1° de mayo

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1° de mayo
Álex Covarrubias Valdenebro*
Hace tiempo no había tantas expectativas en torno al 1° de mayo. Paradojas de la historia, designios del
destino: Este 1° de mayo en que nos acercamos a cerrar un siglo de la fecha mítica de las huelgas de
Cananea y Río Blanco que partirían en dos la historia nacional, muchas cosas se mueven bajo el sol.
En los ochentas los trabajadores y sus demandas legítimas fueron desapareciendo del escenario nacional
en medio de los flagelos de una década de crisis recurrentes que cancelaron toda posibilidad de acceder a
empleos y salarios dignos. Por algo la década pasó a llamársele “la perdida”. Diez largos años en las
aspiraciones de desarrollo humano de una sociedad tirados a la basura. Para la memoria queda apenas la
estampa de aquel 1° de mayo en que un grupo de trabajadores se desnudó frente a Palacio Nacional, a los
pies del montaraz Miguel de la Madrid. El evento fue gráfico hasta la excelencia. Todos al unísono -vía
genitales, traseros y dedos índices apuntando al cielo- le gritaron al cara de Picapiedra: “Los muertos de
hambre que has llenado de más hambre, los descamisados que has dejado en huesos, te saludan”.
Los noventa fueron más movidos. Pero transcurrieron en medio de dos fuerzas de estilo encontrado. La
de Salinas, por una lado, empeñada en desplazar a los viejos cacicazgos sindicales para imponer a los
suyos. Recuérdese que ahí crecieron como la espuma los proyectos de la profesora Elba Esther Gordillo
y de Francisco Hernández Juárez. Y la fuerza contraria del presidente Ernesto Zedillo, por el otro. Muy
apegado éste a su estilo de no hacer olas para que lo dejaran flotar en medio de un mar de traiciones,
junto con una ideología y una cultura que no eran las suyas. Es decir, el mar del vasallaje priista.
La ideología y la cultura del arribismo y de las clientelas de conveniencia. De ahí que al final de cuentas
uno y otro sumaron para acumular el mismo legado. Otra década de programas de ajuste a cuesta de los
trabajadores. Diez años más sin reformar las leyes y las estructuras laborales que propician los liderazgos
falsos e impuestos que habitan de enajenar los intereses de los que trabajan.
El nuevo milenio y el gobierno de la transición del presidente Fox, contra lo esperado, mantuvieron la
misma línea. Trocaron paz laboral por la posposición de cualquier cambio de importancia. Y así nos
plantaron frente a la pesadilla intragable de ver abrazarse para marchar como uno solo al sindicalista de
caricatura, cuñado de todos (por aquella su inclinación a pedir “pásame a tu hermana” a pesar de sus
pellejos ruinientos), el crápula de crápulas, “la güera” Rodríguez Alcaíne, y al Secretario del Trabajo hoy de Gobernación- asceta contra los pecados literarios, defensor de las almas blancas como la nieve, el
Sr. Carlos Abascal. Trompetillas y emociones aparte, el movimiento obrero y los trabajadores volvieron
al punto de inmovilidad en que se encontraban. Un hoyo negro de atolondramiento, mientras las cúpulas
sindicales se acomodaban en sus refugios y posiciones de poder.
Si bien hay que reconocer que en estos años los ingresos de los trabajadores mejoraron un poco gracias a
la estabilidad macroeconómica, las condiciones de empleo no mejoraron lo suficiente. O no mejoraron
para nada, por lo que no se pudo evitar que continuara la sangría de mexicanos miserables huyendo del
País “al-otro-lado” en búsqueda del empleo y la sobrevivencia que en sus comunidades marginadas
aparecen como espejismos del desierto.
Los datos son incontrastables. Más de seis millones de mexicanos en condición de ilegales engrosan las
filas de inmigrantes en los EU. Todo en medio de una xenofobia gringa babeante, pertrechada en los
terrores de la guerra y la lucha antiterrorista de un gobierno guerrerista como pocos. El suyo. El del
presidente Bush.
De ahí que no hay escape en el recuento. El tema es que con estos activos y pasivos, este 1° de mayo se
presenta inusualmente colorido. Trabajadores hispanos-mexicanos-ilegales del otro lado, y trabajadores
inconformes de éste lucen para tomar las calles y darse la mano. Los de allá pugnan por la dignificación
de su estancia, el respeto a sus derechos humanos, el acercamiento de un sueño semi-imposible. Como es
el que se les otorgue una amnistía universal. Sin etiquetas. Han concebido una idea original, aunque
peligrosa: Figurar un día sin mexicanos; boicoteando a la vez el comercio y el trabajo sin su presencia.
Los de acá siguen sin saber exactamente por qué luchan. Pero estarán cruzados por el conflicto minero
que enfrenta a las fuerzas de Napoleón Gómez Urrutia y a la UNT de Hernández Juárez, versus el intento
demasiado tardío de la administración Fox de alentar la aplicación de la ley, cimbrando las estructuras y
las organizaciones laborales que viven fuera de ella.
Aquí y allá las posibilidades de los trabajadores se empatan con los riesgos.
Es bueno pensar en un 1° de mayo en que los trabajadores recobren el valor de su voz, y crezcan en sus
derechos universales a pedir y acceder a un empleo digno, sin discriminación alguna (sin importar las
fronteras) y bien remunerado. Pero los riesgos de radicalizar las posturas y agudizar los enfrentamientos
entre grupos en pugna, siempre están latentes.
Este 1° de mayo los olores minerales de los gritos de guerra de hace un siglo -los que rebotan de 1906- se
esparcen sin fronteras. Sus demandas aún se escuchan y por increíble que parezca son las mismas de los
trabajadores de hoy. Los de aquí y los de allá: Empleo, trato y salarios humanos. La historia que se
repite. La que nunca se ha ido del semblante autóctono. Ojalá sirva de algo.
Resumen:
Este 1° de mayo los olores minerales de los gritos de guerra de hace un siglo -los que rebotan de 1906- se
esparcen sin fronteras. Sus demandas aún se escuchan y por increíble que parezca son las mismas de los
trabajadores de hoy. Los de aquí y los de allá: Empleo, trato y salarios humanos. La historia que se
repite. La que nunca se ha ido del semblante autóctono. Ojalá sirva de algo.
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