UN DÍA DE ALARMA Hacía tiempo que no recordaba un día tan malo en su vida de glóbulo rojo. Su viaje a través de las arterias, las venas, su paso por el corazón estaba siendo muy lento y pesado. El cerebro parece que estaba lento y abotargado; saltaban las alarmas por todos los órganos del cuerpo. Sobre todo el hígado estaba sufriendo como nadie. Las señales del cerebro eran confusas todo tenía que ser rápido, pero a pesar de la prisa de las órdenes todo parecía ir a cámara lenta. Además el cerebro no coordinaba bien, todo daba vueltas a su alrededor. A las prisas por llevar oxígeno a los diversos órganos (tenemos que recordar que hay 96550 km de vasos sanguíneos), había que sumar las necesidades del cerebro de glucosa. Además el hígado y el riñón trabajaban a pleno rendimiento, el hígado limpiando y transformando los elementos nocivos para el organismo y sobre todo al peligro que se cernía sobre él en este momento, el alcohol que le afectaba directamente destruyendo sus tejidos. Todos temíamos que se pudiera llegar a una cirrosis hepática y las graves consecuencias que produciría para el organismo. Cuando el hígado enferma de cirrosis la temperatura del cuerpo disminuye por debajo de 7ºC debido a que el hígado enfermo ya no puede almacenar azúcar que es la principal fuente de energía de nuestro organismo. El cerebro seguía sin coordinar las ideas, el cuerpo intentaba levantarse del suelo pero a la vez el alcohol irritaba los nervios con la consiguiente dificultad de movimiento que impedía levantarse al cuerpo. El diafragma se movía arriba y abajo muy deprisa provocando que el estómago quisiera echar fuera todo lo que había ingerido la noche anterior. Este a su vez sufría serios espasmos y dolores porque toda la flora bacteriana estaba seriamente dañada por el alcohol; el cerebro temía que sufriera daños mayores como podía ser una ulcera. Por suerte tras una fuerte arcada que convulsionó todo el cuerpo el estómago logró vaciarse casi por completo. El cerebro aun mantenía a duras penas la cordura, no se había producido la tan temida pérdida de conocimiento que podría acarrear males mayores. El riñón trabajaba a marchas forzadas filtrando todo el alcohol. La vejiga se estaba llenando peligrosamente y el cerebro recibía las órdenes de vaciarla rápidamente, pero el resto del cuerpo no estaba por la labor de hacerle caso al cerebro. Y la vejiga podría vaciarse por su cuenta en cualquier momento. Los glóbulos rojos íbamos de aquí para allá llevando sustancias de todo tipo (oxígeno, glucosa, etc.…) y recogiendo desechos. Las piernas seguían sin responder a las órdenes del cerebro y no conseguían ponerse en pie ni sostener al cuerpo. Tras varias horas de lucha continua los riñones consiguieron filtrar todo el alcohol, las células de la boca pedían líquido a gritos y las neuronas sentían que iban a reventar del dolor que sufrían. Poco a poco el organismo fue recuperando sus funciones, ya que todo el cuerpo estaba ingiriendo líquidos (agua, refrescos...) que aportaban al organismos sales minerales y los nutrientes necesarios para la recuperación de todos los órganos. Las alarmas del cerebro se fueron apagando poco a poco, el funcionamiento del organismo se iba regularizando y se recuperaban las sensaciones anteriores a la catástrofe. El cerebro comunicaba al resto del cuerpo que no volvería a beber alcohol, por las graves consecuencias que había supuesto para él, aun duraba el malestar general pero se había recuperado la consciencia y se podía mantener en pie, el pulso era regular, los vómitos habían cesado, la respiración era pausada y los pocos líquidos que conseguía ingerir el organismo se mantenían dentro del estómago, el hígado había comenzado otra vez a distribuir glucosa para alimentar a las diferentes órganos del cuerpo, definitivamente el alcohol no era una buena acción para el organismo, pero quien sabe cómo funciona la mente de los humanos.