50 Aniversario de los Asesinatos y Fusilamientos de Junio de 1956 Relato de la mujer de Mario Brión Desde el golpe de 1955, siempre comentábamos con mi marido, que la vida estaba cada vez peor, y él siempre me decía que prefería morir a servir de rodillas ante un gobierno de facto, antinacional. Comencé a darme cuenta de que -en algo andaba cuando sus llegadas a casa, luego del trabajo, se hacían cada vez más tarde, ya entrada la noche, él era un hombre que trataba de llegar temprano para estar más tiempo junto a mí y a nuestro pequeño hijo (Daniel). Le pregunté, entonces, por el motivo de esas llegadas tarde que se habían hecho cada vez más frecuentes y me contó su verdad. Me dijo que estaban formando un grupo en la zona, en el barrio, para luchar contra la tiranía intentando retomar la soberanía del pueblo sojuzgado. Comentamos también que se realizarían reuniones en varias casas de los alrededores, incluyendo la nuestra, le di todo mi apoyo y colaboré con él en la medida de mis posibilidades: callando, guardando silencio y secreto del tema, ni nuestros demás familiares supieron lo que estábamos organizando. Fueron varias noches de reuniones en nuestra casa (Franklin 1812 en Florida), recuerdo que todos llegaban caminando, Rodríguez, Don Horacio (Di Chiano) y también tengo presente una moto en la que unos jovencitos llegaban y dejaba en el jardín, los Lizaso (Jorge y Carlitos). Mientras ellos aguardaban la llegada de otros compañeros, Mario (Brión) los convidaba con una picadita de jamón y queso, que compraba, antes del regreso, en el frigorífico Armour donde en ese momento trabajaba. Pasaron los días, las noches, y la orden no llegaba. Yo acostaba al nene (algunas veces lo tenía en brazos) y espiaba desde detrás de la persiana, apenas entreabierta, vigilando cualquier movimiento raro, por suerte nunca sucedió nada en esos momentos. Un día Mario me dijo: Prepará la habitación porque el General Tanco se va a quedar unos días con nosotros. Pero no sé y nunca pregunté el por que finalmente no vino. En el comedor teníamos un hogar a leña, que tenía semioculta una puertita, allí dentro yo guardaba las armas que todos los compañeros traían, como mi esposo no tenía una propia un vecino muy querido le entregó un revolver para que el utilizara. Por fin, el 9 de junio Mario me dijo que la reunión de ese día era en la casa de Don Horacio (Di Chiano), recuerdo que lo pasaron a buscar el mismo Don Horacio y Rodríguez. Era una noche muy fría, se puso una polera que yo acababa de tejerle, me dio un beso, abrazo a nuestro hijo y me dijo que escuchara la radio, que ese sería el día. Los tres se fueron caminando despacio, yo lo dije a Rodríguez (que era muy corpulento) cuídelo. Cerraron la puerta y yo seguí, tras la persiana, espiando. No me acosté, seguí escuchando la radio y en la madrugada del 10 un comunicado informaba a la población que se había descubierto un levantamiento para derrocar a ese gobierno y que declaraban la ley marcial. Pasaban las horas, y el movimiento en la calle, de autos que iban y venían era cada vez mayor. Salí al jardín y mirando hacia la esquina de Hipólito Irigoyen, donde era la reunión, vi estacionado un colectivo con vigilantes alrededor que después arrancó. Llamé entonces por teléfono a mi vecino comentándole que Mario no había regresado, el me dijo que no saliera, que él mismo se fijaría. Así hizo y primero dio vuelta la esquina para pasar por casa y tratar de tranquilizarme, luego al querer ir a comprobar que pasaba, estando ya en el jardín de su casa casi lo detienen a él también así como estaban deteniendo a todos los que encontraban en las calles de los alrededores. A la mañana siguiente, bien temprano, salí al jardín para ver si lograba verlo regresar, pasó una mujer que yo no conocía- y me dijo, quédese tranquila, su esposo está bien, jamás la volví a ver ni supe quien fue. Pasan las horas y la radio dio la noticia de los que murieron en San Martín, yo pensé que ellos no podían ser pues estaban en Florida. Mario no regresaba y creyendo que estaba preso, subí al altillo que teníamos en la casa y saqué todos los recuerdos que él había guardado desde el 17 de octubre, diarios La Época, la antorcha del 17 de octubre, fotos con Evita en la Fundación, papeles que pudieran comprometerlo y, sin pensarlo dos veces, quemé todo. El libro del plan quinquenal y una foto de Evita dedicada a Mario y otra de Mario y Evita en la Secretaría de Trabajo y Previsión junto a otros compañeros se lo entregue para que lo escondiera a una amiga del barrio y hasta estos días jamás pude recuperarlos ni se que se hizo de esa amiga. Más tarde llamaron mis hermanos, preguntándome por Mario y cuando les dije que desde la noche pasada no había regresado me vinieron a buscar y me llevaron a casa de mis padres junto con mi hijito. Desde allí traté de localizarlo, recién después de 3 o 4 días, no recuerdo bien, mi hermano mayor lo localizó en la morgue del Policlínico de San Martín. Fue entonces que me enteré que estaba muerto. Me preguntaron si quería verlo y, por supuesto, dije que si. Entramos y fuimos directo a la morgue y allí estaba, con los ojos entreabiertos y una pequeña sonrisa en los labios, apenas se le veía la cara. Le di el último beso y lo llevamos al cementerio de Olivos para enterrarlo. Debimos seguir al furgón donde lo trasladaban (ya que no permitieron cortejo fúnebre) a una cuadra de distancia pues tampoco se nos permitía seguirlo de cerca. Llegamos al cementerio rodeados de policías (¿habrán pensado que aún muerto se podía levantar y escaparse?), mi hermano compró un ramo de flores, pero no me permitieron ponérsela sobre el cajón aún así, cuando lo cubrían, yo logré arrojarlas y quedaron sobre el ataúd. Volví a casa de mis padres a vivir con ellos, no podía volver a vivir en lo que fue nuestro hogar. El dolor hizo que cayera enferma, estuve más de dos meses en cama, perdí el embarazo que tenía en esos momentos, mis amigos no se podían acercar, me tuvieron vigilada muchísimo tiempo. Hoy me doy cuenta, que fue el temor lo que finalmente alejó a casi todos de mí, pero no les guardo rencor, el miedo y el temor impuesto era general, así nos hicieron vivir. Relato de Adela Cabaña de Brión, esposa de Mario Brión, asesinado en los basurales de José León Suárez, sobre las actividades del grupo y de su marido previas a las jornadas del 9 al 12 de junio de 1956.