva la
solidaridad de los pueblos! ¡Viva la resistencia zapatista!
La Culebra, 5 de agosto de 2004
Breve bitácora de
una escuela en la selva
Los planos se extendieron sobre una mesa de
madera, sinuosamente alumbrados por la
inquieta luz de unas cuantas velas. Eran
complicados pero bellos. Sin más, un silencio
también se quedó mirando. Las líneas del
diseño mostraban dimensiones y proporciones,
números y acotaciones, escalas, ejes, vistas de
costado y verticales de un complejo
arquitectónico que, ahí, parecía –y era– un
poco desorbitado. Sólo un poco. Empezaron a
oírse algunas voces. Que si cómo, que si el
terreno, que si el material, que si las manos que habrían de ponerse a hacer eso:
una escuela. Pero no eran, ni mucho menos, las primeras voces. Durante todo el
año anterior, 2000, y antes, a través del ir y venir de gente, información y búsqueda
entre los de allá y los de acá, entre la campaña griega "Una escuela para Chiapas",
distintos y variados colectivos griegos de solidaridad en los que se encontraban
ingenieros, arquitectos, estudiantes y trabajadores, y la comunidad zapatista rebelde
en La Culebra y Enlace Civil, las voces no habían dejado de sonar y buscar. Así que
eso era, en ese momento, algo más, mucho más. Se trataba de un Centro de
Capacitación de Promotores de Educación para el Municipio Autónomo Rebelde
Ricardo Flores Magón, donde irían a aprender los que después se irían a enseñar.
Las líneas en los planos proyectaban salones de clases, dormitorios, biblioteca,
baños y regaderas, comedor, cocina y una cancha de basquetbol. Todo había sido
diseñado en conjunto, con absoluto respeto a la concepción de la comunidad sobre
la educación autónoma y de acuerdo con las características del entorno y los
materiales de construcción disponibles y tradicionales, con espacios abiertos, puntos
de encuentro dentro y fuera de los distintos edificios. Y madera, mucha madera. Esa
noche, sin embargo, no se dijo demasiado. Sólo lo principal. Que sí, que a pesar de
lo difícil que se veía, sí, que había que empezar a trabajar. Era octubre de 2001 y,
nada raro, había llovido y había neblina. Hacía apenas unas horas que la pequeña
avanzada del colectivo griego, dos compañeros, había llegado a la comunidad. De
tan lejos a tanta y repentina cercanía.
En una extensión de 1600 m2 las líneas de los planos tenían que hacerse realidad,
levantarse palmo a palmo. Pero primero había que preparar el terreno, aplanar,
quitar los enormes muñones de árboles quemados que todavía se hundían en la
tierra, vencer al lodo, ese material que es casi una criatura en sí misma, que atrapa,
desorienta y engaña a los pies. Los grupos griegos de solidaridad y apoyo iniciaron
sus viajes para trabajar con los miembros del municipio. Gente. Grandes distancias,
largas jornadas y largas conversaciones tamizadas por la curiosidad y el silencio.
Mucho que aprender de ambos lados, diciendo, y no pocas veces, callando,
tendiendo pasos, pasajes y puentes a través de equívocos y miradas de no entiendo
y ya entendí nutridas por la diferencia, sustentadas en la dignidad. Eso, la dignidad,
raíz y arboladura de una lucha muy a contrapelo que a pesar de su historia se
mantiene –¿cómo si no?– reciente cada vez. Y precisamente por ahí, por su callada
certeza, también la disposición espontánea al juego, el gusto, la risa. Gente. A lo
largo de tres años, el colectivo de la campaña realizó veintidós viajes en los que
participaron en total 129 personas, en pequeños grupos de trabajo en su mayoría
acompañados por un arquitecto o un ingeniero. La comunidad puso lo suyo, es decir,
todo. Su pausada fuerza, su saber hacer y sus modos, tiempos y ritmos.
Simultáneamente, en Grecia la campaña continuaba organizando conciertos,
bazares, presentaciones de teatro, proyecciones de películas, documentales sobre
la lucha zapatista, debates y eventos especiales en distintos barrios de Atenas y en
varias ciudades del país, para informar y para recabar el dinero necesario para la
construcción. Dracma sobre dracma primero, y luego euro sobre euro, se reunieron
130 mil euros: ni siquiera uno proveniente de subsidios o donaciones estatales, de la
Comunidad Europea o de empresas o firmas particulares. Sólo de la gente, otra vez,
la convencida y segura de que ante la voraz imposición de los valores y principios
del gran dinero, la solidaridad requiere de una participación directa en el espacio; de
que lo que se hace en esa dirección tiene sentido y afirma los pilares de puente, la
red de resistencia vital que generan, ahí, en ese lugar del otro que no cerca sus
límites ni tiene linderos.
Un proyecto así no podría concretarse sin cambios. Las
modificaciones se han hecho sobre la marcha, literalmente
conforme ha ido creciendo y de acuerdo con las necesidades que
ese crecimiento ha ido generando. Ninguna ha sido arbitraria, por
extraña que parezca, porque el trabajo así concebido no entiende
esa palabra. Estaba –está– en su naturaleza moverse, corregirse,
pulirse y acendrarse en el profundo sentido de ese "más o menos"
que en realidad respira el tiempo, el otro, el del azar, no el lineal
que creemos conocer. Pero podemos decir que los espacios de la
construcción siguen la idea de un panal. Todos están
comunicados y todos tienen una zona a la intemperie o hacia el
exterior. Los seis salones de clase, que tienen la forma hexagonal
que concibe el espacio centrado en el alumno, están
interconectados para responder a distintas necesidades de
distribución de personas y actividades. Junto a los salones se
encuentran dispuestos los dormitorios con forma de la letra griega gama mayúscula
(G) seis en total, encontradas, es decir tres conjuntos con un espacio común en sus
ángulos y un patio central abierto que los vincula. La biblioteca, de forma octagonal,
tiene dos niveles y es el edificio más evidente en toda la comunidad. Una biblioteca
en la selva. Para lo que se ha escrito y lo que no, que se irá escribiendo, diciendo y
recordando. De adentro y de afuera. Un lugar que es, en sí mismo, otro lugar, un
prisma, un punto de confluencia y apertura. En ningún edificio hay muros de
cemento de más de un metro de altura. Los bloques, en total unos 2 mil, fueron
hechos a mano en sólo dos moldes. Despacio que no tardado. Lo demás es madera:
las ventanas, que no tienen vidrio sino rejillas de madera entrelazada, las paredes
internas, los polines que sostienen los techos de lámina de una, dos, tres aguas y
más, con distintos grados de inclinación, incluso invertidos, "para ver el cielo" como
dicen sus hacedores, acaso Rubio, el artesano y constructor que desde el tzeltal ya
habla suficiente griego para más señas y seguir.
Así hemos inaugurado, juntos, 1390 m2 de construcción. Un complejo de edificios
públicos, comunitarios, que primero disloca y luego armoniza las distancias, entre
continentes y mapas, entre tiempos e ideas. Hubo saludos, palabras de intercambio
sobre la educación autónoma y la resistencia y, por supuesto, baile. Al final, parece
que la concepción generalizada de que nuestra época no es "adecuada" para la
formación de colectivos con actividad política no partidista y libre de intereses
económicos, es falsa. La solidaridad sin propietario impulsa la acción inmediata,
directa, que ha movido política y moralmente a nuestro colectivo y su campaña de
cuatro años. Desde el principio y hasta ahora, todos sabían de qué escuela se
trataba, por qué, para quién y dónde.
Más o menos así empezó todo y más o menos así seguirá. Nuestro trabajo con las
comunidades rebeldes zapatistas no pertenece a la filantropía –ese pálido gesto– y
la humillación que tarde o temprano le sigue y conlleva. Pertenece al color inherente
a la palabra solidaridad, alilenguíi, "a través de la mutua garantía", que emerge en
cada acto de rebeldía y resistencia ante la ciega brutalidad de los grandes dineros
del mundo y el ejercicio obsceno del poder.
La mesa de madera sigue ahí...
Traducción de Francisco Torres Córdova
Solidaridad en la práctica
La campaña "Una escuela para Chiapas" no
representa ni al primero ni al único colectivo que
se ha ocupado del movimiento zapatista. Por el
contrario, su creación surgió del terreno fértil
que había sido generado por la actividad de
apoyo y solidaridad de otros colectivos
anteriores.
Desde la aparición del movimiento zapatista,
varios compañeros y colectivos aislados
provenientes de distintos espacios políticos no sólo visitaron Chiapas y se pusieron
en contacto con las comunidades, sino que también –a veces con logros
excepcionales y otras no tanto– ensayaron una política de la solidaridad.
Sobre este terreno fértil, los compañeros y compañeras que participaron en la
fundación de la campaña "Una escuela para Chiapas", quisieron intentar una acción
si no nueva, sí poco ensayada en Grecia: la de una política de la solidaridad llevada
a la práctica.
¿Por qué habríamos de apoyar a los indígenas pobres de la selva lacandona? La
creciente y urgente necesidad de ayuda, escuelas y hospitales en todo el mundo es
evidente. Pobres existen en todo el mundo. Todos los días nacen y se crean cada
vez más en la barbarie del capital de la sociedad en que vivimos. Indígenas –
olvidados por completo– existen también en todas partes. Y casi siempre –cuando
no son considerados un fenómeno curioso y exótico digno de observación
antropológica, o se les confina a reservas especiales–, son invisibles o "inexistentes"
para una sociedad que pretende la homogenización y la aniquilación de la diferencia
a través del poderío universal del dinero.
La campaña no es una asociación humanitaria. No ayuda a los pobres con las
sobras de los ricos a cambio de la expiación de sus culpas. Tampoco distribuye las
migajas de las empresas estatales para aliviar las heridas que los mismos Estados
capitalistas generan. No es un grupo cultural que intenta ayudar en la conservación
de las tradiciones de los indígenas cuando a ellos mismos les resulta imposible
mantenerse con vida, arrasados como están por el hambre, la miseria y la
enfermedad.
La Campaña decidió ocuparse de los indígenas de Chiapas porque esos indígenas
pobres se han rebelado. Porque gritaron "¡Ya basta!" a la miseria, la humillación y la
represión a través del único modo en que podían hacerlo, sin transacciones ni
concesiones.
Porque intentan la realización de su visión colectiva "aquí y ahora".
Porque se atreven a tener esperanza y porque saben callar sin dejar de resistir.
Tienen la fuerza de esperar sin ceder, de aprender de sus errores, de cuestionar
incluso sus tradiciones aunque desean la conservación de su memoria colectiva.
Se eligió la construcción de una escuela no porque nosotros somos especialistas en
escuelas y disponemos del conocimiento técnico necesario. La elección se realizó
basada en las necesidades y decisiones políticas de los mismos zapatistas y en
continua, y hasta ahora ininterrumpida, colaboración con la sociedad local que no
sólo ha construido la escuela con sus propias manos, sino que también, junto con
los voluntarios griegos, ha dado forma al diseño, modificado lo que es necesario
modificar y decidido en común el desarrollo de la obra.
La Campaña llama a esta forma de acción: política de la solidaridad llevada a la
práctica. Y este camino, aunque la obra se acabe, no se termina, como no se
termina la esperanza y el sueño por un "mundo en el que quepan muchos mundos",
por una sociedad con libertad, paz y justicia, y sobre todo dignidad.
Traducción de Francisco Torres Córdova
Hermann Bellinghausen
Homero no debió de morir
Silban los barcos al atardecer en el Pireo.
Silban continuamente. Silban, pero no
se mueve ningún cabrestante.
Ninguna cadena mojada centellea a la
débil luz del ocaso.
Yorgos Seferis en un muro
de la selva de Chiapas
¿Por qué un pequeño episodio en cualquier lugar
de la aún vasta selva del sur maya no iba a
merecer un canto de la Odisea y otro más de la
Ilíada? Total, se abría una escuela. Y adónde si
no en las escuelas del mundo se siguen leyendo
los clásicos, aunque sea en ocasiones y a
fuerzas. Digamos, pese a la sep, que con
Homero hemos topado.
Pongamos pues por caso la llegada de unos griegos. Hoy los griegos están en boca
de todo el mundo en la hipnotizadas televisiones del planeta coca cola. ¿Griegos?
Concretamente, los atenienses.
Imaginemos un grupo de atenienses disidentes que no aceptan la militarización de
su vida privada bajo pretextos de seguridad hasta la paranoia. Quienes, en vez de
entregarse a la edificación de palacios, coliseos y calzadas para los mercaderes de
los Juegos Olímpicos, deciden ponerse de acuerdo con unos improbables indígenas
rebeldes plantados a miles de kilómetros, en el vientre mismo de la selva tropical, y
edifican juntos una escuela moderna y ejemplar para muchachos y muchachas
tzeltales y choles que a su vez se dedican a "promover la educación" o sea educar a
los niños del municipio autónomo Ricardo Flores Magón, compuesto por
comunidades de bases de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Entre 2000 y 2004. Sin las Olimpiadas en el reloj. Si según el sapo la pedrada, como
dijera no sé si Sócrates o Hugo Hiriart, el centro de formación de promotores de
educación demandó un esfuerzo grande, pues la ambición constructora lo era. Una
obra titánica. Y como los Titanes no existen en Grecia ni en el sureste chiapaneco, la
obra recayó en simples personas que consumieron en caliente tiempo y ganas para
llegar a la cita de agosto: los máistros de obras.
Hay que señalar que los grupos involucrados –atenienses disidentes e indígenas
rebeldes– comparten el no tener un centavo. Así, en pleno siglo xxi de
hipercapitalismo rampante, y se presume que triunfante, una obra titánica se
emprendió sin dinero. ¿Desde la pobreza? No necesariamente. Veamos.
Un arquitecto de Grecia idea una escuela de madera y lámina y le pone alas. Es
decir, crea un proyecto arquitectónico con los materiales posibles en la selva. Lo
hace gratis, y gratis el proyecto pasa a manos de un colectivo de ciudadanos griegos
empeñados en la original tarea de apoyar a unos zapatistas más allá del
Mediterráneo y el Atlántico, en un sitio que visto desde el Partenón debe parecer el
fin del mundo.
Un fin del mundo bastante conocido, como sea, después de una década de
levantamiento y lucha pública.
Sin dinero (bueno, el mínimo inevitable), por fraternidad, y agradecimiento antes que
mera generosidad, los bravos atenienses entregaron a los indios mexicanos los
planos, parte del material y parte de la mano de obra, y durante más de tres años
levantaron conjuntamente la escuela Compañero Manuel en La Culebra.
No es un lugar donde se lee. No idealicemos el asunto. Ni en las lenguas propias,
tzeltal y chol, que no se escriben mucho, ni en la lengua nacional de México. Pero la
biblioteca (el edificio que la contendrá) exhibe estos días, apenas cruzar puerta, en
fotocopias de gran formato, un canto de Odiseo y uno de Aquiles, en griego clásico y
en castellano. Como si el largo viaje de esta escuela desde un restirador en Atenas
hubiera sido una suerte de retorno de Homero a casa... siendo su casa cualquier
lugar donde se cultiven la palabra, la lucha y la historia.
Y si el homérico periplo a las selvas mayas surcó un mundo empobrecido y canalla,
a través de guerras, epidemias y rapacidad de los señores, también demostró que la
solidaridad y las hermandades por abajo fluyen en mares abiertos hasta selvas que
no conocen el mar. Por segunda vez (la primera fue en agosto de 1994 en el
Aguascalientes de Guadalupe Tepeyac) oí hablar del barco de Fitzcarraldo en la
selva Lacandona. Pero esta vez no se lo llevó una tormenta tropical.
Los tzeltales y choles llevan once años en rebeldía contra el gobierno de México y
aunque parezcan tan remotos, están en la primera fila de la resistencia
intercontinental contra el neoliberalismo totalizante. En sus encuentros con las
brigadas de griegos que devinieron albañiles (pues albañiles se necesitaban), los
indígenas se hermanaron sin metáforas quesque olímpicas en la comprabación de
que las cosas se pueden hacer bien de más de un modo. Que otro mundo es
posible, más barato, y hasta mejor.
En fin, si al llegar el poeta ciego a su nueva y pobre casa en la selva Lacandona tres
milenios más tarde, la encuentra pobre y campesina pero inspirada por la lucha y la
alegría, descubrirá que nada fue en vano y que, como dijera el moderno cantor de
Alejandría, habrá experimentado el viaje y conjuntamente con los hijos del maíz
sabrá por fin lo que las Ítacas y Las Culebras significan.
En las huellas de una heterotopía
Parece estar profundamente enraizada en el
pensamiento y la expresión de quienes luchan
por cambiar el mundo, la inquietud por definir,
describir o imaginar un absoluto "afuera",
opuesto y hostil a lo que existe. La increíble
capacidad que ha mostrado esta sociedad
para asimilar prácticas y conductas que se le
oponen, ha acentuado el deseo revolucionario
del "otro lugar" de definirse tan lejos como sea
posible, puro e inasible para la ideología
dominante, fortificado en su alteridad.
La sensación de linealidad del tiempo parece amenazar los sueños de un futuro
diferente. Como si en la cadena de la historia el presente transmitiera de eslabón en
eslabón la infección, la maldición de una vida marcada por el infortunio. Así, por
lejano que parezca el futuro, para asegurar su alteridad han de cortarse los puentes,
la cadena del tiempo debe romperse. El "otro", la absoluta alteridad, debe estar
separado, lejos, "afuera". No es casualidad que una metáfora espacial nutre y
asegura la imagen de un futuro radicalmente distinto. En el espacio el concepto del
límite tiene algo de irrevocable, de definitivo. Una imaginación que sueña al otro
requiere de esta garantía para describir el futuro como "otro lugar".
¿No es por esta razón que la mayoría de las
utopías que buscan describir o mostrar un
futuro diferente adquiere precisamente la forma
de un lugar diferente donde la vida sería
diferente? La descripción de una vida así, a
través de las imágenes de una ciudad ideal y
lejana tiene, en efecto, el poder de definir lo
distinto, el afuera, de una manera que parece
tangible. ¿Pero qué ocurre cuando el sueño de
una vida diferente, liberada de la opresión y la
explotación, crea hoy, ante nuestros ojos,
lugares reales donde lo distinto y lo igual, la negación y la afirmación, se entretejen y
se enfrentan? ¿Qué ocurre cuando en el vigilado perímetro de lo normal se abren
pasajes hacia lo otro?
Los pobladores chilenos, durante los años de la Unidad Popular, en la autogestión
de sus colonias construyeron fragmentos de una cultura y de una estructura social
distintas. Por su parte, en sus colonias y fincas ocupadas, los actuales campesinos
del Movimiento de los Sin Tierra administran esos fragmentos, al igual que los
trabajadores de Argentina, en su propia experiencia híbrida, tratan de conducir su
trabajo sin patrones, de manera colectiva.
Esta acción, que construye lugares de otra parte aquí, lugares del futuro hoy, está en
el centro de la política de los zapatistas. La autonomía de sus zonas no constituye la
materialización nacida para morir de una imperturbable utopía, sino un esfuerzo,
lleno de contradicciones, por un mundo en el quepan muchos mundos. Si hacemos
nuestro un término que usó Michel Foucault, pero modificando su contenido, quizá
podamos describir esos lugares del otro que actualmente emergen de la acción
colectiva, como heterotopías.
El Centro de Capacitación de Promotores
Culturales Compañero Manuel, una
escuela en el corazón de la selva en
donde no se enseñará la civilización de
los conquistadores a los oprimidos, sino
donde se buscará la civilización, las
civilizaciones, de la libertad de los
indígenas rebeldes, es una de esas
heterotopías. En sus edificios construidos
con innumerables carencias y mucho
trabajo, se reúnen aquellos que
aprenderán para enseñar a otros y éstos
a su vez a otros más, no un conocimiento apoyado en el poder, sino conocimientos y
cuestionamientos apoyados en la esperanza. En el programa educativo de los
zapatistas predomina el plural: aprender las historias y no la historia, las geografías y
no la geografía, las culturas y no la cultura. Es el plural lo que también nutre la
experiencia de la heterotopía. Si los zapatistas soñaran un absoluto "afuera", esta
escuela tendría la forma de un arca volcada sobre sí misma, introspectiva. En sus
protegidas bodegas se guardaría la semilla del futuro para cuando las aguas del
diluvio capitalista se hayan retirado. Sin embargo, esta escuela, con sus techos
inclinados y sus tenues paredes llenas de fisuras, es sobre todo un pasaje, una
membrana porosa, una encrucijada de esperanzas. La inquietud por la construcción
de otro mundo la traspasa, las contradicciones e interrupciones de una lucha
semejante la desasosiegan. En su interior el conocimiento se cruza con la alegría de
una fiesta colectiva, el cuestionamiento se encuentra con el cuidadoso estudio de las
tradiciones indígenas y la utilidad del conocimiento práctico encuentra en su camino
la fuerza de la imaginación creativa.
Estas encrucijadas son un componente esencial de
la heterotopía. En cierto sentido la heterotopía es un
umbral dilatado, a la vez temporal y espacialmente.
Un espacio de transición donde ocurre, con todas
sus contradicciones, el nacimiento de nuevas
experiencias sociales. Si los zapatistas "avanzan
preguntando" es porque el futuro como un lejano
"otro lugar" no existe en alguna parte de un horizonte inasible. En su pensamiento y
acción políticos, hondamente marcados por el saber de las culturas indígenas, el
camino se hace conforme se avanza. Las comunidades aprenden de sus errores, no
corrigen simplemente la realidad de la lucha bajo la norma de la utopía. Y si en el
levantamiento de 1994 o en la Marcha por la Dignidad, los zapatistas no hablaron en
nombre de otros, sino que dieron la palabra y el lugar a "todas las minorías
oprimidas que son mayoría", es porque en su cultura política sobre todo tiene
importancia el nacimiento de espacios de libertad y de acción. Las heterotopías
zapatistas nacieron en pueblos y ciudades durante la gran marcha. En la Ciudad de
México la gente construyó, aunque de manera provisional, su propia heterotopía de
la solidaridad. Toda acción de rebeldía, grande o pequeña, construye hoy, aunque
sea por poco tiempo, su propia heterotopía de la dignidad en un mundo de terror.
¿Una red hecha de semejantes experiencias
colectivas de heterotopía puede finalmente dar
sustancia a la visión de un mundo liberado en el
que se busca que quepan muchos mundos? ¿Y
una escuela en el fondo de la selva puede
marcar, puede materializar, sin temor a los
problemas, una perspectiva semejante de
emancipación social? Además, no es por azar
que en la construcción de esta escuela-pasaje,
escuela-encrucijada, escuela-umbral, se hayan
encontrado personas de países, culturas, costumbres e historias tan distantes. Si la
esperanza los unió fue porque en las comunidades zapatistas la acción cotidiana es
la muestra más tangible del nacimiento de una cultura de la emancipación que no
trazará límites sino que tenderá puentes. Una locura, un sueño y mucho trabajo en
Grecia y en México dieron a luz un símbolo material más de esta perspectiva de
emancipación. Todo este esfuerzo, a cada paso, generó experiencias de
heterotopía. Los procesos de diseño y realización de la escuela constantemente
tendieron puentes entre las distancias: distancias de cultura, distancias en los
mapas, en la selva que algunos atravesaron para llegar a trabajar en la escuela;
entre el sueño y los recursos disponibles. La escuela no es una heterotopía; la
escuela se construyó, se construye y vive como heterotopía. Y si algo marcó su
inauguración, con las discusiones sobre la educación en la rebeldía y los festejos
que la acompañaron, es que la heterotopía es camino y no fortificación. Es, tal vez,
barco y no arca. Se parece a ese otro barco que recibió en la selva lacandona el
Encuentro Intercontinental que organizaron los zapatistas abriendo así sus velas
hacia otro mundo; barco de locos acaso, pero que lejos de ocultarse en puertos
secretos navega en los mares del archipiélago social.
Traducción de Francisco Torres Córdova
La Culebra y la Olimpiada
en Atenas
Este mes de agosto de 2004 se llevan a cabo
en nuestro país los vigesimoquintos Juegos
Olímpicos de la era moderna. Bajo el "noble
patrocinio" de las más grandes empresas
multinacionales del mundo, es bien sabido que
la organización de esta emisión de la justa
olímpica ha sido considerada la más costosa
en la historia. Para decirlo de una vez, se trata,
ni más ni menos, de una descomunal empresa
que, en nombre del deporte, ofrece a la red internacional de capitales y firmas
trasnacionales la oportunidad de incrementar aún más sus utilidades; a los
gobiernos, intensificar aún más sus regímenes policíacos, los controles preventivos y
la creación de las llamadas sombrillas "antiterroristas", y a los medios masivos de
comunicación, controlados por el poder económico y el Estado, aislar cualquier voz
que signifique oposición y, por lo tanto, lograr la consecuente manipulación de la
opinión pública. Así, pues, el poder económico y político, y los medios masivos de
comunicación vinculados a ellos, buscan utilizar los Juegos Olímpicos, entendidos
como la nueva "Gran Idea de la Nación", para levantar una cortina de humo ante el
régimen en que vive gran parte de la población de Grecia.
Los Juegos Olímpicos de Atenas tienen un rasgo adicional. Son los primeros Juegos
Olímpicos que se realizan después del 11 de septiembre, después de la guerra en
Afganistán y de la declaración de guerra a Irak. Una operación de estas
dimensiones, con los gigantescos intereses económicos que involucra, no podría
abandonarse a cualquier "amenaza", por grande o pequeña, interna o externa que
ésta fuera. En la Atenas de 2004, en la ciudad en que vivimos, se ensaya por
primera vez en la historia del planeta un sistema de seguridad preventiva
extremadamente sofisticado y severo que se propone controlar el más mínimo
pliegue de la vida en la ciudad y en el país, así como hacer desaparecer de la vida
pública de la ciudad a todas y todos aquellos que constituyen una "amenaza en
potencia" para la fiesta: los inconformes, los mendigos, los pequeños comerciantes,
los emigrantes, los marginados de todo tipo, etcétera. Simultáneamente, se ha
llevado a cabo, a un costo elevadísimo y mediante campañas publicitarias
cuidadosamente planeadas, la exaltación –como virtud nacional– del "voluntariado",
con el propósito de dar legitimidad al "ideal nacional" promovido por el Estado para
los Juegos. Además de la evidente manipulación implícita, uno de los beneficios
inmediatos de semejante estrategia es, por si fuera poco, la afluencia de mano de
obra gratuita para las "labores secundarias" durante los Juegos.
Ante esta situación, y aspirando a aquello que buscamos durante los cuatro años de
la campaña "Una escuela para Chiapas", es decir, encontrar los caminos a través de
los cuales las luchas en nuestro país puedan combinarse con las de otros pueblos,
hemos celebrado, junto con los compañeros zapatistas, la inauguración del Centro
de Capacitación de Promotores de Educación. Bajo la consigna: "Frente al
voluntariado del dinero y del poder, la solidaridad de la lucha de los pueblos", nos
hemos encontrado en La Culebra, Municipio Autónomo Rebelde Ricardo Flores
Magón, en Montes Azules, Chiapas, para unir simbólicamente nuestras voces a la
de todas y todos aquellos que se manifiestan estos días en Atenas en contra de las
Olimpiadas sustentadas por el poder y los grandes intereses económicos.
Para nosotros, la fiesta en Chiapas es el símbolo opuesto a las Olimpiadas. Mientras
que en Atenas los representantes de los Estados que crean y exportan la guerra
hablan de paz y prometen garantizar la tregua olímpica, nosotros creemos que es en
La Culebra donde realmente se puede festejar la fraternización que supuestamente
invocan los Juegos.
En este sentido, al internacionalismo de las multinacionales, que quieren hacer de la
llama olímpica un rasgo más añadido a sus distintivos de empresa; a la adoración
fetichista de los rendimientos atléticos y de la victoria, que tanto concuerda con una
cultura agresiva y centrada en el individualismo, hemos opuesto la alegría de la
participación, la colaboración y la fe en la fuerza de los sin rostro.
En nuestra fiesta nadie ha pagado por ver desfiles, juegos pirotécnicos, costosas
escenografías y "alegre" publicidad. Tampoco ha aparecido en las televisiones del
mundo ante millones de espectadores. No queremos espectadores. Sólo personas
que sienten la escuela como el escenario de una representación que no tiene
protagonistas, sino actores de ese otro mundo que viene.
En nuestra fiesta no ha habido vencedores. Porque la fuerza de la creación yace en
el encuentro y la colaboración entre personas con esperanzas comunes y no en el
antagonismo y la supuesta creatividad que éste cultiva.
En las antípodas de una olimpiada cercada de hierro, hemos querido que nuestra
fiesta sea una celebración de la libertad y la autodeterminación. La seguridad la
prometen aquellos que más la amenazan. Nosotros no prometemos seguridad.
Conocemos el riesgo. Sabemos que la democracia es un riesgo continuo donde la
igualdad sin solidaridad es letra muerta.
Y si alguna vez los valores invocados en la Antigüedad cruzaron el umbral de los
Juegos Olímpicos, no lo sabemos con seguridad. Sin embargo, si sólo por un
momento algo semejante ha podido suceder, aquello que los encarna ha estado allí,
en la lejana Culebra.
Traducción de Francisco Torres Córdova
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