Divinidad

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¿Divinidad?
El Doliente
I.
Génesis
Se oye un estruendo a la distancia, hace mucho tiempo que no oía nada y no logro identificar
qué es. Siento que no estoy aquí, pero regreso con lentitud, quiero salir de la bruma pero no
puedo aún. Hace mucho tiempo que estoy fijo, inmóvil, recuerdo que en algún punto me
bajaron, hubo luz, miedo y alegría.
Unos pasos veloces se acercan, oigo unos lamentos que denotan preocupación e impotencia.
-Lo han matado, lo han matado aquí enfrente-, escucho bajo de mi, pienso en la persona que
ahora ha muerto, lo veo moverse, sonreír y de pronto no estar más.
Cierro los ojos y me siento cansado, una incomodidad acumulada a lo largo de cientos de años,
una desesperanza que renace mientras los pasos se alejan. Es una noche extraña, sin tiempo, en
la que habito. Quisiera huir, pero mis brazos no responden, no siento más mis piernas, me
invade la nostalgia de lo que fue, de lo que fui, mi mente se ofusca. Trato de buscar algún
recuerdo al cual asirme.
Cuándo no se escucha más el golpear de los zapatos en la fría piedra, me desvanezco, sin haber
estado nunca.
II
Nuevo Testamento - Mateo
Me recuestan sobre unos tablones de madera con lentitud, como si temieran, de pronto,
lastimarme. Hay muchas herramientas de carpintería que me recuerda una alegría distante.
Quisiera cerrar los ojos y soñar. Los cierro y el estruendo del primer golpe me recuerda que
todo es muy real.
I.
Éxodo
El dolor se vuelve insoportable, busco un paliativo en mi memoria, pero no encuentro nada.
Grito con todas mis fuerzas, y siento que mi garganta se desgarra del esfuerzo, toso con fuerza
y escupo algo viscoso de color oscuro. ¿Qué es la muerte cuando has muerto tantas veces?
Un ruido me distrae de mi abstracción, levanto la cara y veo como una luz tenue se abre
camino tímida frente a mí, el crujido que le sigue delata una puerta a la distancia. ¿Me habrán
oído?
Me concentro y veo unos dedos posados sobre la puerta, que dudan sobre su siguiente acción,
yo recuerdo cuando temía a los gritos en la oscuridad, a la incertidumbre, esa víbora que te
corroe por dentro.
Fuerzas tuve y durante mi vida mis músculos sólo me fallaron tres veces. Levanto la vista, y
noto que la mano se ha ido. Lo que le diría si se acercara, lo que sé.
Espero durante cuarenta noches sin días. El dolor es intermitente, pero nunca se va. Siempre
ronda cercana la falsa promesa de un profundo alivio, pero la evito pensando en algo más.
Cuando siento que empiezo a flaquear, me despierta el ruido de la puerta, creo que grité en el
vacio pero no lo recuerdo.
El nudo tangible de mi garganta me dice que no he escupido todo lo que he acumulado, unos
grandes ojos me miran desde abajo a la distancia, distingo unas feas ropas color café que
cubren un huesudo cuerpo. Sé que está muy enfermo y sólo el brillo de sus ojos me muestran
una ilusión de vida. El padre Manuel se acerca lento, con miedo, pero al estar a un par de
metros de distancia se frena, mira mi rostro y da media vuelta
II
Nuevo Testamento - Marcos
Veo de reojo a mi madre, por un instante pareciera que le duele más que a mi lo que está
sucediendo, el solo pensar en eso me provoca un espasmo. Volteo la cabeza al cielo, más
oscuro que la tierra a estas horas, me gustaría que ella me ayudara a cargar este dolor, me
sostuviera nuevamente en sus brazos. El sufrimiento, el de las almas que me ven, las que
suplican y las que aún antes de existir ya me rechazan.
Las fuerzas se salen de mi ser, logro palpar el sufrimiento de mi madre y una lágrima resbala
lenta por mi cara, para después mezclarse con la sangre de mi cuerpo hasta que se vuelven una.
Busco aire, pero mis pulmones no se expanden.
I.
Levítico
El padre Manuel me ha perdido el miedo de tanto venir a visitarme, le he querido enseñar la
ley, pero no he podido decir nada, mi garganta no se recupera. Siento su dolor, su muerte y al
mismo tiempo veo que él intenta plasmar en su mente lo que yo siento.
Quisiera contarle que todo es en vano, que gris es el color que impregnará su vista en 18 días.
Pero sólo logro que se concentre en la más penetrante de mis miradas, sin que entienda nada.
Una lágrima cae lenta por mi cara, la sangre, seca desde largo tiempo atrás no la contamina,
roza el dedo gordo de mi pie y da el brinco de fe que yo fui incapaz de dar tanto tiempo atrás.
II
Nuevo Testamento - Lucas
Sueño con despertar en una fría cama de piedra, renovado y sin cansancio. Unas sábanas
nuevas, albas y perfumadas me cubren, y no me dejan ver la hora que es, se oye un rumor de
voces a la distancia, una gran luz entra de pronto y me arranca de mi realidad.
III
Apocalípsis
El viejo sacerdote ha vuelto. Tiempos difíciles lo han alejado de mi, la última gran inundación y
su enfermedad lo han dejado muy debilitado, cansan más las muertes ajenas que la propia
muerte que no se repite.
Se acerca hasta que nuestros ojos se encuentran y me lanza una plegaría que parece súplica. Me
pide una señal, que me siento incapaz de darle. Murmuro algo, una disculpa por todo lo que no
he podido decirle, en ese instante un soplo de aire logra salir por mi garganta produciendo el
más amorfo de los sonidos. La cara del viejo sacerdote se ilumina y sin voltearme a ver de
nuevo corre hacía la puerta.
- ¡El señor me ha hablado!- grita con júbilo – He oído la palabra de Dios, el cielo será para los
justos y para los que creen – lo oigo decir, cada vez a mayor distancia – ¡El Cristo del altar me
ha hablado!- es lo último que oigo. Quiero llorar desconsolado, pero no puedo, estar tan cerca
y tenerlo todo mal, un gris más claro me absorbe.
Padre tu sabes lo que haces, pienso con una mueca sarcástica, mientras espero el fin.
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