EDUCACIÓN INFORMAL

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EDUCACIÓN INFORMAL (Una Propuesta de Napoleón Franceschi G.)
¿A qué nos referimos cuando hablamos de educación informal?
A simple vista pudiera parecer que la “EDUCACIÓN INFORMAL” es
equivalente o algo similar a “EDUCACIÓN NO FORMAL”. Obviamente no lo es,
aunque tales conceptos guardan estrecha relación.
Educación, instrucción y entrenamiento también son conceptos que hay
que tener en consideración pues – a menudo – se les confunde al abordar esta
problemática: la educación informal.
En un sentido muy amplio podemos considerar lo educativo “informal”
como los procesos de enseñanza-aprendizaje no sujetos a una estructura
preestablecida, esto es, con un pensum de estudios o diseño curricular propio con
límites precisos y valor legal. Procesos que no conducen a la obtención de títulos,
diplomas, certificados.
De este tipo de educación se deriva todo el conjunto de aprendizajes
logrados, bien sea como resultado de simples procesos instruccionales o de
adquisición de información mediante los más variados canales individuales o
sociales. Igualmente, los aprendizajes logrados mediante entrenamiento práctico
en diferentes escenarios: En la familia, en la empresa, en la comunidad; o
mediante el auto-aprendizaje del individuo que se auto-realiza con andragógica
auto-responsabilidad.
En cierta manera, la figura del autodidacta que se convierte en el
arquitecto de su propia educación simboliza esto mejor que nada. Este, que es
casi siempre un adulto, se forma en los más disímiles campos del conocimiento y
de las experiencias concretas.
En la actualmente denominada “sociedad del conocimiento” donde los
habitantes de esta aldea global compartimos una masa de datos nunca vista en
siglos o en décadas pasadas, donde cada día somos bombardeados por tal
cantidad de saberes que es imposible – aún para los más estudiosos – manejar
una fracción importante de ellos.
Ese sueño del pasado, donde se suponía que algunos “sabios” o filósofos
podían conocerlo todo, es ya sólo eso, un mero sueño. Hoy apenas podemos
luchar por no caer en la obsolescencia demasiado pronto.
En los viejos tiempos alguien podía educarse intelectualmente de manera
informal apelando a las bibliotecas personales y a las de uso público. Lo hacían
algunas veces bajo la tutoría de intelectuales (titulados o no) y así adquirían las
herramientas de una profesión o de un oficio. Algunos hasta conseguían la
acreditación o “formalización” de tales logros en una etapa posterior.
En nuestros días, las cosas se facilitan gracias a la tecnología. Toda la
masa de información o saberes que circulan en los medios de comunicación social
y sobre todo en el ciberespacio nos permiten el acceso a millares de bibliotecas,
archivos, centros de investigación, bases de datos, empresas e instituciones de
todo tipo.
En esta sociedad globalizada se puede acceder a innumerables fuentes
que permiten a quienes buscan instruirse, entrenarse o educarse hacerlo por sí
solos o en centros que facilitan el proceso.
Centros de documentación e información, bibliotecas, ateneos, iglesias,
partidos, ONGs, grupos culturales, asociaciones diversas. Todas las que
coadyuven a llevar adelante las iniciativas individuales o colectivas comprometidas
con el mundo educativo.
También – por supuesto – las instituciones educativas de diversa
naturaleza juegan un papel fundamental al ofrecer alternativas como conferencias,
foros, congresos y otros eventos. Todos estos, y otros que pueden considerarse
como expresiones de la “educación NO formal” sin duda contribuyen también a la
“educación informal” de quienes se exponen a su benéfica influencia.
Un individuo o un grupo pueden acceder a entrenamientos teóricos,
teórico-prácticos o meramente prácticos. Igualmente, a procesos de aprendizaje o
de instrucción, todo ello sin necesariamente comprometerse dentro de una
estructura formal o académica.
Ciclos de charlas, conferencias, reuniones de intercambio de
experiencias, debates o reuniones de trabajo y todas las modalidades que
permitan acercarse y compartir el conocimiento o las experiencias sin que se
requiera la rígida asistencia, evaluación o control sobre los participantes.
Experiencias donde lo fundamental sea acercarse, compartir y aprender en un
ambiente dinámico y cooperativo.
Ahora bien ¿Cómo esta modalidad educativa informal puede
convertirse en una alternativa que contribuya al esfuerzo de una cultura del
emprendimiento?
Al intentar definir o explicar esto de la informalidad educativa, es fácil
terminar planteando que prácticamente todo puede ser llevado a ese campo. No
hay actividad en la sociedad o en sus instituciones educativas (las universidades
entre ellas) que no puedan ser vistas o catalogadas como informales en cierta
manera.
El individuo se educa informalmente desde que inicia su socialización en
la niñez. A pesar de todo lo que la familia, la sociedad y la escuela han hecho por
“domesticarlo” y “castrarlo” a través de los tiempos; la persona se las ingenia para
salvar su libertad e individualidad, base que hace posible el surgimiento de
hombres y mujeres capaces de enfrentar retos, mostrar iniciativas, nadar contra la
corriente, y en fin, ser – a pesar de todo – emprendedores e innovadores en
entornos signados por el conformismo y la rutina.
Una Reflexión Adicional (un poco más allá del tema en sentido estricto)
Se afirma que buena parte de los procesos educativos (formales, noformales e informales) tiene un efecto alienante, esto es, no liberador.
Las instituciones educativas – en sus diferentes niveles y modalidades –
así como los procesos adelantados en la familia y la sociedad no necesariamente
cooperan a formar personas libres, más bien, hacen lo contrario.
De tal manera que, cuando una institución pretende romper ciertos
paradigmas (por ejemplo, ofreciendo una formación comprometida con la
emprendeduría) tiene que enfrentar un entorno hostil.
No solamente tal enfoque valorador del espíritu emprendedor es echado
a un lado por la educación tradicional; también lo hacen algunos sectores
autodefinidos como “progresistas” o de “izquierda”. Para estos trasnochados
ideológicos desarrollar universidades y otras instituciones cultivadoras del espíritu
emprendedor resulta algo casi pecaminoso, esto es, capitalista-burgués,
“neoliberal”, antipopular y otras monsergas parecidas.
¿Cómo podemos medir la educación informal que un individuo posee?
Una de las vías o maneras es el proceso de acreditación de saberes y
experiencias mediante procesos de evaluación integral. De alguna manera quienes deseen o necesiten se les reconozca institucionalmente su nivel de
conocimiento, logros, competencias, experiencias, etc. – tienen que someterse al
juicio de quienes pueden dejar constancia de tales avances obtenidos
informalmente.
Desde que el participante se somete a tal evaluación abandona la
“informalidad” de su formación y entra en el ámbito institucional regular, esto es,
en la educación formal o en la no formal.
En general, dependiendo de la edad, nivel de educación alcanzado y
otros factores; las llamadas “conductas de entrada” (o ahora, las competencias)
están más o menos determinadas por los aprendizajes, destrezas y experiencias
previas obtenidas (en parte) de manera informal.
Gran parte de lo que habitualmente se denomina “background” de cada
individuo que transita por los procesos de formación universitaria no solamente es
el producto de todos los aprendizajes formales logrados desde el jardín de infancia
hasta el bachillerato. Buena parte tiene como origen lo aprendido informalmente
en la vida misma, sumergido entre las olas de los medios de comunicación social,
el cine, la WEB, la familia, las empresas y la sociedad toda.
Medir, cuantificar tales saberes, destrezas y experiencias (o constatar las
posibles competencias del candidato) no es tarea fácil, ni siquiera a través de una
completa evaluación diagnóstica. No obstante, cualitativamente existen maneras
para apreciar o juzgar cuestiones como internalización de valores, ajuste
emocional y social, competencias intelectuales básicas: lecto-escritura, cálculo,
nociones témporo-espaciales, niveles de abstracción.
Tener bases sólidas determina el éxito en la prosecución de una carrera
académica. Esto generalmente se explica por las positivas y enriquecedoras
vivencias de una educación informal que complementa todo lo otro obtenido por
vía de la escolarización. Lógicamente, la calidad del entorno familiar y social es
determinante en este sentido, y por supuesto, la calidad de ese entorno familiar
está estrechamente asociada con el nivel socio-económico.
La correlación entre un entorno de pobreza y las carencias educativas de
todo orden han sido ampliamente documentada.
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