Evolución humana 1 INTRODUCCIÓN Homo sapiens.

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Evolución humana
1 INTRODUCCIÓN
Evolución humana, proceso de cambio que dio lugar a la aparición del Homo sapiens. Hay evidencias que
demuestran que las características físicas y de comportamiento comunes a todos los seres humanos fueron
evolucionando a lo largo de, como mínimo, 5 millones de años.
Una de las primeras características que definió al ser humano, la bipedación capacidad de andar erguido sobre
los dos pies, se desarrolló hace ya unos 4 millones de años, mientras que otras, tales como un cerebro grande y
complejo, la capacidad de fabricar y utilizar herramientas y el lenguaje, se desarrollaron más recientemente.
Gran parte de los rasgos más avanzados, que incluyen expresiones simbólicas complejas, como el arte, y la
diversidad cultural, aparecieron en los últimos 100.000 años.
El ser humano es un primate. Las similitudes físicas y genéticas muestran que la especie humana moderna, el
Homo sapiens, está estrechamente relacionada con otro grupo de primates, los simios. Los hombres y los
antropoides o monos superiores chimpancés (incluidos bonobos o chimpancés pigmeos) y gorilas comparten
un antepasado común que vivió hace entre 8 y 5 millones de años. El ser humano comenzó su evolución en
África, continente donde se produjeron gran parte de las transformaciones posteriores. Los fósiles de los
primeros homínidos, que vivieron hace entre 5 y 2 millones de años, proceden íntegramente de África.
La mayoría de los científicos distinguen entre 10 y 15 especies diferentes de homínidos. Sin embargo, no se
ponen totalmente de acuerdo en cómo están relacionados entre sí las especies o cuáles fueron las que
sencillamente se extinguieron. Muchas de las primeras especies probablemente la mayoría de ellas no dejaron
descendientes. Tampoco hay consenso sobre la forma de identificar y clasificar determinados homínidos, ni en
los factores que más influyeron en la evolución y la extinción de cada uno de ellos.
Los homínidos comenzaron a emigrar desde África hacia Asia hace probablemente unos 2 a 1,6 millones de
años, llegando a Europa la mayoría de ellos durante el último millón de años. Sólo mucho después, distintas
especies de homínidos modernos poblaron diferentes partes del mundo. Así, por ejemplo, probablemente el
ser humano llegó por primera vez a Australia hace 60.000 años y a América hace 35.000 años. La aparición de
la agricultura y de las primeras civilizaciones tuvo lugar en los últimos 10.000 años.
La ciencia que estudia la evolución y origen de los rasgos físicos y de comportamiento del ser humano se
denomina paleoantropología. Se trata de una de las ramas de la antropología física, disciplina que estudia las
características biológicas y fisiológicas del hombre. Su misión es descubrir cómo la evolución ha ido
conformando los potenciales, las tendencias y las limitaciones del ser humano. Para muchos es una ciencia
apasionante porque rastrea los orígenes de las características que definieron a nuestra especie, así como las
conexiones fundamentales entre el hombre y otros seres que habitan la Tierra. Los científicos disponen de
numerosas evidencias que demuestran la existencia de un proceso evolutivo obtenidas a partir del estudio de
fósiles, objetos y mapas genéticos.
2 PROCESO EVOLUTIVO
Todas las especies de organismos tienen su origen en un proceso de evolución biológica. Durante este proceso
van surgiendo nuevas especies a causa de una serie de cambios naturales. En los animales que se reproducen
sexualmente, incluido el ser humano, el término especie se refiere a un grupo cuyos miembros adultos se
aparean de forma regular dando lugar a una descendencia fértil, es decir, vástagos que, a su vez, son capaces
de reproducirse. Los científicos clasifican cada especie mediante un nombre científico único de dos términos.
En este sistema el hombre moderno recibe el nombre de Homo sapiens.
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El mecanismo del cambio evolutivo reside en los genes, las unidades básicas hereditarias. Los genes
determinan el desarrollo del cuerpo y de la conducta de un determinado organismo durante su vida. La
información contenida en los genes puede variar y este proceso es conocido como mutación. La forma en que
determinados genes se expresan cómo afectan al cuerpo o al comportamiento de un organismo también puede
variar. Con el transcurso del tiempo, el cambio genético puede modificar un aspecto principal de la vida de
una especie como, por ejemplo, su alimentación, su crecimiento o sus condiciones de habitabilidad.
Los cambios genéticos pueden mejorar la capacidad de los organismos para sobrevivir, reproducirse y, en
animales, criar a su descendencia. Este proceso se denomina adaptación. Los progenitores transmiten
mutaciones genéticas adaptativas a su descendencia y finalmente estos cambios se generalizan en una
población un grupo de organismos de la misma especie que comparten un hábitat local particular. Existen
numerosos factores que pueden favorecer nuevas adaptaciones, pero los cambios del entorno desempeñan a
menudo un papel importante. Las antiguas especies de homínidos se fueron adaptando a nuevos entornos a
medida que sus genes iban mutando, modificando así su anatomía (estructura corporal), fisiología (procesos
físicos y químicos tales como la digestión) y comportamiento. A lo largo de grandes periodos de tiempo esta
evolución fue modificando profundamente al ser humano y a su forma de vida.
Los científicos estiman que la línea de los homínidos comenzó a separarse de la de los simios africanos hace
unos 8 o 5 millones de años. Esta cifra se ha fijado comparando las diferencias entre el mapa genético del
género humano y el de los simios, y calculando a continuación el tiempo probable que pudieron tardar en
desarrollarse estas diferencias. Utilizando técnicas similares y comparando las variaciones genéticas entre las
poblaciones humanas en todo el mundo, los científicos han llegado a la conclusión de que los hombres tal vez
compartieron unos antepasados genéticos comunes que vivieron hace unos 290.000 − 130.000 años.
3 CARACTERÍSTICAS, CLASIFICACIÓN Y EVOLUCIÓN DE LOS PRIMATES
El hombre pertenece al orden científico Primates, un grupo de más de 230 especies de mamíferos que incluye
asimismo lemures, loris, tarseros, monos y simios. El hombre moderno, los primeros homínidos y otras
especies de primates presentan numerosas similitudes entre sí pero también algunas diferencias importantes.
El estudio de estas similitudes y diferencias ayuda a los científicos a comprender las raíces de muchas
características humanas, así como el significado de cada etapa de su evolución.
Todos los primates, incluido el hombre, comparten al menos una serie de características que les distinguen de
otros mamíferos. Muchas de estas características fueron evolucionando para adaptarse a su vida en los
árboles, entorno en el que se desarrollaron los primeros primates. Entre ellas cabe citar: mayor utilización de
la vista frente al olfato, solapamiento de campos de visión para obtener una visión estereoscópica
(tridimensional), miembros inferiores y manos prensiles, capacidad de agarrar y balancearse en troncos y
ramas de los árboles, capacidad de sostener y manipular objetos pequeños (utilizando dedos con uñas en lugar
de garras), grandes cerebros en relación con el tamaño corporal, así como vidas sociales complejas.
La clasificación científica de los primates refleja las relaciones evolutivas entre las diferentes especies y
grupos de especies. Los primates que constituyen el suborden Prosimios entre cuyos representantes actuales se
encuentran los lemures, los tarseros y los loris, entre otras especies fueron los primeros en evolucionar y
representan la forma más antigua de primates. Otros sistemas de clasificación agrupan a los tarseros con los
antropoideos, ya que comparten algunos rasgos fundamentales desde un punto de vista genético.
Monos, simios y hombres que comparten muchas características que no se encuentran en otros primates
constituyen el suborden Antropoideos. Simios y hombres forman la superfamilia Hominoideos, clasificación
que pone de relieve la estrecha relación entre los individuos de estos dos grupos.
1 Prosimios
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El suborden Prosimios incluye a los primates menos evolucionados. Los últimos antepasados comunes de los
prosimios y otros mamíferos similares a las tupayas y clasificados como plesiadapiformes evolucionaron hace
al menos 65 millones de años. Los primeros primates evolucionaron hace unos 55 millones de años mientras
que las especies fósiles similares a los lemures evolucionaron durante el eoceno (hace unos 56,5 y 35,4
millones de años). Los prosimios comparten todas las características básicas de los primates, aunque sus
cerebros no son especialmente grandes ni complejos y presentan un sentido del olfato más fino y sensible que
el de otros primates.
2 Antropoideos
Los primates antropoideos se dividen en monos del Nuevo Mundo (Sudamérica, Centroamérica y las islas del
Caribe) y monos del Viejo Mundo (África y Asia). Los del Nuevo Mundo tales como titís, capuchinos y
monos araña pertenecen al infraorden de los Platirrinos. Los monos del Viejo Mundo pertenecen al infraorden
de los Catarrinos. Dado que el hombre y los simios constituyen la superfamilia de los Hominoideos, puede
considerarse que el hombre es también un antropoide catarrino.
21 Los primeros primates catarrinos
Los primeros primates catarrinos evolucionaron hace unos 50 a 33 millones de años. La mayoría de los fósiles
de primates de este periodo se han encontrado en una región del norte de Egipto conocida como Fayum. Un
grupo de primates conocido como Propliopithecus, uno de cuyos linajes se denomina a veces
Aegyptopithecus, tenía rasgos catarrinos es decir, presentaba muchas de las características básicas comunes
actualmente a simios, hombres y monos del Viejo Mundo. Por lo tanto, los científicos piensan que el
Propliopithecus se parece al antepasado común de todos los simios y monos posteriores del Viejo Mundo.
Así, también puede ser considerado como antepasado o pariente próximo de un antepasado del ser humano.
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Hominoides
Los hominoides evolucionaron durante el mioceno (hace entre 23,3 y 5,2 millones de años). Entre los
hominoides más antiguos conocidos se encuentra un grupo de primates cuyo nombre genérico es Proconsul.
Esta especie presentaba características que sugerían una estrecha relación con un antepasado común de simios
y hombres como, por ejemplo, la ausencia de cola. Los individuos de la especie Proconsul heseloni, que
vivieron en los árboles de espesos bosques de África oriental hace unos 20 millones de años, eran ágiles
saltadores y presentaban características como una columna flexible y un tórax estrecho, típicas de los monos,
aunque también tenían una amplia movilidad en caderas y dedo pulgar, típicas de simios y hombres.
Hace unos 23 o 22 millones de años se desarrollaron en África especies de grandes simios. Hace 15 millones
de años algunas de estas especies migraron a Asia y Europa a través de un istmo de tierra que se había
formado entre los continentes afroárabes y eurasiáticos, anteriormente separados entre sí. Véase Tectónica de
placas.
A principios de su evolución los grandes simios sufrieron diferentes radiaciones periodos en los cuales
especies nuevas y diferentes se separaron de los antepasados comunes. Después del Proconsul, hace unos 18
millones de años evolucionó en Arabia y África el género de simios Afropithecus para posteriormente
diversificarse en varias especies. Un poco más tarde, evolucionaron otros tres géneros de simios: hace unos 15
millones de años el Keniapithecus de África y el género similar Griphopithecus de Asia occidental y hace
unos 12 millones de años el Dryopithecus de Europa. Los científicos todavía no han podido determinar cuál
de estos grupos de simios fue el que dio lugar al antepasado común de los simios africanos modernos y los
hombres.
Los científicos no están de acuerdo en absoluto en cuál es la clasificación más adecuada de los hominoides.
Actualmente están agrupados en dos o tres familias: Hilobátidos, Homínidos y a veces también Póngidos. El
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primer grupo está formado por los simios pequeños o menores del Sureste asiático, conocidos comúnmente
como gibones y siamangs. El grupo Homínidos está constituido por el ser humano, aunque algunos científicos
también incluyen en él a los grandes simios. Para aquellos que consideran que el grupo Homínidos sólo
comprende al hombre, todos los grandes simios, incluidos los orangutanes del Sureste asiático, se incluyen en
la familia de los Póngidos.
Tradicionalmente el ser humano era el único que pertenecía a la familia de los Homínidos (Hominidae).
Actualmente, sin embargo, estudios genéticos apoyan la clasificación conjunta de grandes simios y hombres.
Los monos africanos chimpancés y gorilas se clasificarían junto con el hombre en un nivel inferior o
subfamilia. De acuerdo con este razonamiento, la rama evolutiva de los simios asiáticos que conduce a los
orangutanes, que se separaron de las demás ramas homínidas hace aproximadamente 13 millones de años,
pertenece a la subfamilia Ponginae, mientras que los representantes de las ramas de simios africanos y de
hombres pertenecen a la subfamilia de los Homininos (Homininae).
3 El hombre como primate
Los genes del ser humano y del chimpancé son idénticos en aproximadamente un 98%, por lo que el
chimpancé resulta ser el pariente biológico vivo más próximo al hombre. Esto no significa que el ser humano
evolucionara a partir del chimpancé, sino que ambas especies se desarrollaron a partir de un antepasado simio
común. El orangután, un simio originario del Sureste asiático, difiere mucho más del hombre desde el punto
de vista genético, lo que indica una relación evolutiva más distante.
El hombre moderno posee una serie de características físicas que reflejan un antepasado simio. Así, por
ejemplo, la articulación del hombro tiene una gran movilidad y sus dedos son capaces de agarrar con fuerza.
En los simios estas características están altamente desarrolladas como braquiadores que son para adaptarse al
balanceo entre las ramas de los árboles. A pesar de que el hombre no realiza este movimiento, ha mantenido la
anatomía general de esta adaptación primitiva. Tanto el hombre como los simios tienen asimismo cerebros
más grandes y capacidades cognitivas mayores que la mayoría de los demás mamíferos.
La vida social humana, asimismo, se asemeja a la de los simios y otros primates africanos como mandriles y
macacos rhesus que viven en grandes y complejos grupos sociales. En particular, el comportamiento entre los
chimpancés se parece mucho al humano. Así, por ejemplo, establecen relaciones duraderas entre sí, participan
en actividades sociales tales como el aseo, la alimentación o la caza, y forman entre sí coaliciones estratégicas
para aumentar su estatus y poder. Puede que los humanos primitivos tal vez también mantuviesen este tipo de
vida social compleja.
Sin embargo, el hombre moderno difiere de los simios en muchos aspectos significativos. Así, por ejemplo, a
pesar de la gran inteligencia de éstos, el ser humano tiene un cerebro mucho mayor y más complejo, presenta
una capacidad intelectual única y elabora formas de cultura y comunicación. Además, sólo él anda
habitualmente erguido, puede manipular con precisión objetos muy pequeños y tiene una estructura de
garganta que le permite hablar.
4 LOS PRIMEROS HOMÍNIDOS: LOS AUSTRALOPITECINOS
Hace aproximadamente unos 5 millones de años en África, evolucionó una especie parecida a los simios con
dos características importantes que le distinguían de éstos: pequeños dientes caninos (contiguos a los cuatro
incisivos) y bipedación es decir, la capacidad de andar erguido sobre las dos piernas. Los científicos se
refieren a estos primitivos homínidos como los australopitecinos. La primera especie conocida en la
actualidad pertenece al género Ardipithecus. Otras especies pertenecen al género Australopithecus y, según
algunas clasificaciones, al Paranthropus. El término australopitecino significa literalmente simio meridional,
como referencia a Sudáfrica, donde se encontraron los primeros fósiles australopitecinos.
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El valle del Rift, región de África oriental en donde movimientos de la corteza terrestre han dejado al
descubierto antiguos depósitos de fósiles, se ha hecho famoso por haberse encontrado en él numerosos restos
arqueológicos de australopitecinos. Otros países donde los científicos han encontrado asimismo fósiles de este
tipo son Etiopía, Tanzania, Kenia, Suráfrica y Chad, lo que demuestra que los australopitecinos poblaron
ampliamente el continente africano.
1 De simio a homínido
Fósiles encontrados de diferentes especies australopitecinas primitivas que vivieron hace entre 4 y 2 millones
de años muestran claramente diferentes adaptaciones que marcan la transición de simio a hombre. El primer
periodo de esta transición, hace más de 4 millones de años, está pobremente documentado en cuanto a fósiles,
pero los restos encontrados muestran las combinaciones más antiguas de características simias y humanas.
Los fósiles aportan gran cantidad de información sobre la estructura física y las actividades de los primeros
australopitecinos, pero no así sobre las características físicas externas tales como el color y la textura de la piel
o del pelo, o sobre ciertos comportamientos tales como los métodos de obtención de alimentos o los patrones
de interacción social. Por esta razón los científicos estudian a los grandes simios actuales en particular a los
africanos para llegar a una mejor comprensión del aspecto y de la conducta de los primeros, y de cómo se
produjo la transición de simio a ser humano.
Así, por ejemplo, los australopitecinos probablemente se parecían a los grandes simios en características como
la forma del rostro o la cantidad de pelo en el cuerpo. También el tamaño del cerebro era aproximadamente
igual, por lo que es probable que tuvieran una capacidad mental similar. Su vida social posiblemente se
parecía a la de los chimpancés.
2 Características de los australopitecinos
La mayor parte de las principales características físicas humanas de los australopitecinos estaban relacionadas
con su postura bípeda. Antes de ellos, nunca un mamífero había desarrollado una anatomía que le permitiera
andar erguido de forma habitual. También tenían dientes caninos pequeños, comparados con los grandes
caninos que se encuentran en casi todos los demás primates catarrinos.
Sin embargo, otras características de los australopitecinos recordaban a sus antepasados simios: un cráneo
bajo tras un rostro prominente y un tamaño de cerebro de 390 a 550 cm3 similar al de los simios. El peso de
los australopitecinos, estimado a partir de sus huesos, oscilaba entre 27 y 49 kg y su altura entre 1,1 y 1,5 m,
valores que se aproximan mucho a los de los chimpancés (erguidos). Algunas especies de australopitecinos
presentaban un marcado dimorfismo sexual los machos eran mucho mayores que las hembras rasgo también
encontrado en gorilas, orangutanes y otros primates.
Los australopitecinos también tenían dedos curvos y pulgares largos con amplia movilidad. En comparación,
los dedos de los simios son más largos, más potentes y más curvados, adaptación que les permite
perfectamente colgarse y balancearse en las ramas. Los simios también presentan pulgares muy cortos que
limitan su capacidad para manipular objetos pequeños. Los paleoantropólogos especulan con la posibilidad de
que los pulgares largos y diestros de los australopitecinos les permitiesen utilizar utensilios de forma más
eficaz que en el caso de los simios.
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Bipedación
La anatomía de los australopitecinos muestra una serie de adaptaciones para la bipedación, tanto en la parte
superior como inferior del cuerpo. Entre las adaptaciones de la parte inferior se incluyen las siguientes: el
ilion, o hueso de la cadera que sobresale por encima de la articulación, era mucho más corto y ancho que en
los simios, lo que permitía a los músculos equilibrar el cuerpo tras cada paso. La pelvis también tenía forma
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cóncava para alojar los órganos internos durante la postura erguida. La parte alta de los miembros inferiores
formaban un ángulo hacia el interior desde la articulación de la cadera, permitiendo así a las rodillas soportar
mejor el peso del cuerpo al andar erguido. Por el contrario, los miembros inferiores de los simios están
colocados casi en sentido vertical desde la cadera, de forma que cuando andan erguidos su cuerpo se balancea
hacia los lados. Los australopitecinos tenían los dedos de los pies más cortos y menos flexibles que los simios,
de forma que actuaban como palancas para impulsar el cuerpo a cada paso.
Por encima de la pelvis también se produjeron otras adaptaciones. La columna australopitecina presentaba una
curva en S que disminuía la longitud total del torso y le confería rigidez y equilibrio cuando se encontraba
erguido; los simios, por el contrario, tienen una columna relativamente recta. El cráneo australopitecino
también presentaba una adaptación importante relacionada con la bipedación: la abertura en la base del cráneo
a través de la cual se conecta la médula espinal con el cerebro, denominada foramen magnum, se encontraba
en una posición más adelantada que en los simios, lo que permitía a la cabeza mantenerse en equilibrio sobre
la columna erguida.
Está claro que los australopitecinos caminaban erguidos sobre el suelo, pero los paleoantropólogos no tienen
una opinión unánime sobre si pasaban también una parte importante de su tiempo en los árboles. Algunas
características físicas como, por ejemplo, los dedos curvos y largos y los brazos alargados parecen confirmar
que así era. Sin embargo, los dedos, a diferencia de los de los simios, tal vez no eran lo suficientemente largos
como para permitirles balancearse de rama en rama.
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Caninos pequeños
Los caninos del hombre, comparados con los de los simios, son muy pequeños. Éstos en especial los machos
tienen caninos fuertes, prominentes y afilados que utilizan como arma disuasoria en caso de agresión y en
ocasiones como arma de defensa. A lo largo de 4 millones de años los australopitecinos fueron desarrollando
unos caninos más pequeños y más planos, característica común a los seres humanos. La reducción de los
caninos puede haber estado relacionada con un aumento en la cooperación social entre los individuos y, por
consiguiente, con una menor necesidad por parte de los machos de mostrar su agresividad.
Los australopitecinos pueden dividirse en un primer grupo de especies, conocido como australopitecinos
gráciles, aparecidos hace más de 3 millones de años, y un grupo posterior, conocido como australopitecinos
robustos, que evolucionó en los últimos 3 millones de años. Los primeros a partir de los cuales evolucionaron
varias especies en los últimos 4,5 a 3 millones de años presentaban, por lo general, dientes y mandíbulas más
pequeñas. Los robustos, de evolución posterior, presentaban rostros más anchos con mandíbulas y molares
grandes. Estas características indican una masticación potente y prolongada de alimentos; los análisis
realizados del desgaste de la superficie de masticación de los molares de los australopitecinos robustos apoyan
esta idea. Algunos fósiles de la primera especie de australopitecinos tienen características parecidas a las de la
especie posterior, lo que sugiere que los robustos evolucionaron a partir de uno o más antepasados gráciles.
Un fragmento de mandíbula con un molar de hace 5 millones de años y otra mandíbula con dos molares de
hace 4,5 millones de años, ambos de Kenia, pueden ser los fósiles de australopitecino más antiguos
encontrados hasta el momento.
3 Los primeros australopitecinos
Los paleoantropólogos reconocen al menos cuatro especies de australopitecinos: la primera pertenece al
género Ardipithecus y las otras tres al género Australopithecus.
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Ardipithecus ramidus
Un científico etíope, miembro de un equipo de investigación dirigido por el paleoantropólogo estadounidense
Tim White, descubrió en 1994 la especie australopitecina más antigua conocida en Etiopía. Estos fósiles
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identificados como homínidos fueron datados aproximadamente en unos 4,4 millones de años de antigüedad.
White y sus colegas bautizaron a su descubrimiento como Ardipithecus ramidus. Ramid significa `raíz' en la
lengua afar de Etiopía y hace referencia a la proximidad de esta nueva especie a las raíces de la humanidad.
En el momento del descubrimiento, el género Australopithecus ya estaba científicamente establecido. White
dio al género el nombre de Ardipithecus para diferenciar a esta nueva especie de otros australopitecinos, ya
que sus fósiles presentaban una combinación muy antigua de características simiescas y homínidas.
Los dientes del Ardipithecus ramidus presentaban una fina capa exterior de esmalte rasgo también observado
en los simios africanos pero no en otras especies de australopitecinos ni en la mayoría de los fósiles de simios
más antiguos. Este rasgo sugiere una relación bastante estrecha con un antepasado simio africano. Además, el
esqueleto muestra grandes similitudes con el del chimpancé aunque tiene caninos ligeramente más pequeños y
adaptaciones a la bipedación.
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Australopithecus anamensis
En 1965 un equipo de investigación de la Universidad de Harvard descubrió un hueso procedente del brazo de
un homínido en el yacimiento de Kanapoi, en el norte de Kenia. Los investigadores estimaron la antigüedad
de este hallazgo en 4 millones de años, pero no pudieron identificar la especie a la que pertenecía ni proseguir
la búsqueda de otros fósiles relacionados. No fue hasta 1994 que un equipo de investigación, dirigido por el
paleoantropólogo keniata de origen británico Meave Leakey, encontró en este yacimiento numerosos dientes y
fragmentos de hueso que pudieron relacionarse con el fósil anteriormente descubierto. Leakey y sus colegas
determinaron que los fósiles pertenecían a una especie muy primitiva de australopitecino, al que se le dio el
nombre de Australopithecus anamensis. Desde entonces, los investigadores han seguido encontrando otros
fósiles de A. anamensis en yacimientos cercanos datados entre 4,2 y 3,9 millones de años de antigüedad. El
cráneo de esta especie es parecido al del simio, pero su larga tibia (hueso de la parte inferior de la pierna)
indica que al caminar todo el peso del cuerpo se apoyaba alternativamente en una de las extremidades
inferiores, como es habitual en la bipedación.
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Australopithecus afarensis
El Australopithecus anamensis era bastante similar a otra especie mucho mejor conocida, el A. afarensis, un
australopitecino grácil que vivió en África oriental hace unos 3,9 a 2,9 millones de años. El fósil más
importante encontrado de esta especie, conocido como Lucy, es parte del esqueleto de un ejemplar femenino
descubierto en 1974 por el paleoantropólogo norteamericano Donald Johanson en Hadar, Etiopía. Lucy vivió
hace unos 2,6 a 3,6 millones de años. Los científicos han identificado varios cientos de fósiles de A. afarensis
procedentes de Hadar, incluida una colección de fósiles pertenecientes al menos a 13 individuos de ambos
sexos y diferentes edades, descubiertos todos ellos en el mismo yacimiento.
Los investigadores que trabajan en el norte de Tanzania han descubierto asimismo huesos fosilizados de A.
afarensis en Laetoli. Este yacimiento, datado en unos 3,6 millones de años de antigüedad, es famoso por sus
espectaculares huellas de homínidos bípedos. Estas huellas, conservadas en cenizas volcánicas fosilizadas,
fueron descubiertas en 1978 por un equipo de investigadores dirigido por la paleoantropóloga británica Mary
Leakey y proporcionan una evidencia irrefutable de que los australopitecinos caminaban normalmente
erguidos.
Los paleoantropólogos han barajado diferentes interpretaciones de las características del A. afarensis y del
lugar que ocupan en el árbol genealógico del ser humano. Una de las controversias se centra en las huellas de
Laetoli que, según algunos científicos, muestran que la anatomía del pie y el porte del A. afarensis no
coincidían exactamente con los del hombre moderno. Esta observación parece indicar que los primeros
australopitecinos no vivían básicamente sobre el suelo o que al menos una parte importante de su tiempo lo
pasaban en los árboles. El esqueleto de Lucy indica asimismo que el A. afarensis tenía unos brazos más largos
y potentes que la mayoría de las especies de homínidos posteriores, lo que sugiere que estaba especialmente
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adaptada para trepar a los árboles.
Otro debate se centra en la clasificación científica de los fósiles de A. afarensis. Comparados con Lucy, que
tenía una altura máxima de unos 1,2 m, otros fósiles procedentes de Hadar y Laetoli identificados como A.
afarensis pertenecían a individuos de alturas de hasta 1,5 m. Esta gran diferencia de tamaño llevó a algunos
científicos a pensar que el conjunto de fósiles actualmente clasificados como A. afarensis realmente
representaba a dos especies. La mayoría de los científicos, sin embargo, piensan que los fósiles pertenecen a
una sola especie con un alto grado de dimorfismo diferencia de tamaño entre los sexos. Los defensores de esta
hipótesis destacan que los dos fósiles de adultos, el alto (probablemente masculino) y el bajo (probablemente
femenino) fueron descubiertos juntos en un mismo yacimiento en Hadar.
Un tercer debate surge de la teoría de que el A. afarensis era el antepasado común tanto de los posteriores
australopitecinos como del género Homo. Esta idea sigue siendo una hipótesis sólida, aunque la similitud
entre ésta y otra especie de australopitecino una del sur de África denominada Australopithecus africanus
hace difícil decidir cuál de las dos especies dio realmente lugar al género Homo.
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Australopithecus africanus
El Australopithecus africanus habitó en la región del Transvaal de la actual Suráfrica hace unos 3 a 2,5
millones de años. Fue el anatomista de origen australiano Raymond Dart quien en 1924 descubrió esta especie
el primer australopitecino conocido en Taung, Suráfrica. A este espécimen, una cría pequeña, se le bautizó
como el Niño Taung. Tras este descubrimiento y durante décadas casi ningún científico apoyó la teoría de
Dart de que el cráneo procedía de un antepasado homínido. A finales de la década de 1930, diferentes equipos
dirigidos por el paleontólogo surafricano de origen escocés Robert Broom descubrieron otros muchos cráneos
y huesos de A. africanus en el yacimiento Sterkfontein del Transvaal.
El A. africanus tenía, por lo general, un cráneo más globular y un rostro y dientes con un aspecto menos
primitivo que el del A. afarensis. Por ello, algunos científicos consideran que la especie meridional del
primitivo australopitecino pudiera ser un antepasado del género Homo. Según otros científicos, sin embargo,
ciertas características faciales y craneales que denotan una complexión fuerte lo identifican como un
antepasado de los australopitecinos robustos que vivieron posteriormente en la misma región. En 1998 un
equipo de investigación dirigido por el paleoantropólogo surafricano Ronald Clarke descubrió un esqueleto
casi completo de australopitecino primitivo en Sterkfontein. Este importante hallazgo puede resolver algunas
de las cuestiones pendientes sobre la ubicación del A. africanus dentro de la historia de la evolución humana.
4 Los australopitecinos posteriores
Unos 2,7 millones de años después, los australopitecinos robustos habían evolucionado. Estas especies tenían
lo que los científicos denominan molares megadónticos grandes molares y premolares recubiertos con una
gruesa capa de esmalte. Sus incisivos, por el contrario, eran pequeños. Los robustos tenían asimismo un rostro
ancho, aplanado y más vertical que los australopitecinos gráciles. Esta constitución les permitía mitigar el
estrés causado por una masticación fuerte. En la parte superior de la cabeza los australopitecinos robustos
tenían una cresta sagital (a lo largo de la parte superior del cráneo desde la parte anterior a la posterior) a la
que estaban conectados los músculos de la mandíbula. Los arcos cigomáticos (que se extienden desde los
huesos de las mejillas a las orejas) sobresalían curvados por los laterales del rostro y del cráneo formando
unas aberturas muy amplias para que los fuertes músculos masticatorios pudieran llegar a insertarse en la
mandíbula inferior. En conjunto, estas características indican que los australopitecinos robustos masticaban
con fuerza y durante largos periodos de tiempo.
Otras especies animales antiguas herbívoras, tales como algunos tipos de cerdos salvajes, presentaban
adaptaciones similares en su anatomía facial, dental y craneana. Por lo tanto, los científicos piensan que los
australopitecinos robustos tenían una dieta basada parcialmente en plantas duras y fibrosas tales como vainas
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y tubérculos. El análisis al microscopio del desgaste de los dientes de algunos especimenes de australopitecino
robusto parece apoyar la idea de una dieta vegetariana, aunque los análisis químicos en fósiles sugieren que la
especie robusta meridional pudo haber comido también carne.
En un principio los científicos utilizaron el término robusto para referirse a los australopitecinos posteriores
basándose en la creencia de que éstos tenían un cuerpo mucho más grande que los primitivos, los
australopitecinos gráciles. Sin embargo, investigaciones posteriores han revelado que los australopitecinos
robustos tenían aproximadamente la misma altura y el mismo peso que las especies Australopithecus
afarensis y A. africanus.
41 Australopithecus aethiopicus
La primera especie robusta conocida, Australopithecus aethiopicus, vivió en África oriental hace unos 2,7
millones de años. En 1985 el paleoantropólogo estadounidense Alan Walker descubrió a orillas del lago
Turkana, Kenia, el fósil de un cráneo datado en 2,5 millones de años de antigüedad que ayudó a definir esta
especie. A este fósil se le denominó el cráneo negro por el color que presentaba tras absorber los minerales del
suelo. El cráneo presentaba una elevada cresta sagital hacia la parte posterior del cráneo y una parte inferior
del rostro que sobresalía con respecto a la frente. El A. aethiopicus compartía algunas características
primitivas con el A. afarensis es decir, rasgos que se habían originado en el primitivo australopitecino de
África oriental, lo que pudiera indicar que el A. aethiopicus había evolucionado a partir del A. afarensis.
42
Australopithecus boisei
El Australopithecus boisei, el otro australopitecino robusto conocido de África oriental, vivió durante un largo
periodo de tiempo hace aproximadamente entre 2,5 y 1,5 millones de años. En 1959 Mary Douglas Leakey
descubrió un fósil original de esta especie un cráneo casi completoen el yacimiento de la garganta de Olduvai,
en Tanzania. El paleoantropólogo de origen keniata Louis Leakey, esposo de Mary, denominó en un principio
a la nueva especie Zinjanthropus (que significa `hombre de África oriental'). Este cráneo de más de 1.750.000
años presenta las características más específicas de todas las especies robustas: tiene un rostro fuerte, ancho y
hundido capaz de soportar un esfuerzo de masticación extremo, así como molares de un tamaño cuatro veces
el del ser humano moderno. A partir del descubrimiento del Zinjanthropus, reconocido actualmente como un
australopitecino, los científicos han encontrado un gran número de fósiles de A. boisei en Tanzania, Kenia y
Etiopía.
43
Australopithecus robustus
La especie meridional robusta, denominada Australopithecus robustus, vivió hace entre unos 2 y 1,5 millones
de años en el Transvaal, la misma región en la que habitó el A. africanus. En 1938 Robert Broom, que ya
había descubierto muchos fósiles de A. africanus, adquirió un fósil de mandíbula con un molar que presentaba
un aspecto diferente al del A. africanus. Después de descubrir el yacimiento de Kromdraai, del que procedía
este fósil, Broom recogió muchos otros huesos y dientes de este tipo que le llevaron a establecer una nueva
especie que denominó Paranhtropus robustus (Paranthropus significa `al lado del hombre'). Posteriormente
los científicos dataron este cráneo en aproximadamente 1,5 millones de años. A finales de la década de 1940
Broom descubrió gran número de fósiles de esta especie en el yacimiento de Swartkrans, Transvaal.
44 Orígenes y destino de los australopitecinos posteriores
Muchos científicos creen que los australopitecinos robustos representan un grupo evolutivo de homínidos
diferente ya que comparten características asociadas a una masticación poderosa. Según esta hipótesis, el
Australopithecus aethiopicus se separó de los demás australopitecinos dando más tarde lugar a las especies A.
boisei y A. robustus. Los paleoantropólogos que apoyan esta hipótesis piensan que los robustos deben ser
clasificados dentro del género Paranthropus, nombre original dado a la especie meridional, por lo que a veces
9
a estas tres especies se las denomina P. aethiopicus, P. boisei y P. robustus.
Otros paleoantropólogos piensan que las especies robustas orientales, A. aethiopicus y A. boisei, pueden haber
evolucionado a partir de un primitivo australopitecino de la misma región, tal vez el A. afarensis. Según esta
hipótesis, el A. africanus dio lugar solamente a la especie meridional, el A. robustus. Los científicos
denominan a este tipo de casos en el que dos o más especies independientes evolucionan con características
similares en diferentes lugares o en momentos diferentes evolución paralela. En el caso de que se hubiera
producido una evolución paralela en los australopitecinos, las especies robustas formarían dos ramas
separadas del árbol genealógico del ser humano.
Los últimos australopitecinos robustos se extinguieron hace unos 1,2 millones de años. Aproximadamente en
esa época los patrones climáticos en todo el mundo entraron en un periodo de fluctuación lo que pudo dar
lugar a una reducción de los alimentos de los que dependían los robustos. La interacción con miembros del
género Homo de cerebro más grande, tales como el Homo erectus, también puede haber contribuido al declive
de los últimos australopitecinos, aunque no existe evidencia fehaciente de este tipo de contacto directo. La
competencia con algunas otras especies de monos y cerdos herbívoros, que vivían en aquella época en África,
pudo haber sido un factor todavía más importante. Pero las razones por las que los australopitecinos robustos
se extinguieron después de haber vivido durante un periodo de tiempo tan prolongado todavía no se conocen
con certeza.
5 ¿Por qué evolucionó el ser humano?
Existen diferentes hipótesis sobre el por qué los australopitecinos se separaron de los simios iniciando así el
curso de la evolución humana. Prácticamente todas las hipótesis sugieren que el cambio medioambiental fue
un factor importante, especialmente al favorecer la evolución de la bipedación. Entre las hipótesis más
coherentes se encuentran (1) la de las sabanas, (2) la del mosaico de bosques y (3) la de la variabilidad.
Cerca del final del Mioceno, hace entre 8 y 5 millones de años, el clima de la Tierra sufrió un intenso
enfriamiento y se hizo más seco. Según la hipótesis de las sabanas, al comenzar este cambio climático se
fueron reduciendo las áreas de bosques africanos y a medida que los bosques fueron disminuyendo, una
población de simios de África oriental se fue quedando aislada de las demás poblaciones de simios que vivían
en las áreas de mayor densidad de bosques del oeste de África. La población de África oriental tuvo que
adaptarse a un entorno más seco, con mayores áreas de sabanas.
El aumento de los terrenos secos favoreció la evolución de la vida sobre el suelo e hizo que cada vez fuera
más difícil sobrevivir en los árboles. Los simios terrestres pudieron haber formado grandes grupos sociales
para favorecer su capacidad de encontrar y recolectar alimentos y defenderse de los predadores actividades
que también pueden haber requerido el desarrollo de una buena comunicación. Las dificultades de la vida en
la sabana pudieron asimismo haber fomentado el inicio del uso de utensilios para fines tales como la
extracción de carne de las presas.
Estos importantes cambios evolutivos tuvieron que depender de un aumento de la capacidad mental y, por lo
tanto, pueden haber estado relacionados con el desarrollo de un cerebro más grande.
Las críticas a la hipótesis de las sabanas son variadas pero se basan principalmente en dos razones: primero, el
descubrimiento en 1994 de fósiles de australopitecinos en Chad, África central, por un equipo científico
sugiere que los entornos de África oriental tal vez no estuvieran totalmente aislados de los que se encontraban
más al oeste; segundo, investigaciones recientes sugieren que las sabanas abiertas no aparecieron de forma
significativa en África hasta casi 2 millones de años después. Las críticas a la teoría de las sabanas han hecho
surgir un gran número de hipótesis alternativas sobre los orígenes de la evolución humana.
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La hipótesis del mosaico de bosques sostiene que los primeros australopitecinos evolucionaron en áreas
boscosas que formaban parte de un mosaico de bosques y sabanas que les permitían alimentarse tanto en el
suelo como en los árboles, y que la alimentación en el suelo favoreció la bipedación.
La hipótesis de la variabilidad sugiere que, debido a los numerosos cambios en su entorno, los primeros
australopitecinos acabaron por vivir en diferentes hábitats, incluidos selvas, bosques abiertos y sabanas. Como
consecuencia, sus poblaciones tuvieron que adaptarse a entornos diferentes. Los científicos han demostrado
que esta serie de hábitats existían en el momento en que comenzó la evolución de los primeros
australopitecinos. De esta forma, el desarrollo de nuevas características anatómicas en particular la bipedación
combinadas con la capacidad de trepar a los árboles pueden haber conferido a los homínidos la versatilidad
necesaria para vivir en hábitats diferentes.
Los científicos sostienen asimismo diferentes hipótesis sobre cómo la bipedación puede haber influido en la
evolución del ser humano. La bipedación habitual permitía tener libres las manos, lo que facilitaba el
transporte de alimentos y utensilios; mirar por encima de los arbustos para controlar a los predadores; reducir
la exposición del cuerpo al calor del sol y aumentar su exposición a los vientos refrescantes; mejorar la
habilidad para cazar o utilizar armas, más fácil con una postura erguida; y facilitar una dieta alimenticia
basada en matorrales y ramas bajas. Los científicos no apoyan de forma unánime ninguna de estas hipótesis.
Sin embargo, estudios recientes en chimpancés sugieren que el poder alimentarse más fácilmente puede
revestir especial importancia. Los chimpancés se desplazan erguidos sobre los miembros inferiores casi
siempre que se alimentan de hojas y frutos de arbustos y ramas bajas, aunque no pueden caminar de esta
forma largas distancias.
La bipedación habría permitido a los homínidos recorrer con facilidad largas distancias, proporcionándoles
una gran ventaja sobre los simios cuadrúpedos durante sus desplazamientos a través de los terrenos abiertos
yermos situados entre arboledas. Además, seguían teniendo la ventaja de sus antepasados simios de poder
trepar a los árboles para huir de los predadores. Las ventajas de la bipedación y de la capacidad de saltar a los
árboles pueden explicar la especial anatomía de los australopitecinos. Los brazos largos y fuertes y los dedos
curvados probablemente les permitieron trepar con facilidad, mientras que la pelvis y la estructura de la parte
inferior del tronco sufrió transformaciones para poder caminar erguidos.
5 EL GÉNERO HOMO
El ser humano pertenece al género Homo, género que comenzó a evolucionar como mínimo hace unos 2,3 a
2,5 millones de años. Los primeros miembros de este género diferían de los australopitecinos en al menos un
aspecto importante: tenían un cerebro más grande que sus predecesores.
La evolución del género humano moderno puede dividirse a grandes rasgos en tres periodos: Homo antiguo,
Homo medio y Homo moderno. Las especies del Homo antiguo se parecían en muchos aspectos a los
australopitecinos gráciles. Algunas vivieron hasta hace aproximadamente 1,6 millones de años. El periodo del
Homo medio comenzó hace entre unos 2 y 1,8 millones de años, solapándose en parte con el final de la era del
Homo antiguo. Las especies del Homo medio desarrollaron una anatomía mucho más parecida a la del hombre
moderno aunque con cerebros comparativamente más pequeños. La transición del Homo medio al Homo
moderno se produjo en algún momento hace unos 200.000 años. Las especies del Homo moderno
desarrollaron cerebros grandes y complejos y eventualmente el lenguaje. La cultura también se convirtió en
una parte cada vez más importante de la vida humana durante los periodos más recientes de su evolución.
6 ORÍGENES
El origen del género Homo ha intrigado durante mucho tiempo a los paleoantropólogos y ha suscitado gran
número de debates. Alguna de las diferentes especies de australopitecinos conocidas, o incluso alguna no
descubierta todavía, pudo haber dado lugar a la primera especie de Homo. Los científicos tampoco saben con
11
exactitud qué factores favorecieron la evolución hacia un cerebro más grande y más complejo el rasgo físico
definidor del hombre moderno.
Louis Leakey argumentó en un principio que el origen del Homo estaba directamente relacionado con el
avance en la fabricación de utensilios y en especial, de utensilios de piedra, ya que la fabricación de
herramientas requiere ciertas habilidades mentales y una manipulación manual precisa que sólo puede existir
en miembros de nuestro propio género. En realidad, el nombre Homo habilis se refiere directamente a la
habilidad para fabricar y utilizar utensilios.
Sin embargo, al mismo tiempo que el Homo antiguo vivieron varias especies de australopitecinos, lo que deja
poco claro qué especie fabricó los primeros utensilios de piedra. Recientes estudios de huesos de manos de
australopitecinos sugieren que al menos una de las especies robustas, el Australopithecus robustus, pudo
haberlos realizado. Además, en las décadas de 1960 y 1970 los investigadores observaron por primera vez que
algunos primates no humanos, tales como los chimpancés, fabrican y utilizan herramientas, lo que sugiere que
los australopitecinos y los simios que les precedieron probablemente también pudieron fabricar algún tipo de
utensilio.
Sin embargo, según algunos científicos probablemente fue el Homo antiguo el que fabricó los primeros
utensilios de piedra, ya que a estos homínidos de dientes más pequeños la habilidad para cortar y triturar
alimentos les habría sido de la máxima utilidad, mientras que los australopitecinos robustos podían masticar
incluso alimentos muy duros. Además, durante un largo periodo de tiempo, los humanos primitivos siguieron
fabricando utensilios de piedra similares a los tipos más antiguos conocidos, incluso mucho después de la
extinción de los australopitecinos gráciles.
Algunos científicos piensan que fue un periodo de enfriamiento climático y de sequía en África el que
estableció el escenario para la evolución del Homo. Según esta hipótesis, hace entre unos 2,8 y 2,4 millones de
años aparecieron muchos tipos de animales adaptados a los retos de un entorno más seco, incluidas las
primeras especies de Homo. Un homínido capaz de fabricar utensilios tendría ventajas al poder obtener
alimentos alternativos a medida que la vegetación se iba haciendo más escasa en entornos cada vez más
áridos. Entre los nuevos alimentos podrían incluirse raíces y tubérculos, así como carne obtenida de animales
muertos o cazados. Sin embargo, algunos científicos no están de acuerdo con esta hipótesis y argumentan que
durante el periodo de evolución del Homo el clima fluctuó entre periodos más secos y periodos más húmedos.
En este caso, la fabricación y el uso de utensilios de piedra y la ampliación de la dieta en el Homo antiguo así
como el aumento del tamaño de su cerebro pudieron haber sido adaptaciones a entornos imprevisibles y
fluctuantes. En cualquier caso, se requeriría una documentación científica más amplia para apoyar o rechazar
decididamente la hipótesis de que el Homo antiguo surgió como parte de una amplia tendencia de extinción de
unas especies y evolución de otras durante un periodo de cambio ambiental.
1 Homo antiguo
Por lo general, los paleoantropólogos reconocen dos especies de Homo antiguo: el Homo habilis y el Homo
rudolfensis (aunque también pudieron haber existido otras). El registro es confuso porque la mayoría de los
fósiles más antiguos identificados por los científicos como especies de Homo en lugar de australopitecinos
robustos que vivieron en la misma épocaaparecen como fragmentos aislados. En muchos lugares, únicamente
la evidencia de dientes, mandíbulas y piezas de cráneo sin ningún otro resto de esqueleto indica que hace ya
2,5 millones de años habían evolucionado nuevas especies de homínidos con dientes más pequeños. Los
científicos no siempre pueden decidir si estos fósiles pertenecen a australopitecinos gráciles que sobrevivieron
por más tiempo o a los primeros representantes del Homo. Los dos grupos son parecidos entre sí porque es
probable que el Homo descienda directamente de una especie de australopitecino grácil.
11 Homo habilis
12
A principios de la década de 1960, en la garganta de Olduvai (Tanzania), Louis Leakey, el primatólogo
británico John Napier y el paleoantropólogo surafricano Philip Tobias descubrieron un grupo de fósiles de
homínido con una capacidad craneana de entre 590 y 690 cm3. Basándose en este tamaño de cerebro,
claramente superior al de los australopitecinos, los científicos propusieron establecer un nuevo género, Homo,
y una nueva especie, Homo habilis. Otros científicos se cuestionaron si este aumento de la capacidad craneana
era suficiente como para definir un nuevo género, e incluso si el H. habilis era diferente del Australopithecus
africanus, ya que los dientes de las dos especies son similares. Sin embargo, actualmente entre los científicos
están ampliamente aceptados los nombres de género y de especie propuestos por el equipo de Olduvai.
El H. habilis vivió en el este y posiblemente en el sur de África hace entre unos 2 y 1,5 millones de años e
incluso tal vez hace ya 2,4 millones de años. Aunque los fósiles de esta especie se parecen bastante a los de
los australopitecinos, el H. habilis tenía molares, premolares y mandíbulas más pequeñas y estrechas que sus
predecesores y que los australopitecinos robustos contemporáneos.
En un esqueleto femenino de Olduvai se observa que su altura era solamente de 1 m y que la relación entre la
longitud de sus miembros superiores e inferiores era superior a la de la australopitecina Lucy. Por lo tanto, al
menos en el caso de este individuo, el H. habilis presentaba unas proporciones corporales muy parecidas a las
de los simios. Sin embargo, tenía unos pies y unas manos de aspecto más moderno capaces de fabricar
utensilios. Junto con fósiles de H. habilis se han encontrado algunos de los primeros utensilios de piedra de
Olduvai, lo que sugiere que esta especie fabricaba y utilizaba las herramientas en este lugar.
Los científicos comenzaron a observar un alto grado de variabilidad en el tamaño corporal según fueron
descubriendo más fósiles de Homo antiguo. Esto podría indicar que el H. habilis presentaba un alto grado de
dimorfismo sexual. Así, por ejemplo, el esqueleto femenino de Olduvai era pequeño en comparación con otros
fósiles encontrados como, por ejemplo, un cráneo bastante grande de Homo antiguo procedente del lago
Turkana en el norte de Kenia. Sin embargo, las diferencias de tamaño realmente excedían las esperadas entre
sexos de una misma especie. Este descubrimiento ayudó más tarde a convencer a los científicos de que en
África oriental había vivido también otra especie de Homo antiguo.
12
Homo rudolfensis
Esta segunda especie de Homo antiguo recibió el nombre de Homo rudolfensis, en honor al lago Rudolf
(actualmente lago Turkana). Los fósiles más conocidos de H. rudolfensis proceden de la zona que rodea a este
lago y datan de hace unos 1,9 millones de años. Los paleoantropólogos no han determinado aún el espacio
total de tiempo en el que pudo haber existido.
Esta especie tenía el rostro y el cuerpo mayores que el H. habilis. La capacidad craneana media del H.
rudolfensis era de aproximadamente 750 cm3. Los científicos necesitan mayores evidencias para establecer si
el cerebro del H. rudolfensis en relación con su tamaño corporal era mayor que en el caso del H. habilis. Una
relación cerebro−tamaño corporal mayor puede indicar mayor capacidad mental. El H. rudolfensis también
tenía unos dientes bastante grandes, de tamaño parecido al de los australopitecinos robustos. El
descubrimiento de incluso parte de un esqueleto fósil revelaría si esta forma más grande del Homo antiguo
tenía proporciones corporales parecidas a las de los simios o más modernas. Los científicos han encontrado
varios huesos de fémur de aspecto moderno datados en hace unos 2 o 1,8 millones de años que pueden
proceder del H. rudolfensis. Estos huesos sugieren un tamaño corporal y un peso de 1,5 m y 52 kg,
respectivamente.
2 Homo medio
El periodo del Homo medio comenzó en África hace unos 1,9 millones de años. Hasta hace poco, los
paleoantropólogos reconocían sólo una especie en este periodo, el Homo erectus. Actualmente se reconocen
tres especies de Homo medio: Homo ergaster, Homo erectus y Homo heidelbergensis. Sin embargo, algunos
13
todavía piensan que el H. ergaster es una forma primitiva africana del H. erectus, o que el H. heidelbergensis
es una forma tardía del H. erectus.
Los cráneos y dientes de las poblaciones africanas primitivas de Homo medio diferían ligeramente de los de
las poblaciones posteriores de H. erectus de China y la isla de Java en Indonesia. El H. ergaster es un
candidato más adecuado como antepasado de la línea humana moderna porque el H. erectus asiático presenta
ciertas características que no se observan en algunos homínidos posteriores, incluida nuestra propia especie.
El H. heidelbergensis presenta similitudes tanto con el H. erectus como con la especie posterior H.
neanderthalensis, aunque puede haber sido una especie de tránsito entre el Homo medio y la línea a la que
pertenece el hombre moderno.
21
Homo ergaster
Probablemente el Homo ergaster comenzó a evolucionar en África hace unos 2 millones de años. Esta especie
tenía el cráneo redondeado, el volumen del cerebro entre 800 y 850 cm3, frente prominente, dientes pequeños
y muchas otras características que compartía con el posterior H. erectus. Muchos paleoantropólogos
consideran al H. ergaster un candidato adecuado para antepasado del hombre moderno al tener varias
características craneales modernas como, por ejemplo, unos huesos relativamente finos. La mayoría de los
fósiles de H. ergaster proceden de una época comprendida entre hace 1,8 y 1,6 millones de años.
El fósil más importante de esta especie encontrado hasta el momento es un esqueleto casi completo de un
joven de Turkana, Kenia, datado en hace unos 1,55 millones de años. Los científicos determinaron el sexo del
esqueleto en base a la forma de su pelvis. A partir de patrones de crecimiento de los dientes y de los huesos
establecieron que el joven había muerto cuanto tenía una edad comprendida entre 9 y 12 años.
El chico de Turkana, como se conoce a este esqueleto, presentaba en los miembros inferiores huesos alargados
así como proporciones de brazos, piernas y tronco que coinciden básicamente con las del hombre moderno, en
fuerte contraste con las proporciones simiescas del H. habilis y del Australopithecus afarensis. El chico de
Turkana parece que era bastante alto y esbelto. Los científicos estiman que, si hubiera llegado a adulto, habría
alcanzado una altura de 1,8 m y un peso de 68 kg. Su anatomía indica que el H. ergaster estaba especialmente
bien adaptado a andar y tal vez a correr largas distancias en un entorno cálido (un cuerpo alto y esbelto disipa
bien el calor) pero no así a trepar a los árboles.
El Homo ergaster, el Homo rudolfensis y el Homo habilis, además de posiblemente dos australopitecinos
robustos, parece que pudieron haber coexistido en África hace unos 1,9 millones de años. Este descubrimiento
contradice la hipótesis paleoantropológica tradicional que afirma que la evolución humana era una sola línea
que había ido evolucionando progresivamente a lo largo del tiempo: una especie de australopitecino seguida
de un Homo antiguo, a continuación el Homo medio y finalmente el Homo sapiens. Parece que durante la
evolución humana fueron habituales periodos de diversidad y extinción de especies y que el H. sapiens
moderno disfruta de la rara distinción de ser la única especie humana viva en la actualidad.
Aunque el Homo ergaster parece haber coexistido con otras especies de homínidos, sin embargo
probablemente éstas no llegaron a cruzarse entre sí. El apareamiento rara vez tiene éxito entre dos especies
con diferencias esqueléticas importantes, como sucedía con el H. ergaster y el H. habilis. Muchos
paleoantropólogos piensan actualmente que el H. ergaster descendía de una población anterior de Homo tal
vez una de las dos especies conocidas de Homo antiguo y que la línea humana moderna desciende del H.
ergaster.
22 Homo erectus
Actualmente los paleoantropólogos saben que el hombre evolucionó primero en África y que sólo vivió en
este continente durante un par de millones de años. La primera especie humana que se sabe se dispersó en
14
gran número fuera del continente africano fue descubierta por primera vez en el Sureste asiático. En 1891 el
médico holandés Eugène Dubois encontró el cráneo de un homínido en la isla indonesa de Java, al que llamó
Pithecantropus erectus u `hombre mono erguido'. Actualmente los paleoantropólogos se refieren a esta
especie como Homo erectus.
El H. erectus parece haber evolucionado en África a partir de poblaciones anteriores de H. ergaster, para a
continuación dispersarse por Asia hace unos 1,8 millones de años. Los últimos fósiles conocidos de esta
especie, procedentes del río Solo en Java, están datados en hace unos 130.000 años (datación que puede ser
discutible). De esta forma el H. erectus fue una especie de gran éxito: se dispersó ampliamente (vivió en
África y en gran parte de Asia) y gozó de larga vida (posiblemente sobrevivió durante más de 1,5 millones de
años).
El H. erectus tenía un cráneo bajo y redondeado, frente prominente y una capacidad craneana adulta de entre
800 y 1.250 cm3, una media dos veces superior a la de los australopitecinos. Sus huesos, incluido el cráneo,
eran más gruesos que los de las especies anteriores. Unas prominentes marcas musculares y gruesas áreas
reforzadas en los huesos indican que el cuerpo del H. erectus podía soportar fuertes movimientos y tensiones.
Aunque tenía unos dientes mucho más pequeños que los australopitecinos, su mandíbula era grande y fuerte.
En las décadas de 1920 y 1930, el anatomista y antropólogo físico alemán Franz Weidenreich descubrió las
colecciones más famosas de fósiles de H. erectus en el yacimiento de Zhoukoudian, China, cerca de Beijing.
Estos fósiles humanos recibieron el nombre de Sinanthropus pekinensis u Hombre de Pekín, aunque más tarde
fue clasificado como H. erectus. En la cueva de Zhoukoudian se encontraron restos de más de 30 individuos
que habían vivido entre hace 500.000 y 250.000 años. Estos fósiles se perdieron al comienzo de la II Guerra
Mundial, pero Weidenreich había hecho unas réplicas excelentes de sus descubrimientos. En excavaciones
posteriores en este yacimiento se encontraron más restos de H. erectus.
En China se encuentran otros yacimientos importantes de fósiles de esta especie como, por ejemplo, Lantian,
Yuanmou, Yunxian y Hexian. Los investigadores también han encontrado gran número de utensilios
fabricados por el H. erectus en yacimientos como Nihewan y Bose, en China, y en otros lugares de antigüedad
similar (al menos entre 1 millón y 250.000 años de antigüedad).
Desde el descubrimiento del H. erectus, los científicos se preguntan si esta especie era un antepasado directo
del hombre moderno, incluido el H. sapiens. Las últimas poblaciones de H. erectus tales como las del río Solo
en Java pueden haber vivido hace solamente 50.000 años, simultáneamente con poblaciones de H. sapiens. El
hombre moderno puede no haber evolucionado a partir de estas últimas poblaciones de H. erectus, un tipo de
homínido mucho más primitivo. Sin embargo, poblaciones anteriores de asiáticos orientales pueden haber
dado lugar al H. sapiens.
23
Homo heidelbergensis
Muchos paleoantropólogos creen que los homínidos emigraron a Europa hace unos 800.000 años y que estas
poblaciones no eran de Homo erectus. Cada vez un número mayor de científicos se refieren a estos primeros
inmigrantes que llegaron a Europa que precedieron al hombre de Neandertal y al Homo sapiens en la región
como Homo heidelbergensis. El nombre de la especie procede de una mandíbula de 500.000 años de
antigüedad encontrada cerca de Heidelberg, Alemania.
Los científicos han encontrado en África pocos fósiles humanos pertenecientes al periodo comprendido entre
hace 1,2 millones y 600.000 años, durante el cual el H. heidelbergensis o sus antepasados emigraron por
primera vez a Europa. Las poblaciones de H. ergaster (o posiblemente de H. erectus) parecen haber vivido en
África hasta hace al menos unos 800.000 años y posiblemente en el norte de África hasta hace unos 500.000
años. Cuando estas poblaciones desaparecieron, parece que otros homínidos de constitución ósea más fuerte y
cerebros más grandes posiblemente el H. heidelbergensis las sustituyeron. Los científicos han encontrado
15
fósiles de estos hombres más bajos en los yacimientos de Bodo en Etiopía, Saldanha en Suráfrica, Ndutu en
Tanzania y Kabwe en Zambia.
Los científicos han propuesto al menos tres interpretaciones diferentes para estos fósiles africanos. Algunos
los sitúan en la especie H. heidelbergensis y piensan que esta especie dio lugar tanto al hombre de Neandertal
(en Europa) como al H. sapiens (en África). Otros piensan que los fósiles europeos y africanos pertenecen a
dos especies diferentes y que las poblaciones africanas que, según esta hipótesis, no eran de H.
heidelbergensis sino de una especie diferente dieron lugar al H. sapiens. Sin embargo, otros científicos
defienden la antigua hipótesis de que el H. erectus y el H. sapiens pertenecen a un único linaje evolutivo y que
los fósiles africanos pertenecen a la categoría del H. sapiens arcaico (`arcaico' hace referencia a que su
anatomía no era totalmente moderna).
La evidencia de los fósiles no favorece claramente a ninguna de estas hipótesis sobre las demás. Cada vez un
número mayor de fósiles procedentes de Asia, África y Europa presentan características intermedias entre el
primer Homo ergaster y el Homo sapiens, lo que dificulta la identificación de las diferentes especies y la
determinación de qué grupo de fósiles representa el antepasado más probable de los hombres posteriores.
24 ¿Por qué el ser humano emigró de África?
El ser humano evolucionó en África y vivió allí únicamente durante unos 3 millones de años, por lo que los
científicos se preguntan qué fue lo que impulsó a aquellos hombres a emigrar de África (movimiento que
coincidió con la dispersión de las primeras poblaciones humanas por el continente africano). La respuesta a
esta cuestión depende, en parte, de la determinación exacta en el tiempo de esta primera migración. Según
algunos estudios, los yacimientos en Asia y Europa contienen utensilios de piedra tosca y fragmentos
fosilizados de dientes similares a los humanos datados en más de 1,8 millones de años de antigüedad. Aunque
estas tesis permanecen sin confirmar, parece que hace más de 1,6 millones de años pudieran haber entrado en
Asia pequeñas poblaciones, seguidas de una dispersión más importante hace entre unos 1,6 y 1 millones de
años. Por otro lado, la primera presencia humana importante en el centro y el oeste de Europa no parece haber
tenido lugar hasta hace un 1 millón ó 500.000 años.
Los científicos pensaban antes que los avances en la fabricación de utensilios de piedra podían haber
permitido a hombres primitivos tales como el Homo erectus desplazarse a Asia y Europa, tal vez ayudándoles
a buscar nuevos tipos de alimentos como la carne de mamíferos grandes. Si las poblaciones humanas africanas
hubieran desarrollado utensilios que les hubieran permitido capturar de forma eficaz caza mayor, hubieran
tenido una fuente segura de alimentación en cualquier lugar. Según esta hipótesis, el hombre primero emigró a
Eurasia gracias a una adaptación cultural única.
Hace unos 1,6 millones de años, los homínidos habían comenzado a fabricar nuevos tipos de utensilios del
tipo que los científicos denominan achelense. Entre los utensilios achelenses comunes se encuentran grandes
hachas de mano y hendedores. Aunque estas nuevas herramientas pudieron haber ayudado en la caza, los
primeros utensilios achelenses conocidos en África son posteriores a la primera presencia humana conocida en
Asia. Asimismo, la mayoría de los yacimientos del este de Asia de más de 200.000 años de antigüedad sólo
contienen guijarros y lascas de factura sencilla. Por el contrario, los utensilios achelenses eran de factura más
elaborada, de mayor tamaño y más simétricos. Por tanto, los primeros colonos de Eurasia no tenían una
tecnología verdaderamente achelense y únicamente el avance en la fabricación de utensilios no puede explicar
la dispersión fuera de África.
Otra posibilidad es que la primera dispersión de hombres hacia Eurasia no fue la única, sino que más bien
formó parte de una migración más amplia de animales carnívoros, tales como leones y hienas. La migración
humana fuera de África tuvo lugar durante la primera parte del Pleistoceno, aproximadamente hace entre 1,6
millones y 780.000 años. Muchos carnívoros africanos emigraron a Eurasia durante el comienzo del
Pleistoceno y puede que el hombre también emigrara con ellos. Según esta hipótesis, el Homo erectus fue una
16
de las muchas especies de carnívoros que se dispersaron por Eurasia procedentes de África, y no una especie
adaptada de forma singular. El hecho de depender de la carne como fuente de alimentación fundamental
puede haber permitido a muchas especies carnívoras, incluido el hombre, desplazarse a través de entornos
diferentes sin necesidad de tener que aprender rápidamente a distinguir entre plantas desconocidas las
posiblemente venenosas.
Sin embargo, la migración humana hacia el este de Asia pudo haber tenido lugar de forma gradual y a través
de latitudes inferiores y entornos similares a los de África. Suponiendo que las poblaciones del este africano
de Homo erectus se desplazasen a una velocidad de sólo 1,6 km cada 20 años, podían haber alcanzado el
Sureste asiático en 150.000 años. A lo largo de todo este tiempo el hombre pudo haber aprendido a reconocer
las plantas comestibles. Así, el hecho de comer carne puede no haber desempeñado un papel crucial en las
primeras migraciones humanas hacia nuevos continentes. La comparación entre fósiles de animales, utensilios
de piedra y primeros fósiles humanos procedentes de África, Asia y Europa ayudará a los científicos a
establecer con mayor exactitud los factores que impulsaron y permitieron al ser humano aventurarse fuera de
África por primera vez.
3 Homo moderno
El origen de nuestra propia especie, el Homo sapiens, es uno de los temas más debatidos de la
paleoantropología. Este debate se centra en si el hombre está directamente relacionado con el Homo erectus o
con el de Neandertal, grupo más moderno y conocido de homínidos que evolucionaron en los últimos 250.000
años. Los paleoantropólogos utilizan por lo general el término de Homo sapiens sapiens para distinguir entre
el hombre actual y estos antepasados similares.
Tradicionalmente los paleoantropólogos clasificaban como Homo sapiens cualquier fósil humano de menos de
500.000 años que tuviese un cráneo mayor que el del Homo erectus. Así, muchos científicos que piensan que
el hombre moderno desciende de una única línea que se retrotrae al H. erectus utilizan el nombre de Homo
sapiens para referirse a una amplia gama de fósiles más antiguos que los del Homo sapiens sapiens. El
término primitivo indica un conjunto de características físicas típicas del hombre de Neandertal y de otras
especies de Homo moderno anteriores al Homo sapiens. Entre estas características se encuentran la
combinación de un esqueleto robusto, un cráneo grande pero achatado y una mandíbula inferior sin mentón
prominente. En este sentido, el Neandertal es clasificado a veces como subespecie del H. sapiens primitivo
Homo sapiens neanderthalensis. Otros científicos opinan que los diferentes fósiles primitivos se agrupan
realmente por conjuntos claramente identificables de características y que cualquier tipo de fósil que presente
un conjunto único de rasgos debería recibir un nuevo nombre de especie. Según esta hipótesis, el hombre de
Neandertal forma su propia especie, Homo neanderthalensis.
31
El Neandertal y otros homínidos primitivos
El hombre de Neandertal vivió en áreas situadas entre el oeste de Europa y Asia central en una época
comprendida entre hace 120.000 y 30.000 años. El nombre de Neandertal se debe a los fósiles encontrados en
1856 en la cueva Feldhofer del valle del Neander en Alemania (tal forma moderna de thal significa `valle' en
alemán). Los científicos se dieron cuenta varios años después de que algunos descubrimientos anteriores
realizados en 1829 en Engis, Bélgica, y en 1848 en Forbes Quarry, Gibraltar también pertenecían a un
Neandertal. Estos dos primeros descubrimientos se refieren a los primeros fósiles de humanos primitivos
encontrados.
En el pasado, los científicos pensaban que existían grandes diferencias entre el hombre de Neandertal y del
hombre moderno. Esta suposición se basaba en una reconstrucción defectuosa de un esqueleto de Neandertal
que presentaba las rodillas dobladas y una forma de andar con la cabeza baja y los brazos caídos. Esta
reconstrucción dio la impresión general, aunque errónea, de que el hombre de Neandertal era un individuo
rudo de escasa inteligencia que vivía de forma tosca.
17
Por el contrario, el Neandertal, como las especies que le precedieron, caminaba totalmente erguido y no tenía
la mirada baja ni las rodillas dobladas. Además, su capacidad craneana era bastante grande (aproximadamente
de 1.500 cm3), ligeramente superior a la del hombre moderno (la diferencia se debe probablemente a su
mayor masa muscular frente a la del hombre moderno, que normalmente va aparejada a un volumen cerebral
mayor).
Comparado con los primeros homínidos, el tenía un alto grado de sofisticación cultural. Parece que realizaba
rituales simbólicos como, por ejemplo, el enterramiento de los muertos. Los fósiles de esta especie incluida
una serie de esqueletos bastante completos son bastante numerosos si se comparan con los de formas más
primitivas de Homo, en parte debido a sus costumbres funerarias. También fabricaba sofisticados utensilios de
piedra del tipo conocido como musteriense.
Junto a muchas similitudes físicas, el Neandertal difería, sin embargo, del hombre moderno en varios
aspectos: poseía un cráneo achatado y alargado, senos nasales anchos (lo que sugería una nariz grande),
mejillas prominentes, marcados arcos superciliares, mentón retraído y un espacio detrás del tercer molar.
El esqueleto del Neandertal también era de complexión más fuerte con huesos más gruesos que los del
hombre moderno. Otras características esqueléticas eran la curvatura de los huesos de los miembros inferiores
en algunos individuos, escápulas anchas, articulaciones de la cadera giradas hacia fuera, pubis largo y delgado
y huesos cortos en las partes inferiores de piernas y brazos en comparación con los huesos superiores. En
conjunto, estos rasgos componían un cuerpo potente y compacto de baja estatura el hombre medía un
promedio de 1,7 m de altura y pesaba 84 kg, mientras que la mujer medía un promedio de 1,5 m de altura y
pesaba 80 kg.
La complexión baja y fuerte del Neandertal le permitía conservar el calor y le ayudaba a soportar condiciones
extremadamente frías como las que comenzaron a imponerse en las regiones templadas hace unos 70.000
años. Los últimos fósiles conocidos de esta especie procedían del oeste de Europa y tienen más de 36.000
años de antigüedad.
Al mismo tiempo que las poblaciones de Neandertal crecían en número en Europa y en partes de Asia,
surgieron otras poblaciones de homínidos casi modernos en África y Asia. Los científicos se refieren
habitualmente a estos fósiles, que son distintos pero parecidos a los del Neandertal, como primitivos. Los
fósiles de los yacimientos chinos de Dali, Maba y Xujiayao muestran el cráneo chato y alargado y el rostro
ancho típicos de los primeros homínidos, aunque también presentan algunas características similares a las de
los humanos modernos de la región. En la cueva del yacimiento de Jebel Irhoud, Marruecos, los científicos
han encontrado fósiles con el cráneo alargado típico de los homínidos primitivos pero también con rasgos
modernos como una frente algo más alta y rostro más plano. Los fósiles humanos procedentes de yacimientos
de África oriental de hace más de 100.000 años tales como Ngaloba en Tanzania y Eliye Springs en Kenia
también parecen mostrar una mezcla de rasgos primitivos y modernos.
32
Homo sapiens sapiens
Los fósiles más antiguos encontrados con características esqueléticas típicas del hombre moderno datan de
hace unos 130.000 a 90.000 años. Varias características clave diferencian los cráneos del hombre moderno de
los de las especies primitivas: arcos superciliares poco marcados, cráneo redondo y rostro aplanado o sólo
ligeramente prominente de tamaño reducido situado bajo la parte frontal del cráneo. De todos los mamíferos,
sólo el hombre tiene la cara posicionada directamente bajo el lóbulo frontal (el área más adelantada del
cráneo). Como resultado, el hombre moderno tiende a tener una frente más alta que la que tenían el
Neandertal y otros homínidos primitivos. La capacidad craneana del hombre moderno oscila entre
aproximadamente 1.000 y 2.000 cm3, siendo la media de aproximadamente 1.350 cm3.
18
En los yacimientos de Singha en Sudán, Omo en Etiopía, Klasies River Mouth en Suráfrica y Skhûl en Israel
los científicos han encontrado restos de cráneos de los primeros Homo sapiens sapiens. Basándose en estos
fósiles, muchos científicos concluyen que el hombre moderno ya había evolucionado en África hace unos
130.000 años y que en algún momento hace 90.000 años comenzó a dispersarse hacia diferentes partes del
mundo por una ruta a través del Oriente Próximo.
4 Teorías sobre los orígenes y la diversidad del hombre moderno
Los paleoantropólogos siguen debatiendo sobre dónde evolucionó el hombre moderno y cómo se dispersó por
el mundo. La cuestión es si la evolución tuvo lugar en una pequeña región de África o en una amplia área de
África y Eurasia. Y aún más, si las poblaciones humanas modernas procedentes de África desplazaron a todas
las poblaciones humanas allí existentes, llegando a producir en último término su extinción.
Aquellos que piensan que el hombre moderno tuvo su origen sólo en África para más tarde dispersarse por el
mundo apoyan la denominada hipótesis de la emigración de África. Aquellos que piensan que el hombre
moderno evolucionó por toda una gran región de Eurasia y África apoyan la denominada hipótesis
multirregional.
Los investigadores han realizado numerosos estudios genéticos y han valorado cuidadosamente los fósiles
para determinar cuál de estas hipótesis coincide más con la evidencia científica. Los resultados de esta
investigación no confirman ni rechazan totalmente ninguna de ellas. Por lo tanto, algunos científicos piensan
que la mejor explicación es un compromiso entre ambas hipótesis. El debate entre estas teorías tiene
implicaciones en cuanto a qué entienden los científicos como raza humana. La cuestión que se plantea es si en
el hombre moderno las diferencias físicas evolucionaron profundamente en el pasado lejano o lo hicieron en
un pasado relativamente reciente.
41 La hipótesis de la emigración de África
De acuerdo con la hipótesis de la emigración de África, también conocida como la hipótesis de sustitución, las
primeras poblaciones de hombres modernos procedentes de África migraron a otras regiones y sustituyeron
por completo a las poblaciones hasta entonces existentes de homínidos primitivos. Entre las poblaciones
sustituidas se incluye al hombre de Neandertal y a cualquier grupo superviviente de Homo erectus. Los
defensores de esta hipótesis afirman que muchas características del esqueleto del hombre moderno
evolucionaron en un pasado relativamente reciente hace unos 200.000 años aproximadamente lo que sugiere
un origen único y común. Además, las similitudes anatómicas comunes a todas las poblaciones de hombres
modernos superan de lejos las compartidas entre el hombre moderno y el hombre premoderno dentro de
regiones geográficas determinadas. Numerosos estudios biológicos indican que la mayoría de las especies
nuevas de organismos, incluidos los mamíferos, han surgido de poblaciones pequeñas y geográficamente
aisladas.
42 La hipótesis multirregional
Según la hipótesis multirregional, también conocida como la hipótesis de continuidad, la evolución del
hombre moderno comenzó cuando el Homo erectus se dispersó por gran parte de Eurasia hace 1 millón de
años. Las poblaciones regionales retuvieron algunas características anatómicas únicas durante cientos de miles
de años, pero ellos también se mezclaron con poblaciones de las regiones colindantes, intercambiando rasgos
hereditarios entre sí. Este intercambio de rasgos se conoce como flujo genético.
A través del flujo genético las poblaciones de Homo erectus transmitieron una serie de características cada vez
más modernas, tales como un mayor tamaño de cerebro, por todo su radio geográfico. Gradualmente esto
habría dado lugar a la evolución de un homínido con aspecto más moderno en toda África y Eurasia. En este
caso las diferencias físicas entre los hombres actualmente serían el resultado de cientos de miles de años de
19
evolución regional. Este es el concepto de continuidad. Así, por ejemplo, las poblaciones modernas del este
asiático tienen algunas características craneanas observadas también por los científicos en fósiles del Homo
erectus de esta región.
Algunos detractores de la hipótesis multirregional sostienen que esta fomenta de forma indebida una creencia
científica en el concepto de raza, lo que podría ser utilizado para fomentar el racismo. Sin embargo, los
defensores de la hipótesis señalan que su postura no implica que las razas modernas evolucionasen aisladas
unas de otras, o que las diferencias raciales justifiquen el racismo. Por el contrario, la teoría sostiene que el
flujo genético vinculó a las diferentes poblaciones y que estos vínculos permitieron que características cada
vez más modernas, independientemente de donde hubieran surgido, se dispersaran por las diferentes regiones
y eventualmente llegaran a hacerse universales entre los seres humanos.
43
Contrastando ambas teorías
Los científicos han contrastado las hipótesis de la emigración de África y la multirregional tanto con las
evidencias genéticas como con los fósiles encontrados. Aunque los resultados no apoyan definitivamente
ninguna de las dos hipótesis, se inclinan a favor de la primera.
431
Evidencias genéticas
Los genetistas han estudiado las diferencias en el ácido desoxirribonucleico (ADN) de diferentes poblaciones
humanas. El ADN es la molécula que contiene nuestro código genético hereditario. Las diferencias en el ADN
humano se producen por mutaciones de su estructura. Las mutaciones pueden originarse por exposición a
elementos externos tales como radiación solar o ciertos compuestos químicos, aunque otras veces se producen
de forma natural al azar.
Los genetistas han calculado la velocidad previsible para que se produzca una mutación a lo largo del tiempo.
Dividiendo el número total de diferencias genéticas entre dos poblaciones por la velocidad esperada de
mutación se obtiene una estimación del momento en el que ambas poblaciones compartieron un antepasado
común. Muchas estimaciones de antepasados evolutivos se basan en estudios del ADN en estructuras
celulares denominadas mitocondrias. Este ADN recibe el nombre de ADN mitocondrial (ADNm). A
diferencia del ADN del núcleo de la célula, cuyos códigos para la mayoría de los rasgos hereda el organismo
de ambos progenitores, la herencia mitocondrial pasa sólo de la madre a su descendencia. El ADNm también
acumula mutaciones con una rapidez diez veces mayor que el ADN del núcleo de la célula (ubicación de la
mayor parte del ADN). Su estructura cambia tan rápidamente que los científicos pueden medir fácilmente las
diferencias entre una población humana y otra. Dos poblaciones estrechamente relacionadas deberían tener
sólo pequeñas diferencias de ADNm. Por el contrario, dos poblaciones muy lejanamente relacionadas entre sí
deberían presentar grandes diferencias.
Las investigaciones genéticas para el conocimiento de los orígenes del hombre moderno han dado lugar a dos
importantes descubrimientos. En primer lugar, las variaciones del ADNm entre diferentes poblaciones
humanas son mínimas en comparación con las de otras especies de animales. Esto significa que todo el
ADNm humano se originó a partir de un linaje ancestral único en particular, una primera mujer en un pasado
bastante reciente que desde entonces ha ido mutando. La mayoría de las estimaciones de la velocidad de
mutación del ADNm sugieren que este antepasado femenino vivió hace unos 200.000 años. Además, el
ADNm de las poblaciones del continente africano varía más que el de los pueblos de otros continentes. Esto
sugiere que su ADNm ha ido cambiando durante un periodo de tiempo más largo que el de las poblaciones de
cualquier otra región, y que todos los seres humanos actuales heredaron su ADNm de una mujer africana, que
a veces recibe el nombre de Eva mitocondrial. A partir de esta evidencia algunos genetistas y antropólogos
han llegado a la conclusión de que el hombre moderno tuvo su origen en una población pequeña de África
para posteriormente dispersarse desde allí.
20
Sin embargo, los estudios del ADNm presentan, entre o tros, cuatro puntos débiles principales: primero, la
velocidad estimada de mutación del ADNm varía de un estudio a otro y algunas estimaciones señalan la fecha
de origen hace unos 850.000 años, la era del Homo erectus; segundo, el ADNm es sólo una pequeña parte del
material genético total que hereda el ser humano, ya que el resto de nuestro material genético
aproximadamente unas 400.000 veces mayor que la cantidad de ADNm procede de muchos individuos que
vivían en la misma época de la Eva africana, posiblemente en muchas regiones diferentes; tercero, el
momento en el que el ADNm moderno comenzó a diversificarse no coincide necesariamente con el origen de
los rasgos biológicos y habilidades culturales del hombre moderno; y cuarto, la menor diversidad del ADNm
moderno fuera de África puede proceder de épocas en las que se produjo una reducción de las poblaciones
europeas y asiáticas tal vez debido a cambios climáticos.
A pesar de estas críticas, muchos genetistas continúan apoyando la hipótesis de emigración de África para el
origen del hombre moderno. Algunos estudios del ADN nuclear también sugieren un origen africano para una
serie de genes. Además, en un estudio muy interesante realizado a finales de la década de 1990, los científicos
recuperaron ADNm del primer fósil de Neandertal encontrado en Alemania y encontraron que difería bastante
del humano moderno. Este descubrimiento sugiere que al menos la población de este hombre de Neandertal se
había separado de la línea del hombre moderno hace unos 600.000 años y que el Neandertal representa una
especie separada del Homo sapiens sapiens.
432
Evidencias de fósiles
Al igual que ocurre con las evidencias genéticas, las evidencias de fósiles tampoco apoyan ni rechazan
totalmente ningunas de las hipótesis sobre los orígenes del hombre moderno aunque muchos científicos
piensan que favorece el origen africano del Homo sapiens sapiens durante los últimos 200.000 años. Los
cráneos más antiguos con aspecto moderno conocidos proceden de África y datan de hace aproximadamente
unos 130.000 años. El siguiente fósil en antigüedad procede de Oriente Próximo y está datado en unos 90.000
años de antigüedad. No existen fósiles de hombres modernos en Europa de más de 40.000 años. Además, el
homínido moderno europeo a menudo denominado hombre de Cro−Magnon tenía los huesos de los miembros
inferiores alargados, como las poblaciones africanas que estaban adaptadas a climas cálidos tropicales. Esto
sugiere que las poblaciones de regiones más cálidas sustituyeron a las existentes en regiones europeas más
frías, tales como los Neandertales.
Los fósiles también muestran que las poblaciones de homínidos modernos vivían al mismo tiempo y en las
mismas regiones que las poblaciones de Neandertales y Homo erectus, pero que cada una de ellas mantuvo
unas características físicas diferenciales. Los diferentes grupos se solaparon en Oriente Próximo y en el
Sureste asiático durante unos 30.000 a 50.000 años. El mantenimiento de diferencias físicas durante todo este
tiempo implica que los homínidos primitivos y modernos, por lo general, no podían o no llegaron a mezclarse.
Para algunos científicos, esto también significa que el hombre de Neandertal pertenece a una especie
separada, Homo neanderthalensis, y que las poblaciones migratorias del hombre moderno sustituyeron
totalmente a las de individuos primitivos tanto en Europa como en el este de Asia.
Por otro lado, los fósiles de hombres modernos y homínidos primitivos en algunas regiones muestran una
continuidad de determinadas características físicas. Estas similitudes pudieran indicar una evolución
multirregional. Así, por ejemplo, tanto los cráneos primitivos como los cráneos modernos del este de Asia
tienen pómulos y huesos nasales menos pronunciados que los de otras regiones. Por el contrario, las mismas
partes del rostro sobresalen más en los cráneos de los humanos primitivos y del hombre moderno europeo.
Asumiendo que estos rasgos estuvieron más determinados por la herencia genética que por los factores
ambientales, un homínido primitivo pudo haber dado origen al hombre moderno en algunas regiones o al
menos haberse cruzado con emigrantes de aspecto moderno.
44
Una teoría de compromiso
21
Cada una de las hipótesis en litigio sobre los orígenes del hombre moderno tiene sus puntos fuertes y sus
puntos débiles. La evidencia genética parece apoyar la hipótesis de la emigración de África. En la mitad
occidental de Eurasia y en África esta teoría también parece ser la mejor explicación, especialmente con
respecto a la aparente sustitución del Neandertal por poblaciones modernas. Por otro lado, la hipótesis
multirregional parece explicar en parte la continuidad regional encontrada en las poblaciones de Asia oriental.
Por esta razón, muchos paleoantropólogos defienden una teoría sobre los orígenes del hombre moderno que
combina elementos de la hipótesis de la emigración de África y elementos de la hipótesis multirregional. Un
homínido con rasgos modernos pudiera haber surgido por primera vez en África o haberse unido allí, como
resultado del flujo genético, con poblaciones de otras regiones. Estas poblaciones africanas pueden a
continuación haber sustituido al homínido primitivo en determinadas regiones, tales como el oeste de Europa
y Oriente Próximo. Pero en los demás lugares especialmente en Asia oriental puede haber tenido lugar un
flujo genético entre las poblaciones locales de homínidos primitivos y modernos que hubiese dado lugar a
características regionales diferenciadoras y permanentes.
Estas tres hipótesis las dos en litigio y la de compromiso reconocen la fuerte unidad biológica de todos los
hombres. En la hipótesis multirregional, esta unidad es el resultado de cientos de miles de años de flujo
genético continuo entre todas las poblaciones humanas. Por otra parte y de acuerdo con la hipótesis de la
emigración de África, las similitudes entre las poblaciones humanas actuales resultan de un origen común
reciente. La postura de compromiso acepta ambas hipótesis como explicaciones razonables y compatibles
sobre los orígenes del hombre moderno.
7 LA EVOLUCIÓN DE LA CONDUCTA CULTURAL
La historia de la evolución humana se ocupa tanto del desarrollo de la conducta cultural como de los cambios
en el aspecto físico. El término cultura, en antropología, se refiere tradicionalmente al conjunto de rasgos
distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una sociedad o grupo social
humano, e incluye elementos tales como la tecnología, el lenguaje y el arte. El comportamiento cultural
humano depende de la transferencia social de información de una generación a la siguiente, lo que a su vez
depende de un sistema sofisticado de comunicación como el lenguaje.
Con frecuencia se ha utilizado el término cultura para distinguir el comportamiento humano del de otros
animales. Sin embargo, algunos animales no humanos también parece que tienen formas de comportamiento
cultural aprendido. Así, por ejemplo, grupos de chimpancés utilizan diferentes técnicas para capturar termitas
con palos para alimentarse. Asimismo, en algunas regiones los chimpancés utilizan piedras o trozos de madera
para partir nueces. Existen chimpancés en otras regiones que no practican este comportamiento, aunque
tengan bosques con árboles similares y dispongan de materiales para fabricar utensilios. Estas diferencias
regionales se parecen a las tradiciones que el hombre pasa de generación en generación. Las costumbres son
un aspecto fundamental de la cultura y los paleoantropólogos asumen que los homínidos primitivos también
tenían algún tipo de tradiciones.
Sin embargo, los humanos modernos difieren de otros animales y probablemente de muchas especies humanas
primitivas en la capacidad de enseñarse de forma activa unos a otros y de transmitir y acumular grandes
cantidades de conocimientos. El hombre también precisa un periodo excepcionalmente largo de aprendizaje
antes de llegar a adulto, y tiene la capacidad física y mental del lenguaje. El lenguaje en todas sus formas
hablado, por signos o escrito proporciona un medio de comunicación de enormes cantidades de información,
muy superior a lo que cualquier animal parece poder transmitir a través de gestos y vocalizaciones.
Los científicos han seguido la evolución de la conducta cultural humana a través del estudio de restos
arqueológicos tales como utensilios o residuos carbonizados de alimentos cocinados. Estos objetos muestran
que durante gran parte de la evolución humana la cultura se ha desarrollado con lentitud. Durante el
paleolítico, o edad de piedra, las técnicas básicas para fabricar utensilios de piedra variaron muy poco durante
22
periodos de más de un millón de años.
Los fósiles humanos también proporcionan información sobre la forma de evolución de la cultura y los efectos
que ésta ha tenido en la vida humana. Así, por ejemplo, durante los últimos 30.000 años la anatomía del ser
humano sólo ha experimentado un cambio importante: los huesos del esqueleto se han reducido mucho en
cuanto a tamaño y espesor. Las innovaciones en la fabricación y el uso de utensilios y en la obtención de
alimentos como resultado de la evolución cultural pueden haber llevado a formas de vida más eficaces y que
requieren un esfuerzo físico menor, lo que habría dado lugar a cambios en la estructura ósea.
La cultura ha desempeñado un papel fundamental en la evolución del Homo sapiens. En los últimos 60.000
años el ser humano ha emigrado para colonizar casi todas las regiones deshabitadas del mundo como, por
ejemplo, pequeños archipiélagos o los continentes de Australia y las Américas. Estas migraciones
dependieron del desarrollo de aspectos tales como el transporte, los utensilios de caza y pesca, los refugios y
la indumentaria. En los últimos 30.000 años la evolución cultural se aceleró de forma sorprendente. En el
registro arqueológico este cambio se observa en la rápida expansión de los diferentes tipos de utensilios de
piedra y de las técnicas de fabricación de los mismos o en las obras de arte y en los indicios de evolución
religiosa como, por ejemplo, los enterramientos. Hace 10.000 años el ser humano comenzó por primera vez a
recolectar y cultivar granos y a domesticar animales cambio fundamental en la relación ecológica entre el ser
humano y otros seres vivos de la Tierra. El desarrollo de la agricultura proporcionó al hombre mayor cantidad
de alimentos y mayor estabilidad en su abastecimiento, permitiendo así la aparición de las primeras
civilizaciones. Actualmente, la cultura y particularmente la tecnología dominan la vida humana.
Los paleoantropólogos y los arqueólogos han estudiado los aspectos más significativos de la evolución de la
conducta cultural humana como, por ejemplo, la evolución de la vida social, la subsistencia (adquisición y
producción de alimentos), la fabricación y el uso de herramientas, la adaptación al medioambiente, el
pensamiento simbólico y su expresión a través del lenguaje, el arte y la religión y el desarrollo de la
agricultura y la aparición de las civilizaciones.
1 Vida social
La mayoría de las especies de primates, incluidos los simios africanos, viven en grupos sociales de diferente
tamaño y complejidad. Dentro de los grupos, los individuos a menudo tienen papeles multifacéticos de
acuerdo con su edad, sexo, estatus, habilidades sociales y personalidad. El descubrimiento en 1975 en Hadar,
Etiopía, de un grupo de varios individuos Australopithecus afarensis que habían fallecido juntos hace 3,2
millones de años parece confirmar que los homínidos primitivos vivían ya en grupos sociales. Los científicos
han denominado a esta colección de fósiles La primera familia.
Uno de los primeros cambios físicos en la evolución de simios a humanos la reducción del tamaño de los
caninos en el macho indica asimismo un cambio en las relaciones sociales. Los simios machos a veces utilizan
sus grandes caninos para amenazar (o a veces luchar con) otros machos de su especie, normalmente para
acercarse a las hembras o luchar por territorios o alimentos. La evolución de los caninos pequeños en los
australopitecinos implica que los machos o bien habían desarrollado otros métodos de amedrantamiento o se
habían hecho más cooperativos. Además, tanto las hembras como los machos tenían caninos pequeños, lo que
indicaba una reducción del dimorfismo sexual con respecto a los simios. Sin embargo, aunque en los
australopitecinos disminuyó el dimorfismo sexual en cuanto a tamaño de los caninos, los machos todavía eran
mucho más grandes que las hembras. Así, los australopitecinos machos puede que compitieran de forma
agresiva entre sí basándose puramente en su tamaño o fuerza. Hasta mucho tiempo después puede que la vida
social humana no comenzara a diferenciarse mucho de la de los simios.
Los científicos piensan que algunos de los cambios más significativos que posibilitaron el paso de la vida
social simiesca a la típicamente humana tuvieron lugar en especies del género Homo, cuyos miembros
muestran un dimorfismo sexual todavía menor. Estos cambios, que debieron tener lugar en diferentes
23
momentos, incluyen un prolongado tiempo de maduración de los recién nacidos que comprende un periodo
posterior durante el cual éstos requieren un intenso cuidado por parte de los progenitores, vínculos especiales
que llevan a un macho y una hembra a compartir actividades y aparearse, lo que recibe el nombre de
emparejamiento y la focalización de la actividad social en un campamento o refugio seguro situado en un
lugar especial conocido por miembros del grupo o de la familia.
11
Cuidados paternales
El ser humano, aunque tiene un cerebro grande, requiere, sin embargo, un periodo prolongado de desarrollo
posterior al nacimiento y durante su primera infancia ya que su cerebro tarda bastante tiempo en madurar.
Dado que el cerebro del australopitecino no era mucho mayor que el de un chimpancé, algunos científicos
piensan que los homínidos primitivos tenían una velocidad de crecimiento más parecida a la de los simios y
mucho más rápida que la del hombre moderno. Esta hipótesis está apoyada por estudios de fósiles de
australopitecino en los que se ha analizado el desarrollo de la dentición buen indicador del desarrollo general
del cuerpo.
Además, el cerebro humano va aumentando a medida que el feto se va desarrollando, de forma que la mujer
debe dar a luz en una fase temprana del desarrollo del bebé para que su cabeza pueda pasar por su conducto
pélvico. Así, los bebés humanos requieren un largo periodo de cuidados hasta alcanzar una fase de desarrollo
a partir de la cual ya reducen la dependencia de sus padres. Al contrario de lo que ocurre con la mujer
moderna, la australopitecina podía dar a luz a un bebé en una fase avanzada de desarrollo porque su cráneo
podía pasar perfectamente por su conducto pélvico. La necesidad de dar a luz en una fase temprana del
desarrollo del feto lo que requiere un periodo posterior prolongado de cuidados al recién nacido puede haberse
iniciado hacia la época del Homo medio con la especie Homo ergaster que tenía un cerebro claramente mayor
que el de los australopitecinos y un conducto pélvico estrecho.
12
Emparejamiento
El emparejamiento, normalmente de duración bastante breve, tiene lugar en diferentes especies de primates.
Algunos científicos piensan que en el ser humano se desarrollaron vínculos más prolongados al comenzar a
compartir cada vez más los alimentos. Entre los primates, los humanos presentan un comportamiento diferente
a la hora de compartir alimentos. El hombre retrasa la ingestión de los mismos hasta no haber vuelto al punto
de reunión de los demás miembros de su grupo social. Esta forma de repartición puede haber surgido al
mismo tiempo que la necesidad de atender durante un tiempo prolongado a los recién nacidos, probablemente
hacia la época del Homo ergaster. El macho, al dedicarse a una única hembra y compartir alimentos con ella,
podía aumentar las posibilidades de supervivencia de su prole.
13 El campamento
El ser humano vivió como cazador−recolector durante millones de años. Los miembros del grupo se iban
desplazando por el territorio para recolectar los alimentos en el momento y en el lugar donde se encuentran
disponibles. Hoy día, los pueblos que practican esta forma de subsistencia tales como el pueblo san en el
desierto de Kalahari al sur de África también establecen campamentos centrales u hogares y dividen el trabajo
entre hombres y mujeres. Las mujeres recolectan alimentos vegetales y animales, mientras que el hombre
asume la tarea de cazar, a menudo con menos éxito. Los hombres y las mujeres de la familia juntan sus
alimentos para compartirlos en el campamento. Éste que también se utiliza como refugio para criar a los hijos
y cuidar a los enfermos y a los ancianos puede haberse desarrollado por primera vez en la época del Homo
medio hace unos 1,7 millones de años. Sin embargo, la primera evidencia de hogares y refugios comunes a
todas los campamentos modernos data de hace sólo 500.000 años. Así, puede que hasta una época tardía de la
evolución humana no se haya desarrollado una forma moderna de vida social.
2 Subsistencia
24
La subsistencia en el ser humano está relacionada con los tipos de alimentos, la tecnología y los métodos para
obtenerlos, así como con las formas en las que se organizan los grupos sociales o sociedades para producirlos
y distribuirlos. Durante millones de años el hombre probablemente se alimentaba sobre la marcha, tal y como
lo hacen otros primates. La forma de vida asociada a esta estrategia de alimentación se organiza, por lo
general, alrededor de grupos sociales pequeños y familiares que se abastecen de diferentes fuentes según la
época del año.
La dieta de los homínidos primitivos se parecía probablemente a la de las especies de primates estrechamente
relacionadas con ellos. Los grandes simios comen en su mayor parte vegetales. Muchos primates comen
asimismo alimentos animales de fácil obtención, tales como insectos y huevos de aves. Entre los escasos
primates que cazan, los chimpancés se abastecen de monos e incluso de pequeñas gacelas. El ser humano
probablemente también tenía una dieta basada principalmente en alimentos vegetales. Además, no cabe duda
de que comía algunos alimentos animales y puede que también se dedicara de vez en cuando a la caza. La
subsistencia humana comenzó a diferenciarse de la de otros primates con la fabricación y el uso de los
primeros utensilios de piedra, lo que permitió que la carne y la médula (el tejido interior, rico en grasas, de los
huesos) de grandes mamíferos entrasen a formar parte de su dieta. Así, con la aparición de los utensilios de
piedra, la dieta de los primeros homínidos se distanció básicamente de la de los simios.
En los yacimientos arqueológicos más antiguos conocidos, que datan de hace unos 2,5 millones de años, los
científicos han encontrado huesos fósiles rotos y machacados de antílopes, cebras y otros animales de tamaño
parecido. Al evolucionar el Homo moderno, pudo comenzar a cazar incluso animales más grandes, como
mastodontes y mamuts, ambos mamíferos pertenecientes a la familia de los elefantes. La agricultura y la
domesticación de animales surgieron en un pasado más reciente, con el Homo sapiens.
21
Modelos de subsistencia en el Homo antiguo
Los paleoantropólogos han debatido profusamente sobre si los primeros miembros del género humano
moderno eran cazadores agresivos, recolectores pacíficos de plantas o carroñeros oportunistas. En el pasado
muchos científicos pensaban que la predación y la alimentación carnívora fueron un factor importante en los
comienzos de la evolución humana. Esta hipótesis de la caza sugería que los primeros homínidos
sobrevivieron en África a periodos especialmente áridos gracias a la caza de animales con utensilios
primitivos de piedra o hueso. Los defensores de esta hipótesis pensaban que la caza y la competición con los
animales carnívoros habían influido poderosamente en la evolución de la organización y el comportamiento
social, la fabricación de utensilios, la anatomía (por ejemplo, la estructura única de la mano humana) y la
inteligencia.
A comienzos de la década de 1960, estudios realizados en simios llevaron a poner en duda la hipótesis de la
caza. Los investigadores descubrieron que los chimpancés cooperan en la caza de al menos animales pequeños
como los monos. Por lo tanto, la caza no era un elemento totalmente diferenciador entre los homínidos y los
simios y, por lo tanto, tal vez la caza por si sola no haya sido un factor determinante en los comienzos de la
evolución. Otros científicos defienden la importancia que tuvo el hecho de compartir alimentos en los
comienzos de la vida humana. De acuerdo con esta hipótesis, la cooperación y el compartir dentro de grupos
familiares en lugar de dedicarse a la caza influyó fuertemente en la evolución humana.
Anteriormente, los científicos pensaban que los yacimientos arqueológicos de hasta 2 millones de años de
antigüedad proporcionaban evidencias suficientes como para apoyar la hipótesis del reparto de alimentos.
Algunos de los yacimientos arqueológicos más antiguos eran lugares donde el ser humano había reunido
alimentos y utensilios de piedra. Los científicos pensaban que estos yacimientos representaban campamentos
con muchas de las características sociales de los de los modernos de cazadores−recolectores, incluido el hecho
de compartir los alimentos entre las parejas.
25
Las críticas a esta teoría surgieron de un estudio más cuidadoso de los huesos de animales procedentes de los
primeros yacimientos arqueológicos. El análisis al microscopio de estos huesos reveló marcas de utensilios
humanos y dientes carnívoros, lo que indicaba que en estos lugares habían estado presentes tanto el hombre
como los predadores (hienas, gatos y chacales). Esta evidencia sugiere que lo que los científicos pensaban que
eran campamentos donde los humanos compartían alimentos, en realidad eran lugares de transformación de
alimentos que el hombre había abandonado a los predadores. Así, esta evidencia no apoyaba claramente la
idea de que los primeros homínidos compartieran los alimentos.
Investigaciones más recientes sugieren una nueva hipótesis sobre la subsistencia humana: los homínidos
extraían carne y médula de los huesos procedentes de animales muertos y dedicaba poco tiempo a la caza. De
acuerdo con esta teoría carroñera, el ser humano se dedicaba a recoger trozos de carcasas de animales
abandonados por los predadores y a continuación utilizaba utensilios de piedra para extraer la médula de los
huesos.
La observación de que muchos animales como, por ejemplo, los antílopes, a menudo mueren en la época seca
hace que esta teoría sea bastante plausible. Los primeros fabricantes de utensilios podrían haber gozado de
multitud de oportunidades para obtener grasa y carne durante las épocas secas del año. Sin embargo, otros
estudios arqueológicos y una apreciación más exacta de la importancia de la caza entre los chimpancés
sugieren que la hipótesis carroñera resulta demasiado limitada. Actualmente muchos científicos piensan que
los homínidos se dedicaban a recoger animales muertos y además cazaba. La evidencia de marcas de dientes
carnívoros en huesos cortados por los primeros fabricantes de utensilios sugiere que al menos la mayor parte
de los animales que comía el hombre los recogía ya muertos. Al margen de esto, también se alimentaba de
diferentes plantas. Sin embargo, todavía no está claro hasta qué punto el ser humano dependía de la caza,
especialmente de la caza de animales menores.
22
El inicio de la caza
Los científicos no están de acuerdo sobre el momento en que el hombre comenzó a cazar de forma regular.
Así, por ejemplo, el descubrimiento de fósiles de elefante junto a utensilios fabricados por el Homo medio
llevó a los investigadores a pensar que los miembros de esta especie eran cazadores de caza mayor. Sin
embargo, el descubrimiento de huesos de animales y utensilios en un mismo yacimiento no implica
necesariamente que hubiese matado a los animales o comido su carne, ya que éstos pueden morir por
diferentes causas o las fuerzas de la naturaleza podrían situar de forma accidental fósiles en las cercanías de
utensilios. Ciertas excavaciones realizadas recientemente en Olorgesailie, Kenia, han demostrado que el
Homo erectus cortaba carne de carcasas de elefante pero no revelan si estos hombres eran cazadores
accidentales o especializados.
Es casi seguro que el ser humano que vivía fuera de África especialmente en climas más fríos necesitaba
comer más carne que su coetáneo africano. El hombre de la Eurasia templada debió tener que aprender a
reconocer las plantas que podía comer de forma segura; además, el número de alimentos vegetales disponibles
disminuiría de forma importante durante el invierno. Sin embargo, aunque los científicos han encontrado muy
pocos fósiles de plantas comestibles o digeridas en los yacimientos, es probable que los primeros habitantes
de Europa y Asia se alimentaran de plantas además de carne.
Entre los yacimientos en los que se ha encontrado una evidencia más clara de que el ser humano se dedicaba a
la caza cabe citar Boxgrove, Gran Bretaña, lugar donde hace unos 500.000 años el hombre atrapaba animales
de gran tamaño entre un bebedero y el lateral de una roca, para a continuación matarlos. En el yacimiento de
Schöningen, Alemania, de unos 400.000 años de antigüedad, los científicos han encontrado lanzas de madera
de extremos afilados especialmente diseñadas para ser lanzadas y que probablemente se utilizaban para cazar
grandes animales.
26
Parece que tanto el Neandertal como otros homínidos primitivos comían los animales disponibles en un
determinado lugar o en una determinada época. Así, por ejemplo, en los yacimientos europeos, el número de
huesos de reno (animal de zonas frías) y de ciervo común (animal de zonas cálidas) cambiaba según el clima
que hubiera reinado. Para obtener proteínas y grasas animales probablemente el Neandertal también
combinaba las actividades de caza con las de rapiña de animales muertos.
Durante al menos los últimos 100.000 años algunos grupos humanos se alimentaron de frutos del mar o de la
costa, tales como crustáceos y mamíferos y aves marinas, mientras que otros pescaban en ríos y lagos
interiores. Hace probablemente unos 90.000 a 80.000 años el ser humano en Katanda, actualmente República
Democrática del Congo, pescaba grandes barbos utilizando puntas de hueso con barbas, el aparejo de pesca
especializada más antiguo conocido. Las puntas de piedra más antiguas para flechas o lanzas datan de hace
unos 50.000 a 40.000 años. Estos avances tecnológicos, probablemente desarrollados por primera vez por los
homínidos modernos, indican una ampliación de los tipos de alimentos disponibles.
Hace unos 40.000 años, el ser humano comenzó a hacer avances aún más significativos en la caza de animales
peligrosos y en grandes manadas, así como en la explotación de los recursos marinos. Participaba en grandes
expediciones de caza en las que mataba gran número de renos, bisontes, caballos y oros animales que vivían
en aquella época en las amplias sabanas. En algunas regiones, se especializó en la caza de determinados tipos
de animales. La familiaridad que estos humanos tenían con los animales que cazaban quedó reflejada en
dibujos y pinturas en las paredes de las cuevas, datadas en unos 32.000 años de antigüedad. Los cazadores
utilizaban asimismo los huesos, el marfil y las astas de sus presas para realizar obras de arte y bellos
utensilios. En algunas zonas, tales como las planicies centrales de Estados Unidos en donde antiguamente
abundaba un tipo de gran bisonte actualmente extinguido, la caza pudo haber contribuido a la extinción de
especies completas.
3 Utensilios
Aunque tal vez la fabricación y la utilización de utensilios no era suficiente para distinguir a los homínidos de
sus predecesores simios, en cambio, el ser humano realizó la importante proeza de utilizar una herramienta
para fabricar otras y en particular desarrolló una técnica denominada quebrantamiento de piedras que
consistía en golpear con precisión una piedra contra otra. La fabricación de utensilios líticos caracterizó el
periodo denominado a veces edad de piedra, que se inició hace al menos unos 2,5 millones de años en África
y se prolongó hasta el desarrollo de los utensilios de metal en los últimos 7.000 años (en momentos diferentes
según las partes del mundo). Aunque tal vez los primeros homínidos fabricaran utensilios de piedra hace más
de 2,5 millones de años, puede que sus artífices no permanecieran el tiempo suficiente en un mismo lugar
como para dejar conjuntos de utensilios que un arqueólogo pudiera descubrir en la actualidad.
La primera forma sencilla de fabricación de utensilios líticos consistía en romper y conformar una roca
angular golpeándola con otra roca redonda del tamaño de la palma de la mano, conocida como piedra martillo.
Los utensilios realizados de esta forma reciben el nombre de oldowan por Olduvai Gorge, Tanzania,
yacimiento de donde proceden muchos de estos utensilios. Esta tradición se prolongó durante
aproximadamente 1 millón de años. Entre los utensilios oldowan se encuentran grandes piedras con un borde
cortado y pequeñas y afiladas lascas que podían ser utilizadas para rascar, cortar o partir. A veces, sus autores
utilizaban piedras yunque (rocas lisas encontradas o situadas en el suelo) sobre las cuales golpeaban y abrían
frutos duros o nueces. En la actualidad esta técnica es utilizada por los chimpancés.
Los científicos pensaban antes que los fabricantes de utensilios oldowan realizaban de forma intencionada
diferentes tipos de herramientas. Actualmente parece que las diferentes formas eran consecuencia de arrancar
lascas de diferentes formas de rocas naturales. El aprendizaje de las habilidades necesarias para fabricar estos
utensilios requería ciertamente dotes de observación aunque no necesariamente una instrucción o el lenguaje.
Así, los utensilios oldowan eran sencillos y sus fabricantes los utilizaban para cortar carcasas de animales,
romper huesos para sacar la médula, limpiar pieles y afilar palos para desenterrar raíces y tubérculos
27
comestibles.
Los artífices buscaban las mejores piedras para hacer los utensilios y las transportaban a los lugares de
transformación de alimentos. En estos lugares, abrían las carcasas y se comían la carne y la médula, evitando
así que cualquier predador les arrebatase la presa. Este comportamiento contrasta con la estrategia de
alimentación sobre la marcha que se observa, por lo general, en otros primates.
En la tradición de fabricación de utensilios achelenses, iniciada hace unos 1,7 a 1,5 millones de años, se
realizaban piezas cada vez más simétricas, clasificadas por la mayoría de los científicos como hachas de mano
y raederas. Sus artífices, como el Homo erectus, trabajaban con piezas de piedra de tamaño mucho mayor que
los fabricantes oldowan. La simetría y el tamaño de los utensilios achelenses posteriores muestran una
planificación y un diseño mejores y tal vez, por tanto, una inteligencia mayor por parte de sus autores. La
tradición achelense se prolongó durante más de 1,35 millones de años.
El siguiente avance importante tuvo lugar hace al menos 200.000 años. Uno de los métodos de fabricación de
esta época, conocido como técnica de levallois, consistía en arrancar con cuidado y de forma exacta pequeñas
lascas alrededor de la superficie de una piedra y a continuación golpearla lateralmente para obtener un
utensilio preformado, que a continuación podía ser mejorado. En los últimos 40.000 años el hombre moderno
desarrolló las técnicas más avanzadas de fabricación de utensilios de piedra. El sistema denominado núcleo de
hoja prismática consistía en eliminar la parte superior de una piedra dejando una plataforma plana y a
continuación arrancar múltiples hojas en los laterales. Cada hoja tenía una sección transversal triangular, lo
que la confería una resistencia excelente. Con estas hojas, como utensilios preformados, el ser humano podía
fabricar con gran perfección puntas de lanzas, cuchillos y muchos otros tipos de herramientas. Los utensilios
líticos más avanzados presentan asimismo diferencias regionales y coherentes que indican un elevado nivel de
diversidad cultural. Véase Arte paleolítico.
4 Adaptación medioambiental
Los homínidos experimentaron profundos cambios en su entorno con el transcurso del tiempo. El polen
vegetal y los huesos de animales fosilizados, junto con el análisis químico de suelos y sedimentos, aportan
gran información sobre las condiciones medioambientales a las que tenía que adaptarse el ser humano.
Hace unos 8 millones de años los continentes, que se habían ido desplazando lentamente a lo largo de
periodos muy largos de tiempo, se situaron definitivamente en las posiciones que ocupan en la actualidad.
Pero, sin embargo, la corteza terrestre ha continuado moviéndose desde entonces y estos movimientos han
alterado de forma profunda el paisaje en todo el mundo. Importantes cambios geológicos han afectado el
curso de la evolución humana como, por ejemplo, los del sur de Asia que conformaron la cordillera del
Himalaya y la meseta del Tíbet o los de África oriental que conformaron el valle del Rift. La formación de los
principales valles y cadenas montañosas dio lugar a cambios en los patrones de vientos y lluvias. En muchas
zonas las épocas secas se hicieron más pronunciadas y en África las condiciones se hicieron, por lo general,
más frías y secas.
Hace unos 5 millones de años aumentaron las fluctuaciones en el clima global, siendo en el Plioceno (hace
entre 5 y 1,6 millones de años) bastante pronunciadas las fluctuaciones de temperatura. Durante este tiempo el
mundo entró en un periodo de intenso enfriamiento, iniciado hace unos 2,8 millones de años, y que consta de
fases más frías conocidas como glaciaciones (épocas en las que se forman los glaciares) y fases más cálidas
conocidas como interglaciaciones (épocas durante las cuales se funden los glaciares). Durante el Plioceno, las
glaciaciones y las interglaciaciones duraban unos 40.000 años cada una. Por el contrario, durante el
Pleistoceno (entre 1,6 millones de años y 10.000 años) se produjeron fluctuaciones de estas fases glaciales
mucho mayores y más largas. Así, por ejemplo, desde hace unos 700.000 años estas fluctuaciones se vienen
repitiendo aproximadamente cada 100.000 años.
28
Hace entre 5 y 2 millones de años la mayor parte de África estaba cubierta por una mezcla de hábitats de
bosques y praderas. Hace unos 1,7 millones de años el este de África entró en un periodo prolongado de
sequía y al cabo de 1 millón de años grandes partes del paisaje africano se habían convertido en sabana. Por
tanto, los primeros australopitecinos y el Homo antiguo vivieron en lugares relativamente boscosos, mientras
que el Homo ergaster y el Homo erectus vivieron en zonas de África más abiertas. Las primeras poblaciones
humanas encontraron entornos nuevos y diferentes cuando emigraron fuera de África como, por ejemplo,
temperaturas más frías en el Oriente Próximo y bosques de bambú en el Sureste asiático. Hace al menos 1
millón de años las poblaciones se habían trasladado a zonas de climas templados de Europa y Asia, donde
sufrieron largos periodos de tiempo muy frío.
Todos estos cambios cambios profundos de paisaje, patrones cambiantes de lluvias y sequía y fluctuaciones de
temperatura supusieron retos para la supervivencia inmediata y a largo plazo de las primeras poblaciones
humanas. Cada una desarrolló diferentes adaptaciones según su entorno, lo que en parte explica la existencia
simultánea de varias especies durante gran parte de la evolución.
Algunas de las adaptaciones de los homínidos a los nuevos climas consistieron en cambios en su anatomía.
Por ejemplo, un cuerpo alto y delgado como el del Homo ergaster con una gran superficie de piel expuesta al
viento permite disipar el calor de forma muy eficaz. Probablemente esta adaptación ayudó a las especies a
sobrevivir en los entornos más cálidos y más abiertos de África hace unos 1,7 millones de años. Por el
contrario, el cuerpo bajo y ancho del Neandertal permitía conservar bien el calor, ayudándole a sobrevivir
durante el periodo glacial en Europa y el oeste de Asia.
El aumento de tamaño y complejidad del cerebro permitió a los homínidos adaptarse cada vez mejor al
entorno mediante cambios en su comportamiento cultural. El mayor aumento del tamaño del cerebro se
produjo hace unos 700.000 años, periodo durante el cual el clima y el medio ambiente fluctuaron
dramáticamente. Durante este periodo también evolucionó más rápidamente el comportamiento cultural
humano, probablemente como respuesta a la necesidad de hacer frente a entornos imprevistos y cambiantes.
El ser humano siempre se ha adaptado a su entorno ajustando su comportamiento. Así, por ejemplo, los
primeros australopitecinos se desplazaban por los árboles y por el suelo, lo que probablemente les ayudó a
sobrevivir a fluctuaciones ambientales con hábitats boscosos y otros más abiertos. El Homo antiguo se adaptó
fabricando utensilios líticos y transportando sus alimentos a lo largo de grandes distancias, aumentando así la
variedad y la cantidad de su alimentación. Es posible que una dieta ampliada y flexible ayudase a estos
fabricantes de utensilios a sobrevivir a cambios inesperados de su entorno y de los alimentos disponibles.
Cuando las poblaciones de Homo erectus se trasladaron a las regiones templadas de Eurasia tuvieron que
enfrentarse a nuevos retos para poder sobrevivir. Durante las estaciones más frías tenían que emigrar o buscar
refugio en, por ejemplo, cuevas. Algunas de las primeras evidencias definitivas de cavernícolas, datadas en
hace unos 800.000 años, se han encontrado en el yacimiento de Atapuerca en el sur de España. Este
yacimiento pudo haber sido el hogar de las primeras poblaciones de Homo heidelbergensis. El Homo erectus
también utilizó cavernas como refugio.
Los homínidos aprendieron a controlar el fuego y a usarlo para generar calor, preparar alimentos y protegerse
de otros animales. Los restos más antiguos de viviendas conocidos datan de hace unos 450.000 a 300.000 años
y pertenecen a yacimientos tales como Bilzingsleben en Alemania, Verteszöllös en Hungría o Zhoukoudian en
China. Los yacimientos africanos datados en unos 1,6 a 1,2 millones de años de antigüedad contienen huesos
carbonizados y sedimentos coloreados, pero muchos científicos piensan que esta evidencia es demasiado
ambigua y no permite demostrar que el ser humano controlaba el fuego. Las primeras poblaciones en Europa
y Asia también tal vez también se abrigaban con pieles de animales durante los periodos de glaciación. Las
agujas de hueso más antiguas conocidas, que indican el desarrollo de la costura y de la indumentaria, datan de
hace unos 30.000 a 26.000 años.
29
5 El pensamiento simbólico: lenguaje, arte y religión
La evolución de la conducta cultural está directamente relacionada con el desarrollo del cerebro humano y en
especial de la corteza cerebral, la parte del cerebro que hace posible el pensamiento abstracto, las creencias y
la expresión a través del lenguaje. Los seres humanos se comunican mediante símbolos, referencias a objetos,
ideas y pensamientos que transmiten un significado y que no tiene por qué tener relación formal con el
símbolo. Por ejemplo, una palabra un tipo de símbolo por lo general no está directamente relacionada con el
objeto o la idea que representa, es un concepto abstracto. El mundo de habla hispana utiliza el término león
para referirse a un determinado animal, pero no porque este felino se parezca a las letras l−e−ó−n, sino
porque estos símbolos juntos tienen un significado establecido y aceptado por nuestra cultura.
El ser humano también puede pintar cuadros abstractos o interpretar piezas de música que evoquen emociones
o ideas, aunque las emociones o las ideas no tengan forma o sonido. Además, puede imaginar o creer en seres
o poderes sobrenaturales conceptos abstractos que simbolizan sucesos del mundo real tales como la creación
de la Tierra, el Universo, el tiempo o la curación de los enfermos. Así, el pensamiento simbólico se encuentra
en el corazón de las tres características claves de la cultura humana moderna: el lenguaje, el arte y la religión.
51
Lenguaje
En el lenguaje el ser humano puede unir de forma creativa palabras para formar una infinidad de frases cada
una de ellas con un significado distinto de acuerdo con una serie de reglas o gramática. El lenguaje permite
comunicar conceptos complejos o intercambiar información sobre eventos pasados y futuros, objetos que no
están presentes o conceptos filosóficos o técnicos complejos.
El lenguaje confiere al ser humano enormes ventajas para su adaptación como, por ejemplo, la capacidad de
planificar el futuro, de comunicar la ubicación de alimentos o de peligros a otros miembros de un grupo social
o de contar historias que unen a un grupo, tales como mitologías o cuentos. Sin embargo, las palabras, las
frases y los lenguajes no pueden ser conservados como los huesos o los utensilios, de forma que la evolución
del lenguaje es uno de los temas más difíciles de ser investigados por la ciencia.
Parece que el hombre moderno tiene un instinto innato para el lenguaje. En condiciones normales resulta casi
imposible para una persona no desarrollar un lenguaje y los humanos de todas partes del mundo pasan por las
mismas fases de aprendizaje casi en las mismas edades. El hombre parece tener una información genética
innata para desarrollar y aprender nuevos lenguajes.
Esta capacidad depende de la compleja estructura del cerebro que tiene numerosas áreas interconectadas y
específicamente dedicadas al desarrollo y al control del lenguaje. La complejidad de las estructuras cerebrales
precisas hace pensar que tal vez fuera necesario un largo periodo de tiempo para su evolución. Aunque a los
paleoantropólogos les gustaría saber en qué momento evolucionaron estas importantes partes del cerebro, el
interior de los cráneos humanos primitivos no permite obtener información suficiente como para aclarar esta
cuestión.
Algunos científicos piensan que ya los primeros australopitecinos tenían cierta habilidad para comprender y
utilizar símbolos. La defensa de esta hipótesis se basa en estudios realizados con chimpancés. Sin embargo,
parece que el lenguaje así como el arte y los rituales religiosos sólo se convirtieron en aspectos vitales de la
vida humana en los últimos 100.000 años, especialmente dentro de nuestra propia especie.
52
Arte
El ser humano también expresa el pensamiento simbólico mediante diferentes formas de arte como la pintura,
la escultura y la música. El objeto más antiguo conocido con un posible valor simbólico y artístico data de
hace unos 250.000 años y procede del yacimiento de Berekhat Ram en Israel. Los científicos han interpretado
30
este objeto, una figura esculpida en una pequeña pieza de roca volcánica, como una representación del
contorno de un cuerpo femenino. Entre los escasos posibles objetos de arte del periodo comprendido entre
hace 200.000 y 50.000 años, procedentes del oeste de Europa y atribuidos normalmente al hombre de
Neandertal, se encuentran dos colgantes sencillos un diente y un hueso con agujeros taladrados y varios
fragmentos estriados o pulidos de dientes y huesos.
En yacimientos de hace más de 400.000 años se han encontrado fragmentos de pigmentos rojos y negros que
pueden haber sido utilizados para decorar el cuerpo u objetos perecederos tales como utensilios de madera o
indumentaria confeccionada con pieles de animales, aunque esta evidencia no ha llegado hasta nuestros días.
Pruebas del uso sofisticado de pigmentos para fines simbólicos tales como rituales religiosos sólo se ha
encontrado en restos de hace unos 40.000 años. Del inicio de este periodo se han hallado diferentes tipos de
lápices de cuidadosa factura que se utilizaban para pintar así como evidencias de que el ser humano quemaba
pigmentos para fabricar diferentes colores.
El ser humano comenzó a crear y utilizar objetos simbólicos avanzados hace entre unos 50.000 y 30.000 años.
Gran parte de este arte parece haber sido utilizado en rituales posiblemente ceremonias para pedir a los
espíritus éxito en la caza. El registro arqueológico muestra un enorme florecimiento del arte en el periodo
comprendido entre hace 30.000 y 15.000 años. Durante este periodo el ser humano se adornaba con
complicadas joyas de marfil, hueso y piedra y tallaba bellas figuras representando animales y formas
humanas. Muchas tallas, esculturas y pinturas son representaciones estilizadas del cuerpo femenino. Algunos
científicos creen que estas figuras femeninas representan la fertilidad.
En las primeras pinturas rupestres se hacía un uso sofisticado de la textura y el color. La zona de lo que
actualmente es el sur de Francia contiene numerosos yacimientos famosos con este tipo de pinturas como, por
ejemplo, las cuevas de Chauvet, con arte de hace más de 30.000 años, y Lascaux, con pinturas de hace más de
18.000 años. También es de gran importancia la cueva de Altamira, en España, que contiene restos datados en
más de 15.000 años de antigüedad. En algunos casos los artistas pintaban en paredes que sólo podían alcanzar
con gran esfuerzo, por ejemplo, arrastrándose. El acto de llegar hasta estas pinturas les confiere una sensación
de misterio y ritual. Por ello los arqueólogos se refieren a algunas de las cámaras pintadas más extraordinarias
como santuarios. Sin embargo, en la actualidad no se sabe con seguridad el significado que estas primeras
pinturas y grabados podían tener para los artistas que las crearon.
53
Religión
Las tumbas encontradas en Europa y Asia occidental indican que el Neandertal ya enterraba a sus muertos.
Algunos yacimientos contienen tumbas muy poco profundas, tal vez cavadas por miembros de un grupo o
familia sencillamente para alejar a los cadáveres de su vista. En otros casos parece que ciertos grupos
realizaban rituales para llorar por sus muertos o comunicarse con los espíritus. Algunos investigadores
aseguran que los objetos encontrados en las tumbas, tales como flores o huesos de animales, habían sido
colocados junto al cadáver, lo que sugiere que algunos grupos pudieron haber creído en una vida después de la
muerte. En numerosos enterramientos neandertalenses el cadáver tenía las piernas y los brazos doblados sobre
su pecho, lo que podría indicar un posición ritual de enterramiento.
Sin embargo, otros investigadores rechazan estas interpretaciones y sugieren que tal vez el Neandertal tenía
razones más bien prácticas que religiosas para posicionar así los miembros de sus cadáveres. Así, por ejemplo,
un cuerpo situado en posición fetal sólo necesitaría un agujero de tamaño reducido para su enterramiento, lo
que facilitaría la tarea de cavar la tumba. Además, los huesos de animales y el polen de flores cerca de los
cadáveres podían haber sido depositados allí por accidente o sin intención religiosa.
Anteriormente, numerosos científicos pensaban que los huesos fosilizados de osos de las cavernas (especie de
gran oso actualmente extinguido) que se ha encontrado en las cuevas de Neandertal indicaban que estos
homínidos practicaban lo que se ha denominado `el culto al oso de las cavernas'. Sin embargo, tras un estudio
31
cuidadoso, se ha llegado a la conclusión de que aquellos animales murieron mientras estaban invernando y
que el Neandertal ni recogía sus huesos ni los adoraba.
6 La domesticación, la agricultura y la aparición de las civilizaciones
Uno de los avances más importantes de la conducta cultural humana tuvo lugar cuando el ser humano
comenzó a domesticar animales y a cultivar plantas. La domesticación y la llegada de la agricultura tuvieron
como consecuencia el desarrollo de numerosos alimentos básicos (que forman la base de toda una dieta) en las
regiones templadas y tropicales de todo el mundo. En la actualidad, casi la totalidad de la población depende
de cuatro de estos alimentos básicos: trigo, arroz, maíz y patatas.
61 La manipulación humana del entorno
El desarrollo de la agricultura y de la ganadería dio lugar a uno de los cambios históricos más trascendentales
en la relación entre el ser humano y su entorno natural. El cambio ya comenzó hace 10.000 años en Oriente
Próximo, aunque también se produjo en otros lugares como zonas de México, China y Sudamérica, y desde
entonces ha ido acelerándose muy rápidamente. Una vez que se comenzaron a cultivar plantas y criar
animales, muchas especies quedaron bajo el control humano en grandes zonas del planeta. Aunque el número
total de especies de plantas y animales ha disminuido, el cultivo de algunas especies necesarias para alimentar
a grandes poblaciones humanas ha aumentado enormemente. En las zonas dominadas por el hombre, la
interacción entre plantas y animales normalmente se encuentra bajo el control de una sola especie el Homo
sapiens.
En la época de transición inicial a la domesticación de plantas y animales los paisajes fríos y glaciales de hace
18.000 años ya hacía mucho tiempo que habían dejado paso a entornos más cálidos y húmedos. Al principio el
ser humano se adaptó a estos cambios utilizando una gama amplia de recursos naturales, pero más tarde
comenzó a centrarse en las especies animales y vegetales más abundantes y resistentes. Entre las plantas que
el hombre comenzó a utilizar en grandes cantidades se encontraban cereales tales como el trigo en el oeste de
Asia, variedades salvajes de arroz en el este de Asia o el maíz en lo que actualmente es México. Entre los
animales que se comenzaron a criar se encontraban las cabras salvajes en el oeste de Asia, unos antepasados
salvajes de los pollos en el este de Asia y las llamas en Sudamérica.
Con la recolección de plantas y la cría de animales salvajes en rebaños, se propició el desarrollo de especies
con características favorables para la cría, el pastoreo y la alimentación. Este proceso de selección de ciertas
especies y de control de su reproducción fue dando lugar a nuevas especies vegetales como la avena, la
cebada y las patatas, y animales tales como las vacas, las ovejas y los cerdos. De estas especies domésticas de
plantas y animales el ser humano obtuvo productos importantes como harina, leche y lana.
62 Efectos de la producción de alimentos sobre la sociedad humana
Al comenzar a cosechar y reunir en rebaños especies domesticadas, se pudo almacenar grandes cantidades de
alimentos vegetales, tales como semillas y tubérculos, y disponer para su consumo de un suministro de carne
y leche. La disponibilidad de estos suministros confirió al ser humano una cierta seguridad de poder
alimentarse a largo plazo, mientras que con el estilo de vida de los primeros cazadores−recolectores no era
posible disponer de un remanente importante de alimentos. Al disponer de mayores suministros de alimentos,
el hombre agrícola pudo establecerse en pueblos y tener más hijos. Sin embargo, la nueva posibilidad de
confiar en la agricultura y el cambio a la vida sedentaria para formar pueblos también tuvieron algunos efectos
negativos. A medida que la dieta media se fue haciendo más dependiente de grandes cantidades de una o de
varias de las cosechas básicas, el ser humano se fue haciendo más vulnerable a enfermedades causadas por la
falta de determinados nutrientes. El estilo de vida sedentario aumentó asimismo tanto el contacto entre
hombres como entre el hombre y sus desechos, lo que propició una mayor incidencia y transmisión de
enfermedades.
32
El ser humano respondió al aumento de la densidad de población con el consiguiente uso excesivo de tierras
de labranza y pastoreo de diferentes formas: algunos se trasladaron para asentarse en regiones totalmente
nuevas y otros inventaron nuevas formas de producción de alimentos en cantidades mayores y con mayor
rapidez. La forma más sencilla consistió en extender los campos de cultivo y de pastoreo para poder mantener
rebaños cada vez mayores. Muchas poblaciones también desarrollaron sistemas de irrigación y fertilización
que les permitieron reutilizar las tierras cultivadas y producir mayores cantidades de alimentos en las tierras
existentes.
63 La aparición de las civilizaciones
Las civilizaciones sociedades avanzadas que poseen una unidad histórica y cultural se desarrollaron de la
mano de la aparición de los excedentes de producción de alimentos. Las personas de estatus elevado utilizaron
a veces los excedentes como forma para pagar el trabajo y crear alianzas entre grupos, a menudo para luchar
contra otros grupos. De esta forma, los pueblos de mayor tamaño podían convertirse en ciudades−estado
(centros urbanos que se autogobernaban) e incluso imperios que cubrían vastos territorios. Al disponer de un
excedente de producción de alimentos, muchos individuos pudieron trabajar exclusivamente en puestos
políticos, religiosos o militares, dedicarse a vocaciones artísticas o a otras habilidades. Esto también permitió
a los gobernantes controlar a los trabajadores, como en el caso de los esclavos. Todas las civilizaciones se
desarrollaron en base a este tipo de divisiones jerárquicas de estatus y vocación.
La primera civilización surgió hace unos 7.000 años en Sumeria en lo que actualmente es Irak. Sumeria siguió
creciendo poderosa y próspera hasta hace aproximadamente unos 6.000 años, cuando se fundó la
ciudad−estado de Ur. La región de Sumeria, conocida como Mesopotamia, era la misma región en donde los
seres humanos habían domesticado por primera vez animales y plantas. También surgieron otras
civilizaciones en el valle del Nilo, en el noreste de África, el valle del Indo, en el sur de Asia, el valle del río
Amarillo, en el este de Asia, los valles de Oaxaca, México y la región del Yucatán, en Centroamérica, y la
región de los Andes en Sudamérica.
Todas las civilizaciones iniciales tenían algunas características comunes como, por ejemplo, un cuerpo
político burocrático, un ejército, un cuerpo de liderazgo religioso, grandes centros urbanos, edificios
monumentales y otras obras de arquitectura, redes comerciales y excedentes de alimentos obtenidos mediante
sistemas intensivos de labranza. Muchas de las civilizaciones iniciales también tenían sistemas numéricos,
matemáticos, astronómicos (con calendarios) y de escritura, redes de carreteras, un cuerpo legislativo
formalizado e instalaciones para la educación y para el castigo de infracciones.
Con la aparición de las civilizaciones la evolución humana entró en una fase totalmente diferente.
Anteriormente el ser humano había vivido en grupos familiares pequeños básicamente expuestos a y
controlados por las fuerzas de la naturaleza. En la actualidad, varios miles de años después de la aparición de
las primeras civilizaciones, la mayoría de los humanos viven en sociedades de millones de individuos. Parece
que la cultura seguirá evolucionando rápidamente y en direcciones imprevisibles y que estos cambios, a su
vez, influirán en la evolución física del Homo sapiens y de cualquier otra especie humana futura.
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