OPINIÓN 12 de Octubre de 1492: América jamás fue descubierta

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OPINIÓN
12 de Octubre de 1492: América jamás fue descubierta
Manuel Caballero analiza los sucesos históricos previos a la llegada de Colón
Afirman que los primeros pobladores de América vinieron de Asia (Venancio
Alcázares/Archivo)
Para un historiador profesional, pocas frases en el idioma están tan
llenas de disparate, nonsense y mentiras como esa repetida cada doce de
octubre: que ese día se "descubrió América". En verdad, lo que hoy llamamos
"América" tiene la curiosa particularidad, el extraño destino, de ser un
continente jamás descubierto. Y sin embargo, tiene al mismo tiempo la
particularidad de haberlo sido por lo menos tres veces.
El primer descubrimiento es quizás el más inocente, el más oscuro, el
más hipotético.
Parte de un hecho hoy aceptado por todos: el del origen único y no
multilocal del género humano. Dicho en otras palabras, ya nadie sostiene la
existencia de un hombre americano de origen.
Por lo tanto, los primeros pobladores de nuestro continente vinieron de
Asia, quién sabe si hasta de África. ¿Cómo lo hicieron? ¿A pie por el estrecho
(entonces itsmo, o congelado) de Behring, o en pequeñas e inseguras barcazas
largadas desde el archipiélago polinesio?
Como sea, al poner pie en las nuevas tierras, las estaban
"descubriendo". Pero esa palabra no tenía ninguna significación para ellos :
porque desembarcaban en territorios despoblados, porque no iban a regresar a
su lugar de origen para contar cuanto habían visto. Y sobre todo, porque no
podían tener ninguna conciencia "histórica": sus hijos olvidaban rápidamente a
sus padres, y mucho más los descubrimientos de esos padres venidos del otro
lado del Pacífico. Al avanzar hacia el fondo del continente, estaban simplemente
repitiendo sus pasos y así el "descubrimiento" del continente podía renovarse a
cada generación ; y si al paso de dos de ellas (por la ausencia de un sistema de
símbolos más permanente que la lengua hablada) ya se habían borrado los
recuerdos, mucho más habrían de desaparecer los de un origen perdido, valga
el lugar común, en la noche de los tiempos. En su primera percepción por el
hombre, lo que andando el tiempo sería conocido como "América" no fue, pues,
descubierto. La segunda vez
Algunos años después del mil de nuestra era, el explorador escandinavo
Leif Eriksson llegó, se dice, hasta las costas de lo que hoy es Norteamérica,
posiblemente a la actual península de Labrador y también Nueva Escocia, una
tierra que, se dice, bautizó Vinland.
El lector observará empleo repetido, casi sistemático, del condicional. Es
que de aquellos viajes se conservó apenas una tradición oral, la cual andando el
tiempo se convirtió en esas especies de poemas que son las sagas nórdicas,
donde se mezclan elementos de realidad con imaginación y poesía, leyenda e
historia, sin que sea posible decir cuál es cual: las únicas fuentes sobre esas
expediciones son, pues, la Eiríks saga y una posterior y más confiable, la
Groenlendinga saga, incluida en el "Libro de los Cantos" o Flaterjaybók. Que lo
recuerden o no con precisión, eso no tiene importancia : lo fundamental es que
los vikingos no dejaron, en aquella tierras a donde llegaron, el menor recuerdo.
Este es el argumento más poderoso en las plumas hispánicas cuando
algunos escritores nórdicos intentan arrebatar a España la primacía del
Descubrimiento. Los vikingos pueden haber llegado primero, pero la completa
transformación de la historia universal producida por el Descubrimiento, el
acontecimiento más grande de la historia humana (mucho más importante, mal
que le duela a sus respectivos sectarios, que el nacimiento de Buda, de
Mahoma o de Jesús) corresponde a España.
El segundo "descubrimiento", el vikingo, tampoco tuvo lugar: Leif
Eriksson y los suyos llegaron allí, pero nadie descubrió nada.
Todo se reduce hoy a algunos infantiles intentos de reconstruir lo que
nunca fue construido: del Príncipe Valiente a Olafo El Amargado, de allí no pasa
la historia "americana" de los escandinavos.
Pero lo más curioso de todo es que el "Descubrimiento de América" por
Cristóbal Colón tampoco se produjo, jamás.
Descompongamos la frase: el Almirante del Mar Océano nunca supo que
había descubierto un continente y por supuesto, muchísimo menos que,
injustamente, se le iba a llamar "América".
Colón llegó, según su propia creencia, a unas islas que eran tal vez la
parte más oriental de las Indias. Nunca sospechó que para llegar a Cathay (el
Japón de nuestros días) todavía le faltaba atravesar un continente, y el más
grande de todos los océanos, frente al cual el mar Tenebroso haría figura de
hermano menor.
Todos sabemos por cuál extraña casualidad, y sin él proponérselo y
mucho menos con intención de fraude, Americo Vespuccio terminó dando su
nombre a las nuevas tierras. Lo importante no es esa anécdota sino que, en los
próximos treinta años, Europa todavía ignorará el nuevo mundo, se "negará" a
descubrirlo.
Es solo cuando se pone pie en México, cuando se descubre un imperio
inmenso y sobre todo riquísimo que, por fin, Europa "descubre" lo que tenía
entre manos. La sorpresa fue mayúscula, pero todavía lo descubierto era
México, no un continente y mucho menos "América": durante muchos años se
continuará hablando de "las Indias". Otra manera de ver las cosas
Como si fuera poco, sobre esa curiosidad se encaramó otra, que no
debería llamarse así, sino más bien "incuriosidad", falta de ella. Ya no se podía
negar que hubiese otra realidad poblacional, geográfica y sobre todo espiritual.
Es decir, rehusarse a admitir la existencia de pueblos que no solamente
rechazaban el mensaje cristiano, como en Asia y en las tierras islámicas, sino
que nunca en su vida habían tenido noticia de tal religión. Así pues, se llegaba
a la horrible constatación de que los infieles de todo pelo eran más,
infinitamente más, que los fieles creyentes de Jesús el Cristo, el Hijo de Dios. Y
la primera reacción de los españoles fue la de negarse a aceptar, a ver siquiera,
esa realidad. Por esa razón, un escritor mexicano ha llegado a decir que no se
debería hablar del Descubrimiento, sino por el contrario, del "Cubrimiento" .
Apenas los españoles encontraban en los nuevos territorios muestras de
una fe que ignoraba hasta la existencia de la suya, su reacción era destruir sus
huellas, arrasar sus templos, construir sobre sus cenizas. En suma, "cubrir"
América con la fe de España.
Por todas esas razones es, pues, disparatado hablar del "Descubrimiento
de América": América jamás fue descubierta.
TOMADO DE “EL ORGULLO DE LEER”, CARACAS, ED. ALFA
Manuel Caballero
ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL
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