Anteproyecto de regulación del Estatuto del Periodista

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Estatuto del Periodista
EL ESTATUTO QUE DIVIDE
El texto responde al análisis de la propuesta de estatuto profesional de la profesión
periodística que se tramita en las Cortes, su origen y actual confrontación con el texto
elaborado unilateralmente por la APM y que ha derivado en la ruptura del Foro de
Organizaciones de Periodistas que alentó el primero. Tras el análisis, la conclusión que
más nos compete es la denuncia de que ambos, olvidan lo mismo:
Los intentos de regularizar la actividad profesional de las y los periodistas parecen siempre
alzarse sobre pies de barro. Las continuas desgracias que encuentra en su camino recuerda
la suerte de la Gran Armada. Pero la realidad es persistente y el agravamiento de los
problemas de la profesión en la década de los 90 renueva las fuerzas en Sindicatos y
Asociaciones de Periodistas.
El pasado 23 de noviembre de 2004, el pleno del Congreso aprobó la tramitación de la
proposición de ley del anteproyecto que regulará el ejercicio de la profesión periodística.
El llamado “Estatuto del Periodista” llegó allí de la mano del Grupo Parlamentario de IU.
El texto del anteproyecto es reflejo de una iniciativa del Foro de Organizaciones de
Periodistas, creada en Santander en noviembre de 1993 y en la que participan la
Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE), el Colegio de Periodistas de
Cataluña y Galicia, la Federación de Sindicatos de Periodistas, y las Agrupaciones de
Periodistas de UGT y CCOO. La I Convención de Periodistas de España, que se celebra en
Cádiz en abril de 1998 es el motor de impulso al acuerdo de redacción del Estatuto que
tuvo lugar en Valladolid en 2000.
Ni antes con el PP ni ahora con la FAPE
No es la primera vez que se lleva a consideración de las Cortes esta proposición de ley. Se
intentó con el Gobierno del PP quién se negó a la regulación “de la libertad de expresión”
y bloqueó el camino parlamentario con su mayoría absoluta. Fue el 5 de noviembre de
2003.
Por aquel entonces, las empresas periodísticas ya se habían pronunciado en ese mismo
sentido y con ellas se produjo la primera gran factura entre los principales agentes con
interés legítimo. A las empresas nunca les ha hecho gracia la idea, aunque la ambigüedad
en la que se ha movido su actuación sólo nos lleve a especular sobre los motivos y entre
éstos, si también se orientan en la defensa de la misma “libertad de expresión”.
Sin embargo, el núcleo promotor del Estatuto, el Foro de Organizaciones Periodistas,
seguía unido. Hasta la 64ª Asamblea General de la (FAPE) del 30 de octubre de 2004.
Cuatro años después de participar y asumir el proyecto. El mismo que les rechazó el PP y
que ahora, con las nuevas mayorías, podría aprobarse.
El cambio de gobierno también se produce en una Asociación clave en el seno de la FAPE:
la Asociación de Periodistas de Madrid. La renovada Junta Directiva decide abandonar la
presunta indolencia que ,al parecer, ha presidido su actitud en el discurrir de estos cuatro
años de aportaciones y debates al anteproyecto del Foro. Tanto es así que, en junio de
2004, decide no ratificar el proyecto en su actual articulado. El 30 de octubre, el Consejo
Federal de la FAPE ratifica y asume la postura de la APM, encargando el estudio de un
texto alternativo que finalmente, presenta la APM.
Desde la APM se defiende este cambio aduciendo que la anterior Junta no trasladó este
debate al seno de la Asociación, denunciando además que ni siquiera había sido debatido
por la Junta Directiva anterior. Hay quien ve en este cambio oscuras presiones de las
empresas periodísticas de iniciativa privada para evitar regulaciones que pongan cortapisas
a la libertad de empresa. Lo cierto es que ahora se está sometiendo a examen de los y las
asociadas un nuevo texto. Subrayamos que se trata de un nuevo texto y no de
modificaciones al Estatuto unitario del Foro.
¿Es necesario un estatuto?
Es el punto de partida del debate que, lejos de estar totalmente superado, continua vivo en
muchos foros.
Las voces críticas consideran que la reglamentación conlleva la amenaza de constreñir, en
la práctica, el libre ejercicio de la profesión, creando un efecto contrario al objetivo que se
pretende. Otras niegan la necesidad misma de la regulación, considerando suficiente lo
estipulado en el derecho positivo vigente.
Quienes están a favor, argumentan que la regulación se pretende paliar los efectos
negativos de los problemas que encuentra el libre ejercicio de la profesión; que disminuya
la precariedad laborar y equilibre las relaciones laborales; que refuerce la ética y la
deontología de la actividad que se encuadre en el desarrollo de principios y derechos
reconocidos en las normas de mayor rango jurídico nacional e internacional.
Lo cierto es que junto a amplios sectores políticos y sociales, la mayoría de las y los
profesionales así como la totalidad de sus organizaciones (profesionales y/o especializadas)
apoyan la creación de un Estatuto del Periodista, que se concibe como una herramienta útil
y eficaz para la dignificación general de la profesión, sus profesionales y el producto
informativo. En concreto, para AMECO constituye una ocasión de contribuir al
enriquecimiento del debate, introduciendo en él la perspectiva de género, a la vez que
supone una oportunidad de favorecer los intereses y proteger los derechos de las mujeres
en general y las comunicadoras en particular. Solo el PP piensa lo contrario. Al menos
públicamente.
La empresa periodística también. Si bien su posición se muestra menos cohesionada, sus
acciones no dejan lugar a dudas. Lógico si tenemos en cuenta la diversidad de intereses que
a la vez la provee de carácter distintivo. Fundamentan su postura en una idea –la de no
intervención del estado en las actividades del mercado y la libertad de empresa- que el
liberalismo económico ha elevado a categoría de principio. Las empresas son,
objetivamente, las beneficiarias directas de la situación actual. La regulación significaría
en muchos casos un atentado intolerable a otro principio de la empresa capitalista: la
legitimidad del máximo beneficio. Y sobre esto no hay nada más que explicar.
La escisión de la FAPE del seno unitario del Foro de Organizaciones de Periodistas se
suma, objetivamente, a las demás tensiones obstruccionistas –como la presión de las
empresas- a la instauración del Estatuto. Ello se une a otro hecho objetivo: el cambio de
Junta Directiva en la APM, cuya primera actuación relevante ha desembocado en la
defensa de un proyecto alternativo, debilitando con el ello al que por fin discurre por los
cauces parlamentarios.
Muchas diferencias pueden salvarse. Personalmente encuentro en uno, aspectos positivos
de los que el otro carece; otros son complementarios. Pero algunas responden a
concepciones radicalmente diferentes que inciden de forma extraordinaria en las
potestades, funciones y grado de coacción con las que se dota la eficacia y el alcance del
Estatuto.
La eficacia de las normas jurídicas se respalda con instrumentos de coacción. Así lo
entiende el proyecto del Foro, que dota al Estatuto de potestad sancionadora. A pesar de las
acusaciones de “checa” que esgrimen sus detractores, lo cierto es que así es nuestro
ordenamiento jurídico (el general, el de las normas que rigen a los Colegios y organismos
de naturaleza mixta público-privada,...) . El proyecto de la APM se limita a otorgar
carácter declarativo a las reconvenciones que puedan resultar de la incoacción de
expediente. Desde mi punto de vista, éste es un inconveniente fundamental que encuentro
en la iniciativa de la APM ya que la necesidad de regulación que todos estiman no puede
resolverse con una bonita declaración de intenciones con un valor relativamente superior al
del papel mojado.
El hecho de reclamar para sí atribuciones esenciales (registro y carné profesional, control
del cumplimiento del código deontológico...) en lugar de asignarlas a un organismos
públicos estatal -o autonómico- revela la lucha por consolidar el papel y la autoridad
profesional e institucional de la FAPE. Es una postura coherente con la aspiración legítima
de conformar un estado de organismo mixto al estilo de los Colegios Profesionales así
reconocidos. No me parece mal. Combinar una mayor representación de profesionales y la
influencia de otros agentes sociales en los órganos principales el Estatuto es posible.
Siempre desde la disposición negociadora que valore la acción conjunta, el debate
enriquecedor, las suma de esfuerzos y el incremento de las posibilidades de éxito de un
Estatuto que, en principio, queremos.
Surgen también las denuncias sobre la inacabado del anteproyecto, sobre las prisas en
promulgarlo. De hecho, hay opiniones que se inclinan por la ausencia estatutaria antes que
por implantar un mal Estatuto. Sin embargo, creo que de nuevo hay fórmulas para paliar,
en la medida de lo posible, los defectos que presenta.
Por un lado, la propia vía de tramitación parlamentaria ofrece mecanismos de modificación
a través de la enmienda. Pero del mismo pueden instituirse Disposiciones Transitorias que
ofrezcan la posibilidad de corregir las desviaciones que presente en la práctica.
Ambos caminos dejan una posibilidad a AMECO para la acción. Cierto que la elaboración
del Estatuto se ha contemplado desde la profesión con escepticismo. De hecho, sobre él ha
pesado siempre el pensamiento fatal que se atribuye a algo que siempre se ha esperado
pero al que se conceden posibilidades remotas de llegar. Ese pensamiento también se
instaló en esta Junta Directiva. Vaya de antemano la autocrítica. Esta vez –y a pesar de las
iniciativas separatistas- parece haber camino, y con él la oportunidad de aumentar la escasa
atención que hasta ahora hemos venido prestado a este asunto.
Por coherencia, AMECO ha de preferir la acción conjunta y coordinada con otros grupos,
seguras del enriquecimiento que del intercambio de ideas y propuestas se obtiene.
Movimientos como el que ahora realiza la APM –y correlativamente la FAPE- sólo pueden
entenderse desde parámetros ajenos a la unidad y el desprecio al resto de organizaciones de
periodistas. Que también existen.
¿En qué se diferencian?
Podríamos comenzar sucesivamente por la comparación de una y otra propuesta,
resaltando sus diferencias, pero iremos al grano, respetando la pirámide: El caballo de
batalla fundamental es el Consejo Estatal de la Información. Según el Estatuto que ahora se
tramita en Cortes, este organismo –de naturaleza pública estatal y posibles organismos
autónomos surgidos de la descentralización- estaría compuesto por 8 periodistas, 4
representantes de las asociaciones empresariales de la comunicación elegidos por mayoría
de 2/3 , 2 juristas, 4 representantes de las Centrales Sindicales y 4 de las asociaciones de
consumidores, radioyentes o telespectadores. Todos ellos elegidos por mayoría de 2/3 entre
el Congreso y el Senado, que se reparten en la elección la mitad de cada representación.
Este organismo sería el encargado de controlar dos aspectos fundamentales del ejercicio de
la profesión:
-
La acreditación (expedición del carné profesional)
El control deontológico y las correlativas sanciones a su inobservancia.
La APM destina a la FAPE la potestad de acreditar y a su Consejo Deontológico, vigilar la
exigencia del buen hacer profesional, con el acierto –desde mi punto de vista-, de no
consignarlo como un organismo con potestad punitiva frente al rigor prusiano del Consejo
de Información que se deriva de la inobservancia del código deontológico o de las
incompatibilidades previstas.
Los detractores del anteproyecto de ley acusan al Consejo Estatal de la Información de
resucitar una suerte de checa. Siguiendo la metáfora, las voces contrarias al proyecto de la
APM denuncian un intento del llevar “todo el poder a los soviets”, que en este caso,
representarían las Asociaciones integrantes de la FAPE.
Subyace en todo esto el deseo de la colegiación. De hecho, la propia APM aboga por ella
fundándose en un informe jurídico encargado a su gabinete. Pero creo que, como siempre,
no se defiende ni clara ni decididamente.
La capacidad coactiva es otro hecho diferenciador de especial relevancia en tanto que
afecta a la eficacia práctica de lo estipulado, tanto en el Estatuto como en el Código
deontológico que acompaña a una y otra propuesta. El órgano que impulsa la FAPE no
tiene atribución sancionadora frente a las posibles transgresiones.
Pecata minuta
La dicotomía Consejo Estatal-Consejo Deontológico se adereza, además, con otros
ingredientes en el texto que propone la APM:
-
-
-
-
El artículo 1 del anteproyecto, dedicado a la titularidad de los derechos y deberes del
Estatuto- cambia por la explicación del concepto de periodista, que se refiere
específicamente también a los titulados universitarios en Ciencias de la Información y
lo extiende a cualquier otra titulación universitaria tras la que se curse un Master en
Periodismo.
El Capítulo III, art. 11 versa sobre el deber de informar, se añade el calificativo de
“objetiva” como cualidad añadida a la información veraz. (después de lo que llueve,
¿quién mantiene la objetividad?. Ya no conformaríamos con la veracidad. A secas).
En el artículo 13, dedicado a la independencia, desaparece del contraproyecto APM
toda referencia a la obligación de publicación de la resolución condenatoria en el
medio en el que el o la profesional haya difundido la información objeto de
reprobación deontológica. Del mismo modo, exonera a la empresa de la
De este mismo texto desaparecen también otras referencias previstas en el Estatuto del
Foro que concretan los tiempos máximos en los que determinadas medidas han de estar
estructuradas o dispuestas. Es el caso del acceso a la información pública que en ambos
se pide, la normativa que desarrolle la incompatibilidad, la reforma para la eficacia real
de la cláusula de conciencia y el secreto profesional, el tiempo de regularización
máximo para la inclusión de los periodistas “a la pieza” en el régimen de la SS, el
desarrollo del procedimiento de la Comisión Deontológica o la adaptación de la Ley
del Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y el Procedimiento
Administrativo Común.
Más de un Código, más de una deontología
Otro aspecto divergente es el Código deontológico. El texto del Foro, con el que la FAPE
ha estado de acuerdo hasta que la nueva Junta Directiva llegó a la APM, apuesta por la
observancia del Código asumido por la FIP (Federación Internacional de Periodistas)
mientras que la en la APM –y en la FAPE ahora- se apuesta por el elaborado en la
Asamblea ordinaria celebrada en Sevilla el 27 de noviembre de 1993.
El Código del Foro tiene un artículo más reducido, menos detallado y sin divisiones
capitulares. Pero no encuentro diferencias profundas que los haga incompatibles.
El asumido por la FAPE consta de 20 artículos agrupados en 3 Capítulos:
Principios Generales, presentan una mezcolanza poco ortodoxa de Princpios y
Obligaciones. El lenguaje que utiliza es una muestra de invisibilización de la
mujer(“los más débiles y los discriminados”, art. 7) . El artículo 1º dispone la
obligación del periodista de aceptar del Código como requisito indispensable para
su inscripción en el Registro Profesional de Periodistas, llave de la obtención del
carné profesional.
Hace una referencia explícita a los límites de la investigación informativa,
justificando en aras del interés público la intromisión en la vida privada de una
persona sin su consentimiento previo.
Establece un modelo de tratamiento informativo de los asuntos en los que medien
aflicción o dolor en los afectados, así como cuando se trate de personas ingresadas
en Centros hospitalarios o instituciones similares y termina pidiendo especial
atención en el tratamiento de los que afecten a la infancia y la juventud.
El respeto al Principio de presunción de inocencia se detiene especialmente en
aspectos relacionados con la información de Tribunales, con referencia específica a
los delitos contra la libertad sexual y la identificación de sus víctimas.
Se resalta la obligación de extremar el celo en el respeto a los derechos de los más
débiles y los discriminados, violencia o prácticas humanas degradantes, debiendo
abstenerse de alusiones despectivas o con prejuicios a la raza, color, religión, origen
social o sexo de una persona, enfermedad o minusvalía. Y limita la publicación de
estos datos a que exista relación directa con la información.
Con la distinción capitular titulada Estatuto”, pone de relieve el interés con el que
la APM –como también sucede en el Foro de Organizaciones de Periodistas del que
hasta hace poco era parte) afronta la necesidad de contar con un Estatuto que regule
el ejercicio de la actividad periodística y a sus profesionales justifica la existencia
de este capítulo, que establece. Mediante los artículos 8 a 12, se establece el marco
general del alcance y contenido del Estatuto.
Los Principios de Actuación se arrancan con el compromiso del profesional de
buscar la verdad y la obligación de fundamentar las informaciones, contrastar las
fuentes, rectificación y derecho de réplica. De utilizar métodos dignos y lícitos para
obtener información.
Las incompatibilidades se regulan en el artículo 18, significando como tales todas
aquellas actividades relativas a la comunicación social que supongan un conflicto
de intereses con el ejercicio de la profesión periodísticas y sus principios y normas
deontológicas, con especial prohibición de ejercicio simultaneo de las profesiones
periodísticas y publicitarias”. Rechazo a la utilización de las informaciones en
beneficio propio y limitación especial a su utilización en el ámbito financiero, con
expresa mención a acciones y valores.
Comienza estipulando los deberes que debe observar el ejercicio de la actividad
profesional. Lista entre estos la clara distinción entre hechos y opiniones; de evitar la
difusión de conjeturas, rumores, datos imprecisos que puedan lesionar derechos de la
persona (al honor, la dignidad, la intimidad, la vida privada y la propia imagen) junto a la
reprobación de calificativos injuriosos. De respeto a la confidencialidad, a obtener
información por métodos dignos y lícitos. Obligación de no utilizar las informaciones en
beneficio propio, de observancia del Principio de presunción de inocencia... y establece
orientaciones para el tratamiento informativo en asuntos que protagonicen menores o
cuando se trate de información sobre “delitos sexuales”.
Lo que ambos olvidan
A nivel general, ambos coinciden, a mi juicio, de olvidar o carecer de un análisis en
profundidad algunos factores de nueva pero relevante incidencia tanto nuevos como
antiguos, que intervienen en la comunicación. Especialmente los derivados de la aplicación
de las nuevas tecnologías de la información y las telecomunicaciones, un análisis que
afecta no solo al profesional sino al propio concepto de medio de comunicación y empresa
periodística.
En nuestro análisis específico, ambos coinciden en olvidar lo mismo. Mientras que otros
colectivos son objeto de atención y mención explícita, las mujeres no aparecen. Las
reivindicaciones de las profesionales y del movimiento de mujeres en general no se
recogen manifiestamente sino que , si aludidas, se hace de forma indirecta. Tanto los
Estatutos como los códigos deontológicos que acompañan pasan por alto la mayoría de las
cuestiones que las mujeres periodistas han planteado (tanto en Colegios, como en
Asociaciones o Sindicatos) durante muchos años de cara al cumplimiento de Principios
constitucionales como el de Igualdad o el de no discriminación.
Hay –por fortuna- alguna referencia al tratamiento de las informaciones sobre menores;
pero ninguna sobre el tratamiento, por ejemplo, de la violencia de género o la imagen de la
mujer que proyectan los medios. Tampoco se define ninguna medida que recoja o apoye
medidas, directamente relacionadas con el cumplimiento del principio de igualdad como el
rechazo deontológico a la utilización del lenguaje sexista o la implantación de mecanismos
de discriminación positiva sobre los puestos de decisión en los medios de comunicación
para facilitar el acceso a los mismos de las mujeres profesionales.
Por otro lado, y fuera del constreñimiento de nuestra especialidad profesional de mujeres,
una nota para la reflexión: ¿dónde está la defensa de la profesión en cualquiera de los
textos? En ambos se acepta como periodista a cualquier persona no licenciada en Ciencias
de la Información. Ni siquiera se protege a los y las tituladas para ocupar puestos de
director o corresponsal en el extranjero como venía siendo habitual. Y yo pregunto: ¿se ha
de sacrificar la profesión en aras de la libertad de expresión cuando existen otras figuras
que amplifican la voz de los particulares no periodistas en los medios de comunicación de
masas, como los que recoge la figura del colaborador o colaboradora?
En este sentido, confieso que me crea inquietud la salvedad que en los 2 proyectos se hace
para la aplicación del derecho al secreto profesional en tanto y cuando se le limita que
“existan posibilidades de que la fuente atente posteriormente contra la vida, la salud, la
integridad, la libertad o la libertad sexual” ya que abre una puerta a la consideración
subjetiva de esta responsabilidad y se cierra a la posibilidad de alcanzar una información
veraz .
AMECO en acción
La relevancia del asunto que tratamos hace inevitable la toma de posición de Ameco y,
desde mi punto de vista, urge la necesidad de incluir determinadas propuestas que sirvan a
los fines que esta asociación postula. Sin duda, el retraso en abordar este debate dificulta
extraordinariamente el éxito de nuestra propuesta sin que esto sea óbice para detenernos,
aún contando con ello.
En primer lugar, creo conveniente enviar a las socias un documento (por carta o correo
electrónico) y la elaboración de información para colgar en nuestras páginas web, sobre la
base del que ahora presento a discusión en la Junta, que además incluya direcciones web
para consultar los siguientes documentos:
-
estatuto del periodista presentado en las cortes
propuesta alternativa de la APM de Estatuto
Código deontológico de la FIP
Código deontólogico de la FAPE
Por otra parte, habríamos de remitir con urgencia al proyecto del Foro (y si así se
determina, también a la APM), las reivindicaciones que sobre comunicación y mujer
tenemos, al menos teóricamente, tan bien estudiadas.
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