A C U E R D O

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A C U E R D O
En la ciudad de La Plata, a 28 de diciembre de 2005,
habiéndose establecido, de conformidad con lo dispuesto en
el Acuerdo 2078, que deberá observarse el siguiente orden
de votación: doctores Soria, Roncoroni, Negri, Pettigiani,
Kogan, Hitters, de Lázzari, se reúnen los señores jueces de
la
Suprema
Corte
de
Justicia
en
acuerdo
ordinario
para
pronunciar sentencia definitiva en la causa Ac. 86.214,
"Galmez, Sara Paola y otros contra Martínez Boero, Miguel
Eduardo y otros. Daños y perjuicios".
A N T E C E D E N T E S
La Sala I de la Cámara Segunda de Apelación en lo
Civil y Comercial del Departamento Judicial de La Plata
revocó la sentencia de primera instancia y dejó establecido
que los honorarios del doctor Gonzalo Paz Saguier y de los
peritos Alejandro Mario Sendín, Carlos Felix Ocarauza y
Nélida Leonor Balbi deberán regularse tomando en cuenta el
total
de
los
rubros
indemnizatorios
reclamados
en
el
escrito de demanda (ver fs. 853).
Se
interpuso,
por
la
codemandada
Provincia
Seguros
S.A., recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley.
Dictada la providencia de autos y encontrándose la
causa
en
estado
de
dictar
sentencia,
resolvió plantear y votar la siguiente
C U E S T I O N
la
Suprema
Corte
¿Es
fundado
el
recurso
extraordinario
de
inaplicabilidad de ley?
V O T A C I O N
A la cuestión planteada, el señor Juez doctor Soria
dijo:
1. La Cámara departamental revocó la sentencia dictada
en
la
instancia
de
origen
y
dejó
establecido
que
los
honorarios del doctor Gonzalo Paz Saguier y de los peritos
Alejandro
Mario
Sendín,
Carlos
Felix
Ocarauza
y
Nélida
Leonor Balbi deberán regularse tomando en cuenta el total
de los rubros indemnizatorios reclamados en el escrito de
demanda (ver fs. 853).
2. Contra esta decisión se alza, por apoderado, la
parte demandada y citada en garantía mediante el recurso
extraordinario
de
inaplicabilidad
de
ley
obrante
a
fs.
861/877 por el que denuncia la errónea aplicación del dec.
ley 8904 y doctrina de esta Corte y apartamiento de lo
normado por el art. 505 del Código
Civil (ver fs. 862
vta.).
En
síntesis
sostiene
el
recurrente
que
el
fallo
criticado infringe lo dispuesto en el art. 25 del dec. ley
8904, que establece que para los casos de transacción la
regulación de honorarios se practicará sobre el monto total
que resulte de la misma, como así también le achaca haber
omitido la normativa contemplada por el art. 505 del Código
Civil reformado por la ley 24.432, que sujeta la regulación
de honorarios profesionales de todo tipo al monto de la
sentencia, laudo, transacción o instrumento que ponga fin
al diferendo (ver fs. 868/868 vta.).
También
alega
la
inaplicabilidad
de
la
doctrina
utilizada por la alzada, entendiendo para ello que se trata
de
disímiles
especie,
circunstancias
incurriendo,
además
a
en
las
un
acontecidas
absurdo
en
formal
y
la
de
interpretación errónea de la normativa que no se aplica al
caso particular, pues, dice, el acuerdo celebrado entre las
partes no especula un interés mezquino, el monto no es
irrisorio,
no
intentase
perjudicar
intervinieron
contrario
ha
el
existido
el
a
simulación
los
acuerdo
resultaron
ni
fraude
profesionales
transaccional,
ajustados
a
los
que
que
no
sino
por
el
intereses
de
la
contraria reclamados en autos, y no contraviene el orden
público,
protegiendo
el
interés
de
los
menores
involucrados, tal como lo ratificó la Asesora de Incapaces
(ver fs. 868 vta./869).
Finaliza su presentación sosteniendo que la regulación
practicada no se condice con lo dispuesto por la normativa
vigente en materia de honorarios ni con las leyes de fondo,
motivo
por
el
cual
resulta
violatoria
del
derecho
de
propiedad consagrado por la Constitución nacional (ver fs.
876 vta.).
3. El recurso no puede prosperar.
El art. 25 del dec. ley 8904/1977 establece que, en
los casos de transacción, la regulación de honorarios se
practicará sobre el monto total que resulte de la misma;
similar referencia efectúa el art. 505 del Código Civil, en
el párrafo agregado por la ley 24.442.
Aun cuando el sub examine encuadra dentro de uno de
tales supuestos, no corresponde sin más, la aplicación de
los
mencionados
preceptos,
si
el
letrado
Gonzalo
Paz
Saguier y los peritos Alejandro Mario Sendín, Carlos Felix
Ocarauza y Nélida Leonor Balbi no han participado en la
transacción, como -incontrovertidamente- ha ocurrido en la
causa.
Es
criterio
de
esta
Corte
que
las
determinaciones
establecidas en la transacción tienen vigencia solamente
con respecto a los profesionales que intervinieron en el
acto (doct. causa Ac. 52.451, "Mazza de Amicone, sent. del
6-VII-1999).
Así, lo estipulado por la actora con la aseguradora de
la
demandada,
resulta
en
lo
oponible
a
que
hace
quienes,
al
monto
como
del
juicio,
no
con
los
acontece
recurrentes, son profesionales que no participaron en dicho
acuerdo (cfr. C.S.J.N. Fallos, 310:2829; 323:676).
Con el alcance reseñado voto por la negativa.
A
la
cuestión
planteada,
el
señor
Juez
doctor
Roncoroni dijo:
I. Es cierto que, como lo señalara el doctor Hitters
en
Ac.
51.536,
Ac.
52.451
y
L.
65.021
(sent.
del
6-VII-1999, las dos primeras y la última del 12-IV-2000),
la problemática de los efectos que produce la transacción
de las partes con respecto a los honorarios de los letrados
que no participaron de la misma ha dividido las aguas de la
jurisprudencia y de la doctrina. También lo es que esta
Suprema Corte ha navegado en unas u otras aguas y que la
postura otrora mayoritaria (a los fines de la regulación de
honorarios
de
los
profesionales
intervinientes
en
el
juicio, la transacción celebrada entre las partes y que
puso
fin
al
mismo
es
oponible
a
todos
ellos
y
sus
estipendios han de tarifarse sobre el monto total de la
transacción, tal como lo dispone el art. 25 del dec. ley
8904) sostenida en la citada causa por el doctor Salas, ha
pasado a ser minoritaria para ceder aquel rango dominante a
la que expresan -hasta hoy al menos- los votos de los
doctores Negri y Hitters que ganara la adhesión del doctor
de Lázzari y que puede resumirse de la siguiente manera:
"la transacción no aprovecha ni perjudica a terceros, de
modo tal que el monto de la misma, apto para determinar los
honorarios de los letrados que intervinieron en ella, no lo
es ni obliga a los restantes profesionales que no tuvieron
participación en el acuerdo transaccional". No es menos
cierto
que
las
discrepancias
siguen
sembrando
el
campo
jurisprudencial (así, por caso, C.N. Civ. en pleno en fallo
del 2-X-2001 sostuvo que "la transacción o conciliación que
pone fin al pleito es oponible a los fines arancelarios a
los
profesionales
participaron
2001-F-592)
que
del
y
intervienen
acuerdo
que,
por
mi
en
el
respectivo",
parte,
he
proceso
en
de
y
"La
sumar
no
Ley",
mi
voz
disonante con la que expresa la actual mayoría. Pero para
comenzar a hacer camino y como modo de prefijar el rumbo (y
el
sentido
de
mi
pensar),
vayan
estas
aclaraciones
preliminares:
a) no es la transacción, ese contrato extintorio de
relaciones jurídicas litigiosas o dudosas que forjado al
dictado de la autonomía de la voluntad de las partes se
erige en precepto jurídico o norma individual que regula
los intereses de éstas, el acto del cual se desprende en
forma directa e imperativa para los abogados, procuradores
u
otros
peritos)
profesionales
el
modo
y
el
actuantes
monto
que
en
han
juicio
de
(por
caso,
determinar
la
regulación de sus honorarios profesionales en dicho juicio,
concluido por la transacción de las partes. Es la ley (la
voluntad del legislador, como gustan decir algunos) la que
dispone que, en tales casos, "la regulación de honorarios
se
practicará
sobre
el
monto
que
resulte
(transacción)" (art. 25 y 1º, dec. ley 8904).
de
la
misma
Desde ya que la ley reenvía al convenio transaccional,
al igual que lo hace al contrato locativo para regular los
honorarios de los profesionales actuantes en un juicio de
desalojo (art. 40, dec. ley cit.). Pero la diferencia no es
menor, ni debe pasar desapercibida.
La llamada eficacia directa del contrato, en tanto
precepto
creado
contratantes,
por
se
la
autonomía
despliega
jurigenética
normalmente
en
la
de
los
esfera
jurídica de estos últimos (las partes del contrato) y sólo
la eficacia indirecta se refleja o repercute en el ámbito
de los terceros, como docentemente se explica en el voto
del doctor Salas con transcripción de las enseñanzas que en
torno al tema se imparte en la obra de Fernando J. López de
Zavalía, allí citada.
En nuestro caso, el efecto dimana de la ley. Vale
decir de una norma general y abstracta que, para todos los
posibles casos judiciales que terminen por transacción en
la
Provincia
partes
y
de
Buenos
letrados,
Aires
establece
y
cualesquiera
que
la
fueren
regulación
de
sus
los
honorarios de los profesionales que intervinieren en tales
juicios se practicará tomando en cuenta el monto de la
transacción.
b) Los abogados de las partes, hayan intervenido o no
en el acuerdo como asesores o representantes; hayan cesado
o
no
con
antelación
al
mismo
en
la
prestación
de
sus
servicios a sus clientes, son siempre terceros frente a la
transacción.
Si
firman
el
convenio
transaccional
como
representantes -y con poder suficiente para ello- podrán
ser parte "formal", mas nunca parte "sustancial", calidad
que sólo corresponde a aquellos en cuyo nombre firmaron. De
allí,
que
no
resulta
acertada
la
distinción
entre
los
abogados que intervinieron en la transacción y los que no
intervinieron
en
ella,
ni
tampoco
las
consecuencias
diversas que se desprenden de ello en el voto del doctor
Hitters en la citada causa laboral.
Es cierto, que su intervención en el asesoramiento y
hasta en el diseño de la transacción podría llevar a pensar
que han prestado su asentimiento a la misma y, por tanto,
toda pretensión de excluirse luego de sus efectos reflejos
sobre los honorarios a percibir por ellos, podría reputarse
contrario a la buena fe y violatorios de los principios de
autorresponsabilidad y de la confianza despertada en sus
asesorados. Pero aún así, ni ellos se constituyen en partes
de
la
transacción,
ni
son
alcanzados
por
los
efectos
directos de la misma. Más aún pueden haber asesorado o
aconsejado lo contrario, pero fiel a la decisión final de
su cliente concluir construyendo el acuerdo transaccional
que este eligió y quiso para poner punto final al entuerto.
No desconozco que si al transar las partes pactan los
honorarios de algunos o todos los abogados o profesionales
que
intervinieron
instrumento
que
en
el
alberga
pleito
la
y
estos
transacción
y
suscriben
el
el
de
pacto
honorarios, dichos profesionales son partes de este pacto,
mas no lo son de la transacción. Uno y otro son contratos o
negocios distintos, si bien tienen un nexo o ligamen entre
sí. No son los efectos directos de la transacción los que,
en este caso, los obligan a respetar u observar el monto de
la misma. Sino el pacto de honorarios
-en el cual son
partes- que a veces tomará como patrón indicador el monto
de la transacción y otras no, según lo que a su respecto
convengan sus partes (los clientes y sus profesionales).
En la similitud de los vocablos "participar" y "ser
parte",
se
ha
intentado
radicar
el
principio
de
la
relatividad de los términos. Sin embargo, es a todas luces
evidente que, al margen del juego de palabras, todos los
abogados son terceros, tanto los que "intervinieron" como
los que no "participaron".
c) En la base misma de la doctrina que estatuye esa
distinción (estar a los valores de la transacción cuando se
trata de regular los honorarios de los profesionales que
intervinieron en la misma y, en cambio, acudir al monto
impetrado en la demanda o, en su caso, al que resulte de la
sentencia
para
fijar
los
estipendios
de
quienes
no
intervinieran en aquel acto) hay una presunción que alienta
la
misma
y,
sin
la
cual,
ella
no
sólo
no
se
habría
construido, sino que carecería de sentido: se presupone que
los
profesionales
que
no
participaron
en
la
facción
o
asesoramiento de la transacción pueden ser perjudicados a
través de una simulación objetiva y relativa tramada por
los sujetos del acto -y obligados al pago de los honorarios
de aquéllos- estampando en el instrumento o acta de la
transacción un monto inferior al que cerró el acuerdo. No
negamos que tal riesgo exista en algunos casos. Pero no es
mediante la recurrencia a esa distinción, dejando de lado
la
pauta
arancelaria
que
el
legislador
estatuyera
para
determinar el honorario de los abogados por su actuación
judicial
cuando
el
proceso
concluye
por
transacción
o
forzando el principio de la relatividad de los contratos,
que puede y debe neutralizarse el mismo. En tales casos,
los
letrados
que
supieren
o
sospecharen
el
actuar
fraudulento de las partes de la transacción, tienen a su
mano las acciones nulificadoras pertinentes (arts. 955 y
1045 del Código Civil).
Por lo demás, esta presunción de un actuar simulatorio
bien
puede
recaer
exclusivamente
sobre
las
partes
del
proceso, quienes pueden haber tramado un precio simulado de
la
transacción
con
antelación
al
acto
de
su
instrumentación, a espaldas y con total desconocimiento de
sus abogados actuantes y en perjuicio tanto de éstos como
de los que antaño les prestaran sus servicios en el pleito.
Y si la operación mental presuncional puede desplegarse
teniendo como protagonistas del acto fraudatorio sólo a las
partes o a éstas con conocimiento y asesoramiento de los
profesionales que los asisten en el acto transaccional, la
distinción
acorde
al
que
regula
monto
profesionales
que
de
no
los
honorarios
la
transacción
participaran
del
de
y
estos
últimos
los
de
los
acuerdo
de
modo
diverso pierde rigor. Más aún, por ese camino presuncional,
también los letrados que participaron del acuerdo podrían
argüir -a partir, por caso, del hecho indiciario que pueden
encontrar la gran diferencia entre el monto del acuerdo y
el que originariamente se debatiera en el proceso- al igual
que los letrados ausentes, que el mismo les es inoponible y
solicitar que se regulen sus honorarios de conformidad al
monto de la demanda.
Ahora sí, hechas estas necesarias precisiones que ya
anticipan mi disenso con la doctrina legal que reina en
este Tribunal al presente y por fuerza de la mayoría, paso
a explicitar el mismo.
II. No mucho más que lo ya dicho en el voto del doctor
Salas en la causa laboral referenciada (L. 65.021), cabe
sumar en torno a los efectos relativos de los contratos
respecto de los terceros. Todos sabemos del principio según
el cual el contrato (y también el contrato transaccional)
es para los terceros res inter alios acta. En esa línea,
que expresan tanto el art. 1195 del Código Civil para todos
los contratos, como el art. 851 del mismo cuerpo legal para
la transacción, los contratos sólo producen sus efectos
(directos)
para
las
partes
que
lo
celebran
y
para
sus
herederos y sucesores universales, mas no poseen tal tipo
de
eficacia
frente
a
los
terceros,
ajenos
al
mismo,
a
quienes no pueden perjudicar ni beneficiar.
"Este
principio
de
falta
de
eficacia
del
contrato
respecto de los terceros o de la limitación de la eficacia
del contrato al círculo de las partes que lo han realizado
posee
un
claro
fundamento.
El
contrato
es
un
acto
de
ejercicio de un poder de autonomía privada y la autonomía
privada consiste en la posibilidad de dictar una ley -el
precepto- por el cual se ha de regir la propia esfera
jurídica.
jurídica
Un
de
contrato
terceras
con
una
personas
eficacia
no
sería
en
un
la
esfera
acto
de
autonomía, sino que constituiría una invasión en la esfera
jurídica
ajena"
(Diez
Picazo,
Luis,
"Fundamentos
del
Derecho Civil Patrimonial", ed. Civitas, Madrid, 1996, 5a.
ed., vol. I, pág. 424).
Pero lo que venimos diciendo, tal como se desprende
del voto premencionado, de la cita doctrinaria que en él se
hace y del claro texto del art. 1197 del Código Civil, sólo
se refiere a los efectos directos del contrato, aquéllos
que se producen en la esfera de las personas que le han
dado vida, que han creado el precepto por el que han de
regir su relación y que son, además de sus creadores, los
destinatarios del mismo.
Mas
de
allí
a
entender
que
el
contrato
no
existe
frente a los terceros, que el mismo no proyecte efectos
sobre éstos, quienes, a su vez, lo pueden desconocer y
argüir
que
les
es
inoponible
-sin
más
ni
más-
es
ir
demasiado lejos y apartarse de lo que ocurre en el mundo de
la realidad negocial que es el reglado por el derecho.
Hay que entender que una vez nacido el contrato por la
voluntad
de
las
partes,
el
mismo,
en
tanto
"producto
jurídico" de esa creación interpartes, se suma a toda la
enorme constelación de hechos, actos y negocios jurídicos
que
pueblan
el
interactuando
con
ancho
alguno
mundo
de
de
dichos
incluso,
proyectando
y
relación
a
Efectos,
terceros.
la
propalando
realidad
actos
o
ciertos
estos,
que
se
jurídica
negocios
efectos
e,
con
reflejan
y
proyectan con distinta intensidad (al igual que las ondas
circulares
y
expansivas
que
provoca
la
piedra
arrojada
sobre un espejo de agua) sobre los variados terceros. Por
caso, mientras a los acreedores de alguna de las partes
contratantes, en tanto el patrimonio de su deudor es la
garantía común de sus acreencias, no le son indiferentes
los contratos que su deudor celebre y merced a los cuales
éste
pueda
disminuir
o
aumentar
su
patrimonio;
a
los
terceros ajenos a toda relación con los contratantes -los
verdaderos penitus extranei- esos contratos, en principio,
en nada los rozan.
Mas lo dicho no importa que ni estos terceros (los
penitus extranei), ni ningún otro puedan, al amparo del
adagio es iner alios acta aliis neque nocere neque prodesse
potest, desconocer la existencia de esos contratos en los
que no fueron parte o la de ciertos efectos reflejos que
los
mismos
proyectan
sobre
ellos
-perjudicándolos
o
beneficiándolos indirectamente- bajo la alegación de que
les son inoponibles. Es que el contrato por el sólo hecho
de existir, es oponible a todos e invocable por todos. A
esta altura de nuestro discurrir, para que la lectura del
art. 1199 ("Los contratos no pueden oponerse a terceros ni
invocarse
por
ellos...")
no
nos
haga
derrumbar
en
equívocos, me parece prudente y aleccionador recordar que
en dicha norma -tal como lo señala Mosset Iturraspe- "el
vocablo oponerse está empleado como sinónimo de obligar e
invocar
como
equivalente
a
ejercicio
de
un
derecho
creditorio" ("Contratos" Ediar, 1978, Bs. As., pág. 293,
nota 25).
III.
Es
indudable
que
en
el
mundo
de
la
realidad
jurídica al que aludiéramos, el contrato una vez creado,
más allá de los efectos directos que produce sobre sus
propios autores y para los cuales constituye su propia ley
(art. 1197 Código Civil), puede incidir o impactar sobre
situaciones
ajenas
al
preverlo
jurídicas
contrato-
sus
de
que
autores,
disvaliosamente
terceras
el
personas
mismo,
viene
a
(beneficiándolas
o
aún
-totalmente
sin
quererlo
ni
modificar
valiosa
o
perjudicándolas).
Son
los llamados efectos indirectos o reflejos del contrato.
Los
ejemplos
(tal
como
lo
sostuviéramos
integrando
la
Excma. Cámara 1a. de Apelación Sala III de La Plata, en
pronunciamiento del 16 de agosto de 2001 en causa 237.921)
son
múltiples:
las
ventas
ruinosas
de
un
padre
pueden
perjudicar a sus hijos; las donaciones de su deudor pueden
perjudicar a su acreedor, así como los donaciones que el
primero reciba pueden beneficiar al segundo. Precisamente
como esas posibilidades existen, es que el Derecho las ha
disciplinado desde hace siglos. La acción pauliana, la de
simulación, la de colación, la declaración de prodigalidad,
la
revocatoria
medios
que
concursal,
el
Derecho
etc.,
provee
son
para
todos
que
ejemplos
los
de
terceros
afectados puedan defenderse de los efectos negativos de
contratos en los que no han sido parte. Todos estos medios
serían
innecesarios
si
fuera
cierto
que
hay
una
norma
general que permite a los terceros desconocer los contratos
en los que no han sido parte, es decir, actuar y obrar como
si no existieran.
Pero esa norma general de inoponibilidad no existe y
eso explica que el Código Civil discipline la acción de
fraude, la de simulación, la de colación, etc. Claramente,
si le bastara al tercero con remitirse a la norma general
que limita los efectos de los contratos a sus firmantes
(art. 1195 del Código Civil), los juicios por fraude o
simulación serían innecesarios. Sin embargo, lo cierto es
-tal como venimos insistiendo- que los terceros no pueden
desconocer
oponerse
a
los
efectos
ellos
con
de
los
los
contratos
medios
y
especiales
sólo
que
pueden
la
ley
prevé.
IV. Y esto mismo cabe predicar de los letrados que
patrocinaran o representaran a las partes y frente a la
transacción
concertada
por
estas
últimas
sin
su
participación, alegan la inoponibilidad de la misma a su
respecto y al sólo efecto de que el monto del contrato
extintorio
no
sea
tomado
honorarios
profesionales,
como
tal
patrón
como
para
lo
regular
dispone
la
sus
ley
arancelaria local (art. 25, dec. ley 8904).
Es que en consonancia con todo lo ya dicho y con la
que fuera doctrina legal de esta Corte, si la transacción
sólo
produce
sus
efectos
directos
entre
las
partes
que
transaron, para extinguir o modificar la relación jurídica
preexistente sobre la que litigaban (eficacia interpartes
del
contrato),
también
proyecta
o
refleja
sus
efectos
indirectos sobre los terceros, a quienes les es oponible y
por
quienes
respecto
resulta
de
profesionales
invocable
terceros),
que
asistían
(eficacia
alcanzando
y
del
contrato
incluso
asistieron
a
a
las
los
partes,
aunque no hayan sido partícipes del acuerdo transaccional.
Pero a más de ello, no está demás señalar que esa
eficacia
refleja
contractual
posee
varios
rostros
y
distintos matices que Giovene (quien en esto siguiera a
Ihering y cuyas ideas extraemos de la obra ya citada de
Diez Picazzo) distinguió entre una eficacia refleja simple
y una eficacia refleja propiamente dicha, considerando que
la primera se produce en aquellos casos en que el efecto
que el tercero consigue es un efecto de mero hecho y la
segunda cuando es un efecto estrictamente jurídico. Para
señalar como supuestos de esta segunda categoría (eficacia
refleja
propiamente
dicha)
aquellos
que
derivan
de
la
igualdad de situaciones jurídicas, de la conexión entre
ellas o exclusivamente de la voluntad de la ley.
A estos últimos efectos (los impuestos por la ley),
Messineo, los llama efectos reflejos legales. El contrato,
por consiguiente -nos dice- es solamente un presupuesto de
hecho para que los mismos se produzcan; no es su causa
("Derecho Civil y Comercial" EJEA, Bs. As., 1971, t. IV,
pág. 510). Esto es lo que acontece en nuestro caso, la ley
arancelaria como ya vimos, establece que "en los casos de
transacción,
la
regulación
de
honorarios
se
practicará
sobre el monto total que resulte de la misma" (art. 25,
dec.
ley
cit.).
legislando
sobre
Es
obvio
los
que
efectos
el
legislador
directos
del
no
está
contrato
transaccional, sino que está estatuyendo un efecto reflejo
legal del mismo, al determinar cómo se fijan los honorarios
de los profesionales del derecho que hubieren asistido a
las partes en un litigio que concluyó por transacción. Y no
es sólo esta ley provincial la que nos impone estar al
valor de la transacción a la hora de establecer la paga del
trabajo
profesional.
La
ley
24.432
en
el
apartado
que
agregara el art. 505 del Código Civil establece que la
responsabilidad por las costas "no excederá del 25% del
monto de la sentencia, laudo, transacción o instrumento que
ponga fin al diferendo". La regulación que prescindiera del
valor
de
la
transacción,
ateniéndose
al
de
la
demanda
(cuando el de ésta es -como de común- bastante superior al
de aquélla) violaría, seguramente, el límite legal.
No desconocemos -ya lo adelantamos- la posibilidad de
que mediante el ardid de ocultar el monto verdadero de la
transacción, simulando y estampando en el documento que la
acuna un monto inferior, se puede burlar y perjudicar los
honorarios de los profesionales que asistieron a las partes
a
lo
largo
corresponder,
del
en
proceso,
algunos
amén
casos,
de
a
los
algunos
que
pudieran
peritos
que
dictaminaran en el pleito. Después de todo éstos son tan
terceros ante la transacción, como los abogados. Pero estas
maniobras fraudatorias de los derechos de los terceros,
también se pueden y suelen dar con la torcida recurrencia a
otros contratos o actos jurídicos, como ya lo expusiéramos.
Y en uno y otros casos, el tercero que quiera escapar a los
efectos reflejos que el contrato de otros proyecta sobre su
situación jurídica, deberá impugnarlo por los medios que la
ley le concede a tal efecto.
Comentando
el
tratamiento
de
este
tema
en
la
ley
arancelaria local, Berizonce y Méndez, nos dicen: "si se
demostrare
la
existencia
de
simulación
tendiente
a
perjudicar a terceros -los profesionales antes actuantes y,
seguramente, el fisco por la tasa de justicia- la nulidad
del acuerdo procesal o al menos su inoponibilidad a los
perjudicados, será procedente. Las ínsitas dificultades de
semejante
prueba
criterio
objetivo,
letrados,
supuestos,
importe
de
de
habrían
modo
en
la
resguardo
que
peticionar
justificado
se
les
del
o
adopción
interés
posibilitara,
regulaciones
demanda
la
sobre
reconvención"
la
de
de
en
un
los
esos,
base
("Honorarios
del
de
Abogados y Procuradores", Librería Editora Platense, 1979,
pág.
101).
Lo
que
los
autores
sugieren
es
un
cambio
legislativo, que no debe ser confundido con la propuesta de
alterar o desconocer los alcances de la norma.
Llegados a este punto y tal como lo hiciéramos en
nuestro voto de la Cámara Primera Sala III, podemos decir
que en resumen: tanto por la norma arancelaria local (art.
25, dec. ley 8904) como por la incorporada al texto del
art. 505 del Código Civil por la ley 24.432, como por el
verdadero sentido de la noción de parte y de tercero en el
art. 851 -al igual que en el art. 1195 del mismo cuerpo
legal- el monto del proceso a los fines regulatorios de
todos los profesionales intervinientes en él debe ser el de
la transacción que le puso fin.
Por ello voto por la afirmativa.
A la cuestión planteada, el señor Juez doctor Negri
dijo:
Como sostuve al expresar mi voto en las causas Ac.
41.036 ("Acuerdos y Sentencias", 1991-II-823); Ac. 49.573
(sent. del 15-XI-1994) y Ac. 51.536 (sent. del 6-VII-1999),
el art. 25 del dec. ley 8904 que decide que en los casos de
transacción,
la
regulación
de
honorarios
se
practicará
sobre el monto total de la misma, debe interpretarse sin
violentar las normas de fondo que regulan tal instituto: en
el caso el art. 851 del Código Civil.
Dispone este artículo que la transacción hecha por uno
de los interesados, ni perjudica ni aprovecha a terceros ni
a los demás interesados, aún cuando las obligaciones sean
indivisibles.
A la luz de tal principio, los valores establecidos en
la transacción tienen vigencia solamente con respecto a los
profesionales
que
intervinieron
en
el
acto;
más
aún
teniendo en cuenta la interpretación restrictiva, que rige
la
aplicación
de
este
instituto
legal
y
que
impide
comprender en él aspectos extraños a los que estrictamente
las partes en forma mutua resignaron en aras de superar el
conflicto (arg. arts. 851, Código Civil y 25, dec. ley
8904).
La aplicación del criterio sostenido en los presentes
autos, significa que no habiendo tanto el letrado apoderado
de la demandada como los peritos participado del acuerdo
transaccional, no corresponde tenerlo en cuenta a los fines
arancelarios.
Con el alcance indicado, voto por la negativa.
A
la
cuestión
planteada,
el
señor
Juez
doctor
Pettigiani dijo:
I. En el sub judice, -y tal como se sostuvo en la
citada causa L. 65.021- a fs. 771/773, luce el acuerdo
transaccional celebrado por la parte actora y Provincia
Seguros S.A. -citada en garantía- por el que aquél expresa
que depositadas que sean las sumas indicadas en el punto a)
de la cláusula segunda y percibida que sea la suma indicada
en el punto b) de la misma cláusula, nada más tendrá que
reclamar en ningún concepto derivado de lo que fuera objeto
de reclamo en las presentes actuaciones contra ninguna de
las
partes
demandadas,
citada
en
garantía
y/o
terceras
personas, que puedieran resultar responsables por los daños
y
perjuicios
acción
y
del
del
accidente
derecho
de
contra
autos,
todos
desistiendo
ellos
(ver
de
la
cláusula
Tercera; fs. 772).
II.
El
litisconsorcio
voluntario
pasivo
constituido
por asegurado y asegurador, implica una relación procesal
única con pluralidad de partes procesales en la que cada
una
de
ellas
actúa
autónomamente
(naturaleza
del
litis-consorcio conformado por el asegurado y el asegurador
en la pretensión deducida por el damnificado. Augusto Mario
Morello y Rubén S. Stiglitz, J.A., III-710). Por ello, los
actos de disposición del objeto procesal realizado por uno
o
algunos
de
los
litisconsortes
producen
sus
efectos
normales cualquiera que sea la actitud asumida por el resto
de aquéllos, y sin que tales actos procesales beneficien o
perjudiquen a los restantes (Enrique Lino Palacio, "Derecho
Procesal Civil", Abeledo Perrot, Bs. As., 1970, t. III, p.
222; Ac. 42.540, sent. del 30-X-1990).
III.
Así,
integrantes
la
del
transacción
realizada
litisconsorcio
por
facultativo
uno
de
los
pasivo
no
extiende sus efectos a los otros (Ac. 20.016, sent. del
28-V-1974
en
"Acuerdos
y
Sentencias":
1974,
t.
I,
pág.
1133), salvo el supuesto normado por el art. 853 del Código
Civil
(conf.
"Procesos
con
sujetos
múltiples",
H.J.
Martínez, t. I., ed. La Roca, 1994, p. 71) que constituye
una excepción al principio de los efectos personales de la
transacción
(art.
851
del
Código
Civil)
-conf.
Jorge
Joaquín Llambías, "Código Civil anotado", t. II A, Abeledo
Perrot, Bs. As., p. 835-, no siendo el presupuesto de autos
ya que no se trata de una obligación solidaria, sino de las
denominadas
in
sustanciales
("Tratado
Perrot,
solidum,
que
presentan
diferencias
que
resalta
de
Bs.
Derecho
As.,
con
el
citado
Civil-Obligaciones",
1970,
nº
1289,
aquéllas
págs.
las
Llambías
t.
II,
ed.
597/599,
en
particular pto. F en p. 598).
IV.
autos
Sin
del
perjuicio
acuerdo
de
ello,
la
transaccional
presentación
al
que
se
en
los
arribara,
conforme surge de su cláusula ut supra transcripta en lo
principal, implicó sin duda un desistimiento del derecho
por
parte
demandado
del
actor
principal.
(art.
En
305,
C.P.C.C.)
efecto,
éstos,
respecto
al
no
del
haber
participado del mismo, no fueron alcanzados por los efectos
del convenio transaccional.
Destaco que si bien se han registrado precedentes que
determinaron
efectos
la
inoponibilidad
regulatorios,
de
refiriéndose
la
a
transacción
los
a
los
letrados
que
habiendo actuado en el juicio no intervinieron en dicho
acto, no se advierte razón para apartarse de ese principio
con relación a los peritos por el hecho de tratarse de un
profesional de una disciplina ajena al derecho.
Por
lo
expuesto,
los
honorarios
del
abogado
y
los
peritos deben regularse según lo dispuesto por el art. 23,
segundo párrafo del dec. ley 8904/1977 en conjunción con el
art. 28 inc. "f" del mismo régimen legal, es decir tomando
en cuenta el monto demandado en el escrito postulatorio,
atendiendo a la etapa procesal por la que tramitaba la
causa,
como
es
doctrina
de
esta
Corte
(conf.
causa
L.
42.783, sent. del 21-VIII-1990 en "Acuerdos y Sentencias":
1990, t. III, pág. 29, E.D., 140-304).
Por ello, voto por la negativa.
A la cuestión planteada la señora Jueza doctora Kogan
dijo:
Coincido
con
la
solución
que
propicia
el
doctor
Roncoroni sobre la base de las siguientes consideraciones,
con relación al monto que debe ser computado a los fines de
la regulación de honorarios del letrado y los peritos que
no participaron en la transacción.
La Corte de Justicia de la Nación, en la causa "De
Sousa,
Nación"
Daniel
del
O.
c/
Empresa
27-X-1992
de
Obras
(T.315:2575)
Sanitarias
sostuvo
de
"Que
la
los
aranceles vinculan normalmente la base sobre la que ha de
regularse el honorario no sólo con el valor disputado, sino
también
con
el
modo
de
terminación
del
proceso
...
Es
claro, cuando hay acuerdo entre las partes, que su efecto
sobre
los
honorarios
no
es
un
problema
de
los
que
se
gobiernan por la legislación civil sobre contratos, sino
que deben acatarse las leyes que específicamente regulan la
materia y que se refieren a ellos. Por ello, como regla
carece
de
sentido
señalar
que
los
profesionales
sean
terceros a los que el acuerdo no es oponible. Ello no
empece a que, por otro lado, se aduzca y pruebe, en algún
caso,
el
carácter
fraudulento
y
doloso
del
acuerdo,
destinado a no reglar los intereses de las partes, sino a
burlar
la
situaciones
justa
que
retribución
por
su
carácter
de
los
profesionales,
requieren
la
adecuada
prueba. Que, por otro lado la razón del legislador en la
redacción de los textos que rigen la materia, es clara si
se atiende a que, de lo contrario se desalentaría a las
partes
que
deseen
arribar
a
un
acuerdo,
encareciendo
y
prolongando juicios innecesariamente, con el consiguiente
costo social..."
La doctrina sentada por el Alto Tribunal, que comparto
plenamente, se encuentra contemplada en el art. 25 del dec.
ley 8904/7 -norma que fija los aranceles para los abogados
y
procuradores
de
la
Provincia
de
Buenos
Aires-
que
expresamente establece: "En los casos de transacción, la
regulación de honorarios se practicará sobre el monto total
que resulte de la misma". Asimismo el art. 505 del Código
Civil
-párrafo
agregado
por
la
ley
nacional
24.432
de
regulación de honorarios profesionales en juicio, aplicable
a
la
provincia
"Ghibaudi,
honorarios
c.
conforme
75.597,
profesionales
lo
he
sujeta
de
sostenido
la
todo
en
la
regulación
tipo"
al
causa
de
"los
"monto
de
la
sentencia, laudo, transacción o instrumento que ponga fin
al diferendo".
No obstante lo expuesto, no quiero pasar por alto el
posterior pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia
de
la
Nación
Trabajadores
dictado
del
Estado
en
c.
la
causa
Provincia
"Asociación
de
San
Juan"
de
del
28-III-2000, donde refiere que aplicar el monto del acuerdo
o
transacción
al
profesional
que
no
intervino
en
él
significaría menoscabar el derecho a una justa retribución
consagrado en el art. 14 bis de la Constitución nacional.
Interpreto que han de haber sido las particularidades del
caso las que llevaron al Máximo Tribunal a arribar a dicha
solución, ya que no resulta dable suponer que sea injusta
la
retribución
por
la
sola
circunstancia
de
que
sea
determinada por el monto de la transacción. Así como un
monto fijado por sentencia en una cantidad inferior a la
reclamada no debe ser juzgado negativamente como generador
de una retribución inicua, tampoco corresponde juzgar, o
prejuzgar, que el monto de la transacción sea causa de una
retribución
injusta.
Por
tanto
interpreto
que,
en
este
precedente la Corte Suprema de Justicia de la Nación sólo
por
las
circunstancias
del
caso
entendió
que
debía
apartarse de la doctrina sentada en la causa "De Souza c/
Empresa Obras Sanitarias de la Nación".
Voto por la afirmativa.
A la cuestión planteada, el señor Juez doctor Hitters
dijo:
Como adelantó el doctor Roncoroni, la problemática de
los efectos que produce la transacción de las partes, con
respecto a los honorarios de los letrados (aplicable a los
peritos) que no participaron de la misma, ha dividido las
aguas
de
la
jurisprudencia
y
de
la
doctrina,
y
este
Tribunal no ha escapado a tal dicotomía, como se advierte
en estos actuados y en otros precedentes.
En
efecto
en
la
causa
Ac.
41.036,
sent.
del
20-VIII-1991 (más recientemente causas Ac. 49.573, sent.
del 15-XI-1994; Ac. 51.350, sent. del 6-II-1996) se impuso
-por
mayoría-
Mercader,
que
y
siguiendo
considera
la
que
argumentación
la
del
transacción
doctor
origina
consecuencias expansivas, reflejas o indirectas para los
letrados que no intervinieron en la misma; en cambio la
minoría
arranca
de
la
base
de
que
aquel
acto
jurídico
pergeñado entre los litigantes no afecta a terceros -res
inter alios acta, aliis neque nocere neque prodesse potestpor ejemplo al abogado y los peritos que actuaron en el
juicio.
Un nuevo análisis de esta temática me hizo hace años
discrepar con la postura mayoritaria a la que me había
adherido
con
anterioridad
(mi
voto
Ac.
53.571
del
5-VII-1996; Ac. 51.536 del 6-VII-1999), ya que justamente
el principio que se pretende hacer jugar en autos -del
efecto expansivo de los contratos con relación a terceroses una pauta de excepción que no se aplica al sub lite, y
que
sólo
es
válida
para
los
sucesores
de
los
que
participaron de un negocio jurídico (art. 1195 del Código
Civil).
Desde
el
sobreabundante
plano
del
puntualizar
derecho
que
la
sustancial
transacción
parece
solamente
refracta los efectos hacia las partes (arts. 851, 1195 y
1196
del
Código
Civil;
conf.
Caseaux-Trigo
Represas,
"Derecho de las obligaciones", t. III, p. 534). Poniendo en
juego las normas que reglan las convenciones (art. 1199 del
Código Civil) es obvio destacar que idéntico razonamiento
es factible desplegar en el campo contractual (arts. 1161,
1162, 1195 y 1199 del Código aludido).
Lo
mismo
puede
decirse
desde
la
perspectiva
del
derecho procesal, pues no existe duda que la transacción es
una de las maneras de concluir con la litis, y tampoco que
el
proceso
crea
y
extingue
derechos,
y
origina
efectos
jurígenos propios, como por ejemplo el que nace de las
costas
(Guasp,
"Derecho
procesal
civil",
Madrid,
1961,
págs. 553 y 563). Mas en ese enclave una cosa es lo que
tiene que ver con las "partes" y otra muy distinta lo
atinente
a
los
profesionales
"terceros"
-como
intervinientes-
a
estos
quienes
fines
a
son
los
los
efectos
regulatorios deben considerarse terceros, con independencia
de su cliente, y por ende con plena autonomía, y muchas
veces con intereses encontrados.
Digamos
entonces
que
existe
coincidencia
que
los
emolumentos arancelarios tienen que ser regulados tomando
como "monto del proceso" el que surge de la transacción,
cuando en ella intervino el profesional interesado en la
regulación (art. 25 del dec. ley 8904), pero dicho modo de
terminación anormal del litigio, no obliga a éste en la
medida que no tuvo participación en el acuerdo. Ello así
sin perjuicio de remarcar que si bien es cierto que el
valor del pleito no constituye la única base computable que
la paga por los trabajos realizados, la que debe ajustarse
asimismo al mérito, naturaleza e importancia de esa labor,
y
que
los
jueces
disponen
discrecionalidad
para
este
puede
examen
no
la
de
un
ponderación
derivar
en
la
amplio
de
tales
margen
de
factores,
aplicación
de
un
criterio o porcentaje que se aparte de los extremos dados
por la ley (C.S.N., in re "Guasch, Víctor" del 15-IX-1988).
El letrado (así también el perito) que actúa en un
juicio, desde el momento de su intervención, adquiere el
derecho para que se le determinen sus honorarios en base al
monto impetrado en la demanda o, en su caso, el que resulte
de la sentencia (arts. 1, 16, 21, 51, 53, etc. del dec. ley
8904). Si las partes, fijan convencionalmente su valor, tal
transacción
no
le
es
oponible
a
los
profesionales
actuantes.
Es dable poner de relieve que ésta es la posición que
sigue el más Alto Tribunal de la Nación que ha sostenido que
no corresponde otorgar eficacia vinculante a la transacción
celebrada
entre
las
partes
cuando
el
letrado
no
tuvo
intervención "ya que ello importaría desconocer la aplicación
al caso de normas expresas de derecho sustancial (arts. 851,
1195 y 1199 de Código Civil) y significaría menoscabar el
derecho a una justa retribución consagrado en el art. 14 bis
de la Constitución nacional ("Fallos", 310:2829; 323:677)". En
igual sentido y bajo idénticos argumentos se ha expedido en
supuestos en los cuales, y como aquí ocurre, la oposición fue
formulada por un perito ("Fallos", 315:2594).
Lo hasta aquí dicho, no empece que los magistrados de
la instancia de grado utilicen, a la hora de cuantificar la
paga de la tarea profesional desarrollada en el pleito, el
poder morigerador que les conceden la Constitución local
(art. 15) y las demás leyes para reducir los costos del
juicio,
declarando
inclusive
la
inconstitucionalidad
cualquier norma que afecte el acceso a la justicia.
de
Voto por la negativa.
El señor Juez doctor de Lázzari, por los fundamentos
expuestos
por
el
señor
Juez
doctor
Hitters,
votó
la
dictándose
la
cuestión también por la negativa.
Con
lo
que
terminó
el
acuerdo,
siguiente
S E N T E N C I A
Por lo expuesto en el acuerdo que antecede, por
mayoría, se rechaza el recurso extraordinario interpuesto;
con costas (art. 289, C.P.C.C.).
El depósito previo de $ 2500, efectuado a fs.
879, queda perdido para el recurrente (art. 294, C.P.C.C.),
debiendo el tribunal dar cumplimiento a lo dispuesto por
los arts. 6 y 7 de la Resolución 425/2002 (texto Resol.
870/2002).
Notifíquese y devuélvase.
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