Lamento eterno

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Lamento eterno
¡Muchacha!, ¡eres un puñado de sueños!
de sueños de estudio, ropa y riqueza para los tuyos
disfrazada de mujer valiente buscas ilusiones entre los ricos
pobre niña inocente, flor delicada de pies desvestidos
sostenida siempre por tus inocentes bríos
por piernas delgadas
cubiertas por desgastado lino.
Dueña de esos ojos que cautivan
que desnudan tu alma acurrucada
que juega a las escondidas
mientras sueñas, mientras brincas
soñando en cada primavera
con el deseo que siempre espera
siempre sobre tu almohada.
Tu alegría hoy ha sido presa de la desilusión
tu alma ya no se asoma, también ha sido presa,
cautiva del capricho cruel de un vástago seductor
que despedaza y humilla
que eleva y al mismo tiempo
desmorona con caricias tus anhelos
aquellos que frente a tu altar platicabas
con tanta fe, ruborizada, con un pícaro gesto.
¿Que haces de él enamorada muchacha triste?
ocultando entre cintas de colores tu vientre
palpitante de un cariño
que es sólo tuyo
sólo tuyo y que sin remedio crece
que fatiga y hiere
con un dolor tan ofensivo que te confunde
y que sólo a ti pertenece.
No llores más así llorona
tu desesperanza me atormenta
tu llanto me da pena
las cintas ya no disimulan
cintas que una vez ocultaran
hoy voluptuosamente lo demuestran.
Señalada por tu familia
tu iglesia también te reclama
¡no corras al río!
¡su creciente embravece!
es muy tarde y la tormenta enfría
la tempestad se respira
¡tú angustia me enloquece!
tu ansiedad no se apacigua.
Desata ya las cintas muchacha
la lluvia y el río serán los únicos testigos
de tu luz como divina ofrenda
tus lágrimas ya no serán amargas
si las combinas con el agua
que brinda este cielo compasivo.
Limpia a tu hijo en el río llorona
y báñalo con la luz de la luna
no pienses más llorona,
y toma fuerte al amor que nace y llora
de quien espera un arrullo
del que sin conocerte y sin remedio
sólo a ti implora.
¿Qué has hecho muchacha?
¡al soltar así de tus brazos a ese niño!
¡llorona tus lágrimas no detendrán tu fatal camino!
el río no podrá devolvértelo, ya lo has escrito
él no puede agitar más tú ya enloquecido juicio.
La luna y la noche ahora son tu único cobijo
también lloran y ruegan sin paz, sin alivio
porqué halle el consuelo tu enflaquecido espíritu
que ahora es tu destino.
Llorona, llorona, ahora mi alma siente sin piedad este frío
que Dios se apiade de tu alma
y que algún día encuentres el perdón
de tu inocente hijo.
¡No te arrojes!, ¡detente por piedad llorona!
no tiene sentido
el río no podrá acallar tu eterno lamento hasta el olvido
que sin misericordia hoy lo has hecho mío.
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