Valores e innovación empresaria en Uruguay

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VALORES E INNOVACIÓN EMPRESARIA EN URUGUAY
Valores e innovación empresaria en Uruguay
AUTORES
Carlos Petrella [email protected]
Docente de grado y postgrado de la Facultad de Ingeniería de la UdelaR y de la
Facultad de Ingeniería y Tecnologías de la UCU
Ingeniero de Sistemas en Computación, Master en Educación, Master en
Administración de Negocios y DEA,
Luis Joyanes Aguilar [email protected]
Decano de la Facultad de Informática, Universidad Pontificia de Salamanca y Director
de Programa de Doctorado de la UPSAM.
Licenciado y Doctorado en Ciencias Físicas, Doctor en Informática y Doctor en
Sociología
Mayo de 2007
VALORES E INNOVACIÓN EMPRESARIA EN URUGUAY
1. Objetivos y contenidos del trabajo
El objetivo central del trabajo propuesto es plantear el tema de los valores
empresarios, como uno de los ejes del desarrollo de las compañías, identificando ciertos
valores como por ejemplo el dominio de la tecnología, la capacidad de aprender o la
idea de construir una visión compartida.
Los valores predominantes en general en una sociedad o más específicos en una
organización se hacen presentes en todas las actividades, influyendo en las teorías que
se van generando como modelos interpretativos y en las prácticas que van integrando
los diversos agentes que intervienen.
Se entiende que el análisis de la problemática general de los valores en las
compañías constituye un aporte para comprender el impacto de la cultura dominante a
escala nacional en la interna de una organización y para identificar los procesos
evolutivos que siguen las propuestas innovadoras en cada caso.
Este trabajo forma parte del desarrollo del proyecto de investigación de
Doctorado y se enmarca en el desarrollo de actividades de análisis realizados por Carlos
Petrella con la tutoría de Luis Joyanes, en el marco del programa de Sociedad de la
Información y el Conocimiento de la UPSAM.
En el marco del proyecto se estudia específicamente la situación en el Uruguay,
considerando especialmente las cuestiones del cambio innovador analizadas desde una
perspectiva axiológica y teniendo en cuenta los elementos que puedan acelerar o
retrazar los procesos de transformación.
Respecto del caso específico del Uruguay se presentan los primeros resultados
de una exploración realizada con un equipo de referentes calificados (DELFOS, 2007)
para analizar las cuestiones que aceleran o dificultan los procesos de innovación.
También interesan las posibilidades que pueden generar determinadas “ventanas
de oportunidad” en el futuro cercano, capitalizando las ventajas estratégicas de que
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pueda disponer el Uruguay, sobre todo en cuestiones como por ejemplo el desarrollo de
software o la logística.
2. Los valores en general
Según Novak (1982, pág. 109): "Los valores de la sociedad evolucionan a medida
que lo hacen los conceptos de la misma sociedad, como pone de manifiesto el interés
mundial, cada vez mayor, por el control de la natalidad y los valores, asociados con ese
problema, que se relacionan con la liberación de la mujer y el control de la población."
A su vez, el estudio de valores se complica aún mas, porque en general se fijan
posiciones de partida al respecto, porque los valores - analizados en el marco de las
actividades humanas - no son neutros. Y por lo tanto, el abordaje de la problemática de los
valores en el terreno de las mejores prácticas se encara a partir de fundamentos teóricos
iniciales muchas veces apriorísticos.
Por ejemplo, ciertos valores muy importantes en el terreno de la educación como,
el ideal de desarrollo humano al que se debería apuntar en la enseñanza o la necesidad de
desarrollar un pensamiento socio crítico de la realidad, condicionan en gran medida los
objetivos, contenidos y prácticas de todo el sistema educativo que contribuye a sostenerlo.
Es un asunto de valores lo que lleva a que por ejemplo, en occidente asumamos que
es necesario jerarquizar aspectos materiales relacionados con la ciencia, por encima de
aspectos inmateriales afines con el desarrollo artístico. Como si asumiéramos que social y
culturalmente operaran en compartimentos estancos sin interacción posible y conveniente
entre ellos.
Los valores predominantes en general en una sociedad o más específicos en una
organización se hacen presentes en todas las actividades, influyendo en las teorías que se
van generando como modelos interpretativos y en las prácticas que van integrando los
diversos agentes que intervienen. Y también en la consistencia entre ambas a partir de
determinados principios de procedimiento.
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Robert Dilts (2004, pág. 137) establece claramente la importancia de los valores en
lo que hace o dejan de hacer las personas. “Los valores y las creencias proporcionan el
refuerzo que da apoyo o inhibe determinadas acciones y habilidades ... Los valores y las
creencias se relacionan con el porqué tomamos determinado camino, así como con las
motivaciones más profundas que mueven a las personas a actuar o perseverar.”
Particularmente, algo tan sensible en el futuro de las naciones, como la producción
de conocimiento, está especialmente vinculado con la preeminencia social y cultural de
determinados valores sobre otros, en cada sociedad. Por eso es que en algunos contextos
específicos, se capitaliza mucho mejor el conocimiento para generar innovaciones y en
otros, se tienen resultados realmente muy pobres.
Por ejemplo, si una sociedad no valora la importancia de la creatividad en sus
agentes en sectores industriales y deja de fomentar la interdisciplinaridad en las
actuaciones, posiblemente se le cierren muchos caminos potencialmente viables en su
desarrollo futuro y específicamente en los procesos de invención y de innovación, que
eventualmente podrían llegar a ser abordados con mayores posibilidades de obtener buenos
resultados (Pascale, 2002).
Sin embargo, el comportamiento creativo y el enfoque interdisciplinario como
soporte para mejorar la comprensión y el desarrollo de la realidad social, no alcanza. Es
necesario construir un modelo conceptual para entender los por qué y los para qué, que se
generan en la sociedad, más allá de los qué y los cómo.
Mas allá de la creatividad y la interdisciplinaridad, debe generarse un modelo de
análisis de causas y de efectos del comportamiento de determinados agentes en la realidad.
Y este desafío para comprender a los sistemas sociales reside en que las teorías cambian lo
que se percibe. Una teoría analítica o una teoría dialéctica de la realidad, difieren
notoriamente en lo qué puede analizarse y cómo es analizado (Habermas, 1988, pág. 26).
3. La problemática de la innovación
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Según la Real Academia Española el proceso de innovar está relacionado
fundamentalmente con crear algo nuevo mediante la implantación de ideas ya olvidadas
o inexistentes. Se trata de crear algo nuevo en términos de productos o procesos. Sin
embargo, innovar no es solamente generar esas ideas sino lograr que las mismas sean
aplicables.
En todos los casos, el proceso de una innovación constituye un enorme desafío
para las organizaciones que buscan crear nuevos productos o procesos que generen una
ventaja competitiva relevante, mediante la aplicación exitosa en el nivel comercial.
Desafíos que muchas veces no son tomados porque los modelos de negocios emergentes
no resultan ser atractivos.
Hay procesos innovadores que generan nuevos productos o mejoras sustantivas
en productos existentes, que son vistos más o menos tardíamente como oportunidades
económicas interesantes por las compañías presentes en el sector. Tal es el ejemplo de
las innovaciones de sostenimiento en la industria de las excavadoras mecánicas en el
proceso de sustitución de palas mecánicas impulsadas inicialmente a vapor desplazadas
por mecanismos hidráulicos notoriamente más eficientes. Sin embargo a pesar de las
evidentes ventajas, los cambios generaron bastante resistencia en las firmas productoras
y en los clientes existentes. (Christensen, 1999, pág. 131)
También hay procesos innovadores especiales que se desarrollan cuando se trata
de abordar problemas del sector social de una forma fundamentalmente nueva, creando
soluciones escalables, sustentables y transformadoras de sistemas. Para generar estos
procesos – según Christensen, Baumann, Ruggles y Sadtler (2006, pág. 60) es necesario
“pensar en forma catalítica” lo que implica cualidades como generar cambios sociales
mediante el escalamiento y la replicación, satisfacen necesidades que están siendo
atendidas en exceso o no están siendo atendidas en absoluto, generan productos que son
más simples y menos costosos, generan recursos en condiciones poco atractivas para los
competidores establecidos y son a menudo ignorados, menospreciados o alentados por
agentes que consideran el modelo de negocios no rentable.
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Además pueden desarrollarse innovaciones en la propia gestión de las
organizaciones, no en productos o procesos industriales o comerciales. Como plantea
Gary Hamel (2006, pág. 62) se han generado avances en la gestión de marcas o en la
estructura de una organización divisional, “creando más ventaja competitiva sostenida
que cualquier cosa que haya salido de un laboratorio o un focus group”. La senda de la
innovación en la gestión pasa en este caso por descubrir nuevas formas de organizar,
liderar, coordinar o motivar en una organización. “La innovación en los principios y
procesos de gestión puede crear una ventaja duradera y producir cambios drásticos en la
posición competitiva”. “Durante los últimos 100 años, la innovación de gestión, más
que cualquier otro tipo de innovación, ha permitido a las empresas atravesar nuevos
umbrales de desempeño.”
Parece existir sistemáticamente un componente tecnológico, cuando no
exclusivamente técnico, en muchas innovaciones. Precisamente la innovación,
fundamentalmente de la mano del cambio tecnológico – generan en la actualidad tantas
contribuciones a la generación de riqueza y al desarrollo como los factores tradicionales
de producción (Utterback, 2001, pág. 20). Precisamente James Utterback realiza un
interesante estudio sobre la dinámica de la innovación tecnológica en productos y
procesos proponiendo modelos que permiten comprender mejor cada etapa de manera
de entender mejor qué pasa y cómo pasa durante todo el proceso.
Pero innovar no es algo neutro para los agentes presentes en el propio proceso o
el entorno de cualquier innovación. Atenta contra al pasado conocido que brinda ciertas
seguridades. Precisamente, la resistencia a cambiar lo que se conoce del pasado legado
que generó prosperidad y previsibilidad, por un futuro empresarial y personal incierto,
es lo que genera mayores barreras al progreso económico y social de las compañías y en
general, de las naciones. Particularmente en Uruguay, existiría según Juan Posadas una
preferencia por repetir el pasado de la mano de una “utopía rutinaria”. (dosmil30,
2006/12/15, pág. 4)
Mantener el pasado legado ha constituido un paradigma muy fuerte para
consolidar grandes organizaciones. De esa manera, se desarrollaron propuestas de
organización y funcionamiento mecanicistas cuya expresión más clara fue el modelo
burocrático de Max Weber. Pensar en la necesidad de innovar para mantener la eficacia
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y eficiencia de las organizaciones forma parte de un nuevo paradigma. Ese nuevo
paradigma replantea muchos de los valores presentes en la sociedad industrial de
comienzos del siglo XX. La “incertidumbre” y la “creatividad” pasan a ser componentes
de un nuevo modelo de desarrollo industrial en el que según James Utterback (2001,
pág. 11) también interviene la “suerte”.
Sin embargo, eso no quiere decir que no se pueda afirmar nada respecto del
comportamiento sistémico de los diferentes agentes que operan a nivel macro o micro
en el desarrollo de emprendimientos innovadores. Se ha iniciado gradualmente un
proceso de experimentación con diversos modelos de innovación industrial para
comprender mejor los comportamientos sistémicos, pero de todas maneras una
innovación exitosa, continúa siendo todavía algo no enteramente modelable y
predecible. Lo que se comienzan a delinear son ciertas relaciones entre “cambios en los
productos y procesos”, “estado de evolución de un sector industrial” y “el clima
competitivo al que se enfrenta la compañía”
Estos tres componentes referidos tanto a la compañía como a su contexto,
plantean problemas sectoriales que en su conjunto favorecen o complican el desarrollo
de nuevos procesos de diseño y producción de bienes o servicios. Específicamente –
manteniendo la referencia a los aportes de Utterback (2001), el “estado de evolución de
un sector industrial” y “el clima competitivo al que se enfrenta la compañía” son
componentes determinantes de los procesos de innovación. Los dilemas de los
innovadores se plantean en general como la respuesta a situaciones de contexto y
circunstancias de las propias organizaciones.
Eso no significa que las empresas consideradas individualmente no cumplan
también un rol fundamental. En particular, uno de los agentes que más hacen por la
innovación son precisamente las empresas. Según Carlos Scarone (2005, pág. 2): “La
innovación es quizás justicieramente uno de los temas más abordados en la literatura de
negocios. Si bien el grado de innovación es una cuestión primordial en las economías
nacionales, no se debe perder de vista que la empresa como agente económico
constituye el "principal agente innovador de una economía", ya que es el sector
empresarial el responsable de las mejoras presentadas por los niveles de productividad
de las economías modernas en los últimos años.”
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Específicamente, la innovación como posibilidad de generar oportunidades para
cambiar, es un componente importante de los procesos de transformación empresaria y
uno de los ejes del trabajo de investigación que se está realizando en la tesis de
Doctorado de Carlos Petrella (2006). “Es común encontrar en los libros modernos de
administración un gran énfasis en la importancia actual que tiene la innovación, por lo
general desde la perspectiva de las oportunidades que esta genera y las atractivas sobre
rentas que se pueden alcanzar mediante el lanzamiento de nuevos productos o servicios
al mercado, en especial cuando estos logran establecerse como un nuevo paradigma.”
(Ribbeck, 2004, pág. 1)
Los elementos esenciales de la innovación – en cualquiera de los escenarios
considerados - son pues el desarrollo de una idea o ideas transformadoras y su posterior
aplicación exitosa de forma comercial. La innovación plantea dos dimensiones: la
creación de un producto (bien o servicio) y su introducción en el mercado. Innovar tiene
que ver entonces con crear algo nuevo y también con ser capaces de comercializarlo.
Siguiendo a Schumpeter (1944) la innovación es un largo proceso que comienza por una
idea, desarrolla un producto y finalmente alcanza el mercado, modificando la economía
legada e impactando en mayor o menor medida en la sociedad en general.
En esta línea de pensamiento para innovar a nivel de las compañías, se requieren
capacidades para utilizar nuevos conocimientos tecnológicos y conocimientos de mercado,
para ofrecer un producto (bien o servicio) nuevo a los clientes (Vallarino; 2005, pág. 10),
generando un fuerte impacto sobre la civilización. Las innovaciones han cambiado la
historia humana de manera impactante como lo pone en evidencia por ejemplo – en los
últimos siglos - la creación de los motores a explosión, la generación y transporte de la
electricidad o la introducción de una red global de intercambio de información y
conocimientos, por citar solamente 3 ejemplos de referencia.
La idea de innovación requiere creatividad, con el enfoque extendido que propone
Howard Gardner (2001, pág. 130) lo que requiere a su vez, una exposición temprana a
otras personas que se sienten cómodos corriendo riesgos y que no se dan por vencidas con
facilidad, la generación de oportunidades por lo menos en determinada actividad,
un
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entorno que ponga constantemente a prueba a los agentes, compañeros que también estén
dispuestos a experimentar y no desistan ante el fracaso. Todo lo que refuerza la idea de que
un individuo creativo no es un caso asilado del contexto social en que se desarrolla. La
idea del genio que más allá de la sociedad que lo rodea, es capaz de ser un creador innato
contra viento y marea, es más una aspiración que una realidad. Hay una construcción
social dentro de cualquier emprendimiento creativo, que se acentúa mas cuando hablamos
de una innovación que necesariamente tiene que estar asociada a un contexto y
circunstancias.
Es interesante considerar a la innovación como un elemento diferenciador de las
organizaciones, en la línea de las propuestas de Domingo Valhondo (2003, pág. 176 y
siguientes) que ponen sobre la mesa el desafío de la gestión del conocimiento y su estudio,
a partir de los aportes de los “masters of innovation”. Algo así como referentes de casos
exitosos que pueden servir como modelos de propuestas que pasaron la prueba dura de la
realidad, a entera satisfacción. Esto refuerza la idea de dar a conocer socialmente
situaciones exitosas, para reforzar la idea de que existen realmente oportunidades para
destacar, cuando se asumen determinados riesgos innovadores con los emprendimientos.
La problemática de la innovación – más allá de las evidencias que permiten
mostrar ejemplos exitosos que son social y culturalmente muy valiosos - genera muchas
interrogantes respecto de la capacidad prospectiva para generar anticipaciones adecuadas.
Entre ellas y siguiendo a Diego Vallarino se plantean: ¿por qué es tan difícil reconocer el
potencial de una innovación? ¿Se puede hacer algo acerca de esas dificultades?, ¿cómo se
sabe en una organización cuál innovación es la apropiada para explotarla?, ¿cuál es el
proceso interno que debe llevar a cabo una empresa para pasar de la mera idea a crear
valor? O ¿cuáles son las capacidades, cualidades y competencias relacionadas con la
innovación?
Según Rodrigo Arocena y Judith Sutz (2005, pág. 1) uno de los elementos
básicos para comprender el proceso de innovación son las propias empresas como
creadoras y administradoras del conocimiento que procuran generar cambios a partir de
los que aprenden, generando nuevas oportunidades para realizar negocios. Según los
autores: “Las empresas constituyen el elemento fundamental en el que interactúan
personas con diferentes tipos de conocimientos profesionales y técnicos, combinando su
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acción con el objeto de lograr resultados colectivos.” Por ello, el estudio de lo que hacen
las empresas para innovar y cómo lo hacen constituye un aporte relevante, más allá de
considerar la dinámica de los sistemas de innovación a escala sectorial, nacional o
regional.
4. Los valores que mejoran las condiciones generales para innovar en las empresas
La humanidad no se desarrolla linealmente. Tampoco podría decirse que
evoluciona. Se van produciendo transformaciones que se asientan unas sobre otras. Los
cambios históricos se van sucediendo y van impactando sobre las condiciones políticas,
sociales o económicas de cada sociedad (Schumpeter, 1944, pág. 96). Y en estos procesos,
las empresas como agentes sociales, no tienen un comportamiento social y culturalmente
singular.
La influencia de los valores sociales y culturales, se extiende a todas las
instituciones, llegando directamente a las organizaciones empresarias, los objetivos
propuestos, las actividades realizadas, la evaluación del proceso productivo y en definitiva,
al resultado final obtenido como producto. Y lo hace en todas las esferas de actividad
humana, tanto individual, como grupal y también estructural en ámbitos bien diversos.
La orientación de las instituciones hacia la consideración de sus procesos
sustantivos y la valoración de los tiempos para realizar las transformaciones, genera
desafíos que la sociedad occidental no siempre puede manejar adecuadamente,
especialmente en lo referido a las compañías, por la enorme importancia que se da a la
obtención temprana de resultados, tanto económicos como financieros.
Por ello la orientación hacia los resultados se ha constituido en el eje de la
construcción estructural y funcional de determinadas compañías. Se desarrollan
actividades programadas y controladas tendientes por ejemplo a lograr mayor participación
en el mercado o a tener mayores utilidades, que son dos indicadores frecuentes del éxito
empresario sobre todo en el apogeo de la era industrial.
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Tanto que se mejoren procesos o se busquen mayores resultados, siempre está
vigente en primera instancia la necesidad de las organizaciones de sobrevivir y para ello, es
necesario que se adapten de la mejor manera a las condicionantes de su contexto, actuando
eficazmente según las circunstancias que deban enfrentarse. Esto requiere capacidad
dinámica de hacer y deshacer, que pasan a ser valores importantes, en las empresas del
siglo XXI.
Aparecen cinco dimensiones del desempeño empresario, dos de las cuales
posibilitan el mejor desarrollo del principio de la responsabilidad social empresarial.
Esta consideración extendida de la cuenta de resultados de cada empresa está integrada
por tres variables: resultado económico, buen gobierno, política de recursos humanos; a
las que se le suman otras dos: respeto al medio ambiente y compromiso de acción
social.
Según Luis Joyanes, bajo esta nueva visión ampliada del desempeño de una
compañía en relación con su contexto y circunstancias, el grado de confianza que genera
o la reputación que tiene “es una forma de medir su estado de salud”, con lo que las
utilidades o la participación en el mercado dejan de ser los dueños exclusivos de la
“verdad” empresaria, a la hora de apreciar su desempeño.
La problemática de los valores esta en el medio de los grandes desafíos para
comprender a las organizaciones y sus comportamientos en busca de desarrollar su visión.
“Cuando nos planteamos si vamos a seguir adelante con un nuevo producto, servicio o
proyecto, es necesario evaluar valores. ¿Será provechoso este proyecto? ¿Qué percibirán
los clientes como valores? ¿De qué forma afectarán los valores la competitividad de
nuestra organización?” Son preguntas que Edward de Bono se plantea en sus: Nuevos
enfoques para la evaluación de los valores ( 2004).
Un buen acercamiento al tema de los valores en contextos empresarios globales,
puede lograrse a partir de las opiniones de referentes altamente calificados como: Peter
Drucker, Peter Senge, Stephen Covey o Warren Bennis entre otros (Hesselbein y Cohen,
2002), que plantean cuestiones relacionadas con la sustentación de las innovaciones y
transformaciones, el liderazgo en la nueva economía de la información, la importancia de
lograr un desempeño óptimo o la necesidad imperiosa de crear grandes equipos.
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Esas nuevas visiones del éxito empresario hacen necesario crear, en primera
instancia, un modelo mental compartido de lo que es requerido para apreciar las
actividades sustantivas y luego poder modificarlas para obtener esos resultados ampliados.
Plantea además la necesidad de generar nuevas formas de pensamiento y lograr el dominio
del desarrollo de determinados conocimientos, junto con una nueva visión del rol de las
empresas en el mundo.
Las organizaciones exitosas aprenden y trabajan duramente para transformar sus
procesos y lograr los resultados requeridos por sus dueños y los solicitados por la sociedad.
Según Peter Senge (1992, pág. 461) lo hacen a partir de la construcción de una visión
compartida de lo que se proponen realizar y de su propia capacidad de aprendizaje, para
encarar los desafíos que se le presentan en cada dimensión de su actividad.
En algunos contextos de desarrollo industrial, la disponibilidad de capital para
invertir hace la diferencia entre poder y no poder desarrollar determinados
emprendimientos. En cambio en otros contextos, son más importantes los conocimientos
requeridos para desarrollar el referido emprendimiento. En cada escenario, los equilibrios
de poder son diferentes y se opera con distintas concepciones del negocio.
Sin embargo, en cualquiera de los dos escenarios, el dominio de la tecnología se ha
constituido en factor diferenciador, asociado económicamente con el progreso de las
naciones. Esta visión económica de la supremacía de la tecnología, contribuye a
jerarquizar arquetipos que en definitiva, reflejan y consolidan ciertos valores de cada
cultura en detrimento de otros.
La percepción de la tecnología como un valor en sí mismo, constituye un aporte
muy importante a la comprensión de los procesos de cambio, generados a partir del
impacto de la revolución industrial en la producción y la riqueza de las naciones. A partir
de allí, la ciencia y tecnología “se convierten en una fuerza productiva predominante “
disminuyendo la importancia del trabajo humano como factor de producción. Se valoriza
otra fuerza de trabajo cualitativamente bien diferente: el investigador y el innovador
(Habermas, 1971, pág. 356).
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Deriva de todo esto, la importancia ganada por el método científico para generar
nuevos inventos y la capacidad de innovar del empresario, para sacarle partido. Los
conocimientos acumulados y capacidad de aprender pasan a tener también un valor social
y
económico
muy
importante,
para
poder
cerrar
el
ciclo
conocimiento-investigación-invención-innovación-producción en el marco de una visón
ampliada de estos procesos.
Sin desdecirnos de la importancia del dominio de la tecnología y la capacidad de
aprender, la idea de construir una visión compartida en las organizaciones pone
nuevamente en el centro de nuestra consideración, la importancia de los actores en el
desarrollo de las instituciones. Y esto apunta claramente a la necesidad de revalorizar a
las personas, en el contexto de las organizaciones.
Jorge Henón (2005) afirma que: “Para tener éxito en el actual y siempre cambiante
mercado competitivo, -la gente tiene más importancia – ellos pueden hacer o frenar la
mejor estrategia de negocios, ser el conductor o el freno en la adopción de nuevas
tecnologías. La gente no es un tema de implementación, ni solamente un activo
operacional o estratégico. La gente es el recurso natural, alrededor del cual giran los éxitos
en los negocios.” Y también la calidad de vida en la sociedad.
No solamente las decisiones colectivas influyen en los cambios sociales.
También las decisiones individuales de los actores formadores de opinión tienen su
impacto. Precisamente una de las críticas que se hace a las visiones reproductoras que
atenúan los cambios en la sociedad – de la mano de la propuesta teórica de Pierre
Bourdieu - pasa por el escaso papel que suele adjudicarse a los actores como
individuos. (Patrice Bonnewitz, 2003, pág. 118, analizando la sociología de Bourdieu).
Sin embargo, los condicionamientos sociales y culturales no pueden ignorarse.
“En lo que los hombres dicen o escriben se expresan sus intenciones, sus actitudes, su
interpretación de la situación, sus conocimientos y sus supuestos tácitos sobre el
entorno. Estas intenciones, actitudes, etc., vienen co-determinadas por el sistema
socio-cultural al que pertenecen las personas que han dicho o escrito algo, y, por ello, no
sólo reflejan características personales de los autores, sino también los atributos de la
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sociedad que les rodea – valores institucionalizados, normas, definiciones situacionales
socialmente establecidas, etc.” (Mayntz y otros, 1988, pág. 197).
En definitiva – y retomando el foco en la visión organizacional - los sistemas
institucionales que amalgaman adecuadamente todos los factores previos con la gente son
aquellos que generan mas frecuentemente mejores resultados y terminan consolidando las
cualidades más eficaces para desenvolverse en el contexto de la sociedad a la que
pertenecen. Contexto que, de alguna manera, condiciona lo qué debe hacerse y cómo debe
ser hecho, para lograr determinados resultados que se consideran relevantes.
Todos estos procesos de cambio no necesariamente son gobernados por la razón y
la sensatez. Las trasformaciones según Charles Handy (1993, pág. 9) parecen seguir
secuencias desconcertantes las que los seres humanos imponemos cambios de imágenes
muy fuerte, alteramos estructuras que modifican las reglas de juego y muchas veces
generamos temor, miedo y hasta el terror, por las incertidumbres que generamos.
Todas estas consideraciones asociadas con valores traen consigo un componente
ideológico a cuestas. Por ejemplo – en un modelo de economía abierto – se valora la
capacidad de innovar para generar nuevos negocios o la necesidad de competir para poder
sustentarlos. En cambio en un modelo cerrado, se plantean con mayor énfasis, objetivos de
regulación de los mercados y capacidad industrial para cubrir la demanda.
Pero en cualquiera de los dos escenarios (abierto o cerrado) se destaca - en la línea
de pensamiento planteada por Edward Gubman (2000) - la necesidad de apostar
fuertemente a la valorización de la importancia de alinear las estrategias y las personas
para obtener resultados extraordinarios, porque después de todo la ejecución de una
estrategia no es esencialmente asunto de recursos materiales, sino de gente para llevarla
adelante.
Los valores menos frecuentes cuando analizamos el mundo de los negocios por lo
menos en occidente, son los relacionados con las emociones. Sin embargo, todos aquellos
que convivimos con el estrés del trabajo por resultados y nos interesa mantener buenas
relaciones interpersonales, reconocemos la importancia de integrar las emociones en la
vida cotidiana y en especial, el cultivo del equilibrio emocional.
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Por más que pueda hablarse de modelos homogéneos en determinadas sociedades
cosmopolitas, las culturas de cada región del mundo incluyen espacios vacíos y diferencias
internas, que generan cuestionamientos continuos sobre qué valores son más importantes y
qué valores son secundarios (Onetto, 1998, pág. 31). Precisamente la importancia de las
emociones marca grandes divisiones mundiales y regionales, respecto de su lugar relativo
en relación con la racionalidad, con en el mundo de los negocios.
A su vez, la transformación de la producción industrial y fundamentalmente el
comercio - en el marco de un ingreso paulatino a la sociedad de la información - replantea
muchos de esos cuestionamientos sobre lo importante en un proceso muy dinámico de
creación de nuevos valores que van dejando atrás los anteriores, provocando grandes
transformaciones, no siempre por cierto, gradualistas y armónicas.
Tanto que nos afiliemos a las tesis de las singularidades, como a las de la
globalización de determinados valores, es importante que lo mejor de cada sociedad, sus
“casos de éxito”, puedan capitalizarse, y para ello es necesario una importante dosis de
liderazgo y capacidad de comunicación. Liderazgo para la construcción de una nueva
sociedad y capacidad para darla a conocer pro-activamente. (Siliceo, Casares y Gonzáles,
1999).
Precisamente el estudio de “casos de éxito” es la línea de trabajo propuesta en el
curso de Innovación y Sociedad en Uruguay, por los docentes Alción Cheroni y Jorge
Rasner (2005) para analizar las grandes transformaciones institucionales del Uruguay,
hacia fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX.
Así se analizaron como “casos de éxito” nacionales: el desarrollo de la Lieberg
(extracto de carne), la industria frigorífica mediante el enfriado de alimentos, el rol
dinamizador del Puerto de Montevideo y el desarrollo de las grandes obras
hidroeléctricas, procurando encontrar ciertos patrones que permitiesen identificar a los
agentes que intervinieron y las circunstancias en que actuaron.
La pregunta abierta ha sido: ¿qué es lo que ha permitido en general construir
“casos de éxito” con importantes componentes de innovación? Se ha requerido
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ciertamente, capacidad de inventar y capital para desarrollar los proyectos requeridos.
Sin embargo, ha sido necesario contar con algo más. Se ha requerido un agente que
articulase una propuesta viable entre la ciencia y el capital, para generar el proceso de
creación de un artefacto nuevo.
El rol de articulador es asignado por Joseph Schumpeter (1944) al empresario
innovador. La presencia de uno o varios inventos y el capital para generar artefactos, no
construye automáticamente una innovación. Innovar es integrar uno o varios inventos
que permitan introducir artefactos (productos o procesos) que produzcan cambios en un
negocio.
Para consolidar avances, se requiere algo adicional a la capacidad para inventar
y el capital para generar los artefactos. Es necesario establecer nexos sustentables entre
la capacidad de producción en la escala necesaria y utilizando los canales apropiados
para comercializar los bienes o servicios producidos en los mejores mercados.
Sin embargo, todavía hay grandes problemas por enfrentar para que esta
comprensión de la intervención histórica a partir de tres tipos diferentes de agentes del
fenómeno de la innovación, pueda capitalizarse de cara al futuro. Sobre todo, en
determinados contextos culturales poco proclives al cambio como los encontrados en
Uruguay.
El conocimiento histórico de lo que han sido los patrones de éxito durante
décadas en la industria y el comercio, no necesariamente asegurará poder reproducir el
éxito en el futuro. La era de la información y del conocimiento está generando nuevas
formas de funcionamiento de los sistemas sociales, políticos y económicos.
Todo parece indicar que en el futuro próximo habrá que buscar nuevos caminos,
para generar nuevos éxitos. En muchos casos será necesario replantearnos el futuro en
términos axiológicos. La “imaginación moral” que ha puesto sobre la mesa Peter
Drucker (1999) al exponer el gran poder de las pequeñas ideas en el contexto de las
necesidades de la gerencia en la nueva economía, tal vez pueda guiarnos por mejores
caminos. Y quien lo sabe, se produzca un reencuentro de la importancia de los
empresarios innovadores en las organizaciones.
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Pero en definitiva, todo este esfuerzo creativo tan cargado de valores, prosperará
no lo hará, dependiendo del contexto político, social y cultural en que se desarrollen los
emprendimientos. En lo que sigue se muestran concretamente los resultados de una
consulta realizada el método DELFOS en el marco de la investigación de doctorado.
5. Los valores que impulsan la innovación en el Uruguay
Muchas conquista sociales nacionales operan a favor. Si bien los valores
generales de la sociedad uruguaya (libertad, buen nivel educativo, una justicia
independiente, etc.) son una base importante para desarrollar los procesos de
innovación, pesan mucho más las creencias conservadoras arraigadas de la clase
gobernante, en los intelectuales y en general, en la población.
La modernización del Estado por el Battlismo desarrollado a partir del 1900,
generó un modelo alternativo exitoso que supuso un conjunto de estructuras y funciones
en la órbita del Estado que se han mantenido por más 50 años. Ese proceso generó una
forma de “ser” y “hacer” que no ha tenido grandes cambios durante todo el siglo XX,
mientras el mundo procesaba vertiginosas transformaciones.
Las ideas de “Suiza de América”, “vacas gordas” y “reformas sociales” están
asociadas con las reformas batllistas de comienzos del siglo XX. Según Javier Carlés
(2006) es el resultado de “una audaz burocracia estatal que persiguió el desarrollo de
una economía y una sociedad industrial” que además, “junto con esto consagró reformas
sociales que brindaron derechos y beneficios inéditos a gran parte de la población, al
tiempo que aseguraban su respaldo y organizaban el mercado de trabajo”.
“Se introdujeron o incrementaron los impuestos sobre la tierra, las herencias y el
ausentismo; salarios mínimos rurales, programas de colonización, investigaciones
agronómicas y préstamos tendientes a estimular la agricultura.” En un contexto externo
de comienzos de siglo XX muy favorable, el proyecto de país logró excelentes
VALORES E INNOVACIÓN EMPRESARIA EN URUGUAY
resultados económicos y sociales, pero en determinado momento dejó de responder a las
necesidades cambiantes del país.
No obstante los importantes progresos económicos y sociales iniciales logrados a
comienzos del siglo XX, Javier Carlés (2006) plantea que “el proyecto de levantar una
economía industrial desarrollada naufragó”. Siguiendo al mismo autor: “Los problemas
del latifundio y de la ganadería tradicional recibieron la atención del batllismo, pero este
fracasó en modificar la estructura agraria nacional.”
En definitiva, a pesar de los esfuerzos sostenidos por varias décadas por sus
precursores y luego por sus sucesores, no se logró generar un cambio conducente a
generar suficiente riqueza en el sector agropecuario, que subsecuentemente ayudase a
sustentar un sistema de desarrollo industrial que agregase valor a la producción
exportable de materia prima básica del sector. Entonces se consolidó un modelo
exportador de materia prima con escaso valor agregado.
Sin embargo, a pesar de la inestabilidad del modelo desarrollado a mediados de
los años 50, el país demoraría décadas en reaccionar. Como consecuencia de la
permanencia de un modelo conservador y fuertemente proteccionista, los instrumentos
para mantener el status quo son actualmente muy fuertes, a pesar de que los resultados
no han acompañado.
Con una burocracia estatal muy desarrollada y todavía en crecimiento, la
innovación es actualmente dificultosa pues una característica inherente de la propia
burocracia es la resistencia al cambio. Más cuando los privilegios que se conquistan,
luego no se negocian, aunque esté en el medio de la controversia la propia
sutentabilidad de sectores productivos enteros, como el textil.
Lograr romper la resistencia al cambio en cualquier parte y particularmente en
Uruguay contemporáneo, no es ciertamente una tarea sencilla. Las creencias
predominantes en una sociedad son (en general) el resultado de procesos culturales cuya
modificación requiere procesos educativos de larga duración, los cuales, en nuestro país,
no han sido todavía encarados con decisión, fundamentalmente en el nivel educativo
terciario.
VALORES E INNOVACIÓN EMPRESARIA EN URUGUAY
Hay ciertos valores generales sobre los que existe consenso que podrían acelerar
los procesos de innovación: la voluntad de mejorar en el trabajo, en la calidad de vida lo
cual implica innovar, mejorar en los ingresos, evitar quedar afuera de los mercados,
quedar fuera de competencia. Estos pueden capitalizarse en el contexto empresario.
Por un lado, tendríamos que seguir haciendo lo que siempre supimos hacer y que
sostiene al país, un adecuado manejo agropecuario, pero con incorporación de mucho
mas valor agregado. Por otro lado, con esa base habría que desarrollar a nuestra gente en
las áreas de la tecnología y no solo considerando las tecnologías de la información y las
comunicaciones.
Los resultados de la exploración realizada con DELFOS (2007) muestran que se
puede y debe exportar “inteligencia” lo que es consistente con la posibilidad de
capitalizar el dominio de determinadas tecnologías que ha caracterizado al Uruguay en
los últimos 20 años y sobre todos, las relacionadas con el desarrollo y exportación de
software, que es un ejemplo de referencia reiteradamente usado, pero todavía poco
estudiado con una visión sistémica.
Los referentes consultados con DELFOS perciben claramente que la integración
con el mundo es necesaria, aunque todavía es una “asignatura pendiente” a escala
nacional. De todas maneras, se entiende que en algún momento, la globalización
cambiará al Uruguay en algunos aspectos, pero las fronteras temporales no están
precisamente establecidas en la actualidad.
En un país económicamente pequeño, con un mercado interno reducido, está
claro que para mejorar debemos exportar; para exportar debemos tener ventajas
competitivas y para competir con los productos importados en el mercado local lleva a
que debemos procurar que los productos nacionales tengan ventajas competitivas.
El desafío es que los procesos de innovación en el Uruguay, son analizados en
términos de su impacto con visión corporativista. La discusión que se generó en la
interna universitaria con la formación de “gabinete de innovación” demuestra que esta
primero la ubicación que cada servicio ocupa dentro del esquema que se plantea.
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Al plantearse el tema “gabinete de la innovación”, se observó que: en vez de
discutir sobre las ventajas que la investigación y la innovación podrían tener para el
Uruguay se discutió fundamentalmente sobre los cargos que en las estructuras de poder
correspondían a cada ente o servicio. Y esto pone en evidencia un modelo para
gestionar los cambios basado en conservar equilibrios de poder.
Por otra parte, la importancia de las “experiencias ejemplares” (que se han
identificado con claridad en el trabajo exploratorio realizado hace unos meses) debe
colocarse en su justa dimensión en relación con las capacidades reales y potenciales
actuales de los uruguayos. “Es necesario desterrar el argumento Maracaná (pudimos no
es podemos).”( DELFOS, 2007)
6. Las dificultades que se generan por mantener el “status quo”
La idea de conservar los equilibrios de poder pre-existentes actúa como una
enorme barrera en las transformaciones. Los principales valores que pueden retrasar la
innovación a escala nacional están en el área de “no arriesgar” con las decisiones, vivir
protegido debajo de un paraguas llamado “Estado”, del que todos somos dueños, pero
ninguno es responsable.
El sentimiento “conservador”, es sin duda un freno para los procesos de
innovación que cada tanto se proclaman. Naturalmente la lentitud uruguaya en asumir
nuevos procesos, explica que pueda tenerse a la vista eventuales malos resultados en
otras comarcas: verbigracia reglas como las del llamado “Consenso de Washington”.
Hay una notoria falta de cultura de desarrollo de la innovación a escala nacional
y regional. La sociedad en su conjunto no valora ni premia debidamente los esfuerzos
de los innovadores. La innovación es vista por la mayoría de la población como algo
que le es ajeno, lo hacen otros en otros países. La población no se ve en el rol de
innovador.
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La realidad poco dinámica y abierta a innovar de los sectores productivos de
América Latina, según Parrisca (2006): “fue delineando un estilo gerencial estático,
muy sui géneris, muy particular, muy “nuestro”, un estilo gerencial que en América
Latina llegó a alcanzar niveles importantes de eficiencia que pueden hasta permitir
afirmar, que fue exitoso hasta hace relativamente poco tiempo. Lamentablemente se
modelo pasivo ante la realidad cambiante, ha dejado una pesada herencia de resistencia,
desinterés o desconfianza ante la innovación y el cambio, un estilo de poco
reconocimiento al mayor potencial de contribución al éxito institucional (sea cual sea su
definición) del capital humano en contraposición al capital financiero.
La estrategia de sustitución de importaciones, a la que Uruguay adhirió
fuertemente durante varias décadas a mediados del siglo XX, generó como
consecuencia indeseada una cristalización del desarrollo productivo.
“Concretamente en nuestra región, el modelo de industrialización por
substitución de importaciones definió escenarios nacionales y regionales caracterizados
por elementos tales como el escaso dinamismo de las estructuras socio-económicas, el
lentísimo ritmo de cambio del entorno nacional e internacional, la existencia de sistemas
estables de relaciones entre empresas e instituciones que cambiaban poco en el tiempo,
relaciones que no introducían nuevas exigencias y que, en consecuencia, no empujaban
a las organizaciones a explorar los límites de sus propias competencias.” (Parisca, 2006)
El estilo gerencial derivado de eso modelo especial consolidó un bloqueo al
desarrollo de emprendimientos generadores de conocimiento y en definitiva, de riqueza,
lo que fue muy notorio por lo menos, en el Uruguay. Se fue desarrollando un modelo
consistente en esperar oportunidades a partir del cabildeo, que se iban presentando
circunstancialmente a las empresas.
Sin embargo, en la mayoría de los casos no es posible establecer claramente
responsabilidades por la inacción. Hecho curioso: la burocracia ha creado todos,
absolutamente todos y algunos más, de los controles para determinar responsabilidades,
pero no se aplican o al momento de aplicarse, se realizan las acciones con intenciones
políticas y no de buena administración.
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Una prueba de ello la tenemos al momento de los revisionismos relacionados
con la transparencia de administración pública – sobre todo generados en gobiernos
anteriores pero que también comienzan a parecer en el gobierno actual - que terminan
en el Poder Judicial, pero que administrativamente; ni el Poder Ejecutivo ni el Poder
Legislativo, toman acciones ejemplarizantes.
El excesivo formalismo constituye un factor de bloqueo. La influencia previa
heredada del expediente español colonial hace que las innovaciones sean vistas como
resultado de decisiones "legales", como si por si solo, sin "ejecutantes" pudiera haber un
desarrollo de factores. En realidad, la innovación necesita una sociedad que reconozca
el innovador.
La idea de que proponerse algo es simplemente lo mas importante, ignorando los
medios materiales y humanos necesarios para hacerlo aparece frecuentemente en la
formulación de propuestas de cambio. Los referentes coinciden en que es necesario que
los uruguayos procuren desterrar el voluntarismo como criterio sin base real, trabajar
por los ideales, paso a paso (sobre bases más realistas), y orientarse a la acción de
manera de “ocuparse en vez de preocuparse”.
Finalmente hay una característica personal negativa que parece pesar mucho en
la cultura nacional el Uruguay. La “baja autoestima” y la “queja permanente” forman
parte de la forma de expresión más habitual de los uruguayos. Eso asociado con el
“animo de critica al diferente o a lo diferente” es muchas veces lo que bloquea ciertos
procesos que podrían ser prometedores para innovar.
7. Las “ventanas de oportunidad”que podrían capitalizarse para generar cambios
en el status quo vigente para mejorar la capacidad de innovar
Uruguay - igual que el resto de América Latina - reaccionó al proceso
proteccionista históricamente prevaleciente y vivió en los años 90 un cambio drástico
respecto de las décadas previas, en la forma de ver a las empresas públicas. Los
modelos
de organización de la producción sufren durante la última década cambios
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estructurales fundamentales debido a la apertura de la economía a la competencia
externa, la desregulación de múltiples mercados y la privatización de activos públicos
(Láscaris Comneno, 2006) Esto cambio las reglas de juego.
Además el equilibrio político nacional de replanteó en términos muy
impactantes. Varios referentes llamaron la atención sobre el hecho de que por primera
vez en la historia de Uruguay se ha elegido un gobierno nacional, con claras mayorías
parlamentarias y que tiene en sus prioridades declaradas la búsqueda de la innovación,
fomentando la investigación y la sociedad del conocimiento. Existe además una
Comisión de C&T en el Senado que se viene movilizando por la temática desde hace
varios años y recientemente se creó su par en Diputados. O sea, que existe aval
ejecutivo y legislativo total a la innovación.
Sin embargo, todavía hay un punto débil en lo que el sistema político pueda
lograr. Existe un bajo nivel de trabazón política por parte de las mayorías parlamentarias
existentes en el partido de gobierno. Los que han sido más renuentes al cambio son la
actual mayoría, pero tienen la obligación de gobernar, por lo cual tienen que introducir
los cambios. La oposición ha sido más favorable al cambio y está condicionada por su
discurso pasado. Como balance queda claro que un cambio sin resistencia política, será
seguramente mucho más fácil de instrumentar.
Un modelo ideológico parece haberse ido agotando paulatinamente. Todo parece
indicar que la crisis general del Estado benefactor consolidado a mediados del siglo XX,
que ahora ya no va a ser solamente un diagnóstico de la “derecha neoliberal”, abre la
posibilidad de discutir el tema del estancamiento productivo nacional con otra
perspectiva de los hechos y sus consecuencias, y que es posible que se realicen cambios
más efectivos que antes. La incógnita aquí es el peso real de los sindicatos y las
corporaciones como promotores o bloqueadores de esos cambios.
A todo esto se agrega un hito reciente que ha marcado profundamente al país y
sobre todo a la clase media que es uno de sus pilares. La crisis económica del año 2002
parecería que es una ventana que se está cerrando luego de cinco años, pero quizás esto
no sea definitivo. Están comenzado tibios intentos de articulación entre la investigación
en las universidades y las necesidades de los empresarios; también se está esbozando el
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romper silos dentro del Estado y valorar la transversalidad, que potencia esfuerzos en
cuanto a innovación.
Curiosamente algunos de los referentes consultados utilizando DELFOS piensan
que todavía “hace falta que los uruguayos pasemos por experiencias traumáticas, más
tarde o más temprano, para descubrir que no hay atajos fáciles que nos lleven a la
abundancia y al bienestar para todos. Sólo cuando terminemos de hacer ese aprendizaje
(que puede ser lento y difícil) se abrirá una ventana de oportunidad para el cambio que
hay que transitar.” Lo que puede determinar que haya pensamientos de que “cuanto peor
mejor”, que no siempre son éticamente acptables.
Se ha comenzado a generar un convencimiento nacional respecto de que la
administración de cambios en los monopolios comerciales estatales debe desarrollarse
mediante la creación de “marcos regulatorios” que permitan una mayor intervención de
empresas privadas para realizar tareas que no son las estrictamente esenciales para el
negocio. Esto implica separar a quien establece las reglas de juego, de quien encara la
producción o comercialización a escala industrial. Aunque ello deba hacerse
selectivamente y todavía de manera muy medida.
Está madurando la idea de que es posible encarar la construcción de una visión
compartida de lo que los uruguayos se proponen realizar y de su propia necesidades de
aprendizaje, para encarar los desafíos que se presentan en algunas dimensiones de su
actividad. Se empieza a apreciar que ciertas organizaciones aprenden y trabajan
duramente para transformar sus procesos y lograr los resultados requeridos y finalmente
son reconocidas finalmente por ello rescatando parcialmente las ideas de Peter Senge
(1992).
Sin embargo, todavía la necesidad de reconocer el conocimiento generado por
organizaciones y personas como valor, no se ha hecho carne. La actual capacidad de
generación de conocimiento todavía es incipiente y no resulta vigorosamente valorada.
En el marco nacional la organización del sistema de investigación es prácticamente
inexistente y tendría por lo tanto que ser creado, incluyendo los subsistemas de
Investigación básica libre, Investigación básica dirigida, Investigación aplicada,
Desarrollo experimental general y Desarrollo experimental sectorial.
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Según los referentes consultados con DELFOS (2007) es necesario “capitalizar
los centros de generación de conocimiento, sabiendo que la innovación, el
descubrimiento, la invención se da generalmente en una base histórica de grupos
humanos innovadores, descubridores, inventores que se refuerzan, estimulan, enseñan,
producen e intercambian desde dentro. Son famosos los Premios Novel que han salido
del mismo centro de investigación.”
Se sigue valorando de manera generalizada a nivel de la ciudadanía, la
educación de manera muy marcada en toda la sociedad. Existe una fuerte creencia
respecto de la importancia de preservar el “capital educativo” que aún se mantiene en la
sociedad nacional. (Los términos para hacerlo no están del todo claros en las propuestas
generadas en esta instancia, más allá de la necesidad de descentralización y apertura a
agentes privados para encarar propuestas más eficaces y eficientes).
Además es importante sacar partido de aspectos circunstanciales muy favorables
en el mapa político y académico nacional. Existe por primera vez en décadas un buen
vínculo entre el poder político y la universidad estatal, que habría que aprovechar para
coordinar mejor la formación de los profesionales que necesita el país. Además sería
necesario “enseñar a los niños y jóvenes a emprender tomando un riesgo un poco más
alto que el de “mi hijo el empleado público” característico de la enseñanza del siglo
pasado.”
Afortunadamente existe una gama amplia de instrumentos para impulsar la
investigación, que cubren la mayor parte de las necesidades de financiamiento de los
servicios estatales especializados, que están probados y aceptados. Las herramientas y
procedimientos que se han venido usando en los varios programas en ejecución se
reconocen en general, como aceptablemente ecuánimes; los proyectos concursables y la
evaluación por pares no se discuten; y existen comités representativos en varios temas y
áreas. Todo un progreso respecto de las décadas anteriores.
La problemática de la Innovación, unida a la Ciencia y la Tecnología, aparece –
por lo menos a nivel de discurso político – como uno de los ejes de la propuesta y se
han generado iniciativas como la de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación
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que prometen canalizar recursos hacia esta problemática, con mentalidad abierta, basada
en fondos concursables, y con énfasis en el desarrollo de la vinculación academia /
producción, lo cual es favorable y representa una oportunidad que no se debería
desaprovechar.
El creciente reconocimiento actual a escala nacional de las redes, clusters y
alianzas público-privadas como mecanismos para fomentar la competitividad es una
oportunidad para lograr sinergias, que pueden contribuir a generar cambios en el status
quo, estimulando la capacidad de innovar. Esto asociado a la generación de "ámbitos
pilotos" de innovación que permitan ver el ahorro de tiempo y el mayor porcentaje de
ganancia. Estos "ámbitos pilotos" pueden ser las intendencias municipales, ciertas
empresas públicas o ciertos entes autónomos o servicios descentralizados del Estado y
también organizaciones privadas.
El desarrollo de la capacidad nacional de comercializar, no es un tema menor.
Puede ayudar también “Pensar al “Uruguay productivo” desde una metodología global
de mercadotecnia considerando qué necesidades mundiales pueden ser abastecidas con
qué capacidades disponibles o a generar y generando oportunidades concretas que
aporten resultados para todos los niveles (resultados empresarios propios y en asociados
estratégicos, generación de empleo propio o en proveedores, impacto en el PBI
mediante el circulante y el aporte tributario, etc.) “
El problema energético en el medio de una crisis importante, abre posibilidades
para el desarrollo nacional y la adaptación de nuevas tecnologías, en el área
bio-energías, en el área energías renovables, en la gestión de redes descentralizadas y
sincronizadas de generación, que son oportunidades reales de cambiar el sector
energético, base del desarrollo y también uno de los pilares de la cultura planificadora y
burocrática.
Por otra parte, el desarrollo de plataformas logísticas nuevas: portuarias,
ferroviarias y aeroportuarias, introducirá sin duda cambios en la forma de gestión de
importantes sectores de la economía, que deberían buscar esquemas diferentes al
tradicional del sector público, y tal parece que el camino elegido va en esa dirección
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(concesión de obra pública, asociación con privados, etc.) para encarar importantes
obras de infraestructura.
También hay iniciativas del sector privado que han sido muy dinamizadoras.
Hoy el Uruguay tiene una imagen importante a nivel internacional como país creador de
software de calidad. La industria informática del país está aprendiendo a actuar mas
como socios que como competidores (pensando en opciones de internacionalización).
Demás se han desarrollado dos o tres ejemplos empresariales paradigmáticos en el
sector que ya están consolidados a escala regional y particularmente uno de ellos está
operando a escala global, con mucho éxito.
Se plantea el desafío de descubrir tempranamente cuáles pueden ser las tecnologías
necesarias para mejorar la productividad o la competitividad. Los estados – y en
particular el uruguayo - debieran además detectar las tecnologías disponibles en el país
y ubicar las necesidades de los mercados tratando de investigar las tendencias
prospectivas de aquellas tecnologías que resulte conveniente seleccionar y apoyar por su
mayor potencialidad para expandir la capacidad productiva nacional.
En definitiva, hay que saber utilizar los recursos humanos y materiales
disponibles. En especial, ciertas agencias especializadas del Estado que deberían ser
articuladas con organizaciones no gubernamentales e incluso empresas privadas. Las
redes de valor agregado generadas a parir de estas iniciativas deberían ser utilizadas
mejor para sacar partido a ciertas ventajas competitivas en el ámbito regional y global.
El proyecto de cambio en el Estado del Presidente Tabaré Vázquez implica –
según trascendió – que se deben generar diversos instrumentos legales que apuntan a
materializar cambios en el funcionamiento de los ministerios, empresas públicas y otras
dependencias estatales, tendiente a mejorar los proceso de descentralización en la toma
de las decisiones y una mayor participación de la ciudadanía de una forma todavía no
expresada claramente.
En los ministerios, el camino pasaría por un reordenamiento institucional,
ajustes en los perfiles de los funcionarios y estandarización de los criterios para
remunerar. En el caso de las empresas públicas, la reforma prevé habilitar que puedan
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asociarse con capitales privados, aunque sin modificar su actual condición jurídica, lo
que parecería ser consistente con la fase teórica de mantener la expansión administrativa
del Estado, planteada por Carlos Filgueira (1997, pág. 18), pero buscando formas de
administración que sean más eficaces y eficientes.
Complementariamente los referentes de DELFOS (2007) platean que hay que
insistir fuertemente en la necesidad de que se produzca una transformación institucional
y también personal para entender el mundo global en el que comenzamos a integrarnos.
El cambio y la innovación – bien encarados - tienen que reportar beneficios de todo
tipo: económicos, sociales, políticos, culturales, a la sociedad y a los participantes. Por
descontado que “si no hay beneficios tangibles, no hay (voluntad de) cambio”
Por otra parte, parece irse delineando según los referentes consultados, la
importancia de contar con un Estado en definitiva, que rinda cuentas (en el sentido de
“accountable” de los sajones), no lo que le llamamos localmente rendición de cuentas
que es un registro de gastos documentados, desconociendo si los recursos aplicados
generaron los resultados previstos. Tal vez por este lado pueda retomarse la “ética de la
responsabilidad” que ha estado culturalmente un poco relegada.
8 Reflexiones generales
Convivimos con la incertidumbre sobre nuestro futuro. Estructuras complicadas,
cambios complejos y escenarios cambiantes, son parte de las reglas de juego de la
evolución de las organizaciones que debemos aceptar y aprender a manejar en el siglo
XXI. Y aprender a manejarlas no significa establecer reglas de juego para controlar
vanamente en contexto, sino aprender a convivir con la incertidubre y hasta aceptar que
el caos puede ser parte de nuestro futuro, tanto que lo aceptemos como que lo
rechacemos.
No es extraño entonces que comiencen a compartirse diversas visiones de los
sistemas sociales y en particular, de las organizaciones (Morgan 1997), en los que la
importancia de la cultura pasa a ser reconocida más allá de las orientaciones de la
administración científica y los modelos racionalistas aplicados a ultranza. Los intereses,
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el conflicto y el poder aparecen formalmente en escena en el marco de los sistemas
políticos y económicos en muy diversos ámbitos.
El estudio de la lógica del cambio en escenarios de gran complejidad, introduce
la potencia de la dialéctica para analizar los procesos de transformación en las
organizaciones como resultado de la identificación de las contradicciones y la presencia
de constantes crisis, que operan muchas veces fuera del control de los administradores.
Lo que constituye un cuestionamiento a la visión mecanicista que a la luz del modelo
burocrático, pretende mantener el status quo en un contexto de previsibilidad y control
interno que muchas veces se ve desbordado por imperio de circunstancias fuera de
control.
Hay que aceptar imperiosamente la necesidad de cambiar. Capitalizar
conocimientos ajenos y propios con rapidez, será una de las claves de éxito de las
compañías y las personas en el siglo XXI. La forma en que integramos lo que aprendemos
es un proceso individual y social a la vez. Supone en su alcance una relación mucho más
amplia con el mundo a través de los sentidos y requiere la interiorización de esas
percepciones mediante una representación simbólica del "mundo exterior" en el "mundo
interior". Esto es precisamente lo que dificulta capitalizar rápidamente los cambios de
paradigma, sobre el funcionamiento de las organizaciones.
A su vez, innovar representa un paso adicional para capitalizar los conocimientos.
Las propuestas innovadoras en general logran posicionarse bien ante los tres factores de
cambio planteados en la recopilación de Jorge Ponte (1999, pág. 19), a saber:
globalización, revolución tecnológica y velocidad de cambio. “Globalización” por el lado
de integrarse utilizando la potencialidad de las comunicaciones, “revolución tecnológica”
por la capacidad de usar la tecnología para innovar en los negocios y “velocidad” por el
lado de la agilidad con la que se capitalizan las oportunidades.
Es interesante rescatar como valor agregado de estos procesos innovadores
(además de los cambios en los productos y los procesos) la ganancia metodológica del
modelo de gestión que generan que incluyen por ejemplo, nuevos modelos mentales y
capacidad de aprendizaje. Por otra parte, una estrategia excelente y su aplicación eficaz
suelen ser logros importantes de cada organización, por lo que nunca está de más insistir
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en la cultura del aprendizaje sobre los procesos que se relaciona directa
o indirectamente con la innovación en cuestión.
La idea central que da sustento a la posibilidad de “construir riqueza” en la
economía basada en el conocimiento que plantea Lester Thurow en desafiante propuesta
(2000), se sustenta en “individuos que reconocen que se pueden hacer cosas nuevas y que
toman la iniciativa para que se hagan”, “habilidad para organizar socialmente” los
recursos y medios para “construir o reparar infraestructura” que sea necesaria. Todo lo que
requiere un conjunto nuevo de aptitudes y actitudes ante el futuro considerado como una
oportunidad y no como una amenaza.
En definitiva - y salvando las distancias en términos de concepciones y de tiempos
- la propuesta de Thurrow pone en evidencia a una visión actualizada pero llamativamente
consistente con la propuesta de Joseph Schumpeter (1944) de comienzos del siglo pasado,
que replantea la valorización del empresario innovador como motor de las innovaciones en
las organizaciones y más genéricamente en las naciones. Un “redescubrimiento” que tiene
un valor muy importante cuando muchas veces de pone excesivamente el foco en las
posibilidades de la tecnología descuidando a las personas que las utilizan.
El desafío es que la posibilidad de desarrollar una innovación está ciertamente
muy estrechamente asociada con la capacidad de manejar tecnología, considerada
genéricamente como “el conjunto ordenados de conocimientos utilizados en la
producción y comercialización de bienes y servicios” (Sábato, 1972, pág. 10). Y tal es su
relevancia en el mundo de los negocios del siglo XXI, que esa tecnología se reconoce
como una “mercancía valiosa” que puede hacer la diferencia entre desarrollar un
emprendimiento empresarial, o no poder hacerlo. Pero obviamente, no sin gente para
utilizarla.
Las experiencias muestran que es posible generar espacios para que se pueda
innovar, capitalizando opciones de transformación que sean viables. Espacios para aceptar
el riesgo que implica dejar hacer a los demás. Espacios para desarrollar el comportamiento
creativo de los agentes internos. Espacios para valorar la comunicación interpersonal.
Espacios para considerar oportunamente el costo humano que traen consigo los cambios. Y
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fundamentalmente, espacios para fortalecer el necesario entramado de solidaridades,
durante los procesos de cambio. (Petrella, 1999, pág. 31).
Recordemos además que “cada día está más implantada la idea de que las
empresas no sólo son organizaciones económicas sino que muchas aseguran que es
necesaria la acción social como un nuevo activo empresarial. Parece calar que los
beneficios económicos ya no son suficientes para mejorar la imagen empresarial. Una
nueva conciencia social va aflorando” (Joyanes, 2004) y muchas empresas parecen estar
alineada con esta directriz tendiente a mejorar la calidad de vida, tanto de los
trabajadores de la empresa como de los agentes ajenos a la misma, con una perspectiva
ampliada de sus compromisos como organización inserta en la sociedad.
Las empresas pueden y deben ser uno de los factores importantes de cambio en
las naciones. “La sociedad, la comunidad y la familia son todas instituciones
conservadoras. Procuran mantener la estabilidad e impedir, o al menos detener, el
cambio. Pero la organización moderna (referido a las empresas) es un factor de
desestabilización. Debe ser organizada para la innovación y la innovación, como dijo el
gran economista austro-norteamericano Joseph Schumpeter, es una “destrucción
creativa”.
Las empresas operan en el espacio de oportunidades que se abren o se cierran, tanto
que estén en condiciones potenciales de capitalizarlas, como que ni siquiera no se percaten
de ellas. Algunas están en situación de capitalizarlos y otras no lo están. Cualquiera sea el
caso, la posición para capitalizar estas oportunidades no está solo asociada con la
disponibilidad de recursos materiales, requiere también una actitud adecuada ante las
oportunidades de realizar innovaciones. La problemática desafiante de las “ventanas de
oportunidad” que pueden ser capitalizadas o desechadas por los agentes empresarios, será
retomada más adelante.
A su vez, estos procesos de aceptación de oportunidades y de destrucción
creativa deben ser organizados para facilitar el abandono sistemático de lo establecido,
que genera muchas veces sensaciones de seguridad infundadas. (Drucker, 1999, pág.
138). Pero por más que se generen factores favorables a escala nacional o sectorial para
cambiar, en el entorno directo de las compañías, depende de los propios agentes –
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muchas veces nosotros mismos - considerar esto como una amenaza o una oportunidad
y actuar en consecuencia.
El desafío que plantea la ciencia y la tecnología a la sociedad moderna a todo
nivel, es enorme. “Incorporar la tecnología y la ciencia como entidades vivientes en una
sociedad, no es por cierto sencillo. Y, sin embargo, no puede hoy concebirse el
funcionamiento de una comunidad, ni la participación en el concierto mundial de
naciones, sin una clara comprensión de cómo ellas facilitan o alteran nuestra vida, tanto
en lo que acontece a diario, como también en la trama social, la salud económica, el
destino mismo de los países.” (Papa Blanco, 1980).
Se trata de un desafío que tiene mucho que ver con aspectos técnicos y
económicos, pero también con cuestiones éticas relacionadas con el ejercicio de las
profesiones por parte de los especialistas. Para progresar como se analizó en términos
teóricos debería generarse un modelo de análisis de causas y de efectos del
comportamiento de determinados agentes en la realidad, para alterar determinados
comportamientos de agentes que operan como referentes y que son perversos
(considerando el alcance de “perversos” como “inherentemente malos”).
Se planteas disyuntivas de cómo enfocar los procesos de transformación. Siempre
pesa el pasado como referencia, más cuando logró ser exitoso. De allí que muchas
organizaciones persistan en utilizar modelos que pueden no dar los mismos resultados en
el futuro que se obtuvieron en el pasado. Entre las opciones para comprender esa realidad
muy compleja tal vez no convenga persistir en los beneficios de una teoría analítica para
considerar sobre bases racionales los modelos a emplear y las mejores prácticas a utilizar,
sino rescatar las opciones para alterar esos patrones con un enfoque dialéctico,
capitalizando la potencia de exponer y replantear las contradicciones que encierra el
sistema como tal y que arrastra a los agentes intervinientes, quiéranlo o no.
Finalmente es pertinente la pregunta de fondo de Javier Bustamante (2005):
“¿Somos más sabios que antes, al contar con más información que ninguna otra
generación precedente? Quizá se da aquí la paradoja de que la avalancha de información
no es la solución para superar la ignorancia, justo lo contrario de lo que ocurre con otras
necesidades humanas, que se sacian con una mayor afluencia de aquello de lo que se
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carece. Arthur C. Clarke defendía que cuanto más complejas y sofisticadas eran la
ciencia y la tecnología, más tendían a confundirse con la magia. Con ello expresaba la
posibilidad de que la simple posesión del conocimiento científico-técnico no garantice
una dimensión humana más profunda, ni una ética que nos recomiende en qué dirección
y con qué ritmo debe ser empleado.”
El optimismo general respecto de las posibilidades de la ciencia y la tecnología
como factores de desarrollo humano debe ser analizado cuidadosamente. Siguiendo a
Ismael Clark (2005): “aún para proyectar la función de la ciencia y la tecnología en la
persecución del desarrollo resulta imprescindible explorar, a partir de posiciones éticas,
caminos alternativos que puedan conducir a mejores escenarios la apuntada vinculación
entre ciencia y desarrollo que damos por casi intuitiva hoy en día no tiene una expresión
unívoca y universalmente válida.” Esa expresión está sujeta en definitiva, a la
consideración de aquellos valores y principios fundamentales que cada sociedad
sostenga.
Según Bustamante (2005): “En definitiva, la voluntad de control, de dominio, de
definición de nuevos espacios de mercantilización de la vida humana se ha vuelto más
poderosa, imperiosa y urgente que la necesidad de comprender, de interpretar la
realidad, y dicha voluntad supone un afán de conquista que aplasta en su camino todo lo
que no entiende o no tiene medios para utilizar en su autónomo beneficio. Quizá no se
consiga una sociedad más ética con la simple promoción de nuevos sistemas
sociotécnicos o tecnocientíficos, sino con un conjunto de metáforas de identidad del ser
humano y de acción más allá de la ciencia y la tecnología.”
Los debates sobre la problemática general de los valores no se agotan, seguirán
abiertos en la sociedad contemporánea. Como referencia son apasionantes las
confrontaciones entre Jürgen Habermas (1988) y su visión socio-crítica y Niklas Luhmann
(1973) y su visión sistémica de la realidad. Ambos investigadores sociales, realizan
valoraciones bien diferentes de la sociedad como objeto de estudio y de sus
comportamientos. Subyacen en estas aproximaciones, visiones muy distintas de lo que
es el mundo y la relación del hombre con los sistemas y en particular, con las
organizaciones.
VALORES E INNOVACIÓN EMPRESARIA EN URUGUAY
Estos debates, seguramente no se van a dirimir enteramente en el terreno de la
razón. Posiblemente lo que incline la balanza en el futuro, respecto de la consideración de
los seguidores de ambos pensadores, sea la existencia o no de una utopía que pueda
sustentar de manera humanamente esperanzadora, cada uno de los enfoques referidos. Y
en ese sentido el modelo crítico humanista de Habermas genera mas expectativas
emocionales positivas de cara al porvenir, que el de “sistemas sin hombres”, de Luhmann.
De todos modos, los aportes de ambos pensadores a la comprensión de la sociedad y sus
formas de funcionamiento son incuestionables.
Más allá de aspectos filosóficos también importan los aspectos prácticos. Sobre
todo al considerar las singularidades de una situación particular como la uruguaya.
Específicamente, los resultados de una consulta realizada con el método DELFOS
muestran que la percepción uruguaya de estar en un mundo globalizado al que es
necesario integrarse es considerada una oportunidad y también una amenaza al mismo
tiempo. Hay entonces procesos de apertura al mundo y otros de aislamiento que operan
al mismo tiempo. Uruguay – según los referentes- no parece decidirse de manera
vigorosa por uno de los caminos.
Por supuesto que este estudio de valores y principios y las reflexiones generales
realizadas sobre la innovación no van a develar el camino a seguir ante tamaño desafío
por el Uruguay o por cualquier país de la región o del mundo, pero ciertamente muestra
que, en determinadas circunstancias, se pueden producir experiencias innovadoras, que
nos devuelvan la posibilidad de creer que podemos levantar algunos bloqueos y
producir experiencias innovadoras, que sean coronadas por el éxito, aún desde el
hemisferio sur con todos los desafíos que ello conlleva.
Particularmente, el gran desafío que se plantea actualmente al gobierno nacional,
es por dónde comenzar a replantear los roles del Estado y específicamente los de las
empresas públicas. Una alternativa puede ser volver a las fuentes teóricas más
relevantes para generar propuestas tomando como base la necesidad de desarrollar la
competitividad y generar condiciones para incentivar el crecimiento, en la línea de la
propuesta de “Uruguay productivo” que el gobierno ha planteado como marco de
referencia. Otra alternativa puede ser generar cambios normativos que habiliten que
determinados modelos teóricos puedan desarrollarse mejor que otros y construir
VALORES E INNOVACIÓN EMPRESARIA EN URUGUAY
cuidadosamente caminos para transitar de la realidad actual a la realidad deseada,
previendo escenarios de conflicto potenciales.
Martín
Peixoto
(1987,
pág.
65)
sostiene
que:
”Los
planteamientos
modernizadores ... coinciden en diagnosticar bloqueos que impiden en mejor arreglo de
nuestra sociedad, pero cuyas causas no radican en ineficiencias del sistema político”.
Más bien pone el énfasis en considerar como factores determinantes los “modos de
gestión y de organización económica y social que responden a modelos y hábitos
obsoletos, compartidos por igual por actores sociales y políticos, y que actúan como
fuertes resistencias a las profundas transformaciones que necesita el país para adaptarse
al ritmo y exigencias de la economía mundial.” Pero por debajo de esos modos de
gestión y de organización hay que analizar los valores y creencias que generan tales
instrumentos, que evidentemente no se construyen de la nada.
No importa el camino, el documento de síntesis del trabajo del proyecto
“Agenda Uruguay” constituye un aporte muy importante para plantear los desafíos y
para buscar alternativas constructivas para encararlos. Sus conclusiones se presentaron
en el Seminario sobre "Servicios Públicos: aportes hacia una política de Estado",
organizado por el Centro de Estudios Estratégicos 1815, el Programa de Naciones
Unidas para el Desarrollo y la Universidad para la Paz (Naciones Unidas), “Hacia una
política de Estado para los Servicios Públicos” conocido como “documento de los
nueve” (Bergara, Bracco, Cancela, Lorenzo, Medero, Milnitsky, Patrón, Rodríguez y
Talvi, 2001). Está en los uruguayos sacarle partido a estas propuestas.
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