Seyne 14

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Seyne ´14
Honestamente, el primer día estábamos un poco (bastante) asustados. La primera
impresión de la ciudad no fue la mejor, pero en cuanto vimos a una de nuestras
compañeras saludarse con su francesa, se nos fueron un poco los nervios (y supimos
que solo se daban 2 besos). Nos reunimos con nuestros franceses en la puerta de su
instituto y nos fuimos cada uno con ellos.
La primera noche en nuestras casas todos nos queríamos volver a Albacete y no
parábamos de hablar entre nosotros por el móvil, el nerviosismo era máximo. Nos
costaría adaptarnos a las horas de las comidas (12.30´13.00) y de las cenas (19.3020.00) y aún más la hora de irnos a dormir (21.30-22.00).
A la mañana siguiente nos fuimos a Toulon a visitar la ciudad y subimos a un funicular
a la montaña. Una vez allí todo fue sobre ruedas, jugamos a diversos juegos que, sin
duda, nos unieron a franceses y españoles mucho más. Comimos allí los picnics que
nuestras familias nos habían preparado y esas ganas de volvernos a Albacete fueron
desapareciendo. Al volver a las casas los franceses nos prepararon diversas actividades
(ir a cenar, ir a la playa…)
El segundo día desayunamos en su instituto e hicimos un juego por la Seyne Sur Mer y
luego nos fuimos a la playa de Hyères a comer allí el picnic y algunos se atrevieron a
bañarse. Después de ir a la playa, fuimos a visitar el pueblo, que tenía muchas cuestas
y unas vistas muy bonitas. La relación entre españoles y franceses era cada vez mucho
mayor y nos fuimos con las profesoras (francesas y españolas) a cenar al lado de la
playa, donde algunos chicos franceses se bañaron y les hicimos alguna que otra
broma…
El tercer día fuimos a Marsella de compras y a visitarla, en principio íbamos a visitar el
famoso Castillo de If pero no pudimos ya que teníamos que ir en barco y el mar estaba
demasiado revuelto. Así que subimos al autobús urbano y fuimos a la Basílica de
“Notre Dame de la Garde”, cuyas vistas eran dignas de admirar. Esa noche, al hablar
entre el grupo de españoles (que estábamos muy unidos) coincidimos en que la
relación con nuestro francés/francesa y su familia era realmente buena. Esas ganas de
volvernos a Albacete era prácticamente inexistentes.
El cuarto día (viernes) fuimos a dar algunas clases a su instituto, algunos dieron
economía, otros educación física, ambas clases de dos horas cada una. Y
posteriormente dimos algunos historia, italiano… Comimos en la cantina de allí, donde
extrañamos muchísimo a nuestros queridos Pepe y Paqui… Y después nos fuimos a un
pueblo llamado Castellet, donde se podía apreciar nuestro cansancio. Esa misma noche
algunos fuimos a la bolera, otros a un balneario y otros a una fiestecilla que montó una
de las francesas.
El quinto día (sábado) fue el día libre para pasar con nuestras familias y todos
estuvimos contentísimos de tener ese día para hablar con la familia y mejorar la
relación (si era aún más mejorable)
Por último, el domingo fue el día que teníamos que volver. A las 8.30 de la mañana
teníamos que estar subidos en el autobús y podemos afirmar que fue lo más duro del
viaje (y lo único) puesto que acabamos soltando alguna que otra lágrima al pensar que
nos teníamos que despedir de nuestra familia durante esa intensa semana. Mil
recuerdos geniales podremos guardar por mucho tiempo porque, sin ninguna duda,
fue un viaje excepcional y que hay que seguir haciendo porque te enriquece tanto
como personas como en el francés. Y por supuesto este viaje hubiera sido desastroso
sin la enorme aportación de las profesoras de francés (Ana Picazo y Conchi Romero)
que siempre iban con una sonrisa y una vitalidad, en ocasiones, mayor que la de los
propios alumnos. Muchísimas gracias por darnos la oportunidad de haber compartido
esta experiencia.
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