Seriedad y alegría

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SERIEDAD Y ALEGRÍA
Las grandes palabras – así lo han constatado mentes muy agudas – tienden a deteriorarse
o a volverse tan ambiguas de significado, que se usan para designar sus contrarios.
Confieso, por ejemplo, que siento un abierto recato cuando tengo que usar la palabra
“amor”. Afortunadamente, uno de los grandes espíritus de este siglo, C.S. Lewis, en su
libro “Los cuatro amores”, puso las cosas en su sitio; ahora, la desgracia consiste en que
son pocos los que lo han leído y aún menos los empeñados en devolver a esta palabra su
sentido.
Una palabra de menor alcance y quizá con menos entidad que también se pasea en
forma ambigua en el lenguaje usual es el término “serio”. Para muchos, un “hombre
serio” se les figura como el retrato de “tonto grave”. En la vida escolar, sin ir más lejos, al
que trabaja con seriedad se le considera “un ganso”, que equivale a nuestro antiguo
“fome”. A un hombre de negocios serio se le tacha de “escrupuloso”. Y si se toma en serio
su vida de relación con Dios, se dirá que es un “beato”.
La seriedad para lo verdaderamente serio, es decir, para lo que vale la pena, es
siempre compatible con la alegría y el buen humor. Porque la alegría es también algo muy
serio, y no un simple estado de ánimo pasajero. No es la mera “chacota”, que el
diccionario define como “bulla y alegría mezclada con bromas y carcajadas con que se
celebra una cosa” (con que se celebra- dan ganas de añadir- ruidosamente una cosa ).
Alegría y bullicio no son hermanos.
La alegría “de adentro”, esa que no se deja arrebatar por la contradicción o el dolor,
tiene raíces muy hondas y la alcanzan quienes se toman muy “en serio” su vida. El hombre
serio, en este sentido,no tiene nada de rígido,severo o adusto.Más bien , si su seriedad la
guarda para las cosas importantes, suele ser un hombre amable y atinado, comprensible y
de sonrisa pronta. Celebra lo que merece ser celebrado y no tiene reparos en reírse sin
mezquindad cuando corresponde .
El serio falso, el tonto grave , el cara de póker , hace de la seriedad una profesión y
no matiza; en su amargura, la sonrisa se transforma en mueca , perdiéndose el tesoro de la
risa como el avaro que no aprovecha sus bienes.
El falso alegre , en tanto , que tiende a tomarlo casi todo a la chacota , no
discrimina entre lo que hay que tomarse con seriedad o a la ligera ; para él, todo es liviano
y a todo le da el mismo relieve, como esos adolescentes que, con la excusa del “buen
humor”, profanan lo sagrado.
El buen humor también es algo serio: hay que aprender a reírse y seleccionar bien
lo que es motivo de risa y lo que debe tratarse con delicadeza y respeto.
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