A C U E R D O En la ciudad de La Plata, a 28 de diciembre de 2005, habiéndose establecido, de conformidad con lo dispuesto en el Acuerdo 2078, que deberá observarse el siguiente orden de votación: doctores Soria, Roncoroni, Negri, Pettigiani, Kogan, Hitters, de Lázzari, se reúnen los señores jueces de la Suprema Corte de Justicia en acuerdo ordinario para pronunciar sentencia definitiva en la causa Ac. 86.214, "Galmez, Sara Paola y otros contra Martínez Boero, Miguel Eduardo y otros. Daños y perjuicios". A N T E C E D E N T E S La Sala I de la Cámara Segunda de Apelación en lo Civil y Comercial del Departamento Judicial de La Plata revocó la sentencia de primera instancia y dejó establecido que los honorarios del doctor Gonzalo Paz Saguier y de los peritos Alejandro Mario Sendín, Carlos Felix Ocarauza y Nélida Leonor Balbi deberán regularse tomando en cuenta el total de los rubros indemnizatorios reclamados en el escrito de demanda (ver fs. 853). Se interpuso, por la codemandada Provincia Seguros S.A., recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley. Dictada la providencia de autos y encontrándose la causa en estado de dictar sentencia, resolvió plantear y votar la siguiente C U E S T I O N la Suprema Corte ¿Es fundado el recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley? V O T A C I O N A la cuestión planteada, el señor Juez doctor Soria dijo: 1. La Cámara departamental revocó la sentencia dictada en la instancia de origen y dejó establecido que los honorarios del doctor Gonzalo Paz Saguier y de los peritos Alejandro Mario Sendín, Carlos Felix Ocarauza y Nélida Leonor Balbi deberán regularse tomando en cuenta el total de los rubros indemnizatorios reclamados en el escrito de demanda (ver fs. 853). 2. Contra esta decisión se alza, por apoderado, la parte demandada y citada en garantía mediante el recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley obrante a fs. 861/877 por el que denuncia la errónea aplicación del dec. ley 8904 y doctrina de esta Corte y apartamiento de lo normado por el art. 505 del Código Civil (ver fs. 862 vta.). En síntesis sostiene el recurrente que el fallo criticado infringe lo dispuesto en el art. 25 del dec. ley 8904, que establece que para los casos de transacción la regulación de honorarios se practicará sobre el monto total que resulte de la misma, como así también le achaca haber omitido la normativa contemplada por el art. 505 del Código Civil reformado por la ley 24.432, que sujeta la regulación de honorarios profesionales de todo tipo al monto de la sentencia, laudo, transacción o instrumento que ponga fin al diferendo (ver fs. 868/868 vta.). También alega la inaplicabilidad de la doctrina utilizada por la alzada, entendiendo para ello que se trata de disímiles especie, circunstancias incurriendo, además a en las un acontecidas absurdo en formal y la de interpretación errónea de la normativa que no se aplica al caso particular, pues, dice, el acuerdo celebrado entre las partes no especula un interés mezquino, el monto no es irrisorio, no intentase perjudicar intervinieron contrario ha el existido el a simulación los acuerdo resultaron ni fraude profesionales transaccional, ajustados a los que que no sino por el intereses de la contraria reclamados en autos, y no contraviene el orden público, protegiendo el interés de los menores involucrados, tal como lo ratificó la Asesora de Incapaces (ver fs. 868 vta./869). Finaliza su presentación sosteniendo que la regulación practicada no se condice con lo dispuesto por la normativa vigente en materia de honorarios ni con las leyes de fondo, motivo por el cual resulta violatoria del derecho de propiedad consagrado por la Constitución nacional (ver fs. 876 vta.). 3. El recurso no puede prosperar. El art. 25 del dec. ley 8904/1977 establece que, en los casos de transacción, la regulación de honorarios se practicará sobre el monto total que resulte de la misma; similar referencia efectúa el art. 505 del Código Civil, en el párrafo agregado por la ley 24.442. Aun cuando el sub examine encuadra dentro de uno de tales supuestos, no corresponde sin más, la aplicación de los mencionados preceptos, si el letrado Gonzalo Paz Saguier y los peritos Alejandro Mario Sendín, Carlos Felix Ocarauza y Nélida Leonor Balbi no han participado en la transacción, como -incontrovertidamente- ha ocurrido en la causa. Es criterio de esta Corte que las determinaciones establecidas en la transacción tienen vigencia solamente con respecto a los profesionales que intervinieron en el acto (doct. causa Ac. 52.451, "Mazza de Amicone, sent. del 6-VII-1999). Así, lo estipulado por la actora con la aseguradora de la demandada, resulta en lo oponible a que hace quienes, al monto como del juicio, no con los acontece recurrentes, son profesionales que no participaron en dicho acuerdo (cfr. C.S.J.N. Fallos, 310:2829; 323:676). Con el alcance reseñado voto por la negativa. A la cuestión planteada, el señor Juez doctor Roncoroni dijo: I. Es cierto que, como lo señalara el doctor Hitters en Ac. 51.536, Ac. 52.451 y L. 65.021 (sent. del 6-VII-1999, las dos primeras y la última del 12-IV-2000), la problemática de los efectos que produce la transacción de las partes con respecto a los honorarios de los letrados que no participaron de la misma ha dividido las aguas de la jurisprudencia y de la doctrina. También lo es que esta Suprema Corte ha navegado en unas u otras aguas y que la postura otrora mayoritaria (a los fines de la regulación de honorarios de los profesionales intervinientes en el juicio, la transacción celebrada entre las partes y que puso fin al mismo es oponible a todos ellos y sus estipendios han de tarifarse sobre el monto total de la transacción, tal como lo dispone el art. 25 del dec. ley 8904) sostenida en la citada causa por el doctor Salas, ha pasado a ser minoritaria para ceder aquel rango dominante a la que expresan -hasta hoy al menos- los votos de los doctores Negri y Hitters que ganara la adhesión del doctor de Lázzari y que puede resumirse de la siguiente manera: "la transacción no aprovecha ni perjudica a terceros, de modo tal que el monto de la misma, apto para determinar los honorarios de los letrados que intervinieron en ella, no lo es ni obliga a los restantes profesionales que no tuvieron participación en el acuerdo transaccional". No es menos cierto que las discrepancias siguen sembrando el campo jurisprudencial (así, por caso, C.N. Civ. en pleno en fallo del 2-X-2001 sostuvo que "la transacción o conciliación que pone fin al pleito es oponible a los fines arancelarios a los profesionales participaron 2001-F-592) que del y intervienen acuerdo que, por mi en el respectivo", parte, he proceso en de y "La sumar no Ley", mi voz disonante con la que expresa la actual mayoría. Pero para comenzar a hacer camino y como modo de prefijar el rumbo (y el sentido de mi pensar), vayan estas aclaraciones preliminares: a) no es la transacción, ese contrato extintorio de relaciones jurídicas litigiosas o dudosas que forjado al dictado de la autonomía de la voluntad de las partes se erige en precepto jurídico o norma individual que regula los intereses de éstas, el acto del cual se desprende en forma directa e imperativa para los abogados, procuradores u otros peritos) profesionales el modo y el actuantes monto que en han juicio de (por caso, determinar la regulación de sus honorarios profesionales en dicho juicio, concluido por la transacción de las partes. Es la ley (la voluntad del legislador, como gustan decir algunos) la que dispone que, en tales casos, "la regulación de honorarios se practicará sobre el monto que resulte (transacción)" (art. 25 y 1º, dec. ley 8904). de la misma Desde ya que la ley reenvía al convenio transaccional, al igual que lo hace al contrato locativo para regular los honorarios de los profesionales actuantes en un juicio de desalojo (art. 40, dec. ley cit.). Pero la diferencia no es menor, ni debe pasar desapercibida. La llamada eficacia directa del contrato, en tanto precepto creado contratantes, por se la autonomía despliega jurigenética normalmente en la de los esfera jurídica de estos últimos (las partes del contrato) y sólo la eficacia indirecta se refleja o repercute en el ámbito de los terceros, como docentemente se explica en el voto del doctor Salas con transcripción de las enseñanzas que en torno al tema se imparte en la obra de Fernando J. López de Zavalía, allí citada. En nuestro caso, el efecto dimana de la ley. Vale decir de una norma general y abstracta que, para todos los posibles casos judiciales que terminen por transacción en la Provincia partes y de Buenos letrados, Aires establece y cualesquiera que la fueren regulación de sus los honorarios de los profesionales que intervinieren en tales juicios se practicará tomando en cuenta el monto de la transacción. b) Los abogados de las partes, hayan intervenido o no en el acuerdo como asesores o representantes; hayan cesado o no con antelación al mismo en la prestación de sus servicios a sus clientes, son siempre terceros frente a la transacción. Si firman el convenio transaccional como representantes -y con poder suficiente para ello- podrán ser parte "formal", mas nunca parte "sustancial", calidad que sólo corresponde a aquellos en cuyo nombre firmaron. De allí, que no resulta acertada la distinción entre los abogados que intervinieron en la transacción y los que no intervinieron en ella, ni tampoco las consecuencias diversas que se desprenden de ello en el voto del doctor Hitters en la citada causa laboral. Es cierto, que su intervención en el asesoramiento y hasta en el diseño de la transacción podría llevar a pensar que han prestado su asentimiento a la misma y, por tanto, toda pretensión de excluirse luego de sus efectos reflejos sobre los honorarios a percibir por ellos, podría reputarse contrario a la buena fe y violatorios de los principios de autorresponsabilidad y de la confianza despertada en sus asesorados. Pero aún así, ni ellos se constituyen en partes de la transacción, ni son alcanzados por los efectos directos de la misma. Más aún pueden haber asesorado o aconsejado lo contrario, pero fiel a la decisión final de su cliente concluir construyendo el acuerdo transaccional que este eligió y quiso para poner punto final al entuerto. No desconozco que si al transar las partes pactan los honorarios de algunos o todos los abogados o profesionales que intervinieron instrumento que en el alberga pleito la y estos transacción y suscriben el el de pacto honorarios, dichos profesionales son partes de este pacto, mas no lo son de la transacción. Uno y otro son contratos o negocios distintos, si bien tienen un nexo o ligamen entre sí. No son los efectos directos de la transacción los que, en este caso, los obligan a respetar u observar el monto de la misma. Sino el pacto de honorarios -en el cual son partes- que a veces tomará como patrón indicador el monto de la transacción y otras no, según lo que a su respecto convengan sus partes (los clientes y sus profesionales). En la similitud de los vocablos "participar" y "ser parte", se ha intentado radicar el principio de la relatividad de los términos. Sin embargo, es a todas luces evidente que, al margen del juego de palabras, todos los abogados son terceros, tanto los que "intervinieron" como los que no "participaron". c) En la base misma de la doctrina que estatuye esa distinción (estar a los valores de la transacción cuando se trata de regular los honorarios de los profesionales que intervinieron en la misma y, en cambio, acudir al monto impetrado en la demanda o, en su caso, al que resulte de la sentencia para fijar los estipendios de quienes no intervinieran en aquel acto) hay una presunción que alienta la misma y, sin la cual, ella no sólo no se habría construido, sino que carecería de sentido: se presupone que los profesionales que no participaron en la facción o asesoramiento de la transacción pueden ser perjudicados a través de una simulación objetiva y relativa tramada por los sujetos del acto -y obligados al pago de los honorarios de aquéllos- estampando en el instrumento o acta de la transacción un monto inferior al que cerró el acuerdo. No negamos que tal riesgo exista en algunos casos. Pero no es mediante la recurrencia a esa distinción, dejando de lado la pauta arancelaria que el legislador estatuyera para determinar el honorario de los abogados por su actuación judicial cuando el proceso concluye por transacción o forzando el principio de la relatividad de los contratos, que puede y debe neutralizarse el mismo. En tales casos, los letrados que supieren o sospecharen el actuar fraudulento de las partes de la transacción, tienen a su mano las acciones nulificadoras pertinentes (arts. 955 y 1045 del Código Civil). Por lo demás, esta presunción de un actuar simulatorio bien puede recaer exclusivamente sobre las partes del proceso, quienes pueden haber tramado un precio simulado de la transacción con antelación al acto de su instrumentación, a espaldas y con total desconocimiento de sus abogados actuantes y en perjuicio tanto de éstos como de los que antaño les prestaran sus servicios en el pleito. Y si la operación mental presuncional puede desplegarse teniendo como protagonistas del acto fraudatorio sólo a las partes o a éstas con conocimiento y asesoramiento de los profesionales que los asisten en el acto transaccional, la distinción acorde al que regula monto profesionales que de no los honorarios la transacción participaran del de y estos últimos los de los acuerdo de modo diverso pierde rigor. Más aún, por ese camino presuncional, también los letrados que participaron del acuerdo podrían argüir -a partir, por caso, del hecho indiciario que pueden encontrar la gran diferencia entre el monto del acuerdo y el que originariamente se debatiera en el proceso- al igual que los letrados ausentes, que el mismo les es inoponible y solicitar que se regulen sus honorarios de conformidad al monto de la demanda. Ahora sí, hechas estas necesarias precisiones que ya anticipan mi disenso con la doctrina legal que reina en este Tribunal al presente y por fuerza de la mayoría, paso a explicitar el mismo. II. No mucho más que lo ya dicho en el voto del doctor Salas en la causa laboral referenciada (L. 65.021), cabe sumar en torno a los efectos relativos de los contratos respecto de los terceros. Todos sabemos del principio según el cual el contrato (y también el contrato transaccional) es para los terceros res inter alios acta. En esa línea, que expresan tanto el art. 1195 del Código Civil para todos los contratos, como el art. 851 del mismo cuerpo legal para la transacción, los contratos sólo producen sus efectos (directos) para las partes que lo celebran y para sus herederos y sucesores universales, mas no poseen tal tipo de eficacia frente a los terceros, ajenos al mismo, a quienes no pueden perjudicar ni beneficiar. "Este principio de falta de eficacia del contrato respecto de los terceros o de la limitación de la eficacia del contrato al círculo de las partes que lo han realizado posee un claro fundamento. El contrato es un acto de ejercicio de un poder de autonomía privada y la autonomía privada consiste en la posibilidad de dictar una ley -el precepto- por el cual se ha de regir la propia esfera jurídica. jurídica Un de contrato terceras con una personas eficacia no sería en un la esfera acto de autonomía, sino que constituiría una invasión en la esfera jurídica ajena" (Diez Picazo, Luis, "Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial", ed. Civitas, Madrid, 1996, 5a. ed., vol. I, pág. 424). Pero lo que venimos diciendo, tal como se desprende del voto premencionado, de la cita doctrinaria que en él se hace y del claro texto del art. 1197 del Código Civil, sólo se refiere a los efectos directos del contrato, aquéllos que se producen en la esfera de las personas que le han dado vida, que han creado el precepto por el que han de regir su relación y que son, además de sus creadores, los destinatarios del mismo. Mas de allí a entender que el contrato no existe frente a los terceros, que el mismo no proyecte efectos sobre éstos, quienes, a su vez, lo pueden desconocer y argüir que les es inoponible -sin más ni más- es ir demasiado lejos y apartarse de lo que ocurre en el mundo de la realidad negocial que es el reglado por el derecho. Hay que entender que una vez nacido el contrato por la voluntad de las partes, el mismo, en tanto "producto jurídico" de esa creación interpartes, se suma a toda la enorme constelación de hechos, actos y negocios jurídicos que pueblan el interactuando con ancho alguno mundo de de dichos incluso, proyectando y relación a Efectos, terceros. la propalando realidad actos o ciertos estos, que se jurídica negocios efectos e, con reflejan y proyectan con distinta intensidad (al igual que las ondas circulares y expansivas que provoca la piedra arrojada sobre un espejo de agua) sobre los variados terceros. Por caso, mientras a los acreedores de alguna de las partes contratantes, en tanto el patrimonio de su deudor es la garantía común de sus acreencias, no le son indiferentes los contratos que su deudor celebre y merced a los cuales éste pueda disminuir o aumentar su patrimonio; a los terceros ajenos a toda relación con los contratantes -los verdaderos penitus extranei- esos contratos, en principio, en nada los rozan. Mas lo dicho no importa que ni estos terceros (los penitus extranei), ni ningún otro puedan, al amparo del adagio es iner alios acta aliis neque nocere neque prodesse potest, desconocer la existencia de esos contratos en los que no fueron parte o la de ciertos efectos reflejos que los mismos proyectan sobre ellos -perjudicándolos o beneficiándolos indirectamente- bajo la alegación de que les son inoponibles. Es que el contrato por el sólo hecho de existir, es oponible a todos e invocable por todos. A esta altura de nuestro discurrir, para que la lectura del art. 1199 ("Los contratos no pueden oponerse a terceros ni invocarse por ellos...") no nos haga derrumbar en equívocos, me parece prudente y aleccionador recordar que en dicha norma -tal como lo señala Mosset Iturraspe- "el vocablo oponerse está empleado como sinónimo de obligar e invocar como equivalente a ejercicio de un derecho creditorio" ("Contratos" Ediar, 1978, Bs. As., pág. 293, nota 25). III. Es indudable que en el mundo de la realidad jurídica al que aludiéramos, el contrato una vez creado, más allá de los efectos directos que produce sobre sus propios autores y para los cuales constituye su propia ley (art. 1197 Código Civil), puede incidir o impactar sobre situaciones ajenas al preverlo jurídicas contrato- sus de que autores, disvaliosamente terceras el personas mismo, viene a (beneficiándolas o aún -totalmente sin quererlo ni modificar valiosa o perjudicándolas). Son los llamados efectos indirectos o reflejos del contrato. Los ejemplos (tal como lo sostuviéramos integrando la Excma. Cámara 1a. de Apelación Sala III de La Plata, en pronunciamiento del 16 de agosto de 2001 en causa 237.921) son múltiples: las ventas ruinosas de un padre pueden perjudicar a sus hijos; las donaciones de su deudor pueden perjudicar a su acreedor, así como los donaciones que el primero reciba pueden beneficiar al segundo. Precisamente como esas posibilidades existen, es que el Derecho las ha disciplinado desde hace siglos. La acción pauliana, la de simulación, la de colación, la declaración de prodigalidad, la revocatoria medios que concursal, el Derecho etc., provee son para todos que ejemplos los de terceros afectados puedan defenderse de los efectos negativos de contratos en los que no han sido parte. Todos estos medios serían innecesarios si fuera cierto que hay una norma general que permite a los terceros desconocer los contratos en los que no han sido parte, es decir, actuar y obrar como si no existieran. Pero esa norma general de inoponibilidad no existe y eso explica que el Código Civil discipline la acción de fraude, la de simulación, la de colación, etc. Claramente, si le bastara al tercero con remitirse a la norma general que limita los efectos de los contratos a sus firmantes (art. 1195 del Código Civil), los juicios por fraude o simulación serían innecesarios. Sin embargo, lo cierto es -tal como venimos insistiendo- que los terceros no pueden desconocer oponerse a los efectos ellos con de los los contratos medios y especiales sólo que pueden la ley prevé. IV. Y esto mismo cabe predicar de los letrados que patrocinaran o representaran a las partes y frente a la transacción concertada por estas últimas sin su participación, alegan la inoponibilidad de la misma a su respecto y al sólo efecto de que el monto del contrato extintorio no sea tomado honorarios profesionales, como tal patrón como para lo regular dispone la sus ley arancelaria local (art. 25, dec. ley 8904). Es que en consonancia con todo lo ya dicho y con la que fuera doctrina legal de esta Corte, si la transacción sólo produce sus efectos directos entre las partes que transaron, para extinguir o modificar la relación jurídica preexistente sobre la que litigaban (eficacia interpartes del contrato), también proyecta o refleja sus efectos indirectos sobre los terceros, a quienes les es oponible y por quienes respecto resulta de profesionales invocable terceros), que asistían (eficacia alcanzando y del contrato incluso asistieron a a las los partes, aunque no hayan sido partícipes del acuerdo transaccional. Pero a más de ello, no está demás señalar que esa eficacia refleja contractual posee varios rostros y distintos matices que Giovene (quien en esto siguiera a Ihering y cuyas ideas extraemos de la obra ya citada de Diez Picazzo) distinguió entre una eficacia refleja simple y una eficacia refleja propiamente dicha, considerando que la primera se produce en aquellos casos en que el efecto que el tercero consigue es un efecto de mero hecho y la segunda cuando es un efecto estrictamente jurídico. Para señalar como supuestos de esta segunda categoría (eficacia refleja propiamente dicha) aquellos que derivan de la igualdad de situaciones jurídicas, de la conexión entre ellas o exclusivamente de la voluntad de la ley. A estos últimos efectos (los impuestos por la ley), Messineo, los llama efectos reflejos legales. El contrato, por consiguiente -nos dice- es solamente un presupuesto de hecho para que los mismos se produzcan; no es su causa ("Derecho Civil y Comercial" EJEA, Bs. As., 1971, t. IV, pág. 510). Esto es lo que acontece en nuestro caso, la ley arancelaria como ya vimos, establece que "en los casos de transacción, la regulación de honorarios se practicará sobre el monto total que resulte de la misma" (art. 25, dec. ley cit.). legislando sobre Es obvio los que efectos el legislador directos del no está contrato transaccional, sino que está estatuyendo un efecto reflejo legal del mismo, al determinar cómo se fijan los honorarios de los profesionales del derecho que hubieren asistido a las partes en un litigio que concluyó por transacción. Y no es sólo esta ley provincial la que nos impone estar al valor de la transacción a la hora de establecer la paga del trabajo profesional. La ley 24.432 en el apartado que agregara el art. 505 del Código Civil establece que la responsabilidad por las costas "no excederá del 25% del monto de la sentencia, laudo, transacción o instrumento que ponga fin al diferendo". La regulación que prescindiera del valor de la transacción, ateniéndose al de la demanda (cuando el de ésta es -como de común- bastante superior al de aquélla) violaría, seguramente, el límite legal. No desconocemos -ya lo adelantamos- la posibilidad de que mediante el ardid de ocultar el monto verdadero de la transacción, simulando y estampando en el documento que la acuna un monto inferior, se puede burlar y perjudicar los honorarios de los profesionales que asistieron a las partes a lo largo corresponder, del en proceso, algunos amén casos, de a los algunos que pudieran peritos que dictaminaran en el pleito. Después de todo éstos son tan terceros ante la transacción, como los abogados. Pero estas maniobras fraudatorias de los derechos de los terceros, también se pueden y suelen dar con la torcida recurrencia a otros contratos o actos jurídicos, como ya lo expusiéramos. Y en uno y otros casos, el tercero que quiera escapar a los efectos reflejos que el contrato de otros proyecta sobre su situación jurídica, deberá impugnarlo por los medios que la ley le concede a tal efecto. Comentando el tratamiento de este tema en la ley arancelaria local, Berizonce y Méndez, nos dicen: "si se demostrare la existencia de simulación tendiente a perjudicar a terceros -los profesionales antes actuantes y, seguramente, el fisco por la tasa de justicia- la nulidad del acuerdo procesal o al menos su inoponibilidad a los perjudicados, será procedente. Las ínsitas dificultades de semejante prueba criterio objetivo, letrados, supuestos, importe de de habrían modo en la resguardo que peticionar justificado se les del o adopción interés posibilitara, regulaciones demanda la sobre reconvención" la de de en un los esos, base ("Honorarios del de Abogados y Procuradores", Librería Editora Platense, 1979, pág. 101). Lo que los autores sugieren es un cambio legislativo, que no debe ser confundido con la propuesta de alterar o desconocer los alcances de la norma. Llegados a este punto y tal como lo hiciéramos en nuestro voto de la Cámara Primera Sala III, podemos decir que en resumen: tanto por la norma arancelaria local (art. 25, dec. ley 8904) como por la incorporada al texto del art. 505 del Código Civil por la ley 24.432, como por el verdadero sentido de la noción de parte y de tercero en el art. 851 -al igual que en el art. 1195 del mismo cuerpo legal- el monto del proceso a los fines regulatorios de todos los profesionales intervinientes en él debe ser el de la transacción que le puso fin. Por ello voto por la afirmativa. A la cuestión planteada, el señor Juez doctor Negri dijo: Como sostuve al expresar mi voto en las causas Ac. 41.036 ("Acuerdos y Sentencias", 1991-II-823); Ac. 49.573 (sent. del 15-XI-1994) y Ac. 51.536 (sent. del 6-VII-1999), el art. 25 del dec. ley 8904 que decide que en los casos de transacción, la regulación de honorarios se practicará sobre el monto total de la misma, debe interpretarse sin violentar las normas de fondo que regulan tal instituto: en el caso el art. 851 del Código Civil. Dispone este artículo que la transacción hecha por uno de los interesados, ni perjudica ni aprovecha a terceros ni a los demás interesados, aún cuando las obligaciones sean indivisibles. A la luz de tal principio, los valores establecidos en la transacción tienen vigencia solamente con respecto a los profesionales que intervinieron en el acto; más aún teniendo en cuenta la interpretación restrictiva, que rige la aplicación de este instituto legal y que impide comprender en él aspectos extraños a los que estrictamente las partes en forma mutua resignaron en aras de superar el conflicto (arg. arts. 851, Código Civil y 25, dec. ley 8904). La aplicación del criterio sostenido en los presentes autos, significa que no habiendo tanto el letrado apoderado de la demandada como los peritos participado del acuerdo transaccional, no corresponde tenerlo en cuenta a los fines arancelarios. Con el alcance indicado, voto por la negativa. A la cuestión planteada, el señor Juez doctor Pettigiani dijo: I. En el sub judice, -y tal como se sostuvo en la citada causa L. 65.021- a fs. 771/773, luce el acuerdo transaccional celebrado por la parte actora y Provincia Seguros S.A. -citada en garantía- por el que aquél expresa que depositadas que sean las sumas indicadas en el punto a) de la cláusula segunda y percibida que sea la suma indicada en el punto b) de la misma cláusula, nada más tendrá que reclamar en ningún concepto derivado de lo que fuera objeto de reclamo en las presentes actuaciones contra ninguna de las partes demandadas, citada en garantía y/o terceras personas, que puedieran resultar responsables por los daños y perjuicios acción y del del accidente derecho de contra autos, todos desistiendo ellos (ver de la cláusula Tercera; fs. 772). II. El litisconsorcio voluntario pasivo constituido por asegurado y asegurador, implica una relación procesal única con pluralidad de partes procesales en la que cada una de ellas actúa autónomamente (naturaleza del litis-consorcio conformado por el asegurado y el asegurador en la pretensión deducida por el damnificado. Augusto Mario Morello y Rubén S. Stiglitz, J.A., III-710). Por ello, los actos de disposición del objeto procesal realizado por uno o algunos de los litisconsortes producen sus efectos normales cualquiera que sea la actitud asumida por el resto de aquéllos, y sin que tales actos procesales beneficien o perjudiquen a los restantes (Enrique Lino Palacio, "Derecho Procesal Civil", Abeledo Perrot, Bs. As., 1970, t. III, p. 222; Ac. 42.540, sent. del 30-X-1990). III. Así, integrantes la del transacción realizada litisconsorcio por facultativo uno de los pasivo no extiende sus efectos a los otros (Ac. 20.016, sent. del 28-V-1974 en "Acuerdos y Sentencias": 1974, t. I, pág. 1133), salvo el supuesto normado por el art. 853 del Código Civil (conf. "Procesos con sujetos múltiples", H.J. Martínez, t. I., ed. La Roca, 1994, p. 71) que constituye una excepción al principio de los efectos personales de la transacción (art. 851 del Código Civil) -conf. Jorge Joaquín Llambías, "Código Civil anotado", t. II A, Abeledo Perrot, Bs. As., p. 835-, no siendo el presupuesto de autos ya que no se trata de una obligación solidaria, sino de las denominadas in sustanciales ("Tratado Perrot, solidum, que presentan diferencias que resalta de Bs. Derecho As., con el citado Civil-Obligaciones", 1970, nº 1289, aquéllas págs. las Llambías t. II, ed. 597/599, en particular pto. F en p. 598). IV. autos Sin del perjuicio acuerdo de ello, la transaccional presentación al que se en los arribara, conforme surge de su cláusula ut supra transcripta en lo principal, implicó sin duda un desistimiento del derecho por parte demandado del actor principal. (art. En 305, C.P.C.C.) efecto, éstos, respecto al no del haber participado del mismo, no fueron alcanzados por los efectos del convenio transaccional. Destaco que si bien se han registrado precedentes que determinaron efectos la inoponibilidad regulatorios, de refiriéndose la a transacción los a los letrados que habiendo actuado en el juicio no intervinieron en dicho acto, no se advierte razón para apartarse de ese principio con relación a los peritos por el hecho de tratarse de un profesional de una disciplina ajena al derecho. Por lo expuesto, los honorarios del abogado y los peritos deben regularse según lo dispuesto por el art. 23, segundo párrafo del dec. ley 8904/1977 en conjunción con el art. 28 inc. "f" del mismo régimen legal, es decir tomando en cuenta el monto demandado en el escrito postulatorio, atendiendo a la etapa procesal por la que tramitaba la causa, como es doctrina de esta Corte (conf. causa L. 42.783, sent. del 21-VIII-1990 en "Acuerdos y Sentencias": 1990, t. III, pág. 29, E.D., 140-304). Por ello, voto por la negativa. A la cuestión planteada la señora Jueza doctora Kogan dijo: Coincido con la solución que propicia el doctor Roncoroni sobre la base de las siguientes consideraciones, con relación al monto que debe ser computado a los fines de la regulación de honorarios del letrado y los peritos que no participaron en la transacción. La Corte de Justicia de la Nación, en la causa "De Sousa, Nación" Daniel del O. c/ Empresa 27-X-1992 de Obras (T.315:2575) Sanitarias sostuvo de "Que la los aranceles vinculan normalmente la base sobre la que ha de regularse el honorario no sólo con el valor disputado, sino también con el modo de terminación del proceso ... Es claro, cuando hay acuerdo entre las partes, que su efecto sobre los honorarios no es un problema de los que se gobiernan por la legislación civil sobre contratos, sino que deben acatarse las leyes que específicamente regulan la materia y que se refieren a ellos. Por ello, como regla carece de sentido señalar que los profesionales sean terceros a los que el acuerdo no es oponible. Ello no empece a que, por otro lado, se aduzca y pruebe, en algún caso, el carácter fraudulento y doloso del acuerdo, destinado a no reglar los intereses de las partes, sino a burlar la situaciones justa que retribución por su carácter de los profesionales, requieren la adecuada prueba. Que, por otro lado la razón del legislador en la redacción de los textos que rigen la materia, es clara si se atiende a que, de lo contrario se desalentaría a las partes que deseen arribar a un acuerdo, encareciendo y prolongando juicios innecesariamente, con el consiguiente costo social..." La doctrina sentada por el Alto Tribunal, que comparto plenamente, se encuentra contemplada en el art. 25 del dec. ley 8904/7 -norma que fija los aranceles para los abogados y procuradores de la Provincia de Buenos Aires- que expresamente establece: "En los casos de transacción, la regulación de honorarios se practicará sobre el monto total que resulte de la misma". Asimismo el art. 505 del Código Civil -párrafo agregado por la ley nacional 24.432 de regulación de honorarios profesionales en juicio, aplicable a la provincia "Ghibaudi, honorarios c. conforme 75.597, profesionales lo he sujeta de sostenido la todo en la regulación tipo" al causa de "los "monto de la sentencia, laudo, transacción o instrumento que ponga fin al diferendo". No obstante lo expuesto, no quiero pasar por alto el posterior pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Trabajadores dictado del Estado en c. la causa Provincia "Asociación de San Juan" de del 28-III-2000, donde refiere que aplicar el monto del acuerdo o transacción al profesional que no intervino en él significaría menoscabar el derecho a una justa retribución consagrado en el art. 14 bis de la Constitución nacional. Interpreto que han de haber sido las particularidades del caso las que llevaron al Máximo Tribunal a arribar a dicha solución, ya que no resulta dable suponer que sea injusta la retribución por la sola circunstancia de que sea determinada por el monto de la transacción. Así como un monto fijado por sentencia en una cantidad inferior a la reclamada no debe ser juzgado negativamente como generador de una retribución inicua, tampoco corresponde juzgar, o prejuzgar, que el monto de la transacción sea causa de una retribución injusta. Por tanto interpreto que, en este precedente la Corte Suprema de Justicia de la Nación sólo por las circunstancias del caso entendió que debía apartarse de la doctrina sentada en la causa "De Souza c/ Empresa Obras Sanitarias de la Nación". Voto por la afirmativa. A la cuestión planteada, el señor Juez doctor Hitters dijo: Como adelantó el doctor Roncoroni, la problemática de los efectos que produce la transacción de las partes, con respecto a los honorarios de los letrados (aplicable a los peritos) que no participaron de la misma, ha dividido las aguas de la jurisprudencia y de la doctrina, y este Tribunal no ha escapado a tal dicotomía, como se advierte en estos actuados y en otros precedentes. En efecto en la causa Ac. 41.036, sent. del 20-VIII-1991 (más recientemente causas Ac. 49.573, sent. del 15-XI-1994; Ac. 51.350, sent. del 6-II-1996) se impuso -por mayoría- Mercader, que y siguiendo considera la que argumentación la del transacción doctor origina consecuencias expansivas, reflejas o indirectas para los letrados que no intervinieron en la misma; en cambio la minoría arranca de la base de que aquel acto jurídico pergeñado entre los litigantes no afecta a terceros -res inter alios acta, aliis neque nocere neque prodesse potestpor ejemplo al abogado y los peritos que actuaron en el juicio. Un nuevo análisis de esta temática me hizo hace años discrepar con la postura mayoritaria a la que me había adherido con anterioridad (mi voto Ac. 53.571 del 5-VII-1996; Ac. 51.536 del 6-VII-1999), ya que justamente el principio que se pretende hacer jugar en autos -del efecto expansivo de los contratos con relación a terceroses una pauta de excepción que no se aplica al sub lite, y que sólo es válida para los sucesores de los que participaron de un negocio jurídico (art. 1195 del Código Civil). Desde el sobreabundante plano del puntualizar derecho que la sustancial transacción parece solamente refracta los efectos hacia las partes (arts. 851, 1195 y 1196 del Código Civil; conf. Caseaux-Trigo Represas, "Derecho de las obligaciones", t. III, p. 534). Poniendo en juego las normas que reglan las convenciones (art. 1199 del Código Civil) es obvio destacar que idéntico razonamiento es factible desplegar en el campo contractual (arts. 1161, 1162, 1195 y 1199 del Código aludido). Lo mismo puede decirse desde la perspectiva del derecho procesal, pues no existe duda que la transacción es una de las maneras de concluir con la litis, y tampoco que el proceso crea y extingue derechos, y origina efectos jurígenos propios, como por ejemplo el que nace de las costas (Guasp, "Derecho procesal civil", Madrid, 1961, págs. 553 y 563). Mas en ese enclave una cosa es lo que tiene que ver con las "partes" y otra muy distinta lo atinente a los profesionales "terceros" -como intervinientes- a estos quienes fines a son los los efectos regulatorios deben considerarse terceros, con independencia de su cliente, y por ende con plena autonomía, y muchas veces con intereses encontrados. Digamos entonces que existe coincidencia que los emolumentos arancelarios tienen que ser regulados tomando como "monto del proceso" el que surge de la transacción, cuando en ella intervino el profesional interesado en la regulación (art. 25 del dec. ley 8904), pero dicho modo de terminación anormal del litigio, no obliga a éste en la medida que no tuvo participación en el acuerdo. Ello así sin perjuicio de remarcar que si bien es cierto que el valor del pleito no constituye la única base computable que la paga por los trabajos realizados, la que debe ajustarse asimismo al mérito, naturaleza e importancia de esa labor, y que los jueces disponen discrecionalidad para este puede examen no la de un ponderación derivar en la amplio de tales margen de factores, aplicación de un criterio o porcentaje que se aparte de los extremos dados por la ley (C.S.N., in re "Guasch, Víctor" del 15-IX-1988). El letrado (así también el perito) que actúa en un juicio, desde el momento de su intervención, adquiere el derecho para que se le determinen sus honorarios en base al monto impetrado en la demanda o, en su caso, el que resulte de la sentencia (arts. 1, 16, 21, 51, 53, etc. del dec. ley 8904). Si las partes, fijan convencionalmente su valor, tal transacción no le es oponible a los profesionales actuantes. Es dable poner de relieve que ésta es la posición que sigue el más Alto Tribunal de la Nación que ha sostenido que no corresponde otorgar eficacia vinculante a la transacción celebrada entre las partes cuando el letrado no tuvo intervención "ya que ello importaría desconocer la aplicación al caso de normas expresas de derecho sustancial (arts. 851, 1195 y 1199 de Código Civil) y significaría menoscabar el derecho a una justa retribución consagrado en el art. 14 bis de la Constitución nacional ("Fallos", 310:2829; 323:677)". En igual sentido y bajo idénticos argumentos se ha expedido en supuestos en los cuales, y como aquí ocurre, la oposición fue formulada por un perito ("Fallos", 315:2594). Lo hasta aquí dicho, no empece que los magistrados de la instancia de grado utilicen, a la hora de cuantificar la paga de la tarea profesional desarrollada en el pleito, el poder morigerador que les conceden la Constitución local (art. 15) y las demás leyes para reducir los costos del juicio, declarando inclusive la inconstitucionalidad cualquier norma que afecte el acceso a la justicia. de Voto por la negativa. El señor Juez doctor de Lázzari, por los fundamentos expuestos por el señor Juez doctor Hitters, votó la dictándose la cuestión también por la negativa. Con lo que terminó el acuerdo, siguiente S E N T E N C I A Por lo expuesto en el acuerdo que antecede, por mayoría, se rechaza el recurso extraordinario interpuesto; con costas (art. 289, C.P.C.C.). El depósito previo de $ 2500, efectuado a fs. 879, queda perdido para el recurrente (art. 294, C.P.C.C.), debiendo el tribunal dar cumplimiento a lo dispuesto por los arts. 6 y 7 de la Resolución 425/2002 (texto Resol. 870/2002). Notifíquese y devuélvase.