EL JUEGO Y LA LÚDICA DESDE EL VIENTRE MATERNO CARLOS

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EL JUEGO Y LA LÚDICA DESDE EL VIENTRE MATERNO
CARLOS ALBERTO JIMÉNEZ
Para la construcción del concepto de inteligencia lúdica, se requiere
inicialmente comprender algunos procesos cognitivos que ocurren en el
ambiente intrauterino y que constituyen los fundamentos psicológicos,
biológicos y sociales de la personalidad y, por consiguiente, de la inteligencia
humana. Durante muchos siglos se ha creído que el embrión y el feto son una
tabula rasa, cuya personalidad sólo podría fundamentarse cuando tenía alguna
experiencia social-cultural después del nacimiento. Los argumentos de la
psiquiatría tradicional y de la psicología cognitiva planteaban que los niños
menores de dos años difícilmente podrían pensar, debido a que no existían
estructuras cognitivas apropiadas. Las Neurociencias también plantean que las
vías nerviosas en estas edades, no estaban mielinizadas y en consecuencia no
se podían establecer entrecruces de mensajes, debido a que el pensamiento
no se encontraba ligado al lenguaje.
EL EGO INTRAUTERINO
Para los freudianos, sólo con la adquisición del lenguaje los niños comienzan a
utilizar símbolos y a establecer engramas de memorización. En la ultima
década los avances de las neurociencias y de la neuropedagogía, demuestran
que el feto es un ser que oye, percibe, siente, ríe, juega, memoriza, aprende y
hace muchas otras cosas que aún la ciencia no ha podido observar y
comprender. Por consiguiente, los planteamientos freudianos y de algunos
psicólogos tienden a ser revaluados por los nuevos descubrimientos de la
psicología prenatal y posnatal.
Para muchos psicólogos y sicoanalistas, de las líneas de Freud y de Lacan el
ego1 , comenzaba a funcionar entre el segundo y el cuarto año de vida del niño.
Hoy en día la medicina y la psiquiatría moderna (Grof, Verry, Tomates, Graver,
Enausten, Laing), plantean argumentos diferentes, como que el ego del niño
intrauterino comienza a los seis meses, cuando el sistema nervioso ya se
encuentra en condiciones de transmitir sensaciones, inclusive complejas, a los
centros cerebrales superiores (neo-córtex). Sin embargo, las fuertes emociones
de la madre como la ansiedad y la depresión empujan al feto a la acción y, de
esta forma, el niño patalea, gira sobre su cuerpo o, por el contrario, juega con
su cuerpo para poder evadir la incomodidad que tiene (mecanismos de defensa
primitivos, cerebro reptílico, sistema límbico).
Los procesos anteriores desarrollan asociaciones intelectuales rudimentarias
similares a las que puede originar los gritos del padre o un ruido estridente
como la música rock y el reggaeton, que pueden originar en el feto la represión
de sus movimientos naturales de balanceo. Verny y Kelly, en su libro la vida
secreta del niño antes de nacer afirman que: “En el caso de reprimir sus
movimientos el niño no nacido aprende algo acerca de la relación entre causa y
efecto, la forma en que su madre se sienta o se acuesta provoca calambres y,
La formación del “yo” incluye biológica y psicológicamente nuestros deseos, angustias, emociones e
impulsos.
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en consecuencia, le enfurece, lo cual es un precedente del pensamiento
humano “(1998:63).
Los descubrimientos médicos de la década del sesenta, según los cuales, el
niño en el ambiente intrauterino es un ser conciente, inteligente, que juega, que
siente, que sueña y que recuerda, desplazan en cierta medida algunos
argumentos de corte psicoanalista, que planteaban el origen de la conciencia
entre los 18 y los 24 meses. De hecho, entre la quinta y la sexta semana, el
embrión tiene 2,5 cm. de largo y posee sus dos hemisferios cerebrales con un
repertorio complejo de actos reflejos, en los cuales cabe destacar que si las
manos tocan el área que rodea su boca, el feto reacciona alejando la cabeza.
Posteriormente ocurre lo contrario; la cabeza del feto se dirige hacia la mano e
incluso chupa el dedo. Este reflejo continúa después del nacimiento y se
denomina “reflejo de búsqueda”. (rooting reflex). En esta fase también aparece
el reflejo de salamandra que evidencia en cierta medida el grado de
animalidad que se posee a nivel filogenético (cerebro reptílico). Este reflejo
consiste en que si se toca la espalda del feto, al lado de la espina dorsal, éste
se encogerá arqueando la espalda hacia el contacto. Al respecto cabe aclarar,
que cuando un niño gatea, sus movimientos y sus ángulos de desplazamiento
son iguales a los de muchas iguanas. Esto evidencia de cierta forma una parte
antiquísima de la anatomía humana, compartida no sólo por los monos sino por
todo los mamíferos y reptiles.
INTELIGENCIA PRIMITIVA
Entre la octava y novena semana, el niño intrauterino no sólo mueve fácilmente
la cabeza, sino que ya ha construido un primitivo lenguaje corporal (Inteligencia
corporal), con la cual expresa sus gustos y molestias, con sacudidas y patadas;
que posteriormente al nacer origina todos aquellos comportamientos lúdicos
relacionados con el saltar y el brincar que tanto apasionan a los niños. Por otra
parte los reflejos comienzan a ser mucho más complejos, como los
relacionados con el cierre de la mano y con la planta del pie, los cuales pueden
ser activados por el contacto. También se desarrollan movimientos que simulan
el andar y el gatear, movimientos que posteriormente le ayudarán al feto a
dilatar el útero para poder nacer.
A las once semanas, el feto camina, bosteza y se frota los ojos, según
evidencian las nuevas técnicas de alta resolución en tiempo real2, que se
practican en la clínica británica London´s create Healling clinic, se pudieron
registrar conductas complejas nunca antes vistas, a partir de la semana doce:
el feto se estira, patalea y salta en el útero mucho antes de que la madre
comience a sentir los movimientos. En este período, el embrión adquiere el
sentido del gusto, lo cual se evidencia cuando ingiere el líquido amniótico y lo
orina posteriormente. Seguidamente en la semana 18, se ríe, se rasca, llora,
tiene hipo y succiona su dedo pulgar. En este sentido la risa como proceso
lúdico se origina desde el ambiente intrauterino y no como antes se creía,
cuando se planteaba que el bebé necesitaba del rostro de la madre para
hacerlo, seis semanas después de nacer.
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Con esta técnica de Stuart Campbell, el feto se ve en tercera dimensión a diferencia de las técnicas con
ultrasonido que sólo captan dos dimensiones.
Cuando el feto juega con su cuerpo y con los sonidos de su contexto
intrauterino, nace su mundo psíquico y mental, debido a que comienza a
reconocerse a sí mismo (conciencia lúdica-corporal), a través del placer que
siente su piel en contacto con el líquido amniótico, ésta se convierte en un
espacio muy propicio para los primeros aprendizajes del ser humano. La piel en
este sentido, se encuentra regulada por todo el universo del psiquismo
humano, en la que según Valery “lo más profundo es la piel”. Lo anterior se
evidencia a través de los sonidos que se difunden en dicho medio acuoso, en
especial el sonido de la voz de su madre como susurro o como masaje afectivo
que el feto siente así no exista contacto directo. Esta estimulación se da en
toda la piel, a nivel físico y emotivo.
El niño, al jugar con su cuerpo y en especial con sus manos, satisface la
ansiedad del mundo acuático y solitario de los impulsos instintivos que empieza
a producir su cuerpo, por la gran cantidad de estímulos directos que siente el
feto tanto a nivel psicológico (ansiedad-depresión de la madre), como a nivel
físico (sonidos del corazón, de los pulmones y de los intestinos). Después de
los primeros juegos con su cuerpo, comienza a jugar con los sonidos del
ambiente intrauterino, así este proceso se constituye en la primera expresión
lúdica e inteligente del ser humano, ya que el feto tiene la capacidad celular de
memorizar estos sonidos.
PLACER DE LOS SONIDOS
El embrión juega inicialmente impulsado por el placer que le causan los
sonidos internos y externos. Esta forma de jugar le produce distensión y placer,
similar a un estado de trance o meditación en el cual existe desprendimiento de
neurotransmisores como la dopamina y las endorfinas y otra serie de opiáceos
cerebrales que producen en el feto impulsos musculares que hace que patalee
o gire sobre su cordón umbilical o, por el contrario, se produce en el feto un
estado de calma marina que lo tranquiliza y que le permite estar en un estado
intermedio entre la ilusión y el deseo, entre el placer y la ansiedad, que
constantemente le transmite a su madre a través del cordón umbilical. Desde
estas perspectivas cabría preguntarse ¿cuáles son y cómo se deben fortalecer
a nivel perinatal-social-educativo las necesidades psíquicas que tiene el niño
intrauterino? He ahí la gran importancia de comprender el ser humano desde el
inicio de su vida, para desarrollar estrategias pertinentes que conduzcan a
fortalecer
políticas educativas que logren implementar una “educación
embriónica”.
Siguiendo el desarrollo humano en términos evolutivos, al cuarto mes el feto
es capaz de fruncir el ceño y hacer muecas. Al quinto mes, ya tiene
configurado el sistema nervioso, fundamental para que comiencen a aparecer
todos los procesos psicológicos del ser humano, como son la percepción, la
sensación, los impulsos y la memoria los cuales, como operaciones cognitivas,
se encuentran ligadas al pensamiento humano.
Para muchos investigadores al sexto mes, ya es un ser humano fascinante y
sorprendente, que puede recordar, oír, e incluso aprender. Así mismo, ya ha
adquirido toda una serie de representaciones colectivas que interioriza a nivel
de toda la historia del conocimiento y de la cultura y que le permite al niño
intrauterino tener imágenes para soñar dentro del vientre de su madre. En
consecuencia, la mayor parte del tiempo lo que hace el feto es dormir dentro
del líquido amniótico, en donde se desarrollan originariamente la mayoría de
los símbolos que actúan como mensajeros esenciales de la parte instintiva,
para luego ser enviados a la parte racional de la mente humana.
PROCESOS ONÍRICOS
Para algunos psiquiatras como Jung, los procesos oníricos, pertenecen a la
esfera mítica de los arquetipos. Por el contrario, para Freud éstos son
denominados “remanentes arcaicos”, es decir, formas mentales cuya presencia
no puede expresarse con nada de la propia vida del individuo, porque son
formas aborígenes innatas y heredadas por la mente humana. Sin embargo,
Jung en su libro El hombre y sus símbolos, dice: “debo aclarar las relaciones
entre instintos y arquetipos: lo que propiamente llamamos instintos son
necesidades fisiológicas y son percibidas por los sentidos. Pero al mismo
tiempo se manifiestan en fantasías y con frecuencia revelan su presencia sólo
por medio de imágenes simbólicas. Estas manifestaciones son las que yo llamo
arquetipos” (2002:66). Desde este enfoque, los
arquetipos no son
representaciones heredadas ni mucho menos supersticiones como plantean
muchos críticos de Jung, que no han podido comprender sus teorías. De hecho
para Jung los arquetipos son representaciones originadas en nuestra
conciencia, que se manifiestan en fantasías por medio de imágenes simbólicas.
Después del sexto mes, el feto oye con demasiada claridad y de esta forma
comienza el aprendizaje de la lengua materna. El niño intrauterino adapta su
ritmo corporal al habla de su madre y al ritmo que le proporcionan los diferentes
contextos musicales que proporciona la naturaleza humana y social como son:
el latido del corazón de su madre, los sonidos del aire de su pulmón, y de la
sangre, los sonidos peristálticos y toda una variedad de sonidos exteriores que
el niño comienza a memorizar a nivel celular. Desde luego, el niño intrauterino
oye y lo que es más importante responde a lo que oye; de esta forma, unos
susurros del lenguaje materno o unas canciones de cuna le hacen sentirse
amado y deseado.
LA VOZ DE SU MADRE
Lo anterior no se debe a que el feto entienda o comprenda las palabras de su
madre, que evidentemente están mucho más allá de su comprensión
lingüística; pero sí comprende el ritmo, el tono y las afectaciones que produce
la voz de su madre, y las memoriza, es decir, intelectivamente ya ha madurado
para percibir el tono emocional de la voz materna, la cual grabará, y
reconocerá en el momento de nacer. Todo lo anterior es posible debido a que
en el sexto mes, el bebé intrauterino ya tiene un cerebro debidamente formado
e, inclusive, con corteza cerebral.
De esta manera, ya no sólo es capaz de memorizar a nivel celular las
emociones de su contexto intrauterino, sino que es capaz, según R. Verny, de:
“discriminar entre diferentes tipos de cambio hormonal. A través de sus
sentidos percibe y recuerda movimientos, luces, sabores y sonidos. Empieza a
reconocer las voces. Extrae conclusiones a partir de informaciones que recibe
y, basándose en la memoria, crea las respuestas adecuadas, ya sea un
movimiento exagerado para expresar agitación, ya sea la succión de su propio
pulgar para tranquilizarse” (2003:240).
Al séptimo mes, los circuitos neuronales del cerebro se encuentran igual de
desarrollados que los de un recién nacido, lo cual indica claramente la
existencia de un flujo continuo de mensajes neuronales del cerebro (procesos
cognitivos) y de éste a diferentes partes del cuerpo humano. Esto es
determinante para el desarrollo del córtex frontal y, por consiguiente de la
conciencia humana. Recordemos que la corteza cerebral es la que el ser
humano utiliza para pensar, sentir, recordar y predecir, siendo éstos los
procesos fundamentales que distinguen al ser humano de otros seres vivos.
Para Rodolfo Llinás, la conciencia es el resultado del diálogo entre el tálamo y
el córtex cerebral, mediado o regulado por los sentidos.
A los ocho meses, el feto se encuentra mentalmente activo, ya que se ha
podido demostrar que las ondas cerebrales ya se encuentran definidas. Esto
permite al niño intrauterino estados de sueño paradójico3 y de vigilia que
pueden ser comprobados por medidas de REM, que evidencia que los sueños
existen y que son muy semejantes a los de un adulto. Desde esta perspectiva
intrauterina, los sueños se pueden considerar como ejercicios mentales, en los
cuales el niño utiliza el hemisferio derecho para elaborar pensamientos
metafóricos (cfr. Pensamiento metafórico), que encuentran allí su origen y su
proceso de evolución como instrumento cognitivo ligado a la solución de
problemas simples y por qué no decirlo “complejos”, si logramos situarnos
desde su perspectiva y no la nuestra. No obstante, cabe aclarar que la función
general de los sueños es restablecer el equilibrio psicológico. En este sentido,
el sueño cumple un papel reparador o compensador de nuestra vida psíquica.
SONIDO DEL CORAZÓN
Recientemente se ha descubierto que el sueño paradójico tiene una influencia
alta en la actividad neuroplástica del aprendizaje y de la memoria. Esto se debe
a que la fase REM desencadena el desarrollo de arborizaciones dendríticas y
se establece el aumento de contactos sinápticos entre las neuronas, que
pueden llegar a un billón de billones de contactos neuronales. En
consecuencia, es necesario precisar que el periodo neuroplástico más activo se
encuentra entre el nacimiento y de dos a tres años (1.011grs de masa
cerebral), época en la cual el bebé realiza su mayor aprendizaje social,
sensorial, motor, corporal y de equilibrio. También adquiere los procesos
relacionados con el andar, con el movimiento de gatear, reconocimiento de
rostros y de las cosas, la adquisición y la comprensión del lenguaje y todos
aquellos aprendizajes que se adquieren de manera inteligente y lúdica.
3
En el sueño paradójico hay actividad mental, la cual no es controlada por la voluntad y por consiguiente
“esconde” “conserva” “sublima”, entre muchas otras cosas: deseos, ilusiones, ausencias o miedos
inconscientes de carácter arquetípico. Es de aclarar que en esta fase del sueño estamos inmóviles, pero
realizamos movimiento de los ojos de un lado a otro, muy diferente al sueño ligero o profundo.
De la misma manera, el niño tiene la posibilidad de soñar con las imágenes
arquetípicas que posee; de igual forma que con todo el espacio simbólico de
sus deseos o angustias que se manifiestan en una serie de hechos que se han
registrado en su memoria celular. Entre estos procesos cabe destacar el sonido
del corazón de la madre, al cual el niño intrauterino le confiere un significado
metafórico que va a perdurar para toda su vida, ya que lo va ligar
cognitivamente a la “felicidad”, al “juego”, la “tranquilidad”, la “seguridad”, el
“amor”, que produce dicho sonido lúdico en el niño, con el que duerme, sueña
y descansa durante toda su existencia perinatal.
En consecuencia, estos sonidos productores y gestores de símbolos,
posteriormente serían asociados con los susurros del lenguaje, las canciones y
los cuentos de cuna, el abrazo y el movimiento de la madre cuando lo
alimenta, los sonidos de sus juguetes (sonajeros, tambores, etc.), para
desarrollar y fortalecer la inteligencia musical que lo acompañará desde el
vientre materno hasta la muerte.
Neurológicamente, tanto la madre como el niño intrauterino tienen su propio
cerebro y su sistema nervioso autónomo e independiente, a pesar de haber
existido una relación simbiótica muy profunda en su fase embrionaria. Sin
embargo, existe un diálogo de las moléculas de emoción, (Cfr: sensaciones
libidinosas, matrices perinatales), que pueden alterar físicamente la parte
biológica y psicosomática del bebé, predisponiendo al niño intrauterino a
trastornos de orden psicológico, como la ansiedad, la depresión, la
hiperactividad, transmitidos por la madre a través de una producción excesiva
de neurohormonas (adrenalina, noradrenalina, serotonina, oxitocina).
EFECTOS COLATERALES
Cuando la madre se encuentra en estado de ansiedad muy profundo, causado
por factores de orden biológico, psicológico o social, la psicología prenatal,
plantea algunos efectos colaterales, como los que se refieren al poco peso del
bebé al nacer, igual que el bajo rendimiento escolar en la infancia. Para Verny y
Kelly “la excesiva secreción neurohormonal materna crea un SNA
sobrecargado que conduce a poco peso al nacer, trastornos gástricos,
dificultadas de lectura… una producción excesiva de hormonas maternas
progesterona y/o estrógeno provoca desequilibrio en el sistema nervioso y en el
cerebro del feto, lo que a su vez conduce a trastornos constitucionales de la
personalidad” (1998:58).
Seguidamente, a los nueve meses, el niño intrauterino se ha vuelto
profundamente consciente tanto de su universo interno como externo. Las
percepciones, la irritabilidad, los impulsos, las sensaciones, los sonidos se
convierten en parte de él, como lo son sus manos, sus brazos y sus piernas ya
que ha adquirido una conciencia corporal que le permitirá tener seguridad
sobre sí mismo, a pesar de estar en un ambiente inhóspito, debido a que ya no
puede flotar con facilidad en ese medio acuoso de liquido amniótico tibio que
tenía en sus primeras fases embrionarias. En este período, el feto adquiere
movimientos respiratorios que lo van a preparar para su nueva vida aérea,
éstos pueden ir apareciendo acompañados de bostezos, hipo e, inclusive,
intentos de llorar debido a la gran angustia en que comienza a verse envuelto.
Por otro lado, el peso y la forma de su cuerpo no le permiten actuar libremente
en el líquido amniótico; por esta razón, gira 90 grados sobre su cuerpo,
quedando aprisionado de tal forma que existe una presión muy alta sobre sus
arterias, lo cual impiden el paso normal de oxígeno a través de la placenta de
su madre. Así, se origina un estado de angustia y de ansiedad que enfrentan al
niño con la muerte y con la violencia y, por consiguiente, se origina la
producción de oxitocina por parte de su madre para que se inicie el proceso de
dilatación del útero. Sin embargo, es necesario aclarar que es el niño el que
induce el parto y no la madre (cfr: Matrices perinatales).
Del mismo modo, la neurohormona producida por la madre no sólo se encarga
de la expulsión del bebé, proporcionando una fuerza equivalente de 18 kgrs
sobre cuello del útero, sino que se ha demostrado que produce en el bebé una
especie de efecto amnésico, que no permite recordar al ser humano procesos
vividos de 0 a 2 años y para lo cual se requieren de técnicas terapéuticas
alternativas como la regresión hipnótica, las experiencias holotrópicas4 o
fármacos que estimulan estados alterados de conciencia, permitiendo revivir
todos los traumas psíquicos vividos en esos estadios perinatales, los cuales
pueden dejar marcas imborrables a nivel del intelecto y de la personalidad
humana.
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Los estados de regresión perinatal, son terapias que utilizan la relajación, la hiperventilación por
espacios prolongados y música evocadora.
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