¡El sinsabor del Adiós! Sección: Editorial Autor: Fredy Peña T., ssp Se dice que en este mundo nadie es indispensable. Por lo tanto, basta con que el puesto de ese alguien quede vacío para que se remplace por otro. Sin embargo, son pocos los que, al partir de este mundo, dejan una huella indeleble e imposible de borrar. En este sentido, la partida de nuestro querido, amigo y compañero Juan Carlos Pisano nos deja, con su sorpresiva e irremediable muerte, después de meses de luchar contra una erisipela, un sinsabor y un vacío difícil de llenar. Catequista y comunicador de tomo y lomo. Con su dinamismo y su capacidad para establecer vínculos, “Juanca”, como le decíamos los más cercanos, tenía la sensibilidad de llegar a las personas con calidez y espontaneidad. Compartí con él algunas de sus charlas. Estábamos en el Cusco. Él debía hablar sobre cómo ser un buen evangelizador y catequista a la vez. Llegando al Cusco, Juanca se apunó, y la altura le pasó factura. Estuvo descompuesto todo el tiempo, tanto que temía no poder brindar su charla. No obstante, al segundo día, después de horas de nebulización en un centro asistencial, se dio maña para exponer su disertación con muchas dificultades. “Vine para estar con la gente y les daré lo que les he preparado… no puedo dejarlos volver sin nada”, me decía. Así reaccionaba el comunicador y catequista. Siempre comprometido con las personas y su Iglesia. En el paso de su vida, es imposible no reconocer en Juanca su familiaridad con las letras. Fue autor de varios libros de interés general y específicos en comunicación (publicados por SAN PABLO), entre los que se destacan: Y por casa, ¿cómo andamos?; Comunicarse más y mejor; Cuentos rápidos para leer despacio; Cuentos rápidos para trabajar con valores, y muchos otros títulos dedicados a la animación catequística. Tampoco se puede desconocer su incursión en el ámbito de la comunicación social, que lo llevó a entablar lazos de compromiso y de responsabilidad con la ciudadanía. Además, se había especializado en temas religiosos y de comunicación educativa. Se desempeñó como director de la Revista de la Fundación Gottau (http://www.fundaciongottau.org.ar) y El Mensajero de Itatí; fue redactor del periódico semanal El Domingo (SAN PABLO) y codirector y creativo del periódico semanal La Hojita de los niños de la misma editorial. También fue coordinador de contenidos y redactor del periódico mensual Diálogo. Como ilusionista, divirtió a grandes y chicos. Con sus trucos, a más de alguno sorprendió y cautivó. Conocidas fueron sus presentaciones, como Cuentos con asombro, Cuentos con humor y magia. Editó discos compactos y casetes con reflexiones, cuentos y poemas. Sin duda, fue un pionero en las nuevas formas de evangelización y educación, a través del arte, las obras de teatro, los cuentos con efectos de ilusionismo, los títeres, los juegos, etcétera. Comunicó el mensaje de Dios con simplicidad, pero con la asertividad que solo el “buen comunicador” logra para encantar. En este tributo, cómo no apreciar el modo en que Juan Carlos dictaba sus cursos, sus charlas y sus conferencias en parroquias, colegios, facultades e instituciones educativas de la Argentina, el Perú y el Uruguay. Tenía un alcance muy particular, con actos de magia y cuentos o anécdotas. Así mostraba que el Cristo a quien predicaba era cercano, sencillo y manso. Por esta forma de evangelizar, no tardó mucho en obtener un reconocimiento. Fue premiado, en numerosas ocasiones, por trabajos de su autoría y por su trayectoria (Testimonio Unión Nacional 2008, Feria Internacional del Libro de Buenos Aires; Signis Argentina; Galardón Cruz del Sur; Exposición del Libro Católico y otros). También podríamos señalar la lista de las buenas obras de Juan Carlos. No se trata de ensalzar la memoria de quien ha fallecido, porque, si hay algo de que estamos faltos en nuestra vida, es de la escasa “práctica de las buenas virtudes”. De esa escasa práctica en la vida de Juan Carlos solo Dios y él lo saben. A nosotros nos queda la imagen de un hombre que supo ser fiel a sus principios y, en especial, a los de su familia. Sus treinta y seis años de casado, con María Inés Casalá, lo avalan. Sus seis hijos, sus cuatro nietas y sus dos nietos fueron los testigos más cercanos de esa entrega amorosa como esposo, papá, abuelo, amigo, cristiano y hombre de fe. Seguramente que su familia sabrá estimar su persona más que cualquiera en este mundo. Desde nuestra editorial SAN PABLO queremos rendirte un último adiós y expresarte nuestro cariño. Tus enseñanzas y tu persona son un motivo más para recordarte y no para llorarte. Como hombres de fe, no creemos en un Adiós, sino en un “hasta pronto”, querido Juanca…