Sinopsis: El cuanto, el gen y el bit son expresiones del discreto encanto de la naturaleza. Auspiciados por esta visión digital del mundo, los autómatas celulares son una herramienta matemática y de simulación cada vez más popular. Desde la sencillez de sus reglas locales nos sorprenden generando dinámicas complejas que emergen espontáneamente. Nos aleccionan sobre las condiciones para que surjan la transmisión, modificación y almacenamiento de información. Son una metáfora de las mágicas propiedades de organización que exhibe ese fenómeno que llamamos vida. Automatas celulares: el discreto encanto de la naturaleza En el siglo XX hemos asistimos a tres grandes revoluciones científicas: la teoría cuántica, la genética y las ciencias de la computación. Curiosamente, todas se distinguen por algo en común: su visión discreta de la realidad. El cuanto, el gen y el bit, respectivamente, han sido sus conceptos fundadores. Von Newman, uno de los matemáticos más extraordinarios de ese siglo, contribuyó decisivamente a las tres áreas. Sus aportaciones a la mecánica cuántica y en al diseño de las modernas máquinas de computación son de sobras conocidas. Pero, ¿qué tuvo que ver con la revolución genética? El sueño de la creación de vida por el hombre impregna todas las mitologías y culturas, desde el Golem a Frankenstein, desde las cabezas parlantes de la Grecia clásica a los autómatas mecánicos de Vaucasson. Un punto clave es la autoreproducción. ¿Bajo qué condiciones un sistema es capaz de reproducirse a sí mismo? En la década de los cincuenta Newman estaba preocupado por este problema. Inicialmente lo atacó desde una perspectiva de ingeniero, mecánico-constructiva. Los ordenadores estaban comenzando en el mundo y S. Ulam, otro famoso matemático, jugaba con ellos simulando sistemas que hoy denominamos autómatas celulares (del inglés cellular automata o CA). Fue Ulam quién propuso a Newman que utilizara los CA para resolver su problema. Y la propuesta culminó en éxito. Sus resultados proféticamente coincidirían, en lo esencial, con el misterio de misterios que se estaba desentrañando en esos momentos: el código genético. Desde aquellos inicios el estudio de los CA ha pasado por diversas etapas más o menos oscuras de interés para la comunidad científica. Hasta que, en la década de los 80, C. Langton los propuso como modelo abstracto para el estudio de lo que bautizó como vida artificial. La fascinación que producen reside en como la sencillez de sus reglas locales genera patrones globales emergentes. Hoy los CA constituyen una herramienta básica de simulación. Cualquier sistema de ecuaciones diferenciables puede ser representado como un CA. Y gracias a su forma discreta se adapta perfectamente al discurso de un ordenador. Un CA es un conjunto de celdas o autómatas conectados entre sí. Cada autómata puede encontrarse en un número S de estados posibles. El estado en tiempo t+1 de un autómata particular depende de su estado y del estado de los autómatas en tiempo t conectados con él. Consideremos, sin pérdida de generalidad, un CA unidimensional, una cadena lineal de N autómatas, con dos posibles estados: 0 y 1. Llamemos vecindad de un autómata, a él mismo y sus adyacentes a derecha e izquierda. Imaginemos que cada autómata se encuentra en uno de sus posibles estados. ¿Cómo cambian en el tiempo? Debemos asignarles una regla de transformación. Podemos hacerlo mediante una tabla. Por ejemplo, la siguiente: t 111 110 101 100 011 010 001 000 t+1 0 1 0 1 1 0 1 0 Donde la fila de arriba representa las ocho posibles configuraciones vecinales en el tiempo t y la fila de abajo el estado que adoptará el autómata en t+1 en ese caso. Puesto que cada regla es un número binario de ocho cifras el total posible de reglas es 28 = 256. Dada una regla-tabla idéntica para cada autómata y comenzando con una condición inicial de estados al azar sobre los N autómatas, podemos representar la evolución dinámica de los estados globales del sistema como se muestra en los diagramas espaciotemporales de la figura. En ellos la cadena de autómatas, en realidad un anillo cerrado, se dibuja horizontalmente. Un autómata en estado 0 se representa en negro y en estado 1 en blanco. Cada línea horizontal representa los estados de los N autómatas en un instante determinado t. Una línea inmediatamente inferior representa los estados en t+1. Así, el tiempo corre de arriba hacia abajo. Para cada una de las 256 reglas posibles obtendremos un patrón dinámico característico. Todos pueden asociarse a uno de los cuatro comportamientos recogidos en la figura y que son característicos de muchos otros sistemas dinámicos: Clase I: el CA acaba en un estado global homogéneo. Clase II: el CA oscila en un ciclo periódico. Clase III: el CA muestra desorden. Clase IV: el CA muestra un comportamiento complejo. Después de un transitorio largo, surgen patrones repetitivos barrocos con partículas móviles a derecha e izquierda que chocan entre sí . Pero, ¿qué tiene todo esto que ver con la vida? Durante mucho tiempo la visión energética de los sistemas vivos ha dejado sin explotar una visión basada en la información. Sin embargo, los procesos de organización y elaboración de la información son su distintivo más acusado. ¿Cómo surgen y evolucionan? Newman intuyó que los CA constituyen un formalismo adecuado para abordar estas cuestiones. Están extendidos en el espacio, exhiben comportamientos dinámicos no lineales y sirven, al estilo de las ecuaciones diferenciales, para modelar multitud de fenómenos naturales. Basta con reformularse las preguntas: ¿bajo qué condiciones puede esperarse que una dinámica compleja emerja espontáneamente y domine el comportamiento de un CA? La clasificación cualitativa de la dinámica de los CA fue propuesta por S. Wolfram. Fue C. Langton quien consiguió una parametrización. Logró asignar un sencillo parámetro a cada regla posible y comprobó que aumentando el parámetro los sistemas recorrían de la siguiente manera las clases de Wolfram: clase I clase II clase IV clase III. Es decir: homogeneidad periodicidad complejidad desorden. Así, los CA exhiben una transición de fase entre el orden y el desorden. Existe un valor crítico del parámetro de control , alrededor del cual los CA muestran comportamiento complejo, la dinámica de clase IV. Lo maravilloso es que ese comportamiento complejo surge de manera espontánea en el punto de transición. Como se demostró posteriormente, en él aparecen las condiciones para la transmisión, modificación y almacenamiento de información. Una computación emergente no gobernada por nadie. Pura magia, como la vida misma.