Artículos y cartas sobre el Código da Vinci

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Artículos y cartas sobre el Código da Vinci
Te ofrezco parte del material aparecido sobre esta novela, que merece un lugar
de honor entre los cuentos chinos publicados a lo largo de la historia sobre el
catolicismo.
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Artículo en E- Cristians
El Código da Vinci, un misterio chapucero. Aceprensa
Zenit: una entrevista con Olson
Selección de las principales referencias al cristianismo y a la
Iglesia Católica, según la edición española.
The Times (Londres) Santa farsa
Chicago Sun Times (EE.UU.) Una vez más, ataques contra los
católicos.
New York Times (EE.UU.) ¿Desvela “El Código Da Vinci” la
verdad sobre Leonardo?
New York Daily News “Código” polémico, crítica feroz.
Pittsburgh Post-Gazette. La exactitud del Best-seller ‘El Código
da vinci’, bajo sospecha.
Weekly Standard (EE.UU.) Dioses nuevos: Un par de bestsellers
sobre religión.
Our Sunday Visitor (EE.UU.) “El Código Da Vinci”, un ataque al
Catolicismo.
Catholic News Service (EE.UU.) Una historia disfrazada de
Historia en “El Código Da Vinci”
Declaración de la Prelatura del Opus Dei en Estados Unidos
sobre ‘El Código Da Vinci
Artículo en E- Cristians
El Código Da Vinci es una novela de ficción anti-católica que está resultando ser
un éxito de ventas en todo el mundo. Con más de 30 millones de ejemplares
vendidos, traducida a 30 idiomas y con los derechos para la película en manos
de Columbia Pictures y el director Ron Howard (con Russell Crowe de
protagonista) se trata ya de un acontecimiento propio de la cultura de masas.
Los protagonistas se ven envueltos en un thriller de aventura, descifrando la
simbología secreta en la pintura de Leonardo Da Vinci. Y el mensaje que
transmite la novela es básicamente el siguiente:
1. Jesús no es Dios: ningún cristiano pensaba que Jesús es Dios hasta que el
emperador Constantino lo deificó en el concilio de Nicea del 325.
2. Jesús tuvo como compañera sexual a María Magdalena; sus hijos, portadores
de su sangre, son el Santo Grial (sangre de rey = sang real = Santo Grial),
fundadores de la dinastía Merovingia en Francia (y antepasados de la
protagonista de la novela).
3. Jesús y María Magdalena representaban la dualidad masculina-femenina
(como Marte y Atenea, Isis y Osiris); los primeros seguidores de Jesús
adoraban "el sagrado femenino"; esta adoración a lo femenino está oculta en
las catedrales construidas por los Templarios, en la secreta Orden del Priorato
de Sión -a la que pertenecía Leonardo Da Vinci- y en mil códigos culturales
secretos más.
4. La malvada Iglesia Católica inventada por Constantino en el 325 persiguió a
los tolerantes y pacíficos adoradores de lo femenino, matando millones de
brujas en la Edad Media y el Renacimiento, destruyendo todos los evangelios
gnósticos que no les gustaban y dejando sólo los cuatro evangelios que les
convenían bien retocados. En la novela el maquiavélico Opus Dei trata de
impedir que los héroes saquen a la luz el secreto: que el Grial son los hijos de
Jesús y la Magdalena y que el primer dios de los "cristianos" gnósticos era
femenino.
Todo esto no se vende como una ucronía o una novela de historia-ficción en un
pasado alternativo o una Europa imaginaria. Se intenta vender como erudición,
investigación histórica y trabajo serio de documentación.
En una nota al principio del libro, el autor, Dan Brown, declara: "todas las
descripciones de arte, arquitectura, documentos y rituales secretos en esta
novela son fidedignas". Como veremos, esto es falso: los errores, las
invenciones, las tergiversaciones y los simples bulos abundan por toda la
novela. La pretensión de erudición cae al suelo al revisar la bibliografía que ha
usado: los libros serios de historia o arte escasean en la biblioteca de Brown, y
brillan en cambio las paraciencias, esoterismos y pseudohistorias conspirativas.
Pero eso no impide a la prensa alabar el "trabajo histórico" que hay tras el libro.
Por ejemplo, el Chicago Tribune se maravillaba de cómo el libro contiene
"historia fascinante y documentada especulación que vale varios doctorados"; el
New York Daily News decía "su investigación es impecable"; el crítico de El
Periódico de Catalunya (12/12/03) Ramón Ventura dice que "entender la novela
como un panfleto anticristiano es no entender lo que es: un relato de aventuras
por los espacios poco conocidos de la historia, donde se combinan los misterios
de la religión con los enigmas del arte; Dan Brown escribe con la pasión y la
erudición de Matilde Asensi en El último Catón".
La editora del libro en España, Aránzazu Sumalla, que ha encontrado una mina
de oro para su pequeña editorial Umbriel (El Código Da Vinci vende 2.400 libros
al día en España, 125.000 en los primeros 50 días), no entiende que en la
página web del Opus Dei se critique negativamente el libro, que presenta al
Opus como una secta destructiva dispuesta al asesinato y otras técnicas
mafiosas, con el detalle de que el asesino Silas es numerario y lleva cilicio.
Según la editora "se trata de una obra de ficción".
Pero Dan Brown, en su propia página web, dice bien claro que no ha escrito
sólo una novela llena de despropósitos para divertir: "Como he comentado
antes, el secreto que revelo se ha susurrado durante siglos. No es mío. Es
cierto que puede ser la primera ocasión en que el secreto se desvela con el
formato de un thriller popular, pero la información no es nueva. Mi sincera
esperanza es que El Código Da Vinci, además de entretener a la gente, sirva
como una puerta abierta para que empiecen sus investigaciones".
El resultado es que las ventas de libros pseudohistóricos sobre la Iglesia, los
evangelios gnósticos, la mujer en el cristianismo, las diosas paganas, etc… se
han disparado: la web de libros Amazon.com es la primera beneficiada,
enlazando El Código Da Vinci con libros de pseudohistoria neopagana, feminista
radical y new age. La ficción es la mejor forma de educar a las masas, y
disfrazada de ciencia (historia del arte y de las religiones en este caso) engaña
mejor a los lectores. Como afirma el dicho: "calumnia, que algo queda, y si
calumnias con datos que suenen a científico -aunque sean inventados- queda
más".
¿Inventó Constantino el cristianismo?
Toda la base "histórica" de Brown descansa sobre una fecha: el concilio de
Nicea del año 325. Según sus tesis, antes de esta fecha, el cristianismo era un
movimiento muy abierto, que aceptaba "lo divino femenino", que no veía a
Jesús como Dios, que escribía muchos evangelios. En este año, de repente, el
emperador Constantino, un adorador del culto -masculino- al Sol Invicto se
apoderó del cristianismo, desterró a "la diosa", convirtió al profeta Jesús en un
héroe-dios solar y montó una redada a la manera stalinista para hacer
desaparecer los evangelios que no le gustaban.
Para cualquier lector con algo de cultura histórica esta hipótesis resulta absurda
por al menos dos razones:
1. Tenemos textos que demuestran que el cristianismo antes del 325 no era
como dice la novela y que los textos gnósticos eran tan ajenos a los cristianos
como lo son actualmente las publicaciones "new age": parasitarios y externos.
2. Incluso si Constantino hubiese querido cambiar así la fe de millones ¿cómo
habría podido hacerlo en un concilio sin que se diesen cuenta no sólo millones
de cristianos sino centenares de obispos?
Muchos de los obispos de Nicea eran veteranos supervivientes de las
persecuciones de Diocleciano, y llevaban sobre su cuerpo las marcas de la
prisión, la tortura o los trabajos forzados por mantener su fe. ¿Iban a dejar que
un emperador cambiase su fe? ¿Acaso no era esa la causa de las persecuciones
desde Nerón: la resistencia cristiana a ser asimilados como un culto más? De
hecho, si el cristianismo antes del 325 hubiese sido tal como lo describen los
personajes de Brown y muchos neognósticos actuales nunca habría padecido
persecución ya que habría encajado perfectamente con tantas otras opciones
paganas.
El cristianismo fue siempre perseguido por no aceptar las imposiciones
religiosas del poder político y proclamar que sólo Cristo es Dios, con el Padre y
el Espíritu Santo.
¿Jesús es Dios?
En la novela, el personaje del historiador inglés Teabing afirma que en Nicea se
estableció que Jesús era "el Hijo de Dios". Un repaso a los evangelios
canónicos, escritos casi 250 años antes de Nicea, muestra unas 40 menciones a
Jesús como Hijo de Dios. Brown lo que está haciendo es copiar de uno de los
libros pseudohistóricos que más ha plagiado para hacer su best-seller, Holy
Blood,Holy Grial, en el que se afirma que "en Nicea se decidió por voto que
Jesús era un dios, no un profeta mortal".
La verdad es otra. Los cristianos siempre han pensado que Jesús es Dios y así
figura en los evangelios y en escritos cristianos muy anteriores a Nicea.
Por ejemplo, y para disgusto de mormones, Testigos de Jehová o musulmanes
(tres credos actuales que niegan que Jesús era Dios) podemos leer cómo
Tomás dice al ver a Jesús resucitado:
[Juan 20,28] Ho Kurios mou ho Theos mou (Mi Señor y mi Dios)
O en Romanos 9,5; carta dictada por San Pablo a Tercio en casa de Gayo, en
Corinto, en el invierno del 57 al 58 d.C:
"de ellos [los judíos] son los patriarcas, y como hombre ha surgido de ellos el
Cristo, que es Dios, y está por encima de todo".
O en Tito 2,13:
"esperamos que se manifieste la gloria del gran Dios y salvador nuestro
Jesucristo".
O en 2Pedro1,1:
"Simón Pedro, sirviente y apóstol de Jesucristo, a aquellos que por la justicia de
nuestro Dios y salvador Jesucristo han recibido una fe tan preciosa como la
nuestra".
Y saliendo de los evangelios tenemos los textos de algunos Padres de la Iglesia
muy anteriores a Nicea:
"Pues nuestro Dios, Jesucristo, fue según el designio de Dios, concebido en
el vientre de María, de la estirpe de David, pero por el Espíritu Santo" [Carta a
los efesios de San Ignacio de Antioquía, c.35-c.107 d.C].
"Si hubieses entendido lo escrito por los profetas, no habrías negado que Él
[Jesús] era Dios, Hijo del único, inengendrado, insuperable Dios" [Diálogo
con Trifón, San Justino Mártir, c.100-c.165 d.C].
"Él [Jesucristo] es el santo Señor, el Maravilloso, el Consejero, el Hermoso en
apariencia, y el Poderoso Dios, viniendo sobre las nubes como juez de todos
los hombres" [Contra los herejes, libro 3, San Ireneo de Lyon, c. 130 -200 d.C].
"Sólo Él [Jesús] es tanto Dios como Hombre, y la fuente de todas nuestras
cosas buenas" [Exhortación a los griegos, de San Clemente de Alejandría, 190
d.C].
"Sólo Dios está sin pecado. El único hombre sin pecado es Cristo, porque
Cristo también es Dios" [El alma 41:3, por Tertuliano, año 210 d.C].
"Aunque [el Hijo] era Dios, tomó carne; y habiendo sido hecho hombre,
permaneció como era: Dios" [Las doctrinas fundamentales 1:0:4; por
Orígenes, c.185-c.254 d.C.].
Estas citas -y muchas otras- demuestran que los cristianos tenían clara la
divinidad de Cristo mucho antes de Nicea. De hecho, en Nicea el debate era
sobre las enseñanzas de Arrio, un sacerdote herético de Alejandría que desde el
319 enseñaba que Jesús no era Dios, sino un dios menor. De unos 250 obispos,
sólo dos votaron a favor de la postura de Arrio, mientras que el resto afirmaron
lo que hoy se recita en el Credo, que el Hijo de Dios fue engendrado, no creado
y que es de la misma naturaleza (substancia, homoousios) que el Padre, es
decir, que Dios Hijo es Dios, igual que Dios Padre también es Dios, un mismo
Dios pero distintas Personas. Pese a esta unanimidad de los padres conciliares,
el historiador Teabing en la novela dice que Cristo fue "designado Dios" ¡por un
estrecho margen de votos!
Un historiador que no sabe historia
Teabing también dice una serie de cosas sobre cómo el cristianismo inventado
por Constantino no era más que paganismo. "Nada en el Cristianismo es
original", dice el personaje. Escribimos subrayadas las afirmaciones de El
Código da Vinci y a continuación comentamos cada una.
-Los discos solares egipcios se convirtieron en halos de santos católicos.
El arte cristiano tiene que expresar conceptos bíblicos, como las caras
luminosas de Moisés (en el Sinaí) y Jesús (en la Transfiguración). Para ello usan
un recurso común, los halos o nimbos que ya usaba el arte griego y el romano.
Los emperadores romanos, por ejemplo, aparecen en las monedas con cabezas
radiantes.
-Los pictogramas de Isis amamantando a su milagroso bebé Horus fueron el
modelo para las imágenes de la Virgen María con el Niño Jesús.
La imagen de una madre amamantando es común a egipcios, romanos, aztecas
o cualquier otra cultura que represente la maternidad. Isis, en los primeros
siglos de nuestra era, ya no era una diosa popular de la agricultura egipcia, sino
un culto mistérico de tipo iniciático para élites greco-romanas, culto que, por
cierto, no incluía rituales sexuales que tanto gustan al autor. Los artistas
cristianos, a la hora de representar a María con Jesús (una madre con un niño),
usaron los modelos artísticos de la sociedad en la que estaban.
-"La mitra, el altar, la doxología y la comunión, el acto de comer a Dios, fueron
tomados directamente de religiones mistéricas paganas anteriores.
La mitra de los obispos difícilmente puede estar inspirada en religiones
mistéricas antiguas: no aparece en Occidente hasta mediados del s.X y en
Oriente no se usa hasta la caída de Constantinopla en 1453.
El altar es -como el cristianismo mismo- de origen judío, no pagano. Hay 300
referencias a altares en el Antiguo Testamento. El altar de los sacrificios del
Templo de Jerusalén es el punto de referencia del judaísmo antiguo y del
simbolismo cristiano. Nada que ver con cultos paganos.
La Doxología (doxa=gloria; logos=palabra) no es más que la oración del Gloria:
"Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres; te alabamos, te
bendecimos, te adoramos…" usa lenguaje puramente cristiano, con conceptos
trinitarios y utilizando continuamente pasajes del Nuevo Testamento. Nada que
ver con cultos mistéricos paganos.
La comunión y "comer a Dios": parece ser que en los niveles superiores del
culto a Mithras existía una comida sagrada de pan y agua o pan y vino. No hay
datos que indiquen que los mitraístas consideraran que en esa comida "comían
un dios" ni nada similar. De nuevo, el origen de bendecir y compartir el pan es
judío, como explica con detalle Jean Danielou en su estudio La Biblia y la
liturgia. Parece que Jesús instituyó la Eucaristía cristiana durante una chabourá,
una comida sagrada judía. No hay relación con cultos mistéricos paganos.
El domingo, día sagrado cristiano, fue robado a los paganos
Falso. Desde el principio, los cristianos vieron el día después del sabbath, es
decir, el día primero de cada semana, como el más importante, día de su
reunión. Ya lo hacían en época de San pablo (ver Hechos 20,7: "y en el primer
día de la semana, cuando estábamos reunidos para partir el pan…", o 1 Cor
16,2, cuando Pablo pide reunir las colectas y diezmos el primer día de la
semana). Danielou, en La Biblia y la Liturgia, dedica todo su capítulo 16 a
hablar de "El octavo día", con citas de Ignacio de Antioquía, de la Epístola de
Barnabás, de la Didajé, todos autores de finales del.s.I y principios del s.II
Todos hablan del "dies domenica" (día del Señor). San Justino, hacia el 150 d.C
es el primer cristiano en usar el nombre latino de Día del Sol para referirse al
primer día de la semana.
Ya en el concilio de obispos hispanos de Elvira, en el 303 d.C se proclamó: "si
alguien en la ciudad no viene a la iglesia tres domingos seguidos será
excomulgado un tiempo corto, para que se corrija". Sólo 20 años después, en
321, Constantino declara oficialmente el domingo como día de descanso y
abstención del trabajo. O sea, que el domingo es un "invento" cristiano, que
posteriormente adoptó la sociedad civil, y no una fiesta pagana robada por
cristianos, justo lo contrario de lo que dice la novela de Brown.
-También al dios hindú Krishna, recién nacido, se le ofreció oro, incienso y
mirra
Extraído, al parecer, del libro de pseudohistoria The World's Sixteen Crucified
Saviours, [Los 16 salvadores del mundo crucificados] escrito por Kersey Graves
en 1875 y denostado incluso por ateos y agnósticos, aunque muy popular y
copiado en Internet. Graves no da nunca documentación de sus afirmaciones.
Ésta del oro, incienso y mirra parece simplemente un invento. En la literatura
hindú no sale por ningún sitio. El Bhagavad-Gita (s.I d.C.) no menciona la
infancia de Krishna. En las historias sobre el Krishna niño del Harivamsa Purana
(c.300 d.C) y el Bhagavata Purana (c.800-900.dC.) tampoco aparecen regalos.
-el dios Mithras, nacido en 25 de diciembre como Osiris, Adonis y Dionisos, con
los títulos "Hijo de Dios" y "Luz del Mundo", enterrado en roca y resucitado 3
días después, inspiraron muchos elementos del culto cristiano.
En realidad, la fiesta pagana del 25 de diciembre en Roma la inventó el
emperador Aurelio en 274, muchos años después de que los cristianos latinos
celebrasen el 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Cristo.
Aunque en la novela hablen de Mithras como un dios "muerto, enterrado en
roca y resucitado tres días después", esta afirmación no sale recogida en
ningún texto ni tradición antigua sobre Mithras. Al parecer es otro de los
préstamos tomados del panfleto decimonónico de Kersey Graves, en concreto
del capítulo 19 de The World's Sixteen Crucified Saviours. Por supuesto, Graves
no da documentación.
Gnosticismo al servicio del feminismo radical
¿Por qué el mundo va tan mal, hay guerras, violencia y contaminación? La
respuesta del feminismo radical y de El Código Da Vinci es sencilla, la culpa es
del cristianismo, que es machista:
"Constantino y sus sucesores masculinos convirtieron con éxito el mundo desde
el paganismo matriarcal hasta la Cristiandad patriarcal mediante una campaña
de propaganda que demonizó lo sagrado femenino, eliminando a la diosa de la
religión moderna." Como consecuencia, "la Madre Tierra se ha convertido en un
mundo de hombres, y los dioses de la destrucción y la guerra se toman su
tributo. El ego masculino ha pasado dos milenios sin equilibrarse con su balanza
femenina… una situación inestable marcada por guerras alimentadas con
testosterona, una plétora de sociedades misóginas y una creciente falta de
respeto por la Madre Tierra"
Esto se habría evitado de seguir el "cristianismo" gnóstico, algunos de cuyos
grupos y tendencias consideraban lo divino como masculino-femenino,
relaciones armónicas de opuestos (ying-yang), o incluso andrógino. Jesús según los gnósticos del s.II y los newagers feministas del s.XX- necesita un
opuesto femenino que le complete; su consorte sería María Magdalena. Y unos
documentos que lo avalen: los evangelios apócrifos, textos gnósticos
imaginativos sin base histórica.
Mientras que los evangelios canónicos son del s.I, ningún texto gnóstico es
anterior al s.II. Muchos son del s.III, IV o V. A mediados del s.II la Iglesia ya
tenía claro que los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan eran los
inspirados por el Espíritu Santo, y sólo dudaba en el canon de un par o tres de
textos. Es falsa la idea de la novela de que en el 325, con Constantino, de entre
"más de 80 evangelios considerados para el Nuevo Testamento", sólo se
eligieron cuatro: estos cuatro ya hacía 200 años que estaban seleccionados,
como leemos en los textos de Justino Mártir (150 d.C) y de San Ireneo.
En El Código Da Vinci hay material de muchos tipos: new age, ocultismo,
teorías conspiratorias, neopaganos, wiccas, astrología, préstamos orientales y
amerindios… pero el cóctel gnóstico-feminista es la base de la macedonia. Hay
poca investigación verdadera sobre el Santo Grial, pero mucha sangría.
Así, se nos cita un texto que existe de verdad, el Evangelio de María
Magdalena, una obra gnóstica tardía, escrita por autores de una secta gnóstica,
desde fuera del cristianismo. En él, María besa en la boca a Jesús y eso causa
la envidia de los apóstoles. Según Teabing, el historiador de la novela, "Jesús
era el primer feminista. Pretendía que el futuro de su iglesia estuviese en
manos de María Magdalena".
Lo que nadie cita es el versículo 114 del famoso texto gnóstico Evangelio de
Tomás, donde Jesús dice que Él hará de María Magdalena "un espíritu viviente
que se parezca a vosotros, varones. Porque cada mujer que se haga a sí misma
varón entrará en el reino de los cielos". El gnosticismo antiguo es reciclado por
antagonistas de la Iglesia actual, pero para ello han de rechazar algunas cosas
del gnosticismo antiguo, que en realidad era machista, elitista, despreciaba el
cuerpo y todo lo material y es difícil de vender como "el auténtico cristianismo".
Así, el entusiasmo del autor por los "ritos de fertilidad", que tanto admiran -y
practican- los protagonistas, no tiene nada que ver con la fertilidad,
obviamente, sino con el placer sexual. Es un signo de los tiempos, pero también
una herencia gnóstica y cátara: engendrar, dar vida a nuevos cuerpos, es malo.
¡Justo lo contrario que en el cristianismo! Sexo sin concepción… es de suponer
que la próxima novela trate de clonación, es decir, de concepción sin sexo.
Otros muchos errores
Sandra Miesel, una periodista católica especializada en literatura moderna
popular, no puede evitar hacer un listado de errores misceláneos del libro,
como ejemplo de su "impecable" documentación.
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Se dice que el planeta Venus se mueve dibujando un pentagrama, el
llamado "pentagrama de Ishtar", simbolizando a la diosa (Ishtar es Astarté o
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Afrodita). Al contrario de lo que dice el libro, la figura no es perfecta y no
tiene nada que ver con las Olimpiadas. Las Olimpiadas se celebraban cada
cuatro años y en honor de Zeus, nada que ver con los ciclos de Venus ni con
la diosa Afrodita.
El novelista dice que los cinco anillos de las olimpiadas son un símbolo
secreto de la diosa; la realidad es que cuando se diseñaron las primeras
olimpiadas modernas el plan era empezar con uno e ir añadiendo un anillo
en cada edición, pero se quedaron en cinco.
En la novela presentan la larga nave central y hueca de una catedral como
un tributo secreto al vientre femenino, con las nervaduras como pliegues
sexuales, etc… Está tomado del libro de pseudohistoria The Templar
Revelation, donde se afirma que los templarios crearon las catedrales. Por
supuesto es falso: las catedrales las encargaron los obispos y sus canónigos,
no los templarios. El modelo de las catedrales era la iglesia del Santo
Sepulcro o bien las antiguas basílicas romanas, edificios rectangulares de
uso civil .
El Priorato de Sión realmente existe, es una asociación francesa registrada
desde 1956, posiblemente originada tras la II Guerra Mundial, aunque
clamen ser herederos de masones, templarios, egipcios, etc… No es creíble
la lista de Grandes Maestres que da la novela: Leonardo Da Vinci, Isaac
Newton, Victor Hugo…
La novela dice que el tetragramaton YHWH, el nombre de Dios en letras
hebreas, viene de "Jehová, una unión física andrógina entre el masculino
Jah y el nombre pre-hebreo de Eva, Havah". Al parecer, nadie ha explicado
a Brown que YHWH (que hoy sabemos que se pronuncia Yahvé) empezó a
pronunciarse "Jehová" en la Edad Media al interpolarse entre las
consonantes las vocales de "Adonai".
Las cartas del tarot no enseñan doctrina de la diosa; se inventaron para
juegos de azar en el s.XV y no adquirieron asociaciones esotéricas hasta
finales del s.XVIII. La idea de que los diamantes de la baraja francesa
representan pentáculos es un invento del ocultista británico A.E. Waite.
¿Qué dirán los esotéricos de la baraja española con sus copas -símbolos
sexuales femeninos- y sus espadas -símbolos fálicos, quizá como los
garrotes…-?
El Papa Clemente V no eliminó a los templarios en un plan maquiavélico ni
echó sus cenizas al Tíber: el Tíber está en Roma y Clemente V no, porque
fue el primer papa en Avignon. Toda la iniciativa contra los templarios fue
del rey francés, Felipe el Hermoso. Masones, nazis y ahora los neognósticos
quieren ser herederos de los templarios.
Mona Lisa no representa un ser andrógino, sino a Madonna Lisa, esposa de
Francesco di Bartolomeo del Giocondo. Mona Lisa no es un anagrama de los
dioses egipcios Amón e Isa (Isis).
En La Última Cena de Leonardo, no aparece el cáliz y aparece el joven y
guapo San Juan, el discípulo amado. La novela dice que el joven guapo en
realidad es María Magdalena, que ella es el Grial. La verdad es que no sale
el cáliz porque el cuadro está describiendo la Última Cena tal como sale en
el Evangelio de San Juan, sin institución de la Eucaristía, más concretamente
cuando Jesús avisa "uno de vosotros me traicionará" (Juan 13,21)..
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La novela habla de que Leonardo recibió muchos encargos de la Iglesia y
"cientos de lucrativas comisiones vaticanas". En realidad Leonardo pasó
poco tiempo en Roma y apenas le mandaron algún encargo.
En la novela presentan a Leonardo como un homosexual ostentoso. En
realidad, aunque en su juventud fue acusado de sodomía, su orientación
sexual no está del todo clara.
La heroína, Sophie Neveu, usa el cuadro de Leonardo La Madonna de las
Rocas como un escudo y lo aprieta tanto a su cuerpo que se dobla: es
asombroso, porque se trata de una pintura sobre madera, no sobre lienzo, y
de casi dos metros de alto.
Según los protagonistas de la novela, "durante trescientos años la Iglesia
quemó en la estaca la asombrosa cifra de cinco millones de mujeres". Esta
es una cifra repetida en la literatura neopagana, wicca, new age y feminista
radical, aunque en otras webs y textos de brujería actual se habla de 9
millones. Los neopaganos necesitan una "shoah" propia. Cuando acudimos a
historiadores serios se calcula que entre 1400 y 1800 se ejecutaron en
Europa entre 30.000 y 80.000 personas por brujería. No todas fueron
quemadas. No todas eran mujeres. Y la mayoría no murieron a manos de
oficiales de la Iglesia, ni siquiera de católicos. La mayoría de víctimas fue en
Alemania, coincidiendo con las guerras campesinas y protestantes del s.XVI
y XVII. Cuando una región cambiaba de dominación, abundaban las
acusaciones de brujería y la histeria colectiva. Los tribunales civiles, locales
y municipales eran especialmente entusiastas, sobre todo en las zonas
calvinistas y luteranas. De todas formas, la brujería ha sido perseguida y
castigada con la muerte por egipcios, griegos, romanos, vikingos, etc... El
paganismo siempre mató brujos y brujas. La idea del neopaganismo
feminista de que la brujería era una religión feminista precristiana no tiene
base histórica.
Y se podría seguir diseccionando los errores y los simples engaños de este bestseller mentiroso. Por no hablar de su calidad literaria. Pero ¿vale la pena tanto
esfuerzo por una novela? La respuesta es sí: para miles de jóvenes y adultos,
esta novela será su primer, quizá único contacto con la historia antigua de la
Iglesia, una historia regada por la sangre de los mártires y la tinta de
evangelistas, apologetas, filósofos y Padres. No sería digno de los cristianos del
s.XXI ceder sin lucha ni respuesta ante el neopaganismo el espacio que los
cristianos de los primeros siglos ganaron con su fidelidad comprometida a
Jesucristo.
Para este artículo he utilizado mucho material de Carl Orlson, uno de los
responsable
de
la
magnífica
web
www.envoymagazine.com
<http://www.envoymagazine.com>.
A
quien
lea
inglés
le
recomiendo
visitar
<http://www.envoymagazine.com/PlanetEnvoy/Review-DaVinci-part2-Full.htm>
y todos sus links sobre las relaciones entre cristianismo, gnosticismo y
paganismo.
“El Código Da Vinci”, un misterio chapucero
De Aceprensa
El Código Da Vinci, una especie de thriller esotérico con ataques al
catolicismo, se ha encaramado a la lista de libros más vendidos. Es
uno de esos casos que demuestran que, a despecho de las críticas
negativas, el marketing editorial funciona. Sintetizamos algunas
reseñas aparecidas cuando se publicó en EE.UU. el pasado año.
Andy Welborn en Our Sunday Visitor (8-VII-2003) advierte que “no es una gran
pérdida para el lector” explicar el argumento de la novela. “Un conservador del
museo del Louvre es asesinado, pero antes de morir consigue dejar unas pistas
y colocarse de forma singularmente significativa. Su nieta Sophie y un
investigador americano descubren que el abuelo trataba de dejar un mensaje
no sobre su asesino, sino acerca de un gran secreto. (...) El abuelo formaba
parte de una antigua sociedad secreta llamada El Priorato de Sión, que durante
muchos años se encargó de custodiar ese gran secreto, cuya revelación
supondría una amenaza para la concepción presente de la humanidad.
Lógicamente, la Iglesia católica se habría esforzado durante estos últimos dos
mil años en proteger este secreto”.
“¿En qué consiste el gran secreto? En que Jesús estuvo casado con María
Magdalena, quien estaba embarazada cuando Cristo fue crucificado. Los
descendientes de aquel niño aún sobreviven y se mantienen de forma anónima
protegidos por El Priorato de Sión, que es también el guardián de la verdadera
fe en Jesús y María Magdalena, basada en la teoría del sagrado femenino. La
novela por tanto consiste en una carrera por encontrar el Santo Grial. Pero en
vez de buscar el cáliz de la Última Cena lo que se busca principalmente son los
restos de María Magdalena”.
“Sophie y el americano comenzarán una competición en la que la Iglesia es su
rival, representada en la figura de un albino, miembro del Opus Dei, que recibe
indicaciones de un obispo y de un misterioso Teacher. Correrán detrás de las
pistas codificadas que el abuelo de Sophie fue dejando. Es un gran
rompecabezas que les llevará desde los Bancos de Zurich a la iglesia del Santo
Sepulcro, y de la Abadía de Westminster a las pinturas de Leonardo Da Vinci. La
historia de Da Vinci consiste en que parece que plasmó su devoción al Santo
Grial Femenino en la representación de la Última Cena, en la cual el personaje
de la derecha de Jesús no es San Juan, sino María Magdalena, su compañera”.
“Muy pocas cosas de este entramado son propiamente originales -concluye
Andy Welborn-. La mayoría de ellas proceden del fantasioso trabajo Holy Blood,
Holy Grail y el resto son remiendos de ridículas y gastadas teorías esotéricas y
gnósticas. (...). Y me apuesto lo que quiera a que usted desconocía que la
divinidad de Jesucristo fue un invento del emperador Constantino para
apuntalar su poder; pues ‘hasta aquel momento de la historia -escribe el propio
Dan Brown-, Jesús era visto por sus discípulos como un profeta mortal, un
poderoso y un gran hombre, pero un hombre nada más. Un mortal”.
En el Chicago Sun Times (27-IX-2003), Thomas Roeser muestra algunos errores
de hecho en que incurre Brown: “Supuestamente, la clave se puede encontrar
en el fresco de la Última Cena, en donde, insiste Brown, la figura que está a la
derecha de Cristo no es San Juan, sino María Magdalena (no es verdad, explica
Bruce Broucher, conservador del Art Institute de Chicago, que ha echado por
tierra su teoría)”.
Excéntricas conjeturas
“Las excéntricas conjeturas de Brown -prosigue Roeser- se mezclan con hechos
e investigaciones chapuceras: los Juegos Olímpicos de la antigüedad se
celebraban en honor de Zeus, y no de Afrodita; los Templarios, que
supuestamente son los guardianes del ‘secreto’ de la Magdalena, no
construyeron las catedrales de su tiempo, sino que lo hicieron los obispos
europeos; las catedrales góticas no tienen ningún simbolismo femenino: la
crítica Sandra Miesel se pregunta con asombro: ‘¿Qué parte de la anatomía
femenina representan el crucero o las gárgolas de la nave lateral de
Chartres?’”.
“El odio al catolicismo impregna todo el libro -indica Roeser-, pero las peores
invectivas las recibe el Opus Dei, prelatura personal aprobada por Juan Pablo
II. Un ‘monje’ del Opus Dei (asombrosamente, Brown no comprende que esa
organización no tiene monjes) es un asesino, que mata para impedir que el
‘secreto’ de la Magdalena salga a la luz pública. Yo no soy del Opus Dei, pero lo
conozco y lo admiro, entre otras cosas, por sus escuelas dirigidas a los jóvenes
sin oportunidades de Chicago, en donde fui profesor”.
La novela sitúa a Leonardo Da Vinci como uno de los integrantes de la sociedad
secreta El Priorato de Sión que esconde sus claves en tres de sus cuadros más
conocidos: La Gioconda, la Virgen de las Rocas y La Última Cena. La
medievalista Sandra Miesel (New York Daily News, 4-IX-2003), entre otras
cosas, ironiza sobre la sustitución de San Juan por María Magdalena: “Esta
curiosa faceta no había sido descubierta hasta ahora...”.
Ignorancia histórica
El protagonista del libro menciona la ausencia del cáliz en la pintura de
Leonardo como prueba de que Da Vinci nada sabía de lo que estaba
involucrado en el Grial. Pero, como bien sigue explicando la historiadora Sandra
Miesel, “el fresco está inspirado en un pasaje del Evangelio de San Juan, que
no dice ni una palabra sobre la institución de la Sagrada Eucaristía”. Por otra
parte resulta ridículo presentar a “un Papa que arroja al Tíber las cenizas de los
Templarios que él ha exterminado.... justo en la época en que el papado sufría
el destierro de Avignon”.
Desde las páginas del Weekly Standard (22-IX-2003), la escritora Cynthia
Grenier afirma sobre El Código Da Vinci que “se puede hablar de una extremista
visión feminista” de la fe cristiana y católica. “Llámeme escéptica -escribe-, pero
no estoy dispuesta a comprar esta novela. Los rituales que él relata son fruto
de una mezcolanza de varios cuentos imaginarios. Si usted alguna vez ha
considerado la posibilidad de que el Santo Grial buscado por los caballeros del
Rey Arturo es realmente el vientre de la Magdalena, entonces El Código Da
Vinci es su novela. Si su imaginación nunca le ha inquietado en este sentido, lo
mejor es olvidar la novela. Seguramente a usted se le habrá caído de las manos
este libro de 454 páginas cuando su autor le relate su último descubrimiento:
bajo la enorme pirámide de cristal del patio del Louvre se hallan los huesos de
la mujer de Jesús”.
Y sobre los múltiples errores geográficos e históricos contenidos en el libro, la
escritora concluye: “Por favor, alguien debería dar a este hombre y a sus
editores unas clases básicas sobre la historia del cristianismo y un mapa”.
Para el crítico español F. Casavella (El País, 17-I-2004), El Código Da Vinci es
“el bodrio más grande que este lector ha tenido entre manos desde las novelas
de quiosco de los años setenta”. “No es que tienda al grado cero de escritura explica-. Ni que sea aburrido, prolijo donde no debiera, torpe en las
descripciones y en la introducción de datos sobre ese interesantísimo y
originalísimo misterio en torno al Santo Grial, Leonardo y el Opus. Tampoco es
un problema que repita esos datos en páginas contiguas para que hasta un
hipotético ‘lector muy tonto’ llegue a asimilarlos. Ni que escamotee ciertos
fundamentos de la trama del modo más grosero hasta que resulten útiles y
entonces se les haga aparecer del modo más burdo. Ni importa que las frases
sean bobas, y bobas sean también las deducciones de unos protagonistas de
quienes se nos comunica, pero no se nos describe su inmensa inteligencia. (...)
También se puede pasar por alto que el autor no sea, al fin y al cabo,
instruido”.
En fin, concluye Casavella: “Se puede perdonar todo, lo que no se puede
perdonar es que esta novela se promocione, y no sólo por los canales
publicitarios convencionales, como un producto de cierto valor. Para
entendernos, Dan Brown y su código tienen que ver con la novela popular lo
que Ed Wood con el cine. (...) No puedo dejar de felicitar a las editoriales de
todo el mundo que en su día rechazaron la publicación de esta infamia y ahora
no se arrepienten. Es la demostración de un resto de dignidad, no sólo en el
mundo editorial, sino en el sistema mercantil”.
Zenit: una entrevista con Olson
EUGENE, Oregon, sábado, 20 marzo 2004 (ZENIT.org).- Es una obra de ficción,
pero muchos lectores piensan que han encontrado la «verdad» en «El Código
da Vinci» de Dan Brown.
Los cristianos también han sido engañados --muchos piensan que es un libro
inofensivo que enriquece su fe--. Es lo que ha movido a Carl Olson, junto con
Sandra Miesel, a escribir un libro llamado «The da Vinci Hoax» (El Engaño da
Vinci), que saldrá este verano.
Olson, editor de la revista Envoy, compartió con ZENIT la exposición y crítica
que hace en su libro de los numerosos errores de «El Código da Vinci», y
analizó lo que el éxito de la novela deja ver del panorama cultural y religioso de
América.
--¿Por qué se siente obligado a descifrar «El Código da Vinci»?
--Olson: El pasado mes de agosto un amigo me llamó para decirme, en un tono
un tanto agitado, «tienes que leer esta novela». Le habían dado «El Código da
Vinci» como regalo de cumpleaños; al leerlo, descubrió que estaba lleno de
errores y tenía un fuerte componente contrario a la Iglesia católica.
Dado mi labor en la apologética, mi amigo pensó que debía estar enterado de
la novela, puesto que había recibido la aclamación de la crítica y se estaba
vendiendo tan bien – actualmente más de 6 millones de ejemplares.
Cuando vi las cifras de ventas y comencé a leer recensiones, entendí la idea. La
novela generaba –y todavía lo hace- mucha controversia y confusión. Si bien se
trata de una obra de ficción, es considerada por muchos como una
representación históricamente exacta y efectiva de los primeros cristianos y de
la Iglesia católica. Por lo que compré un ejemplo, tomé un bolígrafo rojo y
comencé a trabajar.
Al mismo tiempo, la historiadora medieval y periodista Sandra Miesel me envió
una copia de su excelente recensión de «El Código da Vinci» para la revista
Crisis.
También comencé a recibir emails sobre la novela de lectores del Envoy:
¿Deberían leerla? ¿Qué se podría responder a su contenido? ¿Es exacta?
Pregunté por tanto a Sandra si trabajaría conmigo en algunos artículos para
Internet y en un libro, que será «El Engaño da Vinci».
La meta es doble: exponer y criticar los numerosos errores en «El Código da
Vinci», y presentar la verdad sobre la primera Iglesia, el catolicismo, la historia
medieval, y una serie de otros temas. También analizamos el éxito de la novela
y hablamos sobre lo que indica del panorama cultural y religioso.
--¿Cuáles son los problemas teológicos primarios de «El Código da
Vinci»?
--Olson: La novela se basa en una serie de creencias esotéricas, neo-gnósticas
y feministas que están en oposición directa con el cristianismo. Mucho se ha
hablado de la mención de la novela de que Jesús y María Magdalena estaban
casados, pero eso sólo es la punta de iceberg.
Tras la superficie se encuentran sistemas de creencias que enseñan que el
cristianismo es una mentira violenta y sangrienta, que la Iglesia católica es una
institución siniestra y misógina, y que la verdad es, en última instancia, creación
y producto de cada persona.
Dan Brown, el autor de la novela, ha admitido prontamente en entrevistas que
la mayoría de las ideas en «El Código da Vinci» no son originales suyas. La
herencia intelectual, ideológica y espiritual de «El Código da Vinci» se puede
rastrear en pasadas décadas, incluso siglos.
La novela es apenas innovadora ni marca ningún antes y después como
algunos lectores piensas. Como demuestran nuestros artículos y el libro, Brown
ha tomado la mayoría de sus ideas de unos cuantos libros recientes, libros
populares que están llenos de teorías de conspiración, de imágenes sesgadas
de la teología católica y de extrañas e insustanciales referencias a
acontecimientos y personajes históricos.
Al final, lo que Brown ha logrado es la creación de un mito popular que destila y
presenta creencias de forma que no exijan sino que entretengan y atraigan.
Este mito funciona en más de un nivel, al ser una novela de misterio, un
romance, un thriller, una teoría conspiratoria y manifiesto espiritual, todo a la
vez.
Un rasgo de su atracción es que promete una forma de gnosis – o conocimiento
secreto- sobre algunos temas y sugiere que es en el individualismo subjetivo,
no en la religión tradicional, donde radican las verdaderas respuestas a las
grandes cuestiones de la vida.
La triste ironía es que algunos católicos piensan que la novela es un maravilloso
trabajo de literatura que puede, de alguna manera, ayudarles a explorar y a
entender mejor su fe. Pero la novela se basa en la creencia de que Jesús era un
mero hombre, que el cristianismo es un despreciable impostor y que se debe
evitar toda referencia a la verdad religiosa objetiva.
--La novela presenta una página de entrada titulada «El Hecho», que
establece: «Todas las descripciones de obras de arte, arquitectura,
documentos y rituales secretos de esta novela son exactos». Usted ha
encontrado muchas cosas en este libro que de ninguna manera son
exactas. ¿En qué se basan estos errores? ¿Cuáles son sus peligros?
--Olson: La amplia aceptación de la mayoría de las referencias de Brown es algo
asombroso, sobre todo porque muchas de ellas no lograrían pasar lo que
llamaríamos «la prueba de la enciclopedia escolar».
Por ejemplo, la novela indica que la «Virgen de las Rocas» de Leonardo da
Vinci, que se encuentra en el Louvre, es «un lienzo de cinco pies de alto»,
aunque una rápida búsqueda en Internet o en una enciclopedia nos muestra
que tiene seis pies y medio de altura.
Normalmente, esta clase de detalles se podrían considerar licencias artísticas.
Pero la insistencia de Brown en que las representaciones de obras de arte son
exactas – y su esposa es historiadora de arte – indican que no es cuidadosa con
la verdad.
Esto se convierte en un problema mucho más serio cuando hace referencia a
que antes del Concilio de Nicea nadie creía que Jesús fuera divino, que la
Iglesia católica quemó a 5 millones de mujeres en la hoguera en el medioevo y
que todas las más importantes creencias del cristianismo se han robado de las
religiones paganas.
Esta clase de asertos parecen basarse en una sincera aversión a la Iglesia
católica – la novela nunca menciona al protestantismo ni a la ortodoxia oriental
– y a un deseo de desafiar los conocimientos aceptados de acontecimientos,
personajes y creencias.
El peligro está en que muchos lectores al parecer están tomando las referencias
de la novela como hechos verificados y creen que han descubierto el talón de
Aquiles de la Iglesia.
Esto llega a ser aún más difícil cuando dichas personas no quieren ni siquiera
considerar las refutaciones o respuestas a «El Código da Vinci». Aquí está otra
vez la llamada a un supuesto conocimiento secreto: una vez que la persona lo
tiene, no cree que necesite considerar los argumentos o hechos contrarios.
--¿Por qué cree que este libro ha atraído a tanta gente, incluyendo a
cristianos?
--Olson: La novela mezcla juntos elementos que son absolutamente atractivos
dentro de una cultura posmoderna: una actitud relativista hacia la verdad y la
religión, referencias basadas en conspiraciones, feminismo radical, aversión por
la autoridad religiosa y la creencia implícita de que la realidad es maleable y
puede ser adaptada, así lo dice, a los deseos de cada persona.
Sin embargo, el libro se basa en una fórmula standard utilizada por las novelas
de romance, y pesar de toda su charla de extraños rituales de sexo y
androginia tiene en su base una historia de amor tradicional.
Otro factor es que la novela se lee como un guión hecho para televisión, con
capítulos cortos, conversaciones concisas, desarrollo de personajes breve y
contextos escasamente construidos.
Se hace un abrumador énfasis en las emociones de los personajes. Así, aunque
la novela contiene referencias que podrían resultar extrañas a los lectores,
mantiene también un cierto nivel de agrado.
Aunque «El Código da Vinci» es una novela ha provocado que muchos
medios y el público en general ponga en duda la veracidad de los
Evangelios y elementos de la enseñanza de la Iglesia. ¿Están
perdiendo la sociedad contemporánea la capacidad de distinguir entre
cultura pop y realidad?
--Olson: Tristemente, para algunas personas, la cultura pop es la realidad – o al
menos el único medio por el que interactuará y hará frente a la realidad.
No es que la cultura pop sea mala o que la cultura pop no tenga nada que
ofrecer. Pero la cultura pop se basa mucho en proporcionar a la gente lo que
quieren escuchar o ver o sentir, sin importar su grado de verdad.
También simplifica y convierte en sensaciones asuntos que son complejos y
requieren un cuidadoso estudio. Y puesto que mucha de la cultura pop es una
cultura joven y de rock ‘n’ roll, prospera desafiando a la autoridad y a las ideas
aceptadas, a menudo sin razón alguna sino es la emoción de la rebelión.
Sin embargo, se debe observar que muchas de las ideas clave en «El Código da
Vinci» salieron a la luz en un ambiente de educación más elevada, incluyendo
los desafíos al contenido y datación de los Evangelios, así como los desafíos a la
enseñanza de la Iglesia sobre algunos temas.
Éste es el caso también de los mensajes feministas radicales en la novela. Han
sido populares en universidades e institutos durante décadas, pero la novela lo
presenta en una forma de ficción que absorberán millones, no sólo unos
cuantos cientos.
--¿Cómo pueden la Iglesia y sus miembros disipar los mitos de «El
Código da Vinci»?
--Olson: Se debe reconocer que novelas como «El Código da Vinci» no son
«sólo ficción». Son medios para transportar ideas y creencias a grandes grupos
de gente, a menudo sin que los lectores aprecien plenamente lo que están
consumiendo.
Un interés no estriba en decir a la gente que no lea la novela, sino animarla a
que analicen y determinen cuidadosamente lo que está diciendo y consideren
por qué se escribió.
Los errores y falsas ideas de la novela necesitan considerarse punto por punto.
Nuestro libro lo hace con gran detalle. Aunque la refutación resulta inestimable,
lo verdaderamente importante es la catequesis.
El reconocer los problemas de facto y lógicos que rodean a «El Código da Vinci»
no debería necesitar ni estudios avanzados ni décadas de análisis. Una buena
catequesis irá más lejos a la hora de vacunar a los católicos ante el error y
proporcionarles un entendimiento de la doctrina, práctica e historia de la
Iglesia.
Selección de las principales referencias al cristianismo y a la
Iglesia Católica, según la edición española:
pp.157-158. La Iglesia ocultó la verdad sobre el matrimonio de Jesús para
devaluar lo femenino. A lo largo de tres siglos quemó a cinco millones de
mujeres.
p.288: Niega la inspiración divina de la Biblia, la divinidad de Cristo y afirma
que el cristianismo es un invento de Constantino adaptado de las simbologías
paganas.
p.290. Afirma que hasta el Concilio de Nicea, Jesús era considerado un hombre
corriente. Al divinizarlo se tuvieron que reescribir los libros sagrados, quemando
los antiguos, que se conservan en Qumrán.
p.292. Se compadece de la postura del la Iglesia afirmando que “nadie está
más adoctrinado que el propio adoctrinador”.
p.295. El santo Grial sería el vientre femenino de María Magdalena.
p.304. Afirma que María Magdalena era la mujer de Jesús.
pp.305-308. Recoge citas de los Evangelios Gnósticos apócrifos, como si fueran
verdaderos.
pp.306-307. Referencia a la película “La última tentación de Cristo”.
p.308. Afirma que Jesús no confirió el primado de la Iglesia a Pedro sino a
María Magdalena
p.310. Jesús y María Magdalena tuvieron una hija: Sarah. Esta última es
descrita como “el Santo Receptáculo. El cáliz que contenía la sangre real de
Jesús. Era el vientre que perpetuaba el linaje, y el vino que garantizaba la
continuidad del fruto sagrado”.
p.315. Las cruzadas eran, en realidad, campañas militares de la Iglesia para
recopilar y destruir información sobre el secreto de la falsedad de los orígenes
del cristianismo.
p.317. Dice que no se puede demostrar la autenticidad de la Biblia.
p.318. Hay un diario de Jesús y otro de Magdalena que eran el tesoro
encontrado por los templarios y lo que les hizo tan poderosos. También están
los restos de Magdalena.
p.319. Dice que “la búsqueda del Santo Grial es literalmente el intento de
arrodillarse ante los huesos de María Magdalena. Un viaje para orar a los pies
de la descastada, de la divinidad femenina perdida”. Los descendientes de
Cristo, franceses, se habrían mezclado con la sangre real francesa para dar
lugar a la Casa Merovingia.
p.323. Cita obras de arte con el tema de la mujer, presentándolas como
alegorías del secreto que no se podía revelar sino a través de veladas
insinuaciones. La lista es larga: Da Vinci, Botticelli, Bernini, Mozart, Víctor Hugo,
etc.
p.324. Se extiende demostrando que Walt Disney conocía el secreto y lo
exponía a través de símbolos en sus películas: Blancanieves, La Sirenita, etc.
p.330. Para darle credibilidad a las acusaciones a la Iglesia de matar para
destruir las pruebas del secreto, se dice que no es la primera vez que la Iglesia
mata para defenderse.
p.331. La versión de la historia de Jesús que propone la Iglesia es inventada.
pp.331-332. Existiría un acuerdo tácito de la Iglesia con el Priorato que
conserva el secreto para no atacarles a cambio de que no sacaran a la luz esos
documentos. Se explica que el cambio de eras, según la filosofía new age, era
el momento previsto para desvelar el secreto y por eso la Iglesia había pasado
a la acción .
pp.383-385. Defiende la espiritualidad de los ritos sexuales. Afirma que la
Iglesia demonizó el sexo para convertirse en la única intermediaria entre Dios y
los hombres.
pp.386-387. Describe uno de esos ritos sexuales del Priorato de Sion.
p.423. Se afirma que “los que entienden de verdad sus religiones saben que
esas historias son metafóricas”.
p.480. Se explica que el Tarot es un catecismo visual que explica la historia de
la Doncella Perdida y de su opresión por la malvada Iglesia.
p.403. Se proporciona una lista de los grandes maestres del priorato desde
1188: Boticelli, Da Vinci, Boyle, Isaac Newton, Víctor Hugo, Debussy y Jean
Cocteau, entre los más conocidos.
p.500. Se acusa a la Iglesia de asesinar a los parientes de la protagonista,
como una advertencia para su abuelo, entonces Gran Maestre del Priorato.
p.503. Explica que el Gran Maestre no quiso desvelar el secreto en el cambio de
milenio y por eso había traicionado al Grial.
p.544. La abuela de la protagonista explica que no es necesario desvelar el
secreto del Grial: lo importante es “restaurar los aspectos femeninos de la
divinidad”.
The Times (Londres) Santa farsa
Por Peter Millar
21 de junio de 2003
Hay algo en las investigaciones arqueológicas, los cuentos de antiguas reliquias
y la iconografía mística que logra convertir las típicas historias de bombas y
balas en verdaderas historias de misterio mágico.
En este sentido, una novela que comienza con el extraño asesinato de un
conservador del Louvre, sucesor de Leonardo da Vinci e Isaac Newton como
jefe de una sociedad secreta dedicada a la ocultación del Santo Grial y la
verdad sobre Cristo, logra poner los pelos de punta y casi inspira la fe en el
editor.
Pero el título de la novela de Dan Brown –“El Código Da Vinci” debería ser una
advertencia, pues evoca la fórmula infame usada por Robert Ludlum: artículo
determinado y palabra ordinaria, a la que se interpone un exótico adjetivo
calificativo.
Desde “La Herencia Scarlatti”, pasando por “El Círculo Matarese” y hasta “El
Engaño Prometheus”, Ludlum entretejió una trama de complots extravagantes
protagonizados por personajes acartonados que entablan diálogos ridículos.
Dan Brown, me temo, es su digno sucesor.
Este libro es, sin duda, el más tonto, inexacto, poco informado, estereotipado,
desarreglado y populachero ejemplo de pulp fiction que he leído.
Ya es malo que Brown abrume al lector con referencias New Age, mezclando el
Grial con María Magdalena, los Caballeros Templarios, el Priorato de Sion, el
Rosicrucianismo, Fibonacci, el culto a Isis y la Edad de Acuario. Pero es que
además lo ha hecho mal.
Al comienzo de la novela, encontramos un ejemplo. Sophie, la heroína, policía
francesa experta en criptografía, cuenta que su abuelo le dijo que
“asombrosamente 62” palabras podían derivarse de la palabra inglesa “planets”.
“Sophie pasó tres días con un diccionario inglés hasta que encontró todas”. No
soy criptógrafo, pero, incluyendo plurales, conseguí 86 en 30 minutos.
No sorprende, entonces, que Sophie y su compañero americano se queden
desconcertados ante un extraño texto del que sospechan que está escrito en
alguna lengua semítica. Finalmente, resulta ser un texto inglés escrito como si
estuviera reflejado en un espejo (y así parece exactamente).
Esto serían nimiedades si no fuese porque la trama se basa en la búsqueda de
un tesoro al que conducen estas pistas. Tardan una eternidad, por ejemplo, en
comprender que el nombre de la protagonista -Sophie- es un derivado de
“Sofía”, que significa “sabiduría”.
Además “de los rompecabezas”, el libro está mal compuesto con ideas falsas,
despistes y descripciones tomadas directamente de guías turísticas para
viajeros.
Sorprendentemente, Brown cree que es difícil hacer llamadas internacionales
con un móvil francés, que la Interpol registra cada noche quien duerme en los
hoteles parisinos, que alguien en el Scotland Yard contesta a las llamadas con
un “aquí la policía de Londres”, que el inglés es una lengua que no tiene
ningunas raíces latinas e Inglaterra un país donde siempre llueve (bueno, quizá
en eso tenga razón).
Como no podía ser menos, el estirado personaje británico, llamado sir Leigh
Teabing, es una caricatura de sir John Gielgud cuya contraseña de seguridad es
preguntarles cómo quieren tomar el té. La respuesta correcta –qué extraño...es “Earl Grey con leche y limón”.
La solución del misterio es totalmente insatisfactoria y los tipos presuntamente
malvados, el Opus Dei y el Vaticano, salen al final airosos (quizá por miedo a
los pleitos).
Los editores de Brown han obtenido un puñado de elogios brillantes de
escritores de película de suspense americanas, de esos de tercera fila. Sólo se
me ocurre que la razón de su alabanza exagerada se debe a que sus obras
quedan elevadas a la categoría de obra maestra cuando se las compara con
este libro.
Copyright 2003 Times (Londres)
Chicago Sun Times (EE.UU.) Una vez más, ataques contra
los católicos
Por Thomas Roeser
27 de septiembre de 2003
El último prejuicio en aceptarse es el del anticatolicismo. No lo digo yo, que soy
católico, sino el estudioso Philip Jenkins, un protestante, en su libro The New
Anti-Catholicism. En nuestra “correcta” sociedad, una declaración percibida
como racista, antijudía, contraria a los homosexuales o las mujeres puede
descalificar a un escritor durante mucho tiempo, pero no ocurre así con los
insultos a Jesucristo y a sus discípulos.
Sorprendentemente, escribir un libro extenso sobre una conspiración católica
llena de chismes puede ayudar a obtener abundantes beneficios y notoriedad,
como así ha ocurrido con Dan Brown, autor de ‘El Código Da Vinci’. La novela
mezcla realidad y ficción en forma de docudrama y arroja conjeturas sin
fundamento contra el catolicismo, y en defensa del moderno feminismo.
La editorial Doubleday distribuyó más de 10.000 ejemplares de promoción a los
medios. Según el New York Times, la editorial no se había esforzado nunca
tanto con otros libros, y quizá sea esta la principal razón por la que el libro ha
escalado a lo más alto de la lista de superventas.
Pero vayamos sin más dilación a los muchos embustes que contiene. Brown
afirma que Jesús no era el Hijo de Dios, sino un buen hombre elevado a la
condición de Dios por el emperador Constantino, como un medio de afianzar el
poder de Roma, con el apoyo del Nuevo Testamento para sustentar este mito.
Jesús se casó con María Magdalena quien, en el momento de la crucifixión,
estaba embarazada. El Santo Grial no era el cáliz de la Última Cena, sino,
literariamente, el seno de la Magdalena, un secreto que el catolicismo –y, en
general, todo el cristianismo— ha preservado con incontables muertes para
suprimir la verdad sobre el “carácter sagrado del sexo femenino”.
Supuestamente, la clave se puede encontrar en el fresco de La Última Cena, en
donde, insiste Brown, la figura que está a la derecha de Cristo no es san Juan,
sino María Magdalena (no es verdad, explica Bruce Broucher, conservador del
Art Institute of Chigago, que ha echado por tierra la teoría).
La supuesta “investigación” de Brown bebe de las fuentes de un feminismo
extremista, y de obras como The Gnostic Gospels, de Elaine Pagels, Holy Blood,
Holy Grail, de Michael Baigent, Richard Leight y Henry Lincoln, y The Goddness
in the Gospels: Reclaiming the Sacred Feminine, de Margaret Starbird. Sus
excéntricas conjeturas se mezclan con hechos e investigaciones chapuceras (los
Juegos Olímpicos de la antigüedad se celebraban en honor de Zeus, y no de
Afrodita; los Templarios, que supuestamente son los guardianes del “secreto”
de la Magdalena, no construyeron las catedrales de su tiempo, sino que lo
hicieron los obispos europeos; las catedrales góticas no tienen ningún
simbolismo femenino –la crítica Sandra Miesel se pregunta con asombro “¿A
qué parte de la anatomía femenina representan el transepto o las gárgolas de
la nave lateral de Chartres?”—.
El odio al catolicismo impregna todo el libro, pero las peores invectivas las
recibe el Opus Dei, Prelatura personal aprobada por Juan Pablo II.
Un “monje” del Opus Dei (asombrosamente, Brown no comprende que esa
organización no tiene monjes) es un asesino, que mata para impedir que el
“secreto” de la Magdalena salga a la luz pública. Yo no soy del Opus Dei, pero
lo conozco y lo admiro, entre otras cosas, por sus escuelas dirigidas a los
jóvenes sin oportunidades de Chicago, en donde fui profesor.
A causa de la gran influencia del Opus Dei, tras la muerte de su fundador, más
de un tercio del episcopado mundial pidió al Vaticano que se abriera su proceso
de canonización. Cuando Juan Pablo II lo declaró santo en octubre de 2002,
casi medio millón de personas abarrotaban la plaza de san Pedro y la vía de la
Conciliación hasta llegar al río Tíber.
La novela forma parte de un género que presenta un odioso estereotipo del
catolicismo. “Casi tan problemática como la abundancia de la retórica
anticatólica es la dificultad para reconocerla como un grave problema social”,
afirma Jenkins, prestigioso profesor de historia y estudios de religión en la
Pennsylvania State University. “En los medios, el catolicismo es percibido como
un objetivo perfectamente legítimo... Lo que a veces parece ser ilimitado para
la moderna tolerancia de la sociedad americana tiene estrictos límites donde
está comprometida la Iglesia católica”.
‘El Código Da Vinci’ no es sino un cruel ataque más, como lo fueron las
recientes manifestaciones a las puertas de las catedrales de Nueva York y
Montreal (allí se pidió la aprobación del “horrible crimen”). Lo que esta fallida
novela pondrá pronto de manifiesto es que el Fundador de la Iglesia murió por
amor, para redimir al hombre y que profetizó su persecución. Pero también dijo
que ésta duraría hasta el final de los tiempos.
(c) 2003 Chicago Sun Times
New York Times (EE.UU.) ¿Desvela “El Código Da Vinci” la
verdad sobre Leonardo?
Por Bruce Boucher
3 de agosto de 2003
Leonardo da Vinci goza de un reconocimiento mayor que casi cualquier otro
artista. Su interés por la música, la anatomía, el arte y lo oculto; su misteriosa
capacidad de predecir inventos como el aeroplano; y la rareza y el carácter
enigmático de sus escasas pinturas terminadas, evocan la imagen típica del
hombre de Renacimiento. Polémico en vida, Leonardo todavía cuenta con una
gama sorprendente de admiradores y detractores. Ningún otro artista soporta
sobre sí un debate similar. La ambigüedad de su biografía y la mezcla de lo real
y lo legendario dan carta blanca para atribuirle cualquier cosa.
El thriller de Dan Brown titulado “El Código de Da Vinci” ha provocado el interés
de mucha gente por la figura de Leonardo. Así lo confirma la permanencia de
este libro durante 18 semanas en la lista de más vendidos del NYT. En el libro,
el autor adapta sin mayores problemas el arte y las teorías de Leonardo -que,
según dice en su página web, ha investigado concienzudamente- a las
necesidades de su ficción.
El libro comienza con el descubrimiento del asesinato de un conservador del
Louvre, hallado muerto con la postura del famoso “hombre de Vitruvio”, que
representa a un hombre inscrito en un círculo y un cuadrado. Este asesinato
desencadena una historia compuesta de simbolismos y adivinanzas, mezcladas
con una curiosa visión del cristianismo y la leyenda del Santo Grial. Incluso el
Opus Dei, discutida institución católica, emerge aquí como una extraña fuerza,
que entra en liza por hacerse con una información sorprendente. La acción se
desarrolla con aplomo, pero deja a los lectores con la cuestión: ¿qué tiene que
ver esta trama criminal con el verdadero Leonardo da Vinci?
La respuesta no resulta muy creíble, y el aprovechamiento que el autor hace
del Leonardo histórico no es muy sólido. Un pequeño pero significativo detalle,
que viene a propósito: Brown se refiere a Leonardo como “Da Vinci”, como si
fuese el apellido del pintor, pero éste no era su apellido, sino una referencia a
que Leonardo fue hijo ilegítimo de Sir Piero, natural de la localidad florentina de
Vinci. Como otros grandes artistas, con o sin apellidos, Leonardo ha sido
siempre conocido por su nombre y no por ‘da Vinci’.
La nomenclatura denota una carencia de familiaridad con la copiosa bibliografía
que existe sobre el pintor, como manifiestan las referencias de Brown a “la
enorme producción” de arte cristiano que realizó Leonardo y los cuantiosos
pagos que le realizó el Vaticano. En realidad, Leonardo produjo muy pocas
obras de arte y pasó muy poco tiempo en Roma.
Tampoco es exacto llamar a Leonardo “el extravagante homosexual”: a pesar
de las acusaciones de sodomía que pesaron sobre él siendo joven, hay pruebas
claras y concluyentes de su orientación sexual.
Es asimismo sorprendente que la heroína, Sophie Neveu, utilice una de las
pinturas de Leonardo -“la Virgen de las Rocas”- como escudo, presionándolo
contra su cuerpo hasta doblar la pintura. Un cuadro de más de seis pies,
pintado sobre madera, y no lona, no resultará probablemente tan flexible. Pero
bueno, dejemos eso como una licencia poética que se ha tomado Brown;
incluso el legendario experto Bernardo Berenson desconocía si Leonardo pintó
sobre madera o lona.
El héroe, Robert Langdon, es un profesor de “simbología”, materia que al
parecer combina el estudio del simbolismo con una pizca de numerología. El
lector asiste a la explicación de algunos ejemplos de boca del propio Langdon:
el hombre de Vitruvio, por ejemplo, sirve para explicar “la proporción divina” o
la sección áurea, un componente básico fundamental de la naturaleza. Este
concepto era popular en el Renacimiento y procede de un tratado del arquitecto
romano Marcus Vitruvius. Muchos artistas dibujaron al hombre de Vitruvio,
esperando conocer así la relación secreta entre el microcosmos del hombre y el
macrocosmos del mundo.
Mientras que no se explica la relación entre la medida áurea del hombre y su
relación con la arquitectura y el arte, Langdon parece haber leído algunos
textos dudosos, de moda en el siglo pasado, del escritor alemán Adolfo Zeising
y sus seguidores, que veían la medida áurea por todas partes. En realidad, no
se sabe muy bien qué pensaba sobre esto Leonardo. Aunque en algún
momento llegara a creer que la anatomía puede reducirse a certeza
matemática, con el tiempo descubrió que la relación entre matemáticas y arte
no era cierta: el hombre de Vitruvio era una imagen llamativa y curiosa, pero
no solucionaba la cuestión.
En otra parte, nuestro héroe da una conferencia a un grupo de prisioneros
sobre “La mona Lisa”. Allí explica que el viejo bulo sobre Leonardo vestido de
mujer, es según Langdom “un mensaje sutil de androginia”, reforzado por el
análisis automatizado de la pintura y los autorretratos del artista. Pero sabemos
por documentos de la época que la modelo fue una mujer y que,
contrariamente a la opinión popular, no hay imágenes documentadas de
Leonardo.
Pero la fusión de hombre-mujer en “La mona Lisa” es importante en “El Código
Da Vinci”, ya que la trama se centra en la búsqueda del Grial y su verdadera
naturaleza. En la narración de Brown, el Grial no es la reliquia medieval, el cáliz
del cual Jesús bebió en la Última Cena, sino más bien una metáfora del carácter
sagrado de la mujer y una forma de adoración a una diosa suprimida por el
cristianismo. A mitad de libro, Langdon y un viejo caballero inglés analizan de
manera improvisada el cuadro de Leonardo titulado “La Última Cena”, expuesto
en Milán.
La interpretación convencional del mural (tempera sobre piedra, y no un fresco,
como cree Brown) dice que representa el momento en que Jesús profetiza a
sus discípulos que uno de ellos lo traicionará. Leonardo agrupa a los discípulos
en tríadas, que no sólo aíslan a Jesús en el centro de la escena, sino que
también reflejan las relaciones entre los discípulos. Langdon y su compañero
encuentran significativo que Jesús y la hermosa figura sentada a su derecha
forman la letra “M”. Además, Langdon cree que esta segunda figura no es San
Juan, como siempre se ha interpretado, sino María Magdalena, “la novia de
Cristo”, vestida de hombre.
“La Última Cena” parece demostrar que el Grial no era un cáliz (Leonardo no
representa ninguno), y la presencia de la Magdalena simboliza, en palabras de
Langdon, “el sacerdocio femenino y la feminidad de Dios, que ahora ha sido
perdida, prácticamente eliminada por la Iglesia”. Brown parece haber deducido
esta teoría sobre María Magdalena y la verdadera naturaleza del Grial a partir
de la obra de Leonardo, por lo que ésta tendrá un papel fundamental en el
desarrollo de la novela.
Esta interpretación está bastante forzada. La composición del cuadro de
Leonardo se ajusta a los moldes de otras pinturas florentinas de la Última Cena,
en las que se acentúa la traición de Judas y el sacrificio de Jesús más que la
institución de la Eucaristía. Al mismo tiempo, San Juan siempre fue
representado como un joven hermoso cuya especial afinidad con Jesús se
expresa con el hecho de sentarlo a su derecha. El San Juan de Leonardo se
ajusta a la tradición, ya que hay otros cuadros sin cáliz en otras pinturas
italianas.
Brown interpreta mal otras “pistas” en la pintura. Langdon llama la atención
sobre una daga que parece ser manejada por una mano “incorpórea” en el
grupo en torno a San Pedro. Esta mano no es incorpórea. Tanto la obra de
Leonardo como las copias de “La Última Cena” muestran que la mano y la daga
pertenecen a san Pedro (es conocido el relato del Evangelio de San Juan, en el
cual san Pedro esgrime una espada en defensa de Jesús).
En mi opinión, Umberto Eco, autor de “El Nombre de la Rosa”, habría
aprovechado mejor esta historia. “El Código Da Vinci” es un entretenido libro de
intriga sobre la búsqueda de la naturaleza verdadera del Santo Grial. Escrito
como un guión, la historia sufre continuas crisis, como si hubiera sido concebida
para una película. Incluso Robert Langdon es descrito como “un Harrison Ford
con americana de tweed”.
Más que una película, lo que parece que Brow ha compuesto ha sido una ópera
de espías y podría hacer buena la frase de Voltaire: “Si algo es demasiado tonto
para ser dicho, al menos siempre podrá ser cantado”.
New York Daily News “Código” polémico, crítica feroz
Por Celia McGee
4 de septiembre de 2003
El verano pasa, pero el libro de hamaca de Dan Brown ‘El Código Da Vinci’
sigue siendo un superventas: seis meses después de su aparición ha llegado a
los dos millones de ejemplares.
Pero no todos los lectores son fans del Santo Grial y el asesinato misterioso que
le rodea. Los detractores proliferan. Opinan que el libro carece de investigación,
le acusan de falta de honradez intelectual y lo tachan de anticatólico.
Brown rechaza defenderse o hablar acerca de su obra, aunque estará presente
el 21 de septiembre en la New York Is Book Country.
En la novela se defiende el argumento de que la Iglesia conspiró para ocultar el
matrimonio de Jesús con María Magdalena. La idea de la celebración del
“sagrado femenino” ha sido criticada por el Rev. James Martin, editor de
America, semanario católico de ámbito nacional.
“Históricamente, la Iglesia ha minusvalorado la contribución de la mujer en el
comienzo del Cristianismo”, afirma. “Pero este libro puede inducir a la gente a
pensar falsamente que la Iglesia está asentada sobre secretos oscuros que han
terminado por salir a la luz”.
La novela, que comienza con una muerte en el Museo del Louvre de París,
sugiere también que todavía hay quienes están dispuestos a matar para
preservar el secreto de la Iglesia.
El editor de Brown, Jason Kaufman, afirma: “Siempre ha habido organizaciones
interesadas en retratarse a sí mismas con la mejor de sus caras”. Pero entre los
críticos hay mucha gente que no tiene que ver con ninguna organización.
La novela, explica la medievalista Sandra Miesel, “falsea el desarrollo de la
doctrina de la divinidad de Cristo” y la atribuye a “una invención del emperador
Constantino”.
Además, sigue diciendo, “aunque no puedo acusarla legalmente de plagio, la
novela es fuertemente deudora” de dos obras anteriores de investigadores
aficionados: The Templar Revelation: Secret Guardians of the True Identity of
Christ y Holy Blood, Holy Grail, una especulación sobre la pasión de Cristo. Los
dos trabajos han sido desacreditados por la mayor parte de los investigadores
serios.
Entre las similitudes The Templar Revelation y The Da Vinci Code está una
interpretación de La Última Cena de Leonardo da Vinci, según la cual la figura
representada a la derecha de Jesús es María Magdalena, oculta en los rasgos
de un delicado san Juan Evangelista. Está curiosa faceta no había sido
descubierta hasta ahora...
Brown también incurre en el error de atribuir el encargo de La Virgen de la roca
a un convento y presenta a Da Vinci sepultado por los encargos del Vaticano,
cuando sólo tuvo uno.
El protagonista del libro menciona la ausencia del cáliz en la pintura de
Leonardo como prueba de que Da Vinci nada sabía de lo que estaba
involucrado en el Grial. Pero, como bien explica Miesel, el fresco está inspirado
en un pasaje del Evangelio de san Juan, que “no dice ni una palabra sobre la
institución de la Sagrada Eucaristía”.
Llama la atención y desafía a la lógica la figura de un Papa que arroja al Tíber
las cenizas de los Templarios que él ha extermiando... justo en la época en que
el papado sufría el destierro de Avignon.
Tales errores de bulto pueden no llamar la atención del lector poco letrado.
También se acepta sin más que la Iglesia quemó a cinco millones de brujas,
pero la investigación actual sitúa esa cifra en torno a 50.000.
Se dice que el “monje” del Opus Dei que asesina para proteger a la Iglesia
opera desde la sede mundial de la organización en Lexington Av. de Nueva
York. Pero el portavoz de la Obra, Brian Finnerty, aclara: “En el Opus Dei no
hay monjes ni se usan vestidos de monje. Y el edificio de Lexington Av. es la
sede de la Prelatura en Estados Unidos”.
Kaufman, a pesar de todo, defiende a su autor: “Nada es reprochable en la
investigación de Dan”, afirma. “Él es un estudioso de su materia. Este es un
relato contemporáneo, completamente ficticio, pero que se construye sobre la
base de una amplia investigación histórica”.
(c) 2003 New York Daily News
Pittsburgh Post-Gazette La exactitud del Best-seller ‘El
Código da vinci’, bajo sospecha
Por Frank Wilson (Philadelphia Inquirer)
31 August 2003
“A todo el mundo le gusta la conspiración”, dice uno de los personajes del
“thriller” Da Vinci Code.
Y así parece. El libro de Brown lleva veinte semanas en el primer puesto de la
lista del New York Times.
Esta narración seudoreligiosa sobre “la mayor conspiración de los últimos 2.000
años” ha sido alabada en algunas buenas revistas de los Estados Unidos, pero
la crítica británica ha sido más bien poco entusiasta.
Por ejemplo, Peter Millar escribe en el “Times” de Londres, sin tapujos: “Este
libro es, sin duda, el más tonto, inexacto, poco informado, estereotipado,
desarreglado y populachero ejemplo de pulp fiction que he leído”.
Desde mi punto de vista, el libro está hábilmente escrito, con un mínimo dibujo
de los personajes y como si se tratara de una guía turística de tercera clase. Se
lee rápido y fácil, y más teniendo en cuenta que la mayor parte de los capítulos
tienen pocas páginas y acaban con un buen gancho.
Si no se presta demasiada atención y se deja correr, el libro se termina antes
de lo que uno pueda imaginar.
¿Pero es éste el mejor punto de vista?
‘El Código Da Vinci’ presenta una red de conspiraciones en la que se
entremezclan una sociedad secreta llamada ‘El Priorato de Sión’, los Caballeros
Templarios, y unos documentos secretos sobre la naturaleza y el paradero del
Santo Grial, que al parecer desmontarían los fundamentos de la doctrina
cristiana.
¿Qué tiene que ver todo esto con Leonardo Da Vinci? La novela le sitúa como
uno de los grandes maestros de la sociedad secreta, y en varias de sus obras
más conocidas –‘La Mona Lisa’, ‘La Virgen de las rocas’ y ‘La Última Cena’- hay
claves escondidas sobre los secretos de ‘El Priorato de Sion’.
Obviamente, se involucra a la Iglesia católica. Cómo no, al Opus Dei,
organización de clérigos y laicos que parece haber sustituido a los Jesuitas
como la fuente ficticia de todas las conspiraciones más oscuras del catolicismo.
El autor no es muy generoso para conceder entrevistas, pero a principios de
2003 declaró al ‘Philadelphia Inquirer’: “Cuando usted haya terminado el libro,
habrá aprendido grandes cosas. He tenido que investigar muchísimo”. También
afirmó que su libro está “meticulosamente contrastado y es muy exacto”.
La mayor parte de los críticos han pasado por alto la controversia teológica de
‘El Código Da Vinci’. Sin embargo, el Rev. Albert Mohler Jr., presidente del
Southern Baptist Theological Seminary, sí que ha entrado directamente a la
cuestión.
Mohler califica el libro “como una tergiversación del Catolicismo”. Además, “en
sí mismo es un ataque al mismo Cristianismo”.
No es difícil comprender por qué se expresa así Mohler. En el libro, un
historiador dice que “el establecimiento de Jesús como Hijo de Dios fue
oficialmente debatido y votado en el Concilio de Nicea”. Este experto afirma
también que “hasta ese momento, Jesús era percibido por sus seguidores sólo
como un profeta mortal”.
Pero Mohler, en una entrevista telefónica aclara que nadie cuestionó la
divinidad de Cristo en el I Concilio de Nicea del año 325. Según explica, “está
en la Sagrada Escritura y muchos cristianos fueron martirizados por confesar la
divinidad de Cristo”. Mohler es cristiano evangélico.
En el otro lado del espectro teológico está el Rev. Hal Taussig, pastor de la
Chestnut Hill United Methodist Church en Filadelfia y profesor visitante de
Nuevo Testamento en el Union Theological Seminary de Nueva York.
A pesar de que advierte contra la imposición del “moderno término de divinidad
en aquella época” y de que apunta que “había lo que se podría llamar ‘niveles
de divinidad’ a la hora de reflexionar sobre Jesús” en ese momento, sus puntos
de vista con respecto al Concilio de Nicea no difieren mucho de los de Mohler.
Taussig, uno de los fundadores del Jesus Seminar, un proyecto de investigación
sobre la evidencia histórica de Jesús desde la antigüedad, también es escéptico
respecto de las extrañas pretensiones del libro acerca de María Magdalena y su
relación con Jesús.
“Los Evangelios hablan por extenso e insisten en la importancia de María
Magdalena”. Pero “sobre la relación de Jesús y María Magdalena no se puede
decir nada más que fue una de sus principales seguidoras”.
Puede que Brown no hable, pero no es el caso del supuestamente secreto Opus
Dei. Brian Finnerty, el portavoz de la organización en Estados Unidos, dice que
la afirmación del libro sobre que la Obra puso un millón de dólares para sacar
de la insolvencia a la banca vaticana es “ridícula”.
Además, señala que ‘El Código Da Vinci’ es inexacto hasta cuando baja al
detalle y recuerda que los fieles del Opus Dei no son monjes ni visten hábito.
Un apunte final. Si hay que creer al libro, el Santo Grial está ahora bien
escondido en un señalado lugar de una gran capital europea. La oficina de
turismo de ese país en Nueva York cuenta que ya ha recibido alguna pregunta
sobre este misterio.
(c) 2003 P.G. Publishing Co.
Weekly Standard (EE.UU.) Dioses nuevos: Un par de
bestsellers sobre religión.
Por Cynthia Grenier
22 de septiembre de 2003
El Código Da Vinci. Dan Brown Doubleday, 454 pp., 24.95 dólares
Los Huesos Encantadores . Alice Sebold Little Brown, 288pp., 21.95 dólares
Evidentemente poca gente espera que un bestseller sea un trabajo de cierta
calidad literaria en estos tiempos que corren. Un bestseller es, en gran parte, el
resultado de un proceso de embalaje, márketing, y manipulación. Pero uno
nunca podría haber imaginado el nivel de manipulación encontrada en un par
de novelas religiosas que se han estado vendiendo muy bien durante este
último año.
Como suele pasar, la religión es abordada tanto en "El Código Da Vinci" como
en "Los Huesos Encantadores" de forma descreída. Más bien, de forma
demagógica.
Dan Brown en "El Código Da Vinci" nos presenta a una María Magdalena (una
noble y agradable virgen judía, que nada tiene que ver con la arrepentida mujer
pecadora del Evangelio), que resulta ser la esposa de Jesús, estableciendo una
descendencia y designando una sucesión en la iglesia para los siglos venideros.
En resumen, se puede hablar de una extremista visión feminista de la fe
Católica.
Del mismo modo, Alice Sebold en "Los Huesos Encantadores", nos cuenta la
historia desde un punto de vista femenino y nos habla de un cielo sin Dios
Padre, y sin su Hijo sentado a la derecha para juzgar a vivos y a muertos.
Ambos libros se dirigen claramente a un público femenino, ya que como es bien
sabido en la actualidad las mujeres son las principales compradoras de novelas
de ficción en este país. Es difícil imaginar que muchos hombres, a no ser que
tengan una singular sensibilidad, vayan a leer estas novelas. En este sentido,
Dan Brown declara en el último párrafo de sus reconocimientos: “Y, finalmente,
en una novela que profundiza en el carácter divino de la mujer, sería
desagradecido por mi parte si no mencionara a las dos extraordinarias mujeres
de mi vida. Primero, mi madre, Connie Brown -escritora desde muy joven,
nutricionista, músico, y un modelo a imitar. Y mi esposa, Blythe - historiadora
de arte, pintora, redactora de primera línea, y sin duda alguna la mujer más
asombrosa que he conocido”.
En ocasiones, el libro se permite alguna apertura al público masculino. Una
madrugada, en una galería del Louvre en París, un anciano restaurador hace
frente a un espantoso albino de ojos rojizos que exige la revelación de un
secreto. Cuando el anciano le rechaza, el albino le pega un tiro mortal en el
estómago. "El dolor es bueno, monsieur", dice el albino, escabulléndose.
Tras haber alabado a su madre y a su esposa por la influencia en su vida,
Brown presenta a sus lectores una página encabezada en negrita y titulada
"FACT" - donde declara que la sociedad que presenta en su anterior libro "El
Priorato de Sión" es una organización real, una sociedad secreta europea
fundada en 1099, que contó con miembros como Isaac Newton, Botticelli,
Victor Hugo, o Leonardo da Vinci. El autor añade que "la Prelatura del Vaticano
conocida como el Opus Dei es una secta profundamente Católica que
recientemente ha sido tema de controversia debido a unos informes sobre
lavado de cerebro, coacción, y la peligrosa práctica de “la mortificación
corporal”. Añade que "la Obra acaba de terminar la construcción de una Oficina
Central Nacional en Estados Unidos, de 47 millones de dólares, en el número
243 de la Avenida Lexington en la Ciudad de Nueva York". Termina con la
siguiente afirmación: " Todas las descripciones de material gráfico, arquitectura,
documentos, y rituales secretos de esta novela son exactos".
Llámeme escéptica, pero no estoy dispuesta a comprar esta novela. Los rituales
que él relata son fruto de una mezcolanza de varios cuentos imaginarios. Si
usted alguna vez ha considerado la posibilidad de que el Santo Grial buscado
por los caballeros del Rey Arturo es realmente el vientre de la Magdalena,
entonces "El Código de Da Vinci" es su libro. Si su imaginación nunca le ha
inquietado en este sentido, lo mejor es olvidar la novela. Seguramente, a usted
se le habrá caído de las manos este libro de 454 páginas cuando su autor le
relate su último descubrimiento: bajo la enorme pirámide de cristal del patio del
Louvre se hallan los huesos de la mujer de Jesús.
Un pequeño detalle que me gustaría saber es si el señor Brown, su madre, su
señora o sus editores creen realmente que el Hotel Crillon esta realmente a una
milla de la Embajada Americana (En realidad, basta con cruzar la rue Boissy
d´Anglas). Ellos deben estar más convencidos en los aspectos religiosos. La
visión de París por parte de Brown es bastante imaginativa. Según relata, en el
lugar del Carrusel del Louvre se celebraban “festivales primitivos que adoraban
a la naturaleza... ritos festivos para celebrar a la diosa de la fertilidad”. Por
favor, alguien debería dar a este hombre y a sus editores unas clases básicas
sobre la historia del cristianismo y un mapa.
La novela más temprana de Brown, " Ángeles y Demonios " --destaca por el
suicidio de un Papa con una gran explosión de llamas sobre uno de los balcones
de la Basílica de San Pedro-- muestra la misma indiferencia por ante la
exactitud histórica y una hostilidad directa a la Iglesia Católica. Brown se ha
colocado en lo alto de la lista de bestseller este verano, gracias por lo visto al
éxito conseguido con “El Código Da Vinci”. Es bastante atrevido por parte del
autor y de sus editores intentar narrar historias reales simplemente limitándose
a citar nombres reales e históricos y detalles de aquí y de allá.
Mientras tanto, otro bestseller religioso de este año, Alice Sebold "Los Huesos
Encantadores, " tiene el mérito parcial de estar razonablemente bien escrito, al
más puro estilo de un thriller de suspense. Susie de catorce años, fue
brutalmente violada y asesinada, pero ella se queda en la tierra vagando y
observando.
Mientras Susie mantiene un ojo sobre su familia querida, ella y algunas otras
jóvenes que también encontraron finales trágicos van a una especie de
Purgatorio vago, un instituto agradable: sin ningún libro de texto, ninguna tarea
y muchas revistas de moda para hojear. Susie finalmente va al Cielo. "El cielo
es la diversión". Y Susie - no Dios - sentencia el castigo , con el que se venga
de su violador.
Debe ser dicho, que estas novelas reflejan la comodidad árida del mundo de
hoy. A principios del siglo XX, Max Weber lamentó un mundo en el cual " los
valores últimos y sublimes " había sido retirados. ¿Dónde están aquellos
"valores últimos y sublimes" hoy cuando los necesitamos más que nunca?
Cynthia
Grenier
es
escritora
Copyright 2003 The Weekly Standard
en
Washington,
D.C
Our Sunday Visitor (EE.UU.) “El Código Da Vinci”, un ataque
al Catolicismo
Por Amy Welborn
8 de junio de 2003
¿Quién afirma que el catolicismo no influye en la cultura americana? El último
libro de ficción de mayor éxito en los Estados Unidos –“El Código Da Vinci”
(Doubleday, 25 dólares)- contiene menciones al catolicismo prácticamente en
todas sus páginas. Lo curioso es que el concepto “catolicismo” va
estrechamente asociado en la novela a palabras como “represión”,
“patriarcado” o “crueldad”, y aquí es donde el lector debe comenzar a tener
cierto criterio propio.
Desde su lanzamiento en el mes de marzo, esta novela ha sorprendido a
muchos al convertirse en el libro más vendido. La crítica presentó a esta novela
ante la opinión pública como un “thriller” inteligente, que intenta desafiar a la
inteligencia del lector con un complot misterioso, mediante un estilo culto y
estudiado.
Pero la realidad es que “El Código Da Vinci” ni aporta ni desafía nada –aunque
quizá sí enriquezca la paciencia del lector. Además no se trata de un misterio
real, y el estilo es espantosamente banal, incluso para el propio género de
ficción. Pese a ser un libro pretencioso y de tintes fanáticos, ha gozado del
favor de la prensa (en “The New York Time” se han publicado críticas
favorables y en la Radio Nacional Pública se entrevistó al autor).
Todo esto nos debe hacer reflexionar sobre la novela.
(Advertencia, seguir leyendo supondría estropear la lectura del libro, aunque
no es que sea una gran pérdida. Si de todas formas usted no quiere saber qué
pasa, deje de leer en este momento)
Un conservador del museo del Louvre es asesinado en una de sus galerías, pero
antes de morir consigue dejar unas pistas y colocarse de forma singularmente
significativa. Su nieta, Sophie Neveu, que es una especialista en criptografía y
un investigador americano que está de visita, Robert Langdom, especialista en
simbología religiosa, se adentran en el caso y descubren que Grandpere
Sauniere trataba de dejar un mensaje no sobre su asesino, sino acerca de un
gran secreto.
Conspiración Católica
Sauniere formaba parte de una antigua sociedad secreta llamada “El priorato de
Sión”, que durante muchos siglos se encargó de custodiar un gran secreto. La
revelación de este secreto supondría una amenaza para la concepción presente
de la humanidad. Lógicamente, la Iglesia Católica se ha esforzado durante
estos últimos dos mil años en proteger este secreto.
Entonces ¿En qué consiste este gran secreto? En que Jesús estuvo casado con
María Magdalena, quien estaba embarazada cuando él fue crucificado. Los
descendientes de aquel niño aún sobreviven y se mantienen de forma anónima
protegidos por el Priorato.
El Priorato es también el guardián de la verdadera fe en Jesús y María
Magdalena, basada en la teoría del “sagrado femenino”.
“El Código Da Vinci” por tanto consiste en una carrera por encontrar el Santo
Grial. Pero en vez de buscar el cáliz de la Última cena lo que se busca
principalmente son los restos de María Magdalena.
Sophie y Langon comenzarán una competición en la que la Iglesia es su rival,
representada en la figura de un albino, miembro del Opus Dei, que recibe
indicaciones de un obispo y de un misterioso “Teacher”.
Correrán detrás de las pistas codificadas que el abuelo de Sophie fue dejando.
Es un gran rompecabezas que les llevará desde los Bancos de Zurich a la iglesia
del Santo Sepulcro, y de la Abadía de Westminster a las pinturas de Leonardo
Da Vinci.
La historia de Da Vinci consiste en que parece que plasmó su devoción al
“Santo Grial femenino” en la representación de “La última cena”, en la cual el
personaje de la derecha de Jesús no es un hombre sino María Magdalena, su
compañera.
Una antigua mentira
Muy pocas cosas de este entramado son propiamente originales. La mayoría de
ellas proceden del fantasioso trabajo “Holy Blood, Holy Grail”, presentado como
histórico, y el resto son remiendos de ridículas y gastadas teorías esotéricas y
gnósticas.
El tratamiento de Brown a la Iglesia Católica Romana también es poco original.
Repite acríticamente, entre otras mentiras y distorsiones, que la Iglesia fue
responsable de matar a cinco millones de brujas condenadas durante la Edad
Media.
Y me apuesto lo que quiera a que usted desconocía que la divinidad de
Jesucristo fue un invento del emperador Constantino utilizado para apuntalar su
poder:
"Hasta aquel momento de la historia, Jesús era visto por sus discípulos como un
profeta mortal... un poderoso y gran hombre, pero un hombre nada más. Un
mortal”.
“¿No el Hijo de Dios?”
“Claro. Según dijo Teabing. Jesús fue proclamado como “el Hijo de Dios” y
oficialmente reconocido en el Concilio de Nicea.
“Entonces ¿Me estás diciendo que la divinidad de Jesús era el resultado de una
votación”
¡Alto ahí!
La imagen que se puede sacar de aquí no es exactamente fruto de un trabajo
caracterizado por su nivel científico e intelectual.
Tampoco estamos ante una novela de suspense bien trabajada. Hay pocas
acciones destacables. Los protagonistas permanecen en una zona de descanso
del Louvre durante dos capítulos, explicándose cosas el uno al otro. Después se
trasladan a un Banco de Zurich, donde siguen dialogando. Estos personajes
unidimensionales también hablan durante su viaje a Escocia, donde
permanecerán varios capítulos más en los que se desarrolla el insatisfactorio
clímax de este paupérrimo libro.
Generalmente los libros malos suelen ser bastante ignorados, pero este libro,
además de ser un best-seller, ha producido abundantes comentarios de lectores
en Amazon que demuestran un alarmante número de personas bastante
satisfechas, porque el libro les ha enseñado algunas “historias” que antes
desconocían.
Welborn ([email protected]) escribe desde Indiana.
Copyright 2003 Our Sunday Visitor
Catholic News Service (EE.UU.) Una historia disfrazada de Historia en
“El código Da Vinci”
Por Joseph R. Thomas
6 de junio de 2003
De forma resumida se puede decir que “El Código Da Vinci” (Doubleday, 24,95
$, 454 páginas) es una novela exagerada y falsa.
Desde una visión cristiana se puede calificar de ofensiva, pese a su estilo y
trama inteligentes. Esta novela deforma la historia de la Iglesia, disfrazando de
modernidad a la antigua herejía Arriana, entretejiendo con retales históricos y
pseudo-históricos una intriga que se pone en marcha con el asesinato en el
Louvre de un famoso conservador del museo.
La novela de Brown, segunda de su personaje Robert Langdon, ha sido también
muy elogiada y vendida. Esto se debe, sin duda, a la gran estrategia de
márketing realizada por Doubleday, quien distribuyó 10.000 ejemplares
gratuitos a los medios de comunicación. Según recoge New York Times, con
ningún otro libro se había volcado así.
El relato se centra en los esfuerzos de Langdon y una policía francesa
especialista en descodificaciones, Sophie Neveu, por resolver los trabajos
inacabados de Jacques Sauniere, el abuelo de Sophie, que tiempo atrás murió
por el disparo de una figura parecida a la de un monje albino que perseguía un
secreto religioso del cual el único custodio sobreviviente era Sauniere.
Previamente, también habían muerto tres guardas más.
Como el nombre de Langdon aparece en los códigos de Sauniere,
inmediatamente se convierte en el principal sospechoso. Así se ve obligado a
aliarse con Sophie para evadir a la policía mientras descifran las pistas. Pistas
que, por supuesto, también son de interés para los asesinos, quienes, tras la
muerte de Sauniere, se encontraban en un callejón sin salida.
Sin embargo, como podrá imaginar, nada es tan sencillo como parece.
Sauniere, resulta ser el jefe de una sociedad secreta, el Priorato de Sion,
dedicada a la protección de documentos históricos que niegan la divinidad de
Jesús. Además, el misterioso monje es un miembro del Opus Dei que obedece a
las indicaciones del obispo que está a la cabeza de dicha sociedad. Detrás de
ellos existe otra figura vaga conocida como el “Teacher”.
(Esta es al parecer la percepción que tiene el autor sobre el Opus Dei: la de una
sociedad de alta influencia en la Iglesia. También fue retratada con un perfil
cruel en un reciente relato de espionaje, “El Confesor”)
Gracias a las pistas de Sauniere, los personajes encuentran distintos
documentos. Estos documentos remiten a conocidas pinturas de Leonardo da
Vinci, entre ellas “La Mona Lisa” y “La Última Cena”, en las cuales hay otras
pistas relacionadas con el secreto (de ahí el titulo de la novela).
Ahora, si a usted le producen mal humor las reseñas que ofrecen demasiados
detalles sobre una intriga (son los detalles, después de todo, lo que hacen a un
misterio alcanzar esa categoría), lo mejor que puede hacer es pararse aquí y
continuar con su trabajo.
El secreto de Brown sobre el Santo Grial.
Por supuesto, el Santo Grial no es el cáliz de las Cruzadas y las leyendas del rey
Arturo, si no el seno o matriz de María Magdalena.
Brown nos narra, a través de la explicación que Langdon hace a Sophie, que en
la representación de la última cena de Da Vinci la figura recostada sobre Jesús,
generalmente conocida como uno de los apóstoles, en realidad se trata de la
Magdalena. Ella se permite eso porque Jesús, que es un gran hombre pero un
hombre como cualquier otro, es su marido.
"El Código Da Vinci" se sumerge profundamente en el mundo de la
imaginación, cuando Sophie se identifica como descendiente directa de aquella
unión. Éste también era otro de los secretos que Sauniere había estado
protegiendo, evitando incluso que Sophie llegara a conocerlo.
A todo esto, se incluye un ritual sexual "espiritual" que provocó que Sophie
durante 10 años eludiera encontrarse con su abuelo. Esto se relaciona con la
supresión del “carácter sagrado del sexo femenino” por parte del cristianismo.
Una característica de esta supresión es la manipulación del canon de la
Escritura por los primeros cristianos.
Por medio de sus personajes, Brown también postula que esta supresión fue el
factor determinante por el cual se fomentaron las actitudes que condujeron a la
muerte de 5 millones de mujeres durante la inquisición.
Se puede afirmar, desde luego, que el autor tiene una gran inventiva. Pero
Brown mezcla hechos reales con especulación y fantasía de tal manera que el
resultado final cobra fácilmente cierta verosimilitud. En un escritor, esta
habilidad para hacer verosímil una historia tiene un gran valor. Pero, como
cualquier habilidad, puede ser utilizada de forma honesta o deshonesta.
En "El Código Da Vinci" esta habilidad se utiliza para poner en duda la base de
la fe cristiana y atacar a la Iglesia en un formato –el de la novela- en el que el
lector no espera encontrar argumentos enmascarados como verdades
históricas.
Thomas, redactor principal retirado del “The Christophers” y un antiguo
redactor del periódico diocesano, realiza frecuentemente críticas literarias.
Copyright 2003 Catholic News Service
CRÍTICAS EN DIARIOS DE EE.UU. E INGLATERRA SOBRE
“EL CÓDIGO DA VINCI”
Selección de Citas
The Times (Londres)
Santa farsa
Por Peter Millar
21 de junio de 2003
“Este libro es, sin duda, el más tonto, inexacto, poco informado, estereotipado,
desarreglado y populachero ejemplo de pulp fiction que he leído”.
“En ‘La Herencia Scarlatti’, ‘El Círculo Matarese’ o ‘El Engaño Prometheus’,
Robert Ludlum entretejió una trama de complots extravagantes protagonizados
por personajes de cartón piedra que entablan diálogos ridículos. Dan Brown,
me temo, es su digno sucesor”.
“Ya es malo que Brown abrume al lector con referencias New Age (...) pero es
que además lo hace mal”.
“Los editores de Brown han obtenido un puñado de elogios brillantes de
escritores de película de suspense americanas, de esos de tercera fila. Sólo
puedo deducir que la razón de su alabanza exagerada puede ser porque sus
obras, cuando se las compara con este libro, quedan elevadas a la categoría de
obra maestra”.
***
Catholic News Service
Una historia disfrazada de Historia en “El código de Da Vinci”
Por Joseph R. Thomas
6 de junio de 2003
“‘El Código de Da Vinci’ es una novela sobrescrita y exagerada (...). Esta novela
deforma la historia de la Iglesia bajo un disfraz moderno de la antigua herejía
Arriana, entretejiendo retales históricos y pseudo-históricos”.
“Brown mezcla hechos reales con especulación y fantasía de tal manera que el
resultado final cobra fácilmente cierta verosimilitud. En un escritor, esto es una
habilidad de gran valor. Pero, como cualquier habilidad, puede ser utilizada de
forma deshonesta”.
“En "El Código Da Vinci" esta habilidad se utiliza para poner en duda la base de
la fe cristiana y atacar a la Iglesia en un formato -la novela- en el cual una
persona generalmente no espera encontrar argumentos enmascarados como
verdades históricas”.
‘El Código Da Vinci’, la Iglesia Católica y el Opus Dei
Declaración de la Prelatura del Opus Dei en Estados Unidos sobre ‘El Código Da
Vinci’
30 de septiembre de 2003
En marzo de 2003, Doubleday publicó la novela de Dan Brown titulada ‘El
Código Da Vinci’. Está basada en la idea de que Jesús se casó con María
Magdalena y que, por tanto, las enseñanzas acerca de la divinidad de Cristo y
su Resurrección son un antiguo fraude.
‘El Código Da Vinci’ es una obra de ficción. A pesar de que se ha intentado
promocionarla como una auténtica investigación, lo cierto es que la novela
distorsiona la historia del cristianismo y de la Iglesia católica y ofrece un retrato
totalmente irreal de los fieles del Opus Dei y de cómo viven.
Por ejemplo, ‘El Código Da Vinci’ presenta como real la absurda idea de que fue
el emperador Constantino quien inventó en el siglo IV la doctrina de la divinidad
de Jesucristo, cuando en realidad la fe en la naturaleza divina de Cristo se
recoge en el Nuevo Testamento y en los más antiguos escritos cristianos.
Asimismo, la novela afirma que fue Constantino quien decidió incluir los cuatro
Evangelios en la Biblia, cuando es sabido que siempre han sido reconocidos
como auténticos.
‘El Código Da Vinci’ también ofrece un grotesco e injusto retrato de la Prelatura
del Opus Dei. Estas inexactitudes van desde simples errores en datos a injurias
y falsas acusaciones de conductas criminales o patológicas. Por ejemplo, el libro
atribuye a los fieles del Opus Dei la práctica de horribles mortificaciones
corporales y el asesinato de gentes, acusa al Opus Dei de coaccionar y lavar el
cerebro a las personas, sugiere que droga a los nuevos miembros para
inducirles a experiencias religiosas, e insinúa que la Obra saldó la deuda de la
banca vaticana a cambio de ser constituida como Prelatura personal. Todo es
absurdo.
En definitiva, ‘El Código Da Vinci’ es una obra de ficción. Promoverla sin más
sería deshonesto para los lectores de la novela y una falta de respeto para la fe
de millones de católicos y de cristianos.
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